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SPAM (Servicios Personales Avanzados para Madur@s)

en Sexo con maduras

Hace ya algún tiempo os contamos en estas páginas de forma coral las andanzas de mi novio Juan y de mí misma, Mercedes, en nuestro emprendimiento de Servicios Personales Avanzados, SPA (https://todorelatos.com/relato/136129/, por si alguien quiere leerlo o releerlo, aun cuando no es necesario para seguir esta historia). La cuestión es que después de que nos explotaran laboralmente en varios trabajos, decidimos Juan y yo montar una empresa muy especial, que ofrecía a un selecto grupo de clientes servicios muy personales, que iban desde el simple acompañamiento a lo que el cliente quisiera y a nosotros nos apeteciera. Tanto Juan como yo somos muy pasionales y liberales, por lo que no sólo vivíamos bien de nuestro trabajo, sino que nos lo pasábamos estupendamente.

Después de unos primeros trabajos, el boca a boca hizo que nos llovieran clientes y estuvimos una época que no dábamos abasto para satisfacerlos a todos. Un día me llamó, Lola, la amiga de una clienta que se había cruzado en uno de nuestros primeros trabajos.

-              ¿Mercedes? Soy Lola, no sé si te acuerdas de mí, del lío que tuvimos en el hotel de Vera, me ha dado tu teléfono Verónica.

Claro que me acordaba de ella, una morena de cuarenta y tantos años, guapetona, que estaba peleando con la báscula permanentemente, pero que por ahora la mantenía a raya. Lo que me extrañó, es que se suponía que ella no debía saber de nuestra existencia. La deje hablar.

-              Verás, Verónica nos ha contado lo de vuestra empresa de servicios y que estáis hasta arriba de trabajo y María y yo, que cómo sabes no damos un palo al agua, hemos pensado en la posibilidad de trabajar para vosotros. Hablando en plata: a nosotras lo que más nos gusta del mundo es follar, así que, si además de hacerlo, podemos darnos unos caprichos, pues sería nuestra ocupación perfecta. ¿Qué te parece?

La verdad es que me quedé de piedra. María y ella eran dos maduras divorciadas, bastante atractivas y bastante locas. Tenía razón en la cantidad de trabajo que se nos había venido encima, lo que ella no sabía es que además muchos clientes nos pedían personas más maduras que nosotros, que todavía no teníamos ni treinta años.

-              Bueno Lola, de entrada no me disgusta la idea, pero lo tengo que hablar con Juan, como sabrás la empresa la llevamos entre los dos.

-              Claro, claro, pero piensa que nosotras estamos desocupadas y disponibles para cuando sea necesario. Además, sólo queremos ser colaboradoras de vuestra empresa, sin mayores compromisos. –La jodía se había preparado bien su oferta-.

-              Vale Lola, lo hablo con Juan y te llamo.

Antes de hablarlo con Juan decidí llamar a Verónica.

-              Hola Verónica soy Mercedes, ¿puedes hablar?

-              ¡Qué alegría oírte Mercedes! Claro que puedo hablar.

-              Me acaba de llamar tu amiga Lola y se suponía que ella no tenía que saber nada de nuestra empresa.

-              Tienes razón, pero como ellas no son tontas se amoscaron con lo que pasó en Vera. Me han estado presionando hasta que al final les hablé de vosotros. Quedé con ella en que cuando yo hablara contigo la avisaría, pero se ve que no ha querido o no ha podido esperar. Yo no sé que quieren, a mí sólo me dijeron que necesitaban hablar con vosotros.

-              Pues se me han ofrecido como colaboradoras para prestar los Servicios Personales Avanzados.

-              Pero qué cara tienen las dos. Desde luego es una ocupación perfecta para ellas. ¿Qué has pensado hacer?

-              He quedado en hablarlo con Juan y darle una respuesta.

Nos despedimos y cuando Juan llegó a medio día se lo comenté.

-              A mí me parece una buena idea, pero tú eres el cerebro de la empresa, así que haz lo que creas más conveniente. Además las dos están un rato buenas y son muy desenvueltas.

Quedé con ellas una tarde en casa. Aparecieron puntuales y luciendo la mercancía ostentosamente, claro que yo también había decidido lucirme. María llevaba un vestido blanco corto y descotado que permitía contemplar parte importante de sus bonitas y operadas tetas y también de sus piernas. Lola llevaba un vestido azul claro del mismo estilo que María, lo que pasaba es que sus tetas eran bastante más grandes y desbordaban el escote.

-              He hablado con Juan y, en principio, aceptamos vuestra oferta de colaboración. –Les dije y ellas empezaron a dar brincos en el sofá-.

-              ¿Cuándo empezamos? –Respondieron a dúo-.

-              Mercedes, llevamos un cierto tiempo de abstinencia, tu ya me entiendes, –dijo Lola- y estamos deseando comenzar con el trabajo, a ver si nos quitan las telarañas.

-              Como tú sabes a nosotras nos van tanto los hombres, como las mujeres, así que por eso no te preocupes. –Dijo María-.

-              En cuanto salga algo para vosotras os aviso –les dije-.

-              ¿No quieres que hagamos una prueba o algo ahora contigo o con Juan si está por ahí? –Preguntó Lola con cara de vicio-.

A mí también podía apetecerme darme un revolcón con ellas, pero no me pareció profesional.

-              No confundiros, que esto es un trabajo –les dije-.

A los pocos días me llamó Antonia, una de nuestras primeras clientas.

-              Hola Antonia, ¿cómo estáis Carlos y tú?

-              Muy bien todos. Te llamo porque se acerca el cincuenta cumpleaños de Carlos, está un poco tristón con lo de hacerse mayor y quería darle una sorpresa de las que nos gustan a nosotros.

-              ¿La sorpresa es para Carlos?

-              Sí, pero yo quiero participar.

-              Ya me lo imaginaba. Pues déjalo de mi mano, aunque como a Juan y a mí ya nos conoce buscaré a otras personas de mi confianza.

Antonia y Carlos eran una pareja muy liberal. Antonia tendría unos cuarenta años, morena, guapa y con un tipazo que quitaba el hipo. Carlos iría a cumplir los cincuenta, un maduro bastante atractivo y que follaba como los ángeles. Había llegado el momento de que María y Lola entraran en acción.

LA TIENDA EN CASA.

(La versión de Carlos).

El día que cumplí los cincuenta años no podré olvidarlo nunca. Era un sábado de mediados de junio y estábamos Antonia y yo solos. Salimos a comer y a mí me apetecía echar un buen rato con Antonia cuando volviéramos a casa. Se lo dije durante la comida:

-              Cuando volvamos a casa nos echaremos una buena siesta, ¿no?

-              No va a poder ser -me dijo-. Me he comprometido a tener una reunión en casa con unas conocidas, que se han empeñado en venderme no sé qué.

-              ¡Joder y no había otro día, que hoy cumplo cincuenta años!

-              Lo siento Carlos, pero no he podido zafarme. Cuando termine la reunión ya veremos.

Aquello me sentó como dos patadas en la barriga, pero bueno que le iba a hacer.

Al rato de volver a casa llamaron al telefonillo, contesté yo.

-              Antonia, por favor.

-              Sí, abro.

Me quedé cerca para abrir la puerta cuando llamasen. Lo hicieron y abrí.

-              Hola somos María y Lola, amigas de Antonia. Venimos a una reunión.

-              Pasad, por favor. Ahora la aviso.

¡Joder con las amigas o conocidas de Antonia! Eran dos cañones de mujeres, ¡qué barbaridad! Llevaban las dos unas falditas cortas con mucho vuelo y unas camisetas bastante descotadas. Creo que era Lola, la que tenía unas tetas tan grandes que le sobresalían por todas partes, sus piernas eran más bien gorditas por la parte de los muslos, llevaba medias de rejilla con costura por detrás y unos zapatón de tacón negros muy altos, vamos lo que se dice en mi tierra una jamona La otra también estaba para mojar pan, aunque más discreta en sus formas, excepto el culo muy respingón, resaltado por unos taconacos que daban pánico. La jamona llevaba una pequeña maleta con ruedas. Las dejé en el salón y fui a avisar a Antonia.

-              Han llegado tus amigas o conocidas, las he dejado en el salón. Por cierto que están como el queso.

-              Te estás convirtiendo en un viejo verde.

-              Joder viejo verde, lo que pasa es qué están buenísimas y van muy fresquitas.

Antonia se había cambiado de ropa y se había puesto también una faldita muy corta y una camiseta descotada. Se fue hacia el salón y yo la seguí para echarles otro vistazo a las visitantes. Se saludaron cruzándose unos besos y Antonia nos presentó:

-              Carlos, mi pareja, María y Lola, una amigas.

En efecto la jamona era Lola. Se sentaron las tres en los sofás y aquello fue una fiesta de muslos.

