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De esclava a emperatriz (2: sirvienta)

en Grandes Series

Camino al Ducado de Raven.

Seis meses después.

 

 

 

El cubo pesaba. No le había costado demasiado transportarlo hasta el río, pero una vez lleno estaba sudando mares para regresar con él al campamento. Y no ayudaba demasiado la sensación extraña de llevar las piernas vestidas en vez de desnudas. El roce de los leotardos entre sus muslos era agradable pero desconcertante. Más de veinte años semidesnuda dentro de cuevas había hecho que E'lari no tuviera que preocuparse por las inclemencias del tiempo.

-¡Date prisa, E'lari! -tronó la voz de la atriense entre el follaje-. ¡Su Excelencia desea tomar ese baño antes de mañana!

-¡Voy, señora Irina! -contestó la joven elfa, esforzándose por no derramar agua.

La señora Irina era amable pero muy estricta. Le gustaba que las cosas estuvieran hechas cuanto antes y del mejor modo posible. La ogresa era la jefa del servicio de lord Raven, y hacía todo lo posible porque su señor tuviera todas sus necesidades, ya hubieran sido expresadas o no, cubiertas al momento.

Para E'lari esta nueva etapa de su vida era lo más cerca que había estado jamás del paraíso. Sin contar, claro, aquel nebuloso pasado de su infancia junto al Pueblo Libre. Casi ningún elfo que hubiera conocido recordaba algo más que retazos de la vida en los bosques, así que en la cabeza de E'lari sólo quedaban cuentos, invenciones y fantasías.

-¡Venga, vamos!

La voz de la ogresa sonó tan cerca de E'lari que se sobresaltó. Reaccionó lo bastante rápido como para que el asa del cubo no escapara de sus manos, pero aún así algod e agua se derramó sobre el suelo. Dos zancadas de la mujer y le arrebató el recipiente con una sola mano. La señora Irina medía casi dos metros y medio, y sus músculos eran poderosos bajo la ropa elegante que llevaba.

-¡Perdón, señora...! -se disculpó la joven, mirando al suelo asustada y a la espera de un castigo.

-¡Arg, niña! -se enfadó la ogresa-. No me pidas perdón, maldita sea. ¡Sólo quiero que te des prisa! Nadie va a recibir un palo por tirar algo de agua, ¿eh?

E'lari logró sonreír y levantó sus ojos azules hacia la mujer. Dos metros y medio, que se decía pronto. Ojos negros en un rostro de piel cetrina y rasgos duros, cuadrados, con una boca de labios gordezuelos y sensuales que no lograban esconder los colmillos inferiores. Atractiva, a su manera. La joven elfa ya era alta -casi metro ochenta-, pero se sentía pequeña y frágil junto a la poderosa ogresa.

-Vamos -la urgió la atriense con una sonrisa de grandes y blancos dientes-, ve a comprobar que la bañera está a punto y que las sales se encuentran al alcance.

E'lari salió corriendo. Saltó por entre los matorrales, esquivando hoyos, troncos y piñas con la agilidad de una ardilla. Apenas se dio cuenta de su afinidad natural con el bosque. Ella sólo brincaba por el campo, con el vuelo de su túnica dejando ver sus largas piernas enfundadas en leotardos muy ajustados. Sus grandes pechos apenas se movían gracias al invento que era el sujetador. Se había quedado de piedra al ver el primero. No sabía cómo había podido vivir -era un decir- sin haber llevado uno.

El pabellón del señor se encontraba bien guardado por soldados vestidos de negro y verde. En su mayoría humanos, todos malcarados y taciturnos. Ella pasó entre ellos sin que la detuvieran. Se detuvo justo ante la entrada de la enorme tienda. Se serenó y entró en ella. El lujo había sido reducido al mínimo, pero aún así se notaba la riqueza del Duque de Raven en la alfombra de fino hilo, las sedas de la cama y la bañera de cerámica y latón. Una excentricidad, por lo que había oído, del hechicero. Porque lord Raven era un mago de gran poder. ¡Qué excitante!

Con pericia y velocidad, fruto ambas de sus años de esclavitud en el Reino-Bajo-La-Roca, comprobó que todo estuviera bien dispuesto. El brasero encendido al máximo, la bañera limpia, los utensilios ordenaditos y las toallas al alcance de la mano. Un graznido llamó su atención. Sobre un espejo descansaba posado un cuervo. Era un pájaro enorme, hembra por lo que sabía, y la mascota del Duque.

Se miró en el espejo.

