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Cuando comenzó todo - Capítulo 6

en Fantasías Eróticas

Capítulo 6

 

Marta y yo teníamos un nivel de confianza bastante alto. Siempre hemos pensado que la confianza y la sinceridad era la clave para una pareja estable, pues es la manera de contrarrestar la inseguridad y los celos, y es por éso que nunca hemos tenido problema en, por ejemplo, trastear el uno con el móvil del otro, pero siempre y cuando éste estuviera de acuerdo, que era siempre por lo general.

 

En ese instante, sin embargo, se me planteaba un dilema. Yo sabía su PIN, sí, y ella no tenía problema en que yo accediera a su móvil e incluso leyera los mensajes (y viceversa), también, pero algo me decía que leer aquel mensaje, a pesar de todas las dudas que pudiera plantear, no era buena idea. No era buena idea porque no sabía qué iba a encontrarme, por primera vez en años, y porque la norma no escrita ni hablada que siempre habíamos mantenido era la de no leer una conversación sin permiso, y menos si era una conversación que el receptor no había leído aún.

 

Así las cosas, la inseguridad tanto tiempo apartada se dibujó en mi mano mientras sujetaba el móvil y pugnaba mentalmente por no deslizar mis dedos por los números para el PIN. ¿Quién era esa persona? ¿Por qué prefería hablar con Marta por privado? No me hacía ni pizca de gracia ninguna de las respuestas que se dibujaban en mi mente: ¿Raúl, después de la conversación que habían tenido? ¿O Toni? Pero lo que más me intrigaba era saber qué había en los otros dos mensajes…

 

Finalmente y con mucha fuerza de voluntad, no desbloquee el móvil. Lo dejé en su sitio, me vestí con ropa cómoda y salí de la tienda, con la cabeza llena de pájaros que daban mil vueltas a toda velocidad.

 

- ¡Hombre! Qué madrugador, buenos días.- Raúl estaba estirando a mi derecha, frente a su tienda de campaña. Llevaba unos pantalones cortos de deporte y una camiseta sin mangas.

- Lo mismo digo.- Traté de mantener una mirada amable, a pesar de las sospechas que me levantaba.- Buenos días.

- Aprovecho a correr un rato ahora que hace fresco, ¿quiéres venir?

- Quizá otro día… no sé si he traído algo de ropa de deporte.

- Si te animas, avísame.- Dijo mientras se guardaba el móvil en la riñonera y empezaba a desanudar el cable de los cascos.- ¿Qué tal habéis dormido? ¿Mucho calor?

- La verdad es que no, aquí se duerme muy bien.

- Es un sitio cojonudo, ya lo verás.- Se puso los cascos en las orejas y pasó trotando a mi lado.- ¡Nos vemos!

- Hasta luego.

 

Me quedé mirando cómo se alejaba, preguntándome si sería él el misterioso nuevo contacto de Marta en el móvil, pero después sacudí la cabeza. Si seguía así iba a volverme loco.

 

Opté por dar un paseo en solitario por la playa, así que me puse unas zapatillas de deporte y bajé a la parte inferior del cámping. Allí no se movía un alma. Raúl se había perdido ya entre los árboles del pinar, y tanto Toni como el resto de empleados aún no habían llegado. Los holandeses, por su parte, debían seguir durmiendo en su caravana.

 

Abrí la cancela de la puerta con la llave que Toni nos había dado y la cerré detrás de mí, saliendo al pinar que había antes de la playa. Comencé a caminar entre los árboles hasta llegar a la arena, y allí me descalcé para sentir el frío pero suave tacto de la arena blanca en la planta de los pies. Me acerqué a la orilla y durante un rato me alejé caminando por allí, notando el agua fría mojándome los pies. Esa sensación, el silencio y la belleza de las primeras horas de la mañana me generaron una paz interior tremenda.

 

No sé cuánto tiempo caminé por la playa, pero cuando me di cuenta el sol había subido ya bastante en el cielo y el tejado de los edificios del cámping se había perdido entre las copas de los árboles, así que decidí dar por terminado el paseo y volver a la tienda para despertar a Marta y aprovechar el día. En aquel momento me había olvidado completamente de cualquier duda o preocupación, y estaba sumido en un estado de tranquilidad extrema.

