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Cuando comenzó todo - Capítulo 9

en Fantasías Eróticas

Capítulo 9

 

Cuando regresamos a las toallas, Marta e Isa ya no estaban en la playa. Tenía que haberlo supuesto, conocía a Marta de sobra como para deducir que iba a molestarse de aquella forma. Era lo mismo si yo había sido el culpable o no, porque si se hubiera parado a pensar un momento se habría dado cuenta de que podían haber pasado dos cosas: que se le hubiera desanudado el bikini por estar jugando a hacerme cosquillas, o que alguien lo hubiera hecho aprovechando que estaba entretenida conmigo. En ningún caso podría haber sido yo, pero en realidad eso daba igual, incluso si supusiera que había sido Raúl nunca se lo diría, y preferiría injustamente focalizar su ira en mí.

 

Yo, por mi parte, estaba muy molesto con Raúl por haberse atrevido a hacer aquello, pero en realidad la mayor parte de la culpa la sentía sobre mí mismo, pues al fin y al cabo era de hipócritas mentirse: si lo había hecho había sido porque yo, en última instancia, se lo había permitido. Y lo peor de todo es que me había encantado, ver su cara devorando con la mirada las tetas de Marta, por primera vez libres ante otro hombre, fue inenarrable.

 

De hecho, era incapaz de disimular la erección, algo de lo que Raúl, cuyo crecimiento de su propio paquete se había hecho evidente, marcando el contorno de su polla en el bañador boxer hasta casi rebosarlo, se percató rápidamente.

 

- ¿Ves? Si es que es la ostia.- Me dijo.

 

A pesar de lo evidente, sentía que el morbo se me había atragantado, así que lo dejé allí tomando el sol, recogí las cosas y enfilé de regreso al camping. Me crucé con Miky, que andaba tirando algunas bolsas de basura del bar, y con Vanessa, que estaba preparando algunas mesas en la terraza. La saludé con una mano y ella me dedicó una sonrisa. Cuando se giró, dejó a la vista un culo precioso enfundado en un short vaquero que realzaba sus curvas. Sólo imaginar cómo era follada contra un árbol me volvió a encender, pero intenté quitar aquella imagen de mi cabeza. El puto Raúl, menuda suerte tenía.

 

Cuando llegué a la tienda me sorprendió encontrarme a Isa, que estaba tendiendo su bikini húmedo. Estaba vestida con su camiseta de tirantes negra, sin sujetador, y una bermuda que parecía ser de Raúl. Dejé las cosas en la parcela y me acerqué a ella.

 

- Hola.- Saludé.

- ¡Hombre!- Dijo ella. Parecía bastante alegre, como siempre, y eso me tranquilizó.

- ¿Y Marta?

- Está en la ducha.- Dijo mientras tendía la toalla, después se giró para mirarme con una sonrisa.- Está enfadada, pero ya se le pasará, no te preocupes.

- Gracias, Isa.- La verdad es que me tranquilizaban mucho sus palabras.

 

En ese momento, ella se acercó un poco a mí. Bueno, más que un poco, casi pegó su cuerpo al suyo. Pude ver su canalillo perfectamente y sentir el aroma a sal de su piel. Puso su mano en mi costado y acercó su boca a mi oído. Su aliento me hizo estremecerme.

 

- Te ha gustado, ¿verdad?- Susurró.

- ¿El qué?- A ver, era obvio, pero siempre te sorprende que te lo pregunten de una forma tan directa.

- Ya lo sabes…- Me lamió el lóbulo de la oreja.- Que sepas que tiene unas tetas preciosas.

 

De repente, su mano se aferró a mi polla, que estaba dura como un resorte. Los nervios me dominaron y mis ojos revolotearon desesperados alrededor, buscando algún testigo de aquel momento poco justificable. A pesar de todo, deseaba que no terminara.

 

- Te ha gustado…- Volvió a decir, y entonces, de golpe, paró. 

 

Se separó un poco de mí, bajando la mirada y soltando mi polla. Yo me quedé estupefacto, ¿acaso…? Me giré, pero no había nadie allí, o si había alguien ya no estaba.

 

- Lo siento.- Se excusó Isa, y sin dejarme hablar ni mirarme a la cara se metió en su tienda.

 

Mi cara debía ser un poema. Allí, tieso, con la polla dura como una piedra, en parte sintiéndome culpable por no haberla parado, y en parte increíblemente cachondo por haberla sentido.

 

Aturdido y sin tener muy claro qué acababa de pasar o cómo debía sentirme, cogí la toalla de la ducha, ropa limpia, y me encaminé a los aseos con la intención de quitarme la sal e intentar hablar con Marta. Opté por no decirle nada sobre lo que Isa acababa de hacer. Creo que ella también había entendido que era un error, quizá le pudo el morbo… no sé, pero había sido una tontería y así debía quedarse. No me gustaba ocultarle algo así, pero me justificaba pensando “tú no has hecho nada”, “ni te ha dado un beso, ni ha hecho nada realmente”. Parches para una moral ligeramente rota.

