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Te deseo

en Amor filial

Lo vio salir de la ducha y, como en más de una ocasión, quedó maravillada. Pudo atisbar su cuerpo bien formado y endurecido, perlado por gotas del agua que recién le había caído por encima. Lo vio girarse, permitiéndole observar ese prieto culito que tan loca la volvía y, cuando se dio la vuelta, pudo observar ese torso tan bien formado que poseía. No pudo contemplar su polla, pues ya había ocultado su entrepierna con la toalla, que enrolló en torno a su cintura. Salió del baño y la saludó como hacía cada día. Al notar esto, se estremeció un poco y se retiró a su cuarto.

Mónica había estado observando a su hermano bañarse. Se había dejado la puerta un poco entreabierta y, aunque podría haberla cerrado, siempre la dejaba así, pues había confianza entre todos en aquella casa. Pero eso, había provocado que su propia hermana se calentase hasta límites insospechados.

Encerrada en su habitación, Mónica no podía creer que se hubiera puesto cachonda con su propio hermano menor. Era algo que simplemente no podía concebir. Sin embargo, así había sido, lo deseaba. Ya no era un niñito, sino un atractivo hombre de cuerpo fornido y poderoso que la volvía loca. Se había masturbado cientos de veces soñando con él y ahora, tendría que volver a hacerlo.

Ya no podía seguir con aquello. Tenía que hacerlo suyo, aunque fuera una vez. Sabía que estaba mal, que no podía pensar en algo así, pero de seguir de este modo, acabaría volviéndose loca. Y ya tenía en mente el plan para ello.

Despertó, encontrándose todo a oscuras. Alex se sentía algo confuso y fatigado. Lo último que recordaba era que se había tomado un vaso de leche antes de irse a dormir y, tras esto, se empezó a notar bastante cansado, siendo su hermana mayor Mónica quien lo llevó a su cuarto. Le dijo que lo iba a poner cómodo y que se iba a sentir muy bien. Ella siempre le había cuidado desde que eran niños y le gustaba que fuera así pero, el problema ahora era no se encontraba en su habitación, sino en la de ella.

Trató de moverse, pero enseguida notó que tanto sus piernas como brazos estaban inmovilizados. Sus brazos estaban extendidos a cada lado y atados al cabecero. Las piernas estaban igual, atadas a las patas. El chico se empezó a poner nervioso, creyendo que igual alguien hubiera entrado en casa. Sus padres no estaban esa noche, pues habían ido a una fiesta que daba la empresa de su padre. Tan solo estaban él y Mónica. Se preguntó dónde estaría su hermana y pensamientos horrendos comenzaron a cruzar su mente. Eso alteró mucho más al muchacho, quien ya se disponía a gritar pidiendo ayuda. Entonces, fue cuando las luces se encendieron.

Lo primero que Alex vio era que se encontraba desnudo. No llevaba nada de ropa encima, lo cual le pareció muy extraño. Lo siguiente en que se fijó fue en que la puerta estaba abierta y su hermana Mónica se hallaba en el marco, observándole en completo silencio. Llevaba puesta un batín de color rosa claro transparente que le llegaba hasta las rodillas. El chico no podía creer nada de lo que estaba viendo.

—Mónica, ¿qué está pasando?

Ella se limitó a sonreírle. Luego, fue acercándose a paso lento.

Alex la observaba, notando la expresión de goce que iluminaba su rostro. Su pelo marrón claro, habitualmente recogido en una coleta, ahora estaba suelto, cayendo algunos cabellos por cada hombro. Sus ojos verdes oscuros poseían un brillo especial. Fue acercándose con paso lento hasta la cama y una vez allí, se inclinó, posándose sobre ella y moviéndose a gatas como una tigresa que estuviera a punto de lanzarse sobre su presa. Alex estaba paralizado. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo.

Mónica estaba encantada. Por fin, tenía a su hermano a entera disposición y, con regocijado deleite, observó su excelsa anatomía. Una de sus manos se colocó sobre el musculado torso y acarició la suave piel. Con su uña, arañó un poquito la superficie del chaval, haciendo que este se estremeciese incómodo. Se colocó cara a cara frente a él y, sin dudarlo, le plantó un cálido beso. Pese a lo extraño de la situación, le gustó. La lengua de Mónica se enroscaba en su boca y paladeaba cada centímetro de esta. No se limitó más que a recibir ese beso con tranquilidad y lo cierto, era que lo encendió más de lo que creía. Pero aun así, seguía sin entender que pasaba.

