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Experiencias de un profesor (14: equipo de voley)

en Hetero: General

 

 

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1: Presentación.

11: Marta y Fernando.

2: Elena Castrillo.

12: Marta e hijos.

3: Lucía Ortiz.

13: Elena y Lucía.

4: Carola Fabrés.

 

5: Aitana Villar-Mir.

 

6: Elena y Aitana.

 

7: Otra vez Lucía.

 

8: Cristina y Lucía.

 

9: Cristina Cobaleda.

 

10: Bea y Marta.

 

¿Que qué hacía yo en un hotel de la costa cantábrica? Bueno, no era una historia muy larga, pero sí un tanto aburrida de contar. Baste decir que de buenas a primeras, una de mis decisiones había fructificado hasta resultar en la antesala del Olimpo de mis fantasías.

Un día Bea me detuvo en un pasillo para quejarse. Y con cada queja me golpeaba el pecho con su dedo índice.

Que si por mi culpa ahora estaba en peligro el campeonato.

Que si las rácanas de las monjas no soltaban dinero.

Que si le debía la responsabilidad de lo ocurrido.

Que o aceptaba o me iba a enterar.

Y se fue, airada -vaya culo prieto gastaba cuando se marchaba enfadada-, dejándome absolutamente descolocado e ignorante. Y, bueno, excitado.

No me enteré hasta que sonó la campana de final de clases, cuando, tras marcharse de mi aula los alumnos, entraron como un huracán las zorronas de Carola y Aitana, sonrientes, pícaras e incitantes. Cerrando la puerta tras de sí y vestidas con esas falditas plisadas que ellas conseguían llevar escandalosamente subidas.

-¡Buenas, profe! -saludó Carola, sentándose con despreocupación en la mesa del profesor, prácticamente con las piernas abiertas delante mío-. Ya nos hemos enterado de la buena noticia...

-¿Perdón...? -aparté mi silla de la tentación morena.

-Sí, hombre -añadió Aitana, colocándose detrás de mí y apoyando sus enormes tetas contra mi nuca-, lo de que te vas a hartar de sobar cuerpos sudorosos.

-Chicas, yo... -me medio incorporé para escapar de la trampa de los pechos de la rubia y miré hacia atrás, aunque eso me llevó demasiado cerca de su compañera.

-¡Mírale, si no tiene ni idea de lo suertudo que es! -se mofó Carola, cogiéndome por sorpresa una de las manos y metiéndola entre sus muslos hasta hacerla llegar a su entrepierna.

No llevaba bragas. ¿Sorprendente? Pues, la verdad, no.

-Joder, Carola... -intenté retirar la mano, pero tanto la chica como mi excitación me lo impidieron.

-Quieto, profe, o gritaré -me amenazó con una sonrisa. Cerró los ojos-. Hmmm... -gimió cuando mis incontrolados dedos se introdujeron entre los pliegues de su coñito.

-El asunto, profe -continuó Aitana, agarrándome la cabeza y volviéndola a apoyar entre sus tetas. Se había desabrochado la camisa-, es que por haberte follado a la guarra de la señora Magaz...

-... y a la patosa de su... hmmm... bonita niña... -llevó mis dedos más dentro de ella-.... oh, sí...

-... pues ahora la entrenadora necesita una mano derecha -se bajó las copas de su sujetador. Vi bailar los pezones y ponerse duros-. Alguien que se ocupe de la logística...

-De... ¡ohhhh...! -la entrada de su coñito se abrió ante mis dedos-. Del materiaaahhh...

-De los viajes -la rubia enterró mi cabeza entre sus pechos.

-De los papeeehhh... papeleeesssss...

-De las cuentas.

-De looosssss... masajeeeeesss...

Ahí sí abrí la boca.

-¿De los masajes? -pregunté atónito-. ¿Necesitáis a alguien que os...?

-Sí, profeeehhh... joder, qué... qué obtuso ereeessss...

Carola retorcía los muslos y se mordía los labios mientras Aitana apretaba sus enormes tetas contra los lados de mi cabeza. Me costó procesar la información.

-No hay pasta y por normativa, ahora el equipo...

-Los equipoooosss...

-Eso, necesitan de una persona así. Y la entrenadora -la rubia se apartó e inclinó la cabeza para mirarme desde arriba- ha decidido que seas tú.

-Es tu día deehhh... deeehhh... joder, que me voy aahhhh... ahhhh...

-Tu jodido día de suerte, profe -se relamió Aitana.

-¡CorrreeeeEEEEEEEEHHHHHHHHHHHH...!

Mientras Carola se convulsionaba e intentaba no gritar -la muy guarra fijo que ya venía medio trabajada-, Aitana me giró la cabeza y me puso uno de sus pezones en la boca. Lo chupé con verdaderas ganas. Eran unas tetas tan impresionantes que sólo de pensar en ellas mi polla se ponía firme.

-Y este finde es uno de los campeonatos -me explicó la rubia-. Iremos cadetes y juveniles. Sí que te vas a poner las botas, profe. Nosotras, personalmente -se rió la chica-, tenemos nuestros planes. Dos días en la playa dan para mucho -me guiñó un ojo.

Se separó de mí repentinamente -no pude reaccionar y dejé ir ese estupendo pezón- y se recolocó las tetas.

-Vamos, Carola, que tenemos que preparar... el material...

-Sí, sí... Uffff... -sacó mi mano de entre sus piernas, suspiró y se bajó de la mesa-. Tu iniciación... uuufffff, joder, qué corrida... será allí, profe.

-Nunca es dolorosa -continuó Aitana, abrochándose la ropa y caminando hacia la puerta.