 

Cuando llegué a la plazita con el banco entre los dos baños, me encontré con que Marta ya estaba saliendo de la ducha, y de nuevo me quedé blanco. Llevaba únicamente su toalla blanca, más bien pequeña, anudada al pecho. Se veía perfectamente su canalillo y la tela apenas cubría hasta medio muslo. Si alguien se agachaba le vería perfectamente… ¿por qué no había llevado la ropa para cambiarse?

 

- Hola…- Le dije. Ella se quedó en la puerta del baño, a un metro de mí.

- Hola.

- Marta, yo no hice… bueno, da igual, ¿vale? Lo siento de todas formas.- No quería discutir, era un camino estéril.

- ¿Te gustó que él me viera?- Me preguntó directamente. Era una pregunta demasiado parecida a la de Isa.

- ¿Qué dices? No…

- Sé que te gustó.- Continuó ella. Su mirada me atravesaba, entre disgustada y…- Te conozco perfectamente. Seguro que lo habíais hablado antes.

- De verdad que no…

- No soy tonta, José.

- Ya lo sé.

- Te conozco como si te hubiera parido, y sé lo mucho que te pone que me vean.- Dijo.- Me lo has pedido mil veces, y aunque yo te diga que no, insistes.

- A ver… vale… sí que me ha gustado un poco, pero de verdad que no me lo esperaba.

- ¿Ves? No es tan difícil.- Dijo, y durante unos instantes se quedó callada.- ¿No ibas a ducharte?

- Sí, claro…

- Pues venga, ¿a qué esperas?

- Pero Marta…

- Que te vayas a la ducha, ahora me voy a tomar mi venganza, ¿vale?- Exclamó. ¿De qué coño hablaba?

- ¿Pero qué dices? Vamos a la tienda y lo hablamos, ¿vale? Joder no tienes que ponerte así…

- Muy bien.- Respondió después de unos segundos. Después, sacó su móvil del neceser que llevaba entre las manos.- Quédate ahí y no digas nada, y más vale que recuerdes cada segundo de lo que va a pasar ahora, porque no se va a volver a repetir, ¿entendido?

- Marta, por favor.

 

Ella me ignoró, en su lugar, sin dejar de mirarme, seleccionó un contacto y le dio a llamar. Yo esperé, entre enfadado y sorprendido por su actitud. Marta tenía carácter, pero no solía llegar hasta aquel extremo. En realidad, no sé qué podía haber hecho en aquel instante, pues ella no quería escucharme.

 

- ¿Toni?- Sentí una punzada en el corazón.- Sí, sí, soy Marta… es que estoy en la ducha, pero no funciona el agua caliente, y José no tiene ni idea de cómo arreglarla, ¿puedes subir?- ¿Ese era su plan? ¿Para qué quería que subiera a la ducha?- ¿Miky? Bueno… como quieras, pero preferiría que subieras tú.- ¿Y esas confianza? Apreté los puños, empezaba a sentirme verdaderamente enfadado.- Vale, hasta ahora.

- ¿Qué coño haces tía?- Le espeté, y ella me respondió con una mirada llameante. Se acercó a mí y me gritó en voz baja.

- ¿No era ésto lo que querías desde el principio? ¡Estoy hasta los cojones de ésto! Así que se acabó, vas a tener tu fantasía lo quieras o no, y luego me vas a dejar en paz con el temita, ¡¿vale?!

- Eres muy injusta.

- ¡Y tú eres un puto salido!- Su frase me llegó al alma. Luego comprendí lo terriblemente humillante que había sido para ella lo que había pasado en la playa, y lo justo que era su enorme enfado, pero en aquel momento me sentí herido de muerte.

 

No tuve tiempo de responder, porque casi inmediatamente apareció Toni con un cinturón de herramientas de fontanero.

 

- ¡Menos mal que uno sabe hacer de todo!- Exclamó, riéndose como siempre, aunque su sonrisa desapareció un poco al ver a Marta. Percibí que sus ojos la recorrían por completo, y ella debió sentirlo también.

- Qué rápido has venido…- Dijo ella, cambiando de la dura voz a una dulce y suave.

- ¿Qué ha pasado?- Preguntó el hombre. Apenas me había dedicado un ademán a modo de saludo, pues toda su atención se había ido a ella.

- De repente el agua ha empezado a salir fría… y me he quedado helada.- Me estaba poniendo malo su forma de hablar con él, pero en el fondo… o no tan en el fondo, ver su expresión al verla había sido… ¿placentero?

- Bueno, vamos a ver.- Concluyó Toni, y girándose a mi, añadió.- ¿Quiéres verlo? Así puedes aprender también.

- No… no.- Se apresuró a decir ella, agarrándole del brazo y tirando de él.- Él va a ducharse, que sino la sal le hace daño en la piel, ¿verdad cariño?- ¿De qué iba? Esto ya se estaba pasando de la raya, y había mil formas de dar al traste con su estúpido y humillante plan. Y sin embargo...

- Sí… no, tranquilo, a mí sólo se me dan bien los ordenadores.

- Vale… como quieras.- Dijo él, y ambos desaparecieron en el aseo de mujeres.

 

Ya os podéis imaginar como era mi cara, allí de pie como un auténtico imbécil, pues francamente, eso es lo que fui. ¿Cómo decían en aquella serie famosa?

 

Huevón, huevón, huevón...