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Cuando comenzó todo - Capítulo 10

en Fantasías Eróticas

Capítulo 10

Es posible que la reacción que tuve en aquel momento no sea comprensible desde la distancia, pero en realidad, mi mente estaba cercana a la saturación. Eran demasiadas cosas las que habían pasado en menos de un día. De hecho, si contaba únicamente lo que había pasado por la mañana, ya tenía suficientes cosas como para comerme la cabeza durante semanas: la pillada a Raúl y Vanessa en el pinar, siendo una infidelidad a Isa; el feeling entre Isa y Marta; la treta de Raúl para verle las tetas a Marta; la insinuación de Isa en público; y finalmente, la venganza de Marta, que claramente era desproporcionada, pero que me había dejado completamente anulado porque rompía con todo lo que conocía de ella.

Sinceramente, no sabía muy bien cómo reaccionar en ese momento. ¿Entraba como un loco dando voces dispuesto a partirle la cara a Toni? Lo más seguro es que él me la partiera a mí, y tampoco tenía claro si quería enfrentarme a lo que pudiera ver. Por otra parte, si, como era lo más lógico, Marta únicamente pretendía que Toni le viera sólo con la toalla y de esta forma darme una lección a mí, lo más seguro es que él comprobara los mandos de la ducha y saliera rápidamente. Si yo entraba y ellos estaban normal, quedaría muy claro que ella habría ganado.

Entonces, ¿qué? También tenía la maldita sensación de que quedarme quieto esperando a que salieran era como esperar en la puerta del hotel a que tu mujer se tire a tu amante, y aquello me hacía rabiar. Aquella tarde iba a tener una conversación muy seria con Marta, se estaba pasando veinte pueblos. De hecho, si os digo la verdad, durante un rato tuve la intención de esperarla recogiendo la tienda y guardando las cosas en el coche. Aquel maldito camping… era como si todo el mundo allí estuviera ido de la olla.

Dentro del aseo se escuchaba la voz animada de Toni, hablando de fontanería y de cómo se había construido aquel edificio hacía unos años. Sus palabras evidenciaban que el juego de Marta no había ido a más, y que sólo había hecho aquella tontería para fastidiarme.

-       Pues no parece que le pase nada.- Dijo Toni en voz alta.

-       No sé, te juro que dejó de salir agua caliente.- Desde fuera se escuchaba perfectamente lo que ambos decían.

-       De todas formas, le diré a Miky que eche un vistazo a las tuberías externas por si tuvieran alguna fuga o algo.

-       Gracias, Toni.- Dijo Marta al final. Se escuchó cómo se cerraba una puerta.

-       ¡Nada mujer! ¡Buena ducha!- Dijo él, e inmediatamente después salió del edificio y se encontró conmigo de frente.- ¡Pero bueno! ¿No ibas a ducharte?

-       No me ha dado tiempo, no habéis tardado nada.- Le mantuve la mirada durante unos instantes, pero él no la apartó. En sus ojos no había nada que indicara que hubiera pasado algo.

-       Es que no le pasaba nada, no sé, si vuelve a pasar me lo decís.- Dijo mientras empezaba a caminar.

-       Claro.- Respondí, pero él se detuvo levantando una mano y se giró de nuevo hacia mí.

-       ¡Ah! Por cierto, tú eras informático, ¿no?- Dijo como si se le hubiera encendido una bombilla.

-       Sí, ¿por?- Me intrigaba que dijera eso ahora.

-       Verás… es un tema un poco delicado, ¿podrías pasarte un rato por la oficina? Tengo un problema con el ordenador.- Mientras hablaba noté cómo sus ojos sí que trataban de no fijarse en los míos.

-       Ah… bueno, yo no quiero meterme en ningún problema.- Le dije, bajando la voz.- Si no es nada raro...

-       ¡No!- Exclamó él, pero rápidamente bajó la voz.- No, claro que no… ¿por quién me tomas? No, no es nada de eso, tranquilo.- Me puso una mano en el hombro.

-       Bueno, me puedo pasar mañana por la mañana.

-       Muchas gracias, José.- Respondió Toni, con una nueva sonrisa en su enorme rostro.- Te pagaré el rato que tardemos.

-       No es necesario…

-       Que sí, hombre.- Dijo él.- Al menos déjame que hoy y mañana os invite a comer.

-       Al final nos va a salir gratis la comida.- Dije, sonriendo también. Al menos eso me lo llevaba puesto.

-       ¿Para qué están los amigos si no es para cuidarlos?- Exclamó, y después se inclinó y me dijo en voz baja.- ¿Por qué no le das una sorpresa a tu chica? Ahora no suele venir nadie a ducharse…

Se despidió y se marchó, dejándome con esa pulla en la cabeza. Era una buena idea, claro, y me daba mucho morbo tener sexo en las duchas, pero es que empezaba a resultar ya excesivamente raro que la gente en aquel camping hablara de aquello tan abiertamente con gente que acababan de conocer.

Sea como fuere, el consejo me pareció bueno, así que entré despacio en el edificio de los baños de mujeres, mirando alrededor antes de nada para confirmar que no había nadie cerca. Era un calco al de los hombres, con lavabos a derecha e izquierda de la puerta, contra la pared, y una fila de cabinas de aseos en frente. Las duchas debían estar en la parte trasera, en un pasillo cerrado con una cortina. Si eran como las de los chicos… efectivamente, eran duchas abiertas, separadas únicamente con cortinas.