El cabello rubio, ahora ya largo y atado en una trenza, enmarcaba un rostro afilado de ojos azules. Los labios, gruesos y sonrosados, estaban distendido en una hasta hacía muy poco nada habitual sonrisa. Su figura había ganado unos kilos, pero seguía siendo una muchacha delgada -muy delgada para un estándar humano- aunque voluptuosa. Sus grandes senos, apretados y bien sujetos, estiraban las costuras de la túnica verde oscura de sirviente. Se pasó las manos por ellos con sensualidad y coquetería. Giró las estrechas caderas para revelar ante la superficie reflectante un trasero pequeño pero bien formado. Duro, como comprobó dándose un azote, sin un gramo de mas. Y las piernas, delgadas pero torneadas, enfundadas en los leotardos, se ajustaban tan bien que era como no llevar nada pero a la vez sentir el calor y la suavidad de una prenda confortable.

-¿Qué, admirándote, niña? -sonó la voz de la señora Irina tras ella.

E'lari se dio la vuelta con actitud culpable.

-Tranquila, puedes mirarte todo lo que quieras -la dijo, vaciando el cubo de agua fría en la bañera-. Disfruta de tu reflejo ahora que eres joven...

-G-gracias, señora Irina...

-Y ahora márchate -la pidió.

Antes de que acertara a moverse, la ogresa comenzó a desnudarse. Se deshizo de la casaca y de la camisa con movimientos rápidos. Unos pechos enormes y turgentes se dejaron ver enfundados en un sujetador negro que apenas los contenía. Llevó las manos al cinturón antes de dirigirse a E'lari.

-¿No me has oído, niña?

-Eh, s-sí...

-Sin duda follarás de maravilla, niña -comentó la ogresa, creyendo que su intención al permanecer en la tienda del Duque era darle placer al hechicero-, pero lord Raven necesita relajarse y descargar sus frustraciones con alguien a su altura. Tú, pequeña mariposa -añadió con una amplia sonrisa que reveló sus enormes colmillos-, no tienes experiencia. Has sido usada múltiples veces, pobre niña, pero -se encogió de hombros- no sabes llevar la iniciativa.

Y continuó desnudándose como si E'lari ya se hubiera marchado. Bajo los pantalones apenas llevaba una prenda interior que no era más que la versión femenina de un taparrabos -de delicada tela, pero igual de exiguo-. Se perdía entre unas nalgas grandes, duras y prietas, capaces sin duda de partir nueces entre ellas. El cuerpo de la ogresa era impresionantemente atlético y bien formado. La joven elfa sintió un calorcillo emanando de su propia entrepierna y decidió que ya había visto suficiente. Se dio la vuelta y salió... justo en el momento en que lord Raven entraba en su tienda. E'lari se sobresaltó al darse contra el humano. Musitó una disculpa e intentó esquivarlo. El hechicero la sujetó del brazo y le dirigió una de sus frías miradas.

-¿Está la bañera lista, E'lari? -preguntó con su voz cálida y grave.

-S-sí, mi señor. Yo... yo ya m-me iba...

-Tranquila, pequeña.

-Sí, mi señor. Me retiro ya, mi señor...

El humano la dejó marchar, pero antes de que ella acertara a continuar su camino, lord Raven habló una vez más a la espalda de la joven.

-Todavía no estás lista, E'lari -dijo el hechicero-. A pesar de tus evidentes ganas, debes tener paciencia -añadió antes de entrar finalmente en la tienda.

E'lari se quedó helada. ¿Sus evidentes ganas? ¿Tanto se le notaba? La elfa se ruborizó hasta la raíz del cabello. Detrás, en la tienda, las voces de la señora Irina y lord Raven se mezclaban sin llegarse a entender. Miró. Sonaron chapoteos y el relumbrar de un fogonazo se escapó por las costuras del pabellón. Lord Raven había obrado su magia para caldear el agua.

Sí que era verdad que tenía ganas de sentir al humano dentro de ella. No había dejado de pensar en él desde aquella noche en la que sus amos le habían entregado a aquel oscuro invitado. Los siguientes meses había buscado refugio en aquel recuerdo cuando su situación se hacía insostenible.

Hacía dos semanas el humano había vuelto al Reino-Bajo-La-Roca y le había sugerido al rey Rundor que quería llevarse a la joven esclava elfa para su propio servicio. Había pagado oro por ella. Mucho. E'lari no había dado crédito a que su calvario terminara, pero así había sido. Claro que la noche antes de marchar le habían organizado una despedida. Con seis enanos, uno de los cuales había sido el brutal Brokun. No habían sido amables. La habían penetrado uno detrás de otro, perforando su boca, su vagina y su ano con violencia, descargando su simiente en ella hasta que casi se había ahogado en esperma. Mientras, ella intentaba concentrarse en que a partir de entonces todo iba a ser diferente.

