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Candela...y alguien mas.

en Trios

Os dejo el enlace al primer relato por si no lo habeis leido: https://www.todorelatos.com/relato/137199/

Amelia estaba sentada frente a la barra del pub que había visitado en los últimos días. A su lado, tenía a un apuesto chico llamado Marcos. Más o menos de su misma edad y muy encantador. Le hablaba de una pequeña anécdota que le ocurrió en Ibiza, cuando en una despedida de soltero, en vez de llamar a una stripper para el futuro casado, solicitaron los servicios de una prostituta. El hombre no dejaba de reírse mientras rememoraba como él y sus amigos echaban a suertes quien entraría a la habitación para explicarle a la mujer todo el malentendido. La chica asintió con una fingida sonrisa para después, terminar de beberse el Ginger Ale que había pedido. Ya iba por el segundo.

No tenía ni idea de por qué se había puesto a hablar con ese hombre. Lo vio tan solo como ella y pensó que sería divertido charlar un rato con él, pero esta no era la razón por la que había venido. La auténtica razón era pelirroja, provocativa y con los ojos más verdosos y bonitos que la creación jamás hubiera contemplado.

Hacía ya más de una semana que no veía a Candela desde aquel tórrido encuentro que vivieron. Ella le dijo que volverían a verse. Por eso, había estado viniendo cada noche al mismo local. Pero nunca la encontró. Por un lado, se sintió aliviada, pues no sabía si tendría la fuerza suficiente para afrontar el hecho de que le gustaban también las chicas. Pero, por otro, no dejaba de pensar en la misteriosa mujer que la había llevado a vivir la mejor noche de su vida. ¿Acaso no fue más una ilusión?, ¿un mero espejismo generado por su angustiosa imaginación? Seguía en esas pesquisas cuando Marcos le llamó la atención.

—Oye, ¿te encuentras bien?

Ella lo miró algo indecisa, sin saber realmente que decirle.

—No es nada —comentó al final—. Pensaba en otras cosas.

—¿Algo grave? —De repente, notó la mano del hombre sobre la suya.

Esto no era lo que esperaba. Notó la mirada ansiosa de Marcos sobre ella. Estaba claro que la deseaba, bueno, eso resultaba evidente desde el minuto uno, pero ahora, parecía que la quería con mayor fuerza.

—No te preocupes —le respondió con una forzada sonrisa.

Trató de retirar su mano, pero al verla, el hombre la atrapó con ayuda de las suyas. La aferró con fuerza e, incluso, tiró de ella. Pudo sentirlo más cerca y eso, la asustó un poco.

—Si quieres, podemos hablar de ello.

—De verdad, no hace falta —insistió Amelia.

—Tan solo digo, que si te apetece, podríamos ir a un lugar más tranquilo —le sugirió—. No vivo muy lejos y podemos ir en mi coche.

Quería soltarle la mano, pero al ser más fuerte, no podía. Se estaba empezando a preocupar. Quizás no había sido tan buena idea entablar conversación con el simpático chico, que más que simpático, le comenzaba a parecer perturbador.

La situación se volvía tensa por momentos y Amelia estaba por darle una fuerte guantada para que la soltase. Fue entonces, cuando una familiar voz la salvó de tan incómoda situación.

—Um, que sorpresa verte de nuevo por aquí.

Amelia y Marcos se volvieron. La chica se quedó petrificada. Delante, estaba Candela. No podía creer que estuviera allí, parecía como si se hubiera teletransportado a su lado por arte de magia. A pesar de eso, agradeció que hubiera hecho acto de presencia.

—¡Anda, Candela! —exclamó de forma muy forzada—. ¡Que sorpresa verte por aquí!

La pelirroja no se mostró ni contenta ni extrañada por la reacción de la chica. Simplemente, se mantuvo en su sitio. Mientras, Amelia continuaba con su teatrillo particular.

—Esta era la amiga que te comenté que estaba esperando —le contó a Marcos, quien miraba atónito la escena—. Se llama Candela.

—Encantado —dijo el hombre un poco entrecortado.

—Lo mismo digo —le respondió ella con su seductor encanto.

Marcos se hallaba perplejo ante semejante belleza. Apenas podía pestañear para no perder de vista tan magnética imagen. Amelia se dio cuenta al instante.

—Bueno, pues me temo que nosotras nos vamos ya —habló a la velocidad del rayo—. Tenemos que ir a otro sitio y nos corre la prisa, ¿verdad, Candi?

Ahora fue la recién llegada la que se volvió con sorpresa, aunque en su rostro no se reflejase esto. Más bien, seguía igual, tan relajada y confiada como de costumbre.

—¿Por qué? —preguntó en ese mismo instante.

Amelia quedó descolocada. No era lo que esperaba que su reencontrada “amiga” hiciera.

—Pues porque tenemos prisa —le dijo, intentando convencerla.

—Yo no tengo ninguna —contestó Candi risueña—. De hecho, me interesa conocer mejor a este apuesto chaval que acabas de presentarnos.

La mirada que le lanzó a Marcos casi lo hacía derretirse. Él se mostró un poco intimidado ante la poderosa presencia de la mujer, pero no dudó en sonreírle con gentileza al sentirse aludido.

—Bueno, no sabía que Amelia tuviera una amiga tan deslumbrante y encantadora.

