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Detective 666 (20)

en Grandes Series

CUANDO JACK CONOCIÓ A SALLY.

  Me encuentro al lado del comisario Luang, observando de reojo como entrecierra aun más sus rasgados ojos hasta convertirlos en meras rendijas. Está intentando ver con más nitidez lo que muestra la grabación de la cámara ocho del centro comercial Genbries. Jolie se encuentra delante de nosotros, inclinada sobre el hombro del técnico informático y mascullando en su oído que le dé más resolución a la imagen, algo inútil por lo que puedo entender de la contestación.

  Al parecer, mi compañera ha encontrado algo en las grabaciones del centro comercial y el comisario se ha unido a nosotros, lo que indica la presión que están ejerciendo sobre él los políticos de la ciudad. La escena se repite en el monitor, colocada en bucle para su visionado. Se puede ver a Frances Poullard caminando por la nave central de los grandes almacenes, en su planta baja. La víctima se reconoce más por la ropa y el corto peinado más que por sus rasgos debido a la deficiente calidad de la grabación. De un acceso lateral, surge una señora empujando un carrito de bebé. Va mirando escaparates, sin poner mucha atención en lo que hay delante, y acaba chocando una de las ruedas con el pie de Frances. La mujer se disculpa y se interesa por el pie de la víctima, el cual parece arañado por uno de los muelles suspensorios del eje del carrito.

  Por los gestos, Frances le dice que está bien, que no tiene importancia, y las señoras se alejan después de saludarse. Uno de tantos pequeños accidentes cotidianos, sin más trascendencia, pero, diez minutos más tarde, Frances es captada por otra cámara y parece dolorida y algo encorvada. Se detiene junto a unas pocas atracciones infantiles, apoyándose en un camión de bomberos. Mira hacia todos los lados y echa a caminar despacio, arrastrando los pies, hacia la zona de lavabos.

         --- ¿Esa mujer del carrito ha podido inyectarle algo? –pregunta el comisario.

         ---No se le ve acercarse lo suficiente para hacerlo pero podría haber una aguja en la rueda del cochecito –comenta mi compañera.

         --- ¿Cómo una adaptación de la técnica del paraguas búlgaro?

         ---Sí.

  El jefe se refiere a un arma utilizada por la Darzhavna Sigurnost, los servicios secretos búlgaros, que consistía en una pistola de aire comprimido camuflada en un paraguas, con el mecanismo neumático oculto en su punta. Este sistema fue utilizado, presuntamente, en el asesinato del periodista de la BBC Georgi Markov. Je, cómo se nota que he estado leyendo, ¿eh?

  Frances Poullard desaparece en el pasillo que conduce a los baños y, un minuto después, un uniformado empleado de la limpieza precinta la entrada al pasillo con cinta y coloca el cartel de orla roja y amarilla que anuncia “Peligro. Obras.” El tipo lleva gorra y tiene cuidado de no mostrar su rostro a la cámara, pues debe saber dónde están situadas. Por el pasillo no entra ni sale nadie más en casi cuarenta y cinco minutos, hasta que regrese el mismo tipo de la limpieza y se lleva el cartel.

         ---Quien sea el asesino ha salido por la puerta de emergencia –anuncio, refiriéndome a la misma puerta lateral por la que accedimos el día del crimen.

         ---Sí, Parson manifestó en su informe que la alarma de esa puerta había sido desconectada.

         ---O sea que sabemos cómo lo hicieron pero no tenemos ni idea de quién lo hizo –suspira el comisario.

         ---Así es. La grabación no puede mejorarse y no tenemos a quien identificar, ni al empleado de la limpieza ni a la señora del cochecito. He pedido a Genbries la lista de empleados de ese día pero… --la mueca de Jolie indica que no cree en tener suerte.

         ---Creo que tengo algo, detectives –se acerca Parson en ese instante, enarbolando una serie de papeles en la mano --. Ahora que suponemos cómo la inocularon, repasaré de nuevo su cuerpo. Vi ese arañazo en su momento pero no estaba infectado ni nada por el estilo. Un simple arañazo. Lo volveré a revisar.

         ---Bien, al menos tienes algo en que entretenerte –ironizo, reprimiendo las ganas de un cigarrillo --. ¿Qué traes ahora?

         ---Tengo la prueba de ADN de la víctima del patio del drugstore. Como sospechábamos, se trata del dueño, un pakistaní americano de segunda generación: Takhan Burfassah. Cuarenta y dos años, sin antecedentes, buenas relaciones con la comunidad, casado y con dos hijos pequeños –enumera con rapidez el forense --. He conseguido aislar tres tipos de huellas del cajón de las hormigas, aunque son parciales. No sirven para identificar a nadie pero confirman lo que sospechábamos, que son varios los individuos responsables.

         --- ¡Maldita sea mi estampa! –barbota el comisario con rabia --. Esto va a ser la repera en cuanto la prensa se entere.

         ---Por el momento, lo tenemos controlado, apartado de sus narices –dice Jolie.

         ---No durará. Alguien hará un comentario respecto a un detalle jugoso y los tendremos encima –les aviso --. Siempre ocurre.

         ---Chicos, hay que ponerse con esto en serio. Tengo al comisario jefe y al alcalde en lo alto de la chepa y eso que no saben de la misa la mitad. Pero solo con los morbosos detalles de los crímenes tienen suficiente para presionarme –el comisario Luang mantiene el dedo en alto, dándole énfasis a sus palabras.

         ---Sí, comisario –contestamos los tres como buenos alumnos.

         ---No encuentro nada en los casos que llevaba Frances –me dice Jolie cuando el comisario se marcha.

         ---Bueno, habrá que ponerse a investigar el entorno familiar y laboral del dueño del drugstore –digo, sin muchas esperanzas.