Risas.

Un gemido femenino.

Chapoteos.

E'lari notó que sus leotardos se estaban mojando sólo de escuchar e imaginar. A menudo le habían reprochado que tenía una imaginación excesiva y que llegaba a perderse en ella. Pues en aquella ocasión lo que se imaginaba era la gruesa verga de lord Raven colándose entre los musculados muslos de la señora Irina y abriéndola hasta alcanzar el éxtasis.

-¡Hhhhmmmm...! ¡Hhhhhmm..!

Cuando los gemidos se hicieron cada vez más intensos y repetitivos, la joven no pudo aguantar más. Tenía que mirar. Tenía que espiar. Así que volvió sobre sus pasos. Despacio, sin llamar la atención, pero a la vez sin fijarse en si alguien -cualquiera, desde un paje hasta un guardia- pudiera descubrirla.

-¡Aaaaahhhh...! ¡Síiihhh...!

Respiró lentamente un par de veces antes de atreverse por fin a apartar con cuidado la tela. Ante sus ojos se resolvía una escena que quedaría grabada en su mente por siempre. De pie en la bañera, el humano y la ogresa se entregaban al placer con desenfreno y despreocupación. El ángulo de visión de E'lari le permitía no perder detalle sin temor a que la vieran, pues ambos amantes se encontraban casi de espaldas a ella.

-¡Ohhhhh, mi señooooooor...!

Vio con creciente excitación cómo las nalgas de piel oscura del lord Raven se contraían con cada empellón de sus caderas. Su miembro, grande, negro y erecto, se perdía en el interior de la vagina depilada de la ogresa. El trasero de la mujer temblaba cada vez que la pelvis del humano golpeaba contra la carne cetrina. Gemidos intensos acompañaban cada penetración. Tal era el placer de la atriense que sus dedos se engarfiaban en el borde de la bañera para no caerse.

-¡Ahhhh...! ¡Ahhhhhh...! ¡Ahhhh...!

Sin darse apenas cuenta, E'lari se llevó la mano hasta la entrepierna. Sus dedos acariciaron por debajo de la túnica, frotando sobre los leotardos allí donde su pubis se abultaba. La suave tela estaba húmeda. Y los labios vaginales, hinchados.

-¡Hmmmm...! ¡Síiiihhh...! ¡Aaaahh...!

Lord Raven sujetaba con una mano las caderas de su sirviente y con la otra le aferraba la melena negra. Tiraba de ella para obligar a la mujer a mirar hacia arriba. Ella, con los ojos perdidos y la boca abierta, sólo acertaba a gemir y jadear, pidiendo a su señor que la penetrara con más fuerza. E'lari vio con satisfacción cómo el hechicero incrementaba la velocidad de sus acometidas y cómo la ogresa pasaba de gemir a gritar.

¡AHHHH...! ¡AAAHH...! ¡AAHH...!

Con un movimiento rápido e inconsciente, E'lari se bajó los leotardos lo suficiente como para poder tocar directamente su sexo con los dedos. Inclinada hacia adelante y con las piernas levemente separadas, la joven elfa podía acariciarse a placer. Su humedad era tal que los dedos resbalaban por entre los pliegues. Tuvo que morderse los labios para no gemir.

-¡Hhh...!

-¡¡AAHH...!! ¡¡AAH...!! ¡¡AHHH... !!

En el interior de la tienda, lord Raven penetraba cada vez más fuerte a su sirviente. La señora Irina -la primera ogresa que E'lari veía sin la piel marcada de latigazos y hierros al rojo- gritaba como loca del intenso placer que le estaba procurando su señor. Sus enormes pechos, mucho más grandes que los de E'lari pero a la vez firmes y turgentes, bailaban y entrechocaban con un sonido húmedo cada vez que el hechicero introducía su largo miembro dentro del sexo de la mujer.

-¡¡AHH...!! ¡¡SÍIII...!! ¡¡AAHHHH...!!

-¡Hhh...!

E'lari acariciaba la entrada de su sexo con dos dedos, metiendo las yemas con suavidad a la vez que con la palma frotaba el clítoris. La joven sintió el roce de sus pezones contra el sujetador. Sus pechos ansiaban ser estrujados y mordidos, pero tuvieron que contentarse con ser acariciados por encima de la tela. E'lari se tocaba y acariciaba, excitadísima con la escena que contemplaba, a la vez ruborizada y necesitada.

-¡¡SÍII..:!! ¡Ahí...! ¡Ahora ahí...!