-              Bueno os dejo con vuestra reunión –les dije y me fui a la cocina-.

Al rato me llamó Antonia. Cuando entré en el salón se me descolgó la cara. María y Lola estaban en sujetador, bragas, liguero y medias. El conjunto que llevaba María era rojo, el sujetador era de esos que juntan y levantan las tetas, un tanga que era un suspiro y que le transparentaba los cortos pelos del coño. El conjunto de Lola era negro, el sujetador también de los que juntan y levantan, lo que pasaba era que las tetas eran tan grandes que no le cabían en las copas, rebosándole por arriba, las bragas eran tipo a media nalga y las medias eran de las que no necesitan liguero. Tengo que decirlo de nuevo, ¡qué barbaridad, como estaban las dos y eso Antonia está un rato buena!

-              Te he llamado para que nos des tu opinión. María y Lola venden ropa interior a domicilio y no sé qué conjunto quedarme. –Me dijo Antonia con la misma naturalidad que si María y Lola vendiesen hábitos de las carmelitas o comida congelada-.

A mí empezó a formárseme un bulto en la entrepierna.

-              Los dos son muy bonitos –acerté a decir-.

-              ¡Venga ya Carlos, no hagas como todos los hombres! Acércate a ellas y toca la calidad de las prendas. –Me dijo Antonia-.

-              Eso Carlos, acércate que no mordemos –dijeron María y Lola a la vez, yo no estaba tan seguro de que no mordiesen-.

Miré a Antonia con cara de odio. Como pude me acerqué a ellas, tratando de disimular la erección que me habían provocado. De cerca el perfume que llevaban me puso todavía peor. María cogió mi mano y la llevó a la tirilla de atrás de su tanga, rozándola todo lo que pudo por su culo.

-              Has visto que calidad y que suavidad de material.

-              Excelente, no cabe duda –le respondí-. Suave y sin embargo parece resistente –pensando, más que en el tanga, en lo apetecible de su culo para darle unos buenos cachetes-.

-              Ven Carlos –me dijo Lola-. Mira bien el encaje de ese sujetador -y llevó mi mano a la copa metiendo mis dedos entre esta y sus tetas, solo puedo decir que me quedé impresionado de su tacto-.

-              Antonia, –acerté a decir- yo me quedaría con las dos, las dos prendas claro, quiero decir.

María y Lola dijeron de probarse otros conjuntos y se fueron al dormitorio a cambiarse. Cuando nos quedamos solos le dije:

-              ¡Joder Antonia! ¿Cómo me haces esto? He cumplido cincuenta años, pero la polla me funciona de maravilla y con tus amigas he pillado una erección de cuidado.

-              Ves como eres un viejo verde, ¿es qué no has visto a otras mujeres en ropa interior?

-              De sobra sabes tú que las he visto y muchas ¿y qué ha pasado siempre? Pues que me he empalmado. Además, ¿a estas mujeres no les da cosa que las vea medio desnudas un perfecto desconocido?

-              Es su negocio y su trabajo y lo que pasa es que tú no tienes detalles, pero ellas me han contado que muchas veces son los hombres los que las llaman para comprarle ropa interior a sus mujeres.

-              Vale, vale Antonia, pues seré un calentorro, pero yo no me puedo quedar indiferente viendo a mujeres en ropa interior y más si están tan buenas como estas.

Después de decirle esto a Antonia pensaba irme a la cocina otra vez, pero no me dio tiempo. Aparecieron de nuevo sus amigas y ahora tocaban los bodis. María llevaba un corsé negro y rojo, debía gustarle el color, sin tirantas y con ballenas, estilo años cincuenta y un tanga negro igual de pequeño que el anterior. Lola un bodi negro transparente muy apretado, que permitía ver sus tetazas con unas areolas impresionantemente grandes y su chocho sin un solo pelo, como si fuera desnuda.

-              Ufff –fue todo lo que pude decir-.

-              ¡Qué bonitos y qué eróticos! –Dijo Antonia y continuó-. Me puedo imaginar con cualquiera de ellos puesto.

-              ¿Cuál de los dos te gusta más, Carlos? –Dijo Lola, dándose la vuelta mostrando un culo  portentoso-.

-              No sabría por cual decidirme, sin ver la calidad de la prenda. –Ya me importaba un carajo que notaran la erección que tenía-.

Me puse entre las dos y las miré largamente, sobé la tirilla del tanga de María y el elástico de las piernas del bodi de Lola, muy cerca de su chocho, lo que provocó que lanzara un gemido casi imperceptible.

-              Muy bonitos y de muy buena calidad, pero Antonia tendría que vértelos puestos a ti para decidirme. –Ya había decidido tirarme al charco-.

-              Estupendo, sin problemas –me contestó Antonia-.

Se levantó del sofá y se acercó.

-              María, déjame el corsé primero, que es el que más me gusta.

Pensé que se irían las tres al dormitorio, ¡pero qué coño! Antonia le soltó los gafetes al corsé y se lo quitó a María. Sus tetas no se le cayeron un milímetro, debían haberle puesto cables de acero por dentro en su última operación. Antonia cogió el corsé y se fue hacia el dormitorio. Aquello era el mundo al revés. Mi pareja se iba a desnudarse al dormitorio y a mí me dejaba con aquellas dos mujeres desnudas o casi.

-              Mira Lola, a Carlos le están gustando nuestras prendas. –Dijo María señalando el bulto que tenía en la entrepierna-.

-              Y parece que mucho –respondió Lola llevando su mano a mi entrepierna-.

-              Un momento, un momento. ¡Coño, que está Antonia ahí dentro! ¿Pero qué clase de amigas sois vosotras?

-              Unas muy calientes –dijo María-.

Antonia volvió del dormitorio y pilló a Lola con su mano en mi entrepierna. Estaba preciosa con el corsé e iba sin bragas. Pensé que se iba a liar la gorda.

-              Ves como eres un viejo verde, ahí restregándote contra mis amigas. –Dijo Antonia-.

-              ¿Pero cómo que restregándome yo? ¡Pero mira dónde tiene Lola su mano!

-              ¿Y qué quieres que haga la pobre, si vas luciendo paquete? –Contestó Antonia-.

-              Vamos a ver, porque a mí se me está yendo la cabeza –dije-. Yo estoy tan tranquilo en casa, invitas a tus dos amigas sin que yo lo supiera, estas empiezan a desnudarse por las buenas, como si yo fuera de piedra y todavía tengo yo la culpa de empalmarme.

-              Anda no te pongas así –me dijo Lola sin quitar la mano de entrepierna-. Lo que pasa es que te sientes presionado y eso hay que arreglarlo.

Entre María y Lola, y ante mi estupor, me soltaron el pantalón y lo dejaron caer. El pollón como un leño me salía por la portañuela de los boxes.

-              ¿Pero Antonia, esto qué coño es?

-              La sorpresa por tu cincuenta cumpleaños, ¿no te gusta?

-              Estás loca. ¡Me encanta, pero cualquier día me vas a matar con alguna de tus ocurrencias!

Antonia y yo solíamos darnos ese tipo de sorpresas, sobre todo en los meses de verano, que nuestro hijo estaba fuera.

-              Haz con ellas lo que ellas te dejen, pero al final me tienes que follar a mí, ¿entendido?

-              Perfectamente, haré lo que pueda.

Antonia se retiró al sofá y se sentó mirándonos. María se puso detrás de mí, me desabotonó y quitó la camisa. Lola se puso en cuclillas delante, me quitó los boxes y se metió mi polla en la boca. Luego María se puso junto a Lola y entre las dos me chupaban y comían la polla y los huevos.

-              Tienes una polla muy bonita y parece que juguetona –dijo Lola-.

-              Bueno, lo que Dios me ha dado –le contesté-. Y vosotras estáis las dos buenísimas, con unas boquitas que hacen maravillas.

Mientras hablaba las dos seguían comiéndome la polla con ansía. Cuando era más joven me podía correr dos o tres veces en una tarde, pero ahora, normalmente, las cosas eran bastante más limitadas. Levanté a Lola del suelo y comencé a besarla en la boca y a sobarle las tetas por encima del bodi. Quería tocarlas directamente. Le solté los gafetes de la entrepierna y tiré del bodi hacia arriba hasta quitárselo. Metí la cabeza entre sus enormes tetas, que ella apretaba con sus manos y las chupé y las mordí con suavidad.

-              Muerde más fuerte, me gusta sentir dolor. –Me dijo ella, acariciándome el culo. Desde luego esa mujer era tremenda-.