-Bueno, casi nunca -terminó Carola, arreglándose la falda, sonriéndome como una loba en celo y marchándose detras de su amiga.

Me dejaron solo, con la mano perdida de fluidos vaginales, la polla protestando como una condenada y con la cabeza tan abarullada que no lograba concretar ningún pensamiento coherente.

Y así pasaron los días. Así acabé aquel fin de semana en un hotel del Cantábrico. Así acabé apoyado en la barandilla del balcón de la habitación que compartía con mi amiga Bea, espiando a tres de las bellezas de mi colegio haciendo topless en su propio balcón mientras me pajeaba con tranquilidad. Me tocaba al ver cómo Carola le untaba crema de protección en las tetas a Aitana haciendo ambas ruiditos sugerentes. Me acariciaba el glande al comprobar cómo a la tercera en cuestión se le ponían los pezones duros sólo de escuchar, cómo restregaba sus delgados muslos, intentando no demostrar lo excitada que estaba.

-¿Admirando el paisaje?

Miré hacia atrás y vi salir a Bea de darse ella misma una ducha, envuelta en una toalla y ahuecándose el pelo. No por ello paré de masturbarme.

-¿Hhm...?

-La chinita delgadita... -me dijo en voz baja, señalando a la susodicha.

-¡Ah, sí! -asentí con demasiada rapidez-. Iris Yuan, creo que se llama. Buena estudiante -me recoloqué las pelotas- y unos ojazos que me encantaría ver abrirse como platos mientras me corro en su boca.

Bea puso su mano la mía y apretó mi polla.

-¿Sí? Pues creo que vas listo, chaval.

-¿Por...?

Se escupió en la mano y comenzó a masturbarme despacio.

-Porque camina por la otra acera.

-¿Prefiere el marisco... ahh... a los embutidos?

-Imbécil... -incrementó el movimiento-. Pero sí. Seguro que está a punto de correrse pensando en el culo de la Fabrés.

-No me... oh... extraña... Joder -quien no iba a tardar en correrse era yo si la tía seguía así-. Ya te digo que tiene un culo tragón.

-Ah, es verdad, que te la follaste en el coche, ¿no? -se volvió a escupir en la mano y retomó el sube y baja con velocidad-. ¡Qué cerdo eres...!

-No pares...

-¿No?

-¡No, joderrrrr...!

-Pues la chinita es tortillera, sí -Bea se arrodilló hasta que sus labios rozaron mi glande-. Y timidilla, además -sacó la lengua y lamió despacito-. No creo que saques nada de ella... hmmmmfff...

Se metió mi polla en la boca hasta casi los huevos.

-Joohhh... deeerrrr...

-Hmmmppf... ¡Hmmmmppppffff...!

Bea tenía años de experiencia comiendo pollas. Lamía, chupaba y salivaba como la mejor. A su justa velocidad, ni demasiado rápido ni demasiado despacio.

-¡AAAAHHH...! -intenté no gritar.

-¡Hmmppff...! ¡Hhmmpf...! ¡Hhmppf...!

Descargué mi leche en su boca con fuerza. Tuve que agarrarme a la barandilla para no caerme de lo potente que fue el orgasmo. Mientras ella estimulaba mi glande con la lengua -haciendo que las descargas se sucedieran una tras otra-, apretaba los labios para que el semen no se derramara.

Todo ello mirando cómo Iris Yuan se rozaba como sin querer el coñito por encima del bañador. Y es que sus compañeras jugueteaban inocentes pero sin inocencia alguna la una con la otra. Se reían y lanzaban miradas a hurtadillas a la chinita.

Ya me enteraría de qué hablaban. En aquel momento me dio igual: Bea tragaba leche y me masajeaba los huevos con tal pericia que casi perdí el conocimiento. Mi amiga hizo ruidos de gusto y me sonrió.

-Hmmm... -se relamió Bea, incorporándose tras tragarse mi corrida-. No está mal, no está mal...

-Cabrona...

Todavía me estaba recuperando del orgasmo.

-¿Qué? -se rió-. ¿Te he dejado sin balas para esta noche?

-Hija de puta...

-Así no me jodes a mis jugadoras. Literalmente -se limpió la boca y se recolocó el pelo-. Las necesito perfectamente para mañana.

-Pues mañana pienso... ufff -me guardé la polla con dificultad-... pienso penetrar a unas cuantas de tus chicas.

-Claro, campeón... -Bea se levantó para cambiarse.

-Y no una ni dos veces.

-Sí, machote, por supuesto...

-Anda, sigue con tu voyeurismo -dijo, vistiéndose con un cómodo chándal negro y rosa- mientras yo bajo a cenar. Te guardaré mesa, pero no por mucho... -añadió, marchándose de la habitación.

Me quedé maldiciendo a mi amiga a la vez que miraba a la chinita morderse los labios para que las otras dos no la escucharan gemir. Era evidente que las otras dos sabían lo que pasaba detrás del culo de Carola, pero no dijeron nada. Bueno, a lo suyo. A mí me daba igual. No sabía cómo, pero al día siguiente pensaba ponerme las botas.

Los partidos fueron muy bien. Tanto un equipo como el otro machacaron a sus rivales de una forma que dejó tan impresionado al público que incluso la afición de los equipos contrarios acabaron aplaudiendo a las nuestras. Las chicas acabaron sudadas y cansadas... lo cual me permitió estrenarme como masajista. No sé si fue una delicia o un suplicio. Frotar muslos y culos bien puestos era increíble y nada cansado. Algunas de las chicas se reían y hacían ruiditos sugerentes. Yo me empalmaba y me contenía para no desatarme y empezar a penetrar chochitos a diestro y siniestro. Los cuerpos de las jugadoras resbalaban de aceites y algunos también de otro tipo de jugos. Cuando llegó el turno de Aitana, la rubia de las tetas enormes -que casi ni podían taparse con la toalla- aprovechó para reírse un poco de mí.