—¡Vaya, que buen caballero con el que hemos topado! —exclamó la pelirroja muy alegre y divertida—. Me cae muy bien.

A Amelia estaba a punto de darle algo. No era esto lo que ella esperaba.

—¿Por qué no se viene con nosotras? —La pregunta no podía sonar más inoportuna.

—¿Puedo ir? —preguntó Marcos muy esperanzado.

Tanto hombre como mujer posaron sus miradas en Amelia quien, a esas alturas, ya tan solo deseaba que la tierra se la tragase. No comprendía lo que estaba pasando o, por lo menos, aun trataba de asimilarlo, pues era incapaz de creer que Candela hubiera decidido a algo así. Al final, haciendo acopio de la mayor fuerza de voluntad posible, accedió.

—Sí, claro. Que se venga.

El rostro de Marcos se iluminó con una más que satisfecha sonrisa. Mientras, Amelia miró a Candela y notó una malévola mueca en su cara que señalaba que ya estaba jugando a algo sucio. No entendía que se podría tratar, pero desde luego, seguro que no iba a salir bien parada. O al menos, no como esperaba.

Ya fuera, Marcos les sugirió ir en su coche, pero Candela le dijo que iban a su casa, que no estaba muy lejos. El hombre, al oír esto, se mostró mucho más entusiasmado. Amelia, por el contrario, no podía sentirse más fastidiada.

Llegaron al piso y entraron entre risas, por lo menos, Candela y Marcos. Amelia prefería permanecer en silencio. Ya una vez llegaron al salón comedor, la pelirroja no dudó en mostrar sus grandes dotes de anfitriona.

—Quedaos aquí, voy a por la botella y unas copas.

La chica, llena de una rabia interior que no dejaba de acrecentarse, la siguió:

—Espera, que voy a ayudarte —dijo.

Ya en la cocina, Amelia decidió confrontar a la pelirroja sobre todo este asunto en el que se andaban metiendo, aunque temía su reacción.

—Oye, ¿se puede saber de qué vas? —le preguntó algo agresiva.

Se encontraba muy cerca de ella. Podía notar la expresión de su rostro, serio y distendido, al tiempo que aquellos ojos volvían a mirarla, ese par de verdosos orbes que lograron hipnotizarla aquella noche donde todo cambió.

—No sé, vi al pobre muchacho tan solo que no quería dejarlo ahí tirado —comentó de forma caprichosa y lastimera.

Sabía que solo jugaba con ella. Era evidente que los habría visto desde hace rato y que sabía de las auténticas intenciones de Marcos, pero eso parecía darle lo mismo. Tan solo pretendía jugar con ella y tenía claro que no iba a caer, no esta vez.

—Como quieras, pero tras una copa, cada mochuelo a su nido —le dejó bien claro.

Candi tan solo se limitó a sonreírle con su habitual encanto, lo cual la irritó hasta límites desbordantes.

Regresaron al comedor, donde Marcos se encontraba sentado en uno de los sofás, todo ello, mientras miraba lo que había a su alrededor.

—Tienes un piso muy bonito —señaló con cierta reserva.

—Muchas gracias —Candela se mostraba muy complacida por las palabras del hombre—. Yo me ocupé de todo. Muebles, paredes, el suelo. Me encargué de hasta el último detalle.

—¿Y eso? —Se notaba que se encontraba fascinado con lo que la mujer le contaba.

—Bueno, es fácil hacerlo cuando te dedicas a decorar el interior de las casas de otros —le explicó ella con suma facilidad—. Conozco a los proveedores, lo que cuesta todo, quien me lo va a traer y el tiempo de llegada. Ventajas de trabajo.

Mientras conversaban, Amelia sirvió las copas y se limitó a escuchar. Le sorprendió lo fácil que Candela había logrado tomar el control de la escena sin más. Tenía a Marcos comiendo de la palma de su mano, atendiendo con atención a todo lo que ella decía. Y no solo lo conseguía con su gran belleza. Eso ayudaba, desde luego, pero había más. Su actitud encantadora, su forma de hablar enérgica, su presencia firme y segura, su decidida elocuencia. Todos estos elementos la convertían en una mujer carismática y atrayente que lograba captar la atención de todo el mundo. Algo que Amelia envidiaba con ganas.

—Y dime Marcos, ¿cómo os habéis conocido vosotros dos? —preguntó, llena de curiosidad, Candela.

Esa pregunta puso más tensa a la chica. Miró al hombre, quien permaneció en silencio, pensativo por unos instantes. Luego, respondió:

—Pues estaba tomándome una copa en la barra del pub cuando la vi sentada a mi lado —rememoraba con detalle—. La vi tan sola que pensé que no estaría con nadie, así que decidí acercarme y entablar conversación.

Amelia alucinó ante lo que acababa de decir. ¿¡Cómo podía llegar a ser tan mentiroso?! Se notaba a la legua que lo hacía para parecer todo un galán. Si pensaba que de esa manera lograría impresionar a Candela, la llevaba clara.

—Ah, que romántico —suspiró la pelirroja—. Así es como muchas parejas se conocen, ¿sabéis?

Un repentino escalofrío atravesó a Amelia. No era tanto porque Candela insinuase tanto que ella y Marcos fueran a acabar juntos como que fuese en verdad…. La mirada penetrante de la mujer, posada en la chica mientras decía esto, se lo dejaba claro.