* * * * * * * * * * * * * * * *

  He mandado un par de mensajes a Cheyenne pero no me ha contestado. Tampoco lo esperaba, claro. ¡Que el diablo me libre de la furia de una mujer despechada! Pero por mí que no quede.

  Dayanne se une a nosotros cuando Jolie y yo salimos a almorzar. Es algo habitual en ellas. El amor que ambas despiden cuando están juntas me hace sonreír, aunque no debería. Es cándido, inocente y juguetón. Cualquier otro demonio vomitaría de asco, pero yo he cambiado demasiado desde el Arrebato.

         --- ¿Qué tal Mamá? –le pregunto a la hermosa negra, contemplando las trenzas que ha creado con su cabellera.

         ---Como siempre. Por cierto, quiere verte cuando tengas tiempo. Hoy, si puede ser –me contesta.

         --- ¿Y eso?

         ---Creo que tiene que pedirte un favor como poli…

  Jolie me mira con clara intención y yo me encojo de hombros. Aun no soy adivino. Devoro el sándwich de pollo y las patatas de mi plato en un santiamén mientras ellas tontean con sus arrumacos. La verdad es que hay muchos ojos masculinos en la cafetería pendientes de ellas.

         ---Bueno, voy a aprovechar el momento y visitar a Mamá antes de que me dé un síncope por miraros hacer manitas. Me llevo el coche, Jolie.

  Ella asiente, tapándose la boca con una mano para disimular la sonrisa.

  Siempre es un buen momento para llegar a casa de Mamá Huesos, por lo menos para mí. Ella también ha almorzado pero me hace pasar hasta la cocina para servirme ese café negro y fuerte que gusta de hacer.  La vieja bruja me observa en silencio, sentada frente a mí. Su dedo se pasea por el borde de la taza media de café. La veo pensativa y eso no es bueno en una hechicera.

         ---Necesito un favor, Nefraídes –susurra.

         ---Tú dirás.

         ---Un viejo conocido se ha puesto en contacto conmigo. En el pasado, me facilitaba ingredientes difíciles de encontrar para mis tareas y nunca hizo preguntas, así que le estoy muy agradecida, ¿comprendes?

         ---Ajá.

         ---Ahora lleva una vida diferente, está bien situado en Nashville, Tennessee. Su hija menor ha decidido estudiar Derecho en la universidad Tulane de Nueva Orleans y él la ha enviado al campus. Pero la hija ha decidido compartir piso fuera de la universidad y mi amigo quiere asegurarse que la niña esté bien instalada y que no frecuenta malas compañías. Me gustaría que le echaras un vistazo cada cierto tiempo.

         ---Está bien. Puedo darme una vuelta por el campus y por su casa, de vez en cuando.

  Mamá se levanta y acude al gran aparador de la pared. Abre uno de sus numerosos cajones y extrae un sobre que deja sobre la mesa, delante de mí. Lo abro y me encuentro con un papel doblado y una fotografía. Es una foto de estudio del rostro y busto de una chica joven, quizás recién cumplida su mayoría de edad. Es hermosa y delicada, de delicado cabello rubio al igual que sus cejas. Ojos rasgados, entre azules y grises, una graciosa nariz respingona y una boca generosa de bonita sonrisa.

  Desdoblo el papel. Se trata de una especie de ficha personal. Nombre: Sally Jeffraine. Veinte años. Piscis. Siguen aptitudes, hobbys, valores académicos, horarios del campus y, finalmente, su última dirección. Una nota al pie me indica el nombre de su compañera de apartamento.

         ---Te pido discreción, Nefraídes. Su padre me ha comentado que es muy independiente y se enfadaría bastante si descubriera que eres un enviado de su progenitor –me dice Mamá Huesos con una de sus sardónicas sonrisas que generan una red de arrugas en la piel de sus comisuras.

         ---Seré como un fantasma, descuida.

  Regreso a la comisaría y recojo a Jolie, que tiene toda una lista de familiares y proveedores de Takhan Burfassah a la que visitar. Tras una aburrida tarde de viajes y preguntas, no sacamos más en claro de lo que ya teníamos. Según todos, Burfassah era un tipo normal y honrado. No tenía deudas desmesuradas y se ganaba el dinero con su trabajo. Mantenía buenas relaciones familiares y se llevaba bien con su esposa. Nada que indicara que mereciera una muerte atroz. Algo que ya sospechábamos.

  Al final de la jornada, Parson nos llama por teléfono. Ha hablado con un experto en venenos y drogas naturales, que le ha comentado que una cantidad moderada de mandrágora como la que había en la sangre de Frances produciría un estado mental alterado pero controlado, sin grandes alucinaciones. La víctima se sentiría torpe, confusa, febril y bastante débil. Justo como se la vio en la grabación. Por el contrario, la cixodina es un veneno agresivo que afecta primeramente al sistema digestivo. La cantidad fue la justa para dirigirla sin remedio a los lavabos, sintiendo retortijones y dolor de estómago.

         ---El problema es que no es necesaria ninguna titulación para obtener estos dos derivados. Cualquier curandero o botánico con algo de experiencia podría hacerlo. Además, la receta para cocinarlos está en Internet –nos acaba diciendo Parson --. Tampoco hay mucha dificultad en encontrar la materia prima. Cualquier invernadero comercial puede hacer el pedido y lo tienes en quince días.

         ---Pero lo curioso es utilizar esos destilados naturales cuando es tan fácil conseguir cualquier fármaco que haga lo mismo en la farmacia del súper –me dice Jolie.

         ---Ya lo pensé antes. A no ser que…

         --- ¿Qué? –mi compañera me mira con el ceño fruncido.