-Esta tarde toca relax, profe -me dijo mientras me acariciaba el paquete con disimulo-. Aunque todas esperamos que no te relajes demasiado, ¿eh?

-Tú calla y disfruta del masaje, bonita.

-Lo intentaría, profe... pero es que pienso en la de esta tarde en la playa y se me hace el coño gaseosa.

-Te voy a dar yo...

-¡Eso espero!

Después de eso me imaginé cualquier cosa. No tenía ni idea de la que me iban a preparar. Eso me ponía nervioso. Había llegado un punto en mi relación con las chicas de mi harén -porque eso eran- y con las demás colegialas en el que me incomodaba no tener el control absoluto. Más tarde se lo comenté a Bea. Entre bocado y bocado de ensalada, mi amiga se despreocupó por completo.

-Mira, machote, si las chicas te tienen preparado algo, tú déjate llevar y disfruta -me aconsejó-. Te has hecho el alfa... y eso está bien...

-Pero... -aventuré.

-Pero tienes que entender que lo eres porque algunas de ellas te lo han permitido -declaró-. Juegan contigo porque es divertido, te controlan dándote la ilusión del control.

-Eso no es verdad -protesté.

-Ya, claro -se rió condescendientemente-. Piensa lo que quieras, machote.

Me quedé medio roto después. Estuve comiéndome la cabeza en vez de planear mis próximas aventuras. A media tarde decidí despejarme yéndome a la playa. Hacía calorcito y la poca brisa que había sólo servía para despejar el poco sudor que se pegaba en mi piel. La cala del hotel era privada, así que sólo los hospedados podían disfrutar de ella. Poca gente, espacio libre... Suspiré, extendí mi toalla y me dejé caer sobre ella. No tardé en adormilarme.

-¡Profe, despierta!

Una nube de arena calló sobre mí. Me incorporé desorientado y escupiendo granos. Delante mío estaban 6 de las jugadoras de voley. 6 cuerpazos en bikini. 6 niñas tremendamente sexys. Capitaneaban el grupo, como tenía que ser, Aitana y Carola, ambas con bañadores demasiado ajustados.

-Necesitamos tu ayuda, profe -exigió la morena.

-No nos dejan alquilar unos hidropedales -explicó la rubia.

-¿Eh? ¿Por? -pregunté, todavía confundido y quitándome arena de encima.

-Porque no tenemos la edad para ello -contestó Carola con aire inocentón. La muy puta...

-¿En serio...?

-¡Va, profe, venga! -el coro de protestas acabó por ahogarme, así que tuve que aceptar.

Me levanté e hice ademán para que me precedieran. 6 buenos culos, de cuya mitad ya había disfrutado, pues al grupito se había unido el reciente fichaje de Paula Rivas. Las otras 3 eran Leticia y Susana Villanueva -dos hermanas que se llevaban 2 años- y, sorpresa sorpresa, Iris Yuan. Por cómo se comportaba esta última, estaba más que claro que se encontraba allí porque se lo habían pedido Aitana y Carola y quería complacerlas.

Disfruté de las vistas que me proporcionaban los traseros de las chicas, de cómo el tanga de las hermanas Villanueva se metía entre las nalgas, de cómo se bamboleaban las caderas de de Carola, de cómo saltaba Paula... Empezaba a excitarme sólo de pensar en lo que podía venir más tarde.

Llegamos al puesto de hidropedales y alquilé un par de aparatos para ellas. Conseguí regatearle al dueño mientras babeaba literalmente al mirar los cuerpazos de las niñas. Y es que entre los enormísimos pechos de Aitana y la carita de viciosa inocente de Paula, ahí había carne de pecado como para abrir un confesionario. Finalmente obtuvimos lo que queríamos, pagué y les dije a las chicas que tuvieran cuidado.

-¿Cuidado, profe? -preguntó Leticia, pelirroja de diecisiete años y labios carnosos.

-¡Sólo vamos a dar una vuelta! -exclamó su hermana Susana, otra pelirroja de tetas pequeñas pero un culo bien puesto.

-O a echar unas carreras -sugirió Carola.

-¿Unas carreras? A ver, a ver -dije yo-. Parad el carro. No vais a echar ninguna carrera.

-¡Pero, profe...! -protestaron todas.

-¡He dicho que no!

-Vale, hagamos una cosa -negoció Aitana-: te vienes con nosotras y así cuidas de que no hagamos el cafre, ¿eh?

-¡Oh, sí, venga!

Susana y Paula, me cogieron de los brazos y saltaron de emoción. Sus tetitas subían y bajaban, amenazando con escaparse de los bikinis. Leticia me sonrió con evidente lascivia -sobre todo al pasarse la mano, como por descuido, por el pubis y más abajo- y Carola me guiñó un ojo. De todas, la única que se mostraba apocada era Iris. El gordo del puesto de hidropedales me dirigió una mirada de odio y envidia que acabó por convencerme.

-Vaaaaale -concedí. Las chicas lo celebraron-. Pero con cuidado, que como os pase algo me las tengo que ver con vuestros padres, con las monjas y, peor todavía, con vuestra entrenadora.

-¡Anda, pero si te tienes más ganada a Bea que yo qué sé! -exclamó Leticia.