—¿Qué es todo esto? —preguntó.

—Al fin, después de tanto tiempo, te tengo.

Aquellas palabras le desconcertaron. ¿Le tenía? Resultaba raro y perturbador, haciéndole sentir temeroso. Su hermana era la persona más dulce que conocía, pero esta actitud que había tomado, le hacía pensar en lo peor. No tenía ni idea de lo que estaría pasando por su cabeza en aquellos momentos, pero desde luego, no era algo bueno.

—Te deseo —dijo con voz cálida y anhelante—. Te deseo como si fueras el único hombre que hubiera sobre la faz de la Tierra. Por eso, quiero que seas mío, aunque solo sea esta noche.

Notó una fuerte presión sobre su polla. Al mirar, vio como la mano de Mónica asía su duro miembro, empezando a moverla de arriba a abajo, iniciando una lenta paja. Alex cerró los ojos muy excitado.

—¡Está bien durita! —exclamó la chica con entusiasmo.

Mientras lo pajeaba, acercó su rostro hasta el endurecido pene. Sin dudarlo, comenzó a restregárselo por la cara. El glande recorrió su mejilla izquierda y pasó por su frente para luego llegar hasta la derecha, impregnándose con la fragancia a macho que despedía. Su nariz chata golpeó la puntita y bajando sus parpados, se la restregó por encima de estos, sintiendo contra su sensible piel la calidez que emanaba de la herramienta de su hermano. Llevó la polla hasta sus labios y le plantó un beso en la punta.

Alex solo podía mirar lo que su hermana hacía. Realmente, le estaba poniendo muy cachondo. Y cuando vio cómo se empezó a tragar esa dura polla, sintió que aquello era sin duda el paraíso. Lo mismo pensaba Mónica a medida que notaba el cimbreante pene en su boca, tan grande y poderoso. El muchacho emitió un fuerte gemido cuando ella trató de tragárselo entero, aunque le costaba. Rehusó intentarlo, pero no dudó en segur chupándosela.

La mamada estaba resultando algo increíble. Alex deseaba cerrar sus ojos, pero no quería perder detalle del espectáculo que le brindaba su hermana. Ella se sacó la polla de la boca y volvió a restregársela por su rostro, dejando brillantes estelas a su paso. La besaba, la lamia, incluso la mordisqueaba. En sus manos, aquel miembro era su juguete ideal. La lengua recorría cada centímetro del tronco, llegando hasta el glande, paladeado para degustar el salado sabor que emanaba de la punta y luego descendía hasta llegar al delicioso par de huevos que engullía sin piedad. Alex sintió que se correría de seguir así, pero Mónica sabía lo que hacía y, por ello, se detenía un poco para dejar que se calmase. La segunda vez que estuvo a punto de hacerlo, sin embargo, ella dejó de chupársela. Cuando vio que se levantaba, se sintió un poco desesperado.

—Espera, ¡al menos termina hasta que me corra! —dijo tratando de sonar calmado, pese a que se le notaban sus ansias.

—¡De eso nada! —expresó ella de forma autoritaria—. Tú te correrás cuando yo quiera. Y ahora no te vayas de ahí.

—Descuida, no creo que pueda hacerlo —respondió el chaval divertido.

Mónica fue a una de las mesitas y abrió un cajón. Alex no la perdió de vista, preguntándose qué era lo que su hermana andaba buscando ahí. Cuando vio lo que sacó, quedó muy sorprendido. Se trataba de un preservativo.

La mujer se acercó de nuevo a la cama, rasgó la envoltura y sacó el condón. Agarró el aun tieso pene del chico, colocándolo sobre la punta y, con suavidad, tiró hacia abajo, dejándolo bien colocado. Pasó dos de sus dedos un par de veces sobre la superficie plástica para no dejar huecos y quedó bien colocado.

—Bueno, ya estamos listos —concluyó.

Alex iba a decir algo, pero enmudeció cuando vio como Mónica se quitaba el batín, revelando su hermoso cuerpo. La polla del chico se puso aún más dura de lo que estaba. No era para menos, su hermana estaba buenísima. Su cuerpo se notaba atlético y fuerte, pero sin perder esa aura delicada que poseía. Tenía una cintura fina y unas preciosas tetas bien redondeadas con unos pezones rosados finos bordeados por una carnosa areola. Sus caderas se notaban firmes y sus piernas eran como dos torres, delgadas y estilizadas, pero regias, productos de las buenas sesiones de fitness a las que iba. Su coño estaba bien afeitadito y podía entrever los labios de su sexo sobresaliendo con deseo.

