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En el equipo de fútbol

en Gays

Como la mayoría de los chicos de mi colegio siempre ha jugado al fútbol, además se me da bastante bien. Ahora a mis 19 años y tras acabar mi etapa juvenil donde jugaba con la mayoría de mis amigos del instituto, juego en un equipo con chavales algo mayores que yo. Aunque somos un equipo muy joven donde prácticamente todos están por debajo de los 25 años. Incluso mi entrenador es un chaval joven. Tiene 30 recién cumplidos.

Me encantaba el fútbol, desde pequeño lo he practicado, a todas horas y con el primero que tuviese a mano. Desde que aprendí a andar recuerdo tener un balón cerca. A medida que íbamos creciendo seguíamos jugando al fútbol. Con la entrada de la pubertad y al empezar a competir contra equipos de localidades mas lejanas comenzamos a ducharnos en el campo de fútbol al terminar los partidos.

Siempre me llamaba la atención mirar a mis compañeros desnudos cuando nos duchábamos, al principio era algo que no le daba mucha importancia. A medida que los años avanzaban me di cuenta que ver a mis compañeros desnudos me gustaba tanto o más que jugar al fútbol. Cada vez con los cuerpos más desarrollados era una delicia ver a los compañeros ducharse, al finalizar cada entrenamiento y cada partido.

Con el paso de la temporada, fui haciendo muy buena amistad con todos los compañeros, pero sobre todo con el entrenador. Ya lo conocía de antes. No teníamos una gran amistad de tener confianza para contarnos todo, pero sí que hablábamos a menudo. En parte su llamada fue el principal motivo para que yo fichase por el equipo.

Al finalizar un entrenamiento nos fuimos todos los compañeros a las duchas, a mí siempre me gustaba quedarme hasta el final bajo el agua, no me gustaba perderme a ninguno de mis compañeros desfilando por las duchas con su rabo al aire. Ese día no se porque se me hizo más tarde que nunca y aún seguía bajo la ducha.

- “Joder Alberto, ¿aún sigues aquí? Vas a acabar con toda el agua”.

- “Hola míster, estaba un poco cansado y estaba aquí relajándome bajo el agua”.

- “Se ha jodido la ducha en mi vestuario y venía aquí pensando que ya habíais salido todos”.

Tras pasar por delante de mí todos mis compañeros desnudos, ahora tenía la suerte de poder ver otro rabo más. David mi entrenador había llegado a ducharse. Nunca le había visto desnudo, pero la primera mirada fue algo asombroso.

Mi entrenador es un chaval guapete, moreno, no es muy alto, estará en torno al 1,75 pero con un cuerpo super definido, aunque sin marcar en exceso. Está totalmente depilado, y con un rabo que se puede apreciar bastante gordo, aunque está en reposo.

Tras estar durante unos minutos los dos bajo el agua desnudos, uno frente al otro, los dos salimos a vestirnos. Seguimos hablando mientras nos poníamos nuestra ropa. Y mi entrenador se despidió.

- “Bueno Alber, el próximo día nos vemos, cuídate.”

- “Chao míster, nos vemos”.

Recogí todas mis cosas y me fui para casa. Por el camino no podía quitarme de la cabeza la imagen del míster desnudo. Me había puesto muy caliente. Poco a poco se me iba poniendo dura mientras caminaba. Al llegar a casa y con un calentón de miedo, me puse a cenar algo rápido. Tenia que estudiar por lo que me fui directo a la habitación.

No podía concentrarme, mi rabo estaba bien duro y en mi mente estaba la polla de mi entrenador. Cuando escuché que mis padres se habían ido a dormir, no lo dudé. Me puse a buscar un vídeo porno en el ordenador. Me bajé los pantalones del pijama y el bóxer y comencé a sobarme el rabo.

Ahí en el escritorio, con los pantalones en el suelo, mis piernas y mi culo peludo frente al ordenador y en entre mis dedos mi rabo. He de decir que soy un chico normal, bajito diría yo, pero fibrado. Tengo mucho vello desde el ombligo para abajo, luego en el pecho tengo una hilera fina que me llega hasta mitad de la tripa. Me gusta depilarme, pero ahora con el frio y al ir en pantalones largos estaba sin depilar.

El video no me llamaba mucho la atención, mi mente estaba visualizando el rabo del míster, y mi imaginación recreaba la escena. Los dos solos en el vestuario. Bajo las duchas. Yo agachado comiéndole el rabo con lujuria. No me dio tiempo para alargar mucho más la paja. No tardé en correrme, toda la mesa del ordenador llena de semen. Era una manía que tenía, cuando me pajeaba, tenía que correrme de pie y echar toda la leche sobre el escritorio.