-Además -añadió Carola-, estamos en una forma estupenda -sacó bíceps para diversión de todos-. Y podríamos ganarte, profe -me retó- pedaleando desde aquí hasta el extremo de la cala.

-Anda, anda...

-¿Apuestas algo? -preguntó la morena con suficiencia, cruzándose de brazos y marcando las tetas.

-¡No voy a apostar contra unas niñas!

-¡Pues estas niña te van a patear el culo! -Se indignó Carola clavándome el dedo en el pecho.

-¡Vale! -cedí-. Me apuesto a que si llego yo antes que vosotras en el hidropedal hasta el otro extremo de la cala, cada una me invitará a una caña. ¿Hace?

-Hace -aceptaron.

-Y si ganamos nosotras -añadió Leticia, sonriendo cual loba-, nos darás una prenda.

¡Qué hijas de puta! Ya me veía por dónde iban a ir. ¿Aquélla era la iniciación de la que tanto habían estado presumiendo? Pues se iban a enterar.

-Muy bien, pero sois 6 contra 1 -dije-. Una de vosotras tendrá que ir conmigo.

-¡Iré yo! -se ofreció Aitana. Me dio una palmada en la espalda-. Ya verás, profe, nos lo pasaremos en grande dejándolas en ridículo.

-¡En ridículo te voy a dejar yo, bonita! -hubo piques y risas y finalmente nos montamos en las barcas.

Iba a ser complicado, pero en aquellos momentos me veía capaz de todo. Les iba a enseñar de qué pasta estaba hecho. Las chicas podían relevarse según se fueran cansando y yo no, pero eso no me iba a detener. Además, Aitana tenía muy buenas piernas y eso hacía que mi desventaja no fuera tan grande. Así que convenimos la salida y empezamos a pedalear como si nos fuera la vida en ello.

Empecé a sudar casi nada más empezar. El hidropedal de las chicas nos llevaba algo de ventaja pero parecía que podríamos remontar cuando tuvieran que cambiarse entre ellas, pues bajarían el ritmo o incluso se llegarían a parar. Entre risas continuamos la carrera. Delante nuestro Leticia y su hermana Susana nos sacaban la lengua y hacían gestos obscenos, retándonos. La cosa fue en aumento conforme no conseguían aumentar su ventaja, y la pequeña hasta se quitó la parte de arriba del bañador para desconcentrarme -con total éxito-. Su hermana no dudó en seguirla y también se sacó las tetas, agitando la pieza de ropa con burla.

-¡Mira a esas putas! -se quejó Aitana-. Ahí enseñándonos esas tetas.

-¡Ya! -bufé entrecortadamente. Me molestó que la rubia pareciera descansada y yo ahí echando el bofe. Le dirigí una mirada asesina-. Bueno, para tetas las tuyas, ¿eh?

-¡Y que lo digas!

Y la hija de la gran puta se sacó los pechos. Fui plenamente consciente de que dejé de pedalear y que la barca aminoró.

-¿¡P-pero qué...!?

-Te molan, ¿eh? -me incitó, masajeándoselas despacio y tironeando de sus pezones-. ¿A que querías mordérmelas?

-Coño, Aitana, joder -protesté, redoblando esfuerzos pues la rubia sí que había dejado de pedalear-. ¡Nos van a ganar!

-¡Oh, no, profe! -se mofó-: vas a perder tú.

-¡Seréis hijas de puta!

-Ya ves... hmmm... -y Aitana empezó a acariciarse entre las piernas-. La verdad es que me ponen muy cachonda.

Yo intenté ignorarla, pero era difícil. Me caía el sudor a chorretones del esfuerzo y ella se estaba masturbando.

-¿Sabes? -continuó-. Hmm... Leticia es tan guarra que chupa pollas a pares... ohhh... y Susanita...

-¡Aitana, joder, dale duro que no tengo ganas de perder!

Delante nuestro las chicas hacían relevo y ni aún así conseguíamos acortar distancias. Más bien se estaban alejando cada vez más. Ya me veía yo sin bermudas en una playa para nada nudista.

-A Susanita la he visto zumbarse... hmmm... zumbarse a dos tíos a la vez, en una disco...

La barca de las chicas se alejaba y se alejaba, pero yo no me daba por vencido. Aitana seguía tocándose, metiéndose los dedos en el coño mientras se pellizcaba los pezones y gemía, relatándome las zorrerías de las hermanas Villanueva.

-Ohh, joder... -gimió la rubia-. El finde pasado se dieron el lote las dos en la disco y me puse... hmmm... tan mala que tuve que follarme al primer tío que tuve a tiro.

En el otro hidropedal, Carola se había puesto a cuatro patas junto a Paula y la chiquilla le estaba dando azotes en el culo entre carcajadas. Cada vez más lejos. Estaba más que claro que iba a perder, pero acabaría la carrera como que me llamaba Sergio.

-Y era un tipo feo y con una polla... hmmm... una polla enana... pero joder... ohhh, sí... necesitaba leche caliente en mis tetas después de... de... hmmm... verlas a las dos...

Me esforzaba por seguir a pesar del cansancio. Mi polla estaba a cien por culpa de la rubia y del espectáculo que tenía delante mío, y eso no me ayudaba demasiado a pedalear.

Por fin las chicas gritaron de júbilo: habían ganado. Aplaudieron, se rieron de mí y se dedicaron a chocar cinco entre ellas. Sin nada de ayuda por parte de Aitana, conseguí acercar nuestro hidropedal. Las demás niñas coreaban su victoria.

-¡Paga! ¡Paga! ¡Paga!