         ---Que quisieran que Frances se sintiera en un estado preciso, calculado. Los fármacos sintéticos no son meticulosos y los que lo son no están al alcance de cualquiera. Sin embargo, se puede ser muy preciso con los alcaloides naturales sabiendo un poco sobre ellos –le explico mi hipótesis.

         ---Bien, pero ¿por qué?

         ---Ese es el meollo que debemos desentrañar para avanzar.

         ---Pues suerte con ello –nos dice Parson por el teléfono antes de colgar.

  Si tuviéramos el móvil del crimen nos sería mucho más fácil buscar el o los culpables, pero ya se sabe que en la mayoría de los casos ese dato es de los últimos en aparecer.

  Cuando Jolie se ofrece a llevarme en su coche a mi casa –como casi cada día –, me excuso y llamo a Fabien, un primo de Dayanne que me ha prometido unas ruedas de confianza. Hace unos días que he tomado la decisión de tener vehículo propio. No puedo seguir llevando un coche perteneciente al parque móvil de la policía de Nueva Orleans para mis cosas privadas. Acabarían descubriéndome. Tampoco puedo comprar un coche en un concesionario aunque disponga del dinero, porque acabaría matriculándose a mi nombre. No, debo tirar de contactos y de subterfugios y de eso tengo bastantes. La familia de Mamá Huesos ha resultado muy fructífera en estos requisitos. Tiene un poco de todo, desde eminencias en estética como Coco Lamta a destiladores de orujo en un remoto bayou del estado. Fabien es un tratante de toda clase de vehículos seminuevos, retocados y matriculados a nombre de gente que ya no anda entre nosotros. Cuando se necesita un coche o un furgón para dar un golpe, Fabien es el hombre. También me puede servir para disponer de un vehículo o varios con el que pasar desapercibo, ¿no?

  Quince minutos más tarde, un abollado Mercury con toda la pintura levantada, se detiene a mi altura. La redonda y oscura cara de Fabien se asoma a la ventanilla, sonriéndome. 

         --- ¿Cómo va eso, tron? –me suelta.

         ---Ya ves, aquí esperando el bus.

         ---Je, siempre tan cachondo. Anda, sube.

  Me sorprende que el coche esté casi inmaculado por dentro ya que el exterior parece haber pasado por varias hecatombes seguidas. Hasta la tapicería de cuero huele a aceite para curtir. Fabien arranca y observo su suave y tranquila forma de conducir, muy parecida a la de un taxista a punto de jubilarse. El hombre no ha llegado aún a los cuarenta años aunque le falta poco. Es rollizo aunque sus antebrazos lucen buena musculatura. Una redonda panza atiranta los botones de la camisa que lleva remetida en la cintura del pantalón. Gira el rostro hacia mí y me sonríe, enseñándome los incisivos que lleva recubiertos de oro.

         --- ¿Dónde vamos? –le pregunto.

         ---A recoger tu coche, claro.

         ---Ah. ¿Vamos a ver coches ahora?

         ---Naaaa… el tuyo ya está escogido y maqueado, tío. Desde que me dijiste para lo que lo querías  ya tenía en mente algo concreto. Solo tenía que encontrarlo y lo he hecho. Y como eres un amigo de la familia, no me he pasado un solo dólar del presupuesto.

         ---Vaya… eres todo un experto –en verdad me ha sorprendido.

         ---No me gusta ponerme moños, pero soy uno de los mejores en este negocio… y tengo palabra.

         ---Pues nada. Me pongo en tus manos, hermano –y él suelta un risita, golpeando con la palma de la mano el volante.

  Conduce por la interestatal 10 hasta pasar el aeropuerto internacional Louis Armstrong y meterse en el dédalo de almacenes y naves de South Kenner, a orilla del río. Al entrar en una de las calles, toca el claxon y, casi de inmediato, la gran puerta de una nave anónima se alza, permitiéndonos pasar. Enseguida la puerta desciende detrás de nosotros. Un tipo está pintando letras en el lateral de una gran furgoneta azul un poco más allá. Otro aparece a nuestro encuentro. Tiene pinta de jamaicano.

         --- ¿Cómo está tu hermana, Julius? –le pregunta Fabien, bajándose del coche y andando hacia él.

         ---Rezando para que no la llames, capullo –contesta el tipo flaco con boina de colores.

         ---Ja. No hay forma de ser tu cuñado, coño.

  Los dos se dan la mano con fuerza. Parecen ser buenos colegas. Sin duda, esas bromas son habituales.

         ---Este es Jack. Venimos a por el encargo –me señala para presentarme. El jamaicano solo hace una inclinación de cabeza y un gesto para que le sigamos.

  Nos conduce hacia el fondo de la nave. Hay más gente trabajando en diversos vehículos en varios cubículos faltos de luz. No hay duda que es un taller clandestino y, por la maquinaria y herramientas que veo por doquier, muy productivo.  Se detiene ante varias formas aerodinámicas cubiertas con lonas y tira de una de ellas, deslizándola al suelo. Reconozco la clásica frontal del bávaro BMW. El vehículo está pintado en un tono ocre, tirando a marrón sucio, con los cristales tintados. Parece potente, con ruedas anchísimas, y también robusto.

         ---Es un M3 del 88 –comenta Julius --. Ocho cilindros en V, 450 caballos, cristales reforzados así como el habitáculo. Está a nombre de un inmigrante que ha vuelto a su país y tiene seguro en regla.

  Paso mi dedo por la carrocería, detectando la rugosidad de las planchas de refuerzo. Abro la puerta y me instalo al volante. Todo es clásico, lo único moderno que hay es un GPS externo que han colocado en el salpicadero. La tapicería huele a nueva y no es cuero. Mejor, el cuero me hace sudar el culo.