María seguía encelada con mi polla y mis huevos. Miré a Antonia. Nos miraba a los tres mientras se acariciaba suavemente el chocho. Levanté a María, abracé a las dos y las llevé hacia el sofá que estaba frente a Antonia. Senté a María bastante recostada con las piernas abiertas y le quité el tanga que estaba empapado, luego senté a Lola encima de María también con las piernas abiertas, sus chochos abiertos quedaron uno encima del otro. Me puse de rodillas entre sus piernas y les fui chupando alternativamente sus coños, mientras sobaba las enormes tetas de Lola con mis manos. Ellas gemían y trataban de besarse girando sus cabezas.

-              Ay María que bueno, como necesitaba que un hombre me comiera el coño.

-              ¡Y yo, y yo! Estoy cachonda perdida y no voy a tardar en correrme.

-              Yo tampoco. Carlos sóbame más fuerte las tetas.

Le sobé más fuerte las tetas y le retorcí los pezones, sin dejar de chupar sus coños, que no paraban de segregar jugos. Desde detrás podía oír los gemidos de Antonia, que imagino se estaría tocando.

-              Méteme los dedos en el coño. –Me dijo María-.

La obedecí mientras seguía lamiéndole el chocho a Lola. Meterle los dedos a María fue la gota que colmó el vaso y empezó a correrse a gritos.

-              ¡Me corro, me corro, no pares ahora, aaggg, aaggg, qué rico, qué bueno!

El orgasmo de María fue el detonante para que Lola se corriera también con fuertes espasmos en sus piernas.

-              ¡La Virgen que me voy, que me corro, qué gusto por Dios!

Me levanté y miré a Antonia, me miró a los ojos con cara de vicio y dijo:

-              No pensaras que has terminado con mis amigas. Tienen cara de estar todavía necesitadas de más caricias.

Las miré y estaban las dos con la mirada fija en mi polla.

-              ¿No te apetece jugar un poco con ellas? –Le pregunté a Antonia sabiendo su bisexualidad-.

-              Pues sí, lo llevo deseando toda la tarde.

Antonia se levantó del sofá, llevaba las ingles húmedas y los labios menores por fuera del chocho. Le pidió a Lola que se tumbara boca arriba en el sofá y, de rodillas alrededor de su cabeza, le puso el chocho en la boca, mirando a María que estaba a los pies de Lola. Me puse detrás de ella y le quité el corsé para poder sobar sus tetas. Me pegué a su espalda restregándole la polla y apretándola contra mí. María se incorporó se puso de rodillas encima de Lola y comenzó a besarse con Antonia, que le apretaba las tetas a Lola.

-              ¡Lola, que pedazo de tetas tienes! –Dijo Antonia-.

-              Estoy muy contenta con ellas, me han dado mucho placer toda mi vida.

Dejé a Antonia que estaba encelada con María, me puse entre las piernas de Lola y me las subí a los hombros, estaba deseando follármela. Tenía el chocho empapado y se la metí sin problemas.

-              ¡Ay qué placer, dame fuerte Carlos, que hace tiempo que no me follan así! –Exclamó al sentirla dentro-.

A la misma vez que la follaba le acariciaba el clítoris. María se levantó y se puso detrás de Antonia, que miraba como me follaba a Lola. Antonia se movía adelante y atrás sobre la boca de Lola, hasta que exclamó:

-              ¡Me corro, me corro, sigue Lola no pares, más, más,..!

Antonia se dejó caer hacia delante, quedando con la cabeza sobre la barriga de Lola. Con la mano que me quedaba libre acaricié su cara, que trataba de recuperar la normalidad. María se vino a mi espalda y metió su mano bajo mí culo hasta  agarrarme los huevos. Lola seguía gimiendo y suspirando, hasta que dijo que se iba a correr, lo que hizo sonoramente. Le saqué la polla y la acerqué a la boca de Antonia que empezó a chupármela lentamente. María seguía apoyada sobre mi espalda y con mis huevos en su mano. Iba a tener que follármela para poder terminar en Antonia. Me di la vuelta, la cogí y la puse a cuatro patas en el otro sofá para que Antonia nos viera.

-              Fóllatela –me dijo Antonia-.

-              ¿Qué te crees que voy a hacer? –Le contesté-.

Sin dejar de mirar a Antonia se la metí a María hasta el fondo.

-              ¡Aaaaggg! –Gritó cuando le llegó hasta el fondo-. Dame cachetes en el culo.

Con una mano la agarré del pelo atrayendo su cabeza hacia mí  y con la otra empecé a darle fuertes cachetes, que le fueron poniendo el culo enrojecido. Aquella mujer aguantaba como una fiera, sin más quejas que unos sonoros gemidos. Los dos mirábamos fijamente a Antonia, que seguía tumbada sobre Lola. Al rato María empezó a mover el culo hacia un lado y hacia otro, se llevó una mano al chocho para sobarse el clítoris y exclamo:

-              ¡Me corro, no pares ahora, fóllame más fuerte, pégame más fuerte!

Cuando terminó de correrse le saqué la polla y ella se dejó caer. Antonia no había dejado de mirarnos, sabía que ahora le tocaba a ella. Me levanté y me acerqué, ella se incorporó. Me senté en el sofá a los pies de Lola, que seguía como desmayada, Antonia se sentó sobre mí mirándome a la cara y se metió mi polla. Fue moviéndose adelante y atrás mientras yo le besaba las tetas. Como me conoce perfectamente supo cuando me iba a correr y me dijo:

-              Córrete cuando quieras que yo me corro también.

La besé en la boca y sobándole el culo nos corrimos los dos. Tardé varios días en volver a tener sensibilidad en el nabo, pero había tenido el mejor cumpleaños de mi vida.

 

(La versión de María y Lola).

¡Qué tarde de follar! Desde luego habíamos encontrado el trabajo perfecto para nosotras.

A los pocos días me llamó Antonia para decirme que todo había ido de maravilla y que no perdiera a María y Lola porque eran perfectas para hacer Servicios Personales Avanzados.

Como he dicho la empresa iba viento en popa. De cada cliente salían por los menos dos o tres más. Un día recibí una llamada de un tal Jorge, según me dijo él amigo de Verónica y Luis.

-              Buenos días Mercedes, mi nombre es Jorge y te llamo porque me han hablado de vosotros Verónica y Luis.

-              Sí, dos buenos amigos de esta empresa. Dime.

-              Verás, estoy harto de que mi mujer me la pegue con quien le apetece. A mí no me importa que ella tenga algún lío, pero coño, es que se pasa mucho. Quiero que me pille un día follando en casa, para que sepa que yo también puedo pasarme.

-              ¿Tú crees que eso es una buena idea? ¿No podría ponerse violenta?

-              No, ella no es nada violenta. La verdad es qué no sé cómo podrá reaccionar, pero estoy seguro que no violentamente.

Seguimos hablando un rato y pensé que era un servicio para María y Lola. Ellas solían trabajar juntas y si pasaba algo podrían arreglarse mejor.

El problema fue que, tras acudir ambas a la cita concertada con Jorge, Lola desapareció durante varios días sin explicación aparente, su ropa y su móvil no se los había llevado consigo, lo que nos preocupó y nos obligó a iniciar una investigación por nuestra cuenta, cuyos resultados fueron los que se narran a continuación.

LA DESAPARICIÓN DE LOLA.

(La narración de Jorge).

Adoro a mi esposa Yesica. Bueno, en realidad es mi segunda esposa, de la primera me separé cuando tenía cuarenta años. Yesica es colombiana, de piel mulata, ojos color miel, una preciosa boca de carnosos labios, unas tetas grandes durísimas, ni un gramo de grasa de más, un culo impresionante que se cuida diariamente en el gimnasio, un chocho grande y depilado y unas piernas largas como un día sin pan. Yo soy un hombre bastante  normalito, si no fuera porque calzo una polla grande y gorda como un vaso de tubo (veintitrés centímetros de larga y veintitrés también de perímetro), que fue la que conquistó a Yesica. Ahora ella tiene treinta años y yo cincuenta.

Pensaran ustedes que debo ser un hombre feliz al lado de semejante mujer, teniendo además una situación económica holgada, lo que pasa es que ella es muy fogosa, tanto que cuando nos conocimos me dijo que ella necesitaba follar todos los días al menos dos veces. Cuando más joven yo rendía por la mañana y por la noche, todos los días a diario. Ahora me cuesta un poco más y ella se busca sus líos, cosa que me parece bien, yo ya sabía de su carácter caliente cuando me casé con ella. Lo que ocurre es que últimamente se está pasando y lo mismo se va varios días de casa, que me mete a los amantes por las puertas.

Cuando me enteré de la empresa de servicios de Mercedes y Juan por mis amigos Verónica y Luis pensé que debía darle un escarmiento con su propia medicina, es decir, que me pillará follando con otra mujer en casa. Cuando hablé con Mercedes me propuso que mejor dos mujeres, dos espléndidas maduras llamadas María y Lola.