La temporada iba avanzando, por desgracia mía, no había vuelto ver al míster en pelotas de nuevo. Eso sí, los pajotes pensando en él no faltaban todas las semanas. Mi mente sucia se imaginaba todo tipo de perversiones en esas duchas del campo de fútbol. Solo con el míster, con algún compañero o recibiendo un brutal bukkake de todos mis compañeros. Cada vez mis pensamientos eran mas cerdos.

Tras varias victorias seguidas, y en un parón de partidos por la confección del calendario, el míster nos propuso hacer una pequeña fiesta. Ese finde no teníamos partido por lo que teníamos libertad para poder salir de fiesta y beber algo más de lo normal. Y eso hicimos, beber algo más de lo normal.

Estábamos ya en la discoteca, serían las 4 de la mañana, yo iba muy contento por las cervezas que habíamos bebido más algún chupito.  Fui al baño a descargar un poco de líquido. Me puse a orinar en uno de los urinarios de pared que había. No había nadie. Estaba yo solo, con el medio pedo que llevaba, no vi que llegó otro chaval, se puso a orinar también y al rato llegó David, mi entrenador, se pudo a orinar a mi lado. No me pude contener, mis ojos se fueron directos para su rabo. Debe ser que no disimilé mucho.

- “Tanto mirar la vas a desgastar”, jajajaja.

- “¿Que dices míster?, ¿estás loco?”.

- “jajajaja si no pasa nada hombre, me da igual que me mires el rabo. No me enfado. Pero no me vengas a decir que no me la estabas mirando, jajajaja”.

- “Estoy un poco pedo, míster no me lo tomes en cuenta, no sé lo que hago”.

Los dos nos guardamos los rabos y nos fuimos de nuevo a la pista de baile. Al poco rato, nos echaron de allí, iban a cerrar. Yo estaba ya muy cansado y algo pedo. Además, no tenía ya más pasta. Al salir de la discoteca, me despedí de los compañeros que quedaban y de David. Mi entrenador. Me fui camino a casa. La discoteca me pillaba a un paseo, pero bueno caminando se me pasaría un poco el pedo que llevaba. Tampoco era mucho, pero para ponerme a hablar con mis padres cuando llegase a casa tampoco estaba. Tras unos minutos caminando, vi como un coche se paraba cerca de mí. Bajó la ventanilla y era mi entrenador.

- “¿Dónde vas andando a estas horas tu solo muchacho? ¿Te llevo?”.

- “No hace falta míster si me queda poco para llegar, así además se me pasa un poco el pedo que llevo”.

- “Venga anda sube, que te llevo a casa”.

No sé si sería por el alcohol, o cual fue el motivo, pero fue subirme al coche, y empezar a ponerme cachondo. Mi rabo es bastante grande en comparación con mi menudo cuerpo, y con los vaqueros tan ceñidos que llevaba ocultar la erección ere difícil. No sabía como ponerme para que no se me notase. Con tanto movimiento vi como David no paraba de mirarme. Yo me tocaba el rabo de vez en cuando a ver si cambiaba de postura y se me notaba menos.

Mi sorpresa fue, cuando noté la mano de David sobre mi pierna. Con una conducía y la otra la tenia apoyada sobre mi muslo. Cada vez iba subiendo más hasta llegar rozar mi bulto. No lo podía creer, mi entrenador estaba empezando a meterme mano. Siguió subiendo su mano hasta agarrarme la polla por completo.

-          “Madre mía niño, cualquiera diría que ese cuerpecito guardaba una herramienta así”.

Yo no me movía, permanecía inmóvil. No me imaginaba esa situación.

-          “Cuando me has mirado el rabo en los servicios me has puesto muy caliente. y he comprobado lo que ya noté el día que me duché, en vuestro vestuario, que no parabas de mirarme la cola. ¿La quieres volver a ver?”

Sin terminar de decir la frase, y con el coche en marcha, soltó por unos segundos el volante, se desabrochó el vaquero y dejó al aire su rabo. Como vi aquel día en las duchas, no era muy largo, pero si excesivamente gordo.

Volvió a sujetar el volante con su mano izquierda y con la derecha cogió mi mano y la llevo hacia su rabo. Yo me dejaba hacer, me tenía tan desconcertado y tan sumamente caliente aquella situación, que sin dudarlo le agarré fuerte su rabo. No me lo podía creer. Estaba masturbando a mi entrenador. Mi rabo pedía a gritos ser soltado. Estaba oprimido bajo los vaqueros tan ajustados que llevaba.

Vi que paramos a los pocos minutos. David aparcó en la calle y apagó el coche.