Lord Raven había sacado su miembro de la vagina de su sirviente y en aquellos momentos la dirigía hacia el ano de la señora Irina. La ogresa abrió más las piernas, seprando sus rotundas nalgas y mostrando a todos -lord Raven y E'lari- su trasero bien dispuesto, tembloroso y anhelante.

-¡Por favor, mi señor...! ¡Folladme por detrás! ¡¡AHÍIIIAAAAAAAHHHH...!!

La ogresa golpeó la bañera y gritó mientras la verga de lord Raven abría su ano despacio pero sin pausa. Poco a poco, la enorme serpiente oscura se introdujo en el interior de la mujer. Los fluidos vaginales de E'lari corrieron muslos abajo, empapando su ropa interior y sus leotardos al contemplar con fascinación cómo el trasero de la señora Irina se tragaba toda la extensión de la verga. Lord Raven, con las mandíbulas apretadas y los ojos fieros, sodomizaba a la jefa de sus sirvientes con evidente placer.

-¡¡AAAAHHHHHHH...!! ¡¡AAAHHHH...!! ¡¡AAAAHHH...!!

Lord Raven tiró del pelo de la mujer, obligándola a erguirse completamente. La evidente altura superior de la ogresa quedaba revelada al arquearse su espalda hacia atrás para permitir que el humando le mordiera el cuello. Con la otra mano, el hechicero agarró uno de los enormísimos pechos. Lo apretó con saña y pellizcó el pezón. Tiró de él y la mujer sólo gritó más alto y con mayor placer. Los empellones se hicieron más cortos, más violentos, más intensos, y así se reflejó en los gritos de la ogresa.

-¡¡AAHH...!! ¡¡SÍIHH...!! ¡¡AAHH...!! ¡¡AAHH...!!

-¡Eh! ¿Qué estás haciendo?

Una voz autoritaria sonó detrás de la joven elfa. E'lari giró la cabeza, asustada, y vio que uno de los guardias se había acercado hasta ella. Con creciente temor, paralizada en posición vulnerable -las piernas abiertas, los leotardos bajados y sus dedos en el interior de su - propio sexo-, la joven esperó el castigo.

-¿Qué? -dijo el hombre-. ¿Divirtiéndote a costa del señor?

El hombre, un humano alto, pelo castaño y piel bronceada, vestido con un uniforme muy sencillo -sin galones ni nada, sólo mostrando el negro y verde de lord Raven-, se le acercó con una muy atractiva y pícara sonrisa. Su rostro lucía descuidado -con barba de un par de días-, ancho y de rasgos pronunciados. Viriles. Exudaba confianza.

-¡¡AHHH...!! ¡¡AAHH...!! ¡¡SEGUID...!! ¡¡MÁS...!!

-Parece que lord Raven está dándole lo suyo a Irina, ¿eh?

El hombre se colocó tras la elfa y se inclinó para atisbar el interior de la tienda. E'lari, nerviosa, temblaba sin acertar a moverse un ápice. Sus dedos continuaban dentro de su vagina y sus finos muslos seguían separados.

-Por las barbas del divino Shee'ei -renegó en voz baja el guardia, su boca muy cerca de las puntiagudas orejas de E'lari-, lord Raven está hoy exultante, sin duda.

-¡¡AAHH...!! ¡¡SEGUID...!! ¡¡MÁS...!! ¡¡SÍHH..!!

-Y-yo...

-¡Chsss! -a susurró-. Tranquila. Sigamos mirando...

El humano pegó su cadera al trasero de E'lari como si fuera por descuido. La joven notó la virilidad del hombre creciendo contra ella. Eso no la tranquilizó -para nada-, pero sí hizo que se relajara lo suficiente como para poder mirar de nuevo.

-¡¡AAHH...!! ¡¡SÍIHH...!! ¡¡MÁS...!! ¡¡FUERTEEHHHH!!

La ogresa se había derrumbado sobre el borde de la bañera. Sólo se veían sus amplias caderas y sus nalgas abiertas. El ano, enrojecido y dilatado, dejaba escapar fluidos por entre los labios vaginales, resbalando por la piel amarilloverdosa hasta mezclarse con el agua. Lord Raven se agarraba a aquellas nalgas, clavando los dedos en la piel como si le fuera la vida en ello. Los empellones eran profundos, hasta enterras por completo la verga en la mujer.

-El señor tiene un vigor impresionante, ¿no crees? -susurró el guardia justo en el oído de la elfa.

El cuerpo de E'lari tembló cuando notó que unas manos levantaban su túnica y dejaban al descubierto su trasero. El bulto de la entrepierna del guardia se sentía más intenso, más cercano. Eso la excitó y la puso más nerviosa a la vez.