         ---Es una bestia para la carretera y pasa desapercibido. Un coche clásico que podría conducir una viejecita pero que es capaz de alcanzar los doscientos cincuenta kilómetros por hora en velocidad punta sin mucho esfuerzo. El motor está modificado para ser híbrido. Lleva un tanque de setenta litros de gasolina y un depósito blindado para el GLP (Gas Licuado de Petróleo o Gas Natural) –Julius sigue cantando las cualidades del vehículo.

         ---Es más de lo que tenía pensado –le digo a Fabien, bajándome.

         --- ¿Qué pasa? ¿No te gusta?

         --- ¡Joder! ¡Ya lo creo que sí! Le habrás puesto radio, ¿no? –le sonrío al jamaicano.

         ---Solo le falta chupártela –me contesta con un guiño de ojo.

         ---Bueno, Julius explícale las condiciones del abonamiento –interviene Fabien.

         ---Está bien… este es un servicio que solo tenemos con los clientes de mucha confianza, pero Fabien ha dado la cara por ti, así que… --el jamaicano me mira seriamente --. Por una cantidad estipulada al año, el taller te suministra todo lo que necesitas, desde reformar o arreglar tu coche, pintarlo, adecuarlo, e incluso cambiarlo por otro si llega el caso. También puedes solicitar utilizar otros vehículos con un par de llamadas, otro coche distinto para vigilancia, un camión para transporte, un todo terreno, e incluso una lancha, sin ningún coste adicional.

         ---Vaya… el paraíso para el necesitado –mascullo.

         ---Julius y su banda de mecánicos son legales y muy requeridos por la gente del gremio –asiente Fabien --. ¿Te interesa?

         ---Pues claro, hombre. Que sería uno sin una rueda de repuesto cuando le hace falta –me echo a reír, pero me digo que tengo que encontrar pronto fondos. En la caja fuerte no queda más que el Colt Azamet.

* * * * * * * * * * * * * * *

  Estoy dispuesto a probar mi nuevo bólido de regreso a la ciudad, ya que Fabien se vuelve en su coche. Sabiendo que Sally Jeffraine estudia en la Escuela de Leyes de la universidad Tulane y que su apartamento compartido se encuentra en la calle Clara, a menos de veinte manzanas de la universidad en línea recta, decido tomar la carretera federal 61 en el mismo polígono donde está el taller clandestino. Hay poco tráfico ya que ha pasado la hora de salida de los trabajadores, lo que me permite pisarle un poco al acelerador comprobando el reprís del motor y la calidad del gas natural como combustible. La verdad es que tira de maravilla y el coche anda muy suave, muy pegado a la carretera. Sonrío al pensar que es bueno darse un capricho de vez en cuando.

  Entro en Mid City y me incorporo a la avenida Tulane. En un semáforo en rojo, saco el papel informativo con los horarios de clases de Sally y compruebo que no tiene clases por las tardes, así que giro hacia el sur por la avenida S. Broad y desciendo por Toledano hasta Clara. Doy con el número y aparco en la calle, ante la fachada de la Iglesia Metodista Episcopal Africana Zion, que se encuentra justo frente a la casa de dos plantas donde está el apartamento de Sally. Enciendo un cigarrillo, procurando tirar la ceniza por la ventanilla bajada. Parece un buen barrio, de clase media, multicultural y tranquilo para estar en el centro de la ciudad. Hay un centro médico y un parque de bomberos a cuatro manzanas al este, de camino a la universidad, y una línea de bus que lleva a esta. Saco unas cuantas fotos con el móvil para el informe, ya que siempre vienen bien. Papaíto puede estar tranquilo por el lugar elegido por su hija para vivir.

  Una hora más tarde, dos chicas surgen de la puerta del edificio que vigilo. Una de ellas es rubia y reconozco a Sally por la foto. La otra es de su edad, morena y delgada, un poco más baja que ella. Creo que es latina aunque no estoy seguro. El nombre que pone en el papel tampoco me dice nada: Riaza Landoche. Van charlando hasta meterse en una panadería que hay más abajo. Seguro que están comprando para la cena. Espero a que vuelvan para sacar otro par de fotos con un buen ángulo y cuando se meten en casa, le echo un vistazo a la puerta y cerradura del edificio. Asiento al comprobar que la cerradura es nueva y brillante y la puerta es de hierro pintado simulando madera. Hay cuatro timbres en el portero automático, pero solo dos etiquetas. En una pone Golsten y en la otra solo hay letras: S.J. /R.L.

  Bingo.

Está bien, solo un vecino –seguramente un matrimonio –en el edificio. Mejora la seguridad del apartamento. Mañana echaré un vistazo al campus. Ahora me vuelvo a casa. Mientras conduzco hacia el viejo muelle del parque Woldenberg, pienso en que me estoy aferrando a esta pequeña vigilancia como si fuese un paréntesis que me permite eludir el enfrentamiento con Cheyenne. Aun no ha contestado a mis mensajes.

 Aparco el coche en la avenida del río y camino hasta la casa barco. Hay luz encendida en los pequeños ojos de buey situados a ambos lados de la puerta. Seguramente, Nao Ge y Brini están viendo la tele. Puede que quede cena para mí… y quizás algo más.

* * * * * * * * * * * * * * * * *

  Jolie me cubre el culo cuando me ausento de comisaría un par de horas por la mañana. Quiero acercarme al campus a la hora lectiva del desayuno/almuerzo que tienen seleccionado en la facultad. Es el mejor momento para ver las compañías universitarias de Sally.  Esta vez utilizo el coche sin distintivos de la policía, ya que he dejado el BMW en el mismo sitio en que lo aparqué ayer noche.