Algo tramaba la malévola Candi, de eso estaba más que segura. No podía saber de qué se trataba, aunque algo intuía y, si era lo que suponía, le aterrorizaba solo de imaginar que pudiera llevarlo a cabo. Lo percibía por la forma en la que miraba a ella y a Marcos.

—Bueno, se está muy bien aquí —comentó muy relajada—, pero, ¿¡cuando comenzamos el trio?!

Amelia casi tiró el vaso de su mano y Marcos dio un respingo de su asiento. Quien sí se mantuvo calmada fue Candela. Ella no cambió la sonriente expresión que tenía en su rostro. Parecía estar pasándolo en grande con tan inesperado y descacharrante momento. Se notaba, además, que no podría contener sus ganas de reír por más tiempo.

—¿Que? ¿No pensáis decir algo? —preguntó ansiosa.

Desde luego, ninguno de los invitados aparentaba estar dispuesto a hablar. De hecho, Amelia se sentía bloqueada por completo, todavía incapaz de creer lo que la pelirroja pretendía. Por eso, fue Marcos quien habló al final.

—Vaya, esto sí que no me lo esperaba —comentó algo confuso el hombre para ocultar su estupefacción—. ¡Aunque reconozco que me has pillado con la guardia baja!

—¿No es esa la razón por la que te hemos traído hasta aquí? —dijo muy encantadora Candela. Luego, se volvió a Amelia—. Vamos, al menos eso es de lo que hemos estado hablando en la cocina.

A la chica se le erizó el pelo al escuchar esas palabras.

—No…no creo haber dicho algo así —intentó excusarse, pero sabía que era imposible. Estaba entre la espada y la pared.

—Venga, no seas tan tímida —le habló muy alegre la pelirroja—. ¡Si me dijiste allí dentro que te parecía muy atractivo!

Esas palabras acrecentaron el deseo en Marcos, quien miraba alucinado la conversación entre ambas féminas.

—Bueno, no era lo que esperaba —dijo el hombre un poco nervioso—. O si, ¡qué coño!, pero es que no sé cómo vamos a comenzar. Resulta tan incómodo.

—No temas hombre, yo creo que podríamos empezar ya mismo.

El cuerpo entero se le revolvió a Amelia al escucharla. Incrédula, miraba a los otros dos, sin poder creer como se estaba desarrollando todo. Ella estaba sentada en un sofá. Marcos y Candela se habían sentado en el otro, cada uno en un extremo. La tensión se acrecentaba. Sabía que todo podría empezar en cualquier momento. Y así fue.

El hombre se levantó sin ningún tapujo y se acercó hacia Candi. Enseguida se inclinó para pegar sus morros contra los de la pelirroja cuando esta lo apartó con una mano.

—¿¡Pero que haces?! —preguntó estupefacta.

Marcos se sorprendió con la inesperada reacción. Por lo visto, no era lo que preveía. Él suponía que ella le comería la boca con gula y que se dejaría meter mano con suma facilidad.

—Has dicho que podíamos empezar ya mismo —dijo algo tenso—. ¿Qué he hecho mal?

—A la que tienes que besar es a ella, no a mí —contestó Candela mientras señalaba a Amelia—. Yo soy lesbiana, tío.

Aquella inesperada revelación pilló por sorpresa a los otros dos. Bueno, a Marcos le sorprendió lo de que Candela fuera lesbiana. Lo que sí que no gustó a Amelia, fue enterarse de que la quería enrollar con el hombre. Eso sí que de verdad la enojó.

—Joder tía, no tenía ni idea de que fueses lesbiana —decía el hombre aún alucinando—. ¿Y cómo pretendes que hagamos un trio?

—Déjame a mí —le aseguró la pelirroja—. Sé cómo organizarnos.

Ya tuvo suficiente. Amelia no estaba dispuesta a participar en esta comedia por más tiempo. Sin dudarlo, se levantó, dispuesta para irse.

—Gracias por todo, pero yo me marcho —les anunció sin miramientos.

Estaba justo a punto de iniciar la marcha cuando Candela se colocó a su lado. Sin ningún disimulo, la pelirroja la rodeó con un brazo por la cintura para, a continuación, atraerla más a ella. De nuevo, esa impulsividad tan grande regresaba. La diferencia era que si con Marcos la detestaba, con Candi era un deseo irrefrenable.

—Tú no te vas —le dejó bien claro al mirarla con esos ojazos verdes—. Tú te quedas.

Fue como si se lo acabaran de programar en su cerebro. Se sentó de nuevo en el sofá y Candela se colocó en su lado derecho. Después, sin dudarlo, la besó en la boca. Amelia aun desconocía que era lo que esa mujer tenía para doblegar su voluntad con tanta facilidad. O bueno, sí que lo sabía. Candi le gustaba mucho, demasiado. No había más que decir más.

Sin más oposición que ejercer, la chica se entregó a su amante y continuaron besándose con lujuria. Volver a sentir esos labios tan añorados le encantaba. Era un reencuentro que había deseado con ganas y por fin se había cumplido. Entonces, sintió como unas manos ajenas comenzaban a acariciar su cuerpo y como unos labios la besaban en el cuello.

Al abrir los ojos, vio como Marcos se sentaba en su lado izquierdo y estaba comenzando a tocarla. No le agradó demasiado que el hombre se entrometiese en su ansiado encuentro con Candi.

