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Cuando comenzó todo - Capítulo 5

en Fantasías Eróticas

Capítulo 5

 

Si os soy sincero, tengo que reconocer que no recuerdo exáctamente lo que pensé. A pesar de lo que pueda parecer por mi reacción ante la buena relación de Marta con algunos de los hombres del cámping, nunca he sido muy celoso de ella y siempre he confiado en su palabra. 

 

Y sin embargo… en ese momento me preocupé. Supongo que aún estaba algo afectado por el alcohol, y me he justificado a mí mismo pensando que si tomé la decisión de ir al baño fue porque estaba preocupado por ella, por si le hubiera pasado algo, y no por desconfianza.

 

Sea como fuere, me vestí y, con el móvil en la mano para iluminarme, me encaminé despacio hacia los baños, tratando de no hacer mucho ruido a pesar de que el cámping estaba prácticamente vacío. 

 

Subí las escaleras que llevaban a una zona con un suelo de cemento. Había dos edificios rectangulares con una pequeña placita entre ellos, en la que había un par de bancos, una farola y dos árboles. Al fondo de la placita, cerrando una U invertida, había una pared de ladrillo con azulejos en que se habían levantado unos fregaderos de obra. Las escaleras terminaban bajo la esquina externa del edificio de la izquierda, el baño femenino.

 

Fue entonces cuando escuché unas carcajadas procedentes de la placita. Reconocí la risa suave y dulce en seguida, pues la había escuchado miles de veces. Aliviado a la par que intrigado, no sé muy bien por qué tomé la decisión de quedarme allí quieto, sin doblar la esquina, escuchando. Tan sólo asomé un momento la cabeza y pude ver que ella estaba sentada en un banco, con la mirada fija en la luz del móvil, pero de espaldas a mí. Estaba sola pero, ¿de qué se reía? Quizá se había desvelado y se había puesto a ver cosas en el móvil allí para no molestarme…

 

- ¡Ya te digo que son unos cachondos! El año pasado los pillamos follando delante de la caravana, de madrugada…- No podía escuchar muy bien todo lo que decía, pero estaba claro que era la voz de Raúl, y que procedía del baño masculino.

- ¡Madre mía!- Exclamó Marta, riéndose.

 

Supuse que Raúl estaría duchándose, como me había dicho Isa, y que se había puesto a hablar con Marta mientras lo hacía. Era lógico, se habían encontrado cuando ella salía del baño y se habrían puesto a charlar. No tenía ningún misterio, ni tampoco tenía por qué suponer ningún problema, ¿no?

 

- Ya estoy.- La voz de Raúl se escuchaba ahora más cerca. Habría salido ya del baño.- Perdona que haya tardado tanto, te podías haber marchado, seguro que José está preocupado.

- No creo, estará dormido como un tronco.- Respondió Marta.- Además, estoy algo desvelada.

- ¡No me extraña! Después del polvazo que os habéis pegado…- La voz de Raúl murió con la frase.

 

Imaginé la cara de Marta, a quien hablar de ello no le importaba siempre y cuando inmiscuyera a otras personas, y no a ella o nosotros. Pero saber que la habían escuchado gemir como una loca no debía de hacerle mucha gracia, al contrario que a mí. Raúl acababa de meter la pata hasta el fondo. Con suerte aquello marcaría el único momento morboso de las vacaciones con Marta, y debía darme con un canto en los dientes por ello.

 

- Creo que me está entrando el sueño…- Dijo ella después de un tenso silencio. Me sobresaltó lo cerca que sonaba su voz, así que me escurrí todo lo sigiloso que pude de vuelta a la tienda, con el corazón latiendo a mil por hora mientras les escuchaba acercarse en silencio.

 

Tuve tiempo de desnudarme y meterme en la cama antes de que ellos dos se detuvieran ante nuestra tienda. A contraluz podía distinguir sus siluetas, y parecía bastante claro que Raúl llevaba anudada la toalla a la cintura. ¿Estaría desnudo debajo? Me preguntaba qué pensaría Marta de verlo así. Seguramente no se enfadaría tanto como ver a Isa con las tetas al aire.