-E Irina tiene un culo capaz de alojar las pollas de dos hombres a la vez -una lengua acarició con suavidad el borde de la oreja-. Lo sé por propia experiencia.

-Mmmm...

Un sonido de cuero deslizándose sobre piel la puso sobre aviso un instante antes de que entre sus nalgas una verga buscara acomodo. Dos mano se deslizaron hacia adelante, buscando por debajo de la túnica hasta lograr alcanzar los pechos de E'lari.

-Cada noche, el señor llama a una o dos mujeres -decía el guardia mientras su miembro se endurecía al contacto con el trasero de la elfa-. Todas aguardan la llamada y todas quieren repetir. Y ya ves que no es una fantochada, ¿verdad?

-Sí... hmmm...

Con habilidad, el humano deslizó sus manos por debajo del sujetador, agarrando ambos pezones a la vez y tironeando con suavidad de ellos. E'lari tuvo que morderse los labios para no gritar de placer. Sus propios dedos volvieron a moverse sobre su sus labios vaginales. El movimiento hizo que sus nalgas empezaran a frotar el miembro del guardia.

-¡...!

-Hmmm... -jadeó el humano-. Todas cuentan maravillas sobre cómo las hizo correrse una y otra vez -la lengua jugueteó y los dedos pellizcaron con suavidad- antes de llenarles de leche caliente.

-¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH...!!!

El grito de la ogresa fue largo y casi agónico cuando el orgasmo por fin la sacudió. E'lari contempló su enorme cuerpo agitarse, sus brazos golpear el suelo de la tienda y sus piernas chapotear en el agua conforme el placer la recorría de arriba a abajo.

-Antes lo digo, ¿hmm? -el guardia deslizó su propio miembro por entre los muslos de E'lari-. Parece que está partiendo en dos a Irina...

Lord Raven no había disminuido para nada el ímpetu de sus acometidas. Su miembro entraba y salía del ano de la señora Irina con facilidad. Del orificio surgían fluidos blancuzcos, señal sin duda de que el hechicero también había descargado en el interior de la mujer. Pero eso no parecía detenerle. Mientras, la verga del guardia competía con la mano de la elfa por ver quién le daba a la joven más placer.

-P-por favor... -gimió E'lari-... dadme ya...

-No tenías más que pedirlo, preciosa.

Y con un movimiento brusco, el glande del guardia se deslizó por entre los dedos de la elfa, introduciéndose en su vagina con un deslizar húmedo y placentero. La joven no pudo evitar gritar.

-¡Aaaaahhhhhhh...!

-¡Chsss! -la conmino el humano, tapándole la boca con la mano-. Aguanta los gritos mientras te follo, preciosa. Aguanta mi polla dentro sin delatarnos...

-¡Hhhhhhhh...!

Sintió el miembro abriéndose camino por todo su interior, dilatándola a la vez que la penetraba. Se sintió desfallecer. Se agarró a la tela del pabellón para no caerse, aunque tuviera dos fuertes manos sujetándole los pechos. La verga del humano se sentía muy diferente de la de sus odiados ex-amos enanos. No tan ancha, más dura, más larga, más suave. Era como ser empalada por un bastón forrado de terciopelo que entraba y salía con suavidad.

-¡Hhhh...! ¡Hhhh...! ¡Ahhhh...!

En el interior del pabellón, la ogresa se incorporaba y se separaba de lord Raven. La verga salía de interior cubierta de fluidos y acompañada de sendos gemidos. Cuando el glande por fin surgió, el ano quedó abierto y temblando, rezumante de esperma que empezó a verterse. El semen cayó en regueros por entre los pliegues de la vagina y por los muslos.

-Vamos, muévete, preciosa -pidió el guardia, apretujando los grandes pechos con fuerza-. No dejes que haga yo todo el trabajo. Fóllate mi polla, preciosa. Apriétala con tu dulce coñito. ¡Ohh, sí...!

-¡Hhhh...! ¡Ah...! ¡Hhh...!

La señora Irina se incorporó, se dio la vuelta y se arrodilló delante del su señor. Todo ellos con velocidad y ansia. Tomó la verga con su mano y se la llevó hasta la boca. Lord Raven la atrajo hacia sí con una mano en la cabeza y la ogresa comenzó a felarle.

-Mira cómo se la come, la hijaputa -jadeaba el humano-. ¿Te gusta ver cómo se la mete entera hasta la garganta?

-¡Síiiihhh...! ¡Ahhh...! ¡Síiii...!