Tras una de ellas, en el centro del pasillo, se apreciaba el agua que caía y los brazos frotándose entre sí de Marta. Estaba ya terminando de enjabonarse, y envuelta en el ruido del agua no se percató de que yo la miraba. De hecho, cualquiera podría haberlo hecho, incluso…

Di varios pasos hacia ella, y fue cuando se giró para quitarse el jabón cuando se encontró conmigo de frente. Dio un respingo del susto.

-       ¡Joder! Me has asustado.- Exclamó.- ¿Qué haces a…?

No le di tiempo a terminar. La empujé contra la pared tapándole la boca con una mano. El agua me empapó la ropa, pero me dio igual. Nuestros ojos se encontraron a apenas unos centímetros. Ella me miraba con un atisbo de miedo y sorpresa, mezclado con morbo. Le gustaba, claro que le gustaba.

Deslicé mi mano por su cuerpo y le obligué a abrir las piernas. Ella se negó un momento, diciendo que no con la cabeza, pero cedió rápidamente. Su resistencia fingida no aguantó más que unos segundos. Hundí mis dedos en su sexo. Estaba empapado y caliente, y no era por causa del agua de la ducha. Marta dejó escapar un gemido que se perdió entre mis dedos mientras yo comenzaba a masturbarla.

Sentí que no podía aguantarlo más, así que la obligué a darse la vuelta, a apoyar las manos contra la pared y poner el culo en pompa, con el coño preparado para recibirme. Me bajé el bañador. Mi polla estaba dura como un mástil, impaciente por penetrarla, así que la conduje sin más demora hasta sus labios. El contacto con ella le hizo gemir de nuevo, y el gemido se transformó casi en un grito de placer cuando entró de golpe hasta el fondo. Estaba increíblemente excitada.

-       ¡Ahhhh!

Con una mano en su boca y la otra en su cintura, empecé a follarla con fuerza, y mientras lo hacía más rabia y excitación me provocaba lo que había hecho. ¿Quién se había creído esa puta que era?

-       ¡Eres una zorra! ¿Verdad? ¡Dilo! ¡Di que eres una zorra!- Le gritaba. Ella no dejaba de gemir.- ¡Asiente con la cabeza puta! ¡Te has exhibido para joderme, y ahora te estoy jodiendo yo a ti! ¡¿Es ésto lo que te gusta?!

Marta se agarraba con fuerza a la ducha mientras gemía, aguantando como podía los gritos y asintiendo como loca con la cabeza. Ambos estábamos poseídos por el morbo y el juego. Si alguien hubiera entrado no nos habríamos enterado.

-       ¡Dilo, joder! ¡Dí que eres mi zorra! ¡Dí que quieres que todo el mundo sepa que eres mi puta!

Mientras la follaba y la insultaba, le daba bofetadas en el culo. Su nalga derecha estaba ya roja, pero éso sólo hacía que provocarle más placer. En un momento ella empezó a dejarse caer hasta quedar de rodillas con el culo en pompa. Yo me acomodé a la nueva postura, en cuclillas, y seguí follándola, esta vez sin taparle la boca. Deduje que había tenido un tremendo orgasmo, pero yo quería más.

-       Sí… ahhh… ¡joder fóllame más! ¡Eres un cabrón! ¡Me encanta como me follas en un sitio así! ¡Ahhh!

-       ¡Puta! ¡Imagina que ahora entra alguien y te ve así, entregada como una perra!- Recordé lo que me había dicho Raúl en la playa, “Tú díselo y verás”.- ¡¡Imagina que es Raúl!!

-       ¡¡Sí!! ¡Quiero que me vea! ¡¡¡Ahhhh!!!

Añadir aquel punto de fantasía al polvo nos hizo llegar a los dos al clímax. Yo empecé a descargar chorros de semen en su interior mientras notaba como ella temblaba y su coño se contraía, hasta que ambos quedamos completamente exhaustos. Me senté contra la pared, con los brazos sobre las rodillas, y ella se acercó a abrazarme.

-       José…- Dijo. Su voz había vuelto a ser la de siempre, dulce y cariñosa.- Lo siento mucho.

-       No pasa nada.- Respondí. Estaba en un estado de bajón post-polvo, pero me sorprendió que me pidiera perdón. Allí, desnuda bajo el agua, semi tumbada en el suelo y buscando mi abrazo, parecía frágil y triste, y recordé por qué la amaba tanto.

-       Sí que pasa… tú no hiciste nada, y yo me he pasado una barbaridad.- Dijo.- No tenía motivos para hacerte eso, entiendo que estés enfadado.

-       Yo entiendo que tú lo estuvieras…

-       Aun así… tú no fuiste.

-       ¿Qué ha pasado dentro del baño?- A ella pareció sorprenderle la pregunta, como si no se esperara que yo dudara de ella hasta ese punto.

-       Nada, José, de verdad, yo sólo quería que vieras cómo me miraba.

-       ¿Y por qué no me dejaste entrar?

-       No sé… la verdad es que no lo sé, creo que vi tu cara y pensé en ponerte un poco más celoso.- Respondió ella. Unas lágrimas se asomaban en sus ojos.- Lo siento mucho, de verdad, pero dentro él ha mirado los grifos y ya está, ni siquiera me he quitado la toalla o algo así.- Me quedé un instante en silencio. Realmente no dudaba de que fuera aquello lo que en verdad había pasado.

-       Vale… te creo.- Concluí finalmente, y ella sonrió, abrazándome más fuerte.- Pero creo que tenemos que hablar de ésto, ¿vale?

-       ¿De qué?- Parecía algo extrañada.

Bueno, de que a ambos nos gusta que te vean.