El plan era sencillo: casi todos los viernes Yesica queda a comer con sus amigas, provocaríamos que la comida terminase antes de lo previsto, para que pensara que me había pillado, y cuando ella volviera a casa, me cogería follando con María y Lola, formaría un cierto escándalo y yo le diría que a mí también me molesta que se traiga los amantes a casa.

El viernes fijado quedé con María y Lola para comer en un restaurante cerca de casa y así conocernos antes de meternos al lío. Cuando aparecieron por el restaurante me quedé boquiabierto. Eran dos mujeres preciosas, pero sobre todo segregaban sensualidad por todos sus poros. Me gustó mucho María, alta, rubia, muy guapa y con un culo para morirse, aunque quien reclamaba toda la atención del restaurante por sus espectaculares tetas era Lola.

-              Encantado de conoceros. –Les dije-.

-              Igualmente, ¿qué le pasa a un hombre tan atractivo para necesitar de nuestros servicios? –Me preguntó María una vez nos sentamos en la mesa-.

-              Ya os habrá contado algo Mercedes. Estoy enamorado de una mujer veinte años más joven que yo, muy bella, pero también muy fogosa, lo que es una suerte mientras uno la puede atender, pero que se convierte en un problema a cierta edad. Ella está ahora bastante despendolada y quiero darle de su propia medicina.

-              ¿Pero tú funcionas follando, no? –Me preguntó Lola con cara asustada-.

-              Perfectamente, pero no para dos polvos todos los días.

-              Ah, menos mal –dijeron las dos a dúo-.

Cuando llegó la hora nos fuimos a casa, un chalet aislado con piscina, grande como para decir basta y con una casita de invitados en la que residía Pedro, el único hijo de mi anterior matrimonio. Le había dicho al servicio que se fuera antes de lo normal para así poder estar tranquilos. Juan, el novio de Mercedes, aparecería sobre las cuatro en el restaurante donde normalmente comía Yesica con las amigas, fingiría ser operario del gas y solicitaría su desalojo por motivos de seguridad.

Al llegar a casa ya iba bastante calentito pensando en el lote que me iba a dar con aquellas dos preciosas mujeres. Yesica nunca me había consentido hacer un trío con otra mujer, decía que ella era mucha hembra para ser compartida. Tomamos una copa en el salón y les propuse que se fueran quitando la ropa, para dejarla por el suelo y que Yesica se fuera mosqueando cuando entrara en la casa. La madurez de sus cuerpos y su belleza terminó de ponerme a tono y decidimos irnos a nuestro dormitorio para que le molestase más a Yesica. Ellas se habían quedado en ropa interior y yo, todavía vestido, llevaba un paquete en la entrepierna de mucho cuidado.

Ya en el dormitorio, como teníamos tiempo hasta que pudiese llegar Yesica, les propuse tomar un baño en el jacuzzi de la habitación. A ellas les pareció bien. Me encanta desnudar a las mujeres, sobre todo quitarles la ropa interior. Empecé por Lola, quería dejar a María para el final. Abrazándola le solté el sujetador y sus preciosas y grandes tetas quedaron liberadas. Le di un suave mordisco en cada pezón y metí la cabeza entre ellas, para luego ponerme en cuclillas y quitarle las bragas, besando por fuera su bonito chocho depilado. Luego me volví hacia María, llevaba un sujetador de esos que la copa está formada por tres cintas que sostienen un triángulo más pequeño en el centro para cubrir los pezones, se lo solté y sus tetas quedaron al aire sin bajárseles ni un milímetro, por último, también en cuclillas, le quité el tanga que llevaba y metí la cara en su pelado chocho.

-              ¿Tú no te desnudas? –Me preguntó Lola cuando me incorporé-.

Por experiencia sé que el tamaño de mi polla asusta a algunas mujeres, sobre todo de raza blanca, así que suelo desnudarme el último para que no salgan corriendo. Lola empezó a soltarme los botones de la camisa, mientras yo le sobaba su espléndido culo. María, a mi espalda clavándome sus duras tetas, me soltó el pantalón, dejándolo caer al suelo, y luego me bajó los calzoncillos (uso calzoncillos porque llevar mi polla suelta con los boxes, me resulta molesto). Cuando Lola bajó la mano y me cogió la polla, que estaba ya como un leño, dio un paso atrás y bajó la vista.

-              ¡Virgen del Carmen, María ven a ver esto que merece la pena! –Gritó al momento-.

-              ¡Qué pedazo de polla! –Exclamó María cuando la vio-. ¡Y tu mujer se va con otros teniendo esto en casa!

-              ¿Y tienes que levantar esto dos veces al día? –Dijo Lola sin soltármela-.

-              ¿No os asusta? –Les pregunté-.

-              ¿A nosotras? Ni lo más mínimo. –Contestaron las dos a la vez-.

-              ¡Gracias Dios mío, por haberme dejado vivir para tener una polla como esta en mis manos! –Exclamó Lola-.

 El jacuzzi ya estaba listo, así que nos metimos los tres, sin que Lola me soltara la polla. Me puse entre las dos, yo las besaba, les amasaba las tetas o les tocaba el coño, mientras que ellas me sobaban el nabo y los huevos, que debo decir van a juego con el tamaño de la polla.

-              ¿Tú has tenido otra como esta en las manos? –Le preguntó Lola a María-.

-              Yo tan larga sí, pero tan larga y tan gorda no. Yo creo que no me cabe en la boca ni el capullo.

Juan me mandó un mensaje diciendo que Yesica ya había salido del restaurante y había cogido un taxi. Salimos de la bañera, las sequé con gran placer, sin que ellas me soltaran el nabo en ningún momento. María se puso a cuatro patas a los pies de la cama, para que se la metiera por detrás, cosa que no tardé ni un minuto en hacer con gran placer mío y de ella por lo que decía:

-              ¡Qué bueno, que pollón Lola, me llena por completo!

Lola se puso de pie en la cama, dejando a María entre sus piernas y echándose hacia delante me puso su chocho en la boca abriéndoselo con las manos. Estaba en la gloria, más, pensando que Yesica estaba al llegar. Como efectivamente sucedió.

-              ¿Qué haces pendejo con estas dos jamonas en nuestra cama? –Dijo Yesica cuando nos vio-.

-              Tu qué crees, pues follármelas a las dos, como tú haces cada vez que te da la gana, con quien te da la gana y donde te la gana. –Le contesté sin parar de follarme a María-.

-              Pero si no puedes con una hembra de verdad, ¿vas a poder con estas dos, que tienen pinta de ser muy guarras?

-              Sin faltar –terció Lola que seguía de pie con el coño abierto-.

-              Mira pendejo, para que no hagas el ridículo, te voy a ayudar con la contestona –dijo Yesica-.

Se acercó a la cama y le dio la mano a Lola para se bajara.

-              Ven conmigo, que eres una mujer demasiado potente para este elemento.

Fue lo último que le oí decir a Yesica y la última vez que vi a Lola. María y yo seguimos follando durante toda la tarde.

 

(La narración de Yesica).

Es verdad lo que ha narrado mi esposo, llevaba un tiempo más salida de la cuenta, él no era capaz de satisfacerme las dos veces que yo necesito diariamente y yo tenía que hacerlo con otros hombres, pese a que carajos como el de mi esposo hay pocos, muy pocos.

Cuando llegué a casa aquella tarde, me sorprendió que el servicio no estuviera, pero me sorprendió más todavía ver ropa de mujer tirada por el suelo del salón y por la escalera. Subí y al entrar a nuestro dormitorio pude contemplar como mi esposo se estaba follando por detrás a una catira y le estaba comiendo la concha a una mujer de potentes formas: tetas muy grandes con unas areolas como posavasos, un poco de barriguita, unas caderas más bien grandes y una enorme chocha totalmente depilada.

En un principio me enfadé, pero luego comprendí que mi esposo me estaba devolviendo algunos de los cuernos que yo le había puesto recién. Me tranquilicé y me dije que la jamona estaba bien rebuena. Aunque a mí normalmente no me gustan las mujeres, aquella tipa y la escena de la comida de concha que le estaba dando mi esposo, me habían puesto más caliente de lo habitual. Si a ella le apetecía, yo estaba dispuesta a darme un buen revolcón con ella y de paso quitársela a Jorge.

-              Ven conmigo, que eres una mujer demasiado potente para este elemento. –Le dije cogiéndola de la mano y ella se vino conmigo-.

Le pasé el brazo por la cintura hasta llegar a su portentoso culo y así desnuda como estaba, bajamos al que llamamos mi esposo y yo “el cuarto de juegos”, una habitación en el semisótano que tenemos preparada para cuando nos atamos y hacemos sado-maso, cosa que nos gusta mucho a los dos. Le ofrecí una copa que ella aceptó y platicamos:

-              ¿Cómo es tu nombre?

-              Lola y tú debes ser Yesica. Eres muy guapa, tu marido no te ha hecho suficiente justicia al describirte.