Agotado aunque sonriente, me quité las bermudas. La erección de mi polla arrancó aullidos de complacencia de las chicas. Me puse de pie, con lo que me gané silbidos de aprobación, y enseñé las bermudas... momento que aprovechó Aitana para arrebatármelas, y lanzárselas a las demás.

-¡Pero...!

-¿Las quieres? -me preguntó-. ¡Pues ve por ellas!

Y me empujó al agua. Me zambullí con poca elegancia y un grito de indignación en mi garganta. Agradecí el fresquito del agua y pataleé para salir. Las chicas tenían sus propios planes, y pronto me vi rodeado por Carola, Paula y Leticia. Antes de que pudiera reaccionar sufrí un par de aguadillas. Claro que me defendí, y agarré carne que tiré para abajo. Una de las chicas se me subió encima y otra me agarró de la polla. Yo me sujeté a un par de culos y por fin logré salir a flote. Entre jadeos de ahogo y escupir agua, nos reímos. Eso sí, ni rastro de mis bermudas.

-Vale, chicas, muy gracioso y todo eso -dije medio enfadado medio de buen rollo-. Ahora, ¿dónde está mi bañador?

Susana, tumbada en el borde del hidropedal, mostró la prenda. Las demás se rieron. Incluso Iris, sentada detrás de Susana, ensayó una sonrisa.

-Si lo quieres, profe -dijo la menor de las Villanueva-, tendrás que pasar nuestra prueba.

-Venga, mujer...

-¡Eh! -me advirtió ella-. Calladito, profe -agitó mi prenda en el aire-. Veamos, el profe quiere las bermudas, ¿verdad?

-¡Sí! -rieron las demás.

-Y, ¿por qué las quiere?

-¡Porque va empalmado! -respondió su hermana, toqueteándome la verga.

-¿Y está muy empalmado?

-¡Oh, sí! -rió la otra, pasando su mano de forma experta a lo largo de mi polla.

-Bueno, pues es no puede ser.

-No, no se las devolveremos hasta que se le baje el empalme -aseguró Carola.

Entre las caricias de la pelirroja y la declaración de la morena, me estaba poniendo malo. Se me iba a olvidar agitar las piernas para mantenerme a flote y me iba a ahogar por culpa de las putas de las niñas.

-Entonces, ¿qué podemos hacer? -preguntó Aitana desde la seguridad del hidropedal.

-Pues... ¡podemos hacer que se le baje! -sugirió Paula con una risita.

-Niñas...

-¡Chiss! -me ordenó Leticia, agarrándome la polla con fuerza.

-¡Eso, eso! -corearon-. ¡Que se corra y ya está!

-¡Pero hagámoslo divertido!

-¡Que se folle a una!

-¡Que nos folle a todas!

-¡No tiene aguante para tanto, el viejo!

-Pues le ponemos un tiempo por cada una y...

-¿Y si no aguanta? Mírale, está a punto de reventar.

-30 segundos por coño y ya está.

-¡No, 20 y que cambie él mismo!

-¡Eso, eso!

Yo alucinaba con lo que estaba pasando. Las chicas nadaron hasta agarrase a los laterales de su hidropedal, todas con el culo para fuera. Aitana, Carola, Leticia y Paula. Susana seguía sobre la barca y también Iris, pero las actitudes de ambas no podían ser más diferentes. La pelirroja sonreía mientras el plan se desarrollaba -porque aquello estaba completamente planeado, vamos que no- y la chinita parecía... bueno acojonada.

-Ya has oído, profe -declaró Susanita-. Si quieres las bermudas -las mostró-, tendrás que follarnos a todas. 20 segundos en cada una y cambio. Así hasta que te corras.

Y se tiró al agua a colocarse en posición. Las 5 me miraban con diversión y excitación. Iris se quedó arriba, sin meterse en el mar, quieta y con los rasgados ojos abiertos al máximo.

-No hagas caso de Iris -me dijo Aitana, la que estaba más cerca de mí-. Déjala fuera de esto y empieza por mí, machote...

Por su tono algo tenían preparado para la chinita, pero en aquellos momentos no importaba demasiado. Me acerqué a la rubia de tetas enormes.

-¡Vamos, métesela! -gritaron las demás.

Me puse detrás de Aitana. Mi polla rozó ese estupendo culo, metiéndose entre las nalgas en busca de su premio. Me agarré al hidropedal con una sola mano y con la otra le aparté el bañador.

-Oh, sí, profe... -gimió la chica al sentir cómo mi glande rozaba sus labios vaginales.

-¡Vamos, dale duro!

Empujé y mi polla penetró el coñito como si un cuchillo cortando mantequilla.

-¡OooooOOOOOHHHHH...!

-¡Uno, dos, tres...!

Empecé a follarme a la rubia con tranquilidad, sin ir demasiado deprisa. Mi polla penetraba entera y salía casi por completo cada dos o tres segundos. Ya había disfrutado de la niña y todavía tenía a otras 4 a las que satisfacer. Pues pensaba darles lo suyo a todas y que se dieran cuenta de quién mandaba allí.

-¡OHHH! ¡AAAHHHH! ¡SÍHH!

Aitana gemía y acompañaba mis movimientos con los suyos propios. Nuestros cuerpos se conocían y sabían trabajar bien juntos. Miré hacia arriba y me encontré con la mirada de Iris. La chinita estaba entre asustada y excitada. Turbada.

-¡Dieciocho, diecinueve, veinte! ¡Cambio!

Besé la nuca de la rubia con cariño antes de separarme. La siguiente era la guarra de Carola, sin duda la instigadora de todo aquello. Con una sonrisa divertida me esperaba dispuesta. Se iba a enterar.

