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Cuando comenzó todo - Capítulo 13

en Fantasías Eróticas

Capítulo 13

 

Pasé toda la tarde tratando de dar forma al plan, pero cuanto más pensaba sobre ello, cuantas más opciones se me ocurrían, éstas se me antojaban más inseguras, más dudosas, más imposibles. Como era de esperar, no dormí siesta ninguna, me dediqué a plantear lo que sabía y lo que podía hacer con los medios de los que disponía.

 

Si hubiera tenido mi portátil, habría podido intentar acceder al ordenador de Toni hackeando la red del camping, pero, precisamente por ser un lugar de acampada, había preferido no traerlo. Eso hacía imposible cualquier posibilidad de acceder de forma remota al contenido de su ordenador, y me dejaba únicamente la opción de volver a acceder a la oficina, lo que complicaba mucho las cosas y me haría correr demasiados riesgos.

 

De hecho, una vez desechado el hackeo remoto, para mi impotencia me empecé a dar cuenta de lo difícil que sería entrar en la oficina sin el conocimiento de Toni, y aquello me ponía en sus manos. El edificio tenía llave, aunque la oficina no, pero colarse durante el día sería muy difícil sin que me sorprendieran, y yo no tenía ni idea de cómo abrir una cerradura para entrar por la noche.

 

Eso sí, la cámara del despacho no suponía mayor problema, ya que una vez accedido al sistema podría borrar el registro de las horas que estuviera dentro de la sala, pegando encima alguna imagen estática o, con tiempo, una secuencia.

 

A la hora de más calor, cuando la mayor parte de habitantes del camping estaba durmiendo la siesta, yo salí de nuestra tienda y me di un paseo por los alrededores del edificio principal. No había ninguna otra puerta o manera de acceder a la oficina sin pasar por la puerta frontal. Sin embargo, casi de casualidad me encontré con la solución: la ventana. Alguien, probablemente Toni, había dejado la ventana de la oficina, que daba al interior del camping, entreabierta. Estaba medio escondida tras unos arbustos, por eso no me había fijado en ella, pero no tenía ninguna reja ni nada por el estilo. Era lógico, la inseguridad debía ser hacia el exterior del camping, no hacia el interior.

 

Tuve la tentación de entrar en ese momento por allí, pero sería mucho más probable que alguien me cazara que durante la noche. Sin embargo, deduje que aquella ventana quedaría cerrada con pestillo por dentro, lo que imposibilitaba mi acceso nocturno, a menos que… Se me ocurrió una tontería, pero era mi única opción por el momento, así que decidí intentarlo.

 

Comencé a buscar por los alrededores algún palo o rama fina larga, algo que me pudiera servir para dejar la ventana cerrada desde fuera. Mi intención era dar la impresión de que la ventana estaba cerrada, pero que en realidad no tuviera el pestillo echado, y confiar en que nadie la revisara.

 

No encontré nada útil dentro del camping, a pesar de la cantidad de árboles que había. Miky era un trabajador muy efectivo. Me preguntaba si alguno de los empleados estaría al corriente de lo que hacía Toni, pero me imaginé que seguramente no. Finalmente, tuve que salir al pinar para encontrar una rama un poco curvada, no demasiado cantosa. Mientras me dirigía de nuevo al interior del camping me crucé con Miky, que a pesar del calor cargaba con unos sacos de tierra en dirección a la piscina. Aquel tío era poco menos que impresionante. Me saludó con un ademán de cabeza, pero noté la extrañeza en sus ojos cuando me vio con el palito. Yo fingí que lo utilizaba de bastón, pero era tan fino que si me hubiera apoyado se habría quebrado al instante.

 

Con los nervios a flor de piel y mirando continuamente por encima del hombro, coloqué la rama entre los arbustos para disimularla y la apoyé en el marco inferior de la ventana, que quedaba oculto por las hojas. Bien sujeta, dejaba la ventana, que se abría hacia fuera, encajada en su sitio. No aguantaría si alguien la empujaba hacia fuera, pero si nada la tocaba, la mantendría cerrada.

