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Cuando comenzó todo - Capítulo 12

en Fantasías Eróticas

Capítulo 12

 

Mientras trotaba a través del aparcamiento en dirección a la playa, tenía un estado mental tan alterado, de unos nervios tan extremos, que ni siquiera saludé de nuevo a Mike cuando éste se cruzó conmigo.

Pero es que era algo tan inconcebible, tan aterrador, que no era fácil para mí terminar de asumirlo. Es cierto, sí, que, visto desde la distancia tanto del tiempo como de la situación, es fácil decir lo que uno hubiera hecho o hubiera tenido que hacer. Todos tenemos sangre fría en la teoría, pero en aquel instante mi sangre estaba hirviendo y no me dejaba pensar con tranquilidad.

Cuando llegué a la playa me detuve en seco. Allí estaba únicamente Isa, boca abajo en su toalla tomando el sol mientras leía un libro, pero no había ni rastro de Marta. Me acerqué a ella, sin poder evitar fijarme en que estaba en topless y echar un vistazo a su busto cuando se sentó para hablarme. Yo me agaché a su lado.

-       ¿Dónde está Marta?- Le pregunté, no sin cierta brusquedad.

-       Le dolía un poco la cabeza y se ha vuelto ya a la tienda.- Me dijo, con la mirada baja.

-       Gracias.- Fui a levantarme para ir a buscarla, pero Isa me agarró del brazo para retenerme.

-       Oye… ¿podemos hablar un momento?

-       Isa, tengo que...

-       Por favor.

Isa me miraba con la cara compungida. Se podía decir que realmente lo estaba pasando mal. Suspiré un instante y me senté en la arena, a su lado.

-       Si es por lo de ayer…- Comencé. Ella estaba sentada con las piernas cruzadas, a lo indio. Sus tetas enmarcadas por sus brazos parecían más grandes y tremendamente apetecibles. Pugné por no fijarme demasiado.

-       Sí.- Asintió Isa.- Quería pedirte perdón. Creo que… me pasé, no debí hacer… bueno, tomarme esa confianza.

-       Bueno… la verdad es que fue un poco incómodo, tengo novia y no… esas cosas no me van mucho.

-       Lo sé, se ve que os queréis mucho.

-       Gracias.

-       Por eso lo siento mucho, fue una tontería, no sé por qué lo hice.

-       No te preocupes, de verdad, ya está solucionado.- Concluí, comenzando a ponerme en pie. Empezaba a estar impaciente, quería avisar a Marta cuanto antes y largarnos.

-       José, ¿estás bien?- Me miró por primera vez aquella mañana a los ojos.

-       Sí, ¿por?

-       Parece como si hubiera pasado algo.

Me quedé pensativo un momento. ¿Debía decírselo? Raúl era un cabrón, sí, pero Isa era buena gente, me caía genial y lo que había pasado no era más que una tontería. No pude evitar imaginar la de material que tendría de ella, y a pesar de lo morboso que podía llegar a resultar imaginarla duchándose, lo cierto es que era una putada con todas las letras. Fui a abrir la boca para contárselo, pero rápidamente me arrepentí.

¿Qué pasaría si se lo contaba? Se asustaría, se lo diría a Raúl, y éste se enfrentaría a Toni, y por mucho que pudiera pegarle, él ya tendría copias suficientes como para distribuir aquel material en Internet. Y lo que se subía a Internet, ya no era posible hacerlo desaparecer al completo. Yo lo sabía perfectamente.

-       ¿José?- Isa me sacó de mis pensamientos. Estaba de pie a mi lado y me agarraba del brazo, con expresión muy preocupada.- ¿Qué pasa?

-       Es… mi padre, está enfermo y…

-       ¡¿Está bien?!- Exclamó.

-       Sí, sí… creo que no es grave, sólo me he asustado.

Me abrazó, y sentir sus tetas con los pezones duros a través de mi camiseta fue algo imposible de describir.

-       Ya verás como no es nada.- Me dijo mientras me agarraba de los pómulos. Me dio un beso en la mejilla y, finalmente, se separó.