-¿Te gustaría hacerlo tú?

-¡Síiiihhh...!

El hombre soltó uno de sus y llevó la mano hasta la boca de la joven. E'lari abrió los carnosos labios y dejó que los dedos se metieran dentro. Los chupó entre gemidos, dejó que exploraran su lengua. Sintió la saliva caerle por la barbilla, manchando el cuello de la túnica, y eso la excitó más. Empezó a mover las caderas más deprisa, apretando la musculatura de su vagina todo lo que pudo para incrementar el roce. El placer se intensificó tanto que el humano tuvo que taparle la boca para ahogar sus gritos.

-¡¡HHHHHHH...!! ¡¡HHHHH...!!

-Vamos, elfita, ¡sigue así! -la exortó al oído-. Sigue así y córrete, ¡Córrete...!

-¡¡HHHHHH...!! ¡¡HHH...!! ¡¡HHHH...!!

Mientras E'lari se taladraba ella misma cada vez con más ganas, sintiendo el orgasmo acechando más y más cerca, la señora Irina tragaba la verga de lord Raven con evidentes muestras de gusto. Mientras le comía el miembro, se pellizcaba los oscuros pezones y se masturbaba.

-¡Hmmmglll...! ¡Hhhmmmpfglll..!

-Muy bien, Irina... -la felicitaba el hechicero-. Lo haces... muy... hmmm... bien...

El guardia empezó a mordisquearle la oreja a E'lari. Un escalofrío le nació en la nuca, un chispazo que sirvió para encender la llama de su placer y provocar que el orgasmo, por fin, recurriera el cuerpo de la elfa como una deflagración.

-¡¡HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH...!!

-¡Eso, preciosa, así! ¡Aahhh... cómo se contrae tu coñito de guarra!

-¡¡HHHHHHHhhhhhhhhhhhhh...!!

Poco a poco las llamas fueron extinguiéndose, pero en vez de dejar cenizas a su paso, lo que hacían era incrementar el deseo de encenderse otra vez. E'lari se agarró como pudo a la tela del pabellón, rindiendo por fin su sexo y dejándose hacer lo que fuera. La verga del guardia retomó entonces sus embates. Los testículos del hombre golpeaban contras los hinchados y empapados labios, repartiendo los fluidos del reciente éxtasis como una lluvia a su alrededor. E'lari se sentía agotada pero deseosa de más.

-¿Quieres mi leche... ahhh, elfita?

-Mmmssíii...

-¿Cómo laahhhh... quieres?

-D-dentro... deehhh... mí... ahhh...

-¡Deseo... cumplidoooooohhhhHHHHHH...!

La joven sintió su vagina llenándose de esperma caliente. Recibió el orgasmo del humano con gusto, con verdaderas ganas. Por primera vez un hombre había pensado en el placer de E'lari antes del suyo y aquello la estaba ascendiendo a nuevas cotas de éxtasis. Se sintió amada y no usada, y cuando el semen amenazó con escaparse de su interior, ella contrajo los músculos para que no se vertiera nada.

-¡Ohhh, dioseeeeessss...!

Las manos del humanos apretaron sus pechos con fuerza, aferrándose a ellos como a un cabo salvavidas. Y tal era el ansia del hombre que E'lari vio su propio deseo acrecentarse. De repente necesitó imitar a la señora Irina y tragarse el cálido miembro de su amante hasta beber de su semen.

Así que se apartó y se arrodilló en un solo movimiento. Y mientras lo hacía notó el semen surgiendo de su interior y cayendo por la piel de sus muslos hasta empapar -aún más, si cabía- la tela de sus leotardos. No le importó. Simplemente agarró el húmedo, caliente y algo fláccido miembro y se lo llevó a la boca. Alzó los ojos para mirar al hombre y vio con satisfacción cómo él perdía la mirada debido al enorme placer que sentía.

-Ahhh... ¡Oohhhhh...! Sí, elfitaaahh... Vamos, preciosaaaahhh...

Lamió toda la extensión del miembro, sin preocuparse en limpiar sino en felar. Quería que la verga se endureciese, que se hinchase hasta llenarle la boca y descargase en ella otra vez. Lo deseaba con tantas ganas, excitada como estaba, que empezó a masturbarse ella también.

-¡¡Hhhhmmmmggll...!! ¡Mmmmmpfgggll...! ¡¡Hhhmmglll...!!

-Sí, ohhh sí... -era lo único que acertaba a decir el humano.