-              Gracias Lola. ¿Sois putas?

-              Nooooo, bueno, de profesión no. Somos dos divorciadas muy fogosas que colaboramos con una empresa de Servicios Personales Avanzados, para follar todo lo que podamos y darnos algunos caprichos.

-              Pues estás bien rebuena, así que podrás follar todo lo que quieras.

-              No te creas, no está la cosa fácil. Hay mucha competencia, mucho julay y muy pocos hombres que sepan follar bien con unas mujeres como nosotras.

-              ¡A mí me lo vas a decir! ¿Qué es eso de los Servicios Personales Avanzados?

-              Servicios muy personales, desde simple acompañamiento, hasta servicios como el de hoy con vosotros.

-              ¿Te apetece que pasemos un buen rato entre nosotras? Me has calentado mucho con tu cuerpo lujurioso. –Le pregunté-.

-              Por supuesto que sí. La polla de tu marido es muy tentadora, pero nunca he estado con una mulata y me produce mucha curiosidad, más teniendo un sitio como este para disfrutar del sado.

Me acerqué a ella, la abracé y la besé en la boca, acariciando su culo. Besaba maravillosamente.

-              Desnúdame –le propuse, me gusta dejar que me desnuden, que vayan descubriendo poco a poco los secretos de mi cuerpo-. A ti parece que no te importe estar desnuda.

-              A mí en absoluto, estoy muy orgullosa de mi cuerpo. Me ha deparado momentos maravillosos y me sigue dando mucho placer.

Se colocó a mi espalda, me bajó la cremallera del vestido que llevaba, dejándolo caer al suelo. Luego se puso frente a mí para mirarme en ropa interior. Suelo utilizar ropa interior blanca para que realce mi piel mulata. Me abrazó por delante, sobándome el culo.

-              Eres preciosa, tienes un cuerpo que me voy a comer poquito a poco. –Me dijo mientras me soltaba el sujetador-.

-              Te equivocas Lola, primero te voy a comer yo a ti.

Luego se puso de nuevo a mi espalda, notaba la presión de sus tetas, y besándome el cuello me sobó las tetas un buen rato.

-              Tienes unas tetas para hacer feliz a cualquier hombre o cualquier mujer –me susurró al oído-.

Se agachó, me bajó el tanga y metió su cara en mi culo, mordiéndolo, besándolo y chupándolo, deslizando una mano hacia mi vientre y bajándola hasta la chocha, gemí fuertemente cuando noté sus dedos. Estaba muy caliente.

-              Átame –me pidió-. Me gusta que me aten y que me castiguen

La llevé a la zona en la que tenemos las cadenas con grilletes colgando del techo y cogidas al suelo. Le cogí las muñecas y los tobillos, formando con su cuerpo un aspa. Estaba espectacular. Le fui besando y lamiendo todo su cuerpo, especialmente sus tetas, su concha y su culo.

-              Estoy muy caliente, hazme un dedo, yo me puedo correr varias veces en una tarde. –Me dijo, pero yo no le hice caso-.

Cogí un látigo de varias colas y le fui golpeando primero el culo y luego las tetas. Azotarla me puso para reventar, pero yo no me puedo correr sin algo dentro de la chocha. De uno de los armarios cogí un arnés con una verga de buen tamaño para fuera y otra más pequeña para dentro y sin soltarla se lo coloqué a Lola, diciéndole:

-              Fóllame.

-              Primero chúpamela –me contestó-.

Comencé a chupársela como si fuera de verdad, empujando mucho para que lo notara en su chocha con la verga que tenía incrustada. Cuando llevaba un buen rato de mamada, me puse de espaldas a ella, me doblé por la cintura, me puse en posición, encendí el vibrador y me introduje la verga grande en la concha. Lola era una bestia sexual, se puso a mover la cintura adelante y atrás, a la misma vez que me gritaba:

-              Apriétate contra mí zorra, que te la pueda meter más fuerte.

-              Cállate y fóllame más duro –le contesté-.

-              Me voy a correr, córrete tú también –me dijo al rato-.

Formamos un coro de gemidos, exclamaciones y sonidos guturales mientras nos corríamos las dos juntas. Me dejé caer al suelo y ella siguió gozando con la vibración de la verga que tenía en la concha.

-              ¡Qué bueno! –Le dije tumbada en el suelo y admirando su cuerpo-. ¿Quieres que te suelte?

-              No, azótame las tetas otra vez sin sacarme la polla, creo que me puedo correr otra vez.

-              Eres todavía más salida que yo.

-              ¿Qué te creías? Me quedan menos años de zorrear que a ti y los pienso aprovechar. ¡Mírame como me corro!

La corrida que se pegó fue espeluznante, había perdido el control del cuerpo y movía la chocha en todas direcciones, como queriendo follarse más duro a la verga falsa. Cuando terminó quedó colgada de los brazos como desmayada. Me levanté y apagué el vibrador, ¡Carajo que hembra!

La descolgué cuando recuperó la conciencia y nos tumbamos en los sofás para tomarnos una copa. Ella estaba medio dormida, pero yo estuve pensando varias cosas que proponerle para cuando despertara.

-              Yesica, me he quedado muy a gusto, me ha encantado –me dijo cuando se espabiló-.

-              Me alegro, yo también lo he pasado en grande. Quiero proponerte dos cosas.

-              Dime –me contestó-.

-              He pensado que me encantaría colaborar con la empresa para la que trabajas. Soy una mujer muy caliente y creo que podría ser una solución ordenada para los cuernos que le pongo a mi esposo. Él por supuesto lo sabría y no creo que se oponga.

-              Se lo diré a Mercedes que es la jefa. El trabajo sobra y una mulata con tu cara, tu cuerpo y tu calentura conseguiría que la empresa fuese más exótica y divertida. ¿Y la otra cosa?

-              Se trataría de que ampliases tu misión de esta tarde. Te cuento. Jorge tiene un hijo de su primer casamiento, que vive en la casa de invitados. Ahora tiene veinte años, es un chico muy guapo, fuerte y estudioso. Pero tiene un problema que lo tiene traumatizado y es incapaz de mantener relaciones con las chicas.

-              ¿Qué problema tiene?

-              Su verga.

-              ¿La tiene pequeña?

-              Todo lo contrario, ha heredado la vergota de su padre y según dice mi esposo, todavía la tiene más grande

-              ¡Qué barbaridad!

-              Él cree que las chicas se van a asustar y lo van a ridiculizar. Su padre lo ha llevado a varios sicólogos, pero no han podido hacer nada.

-              Pobrecillo, las malas pasadas que juega la mente.

-              He pensado que te quedes esta noche aquí y por la mañana, con la excusa de ir a arreglarle la casita, te lo calces y le convenzas de que lo que tiene es para estar orgulloso y no traumatizado.

Noté que a Lola se le ponían lo ojos pícaros, se mordía el labio inferior y empezaban a salirle jugos por su chocha.

-              Yesica, lo que me propones es un acto de buena samaritana, al que no puedo negarme. Pobrecillo, veinte años y traumatizado por tener un pollón, con las alegrías que podría darle a tantas mujeres.

-              Gracias Lola, mi esposo y yo te estaremos eternamente agradecidos.

-              Pero te voy a pedir una cosa a cambio.

-              No te preocupes que lo arreglaremos con tu agencia.

-              No es eso, quiero me folles tu ahora con el arnés ese.

Lo platicado, ¡qué barbaridad de mujer! Me la jodí bien con el arnés en todas las posturas posibles y nos corrimos dos veces más, hasta que se durmió.

Por la mañana le llevé su sujetador y sus bragas y un traje de mucama, al que había acortado la falda sensiblemente. Me obligó a ducharme con ella en el baño del “cuarto de juegos” y nos volvimos a correr. Después se puso el traje de mucama y unas medias negras, desbordaba el traje por todas partes, quedándole parte importante de las tetas y de los muslos a la vista.

Como era sábado el servicio no venía a casa. La acompañé a la casa de invitados y esa fue la última que la vi en esas fechas.

 

(La narración de Pedro).

El sábado de autos (he de decir que estudio derecho y debo escribir con propiedad) me levanté empalmado como todas las mañanas, claro que con una polla de veinticinco centímetros y muy gorda, mis erecciones no eran cualquier cosa. Los sábados, como tenía más tiempo, solía hacerme una paja mañanera. No salgo con chicas porque me da vergüenza que me vean la polla y se rían de mí o les de miedo, así que  tengo que desahogarme por mi cuenta. Me unto las manos con crema para que suban y bajen mejor por mi polla y le dedico un buen rato. Algunas veces me animo viendo porno y otras pienso en chicas a las que conozco de la facultad. Esa mañana me decidí por el porno y me fui en albornoz al cuarto de estudio, que es donde tengo el ordenador.