-       Muchas gracias, Isa.- Di un paso atrás para volver al cámping.- De verdad.

Con un sentimiento de culpa tremendo, la dejé allí y me encaminé de regreso al cámping, pero antes de llegar me detuve de nuevo y me apoyé contra el tronco de un árbol.

El miedo y la rabia inicial habían dejado paso a un sentimiento de incertidumbre. Tal vez uno de mis defectos sea pensar demasiado las cosas, pero en ese momento la sangre ya se me había enfriado, y mi mente trató de poner orden en la situación. Y los resultados no eran para nada alentadores.

La razón por la que no le había dicho nada a Isa era perfectamente aplicable al resto de soluciones que hasta ese momento me había planteado: ya no era el hecho moral de dejar a un cabrón así seguir haciendo de las suyas a costa de poder arruinar la vida de parejas o familias que decidieran alojarse allí, es que huir con Marta no haría desaparecer el material que tenía Toni de nosotros. Y tenía, claro, el puto polvo en la ducha.

Pero es que lo mismo ocurría con las otras soluciones: la más lógica, la más natural, sería llamar a la policía. Sí, eso terminaría con Toni en la cárcel y castigado por sus crímenes, pero, ¿y los demás? Una indemnización no solucionaría el daño que haría ese material circulando en la red, y yo sabía de sobra lo difícil que era rastrear algo que se había esparcido, sobre todo si era porno, ya que las páginas porno de vídeos muchas veces funcionan por replicación, enlazándose unas a otras. Es muy fácil que un vídeo subido a una web esté automáticamente subido a varias decenas de ellas. Algunas veces sólo es un enlace a la página web original, por lo que quitar el vídeo de ésta lo hace desaparecer de varias, pero había cientos, miles o decenas de miles de usuarios que descargaban de forma automática todo vídeo que veían. Sería cuestión de tiempo que lo subieran con otro nombre, otra duración, en otro idioma, y entonces se perdería en un mar infinito. El único consuelo que quedaba en esa situación era, en efecto, la vastedad de contenido que hay, encontrar algo concreto sería como buscar una aguja en el pajar, pero básicamente rendirse a eso era hipotecar tu vida a una bomba que no sabes si estallará alguna vez, ni cuándo.

Volví a sentir que la angustia me dominaba a medida que me daba cuenta de todas esas cosas y veía cómo las distintas puertas se iban cerrando. No tenía ni idea de qué coño hacer, pero en aquel momento me aterrorizaba la idea incluso de decírselo a Marta. La cabeza empezó a darme tantas vueltas que me empezó a doler, así que me encaminé de regreso a la tienda.

En el camino saludé a Emma y Hans, que estaban leyendo sendos libros a la sombra de los árboles, junto a la caravana, con una cerveza cada uno. Hans me ofreció una, pero la rechacé amablemente y continué caminando.

Cuando llegué a nuestra zona, Marta estaba hablando con la nueva vecina, Ana, mientras su novio Jorge se peleaba con las varillas de su tienda. Les saludé con la mejor sonrisa que pude, y tras dar un beso a Marta, me giré hacia Jorge.

-       ¿Necesitas una mano?

-       Por favor, que esto es horrible.- Dijo, desesperado.

Durante un rato me entretuve ayudándole, y así me distraje del tremor de mi cabeza. La tienda no era difícil de montar, pero el tipo no debía haber montado ninguna en su vida.

-       Si es que yo siempre prefiero los hoteles, pero…- Decía.

Cuando por fin dimos por terminado el montaje, chocamos las manos y Jorge me dio un montón de gracias. El tío era un patoso, pero al menos era mucho más amable y buena gente que Raúl. O que Toni, claro.

-       Venga, que os invitamos a beber algo en el bar.- Dijo él. Su novia, Ana, le secundó.

-       Además, nosotros comeremos allí porque no tenemos nada.- Añadió ella.

-       No, si nosotros también vamos a comer al bar, ¡el dueño nos debe una!- Exclamó Marta.

-       ¿Y eso?- Preguntó Ana.