Me coloqué tras ella y me agarré con ambas manos sobre las suyas propias. Ella rió. Mi polla buscó su propio camino. La niña apretó sus nalgas contra mí y yo sentí cómo el hilo del tanga se apartaba casi con voluntad propia. Perfecto. Directo por detrás.

-¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH!!!

-¡Uno, dos, tres!

-¡HIJO...! ¡¡DE...!! ¡PUTAAHHH...!

Aunque el ano me había recibido abierto, el culo estaba bien prieto. A la morena no le daban por detrás muy a menudo. Quizá el único que había probado las mieles de ese agujero había sido yo. Mejor.

-¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho!

-¡CABRÓN...! ¡AAHHH...! ¡¡AHHH...!!

-¿No querías polla, putilla?

-¡SÍ, PERO...! ¡¡PEROOOHHH!! ¡AHHHH...!

-¡Calla y traga rabo por el culo!

La chinita no se perdía detalla de cómo el culo de Carola estaba siendo violado. Una violación acordada de cierta manera, verdad, pero aquello era violencia anal en toda regla. Y las mejillas de Iris se sonrojaban como muestra de la lubricación de su coñito.

-¡JOPUTAAHH! ¡AHHH..:! ¡CABRÓOOOONNN...!

-¿No te gusta...? ¿... mi polla...? ¿... nena... ?

-¡SÍIIIHHH...! ¡CABRÓOONN...! ¡MEGUSTAAAHHH! ¡JOPUTAAHHH...!

-¡Dieciocho, diecinueve, veinte! ¡Cambio!

Cuando salí de aquel culito la chica por poco pierde mano. Jadeando y con una mirada mezcla de placer y odio, se agarró a la barca para no alejarse flotando en el mar. Yo, encantado y cada vez más animado, me fui a por la siguiente. Leticia me estaba esperando con las nalgas separadas. No tenía intención de hacer otra cosa que probar su coñito pelirrojo, pero la chica, bien lista y para evitar sorpresas como la que había recibido Carola -jódete, zorra intrigante-, dirigió mi primera embestida con un hábil movimiento de la mano hacia su sexo. Entró como si la enfundara en seda.

-¡Ohhhhh, profeeeehhh...!

-¡Uno, dos, tres...!

La mamona estaba bien abierta y lubricada. Entre sus jadeos de ánimo, se cuerpo rendido al mío y su coñito completamente dispuesto a mí, la muy putilla era una delicia. Se notaba que follaba muy a menudo, que follaba con quien tuviese a mano, que se entregaba completamente al afortunado y que lo disfrutaba como un náufrago un trago de agua potable. Y la chinita se iba moviendo para seguir mis evoluciones en las intimidades de sus compañeras.

-¡Sigueeehhh...! ¡Ahhh, profeeehhh...! ¡Qué bieeeennnnn...!

Una mano en el hidropedal, otra en sus caderas. Tenía le piel extremadamente suave y las formas redondeadas. La niña era una delicia sexual, la niña lo sabía y la niña hacía muy buen uso de ello. Desde luego, mi polla estaba en su pequeño, húmedo y delicado paraíso dentro de aquel coñito.

-¡Dieciocho! ¡Diecinueve! ¡Veinte! ¡Cambio!

Me separé con algo de reluctancia de aquella pelirroja, una chica por la que juré que la disfrutaría con más atención en otro momento. Incluso su gemido de despedida fue tan excitante que mi polla se mantuvo bien erecta a pesar del contraste entre la calidez de la vagina con la fría agua del mar.

-¡Vamos, profe! -me urgió la siguiente.

Giré alrededor de la barca hasta mi siguiente parada. Se trataba de la hermanita, la chiquilla que follaba tíos de dos en dos.

-¡Fóllame el culo, rápido! -ordenó, más que pidió.

En cuanto me coloqué detrás de su cuerpo de caderas amplias, la niña me agarró la polla y la llevó hasta su agujero trasero sin dejarme mediar a mí para nada. Su ano se tragó mi glande con facilidad. Hasta Iris Yuan se sorprendió de cómo la niña recibía con evidente gusto por un agujero considerado tabú.

-¡AAAAHHHHH...!

-¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!

Tras el glande fue el resto de mi polla, deslizándose por el culo de Susanita como si aquel lugar fuera un túnel bien transitado. Abrazaba mi verga con cuidado, con calor húmedo, como dándome la bienvenida.

-¡Ahhh...! ¡Síhhh...! ¡Pellízcame las...! ¡Lassss...!

Haciendo equilibrios la cogí de una tetita. Aparté la tela y allí estaba el pezón, preparado para ser acariciado, tironeado, pellizcado o hasta mordido.

-¡Síiihhh...! ¡Mis tetaaaassss...!

-¡Diez, once, doce!

Aquel culito tragón quería polla. Exigía polla. La niña gemía como si estuviera todo el rato al borde del orgasmo.

-¡Más! ¡Deprisa! ¡Más! ¡Sí! ¡Sí! ¡SÍ! ¡SÍIIII...!

Incrementé las embestidas, aprovechando los últimos segundos en un esprint enloquecido que hizo temblar toda la embarcación, lo que significó las risas de las demás y gritos de ánimo. Me di cuenta de que la chinita, con mucha discreción, se estaba tocando el pubis por encima del bañador.

-¡Dame...! ¡Sigue! ¡Me voy a...! ¡Me voy aaahhh...!

-¡Dieciocho, diecinueve, veinte! ¡Cambio!

-¡NOOOOO! ¡HIJASDEPUTAAA!

-Lo siento... ahh... Susanita... -me disculpé al salir de su culito ansioso.