Según la verga alcanzaba una vez más la erección, E'lari apretó boca y labios a la vez que aumentaba la velocidad de sus movimientos. Cada gemido del guardia era música para sus oídos. Se metió los dedos. Uno, dos, tres. No logró meter los cinco por la posición, pero bien que le habría gustado masturbarse con el puño allá donde unos minutos antes había tenido alojado el miembro que en aquel instante se comía.

-Vamos... ¡Más deprisaaahh...! ¡Más, preciosaahh...!

El hombre le puso las manos en la cabeza, pero E'lari se las apartó. No iba a dejar que la violara la boca. Nunca más. Iba a comerle la verga a su modo, como ella quisiera. Y le dejaría correrse cuando a ella le apeteciera beber. No antes.

-¡¡Mmmmggll...!! ¡Mmmmmpfgggll...! ¡¡Hhhmmglll...!!

-¡Síii...! ¡Sácate las tetas! -pidió el guardia-. ¡Tócateehhh... para míiihh...!

A eso sí la joven obedeció con ganas. Se desnudó del todo los grandes pechos de elfa que poseía. Se cogió de un pezón y tironeó y pellizcó mientras se masturbaba y felaba la verga del guardia con más ganas. Las manos del humano se abrían y cerraban, deseosas de agarrar la nuca de E'lari y penetrarle la boca. Un gemido largo y hondo nació de la garganta del guardia cuando asomó el orgasmo. Sus músculos se estremecieron con violencia al alcanzar el clímax.

-¡AaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhHHHHHHHHHHHH...!

El esperma surgió a chorros, inundando su boca como un torrente. El líquido espeso, caliente y levemente dulce, le llenó hasta la garganta. Tuvo que contener una arcada, y con el movimiento parte ascendió hasta sus fosas nasales. No le importó que las gotas salieran junto con lágrimas y mucosidades, dejándose llevar una vez logrado el triunfo. Pues se sentía victoriosa.

-¡J-jo... der...! -musitó el guardia, acariciándole la cabeza tras los últimos coletazos del orgasmo-. Qué bien lo... haces, preciosa...

E'lari tragó el semen con deleite y sonrió al humano. Se sacó la verga de la boca y jugueteó con ella, sintiendo cómo perdía rigidez pero sin acortarse apenas.

-Gracias, mi señor.

-¡Las que tú tienes, elfita! -exclamó el hombre, cogiéndole de la barbilla y ayudándola a incorporarse-. Eres un auténtico juguete de placer, ¿lo sabes?

-Lo sé, mi señor -dijo, frunciendo levemente el bonito ceño-. Mis antiguos amos gustaban de usarme casi cada noche -se encogió de hombros-. Aprendí cosas...

-¡Oh...!

Tras el incómodo momento, el hombre sonrió como disculpándose y acercó su rostro al de ella. Lo hizo con dudas, sin saber si iba a ser bien recibido. E'lari ofreció sus labios manchados de semen y saliva, cerrando los ojos. El humano la besó con delicadeza, lamiendo con suavidad los labios y limpiando los restos de sus propios efluvios. Tal consideración fue nueva para la joven, que se dejó llevar, apretándose contra el guardia rodeándole con los brazos. Una mano fuerte le acarició el trasero y ella, instintivamente, levantó una pierna para facilitar el acceso. La mano no fue más allá, pero su sexo presintió la cercanía y volvió a excitarse. La juventud de los elfos traía siempre pasiones carnales, por eso eran tan cotizados.

-¡Vale, vale, preciosa! -se quejó el humano con una risa-. ¡Me vas a dejar seco! Las elfitas sois insaciables!

-Me llamo E'lari, mi señor -dijo la joven con vehemencia a pesar de tener el rostro embadurnado de berretes-. No soy “elfita”. Ya no soy una esclava sin nombre -añadió, poniendo ambos pies en el suelo pero sin despegar los grandes senos del pecho del guardia.

-Perdona... E'lari -respondió el humano, transformando su sonrisa en una mueca pícara y algo de diversión en los ojos. A pesar de ello, sus palabras fueron serias-. No te volveré a tratar con descortesía.

-Bueno... podéis llamarme “elfita” si queréis...

El humano abrió mucho los ojos. Ella sonrió con diversión. Bajó la mano hasta su verga y apretó.

-... pero sólo cuando esto esté en mi poder.

El guardia se rió con ganas. Le palmeó el trasero con suavidad, casi con afecto y la besó una vez más. Sus lenguas juguetearon unos instantes, intercambiando saliva y compañía mutua. Finalmente, el humano se separo de ella.

-He de marcharme, preciosa E'lari -se excusó. Se guardó la verga en el interior de sus pantalones y se los abotonó-. Tengo deberes que cumplir. Quizá... -le guiñó un ojo-.. compartamos un rato en algún momento, ¿eh?