  Cuando llego al campus, Sally está terminando su clase, así que me dirijo a la cafetería más cercana a las aulas de Derecho. Está medio llena y terminará repleta en unos minutos. Veo a Sally entrar, acompañada de dos chicas y un chico. Ninguna de ellas es su compañera de apartamento, así que puede que no estudien lo mismo. Ese es un dato que no conozco pero que tampoco me importa.  Me pongo en la cola de las vitrinas, un poco más atrás que las chicas que vigilo, y me pillo un par de pasteles y un buen café. La verdad es que es por puro vicio, ya que esta mañana me he zampado un par de mariposas pecado y me siento satisfecho.

  Aprovecho que unos chicos se levantan de una mesa situada a unos metros de la que han escogido Sally y sus compañeros. Apilo las bandejas sucias que han dejado sobre la mesa en un extremo y me siento. Sally se está riendo de algo que le ha dicho el chico. Se trata de un tipo escuálido, enfundado en ropas vintage muy coloridas. No hace falta que Jolie esté aquí conmigo para saber ciertamente que es gay. Lo que he aprendido sobre convivencia humana me hace deducir que un chico gay es un buen amigo para una chica. Es un confidente y un protector. Las otras dos chicas se unen a la conversación animosamente. Una es de ascendencia asiática y la otra parece una oriunda mulata. Trago saliva para destaponar mis oídos y, casi de inmediato, crece mi nivel de audición, llenándose de todos los murmullos y ruidos de la cafetería. Me cuesta un par de minutos acostumbrarme a la cacofonía y descubrir cómo puedo dirigir el cono de escucha de mi potenciado oído. Mastico lentamente, recorriendo con mis ojos toda la cafetería pero sin dejar de prestar atención a lo que los chicos están diciendo.

  Saco el móvil y jugueteo con él un poco para sacar unas fotos disimuladamente. La conversación gira en torno de la última clase y de los puntos referenciales de la ley Werton de 1967, sea lo que sea eso. De repente, el chico gay saca su móvil del bolsillo, ya que ha recibido un mensaje.

         --- ¡Chicas, tenemos fiesta este fin de semana! –exclama con un gracioso falsete en su voz --. La facción Épsilon Delta organiza una movida en su fraternidad. ¡Toda la peña de la Escuela de Leyes está invitada!

         ---Yo tengo que volver a casa este finde –masculla la chica oriental.

         --- ¿Y tú, Sally? –pregunta el chico gay a la rubia de su lado.

         ---No tengo ningún plan, Vitty –contesta, luciendo una bonita sonrisa.

         --- ¡Perfecto, Sally! ¡Iremos los tres juntos! –exclama la chica mulata, echándole el brazo a la rubia por los hombros.

         --- ¡Menuda mierda! Me la voy a perder–se lamenta la asiática --. ¿Hay alguna temática?

         ---No, nada. Aquí solo pone que es en honor a la reapertura de la casa hermandad. El viernes a las ocho –relee el chico.

         ---La mitad de las fraternidades sufrieron graves daños con el Katrina. Han estado arreglándolas hasta hace poco –explica la chica mulata --. Bueno, tenemos un par de días para encontrar modelito y hacernos la pelu la una a la otra.

         ---Ya quedamos y te pasas por el apartamento –comenta Sally.

  No hay mucho más que sacar y me marcho, dejándoles con sus planes y sus risas. De hecho, me paso lo que queda de semana alternando mi trabajo con seguir a Sally. Incluso estuve leyendo en la biblioteca de la universidad mientras ella y su amiga mulata –que se llama Rita Hapone –estudiaban al fondo.

  En cuanto al caso, no hay nada nuevo y relevante. Jolie ha encontrado una débil relación entre los dos finados, revisando su actividad en las redes. Al parecer, tanto Poullard como Burfassah formaban parte de un foro llamado Los Nuevos Ascetas, pero no ha encontrado correspondencia entre ellos, ni personal ni a través del foro. Simplemente eran miembros de un club virtual que compartían con otras sesenta mil personas en todo el país. Los Nuevos Ascetas, cómo me ha explicado mi compañera, buscan perfeccionar y purificar su cuerpo, alejándolo de productos transgenéticos, modificados de alguna manera por la mano del hombre, de los opiáceos, tanto en drogas como en fármacos, y de la contaminación en general. Comen lo más sano posible, cultivando incluso sus alimentos si llega el caso; no visten materiales acrílicos y no contaminan el entorno. Como ya he dicho, un hilo muy débil.

  Al llegar el viernes, decido acudir también a la fiesta universitaria cuando Cheyenne sigue sin contestar.  No es que parezca un pimpollo, pero tampoco soy un viejales. Además, con tanto estudiante maduro, repetidores, ayudantes de cátedra y otras hierbas, ¿quién puede decir que no estoy en el campus de alguna forma?

  Brini, entre risitas, me rasura rostro y cabeza, mientras Nao Ge plancha una de mis camisas sin dejar de charlar como una cotorra con su comadre. Sé que están hablando de mí pero me hago el tonto. Desde hace días están nerviosas porque se acerca la fecha de partir hacia Florida con Miss Sophie y, aunque están deseosas, echaran de menos estos días.

  Me miro en el espejo del vestidor. Moda casual pero elegante, me digo, diferenciando así lo que suele ponerse un niñato en una fiesta universitaria con barriles de cerveza y lo que viste un tío joven pero de mente asentada. Jeje… no sé yo si va conmigo esa diferencia. El caso es que me subo al BMW y salgo para el campus. Me detengo en un Dap Dog y me zampo un par de perritos con chile para calentar el estómago. La fraternidad Épsilon Delta se encuentra en la manzana antes de llegar a los edificios Tulane, justo a la espalda de los dormitorios universitarios Sharp hall. Ya empieza a verse coches aparcados y gente caminando hacia el punto de reunión, y eso que apenas son las ocho y media. Aparco a un par de manzanas y me acerco tranquilamente. La casa hermandad huele a nueva. El exterior no desentona con las demás viviendas de la zona, una parte original de la ciudad primaria, donde vive una clase bien acomodada. Me quedo un rato fuera, charlando con varios chicos de la fraternidad que me cuenta en qué estado quedó la casa con el Katrina. Me ofrecen una cerveza y yo respondo con tabaco. Estoy dejando que mi carisma demoníaco se implemente con algún don que surja de las mariposas. Casi sin darme cuenta, estoy integrado entre los estudiantes sin apenas desentonar.