—Anda, ¿por qué no le das un poco de cariño a él también? —le sugirió la pelirroja.

Haciéndole caso, se volvió y besó a Marcos en la boca. A diferencia de la mujer, él la recibió con mayor agresividad. Le mordió en los labios e introdujo su lengua sin ningún pudor en su boca. No le gustaba demasiado esa impulsividad, aunque debía reconocer que era un contraste muy interesante comparado con la suavidad de Candela. Ella, mientras tanto, lamía su cuello, dejando un pegajoso calor impregnado en su piel.

Los tres amantes se entregaron con pasión. Amelia iba de una boca a otra, lamiendo y succionando, mientras que sus manos seguían aferradas al cuerpo de la ardiente mujer que tanto le atraía. Ella tampoco se quedaba atrás y le tocaba toda su anatomía, desde los hombros, pasando por las tetas hasta llegar a las piernas. Marcos, un poco más apartado, le apretaba sus prietas nalgas y a veces, abarcaba sus caderas.

La situación estaba ardiente y, más se puso, cuando Candela comenzó a bajar los tirantes del vestido verde que Amelia llevaba. Bajó la prenda hasta la altura de la barriga y dejó al descubierto los medianos pechos de la joven. Ella se alteró un poco ante la inesperada acción y más aumentó al notar como Marcos y la pelirroja se miraban. Fue solo un momento, pero pudo ver como los dos parecían estar entendiéndose con sus miradas. Sin más miramientos, cada uno se lanzó a por cada pecho de la chica.

Amelia suspiró al sentir como devoraban sus tetas. Miraba a esas dos cabezas inclinadas sobre su torso y contemplaba extasiada como lamían y chupaban sus rosados pezones. Las sensaciones eran increíbles. Desde luego, nunca esperó en su vida llegar a vivir algo así. Un trío siempre fue lo último que creyó que acabaría haciendo. Dejó que siguieran a su aire, disfrutando de cómo sus cálidas bocas y pegajosas lenguas masajeaban sus pechos. Entonces, vio como Candi se apartaba.

—Voy a bajarte las braguitas —le dijo de forma pícara.

De esa manera, le levantó la falda del vestido y le quitó las braguitas negras que llevaba puestas. Se sintió algo vulnerable ante esto y más cuando notó como Marcos acariciaba sus piernas.

—Enséñanos tu precioso coñito, querida —le pidió Candi.

A ella no podía resistirse. Abrió sus piernas y obsequió a los allí presentes con una hermosa visión de lo que allí ocultaba.

—¿Te gusta? —preguntó Candela a Marcos.

—Jo, es muy bonito —suspiró él.

El hombre recorrió la cara interna del muslo izquierdo de Amelia hasta llegar a su ingle. Desde ahí, deslizó sus dedos hasta la húmeda rajita. La chica se estremeció al notar el suave tacto sobre su sexo y no tardó en gemir cuando percibió las falanges de Candela también. Entre ambos, comenzaron a hurgar en el coñito mojado.

—Relájate y disfruta —le dijo Candela al oído antes de darle un pequeño mordisco.

La pelirroja abrió los labios mayores de la vagina y los dedos de Marcos se enterraron en ella. Sentir el índice y corazón adentrándose por su ajustado conducto fue algo increíble y todo se intensificó más al empezar Candela a masajear su clítoris. La chica comenzó a gritar, gozando como nunca de toda la atención recibida.

El hombre y la mujer lesbiana se volvieron a centrar en los pechos de Amelia, al tiempo que masturbaban su sexo. Él inicio un movimiento de mete saca y ella no cesaba de masajear la prominente carnosidad con sus yemas. La chica ya estaba a punto de venirse, pues la continua estimulación la llevaban al borde mismo del orgasmo. Y así pasó.

Emitió un fuerte grito al tiempo que todo su cuerpo se tensaba. Su vagina sufrió fuertes contracciones que parecían querer succionar los dedos de Marcos. Varios espasmos recorrieron todo su ser y percibió un fuerte estallido de humedad en su sexo. Una vez el orgasmo había tenido lugar, Amelia se desplomó sobre el sofá, exhausta tras haber llegado al éxtasis. Candela se incorporó y le dio un suave beso que ella aceptó con agrado. El hombre también le dio uno y se le devolvió la gentileza.

Permanecieron allí sentados por un momento hasta que Candi volvió a hablar.

—Bueno, ¿llevamos la acción al dormitorio?

En ese punto ya no hubo mayor oposición y fueron a la habitación.

Una vez allí, Candela despojó de su vestido a Amelia y la hizo recostarse bocarriba sobre la cama. Acto seguido, ella también se quitó el suyo (de color azul oscuro esta vez). Marcos, justo a su lado, abrió sus ojos de par en par al contemplar el espectacular físico de la pelirroja. Tras esto, la mujer se colocó sobre la chica y comenzó a besarla. Las dos se comían la boca con desesperación y se acariciaban con ganas, como si añorasen el calor y la presencia de la otra. Como si lo necesitasen. Mientras, el hombre ya se había bajado los pantalones y se estaba pajeando con tan excitante escena. Cuando Candi se dio cuenta de ello, no dudó en llamarle la atención:

—¿Te piensas quedar ahí haciéndote una paja o vas a unirte?