Y se fue, dejando a la joven sola y arrebolada.

-Adiós, señor -sólo acertó a decirle al viento.

-Hombres... ¿verdad?

E'lari se giró de inmediato, sobresaltada. Justo tras ella, en la entrada del pabellón, se encontraba la señora Irina. Para ser una ogresa gigantesca se movía con mucho sigilo. La mujer volvía a estar vestida, aunque el pelo húmedo delataba sus recientes actividades. La atriense lucía una sonrisa blanquísima en su boca de labios carnosos.

-No te encapriches de él, niña -le recomendó.

-¡Yo no... ! -protestó, ruborizándose.

La ogresa se rió estruendosamente. Puso una de sus manos sobre el hombro de la elfa -podría haberla hundido como a un clavo en tierra húmeda- y la miró directamente a los ojos.

-Cariño, Viktor Stahl es tan digno de confianza como un escorpión -dijo con sencillez, como si le estuviese revelando que el fuego quemaba-. Su aguijón es largo, oh, sí... -se relamió- pero está cargado de veneno y no duda en picar cuantas presas se ponen a su alcance. Y tú, niña -se inclinó, acercando su rostro al de E'lari-, eres una mariposilla preciosa y sensual que acabará destrozada en los juegos de los adultos. Sobre todo por los juegos que se trae Stahl, el Capitán de la Guardia de su Excelencia.

La joven se quedó asustada por las palabras de la señora Irina. Desde luego debía de estar diciendo la verdad -¿para qué la iba a mentir a ella, cosita insignificante?-, pero todo aquello implicaba que su vida había empezado a complicarse de modos que ni siquiera alcanzaba a entender. Se decía que los elfos eran increíblemente intuitivos y astutos, capaces de plegarse ante cualquier fuerza para convertir el posible daño en una incomodidad pasajera. Lo decían quienes no habían sido marcados a fuego en piel y alma. E'lari, esclava desde la infancia y por más de dos décadas de los brutales e inmisericordes enanos, tenía que aprender mucho si quería seguir sobreviviendo.

-Sí, señora Irina -dijo simplemente E'lari, agachando la cabeza.

-Anda, déjame que te ayude a cubrirte.

La joven elfa volvió a ruborizarse al darse cuenta de que estaba semidesnuda y pegajosa de fluidos sexuales. Intentó evitar que las enormes manos de la ogresa agarraran sus leotardos y se los subieran, pero todos el esfuerzo fue inútil.

-Tienes un culo bonito, niña -la felicitó la atriense, agarrándole las nalgas tras embutirlas en la prenda-. Duro y respingón, a pesar de esa delgadez casi enfermiza que tenéis los elfos. Y de delantera no andas mal, sin duda...

E'lari acertó a esconder sus generosos pechos bajo la ropa. De ningún modo iba a dejar que la señora Irina le manosease los senos e hiciera comentarios al respecto.

-Voy... voy a limpiarme...

-¡Eso! Ve a darte un agua, niña. ¡Y jabón!

La joven sirvienta salió corriendo hacia el arroyo de donde antes había sacado aquel cubo de agua. Al llegar tuvo el buen juicio de desnudarse por completo y dejar su ropa en la orilla. No le importó que el agua fría le hiciese temblar la piel y le endureciese los pezones. Ella sólo se metió por completo bajo la superficie. No había traído jabón, pero después de veinte años como esclava sabía cómo limpiarse en las peores condiciones. Frotó su pálida piel con arena hasta hacerla enrojecer, arrastrando sudor seco y fluidos sexuales y dejando que la corriente se los llevara.

Vivir sin temor a ser usada como un objeto. Vivir con la dignidad de establecer relaciones... simplemente de tener la posibilidad de establecer relaciones. Punto. Sonrió. Se abrazó los grandes pechos. Había experimentado una sensación de poder, de control de la situación, totalmente nueva para ella. Un desconocido había desnudado su cuerpo y la había penetrado sin violencia, dejándole a ella la decisión de si seguir o si parar. Todavía no entendía que el apuesto guardia había dado por supuesto que tenía le derecho de poseerla por ser ella una sirvienta y por ser una joven hermosa y perdida. Y por tener él ganas de descargar su verga en ese preciso instante.

Pero en aquel instante todo eso eran elucubraciones que ni siquiera se insinuaban en su mente. En aquel instante, en el río, desnuda y abrazándose los pechos, sólo estaba satisfecha porque alguien había sido gentil y porque ella había disfrutado genuinamente dejándose penetrar. Por primera vez.