  Una nueva cerveza aterriza en mis manos, servida en un rojo vaso de papel encerado. Me presentan a un par de chicos más y unas chicas recién llegadas. Me hago el simpático y nadie me pregunta qué hago allí, ya que ni siquiera la idea pasa por sus mentes. Veo llegar a Sally. La acompaña Vitty, el chico gay, otro chico que no he visto antes, y la mulata Rita. Entran en el edificio, el cual se está llenando de fiesteros.

  Alguien decide unirse ya a la fiesta y todos lo seguimos al interior. Cuanto más nos adentramos en la casa, más fuerte se oye la música. Ritmos caribeños, enaltecedores, vivificantes, una música que enciende pasiones. Hay una sala dedicada a pista, vacía de muebles, que creo que es el salón comedor. La gente se reparte en las habitaciones adyacentes como la gran cocina, una sala de estar o de ocio, el vestíbulo con la escalera de subida y el porche trasero, que desemboca en un patio mediano iluminado con guirnaldas de pequeñas bombillas.  Alguien me dice que los dormitorios de los chicos de la fraternidad están en las dos plantas superiores.

  La gente se apiña, se frota y se ríe, portando un vaso en la mano y moviéndose lánguidamente al ritmo de la música que trasciende a todas las estancias. No es que la fiesta sea apoteósica, más bien es que todos los asistentes están deseando divertirse como sea. Desde luego, ese es el secreto para que cualquier fiesta triunfe.

  Dejo que el ritmo de la fiesta me lleve, me transporte de un lado a otro. El don que late en mí permite que la gente que voy conociendo me ponga en manos de otra desconocida para trabar amistad, y estos, a su vez, me entreguen a otro grupo. Beso mejillas, aprieto manos, intercambio bebidas, bailo, río y salto, mientras que detecto varias miradas ardientes provenientes de algunas chicas, incluso de un par de chicos. Sonrío al pensar en lo que todos pensaran de mí al día siguiente, preguntándose quién soy y qué hacía en la fiesta.

  Finalmente, aterrizo en el grupo que engloba a mi objetivo. No tenía pensado acercarme así, pero tampoco tenía un plan definido. Me presentan a los chicos, Vitty, Ariel y Brad. Luego las chicas, Rita y Sally, quien huele divinamente aunque no sé a qué. Brad es el otro chico que vino con el grupo a la fiesta. Su lenguaje corporal me hace pensar que está interesado en Sally. Es un chico deportista, guapo y blanco. Quedarían perfectos los dos en una fotografía del baile de fin de curso. Ariel es afro hispano, algo obeso y con gafas de pasta que le dan el clásico aspecto de freakie amante de pelis y comics. Pero es vivaz y simpático, haciendo reír a las chicas a menudo. Vitty, en cambio, me derrite con la mirada. Se queda callado, observándome, y estoy casi seguro que se está montando toda una película erótica en su mente con mi cuerpo.

         ---Te he visto por el campus en un par de ocasiones –Sally me sorprende al dirigirse directamente a mí. Ariel, que está a mi lado en el círculo que formamos, le cambia el sitio para que no tenga que alzar la voz.

         --- ¿Ah, sí? –no creía haberme puesto en evidencia al espiarla, pero tampoco es que me ocultara.

         ---Creo que te vi en la cafetería y en la biblioteca.

         ---Puede ser. Son territorios comunes.

         ---Pero tú no eres estudiante, ¿no?  --asevera ella, mirando mis nervudos brazos.

         ---Ah, no, que va –sonrío y agito una mano --. Soy policía.

  Tanto Sally como los más allegados se quedan callados, los ojos bien abiertos. La declaración les ha tomado por sorpresa.

         --- ¿Trabajas con la seguridad del campus? –pregunta Vitty.

         ---No, no, soy detective de Homicidios de la policía metropolitana –les digo suavemente, con una sonrisa –, pero estoy aquí siguiendo un curso de ampliación sobre la Constitución, junto a otros compañeros. Es obligatorio para conseguir un ascenso.

         ---No sabía que hubiera un curso de esos en la facultad –la voz de Sally suena apagada por un estallido de aplausos proveniente de la otra habitación.

         ---Me parece que es un acuerdo privado entre la alcaldía y la universidad. No somos demasiados, apenas una veintena entre policías de distintos departamentos, dos o tres civiles que necesitan el curso para sacarse la licencia de detective privado, y algunas secretarias que quieren especializarse.

  La mentira es tan creíble, tan natural, que puedo notar sus ojos dilatarse, aceptándome totalmente.

         --- ¿Cuánto dura ese curso?

         ---De hecho, ha terminado hoy, pero me enteré de esta fiesta y no quería irme de la universidad sin haber estado en un sarao de estos. Me han contado tanto sobre… --mi mano abarca el gentío saltando y ella asiente.

         ---Así que no has estudiado en ninguna facultad –vuelve a interesarse.

         ---No, acabé secundaria e ingresé en la Academia de Policía. Soy el clásico poli paleto.

  Ambos nos reímos. Compruebo que mi vaso está vacío.

         --- ¿Otra cerveza o quizás algo más fuerte? –le pregunto.

         ---Cerveza estará bien, gracias –me contesta, entregándome su vaso.