Mónica se colocó en cuclillas sobre la entrepierna de Alex, aferrando su polla con firmeza. El chico se estremeció un poco y vio cómo su hermana colocaba está en la entrada de su vagina. Estaba a punto de suceder lo que nunca creyó posible y miró a la fémina con cierto temor y emoción.

—¿Estás preparado? —preguntó su hermana llena de ansia.

Él se limitó a asentir y ella le sonrió satisfecha.

De repente, la chica se dejó caer, clavándose el miembro en lo más profundo de su vagina. Como una lanza que se hundiese en el lomo de una embravecida bestia, el miembro de Alex se fue adentrando en su interior y sentir como el conducto se abría ante tan vigorosa herramienta le causó un gran placer. Por supuesto, su hermano no salía de la expectación bajo la que se hallaba, maravillado ante lo que sucedía. Mónica emitió un fuerte gemido y  se acarició uno de sus senos, pellizcándose el pezón.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Alex con cierta preocupación.

Había cerrado sus ojos cuando se clavó la polla, pero al oírle hablar, los abrió y sonrió risueña.

—Tranquilo, estoy perfectamente. Es que tienes una polla bien grande y me encanta tenerla dentro —contestó muy entusiasmada—. Ahora relájate, tu hermanita mayor te va a follar.

Eso fue lo que hizo. Se recostó y se dejó llevar. Cerró sus ojos, sintiendo su polla envuelta por toda aquella cálida humedad y notó como las paredes de la vagina apretaban con fuerza esta. Disfrutaba de todas aquellas sensaciones con mucho goce. De hecho, las notaba demasiado bien, algo que le sorprendía, pues llevaba un condón. Debía ser uno de esos sensibles, que le permitían disfrutar de todo a pesar de tener su miembro oculto tras el profiláctico. Este, era uno de los múltiples detalles que tanto destacaban de su encantadora hermana.

Pasado un rato, decidió abrir sus ojos y se encontró con una estampa increíble. La preciosa Mónica moviéndose en todo su esplendor. Se contoneaba de arriba a abajo, describiendo un cadencioso movimiento con sus caderas, todo ello en torno a la dura polla que la penetraba. Sus ojos estaban cerrados, su boca abierta dejando escapar sonoros gemidos, su pelo meciéndose al son de aquel elegante movimiento y sus tetas botando de un lado a otro. Era la viva imagen de la lujuria y Alex ansiaba llegar a ella, pero estaba atado.

—Mónica, suéltame, por favor —suplicó desesperado—. Quiero tocarte.

La chica, al oír esto, sonrió maliciosa.

—Me temo que por esta vez no —le dijo, decepcionando a su hermano—. Pero si quieres, te dejaré que me chupes las tetas.

Se inclinó sobre su cara, dejando sus dos preciosos senos muy cerca de él, bamboleantes y ansiosos de atención. Alex tuvo que elevar un poco su cuello, pero enseguida logró llevarse uno de sus pezones a la boca.

—Así cariño, ¡eso es! —expresó muy emocionada Mónica.

Su hermano chupó y lamió aquel pezón como si le fuese la vida en ello. Sentía toda su dureza y carnosidad. Fue pasando de un seno a otro, succionado y lamiendo. Al mismo tiempo, su hermana volvió a mover sus caderas, imprimiendo mayor fuerza. Casi parecía estar botando sobre Alex. Entre las succiones en sus pezones y esa polla clavándose en lo más profundo de su ser, Mónica no pudo resistirlo más y se corrió como nunca antes había hecho, porque a quien se estaba follando era nada menos que a su hermano, la persona a la que más deseaba.

Alex vio como ella se corría. Primero cerró los ojos de forma algo brusca. Luego, dejó escapar un fuerte gemido al tiempo que todo su cuerpo se tensaba. También notó las contracciones de la vagina, que parecían estrujar con ansiedad su pene. Cuando todo acabó, Mónica se dejó caer, apoyando sus manos en el torso del chico. Alex la miraba recuperarse poco a poco, reponiendo fuerzas para las siguientes acometidas.

—Que, ¿has disfrutado? —preguntó a su hermana.

—Dios, hacía mucho que no tenía un orgasmo como este —dijo ella mientras buscaba recobrar el aliento.