-       Pues mi novio, que es tan bueno que incluso de vacaciones se pone a trabajar.

-       ¡Ah sí! Que estabas arreglándole el ordenador, ¿no? ¿Eres informático?- Me preguntó Jorge.

-       Sí.- Respondí, pero estaba ya de nuevo en modo alerta. No me hacía ni puñetera gracia bajar a comer y encontrarme de frente con Toni.

Y por suerte, no tuve que hacerlo, porque no lo volvimos a ver en todo el día. Vanessa nos dijo que les había ordenado que no nos cobraran nada, pero él se había tenido que marchar al pueblo y no vendría hasta el día siguiente.

Así pues, tomamos algo con Ana y con Jorge, y también con Isa, que se unió a nosotros antes de comer, pero después se marchó con Raúl, pues iban a pasar la tarde al pueblo. Por suerte y por casualidad, Isa me preguntó por mi padre en un momento en que Marta no escuchaba, y aproveché para decirle que no le dijera nada, que todo estaba bien y que no quería preocuparla. Por otra parte, sonreí al ver como Jorge tampoco perdía detalle de ningún punto de su cuerpo.

La comida tampoco estuvo nada mal, eran una pareja muy afable, en una onda más similar a la nuestra que Isa y Raúl. Sólo en el momento de pagar, cuando Vanessa volvió a mencionar a Toni y su invitación, sentí la tentación de ponerles sobre aviso, pero finalmente un miedo que podría llamar egoísta me lo impidió. Lo sentía por ellos, pero no podía arriesgarme.

Aquello me enturbió de nuevo el ánimo, y cuando me acosté a dormir la siesta con Marta, rechazando incluso su ofrecimiento de sexo, ésta se preocupó.

-       ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

-       Sí… es sólo que…- Joder, me estaba matando no decirle nada.

-       ¿Qué? Sabes que puedes contarme lo que quieras…- Su rostro mostraba una tremenda preocupación. Normal, por otra parte.

-       Bueno, es que… me da miedo que te enfades si alguna vez se me van los ojos a las tetas de Isa.- Menuda chorrada te has inventado, campeón.

Marta se quedó parada, mirándome en silencio.

-       De verdad… no quiero que te enfades, a mí me gustas tú más que nada, pero soy un hombre y no puedo evitar…

De repente, me dio un puñetazo suave en el hombro y comenzó a reírse.

-       ¡Eres de lo que no hay!- Exclamó, pero entonces me dio un beso y me abrazó.- Pero me encanta que al menos me lo hayas dicho. Ya lo sé, lo he hablado con ella y… soy yo la que tiene que pedirte perdón. Sé que si miras a otra chica no es porque vayas a ponerme los cuernos ni nada, además… sería injusto, porque yo también miro a los chicos.

Aquella respuesta sí que me dejó de piedra.

-       Así que vamos a hacer una cosa.- Se sentó y me miró fijamente, aún con una gran sonrisa en el rostro.- Tú miras a cualquier chica que te guste, pero luego me lo dices, y yo miro a cualquier chico que me guste, y luego te lo digo, ¿vale? Quizá hasta podamos intercambiar impresiones, ¿no?

-       ¿Te has dado un golpe o algo?- Me salió del alma, de verdad.

-       ¡Qué tonto!- Dijo, empujándome.- ¿Te parece bien o no?

-       Sí… claro.

Me dio un beso y un abrazo y después se echó a dormir, dejándome atónito. ¿Qué demonios habría hablado con Isa para cambiar tan radicalmente su mentalidad? No hacía ni 24 horas que se enfadaba por el hecho ya no de que mirara, que era impensable, sino de que Isa enseñara, y ahora me planteaba como si fuera lo más natural del mundo que fuéramos libres de mirar.

Sinceramente, decidí no preocuparme mucho por cómo había llegado a esa conclusión, pero verla tan feliz me hizo tomar una determinación al respecto de lo de Toni. Aquello no se me había ido de la cabeza, ni mucho menos, pero ahora sí que no podía permitir que nos arruinara la vida, así que sólo me quedaba una opción.

Tenía que hackear a Toni.