  Me deslizo entre los cuerpos en dirección a la cocina, que es donde está el suministro alcohólico. Una mano me agarra de la cintura del pantalón desde atrás, deteniéndome.

         ---Para, para, hombre –la voz de una chica me hace girarme. Me la han presentado antes pero no recuerdo cómo se llama. Se nota que ya va entonada con el alcohol --. Nos vamos a tomar un par de chupitos tú y yo, morenito.

  Esgrime una botella de tequila en una mano y, atrapada en el interior de su codo, una ristra de vasos, enfundados los unos en los otros.

         ---Vale –le sonrío, empujándola suavemente hacia la mesa de madera que reina en el centro de la cocina.

  Nos hacemos un hueco entre la gente que allí se mueve y ella escancia el dorado líquido en dos vasos. Me entrega uno y alza el otro en el aire.

         ---Por nosotros, por la oportunidad de conocernos más “a fondo”.

         ---Por nosotros –el brindis me hace reír, pero acallo el gesto echándome el trago al coleto.

         ---Vamos, otro…

         ---Tengo que volver ya.

         ---Oh, no seas aguafiestas, coño –me regaña, aferrándose con un brazo a mi cintura --. Ahora que estábamos intimando…

  Su cuerpo se pega como una lapa al mío, su aliento cosquillea mi barbilla. Está esperando que me incline y la bese, totalmente entregada. La beso en la frente, para sorpresa de ella y mía también.

         ---Tengo que irme, cariño.

         ---Vale, vale… huye, morenito, huye de mí –su mano se desliza por mi nalga y se mueve sinuosamente hasta rozar la bragueta de mi pantalón, dejando allí un suave pellizco.

 Agarro por encima de la gente un par de nuevos vasos que el encargado de la bomba de cerveza ha llenado, meto unos billetes en el gran jarrón de los donativos,  y salgo de allí a toda leche, preguntándome por qué no he aprovechado la pintada ocasión. ¿Tiene que ver con esa progresiva humanización que estoy experimentando? Casi seguro que sí, pero el caso es que no me siento mal por ello.

  Al acercarme al grupo de Sally, observo como esta y Brad están discutiendo sin aspavientos pero el chico parece cabreado. Les dejo espacio y pronto Sally ataja la situación advirtiendo a Brad duramente, con un dedo bajo la nariz del chico. Este aprieta los dientes y se marcha airado. Me uno a ella y le entrego una de las cervezas, a la que le da un buen tiento, como necesitada de ello.

         --- ¿Algún problema? –le pregunto.

         ---Nada grave, tan solo un crío que necesitaba ser atendido egoístamente –Sally agita una mano como quitándole importancia --. De hecho, te acusa de ser un poli infiltrado para sonsacarnos dónde compramos la maría…

  Estoy a punto de salpicar el trago de cerveza que me he metido en la boca. Ella se ríe de forma deliciosa.

         --- ¿En serio?

         ---Si te acuestas con niños… --Sally encoge un hombro, sin terminar la frase.

         --- ¿Amaneces meado? –termino la frase.

         ---Algo así.

         --- ¿Estáis saliendo juntos?

         ---Bueno, él quisiera, seguro. Por mi parte, prefiero la amistad.

         ---Y él no lo entiende, ¿verdad?

  Sally sonríe y bebe. No hay necesidad de contestar.

         --- ¿Y tú? ¿Qué pasa en tu vida? –no es Sally quien me pregunta, sino Vitty, quien aprovecha para pegarse a nosotros.

         ---Estoy separado y vivo solo. La vida policial no es demasiado compatible con esposa y niños.

         ---A ver, no pareces tan mayor para hablar así. ¿Cuántos años tienes, mozo?

         ---Casi treinta. Conocí a mi ex cuando ella estudiaba en la uni y nos casamos jóvenes, pero la cosa se terminó con el Katrina.

         ---Sí, ese maldito huracán nos partió por medio –masculla el chico gay.

         ---Parece que te has concentrado en tu trabajo –comenta Sally --. ¿Piensas hacer carrera en la Policía?

         ---No lo sé, por el momento quiero ascender a teniente. Luego ya veremos –y es la pura verdad.

  Pronto, Vitty nos deja, quizás comprendiendo que no tiene nada que hacer conmigo. Debo ser la excepción entre los demonios, pero desde que habito piel humana me he vuelto de lo más heterosexual. Sally me empuja hacia una de las paredes encaladas del patio, alejándonos de la música y los empujones. Rita y Ariel nos dan vueltas a ratos, pero ella se siente cómoda conmigo a solas. Hablamos de muchas cosas, de temas que no pensaba que tocaría jamás con una mujer. Discutimos sobre creencias religiosas, sobre política, sobre libertades civiles, sobre el cambio climático y el derecho de la ballenas… y todo ello regado con innumerables cervezas. Finalmente, Ariel se engancha a nuestra charla y entremete sus preferencias, y así puedo tirar de las referencias juveniles de Jack sobre todos los comics que almacenó y mis propias preferencias sobre las películas que he visto, lo cual agrada bastante al chico. Sally y Rita se ríen con nuestras tonterías y eso hace que la pizpireta mulata se marche unos minutos para traer media botella de ron y otra de refresco de cola, junto con unos vasos llenos de hielo.

         --- ¿De dónde has sacado esto? –se asombra Sally.

         ---Sssshhh… el encargado de los suministros está borracho –se ríe Rita, poniendo vasos en nuestras manos.

  Dos minutos después, estamos brindando y bebiendo.  Ariel empieza la manida disputa entre superhéroes de Marvel o de D.C., pero nadie le sigue, pues las chicas no están por el tema.

         ---Así que investigas Homicidios, eh –me pregunta Sally, colocándose delante de mí.