El chico admiró con impresión el magnífico cuerpo de su hermana, sin creer que se la estuviera follando y, más aún, sin imaginar que le había provocado un buen orgasmo. Mientras, ella se relajaba después de haber gozado gratamente por tan ansiado momento. Suspiró al tiempo que sentía la dura polla todavía clavada en lo más profundo de ella. Miró a Alex con cierto deseo y acarició su desnudo torso.

—Y tú, ¿no te corres? —preguntó.

—Me encantaría hacerlo —dijo lleno de deseo el muchacho.

Eso hizo sonreír a Mónica y se inclinó para besarlo con ternura. Tras esto, se incorporó y apretó sus caderas en torno a la entrepierna del chico. Este se estremeció al sentir aquella presión. Su intención era apretar la dura polla entre las paredes vaginales y comenzar a cabalgarlo, haciendo que la fricción provocara el orgasmo a su hermano.

—¡Agh, Mónica! —masculló como podía Alex—. ¿Qué me haces?

—Tranquilo —le calmó ella—, tan solo disfruta.

Empezó de nuevo a moverse, apretando más y más para causarle el mayor placer que pudiese a su hermano. Y a ella, pues cada acometida hacía que la chica también gozase con todo aquello. En un abrir y cerrar de ojos, Mónica estaba montando a su hermano, inclinándose para besarlo o dejar que este lamiera sus pezones. Dejaba que se los mordisquease e incluso apretaba sus tetas contra su rostro, como si quisiera que el chico se tragase el seno que tenía en la boca. Su cuerpo no dejaba de moverse y las entrepiernas unidas de ambos parecían estar ardiendo a la misma temperatura que el interior de una caldera. La chica no aguantaría mucho más y su hermano tampoco.

—¡Me corro Mónica! —le anunció.

—¡Yo también! —exclamó ella.

Ambo cuerpos se agitaron al tiempo que alcanzaban el tan ansiado orgasmo. Alex se vino dentro del condón mientras que sentía las fuertes contracciones de las paredes vaginales que mantenían su polla atrapada. Mónica se agitaba sin cesar, disfrutando del placer que jamás creyó alcanzar. Tras esto, se desplomó sobre su hermano, satisfecha por lo que había conseguido.

—Oye, Mónica —la llamó en ese instante Alex.

Ella abrió sus ojos y notó a su hermano mirándola algo impaciente.

—¿Qué quieres?

—¿Me desatas?

Una sonrisa iluminó su rostro. Con sumo cuidado y mimo, desató a su hermano. Luego, ambos se pusieron de lado y cara a cara, abrazándose mientras se daban besitos.

—No puedo creer que por fin haya conseguido lo que tanto ansiaba —dijo emocionada Mónica, aun incapaz de creer lo que había pasado.

—¿Cómo lo has hecho? — preguntó su hermano.

Guardó silencio durante un instante. Se sentía mal por lo que le había hecho. Jugó sucio para conseguir lo que deseaba y, aunque al final lo logró, pensaba que fue algo terrible.

—Metí un tranquilizante en tu vaso de leche —confesó avergonzada—. Lo suficiente para dejarte dormido y que despertases pronto. —Sintió un fuerte nudo en su garganta. Le costaba hablar del miedo—. ¡Pero es que tenía que hacerlo Alex! Me vuelves loca y aunque solo fuese por una noche…

Pensaba que se iba a enfadar pero lejos de eso, su reacción fue muy diferente.

—Pues no tenías que haberme drogado entonces, mujer —comentó el chico con total descaro—. Si querías haber follado conmigo, solo tenías que pedírmelo.

Mónica se quedó sin habla al escuchar esto.

—¿Per…perdona?

Alex se acercó y le dio un gran beso en su boca. Ella se lo quedó mirando como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

—¿Quién crees que fue la musa de todas mis pajas durante la adolescencia? —dijo mientras parecía perderse en sus profundos ojos—. Si tú te vuelves loca por mí, yo llevo tiempo deseándote sin piedad.

Ahora, fue Mónica quien lo besó en la boca. Como si la vida le fuese en ello. No podía querer estar con otra persona en esos momentos que no fuese su hermano. Siguieron besándose sin piedad mientras que Alex acarició su cuerpo, algo que llevaba queriendo desde hacía un buen rato. Cuando se separaron, ambos sonreían como si aún no pudieran creer lo que acababa de ocurrirles.

—     Te deseo Mónica— dijo esta vez Alex, para confort de su hermana.