Al escucharla, Marcos se terminó de desnudar y fue rumbo a la cama.

—Oye, antes de nada, ponte un condón —le avisó la mujer—. Ni se te ocurra hacerlo a pelo.

El hombre asintió algo impactado y sacó un condón de su pantalón. Se lo colocó sobre su polla y fue hacia donde estaban ellas.

Una vez allí, Candela se apartó y miró a sus dos acompañantes. Estaba claro que la pelirroja se hallaba preparando todo para organizarse.

—Bien, Amelia, tu quédate ahí acostada. Quizás, deberías echarte un poco más atrás, pero eso es todo —comenzó a decir—. Marcos, tú te pondrás entre sus piernas para penetrarla. Yo me colocaré encima de su cabeza.

Eso fue lo que hizo. Amelia se sentía un poco intimidada por la situación. Vio como Candi se colocaba encima, poniéndose justo sobre su cabeza. Podía ver todo su cuerpo, tan imponente como lustroso.

—¿Estás bien? —le preguntó.

—No te preocupes —respondió ella.

Una tierna sonrisa iluminó el rostro de Candela. Pese a ser muy díscola y caliente, en el fondo, se preocupaba por ella. Miró más arriba y pudo ver su espléndido coño, ya húmedo. Eso la hizo vibrar de forma especial. Sin pensarlo por más tiempo, comenzó a devorarle con un ímpetu casi inhumano.

—Así, mi querida Amelie —dijo entre gemidos—. Cómeme toda.

Al tiempo que Amelia pasaba su lengua por la mojada raja, escuchando los intensos gritos que provocaba en Candela, pudo notar como alguien la agarraba con firmeza de sus piernas. Tembló un poco y, más lo hizo, cuando sintió como era penetrada. Marcos se preparaba para follarla y eso provocó una reacción inicial de rechazo, pero la gentil mano de Candi acarició su pelo para calmarla. Respiró algo inquieta al notar como el hombre entraba dentro de ella, aunque mantuvo la calma.

—Oye, cuidadito con esas manos —le advirtió la mujer—. Como me toques, te mato.

El hombre no dijo nada y siguió penetrando a Amelia. Ella prefirió ignorar esto y se centró en lamer el coño de Candela, quien parecía volverse loca gracias a su boca.

—Sí, eso es —le incitaba con ganas—. ¡No pares!

Su lengua recorría la rajita desde el clítoris hasta llegar a la entrada de su ano. Los fluidos vaginales se derramaban hasta su boca y los saboreaba con ganas. Al mismo tiempo, comenzó a sentir las fuertes estocadas de Marcos en su vagina. El hombre comenzó de forma lenta, pero no tardó en ir acelerando el ritmo. La tenía bien cogida de las piernas y cada empellón hacia que sus medianos pechos se moviesen. Pese a no agradarle que el hombre se la estuviera follando, lo cierta era que no lo hacía mal y le estaba gustando. Llevó su mano hasta las preciosas tetas de Candela y las agarró con ganas. De esa manera, se dejó llevar por el placer.

—Joder, ¡qué maravilla! —gemía Marcos al tiempo que se follaba a la chica.

Los tres individuos se habían convertido en una sola entidad. Unidos por Amelia, disfrutaban del placer proporcionado. Sus gritos y suspiros daban buena cuenta de ello. Candela restregó su coño contra el rostro de la muchacha, quien abría al máximo su boca para beber del manantial que la deleitaba. Su cara estaba toda empapada por el gozo derramado. El hombre no cesó de martillear su miembro en aquel recogido conducto.

—¡Oh si, Amelia! ¡Me corro! —le anunció Candela.

Y eso fue lo que ocurrió. La pelirroja tuvo un tremendo orgasmo que la llevó a expulsar bastante líquido sobre la muchacha y ella, al notar la venida de su compañera, también lo hizo. Fuertes contracciones de su coño, atrapando la polla del hombre que se la follaba, indicaban el gran placer que la atravesaba.

Cuando todo terminó, ambas quedaron derrengadas, sin apenas fuerzas, aunque Candi no tardó en recuperarse. Mientras, Marcos seguía follándose a Amelia sin parar.

—Detente —le dijo la mujer.

El hombre detuvo su trabajo, sorprendido ante lo que le acababan  de decir.

—Pero, es que yo no me he corrido todavía —inquirió algo disgustado.

Candi se dio la vuelta y le lanzó una recelosa mirada.

—Tranquilo hombre, pronto te correrás —le comentó con un tono un poco sarcástico—. Pero es que quiero que sea de otra manera.

Marcos se la quedó mirando extrañado. La pelirroja se fue de la cama, dejando allí a Amelia, todavía acostada. Su cara brillaba bajo la luz al estar manchada de su flujo vaginal. Ella se incorporó un poco y preguntó que a donde iría.

—Enseguida vuelvo —les dijo a los dos—. No os divirtáis sin mí.

Los dos se miraron sin saber que decirse. Pero Marcos lo tuvo bien claro. Se acostó al lado de Amelia y le sonrió con un encanto un tanto chafardero.

—Tu amiga es bastante rara —habló como si quisiera mantener una conversación que ella no deseaba.

—Un poco —respondió.

—Ya os habíais liado, por lo que veo —indicó con bastante interés—. ¿Seguro que no le van los tíos?