-¡Son las reglas! -dijeron las demás-. ¡La siguiente!

-¡Vamos, ahora yo! -pidió Paula, la última de la serie y la que más probabilidades tenía de acabar rellena de leche.

Y es que poco me faltaba para acabar dentro de alguna de las niñas. El frío del agua me bajaba la erección y hacía que durase más, pero estaba más que claro que mi polla quería descargar cuanto antes.

-Métemela donde sea -me ofreció-. ¡Me da igual! ¡Dame! ¡Dame! ¡Ohhhhhh...!

-¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!

Por el tacto el agraciado fue su coñito. La verdad es que ni miré donde entraba. Era la segunda vez que me follaba a aquella niña, la misma que se me había ofrecido como un caramelito y que me había prometido exclusividad. Si aquello era cierto -y no tenía motivos para pensar lo contrario- era todo un logro mantenerse abstemia entre tanta guarra ansiosa de sexo.

-¡Cinco, seis, siete!

-¡Síii...! ¡Mi profeehhh...! ¡¡Síiihhhh...!!

Me cogió una mano y se la llevó a las tetas. La niña no llevaba puesto el sujetador. Ni idea de dónde lo había puesto, pero iba con los pechitos al aire.

-¡Cógeme las tetas! ¡Ahhh...! ¡Magréamelas...! ¡Ohhhh...! ¡Hhhmmmmm...!

-¡Trece, catorce, quince!

Con cada empellón dentro de su coño abierto y deseoso, la niña movía las caderas adelante y atrás, incrementando el roce y haciendo que la experiencia fuese aún más deliciosa. Notaba mi polla acercándose a la meta poco a poco. Las tetitas de Paula se notaban deliciosas y me estaban entrando unas ganas terribles de correrme sobre ellas.

-¡Ahhh...! ¡Ohhh...! ¡Prooofeeeehhh...!

Casi llegaba, casi llegaba...

-¡Dieciocho! ¡Diecinueve! ¡Veinte! ¡Cambio!

-¡Joder! -me quejé.

-¡Cambio! ¡Cambio!

-¿¡A que jode!?

-¡Cambio! ¡Cambio!

-Putas de los cojones...

Me agarré al borde de la barca para ir girando. Increíble sorpresa encontrarme con Aitana de frente, acodada en el hidropedal, con las enormes tetas flotando como dos boyas, sonriente y con las piernas abiertas.

-Vamos, profe. ¡Dame lo mío! -y me retó-: ¡Hazme terminar!

De mil amores que me metí entre sus muslos, dejé que me abrazara con ellos y que mi polla se deslizara en su coño con ansia. Nuestras bocas se encontraron justo cuando mi polla tocó fondo dentro de ella.

-¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!

-¡Hmmmm...! ¡HHMMMM...!

Era difícil besarla, follarla y agarrarse a la barca, todo a la vez. Sus tetazas, atracción turística por la que habría que pagar sólo por verlas, hacían complicado el asunto. Pero ahí di el callo, metiendo y sacando polla, acompañando el movimiento con su propia pelvis y el oleaje.

-¡HMMMM...! ¡SÍIIHMMM...! ¡¡¡HMMMM!!!

Sus uñas se clavaron en mi espalda por un instante. Me mordió los labios. Me volvió a arañar. Las piernas me rodearon en una llave imposible de romper.

-¡Doce, trece, catorce!

-¡¡SÍIIIIHHH...!! ¡¡AAHHHH...!! ¡¡¡AAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH...!!!

Su coñito se contrajo con violencia, prácticamente atrapando mi verga dentro suyo mientras la rubia se corría. Sólo mis brazos nos sujetaban a la embarcación mientras la niña se dejaba llevar por el calambrazo del orgasmo.

-¡Dieciocho, diecinueve, veinte! ¡Vamos, cambio!

-¡Ahhhhhhhh...!

En lo que yo me apartaba -con reluctancia, desde luego-, Aitana empezó a hundirse. Iris estuvo pronta para agarrarla de los brazos -más bien de los sobacos, tocándole las tetazas de paso-, acunando la cabeza de la chica entre sus pequeños pechos. Mientras me movía un puesto para dar placer a la siguiente, vi como Aitana, semiinconsciente, besaba el cuello de la chinita y cómo ésta se ruborizaba hasta asemejarse a un tomate.

-¡A ver qué haces, cabronazo!

La siguiente volvía a ser Carola, la cual me miraba, culo en pompa, con enfado y suspicacia.

-Metértela, guapi -contesté con desenfado colocándome justo detrás de ella.

-Como vuelvas a encularme por sorpreeeehhhHHHHHH...

Mi polla entró por su coñito con mucha facilidad. Entró y salió como si lo hiciera a diario, con comodidad y un intenso placer.

-¡Uno, dos, tres!

-¡Ahhhh...! ¡Valeeehhh...! ¡Asíiiihhh...! ¡Síiihhh...!

-¿No... disfrutó... ahhhhh, joder... tu culo...?

-Calla... y fóooohhh... ¡fóllameeehh...!

La muy puta contraía su vagina en cada empellón, forzando el placer y regalándome una sesión de sexo experto. Gemía como una puta, follaba como una puta y disfrutaba como una puta. Gratis.

-¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez!

-¡HHMMMMM! ¡AHHHHH!

-¡Más rápidoohhHHH...! ¡OHHHHH...! ¡Llego! ¡Llego...!

Con el rabillo del ojo vi a la menor de las pelirrojas dándose el lote con Paula. Se movían como si una de sus manos trabajara en el chochito de la otra. Se besaban con fiereza, con ganas de terminar lo que yo había empezado. No querían esperar a que les tocase recibir polla de nuevo. Y, la verdad, era muy probable que no les llegara rabo.