 

- Disculpa si te he molestado con lo que he dicho.- Dijo Raúl al final. En el poco trato que había tenido con él no me había parecido que fuera un tipo de los que piden perdón por algo así.

- ¿El qué? No… es una tontería, no pasa nada.

- No, no, somos vecinos, tenemos la misma edad y os acabamos de conocer, y en una tarde he metido ya dos cagadas.- Sus palabras sonaban excesivamente humildes, demasiado amables en su boca. Para mi sorpresa, Marta se echó a reír.

- No te preocupes, de verdad, mañana nos vemos, ¿vale?

 

Escuché cómo se daban dos besos y se despedían, así que me hice el dormido mientras ella entraba en la tienda.

- ¿Estás dormido?- Me dijo mientras se desnudaba. 

 

Yo no respondí y fingí un pequeño ronquido. Un instante después, Marta me dio un beso en la mejilla y se acurrucó a mi lado, desnuda. No tardó nada en quedarse dormida, pues ella también lanza suaves ronquiditos que la delatan, pero yo recuerdo quedarme despierto un rato más, pensando.

 

A pesar de que me había pasado casi toda la tarde durmiendo, tenía la sensación de que había sido un día muy largo y, la verdad, tenía sensaciones muy encontradas al respecto de todo lo que había ocurrido

 

Por una parte, el cámping estaba prácticamente sembrado de bellezas, y el morbo era más que palpable. Sin hablar de Marta y lo mucho que me excitaba que nos pudieran haber escuchado follar, la lanzada y extrovertida Isa y sobretodo, sus tetas, me tenían loco de morbo, sin descartar tampoco a la exótica Vanessa. Aquello por sí mismo era un incentivo bastante importante, y preveía ya mil y un planes para captar situaciones morbosas.

 

Por otro… tenía una sensación muy rara respecto a todos los que estaban en el cámping, trabajadores o clientes. De hecho, el único que puedo decir que no me levantaba ninguna suspicacia era Miky, el silencioso jardinero subsahariano, pues la actitud de los demás hacia Marta, en especial de Toni y Raúl, no me estaba resultando demasiado cómoda, aunque aún no tenía muy claro por qué. Eran… no sé, demasiado… atentos.

 

A pesar de todo, en aquel momento la parte A de la ecuación, la de las bellezas, se impuso y reconozco que mi mente se dejó llevar por la fantasía, dejando un poco de lado cualquier indicio de preocupación. Aquella primera noche caí dormido en un sueño repleto de sexo y morbo.

 

 

Me despertó la luz de la mañana, demasiado temprana para mi gusto, y al recostarme un poco sentí como mil martillos me golpeaban en la cabeza. Me llevé una mano a la sien sudada y noté el fuerte latido de la sangre en mi frente. El puto alcohol. Se avecinaba una resaca de campeonato.

 

Miré a Marta, que dormía plácidamente a mi lado. Se había movido y uno de sus pechos había quedado fuera del saco. La imagen era sumamente sensual y erótica, y mi polla cargada de erección matutina latió pidiendo aprovecharlo, pero mi cabeza se negó en rotundo y provocó que la sangre se marchara a otro sitio, dejando mi miembro de nuevo flácido y encogido.

 

Fuera de la tienda no se escuchaba más que el canto de algún pájaro madrugador y el suave murmullo de las olas. Ni una voz, ni un coche… no parecía que nadie estuviera despierto a aquella hora de la mañana. Pero, ¿qué hora era? Sin mirar, cogí el primer móvil que encontré, el de Marta, y lo encendí para comprobarlo.

 

Ante mí se encendió la pantalla de bloqueo, con una imagen de una rosa roja que conocía perfectamente. Había una notificación de mensajes de WhatsApp en el centro, con un número que yo no reconocía y que ella no tenía añadido en la agenda de contactos. Había tres mensajes, pero sólo podía leer el primero en la pre-visualización. El texto hizo que me diera un vuelco el corazón.

 

- Mejor hablamos por aquí.