—Ya la oíste antes —le encaró ella—. Es evidente que no.

—Menos mal que a ti sí.

De repente, le dio un beso. Quiso apartarse, pero el tipo se apretó con bastante oportunismo. Pudo sentir sus labios oprimiendo los suyos y como sus brazos la rodeaban, aprisionándola sin piedad. No opuso demasiada resistencia y se dejó llevar. Puede que el hombre fuese un aprovechado, pero no podía negar que la había follado bastante bien y además, besaba de manera estupenda. No llegaba al nivel de Candela, pero se defendía. Estuvieron así por un momento hasta que la voz de la mujer los interrumpió.

—No se os puede dejar solos ni por un segundo —dijo algo sarcástica.

Cuando se volvieron, se quedaron sin palabras. Allí estaba Candela, desnuda, excepto por un consolador rosa que estaba atado con un arnés a su entrepierna, envolviendo su culo por atrás. Era un strap-on. Tanto Amelia como Marcos abrieron sus bocas incrédulos.

—¿Eso no será para mí? —preguntó el hombre perplejo.

Candela no pudo evitar echarse a reír.

—Descuida hombre —le comentó despreocupada—. No me van esos rollitos raros con tíos.

Amelia supo para quien era eso. Para ella. Candi se la iba a follar como Marcos había hecho antes. Iba a ser un curioso contraste e incluso se preguntó cuál de los dos lo haría mejor.

—Bueno, vamos a ver cómo sigue esto —observó la pelirroja—. Bien, Amelia tu ponte a cuatro patas y tú, Marcos, te recuestas justo delante de ella. Así te podrá chupar la polla.

Así hicieron. Marcos se sentó, echando su espalda contra el respaldo de la cama. Mientras, Amelia se ponía a cuatro patas, gateando hasta colocarse justo frente al hombre. Se miraron, muy raros. No sabían que hacer. Candi, mientras, se colocaba tras la chica.

—Venga, Amelie —la llamó—. Empieza a chupársela.

Miró hacia el duro miembro. Ahora no llevaba puesto el condón, pudiendo verlo en todo su natural esplendor. Era de tamaño mediano y ancho, pero sin llegar a ser muy gordo. Alzó sus ojos hacia Marcos, quien la observaba impaciente. Sin pensarlo por más tiempo, engulló el glande.

—¡Oh, sí! —gimió lleno de gusto.

—Eso es —dijo Candela desde atrás—. Cómele la pollita.

La chica no cesó de lamer y chupar el duro pene, sintiendo su intenso y salado sabor. La fragancia que le llegaba le parecía fuerte y embriagadora. A la vez, sintió como su coño se abría para dejar pasar algo largo y duro. Sabía de qué se trataba, la polla de plástico que Candela llevaba puesta. Esta se fue adentrando en su interior hasta que la tuvo por completo bien metida.

—¿Te molesta? —preguntó.

Amelia se sacó la polla de la boca, dejando caer varios hilos de saliva, y le contestó:

—No.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios de la pelirroja. Animada por esto, la agarró de la cintura y empezó a follársela.

De esa manera, los tres volvieron a entregarse al frenesí sexual. Amelia chupaba con decisión, lamiendo el largo miembro antes de engullirlo y darle una buena chupada. Marcos gozaba como nunca, cerrando sus ojos y suspirando como un loco. Candela no cesaba de empujar, clavando la polla de plástico que llevaba atada hasta lo más profundo de la chica. Para ella, el contraste con un pene de verdad era más que evidente. Notaba una mayor rigidez frente a la natural carnosidad de una autentica, que se acoplaba a la perfección al interior del conducto. Pero no importaba tanto lo verdadera que fuese como su uso y Candi lo estaba haciendo fenomenal. Pese a que Marcos lo había hecho bien, tenía que reconocer que era un poco brusco. Sin embargo, la pelirroja sí que sabía mantener bien el ritmo. Embestía con fuerza, pero manteniendo un movimiento constante, sin altibajos, lo cual le proporcionaba un placer más continuado.

—Eso es, no pares —decía el hombre.

Amelia agarró la polla por su base y comenzó a masturbarlo. Al mismo tiempo, Candela se inclinó sobre ella. Notó el peso de su cuerpo a la vez que sus tetas se aplastaban contra su espalda. Sus pezones parecían querer rajar su piel. Esto la obligó a recostarse un poco más, sosteniendo el miembro con su mano. De ahí, la pelirroja comenzó a penetrarla de manera mas profunda. También sintió como una mano de Candi se colaba por su entrepierna y le masturbaba el clítoris.

—¡Oh, joder! —gimió al sentir ese dulce frotamiento.

Sabía que se iba a correr de un momento a otro. Toda esa estimulación la estaba volviendo loca. No era la única. Marcos también estaba a punto. La chica pajeó su pene con soltura y lo lamió con ansia, dejándolo bien lubricado. Luego, lo engulló por completo, haciendo que el hombre emitiese un fuerte gemido.

Candela se incorporó para estar de nuevo en posición erecta y continuar follándose a la chica con intensidad. Empujaba con ganas, haciendo que Amelia se estremeciese con cada arremetida. Estaba a punto de caramelo.