-          “Vivo aquí, ¿quieres subir y terminamos la fiesta?”.

No lo dudé, tampoco hablé ni una palabra. Asentí con la cabeza. David se guardó el rabo en sus pantalones, los dos nos bajamos del coche y entramos en el portal. Nada mas subir al ascensor. David me empujó contra la pared, agarrando mi polla con fuerza con sus manos. Se acercó a mi oído y me dijo:

-          “Espero que aquí ahora lo hagas tan bien como lo haces jugando al fútbol”.

Las puertas del ascensor se abrieron. Salimos y justo enfrente estaba la puerta de su piso. Me dejó pasar delante. Y me dijo, la primera a la izquierda. Le hice caso y fuimos directos a un dormitorio. Nada mas entrar a la habitación David me dio un empujón contra la cama. Me incorporé como pude. Y al darme la vuelta ahí estaba mi entrenador, de nuevo con su rabo fuera. Acercándose poco a poco a mí.

No lo pensé dos veces, bajé los vaqueros y el bóxer de David hasta el suelo, agarré su gordo trozo de carne y lo poco a poco fui acercando mi boca hacia él. No era la primera que me comía una, no es que fuese un follador, pero sí que había tenido ya varios líos con otros chavales.

Era un manjar, la conseguí engullir a duras penas, era muy gorda, su glande ya prácticamente me llenaba la boca. David poco a poco se fue quitando toda la ropa. Lo poco que levantaba mi cabeza para verle la cara podía comprobar el cuerpazo que se gastaba. Comencé a agarrar su culo con fuerza a la vez que me comía su rabo. Podría estar así toda la noche.

Pero el míster también quería actuar. Yo que estaba sentado en la punta de la cama, de nuevo sentí un empujón. Quedé tumbado, con los pies apoyados en el suelo. David se arrodilló. Y se lanzó a por mi paquete. Desabrochó el vaquero, lo sacó por completo, y comenzó a sobarme el rabo por encima del bóxer. No tardó ya mucho más en liberarlo.

-          “Que preciosidad tienes aquí nene, tiene que estar deliciosa.”

Nada más terminar de decir eso, la agarró con fuerza, dejó al aire mi glande y comenzó a chuparlo, como si fuese un helado. Pasaba su lengua por todo mi glande haciendo círculos. Tras unos minutos así y tas besarlo, se metió la polla en la boca, bueno la parte que le entraba. Siempre me ha encantado mi rabo. Era bastante grande. Y ahí estaba mi entrenador con él en la boca.

Al míster le apreciaba mucho. Era un tipo muy majo y muy cercano. Pero nunca hubiese imaginado que la mamase así de bien. Estaba recibiendo una mamada de campeonato. David se entretenía con mi rabo, de vez en cuando lo sacaba entero de su boca y empezaba a jugar con mis huevos. Se los metía y los sacaba de la boca y eso me producía un gran placer.

 Tras cansarse de jugar con mi polla. Me quitó toda la ropa por completo.

- “Ahora queda lo mejor”, dijo levantándose y dirigiéndose a la mesilla. De allí sacó un bote de lubricante. Yo aún seguía sentado sobre el borde la cama.

- “Sube las piernas”, me dijo. Por supuesto que sin dudar le hice caso. Me subí un poco mas en la cama, y me eché con las piernas hacia atrás casi tocando totalmente con mis dedos la cama. Aunque lo había deseado en mis pajas, nunca me había imaginado que estaría en la cama de mi entrenador, dejando mi culo al acceso de su gran rabo. Noté como un chorro de lubricante caía cerca de agujero. El míster con sus dedos lo repartía por todo el orificio peludo. Otro gran chorro volvió a caer. Vi como el también se echaba sobre su rabo.

Yo que ya me había cansado de estar con las piernas sobre mi cabeza, me relajé un poco. No estuve con los pies apoyados en el suelo ni diez segundos, cuando David me dijo:

-“Sube las piernas, que vamos a disfrutar ahora”. De nuevo volví a subir las piernas, no como antes, ahora las apoyaba sobre los hombros de David. El poco a poco, iba acercando su rabo sobre mi culo. Noté como empezaba a contactar su cabeza sobre mi agujero. Se iba haciendo camino poco a poco. Me habían follando antes, pero nunca con un rabo así de gordo.

Me comenzaba a arder el culo. El míster me iba a abrir en canal. Yo gemía del dolor. Ese rabo era tremendamente gordo. Mi culo no estaba acostumbrado a ese diámetro. El dolor era brutal. Él se dio cuenta. Ya con todo su rabo dentro de mi culo, paró durante unos segundos. No se movía, con sus manos sobaba mis piernas peludas, se deleitaba con ellas.