  Observo detenidamente su rostro, recreándome en su perfección. Reconozco que es más hermosa en vivo que en la foto, a pesar de ser una de estudio. Aun con la penumbra que reina cerca del muro, sus ojos claros relucen al captar los matices luminosos del patio. Sus mejillas están ruborizadas por el alcohol y sus labios no dejan de sonreír, húmedos y definidos. Lleva la rubia melena recogida en un estiloso peinado con recogido en la nuca y dos tirabuzones cayéndole ante las orejas. Sí, es de lo más bonito que he visto nunca. Mi demonio interior me pregunta si lo es más que Cheyenne y tengo que admitir que son muy distintas, pero igualmente bellas.

         ---Sí, ese soy yo, el investigador –le contesto, obligándome a dejar de mirarla.

         ---Parece interesante.

         ---No te creas todo lo que ves en las pelis y en las series. A veces, es intrigante y emocionante, pero la mayoría de las veces es miserable y decepcionante –le digo.

         --- ¿Por qué?

         ---Porque pone de manifiesto las miserias humanas como los celos, la avaricia, la ambición, el odio, el racismo… y deja constancia de ellas en forma de un cadáver que solía ser, a menudo, una persona inocente. Eso es lo que yo veo cuando investigo un crimen.

         ---No lo había pensado así –musita Sally, sentándose con cuidado en el pequeño bordillo que se encuentra en la base del muro.

  Se remete la falda para tapar la parte trasera de sus piernas que quedan al aire y junta las redondas rodillas para abrazarlas con uno de sus brazos. Son unas bonitas piernas, cuidadas y ejercitadas por lo que puedo ver. Me siento a su lado y ella se pega a mi costado todo lo que su pudor la deja.

         ---Mi compañera dice que, en ciertos crímenes, somos los vengadores de las víctimas, que tenemos la obligación de señalar al culpable para que sus almas descansen.

         --- ¿Compañera? –parpadea ella al preguntar.

         ---Sí, la detective Jolie Brannan. El algo más blanca que yo pero una tocapelotas de cojones.

  Sally se ríe y posa la frente en mi hombro, pero enseguida se recupera.

         ---Parece que tenéis mucha confianza entre vosotros.

         ---Tienes que tenerla con tu compañero. Es quien te guarda las espaldas. Pero Jolie tiene un alma muy parecida a la mía y, sin duda, seré su padrino en la boda, ya que yo le presenté a su novia –le confieso con una mueca burlona.

         --- ¿Novia?

         ---Eso es, una preciosa y despampanante diosa negra de nombre Dayanne que es como de mi familia. Jolie es una convencida lesbiana activista y por eso nos llevamos tan bien, creo.

         --- ¿Por qué os gustan las mujeres a los dos? –esta vez Sally sonríe abiertamente.

         ---Podríamos decir eso o que no nos peleamos por ver quién lleva los pantalones.

  Sally se ríe abiertamente y me apunta a la cara con un dedo. Su risa suena algo alcohólica y sus ojos se entornan de más, pero no ha perdido ni un ápice de belleza.

         ---Bueno, basta de hablar de mí. No tienes acento de Nueva Orleans, Sally. ¿De dónde has salido?

         ---Nashville, la ciudad de la múúúsica –entona con gracia --. Sip, soy una hija del viejo Tennessee, hi-oooooo.

         --- ¿Y por qué te has venido aquí? ¿Una beca de estudios?

         ---Que va… papi tiene pasta suficiente para pagarme la universidad donde yo prefiera. Además, soy la más pequeña de sus hijos, así que…

         ---La niña bonita de papá.

         ---Exastamente –su voz se está volviendo pastosa. No debe beber más --. Me decidí por la Eshcuela de Leyes Tulane porque es una de las mejores del país, con musho mérito y antigüedad.

         --- ¿Quieres ser abogada?

         ---No, que va, lo quiere papi… pero algo tengo que hacer, ¿no?

         --- ¿Qué quieres ser tú?

  Me pone la mano en la mejilla y me sonríe.

         ---No pienso confesártelo, Jack… aún no.

         ---Vale, como quieras. Creo que sería mejor que te llevara a casa.

         ---Síiiii… puede que el ron se me haya subido a la cabeza.

         ---Quédate aquí, voy a buscar a Rita –le digo y ella asiente, recostando la parte de atrás de su cabeza contra el cemento.

  No tardo en encontrar a la mulata y le comunico lo que ocurre. Ella y Vitty deciden acompañarnos como pensaba que harían. Salimos los cuatro fuera y se quedan sentados en el escalón de porche mientras voy a por el coche. Tengo el buen tino de que me indique la dirección tras ponerme en marcha, ya que habría sido un poco sospechoso que la llevara a su casa sin preguntar. Tanto Rita como el chico también se bajan con ella al llegar a destino. Desciendo también para despedirme de ellos y Sally apoya una mano contra mi pecho.

         ---Me ha gustado mucho conocerte, Jack. Dame tu teléfono –me pide y, aunque soy reacio a darle mi número, acabo accediendo. Ella me apunta su número y se da un toque a su móvil, con una presteza y agilidad que pone en duda su embriaguez --. Ya charlaremos, poli.

  Se alza sobre la puntera de sus zapatillas y me besa en la mejilla dulcemente. Rita la imita y Vitty no se queda atrás, el truhán. Saludo de nuevo con la mano cuando se meten en casa y después pongo rumbo a la mía. Mientras conduzco, pienso que la noche se ha complicado más de lo que pensaba. No pretendía acercarme tanto a Sally, solo comprobar que todo estaba bien y completar el informe. Tendré que apartarme de ella sin tardar, para no meter la pata. Sin embargo, debo admitir que me lo he pasado muy bien esta noche, muy relajado en su compañía.

Sally es una dulce y bella persona, termino admitiendo.

CONTINUARÁ...

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