-¡Más...! ¡Más...! ¡MÁS...! ¡MÁAAASSS...!

-¡Quince, dieciséis, diecisiete!

Creo que ya sólo contaba Leticia, expectante por finalizar la cuenta atrás para recibir su dosis de penetración. Yo notaba la mano de Carola estimularse el clítoris, frotarlo como si fuera la lámpara de Aladino y el genio fuera el tan deseado orgasmo.

-¡¡¡MÁAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH...!!!

-¡Dieciocho, diecinueve! ¡Veinte! ¡Vamos, yo! ¡Me toca!

Leticia prácticamente me arrastró fuera de una orgásmica Carola. Mi polla a puntito estuvo de derramar su leche en el coño de la morena, pero retrasó su explosión nada más salir a las frías aguas del Cantábrico. Me cogió la verga y se la metió dentro sin darme siquiera tiempo para afianzarme.

-¡Sí! ¡Ahí, joder! ¡Ahíiihhh...!

Más que follármela yo, la niña me daba culetazos mientras yo me sujetaba como podía. Apretaba las nalgas con maestría, follándose mi rabo sin permitirle escapar del todo, metiéndoselo entero de una vez y sacándolo casi hasta el final con una precisión que, si hubiera estado en aquel momento concentrado en alcanzar mi propio orgasmo, me habría dejado alucinado. Todas eran unas guarras expertas. Todas y cada una de ellas.

-¡AHHH...! ¡AAAHH...! ¡AAH...! ¡AAHH...! ¡AHH...!

Nadie contaba. Aitana se dejaba mecer en los brazos de la chinita mientras la niña aprovechaba y le sujetaba de las tetas. Carola sonreía con los ojos entrecerrados y asentía para sí, satisfecha de que los planes hubieran salido como ella deseaba. Y las otras dos niñas se morreaban con ganas, se pajeaban mutuamente con ganas y se corrían con ganas, cada una gritando en la boca de la otra. ¿Yo? Yo me dejaba hacer por Leticia. Su culo golpeaba contra mi pubis con fuerza a ritmo de 3 por 4. Y sí, ya llevábamos más de 20 segundos.

-¡SÍIIHHH...! ¡MECO...! ¡¡MECOHHH...!! ¡¡AAAAAAAAHHHHHHHHHHHH...!!

Se llevó una mano atrás, me cogió del cuello y se pegó a mí. Su coño se contraía y se relajaba a gran velocidad, tanto que ella misma se movía con espasmos a pesar de quedarse pegada a mí. Yo quería seguir, pero la muy puta no me dejaba. Mi polla lloraba por descargar y la pelirroja me lo impedía.

-¡Ohhh, síiihhh...! -gimió Leticia por fin-. Per... perfecto...

Entonces relajó las nalgas, relajó la presa que ejercía sobre mí y yo vi mi oportunidad de terminar por fin, de follarme su coño con las ganas del asno a quien le han estado poniendo la zanahoria a medio palmo fuera de su alcance. Me eché para atrás y...

… y la hija de puta aprovechó para golpearme una vez más con esas nalgas musculadas, alejándome de ella tanto q ue perdí mano y me alejé de la barca. Mi cabeza se sumergió bajo el agua y el repentino ahogo, mezclado con la sorpresa y la evidente erección que gastaba me impidieron hacer otra cosa que manotear como un gilipollas. Cuando logré salir a flote las seis niñas se estaban descojonando a rabiar.

-¿¡Seréis...!?

-¿Qué profe?

-¡JAJAJAJA!

-¡Japutas!

-¡Bienvenido al equipo, profe!

Conseguí coordinar brazos y piernas -mi erección ya era cosa del pasado, rendida por fin mi polla a lo inevitable- y acercarme nadando al hidropedal. En lo que yo conseguía tamaño logro, las chicas se subieron a la barca. Todavía riéndose de mí, se recolocaron los bañadores y una de ellas, creo que era Paula, agitaba mis bermudas.

-¡Muy graciosas!

-Venga profe, ¡no te enfades!

-¡Eso!

-Te has divertido, ¿no?

-Y se ha follado cinco coñitos...

-Bueno, ese encule a traición...

-¡Pues a mí me ha gustado...!

-Ya, hermanita, pero es que tú eres una guarra de campeonato.

-¡Guarra lo serás tú...!

-Y una puta, además.

-¡EHHH!

-¿Me echáis una mano, chicas?

Estaba cansado. Agotado, más bien. No tenía fuerzas para subir a mi embarcación. Las niñas abandonaron sus pullas y volvieron a reírse a mi costa. No recuerdo quién de ellas se apiadó y me ayudó. Seguía desnudo, jadeante y cabreado.

-Anda, que pobre cosita tiene entre las piernas, el profe...

-¡Quién lo diría!

-Toma, anda, el bañador...

-Se lo estás poniendo del revés, tonta.

-Tonta tu madre.

-No, ¡su madre una guarra!

-Idos a tomar por culo ya, joder... -protesté, acallando sus tonterías y haciendo que se volvieran a reír.

Me lo había pasado bien, después de todo. No me había corrido -se habían asegurado de ello, las muy zorras- pero había sido excitante, divertido y placentero. Cinco niñas a mi disposición, pensé mientras el cansancio ganaba puestos. Mi primera orgía había sido en el mar, había sido completamente involuntaria y había sido por completo memorable.

-¿Y esta noche? -preguntó una de ellas.

-Esta noche más y mejor -respondió otra.

Cerré los ojos y caí en la inconsciencia.