 

A pesar del instante de satisfacción, el paso que hacía más plausible mi incursión nocturna hizo que mis nervios aún se hicieran más poderosos. Además, hacía mucho calor y estaba sudando una barbaridad, así que opté por ir al bar a tomar una cerveza fría. O una copa, que tampoco me vendría mal dadas las circunstancias.

 

El bar no estaba vacío del todo. Vanessa, como era de esperar, estaba terminando de limpiar algunas mesas y colocando las sillas, mientras en una de ellas, mirando sin mucho interés un documental en la televisión colgada, Hans se estaba tomando un cubata. El hombre también parecía tener mucho calor, pues tenía la camisa desabrochada y su piel estaba bastante roja. En aquel momento me parecía el estereotipo del guiri.

 

- ¡Hola! Me alegro de verle por aquí.- Me dijo Vanessa con una sonrisa preciosa. Recordé sus gemidos y rápidamente noté cómo la polla se me ponía morcillona.

- Quiero una cerveza.- Le dije con una sonrisa, y ella, asintiendo, se marchó dando saltitos hacia la barra, meneando su culo perfecto.

- ¡Eh! Puedes sentar aquí, yo me aburrir mucho sin habar.- Me llamó Hans, alzando la mano. No es que me apeteciera mucho hablar con él, pero tampoco quería suscitar muchas suspicacias, así que acepté. De todas formas, me serviría para desconectar un rato.- ¿Qué tal aquí? ¿Os gustar este lugar?- Parecía que estuviera hablando con Tarzán, y eso casi me hizo empezar a reírme.

- No está mal, la verdad.- Respondí sin mucho convencimiento.

- No parecer muy convencido, ¿no? Tal vez gustar más marcha, jajaja.- El holandés comenzó a reírse a carcajadas.

 

En ese momento apareció Vanessa, que me sirvió una cerveza bien fría en una jarra junto a un platillo de patatas de bolsa.

 

- ¡Para mis guapos!- Exclamó, sonriendo.

- ¡Tú sí que ser guapa!- Respondió Hans, y para mi sorpresa, le agarró el culo con una mano, haciendo que la chica se inclinara hacia la mesa hasta quedar apoyada.

- ¡Hans!- Exclamó ella, pero sus risas demostraban que no le estaba molestando en absoluto.

 

Cuando pudo deshacerse del agarrón del hombre, la chica recogió el vaso de cubata, ya terminado, y se lo llevó para servirle uno nuevo. Yo no me podía creer que hubieran actuado como si aquello fuera de lo más normal, aunque la verdad, empezaba a pensar que no había nada normal en aquel camping.

 

- Vanessa tener un culo que es una delicia.- Comentó Hans mientras observaba cómo se alejaba la chica. Yo no dije nada, y él debió de notar la sorpresa en mi rostro, porque respondió a la pregunta que no me atrevía a hacerle.- Ah, no te preocupar, Emma y yo ser liberales.

 

Bueno, eso finalmente era una respuesta.

 

- ¿Vosotros no sois?- Preguntó Hans, a lo que yo, a mi pesar, negué con la cabeza.- Eso ser una lástima, tu chica estar muy buena, ¿yo puedo decir?

- Sí… sí, no me molesta.- Dije tras dar varios tragos largos a la cerveza.

- Ah… eso estar muy bien… sí… nosotros escuchar el otro día, ella gemir muy morboso.- Pues sí que se tomaba confianzas el holandés, pero lo cierto es que me excitaba que me lo dijera.

- La verdad es que sí, a mí me excita mucho.- En ese momento, Vanessa le sirvió otro cubata a Hans y se marchó. El hombre esperó a que ella se fuera para acercarse a mí y continuar hablando, con voz más baja.

- Qué mal que no hacer top-less, tú querer que otros ver a ella, ¿verdad?- Yo me había apurado la cerveza un poco rápido, por el calor, y se me había subido algo a la cabeza. Era una jarra grande llena hasta arriba.