El me miró. Yo le hice un gesto con la cabeza, haciéndole saber que el dolor había desaparecido un poco y empezó a follarme, en pocos minutos me estaba dando una follada brutal. Empezó despacito y con delicadeza, pero ahora ya era a lo bestia. Notaba como pegaba su pelvis contra mi culo. Me la clavaba hasta el fondo cada vez.

Yo ahora gemía, pero estaba vez de todo el placer que me estaba dando. Seguimos en esta postura durante un rato más. Hasta que le paró. Se tumbó en la cama bocarriba y con su mano me indicó que me acercase. Me fui acercando poco a poco y yo sabía que quería que ahora fuese yo quien cabalgase sobre su rabo. Poco a poco me fui sentando sobre su rabo. Ahora ya entraba con más facilidad que antes. La verdad que siempre había tenido un culo muy tragón.

Primero solamente subía y bajaba, el estaba quieto. Tras un rato así empecé a mover más mis caderas, alternaba giros con movimiento hacia arriba y hacia abajo. Estaba cabalgando sobre mi míster. No quería que se momento acabase nunca. No me tocaba la polla por miedo a correrme de lo caliente que estaba. Nunca había disfrutando tanto con un rabo dentro.

-          “Ponte a cuatro patas, que quiero follarte bien duro”. Lo que me faltaba para calentarme más todavía. Hice caso al míster, me estaba dando tanto placer que me tenía bajo su mando. Y yo encantado con esa situación. Me di la vuelta, con mi culo peludo en pompa, noté como David me agarraba por la cintura, se iba acercando a mí. Soltó una de sus manos para llevar su rabo a mi culo. Con un pollazo inmenso la metió entera dentro, de nuevo me agarró con sus dos manos con fuerza por la cintura.

Comenzó una follada brutal. Mis gemidos se deberían escuchar en toda la el bloque de pisos. El míster también gemía del placer que le producía follarse mi culo. Me tuvo así durante varios minutos, el cada vez gemía más y mas fuerte. Como siguiese así en nada iba a tener mi culo lleno de leche. A pesar de que cada vez gemía con más lujuria, no paraba de follarme duro. Me estaba reventando el cabronazo. Y me encantaba. De pronto paró. Sacó su polla de mi culo, del hombro me agarró y me hizo darme la vuelta.

No se iba a correr dentro de mi culo, lo iba a hacer en mi cara. Acercó mucho su rabo a mi cara, el se pajeaba con los ojos cerrados, yo sacaba la lengua todo lo que podía para poder chupar su glande. Tras un gemido inmenso, mi cara y mi boca acabaron llenas de semen. Que pedazo de corrida me había echado el míster por toda la cara.

Tras unos segundos, y meter su polla en mi boca para que se la limpiase. El se fue acercando a mi cara, y cuál fue mi sorpresa que, con su lengua, empezó a lamer toda la lefa que tenía por la cara. En pocos momentos, me había limpiado con la lengua todo el semen que había por mi cara.

-          “Me encanta mi leche. Ahora quiero probar la tuya”. Me levanté de la cama. Acerqué mi polla a su boca y empezó a chupármela, yo estaba a mil. No tardé ni un minuto en llenarle la boca de leche. Sin sacársela de la boca, se tragó todo el semen que salió. Me dejó la polla totalmente limpia.

Caímos los dos rendidos sobre la cama. Tras unos minutos en silencio, dijo David:

- “Ha sido brutal nene. Nunca imaginé que gozaría tanto fallándote”

- “Míster, me has roto el culo cabronazo, pero me ha encantado. No sabes las pajas que me habré hecho imaginado sobre esto. Si lo se te miro antes al rabo meando., jajajaja”

- “jajajaja, la verdad que tienes un culo muy tragón y un pollón de escándalo. Por cierto, te puedes quedar aquí a dormir si quieres, vivo solo.”

- “Que va tío, me tengo que ir a casa, que es muy tarde ya”.

- “Bueno venga, nos vestimos y te llevo con el coche”.

En todo el trayecto fuimos hablando tan normal en el coche. Como si no hubiese pasado nada. Llegamos al portal de mi casa, paró el coche y con su mano de nuevo sobre mi rabo me dijo:

-          “Esta semana si tienes alguna duda con la táctica del próximo partido me dices y el piso te doy unas lecciones jajajaja”.

-          “No lo dudes míster, seguro que tengo alguna duda y te llamo, jajajaja.”

Nos despedimos, y entré mi casa. No me podía imaginar lo que acababa de pasar. Mi entrenador, con el que tenía una amistad desde hace un tiempo me había pegado una follada brutal.