Algunas veces había pensado dedicarme al porno, allí todos los actores tenían unos pollones como el mío y a las chicas parecía encantarles. En una página gratuita escogí la sección de MILF (en español más o menos, maduras que te follarías si pudieras), me gustan las mujeres maduras de cuerpos rotundos y grandes tetas. De entre el repertorio que había, escogí para empezar un video de una morena como de cuarenta y tantos años con unas tetas de escándalo que al parecer se follaba a un jovencito repartidor de AMAZON. Empecé el sube y baja mientras que la madura con una bata muy corta hacía pasar al jovencito para recibir el paquete. Pero para paquete, el que se le puso al chaval cuando la madura le echó mano a la entrepierna. Le estaba dando una mamada de mucho cuidado y yo me estaba animando como para llegar al final, cuando oí el ruido de la puerta de la casa de invitados en la que vivo. Me tapé como pude, me levanté y con la puerta entornada miré al salón. Una mujer que no conocía, pero que no tenía nada que envidiarle a la del video, vestida con el uniforme del servicio, estaba cerrando la puerta.

-              Buenos días, soy Lola la nueva asistenta de los sábados. –Avisó al entrar-.

-              Buenos días Lola, no la esperaba y estoy todavía sin asearme.

Con el susto la erección se me había bajado, pero la tenía todavía muy  morcillona y se notaba ostentosamente bajo el albornoz.

-              No te preocupes, voy arreglando unas cosas y otras, tú sigue con lo que estuvieras haciendo.

Si tú supieras lo que yo estaba haciendo, pensé. La miré de nuevo, estaba buena para reventar, además del tipo de mujeres que me gustan: madura, morena, grandes tetas evidentes por el escote del traje y unos muslos más gordos que delgados. Si seguía mirándola me iba a volver a empalmar. Para mi mala suerte, el video había subido el volumen y se escuchaban unos gemidos y unas chupadas, que dejaban poco a la imaginación. Me dirigí corriendo al ordenador para cerrar la página, pero la mierda del ratón inalámbrico no funcionó y los gritos y los gemidos eran cada vez más fuertes. Lola entró en la habitación diciendo:

-              Estabas viendo porno, lamento haberte interrumpido. A mí me gusta mucho el porno –y por las buenas se sentó delante del monitor-. Me gusta todo del porno, pero sobre todo los pollones de los actores. Yo creo que deben estar operados, no pueden existir unos nabos de ese tamaño.

¡Vaya con la asistenta, coño que desenvuelta!

-              Yo creo que voy a ir a asearme –le dije para zafarme de la situación-.

-              Espera, espera qué te pierdes lo mejor –me dijo-.

No sé porque, pero en lugar de irme me quedé detrás de la asistenta. Con ella sentada y yo detrás, podía admirar la maravilla de sus tetas.

-              A mí estas escenas de follarla él por detrás me gustan mucho. Pero fíjate que pedazo de nabo se gasta el tío. Eso es mentira seguro. Fíjate como se corre ella y el no va a tardar.

Lola comentaba el video como si nada y a mí se me estaba empezando a poner dura otra vez.

-              Ya está, no te lo dije. Vaya chorros que echa el tío.

-              Si quiere siga viendo otro video, pero yo voy a ir a asearme.

-              No, voy a seguir con la tarea, que si no me voy a animar más de lo conveniente en horas de trabajo.

Oírla decir eso ya me puso el nabo como una estaca y salí corriendo al baño de mi habitación. Ya en el baño me quité el albornoz y me metí en la ducha. Tenía la polla como una piedra. En mi cabeza alternaba la visión de Lola con su uniforme y de Lola, también, con la bata entreabierta de la actriz del video porno. Cerré los ojos para concentrarme en una u otra visión. Me hubiera gustado terminar la paja que me estaba haciendo cuando entró Lola en la casa, pero no me atrevía estando ella en el salón. De repente la escuché dentro del baño:

-              ¡Joder, pues tú también te la gastas grande –me dijo-. Lástima que tengas que hacerte una paja, con la cantidad de mujeres que hay en el mundo que estarían encantadas de hacértela ellas o de chupártela.

Yo me tapé como pude con las manos.

-              ¿Qué hace en mi baño? ¡Salga por favor!

-              No seas tan vergonzoso, no tienes nada que ocultar.

Ella no quitaba los ojos de mi entrepierna. Cogí una toalla y dándole la espalda me la lié a la cintura.

-              Tienes también un culo muy bonito, que debe estar durísimo –me dijo cuando le di la espalda-.

-              Lola, creo que esto ha llegado demasiado lejos. Está usted invadiendo mi intimidad.

-              En eso tienes razón. No es razonable que tú estés casi desnudo y yo siga vestida.

Muy lentamente se desabrochó el traje y lo dejó caer al suelo. La visión fue celestial. ¡Qué tetas, qué barriga, que muslos! Después se soltó el sujetador, dejándolo caer también al suelo, pero tapándose las tetas con las manos. Se dio la vuelta para coger una toalla del estante, su culo era el portento más grande que había visto en mi vida. Su espalda desnuda, las bragas negras a media nalga y las medias sin liguero, también negras, me pusieron la polla como no creo que no la había tenido nunca. Se lió en la toalla, se quitó las bragas y se dio la vuelta de nuevo.

-              ¿No prefieres que te la chupe yo a hacerte una paja? –Me dijo con total naturalidad-.

Mi cabeza no podía pensar. El ofrecimiento de chuparme la polla me había creado unas expectativas, más allá de lo que yo pudiera imaginarme un cuarto de hora antes. Entonces se me ocurrió una de las mayores idioteces que se me han ocurrido en mi vida, pero es lo que tiene mezclar los traumas con los deseos sexuales irrefrenables de un chaval. Si yo no la veía a ella, ni ella me veía a mí, podría superar mis temores.

-              Tienes razón, pero tenemos que hacerlo a mi manera –le dije-. Voy a ir al dormitorio y te aviso cuando esté preparado. ¿De acuerdo?

-              Como tú quieras, yo tengo que estar toda la mañana y si me puedo llevar algo a la boca, pues eso que me he llevado.

Salí de la ducha al dormitorio. Cogí unas tijeras que tenía para cortarme las uñas y a la altura de la polla, le abrí un agujero grande a la sábana. Me metí en la cama, saqué la polla y los huevos por el agujero y me cubrí por encima de la cabeza con la sábana. ¡Ya sé que es una gilipollez, pero en ese momento me pareció una solución para combinar el deseo que tenía que me la chupara y las limitaciones que me imponía mi trauma!

-              ¡Lola, cuando quieras puedes venir! –Le grité, temblando no sé si de miedo a su reacción, del calentón o de qué-.

La oí entrar al dormitorio y noté como se subía la cama. La inseguridad me hizo pensar que debía estar ridículo bajo la sábana, con todo el “mandao” fuera por el agujero.

-              Te vuelvo a decir que tienes un pollón espectacular, como para volver loca a cualquier mujer, aunque así no me gusta mucho, porque el nabo es una parte del hombre, una parte especial, pero una parte, y a mí me gusta apreciar a los hombres en su integridad. De todas formas, lo prometido es deuda.

Cuando dijo esto noté que se me subía encima, con sus piernas al lado de mis brazos. Dejó transcurrir unos segundos y me cogió la polla con las manos. No pude soportar ni un segundo que me tocara y me corrí dando gritos.

-              ¡Chico, que barbaridad, como estabas!

-              Lo siento, lo siento, no tengo eyaculación precoz, normalmente tardo bastante más, pero verte en ropa interior me ha excitado mucho.

-              No te preocupes, con tu edad esto tiene arreglo.

Ella no había dejado de tocarme la polla en ningún momento y mi erección no había bajado ni un milímetro. Era la primera vez que una mujer me tocaba la polla y lo estaba haciendo una del tipo que más me gusta.

-              ¿Has estado con muchas mujeres? –Me preguntó-.

-              No, la verdad es que con ninguna.

-              Bueno, siempre hay una primera vez para todo.

Empecé a pensar que era gilipollas. Debía tener su chocho pegado a mi cara, porque notaba un olor muy especial, que alguna vez había notado en la habitación de Yesica y mi padre. Sólo con bajar un poco la sábana podría verlo y si ella me dejaba, lamerlo, que era lo que en ese momento más deseaba del mundo. Debió empezar a chuparme la polla porque notaba como algo húmedo y caliente subía y bajaba por ella.

-              ¿Me estás chupando la polla? –Le pregunté-.

-              Si, ¿no habíamos quedado en eso? ¿No te apetece ver cómo lo hago?

-              Me apetece mucho, pero más verte desnuda.

-              Pues quítate la sábana de la cabeza, que me parece que se la estoy chupando a un fantasma.