Los tres siguieron hasta que Amelia no pudo aguantar más y se vino. Todo su cuerpo convulsionó a la vez que su coño se contraía, atrapando aun más el strap-on de Candela. Ella contempló maravillada como su querida se venía y continuó empujando con ganas, aunque sin llegar a lastimarla. A la vez, Marcos también se corrió, incapaz de poder resistir la tremenda mamada que le hacía la chica.

—¡Si, si, si! —exclamaba el hombre descontrolado mientras eyaculaba.

La corrida inundó la boca de Amelia, pero ella se lo tragó todo sin rechistar. Cuando todo terminó, se sacó la polla, limpiándola del poco semen que quedase y cayó desplomada sobre la cama. Marcos emitió un fuerte suspiro, lleno de satisfacción.

—Bueno, parece que todos hemos quedado al final satisfechos —concluyo Candi divertida.

Tras decir esto, retiró el pene de plástico del interior de Amelia. La chica notó como lo hizo poco a poco, sin ninguna prisa. Cuando ya por fin se lo sacó, sintió su coño bien abierto y vacío. De repente, deseó volver a tenerlo dentro. Acto seguido, se recostó de lado, justo a la derecha de Marcos.

—Creo que voy a ir al baño —comentó este y se levantó.

Mientras, Candela se quitó el strap-on. El consolador estaba lleno de los fluidos vaginales de Amelia, dándole un brillo rosado muy bonito. Tras quitárselo, la pelirroja lo tiró al suelo, donde primero pilló. Luego, se acostó frente a ella, acercando su cara mucho a la suya, casi rozándola.

—¿Te ha gustado? —le preguntó.

—Si —contestó la chica—. Y no me puedo creer que hayas sido capaz de engatusar a este tío para hacer un trio.

—Bueno, te vi muy animada con el chaval, así que no quería quitarte el gusto —le comentó animada—. Además, necesitaba ponerte en contraste para ver con que disfrutaba más.

Cuando escuchó esto, Amelia quedó muy extrañada.

—¿A qué te refieres?

Candi se mostró muy enigmática. Casi pareciera que sus ojos verdes resplandecían para aumentar el misterio del que hablaba.

—Bueno, como te vi con Marcos hablando, supuse que si te seguían interesando los chicos. Entonces, tendría que comprobar si te gustaba más estar con ellos o conmigo.

Aquellas palabras dejaron atónita a Amelia.

—Pero Candela, si he estado cada noche desde que nos vimos yendo al mismo local —respondió deprisa—. Lo de Marcos fue algo incidental, te aseguro que no tenía intención alguna de liarme con él. —Su tono de voz se volvió más afligido conforme hablaba— Te juro que no era él quien me interesaba.

Viendo que se estaba poniendo más triste, Candela la cogió del mentón y la miró de forma clara.

—Tranquila, sé que no te interesaba ese chaval. Te notaba muy incómoda —le aseguró—. Pero quería ponerte en situación y saber que te gustaría más.

—¿En serio?

—Si —La mujer no podría mostrarse más decidida y firme en sus palabras. Por eso, la admiraba tanto—. Así que ahí va la pregunta, ¿qué te ha gustado más, follar con una polla de verdad o con una de plástico?

La cuestión se las traía. De buenas a primeras, Amelia no supo que responder, pero sintiendo la apremiante mirada de la pelirroja, decidió contestar.

—No creo que sea una cuestión de qué me folle —fue su respuesta.

Candela se quedó extrañada.

—¿No? —se notaba que no era la contestación que esperaba—. Pues dime tú entonces cual es la diferencia. A mí me han follado con una de plástico, nunca con una de verdad.

No pudo evitar reír ante la perplejidad de la lesbiana. Por una vez, era ella quien la dejaba confusa.

—Quiero decir que no es tanto que te folla sino como lo hacen —se explicó—. Es verdad que una polla de verdad es más natural, pero eso no significa que sea mejor. Lo que la hace especial, es quién la usa y cómo. Ahí, es donde entras tú.

No hizo falta decir más. Se besaron con unas ganas desesperadas, fundiendo sus bocas y enlazando sus lenguas en una húmeda unión. El beso fue profundo, largo e increíble. Amelia jamás había besado a nadie así y le encantaba.

—¿Estamos listos para el segundo round?

Las dos tuvieron que interrumpir su lujurioso morreo para atender al tercer integrante. Al volverse, vieron a Marcos en la entrada del baño, viéndolas con libidinosas ganas de más y la polla bien empinada. Se observaron sin saber que decirle.

—Quiero decir, quizás tú, Candi, te apetezca probar lo que es una buena polla —dijo mientras se acariciaba su endurecido miembro.

El gesto de desagrado en su rostro dejaba bien claro las ganas que tenía de que el tipo siguiera rondando por ahí.

—Mira tío, ha sido divertido lo que hemos hecho, pero creo que ya es hora de que te vayas.

El rostro de Marcos se contrajo al oír la frase que Candela acababa de soltarle.

—Pensé que querrías experimentar y todo eso.

—Descuida, que todo lo que necesito ya lo tengo aquí —le respondió ella mientras señalaba a Amelia—. No necesito que ningún machito me abra los ojos.

El hombre ya no sabía que decir o hacer. Sus reacciones y poses mostraban lo confuso que se hallaba. Amelia estaba por echarse a reír.