- Sí, claro, pero a ella no le gusta.- Respondí.

- Quizá Emma poder hablar con ella.- Dijo Hans, atusándose la barbilla como si estuviera pensando.- Sí, ser buena idea.

- No sé…

- Tú dejar que ella hablar, Emma saber bien.

- Pero Marta es muy retraída en esto, quizá se sienta molesta si ella le insiste.

- Emma no insistir, sólo hablar.- Dijo él.

- No sé, de verdad…- No tenía buena experiencia con Raúl, y aunque Hans no me daba tan mala espina, tampoco me hacía mucha gracia que se inmiscuyera de esa forma.- Creo que es mejor que no, ¿vale?- Decidí levantarme y dar por zanjado el asunto.

- Vale, vale, no molestar.- Dijo él, levantando las manos.

- No, tranquilo.- Respondí, aunque se me notaba que no estaba totalmente cómodo con la conversación.- Se me ha subido la cerveza un poco, voy a ver si me tumbo un rato.

- ¡Adiós!- Dijo él, mirándome.

- ¿Ya se va?- Me preguntó Vanessa mientras me disponía a salir por la puerta.

- Sí, no me encuentro muy bien.

- Oh… bueno, ¡mejórese!

 

Mientras regresaba a la tienda, no hacía más que darle vueltas a la conversación con Hans. ¿Pero qué cojones le pasaba a la gente de aquel camping? Y espera, ¿cómo sabía Hans que Marta no hacía top-less? No les había visto pisar la playa desde que habíamos llegado. Joder, cada vez tenía más claro que, en cuanto resolviera el asunto de las cámaras, cogería a Marta y nos largaríamos de allí.

 

Por la tarde, con la excusa de encontrarme un poco mal, no bajé en la playa. En mi lugar, Marta bajó acompañada de Isa, Jorge y Ana. Los nuevos, como he dicho, eran muy agradables, así que me dejó tranquilo que bajara en compañía, aunque me fiaba bastante de Isa y ambas habían terminado congeniando muy bien.

 

En realidad, me encontraba mal de verdad, principalmente del estómago y por una causa que conocía perfectamente: los nervios. El rato se me pasó excesivamente rápido, y a cada minuto que se acercaba la hora me alteraba más y más.

 

Cenamos junto a la tienda, con Jorge y Ana, porque Raúl e Isa se bajaron al bar, y nos fuimos pronto a dormir porque, sinceramente, yo debía estar pálido de narices y Marta estaba muy preocupada. Al final, tras tranquilizarla y fingir que me dormía, ella se quedó dormida a mi lado, y empecé la cuenta atrás.

 

Dejé pasar las primeras horas de la noche, la medianoche, y a que Raúl e Isa regresaran del bar, a eso de las 2. Me extrañaba que, después de cenar y estar un rato bebiendo, nunca les hubiera escuchado follar, pero no sé por qué me dio por pensar aquello en ese momento. Finalmente, a las 4, no pude más y salí de la tienda.

 

El camping estaba en completo silencio, tan sólo las cigarras y el murmullo de las olas rompían la quietud del lugar. En el aparcamiento no había ningún coche, pues cada uno de los residentes tenía su coche en su parcela, lo que me dio a entender que tenía vía libre para ir a la oficina. Así pues, seguí el sendero de lucecitas blancas de emergencia, bajé al nivel inferior del camping y, con el corazón en un puño, me acerqué a la ventana.

 

El palito seguía apoyado contra ella, así que nadie la había abierto. Era hora de ver si alguien la había cerrado. Retiré el palito… y la ventana se abrió unos centímetros por la corriente. ¡Increíble! Había funcionado. Tenía vía libre. Metí una pierna, pasé los brazos y luego la otra pierna, y cerré la ventana tras de mí. Inconscientemente eché una mirada a donde debía estar la cámara, pero en la oscuridad era imposible distinguir nada. Me senté en la silla y encendí el ordenador.