El deseo de verla era demasiado fuerte, así que venciendo mis traumas me quité la sábana de la cabeza. Lo que vi me estremeció. Tenía su hermoso culo a menos de un palmo de mi cara, como ella tenía las piernas abiertas veía también su rosado chocho sin un solo pelo. Por entre sus piernas veía como tenía cogida mi polla con su mano y su lengua subía y bajaba por ella.

-              ¿A qué es mejor así? –Me dijo-.

-              Sin duda. Tienes un culo maravilloso. ¿Me permites que te chupe el coño?

-              ¡Qué pregunta es esa! Estoy deseando que lo hagas.

Saqué mis manos de la sábana, me incorporé un poco y abriéndole el culo con las manos metí mi cara en él. Ella gimió cuando roce su chocho con mi lengua. Estaba muy húmedo o mejor dicho incluso mojado, sabía de una forma muy especial que hizo que el nabo se me pusiera todavía más duro y soltara chorros de líquido preseminal. Ella jugaba a pasarme la lengua por el capullo y por el frenillo.

-              Voy a tratar de meterme tu polla en la boca, pero no sé si podré, es demasiado gorda.

Noté el roce de sus labios a ambos lados de mi capullo, mientras su lengua seguía jugando con él.

-              ¿Puedes? -Le pregunté-.

-              Uuummm –me contestó-.

Seguí lamiéndole el chocho y el ojete, ella respiraba y gemía cada vez más fuerte, hasta que liberando su boca me dijo:

-              Me voy a correr, no pares de comerme el chocho. ¡Aaaggg, me corro, me corro!

Me llenó la boca de sus jugos, entonces noté que yo tampoco podía aguantar más y le dije:

-              Lola, yo también me voy a correr otra vez.

-              Córrete –me dijo sin dejar de lamerme el capullo y apretando mis huevos con su mano-.

-              ¡Aaaggg, uuufff! –Exclamé soltando chorros de lefa, como creo que no había hecho nunca-.

Nos quedamos un rato así, ella tumbada sobre mí sin soltarme la polla y yo tratando de recuperar la respiración.

-              Tendremos que ducharnos –dijo ella-.

Me apené, pues creía que ella quería dar por terminada la sesión de sexo mañanero y marcharse. Se lo dije:

-              Lola no quiero que te vayas todavía, quédate así como estás.

-              ¿Quién te ha dicho que me voy a marchar ya? No tengo nada que hacer en todo el fin de semana. Lo que pasa es que tengo la cara, las tetas y las manos llenas de semen y se está empezando a poner pegajoso.

-              Vamos entonces, que tendré que limpiarte.

Se levantó de la cama y tiró de la sábana mirándome a la cara. No solo no tuve problemas con la situación, sino que me gustó que me viese desnudo con mi polla todavía como un palo.

En la ducha la enjaboné y ella a mí. Sobar todo su cuerpo con la suavidad del agua y del jabón era maravilloso. Sus tetas, su vientre y su culo tenían una textura como nunca había disfrutado. Ella me sobaba la polla en erección permanente y los huevos.

-              ¿Quieres la meta entre mis tetas? –Me preguntó tras besarme en la boca-.

-              Claro que quiero.

Ella se puso en cuclillas, yo pegué mi polla a sus tetas y ella me dijo:

-              Apriétamelas con las manos alrededor de tu polla.

Lo hice y ella empezó a moverse hacia arriba y hacia abajo chupándome el capullo a la misma vez. Me encantaba verla desde arriba y sobar sus tetas apretándolas contra mi polla. Al rato se levantó y se apoyó con una mano contra la pared, pegando sus tetas a la mampara.

-              Levántame la pierna y méteme la polla en el coño. -Me dijo-.

-              ¿No te haré daño?

-              ¡Haz lo que te digo!

Yo no tardé en obedecer, ella se cogió con el brazo libre a mí cuello. Le entró sin el más mínimo problema hasta que llegué hasta los huevos y empecé a bombear.

-              Tienes una polla fantástica, me llena entera, pero sobre todo eres delicado follando. Tienes mucho que aprender para follar bien, pero yo te lo voy a enseñar en un curso acelerado.

-              Creo que me voy a correr otra vez –le dije-.

-              Córrete, yo también estoy lista.

Nos corrimos esa vez y diez o doce veces más durante el fin de semana. Lola había curado mi trauma.

 

(La investigación de Mercedes).

Como dije al principio de esta historia, empezamos a preocuparnos cuando Lola no dio señales de vida la noche del viernes y todo el sábado. El domingo por la mañana llamé a Jorge y le dije que iría verlo para tratar de recomponer que había pasado con Lola.

Me presenté en su casa y me contó lo que ha quedado recogido más arriba. Así que la última vez que había visto a Lola fue cuando su esposa Yesica la había sacado de la habitación. Le dije que tenía que hablar con Yesica. Él se hizo el remolón con la excusa de que ella no debía enterarse del montaje, pero lo convencí de que teníamos que saber donde estaba Lola.

Yesica llegó después de comer, era un monumento de mulata. Me la presentó y le pedí que nos dejara a solas. Yesica me llevó al “cuarto de juegos”. ¡Joder qué bien se lo montaba la pareja! Me contó con pelos y señales lo que ha quedado descrito antes.

Cuando terminó me quedé mucho más tranquila. Lola debía estar follando sin parar desde la mañana del sábado, con el chaval de la polla de veinticinco centímetros. Yo también hubiera hecho lo mismo. Entonces me sorprendió la oferta de Yesica.

-              Mercedes, como te he platicado, Lola me habló de vuestra empresa y yo quisiera colaborar con vosotros. Lo he hablado con mi esposo y él no tiene problemas. Cree, como yo, que puede ser una solución para satisfacer mis necesidades de una manera gustosa y divertida. Piénsatelo y te llamo en unos días.

-              Por mi perfecto, pero lo tengo que hablar con Juan, mi socio y pareja, que igual quiere hacerte una prueba.

-              Sin problemas, lo entiendo y la haré gustosamente. ¿Cómo está de dotado por la madre naturaleza?

-              Sin llegar a ser tu esposo o su hijo, bastante bien y muy juguetón.

-              ¡Qué bueno!

-              Pero ahora tenemos que ver cómo sacamos a Lola. Creo que tengo una idea.

-              Lo que sea déjalo para mañana, que el joven disfrute un poco más y ojalá le quite su problema.

Me fui a casa, le comenté a Juan lo que había pasado y la petición de Yesica. Esa noche follamos como descosidos gracias al calentón que cogió Juan pensando en la prueba de Yesica.

A la mañana siguiente volví a la casa temprano, Yesica me prestó el traje del ama de llaves, un traje de chaqueta gris ajustado y una camisa blanca entallada, y me acompañó a la casa de invitados. Entré sin hacer ruido y fui hacia el dormitorio principal. Sobre la cama, desnudos, estaban Lola y Pedro durmiendo. Pedro tenía una erección matutina. ¡Joder que pedazo de nabo se gastaba el chaval! De verlo empecé a salivar y a segregar flujos de una manera insana. Desperté a Lola, que se vino conmigo al salón.

-              Vaya cara tan dura tienes. Nos has tenido muy preocupados.

-              ¿Qué querías que hiciera, si era una obra de caridad?

-              Bueno ya hablaremos de tus obras de caridad, pero ahora tienes que salir de aquí sin que Pedro se entere del montaje. Vuelve a la cama. Yo apareceré para despertaros, te monto una bronca y tú te vistes y te vas.

Lola, a regañadientes, aceptó. Cuando volvió a la cama entré chillando en el dormitorio.

-              Pero bueno Lola, ¿esto qué es? ¿Cómo se te ocurre acostarte con el señorito?

-              Perdone jefa, pero esto no es lo que parece. –Respondió Lola y yo la miré con ganas de asesinarla por decir semejante tontería-.

-              Señorito Pedro, esto no está bien. Si esto se sabe, se va a formar un buen lío.

-              ¿Y usted quién es? –Me preguntó sin hacer el gesto de cubrirse. Lola lo debía haber curado de su trauma-.

-              Mercedes, la sustituta del ama de llaves que hoy está indispuesta. Vístete Lola y vuelve a tus obligaciones.

Lola se vistió sin rechistar y salió de la habitación. Yo podía haberme ido también y acabar con la función, pero aquella polla me miraba y yo la miraba a ella y no iba a desaprovechar la ocasión. Soy una atractiva mujer de treinta años bastante experimentada y me iba a comer a aquel chaval, que desde luego estaba para comérselo entero.

-              Tápese señorito Pedro, que soy una mujer decente.

-              ¿Por qué? Estoy en mi cama y no tengo nada en mi cuerpo de qué avergonzarme.

El tratamiento de choque de Lola, además de curarlo lo había vuelto algo narcisista.

-              Tápese usted los ojos si tanto le molesta lo que ve.

Se levantó de la cama, su polla siguió pegada a su vientre y los huevos le colgaban bastante.