 

No tengo muy claro cuál fue la razón por la que decidí cambiar el camino de regreso de la playa al pinar, pero volví a calzarme las zapatillas y me interné entre los árboles. En esa zona no había ningún camino, y una capa de agujas antiguas mezcladas con arena cubría el suelo. Por suerte, el pinar no era muy profundo y era fácil seguir la dirección paralela a la costa.

 

Calculo que debía estar a medio camino del cámping cuando, entre los cantos de los pajarillos y el murmullo de las olas, escuché algo que me pareció un gemido femenino. Sobresaltado, me detuve y me quedé a la escucha.

 

Otra vez, un gemido suave que parecía haberse escapado descontrolado. Mi corazón empezó a latir rápidamente por la emoción y la excitación, al tiempo que mi polla empezaba a dar muestras de ánimo. Alguien, y a juzgar por la voz una chica joven, estaba follando entre los árboles cerca de donde yo estaba. Era una fantasía que siempre había querido vivir, tanto desde el punto de vista del mirón como desde el punto de vista de los que follan.

 

Sin pensarlo, tuve que aprovechar aquel regalo en forma de oportunidad y deslizarme como pude entre los matorrales y los pinos, tratando de hacer el menor ruido posible, en busca del lugar donde alguien estaba dando rienda suelta a su pasión. Sus gemidos me guiaron rápidamente, y finalmente, tras ver unas siluetas entre los árboles, pude situarme a una distancia prudencial y observar con tranquilidad.

 

Ellos estaban de espaldas a mí. Era una pareja joven, y el chico estaba follándola desde atrás, mientras ella se agarraba al tronco de un árbol. Lo primero que distinguí fue el pantalón corto de deporte, la camiseta sin mangas… y la espalda musculada con el inconfundible tatuaje tribal. ¡Era Raúl!

 

Estaba follándola con fuerza, a un ritmo implacable que provocaba que los gemidos y suspiros de ella se escaparan entre los dedos que atenazaban su boca para que mantuviera silencio. El tío tenía un aguante tremendo y una fortaleza física impresionante para mantener aquel ritmo sin correrse ni detenerse. Parecía que estuviera taladrándola contra el árbol.

 

Me quedé de piedra, e intenté inclinarme un poco más hacia delante para distinguir a la chica, que a buen seguro sería Isa, pero la posición de Raúl me impedía distinguirla con claridad. La polla se me puso como una piedra y estuve a punto de sacármela y empezar a masturbarme, pero tal era el ansia que sentía por verla que me incliné demasiado y me tropecé, moviendo demasiado los matorrales al agarrarme para no caerme y clavándome varias astillas en la mano. Me tragué el dolor y esperé durante unos instantes en silencio, con el corazón a 100 por hora. Si me pillaban…

 

Empezaba a pensar que me había metido en un videojuego de espías, porque estaba llevando al límite mis dotes de sigilo. Como pude, me escurrí entre los pinos todo lo rápido que el silencio me permitía y me alejé todo lo posible.

 

Finalmente conseguí llegar al cámping sin ser descubierto, pero sólo me sentí seguro cuando me encontré dentro. Si estaba allí tenía excusa para no ser sospechoso de ser el mirón que les había cazado. A pesar de lo morboso de la situación, me frustraba el no haber podido ver más que la espalda de él y la postura que mantenían. Había sido increíblemente excitante imaginarlo y escucharlo, pero como buen voyeur ansiaba ver el acto completamente, desde una posición privilegiada.

 

Lo raro era que Raúl se había marchado sólo a correr. ¿Tal vez Isa había salido antes? Puede que les gustara ese juego, o que ella hubiera ido después… no sé. Cada pareja es un mundo al fin y al cabo, ¿no? Pero si iban a follar en el pinar, ¿por qué me había invitado a ir a correr con él? ¿Qué pretendía Raúl?

 

Iba cavilando sobre todas esas cosas mientras me acercaba a nuestra parcela, cuando vi que Marta ya se había levantado y estaba charlando con alguien frente a nuestra tienda. Si antes me había quedado de piedra al pillar a Raúl follando en el bosque, en aquel momento me quedé congelado hasta el punto de quedarme clavado en donde estaba, sin poder caminar. 

 

Marta estaba hablando con Isa.