—Venga hombre, no te pongas así —le calmó la pelirroja—. Al menos te has podido tirar a la tía que pretendías ligarte. Porque créeme, ella no quería estar contigo.

Herido en su orgullo masculino, o al menos, eso denotaba su cabizbaja expresión, Marcos recogió su ropa y se la fue poniendo, todo ello bajo la atenta mirada de las dos mujeres. A veces, las ojeaba de soslayo y se mordía el labio, incapaz de poder soportar el hecho de que ese par de bellezas no lo quisieran ahí.

—Ha sido un placer —dijo tras ponerse la camiseta—. ¿Alguna vez volveremos a encontrarnos?

Aquella pregunta sonaba más que esperanzada, pero Candela no tardó en derribarla.

—No cuentes con ello —contestó escueta.

Tras escuchar su respuesta, el hombre salió de allí.

—Oye, cierra la puerta al marcharte —le avisó.

Un fuerte portazo anunció su marcha. Y el silencio volvió a reinar en el lugar.

—Pienso que has sido un poco durilla con él —dijo algo lastimosa Amelia.

—Si no lo soy, créeme, que no te los quitas de encima ni a tortas.

Se empezó a reír a carcajada limpia con aquella frase. Candela se la quedó mirando un tanto impactada. Parecía haberla dejado asustada. Poco a poco, Amelia se fue calmando y se dejó abrazar por la pelirroja.

—Entonces, ¿te gustan los hombres o las mujeres? —le preguntó Candi de repente.

—¿De verdad tengo que elegir? –se quejó como si fuese una niña pequeña que estuviera escogiendo entre dos sabores de helado que le encantasen.

Candela le sonrió con ternura.

—No, claro que no.

Se hizo un pequeño silencio. Amelia apoyó su cabeza en el pecho de la mujer y ella le acarició su pelo. Le gustó sentir aquel toque tan suave y cálido. Se notaba tranquila y feliz en esa situación.

—Me gustan los hombres y nunca me he sentido atraída por una mujer —dijo de forma repentina. Alzó su cabeza y la miró—. Pero tú lo has cambiado todo. Ahora ya nada me parece igual. Y en cuanto a escoger, no quiero hacerlo porque ya he tomado mi decisión: te quiero a ti.

Candi se revolvió un poco ante aquella declaración. No borró su sonrisa del rostro y le dio un suave piquito a la chica.

—Pues me alegro de que hayas tomado la elección adecuada.

Amelia también iluminó su cara con una sonrisa, llena de felicidad y amor.

—¿Tienes ganas de más acción? —le preguntó Candela.

—No, lo que quiero es descansar —contestó la chica.

—Buena idea —coincidió la pelirroja—. La verdad es que yo también estoy agotada tras tanto ejercicio sexual.

Se besaron de nuevo y a continuación, apagaron las luces del cuarto para dormir. Abrazadas, dejaron que el sueño las invadiese, felices porque por fin estaban juntas.

—Dulces sueños, querida Amelie —dijo una.

—Lo mismo a ti, Candi —dijo la otra.

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Amelia despertó a la mañana siguiente. A su lado, iluminada bajo la intensa luz del Sol mañanero, encontró dormitando a una preciosa Candela. La acarició un poco y vio cómo se revolvía, deleitándola con la hermosa visión de su cuerpazo.

Sus grandes tetas, su piel morena, esos carnosos labios, su largo y rizado pelo rojo. Candi era toda una preciosidad. Y de repente, para completar tan armonioso y bello cuadro, abrió sus ojos, dejando que un resplandeciente brillo verde inundase todo.

—¿Te marchas? –fue lo que le preguntó.

Aquella cuestión le hizo recordar la mañana siguiente tras su primer encuentro. La misma escena, pero esta vez, las cosas serían muy diferentes.

—Me temo que no —contestó sonriente—. He decidido quedarme para fastidiarte más rato.

—Me gusta que me fastidies —comentó divertida la pelirroja.

Las dos se echaron a reír y luego, se dieron un dulce y apasionado beso.

—¿Nos damos una ducha? —le sugirió Candela.

—Vale, tengo ganas de estar limpita.

—Yo también quiero, aunque no creo que tardemos en volver a ensuciarnos de nuevo.

Divertidas como estaban, se levantaron y pusieron pie hacia el baño. Una vez bajo el cálido chorro, volvieron a dar rienda suelta a su pasión. Mientras Amelia estaba apoyada en una esquían de pie con sus piernas abiertas y Candela e comía su coño de rodillas, la chica no pudo evitar pensar en cómo había cambiado su vida. Miró ese par de ojos verdes que la hechizaron aquella noche.

—¡Oh, Candi! —gritó mientras se corría.

Y no sería la última vez. Más bien, iba a ser la primera de un buen puñado.

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Ya que has llegado hasta aquí, me gustaría pedirte algo. No una rosa o dinero (aunque si de esto ultimo te sobra, un poquito no me vendría mal), tampoco un beso o tu número de teléfono. Lo unico que solicito de ti, querido lector, es un comentario. No hay mayor alegría para un escritor que descubrir si el relato que ha escrito le ha gustado a sus lectores, asi que escribe uno. Es gratis, no perjudica a la salud y le darás una alegría a este menda. Un saludo, un fuerte abrazo y mis mas sinceras gracias por llegar hasta aquí. Nos vemos en la siguiente historia.

Lord Tyrannus.