-              Hasta hace muy poco me daba vergüenza el tamaño de mi polla, pero ahora estoy muy orgulloso de ella. ¿Ha visto muchas así?

-              Se lo voy a tener que decir a su padre.

-              Con lo buena que estás mi padre me comprenderá perfectamente.

-              ¿Te parezco una mujer atractiva?

-              Mucho, aunque Lola me lo parece más.

-              ¿Qué pasa, que eres un fetichista al que le van las maduras?

Él se había colocado a mi espalda y tras la conversación se pegó a mí por detrás, encajándome la polla en el culo. Creí que me moría, ¡qué barbaridad, que tamaño, que dureza!

-              Tú te lo pierdes, me voy a la ducha que tengo clase en la facultad –me dijo dejando de apretarse contra mi culo y yendo hacia el baño. ¡Qué culo tenía también el chaval! Si se ponía, yo creo que podría partir nueces de dos en dos-.

-              No, el que se lo pierde eres tú. Estarás muy contento con tu polla, pero yo estoy más contenta todavía con el cuerpo que Dios me ha dado y que yo lo cuido. Los hombres sois más simples que el mecanismo de un chupete. Con jalaros dos veces de la polla os corréis y listo. Una mujer como yo necesita de bastante más elaboración para quedarse satisfecha.

Se había vuelto para mirarme, momento que aproveché para abrirme la chaqueta del traje y dejar bien a la vista el volumen de mis tetas y mi figura. El chaval seguía empalmado, pero al verme se le subió todavía más.

-              ¿Tú crees que podrías satisfacer a una mujer como esta?

-              Desde luego me encantaría intentarlo –me contestó-.

-              Siéntate en la cama y procura que no se te caiga la baba, al menos la de la boca.

Me quité la chaqueta y empecé a desabotonarme la camisa muy lentamente. Me había puesto un bodi rojo casi transparente, sin bragas, que fue apareciendo conforme me abría la camisa, que me dejé puesta. Lola le había quitado el trauma, pero ahora había que desasnarlo. Mientras me abría la camisa le dije:

-              Los buenos amantes no son los que tienen la polla más grande, ni los que te follan con más energía, son los que adoran a la mujer, no a una o a otra, sino a la mujer en general. Los que le rinden culto, los que saben apreciar su cerebro, su sensibilidad y su cuerpo. Los que sacrifican su propio placer por el de su amante.

Mientras le hablaba me bajé la cremallera de la falda, dejándola caer al suelo. La camisa, aunque abierta, me tapaba parte de las tetas y del chocho. Me di la vuelta y me subí la camisa para que me viera el culo, que el bodi dejaba casi entero al aire.

-              ¿Qué le harías a una mujer como yo?

-              Todo lo que ella quisiera.

-              Pues ven aquí, ponte de rodillas y cómeme el culo.

Pedro saltó de la cama, se puso de rodillas y empezó a darme bocaditos y chuparme las nalgas. Yo lo veía reflejado en el espejo de la habitación. La polla le rebotaba de vez en cuando en la barriga.

-              Suéltame los gafetes del bodi y sigue por el chocho.

Abrí las piernas para facilitarle la tarea, los soltó con bastante torpeza, pero manejó la lengua con bastante habilidad desde mi ojete hasta mi clítoris.

-              Mercedes, me voy a correr.

-              Córrete, pero sigue lamiendo y no te toques. Tu corrida es un homenaje a mí, que te he puesto así.

Vi por el espejo como Pedro se corrió sobre el suelo, sin sacar la cabeza de mi entrepierna.

-              Levántate y ponte enfrente de mí.

Cuando lo hizo, dejé que la camisa resbalara por mi cuerpo hasta el suelo.

-              ¿Te gustan mis tetas?

-              Tienes unas tetas preciosas.

-              Pues quítame el bodi lentamente y disfruta de ellas.

Pedro se acercó y con más habilidad que antes, pese a que le temblaban las manos, fue soltando los gafetes que el bodi tenía en un lateral.

-              Eres preciosa –me dijo cuando terminó de quitarme el bodi-.

-              Lo sé, pero nunca se le dice lo bastante a una mujer. Ponte detrás de mí y sóbame las tetas con delicadeza.

El tamaño y la dureza de su polla seguían igual que antes de correrse. Suspiró en mi oído cuando me las tocó. Después de dejarle que jugara un rato con ellas, le dije:

-              Ahora baja las manos lentamente hasta mi chocho y acarícialo.

Me tocó a mí suspirar cuando sentí sus dedos en mi raja. Me estaba poniendo al rojo vivo y quería correrme.

-              Túmbate en la cama –le dije-.

Él se tumbó boca arriba, me puse a sus pies y, no sin dificultad, me metí su polla en la boca y se la chupé un buen rato. Llevó sus manos a mi cabeza y me acarició la cara y el pelo. Cuando noté que empezaba a estar preparado para correrse de nuevo, puse mi chocho sobre su polla mirándolo a los ojos y me fui moviendo adelante y atrás masturbándome yo y masturbándolo a él.

-              Ahora sóbame el culo. ¿Quieres que me la meta?

-              Si por favor, estoy deseando tenerla dentro de ti.

La cogí con la mano y levantando una pierna me la fui metiendo, hasta que llegó al final. Apoyé las manos en su pecho, me puse en cuclillas y fui subiendo hasta que casi quedaba fuera y bajando hasta introducírmela hasta sus huevos. Era como si estuviera empalada con ese pedazo de polla dentro.

-              Acaríciame el clítoris.

Al poco de sentir sus caricias le dije:

-              Me voy a correr, tú aguanta sin correrte.

-              Lo intentaré.

Tuve una corrida larga y fuerte sin parar de subir y bajar sobre su polla y sin que él dejara de acariciarme el clítoris. Luego me dejé caer sobre él, que me dio un largo beso en la boca.

-              ¿Quieres correrte de nuevo? –Le pregunté-.

-              Lo necesito más que respirar.

Me incorporé y luego me puse boca arriba en la cama. Le indiqué que se pusiera sobre mí de rodillas a la altura de mis tetas y le cogí la polla con una mano.

-              Voy a llevarte a otro mundo –le dije, metiéndole dos dedos en la boca para que me los llenase de saliva y sin soltarle la polla con la otra mano-.

Con los dedos llenos de saliva levé la mano a su ojete, empecé a acariciarlo fuertemente y cuando se distendió le metí un dedo, mientras que con el dedo gordo le presionaba la base de los huevos.

-              Márcame el ritmo con que quieras la paja sobre mis tetas.

Me las apretó con fuerza y fue subiendo el ritmo conforme yo notaba que no iba a tardar en correrse.

-              ¡Me corro Mercedes, no puedo más, aaaggg, me corro, qué placer, aaaggg!

-              Córrete sobre mis tetas y mi cara.

¡Vaya que sí se corrió! Me inundó las tetas y la cara sin dejar de gritar. Cayó a mi lado como muerto. Me levanté, me aseé y me fui tras darle un beso en la boca. Ahora también sabía tratar a una mujer para darle placer.

 

(La conclusión de Lola).

Cada persona tiene su imagen del paraíso, pues yo estuve ese fin de semana en mí paraíso.

 

La aventura de Jorge, Yesica y Pedro había salido todavía mejor de lo esperado. Yesica había reflexionado en los efectos sobre su pareja de su comportamiento, había disfrutado de una tarde loca con Lola y además había pasado a ser colaboradora de la empresa; Pedro se había curado de su trauma y había iniciado el aprendizaje para tratar a las mujeres, como estas se merecen; María y Jorge habían disfrutado de una buena follada; Lola había follado como hacía tiempo que no lo hacía; y yo, podía poner en mi historial mi primera polla de veinticinco centímetros.

Días después me llamó Jorge para decirme que me llamaría un amigo suyo, un tal Carmelo, que precisaba de nuestros servicios. Efectivamente me llamó al poco tiempo y quedamos para comer, pues decía que quería explicarme su caso en profundidad.

Resultó ser un maduro de unos sesenta años, muy educado y bastante atractivo. Me expuso lo siguiente:

-              Verás Mercedes, yo tengo sesenta y un años y mi mujer, Ana, cincuenta y tres. Nos queremos todavía mucho después de más de veinticinco años juntos. Hasta hace más o menos un año éramos muy juguetones en la cama solos o con otros, nunca le hemos hecho ascos a un trío del tipo que fuera o a un intercambio. Ella se compraba ropa interior muy provocativa y yo le regalaba cosas bastante desvergonzadas y todo lo disfrutábamos mucho juntos.

-              Pues muy bien, ¿pero qué pasó hace un año para qué cambiaran las cosas?

-              Hace más o menos ese tiempo, Ana empezó a decir que estaba mayor, que se estaba haciendo vieja, que estaba gorda y que ya no tenía tipo para comprarse la ropa interior de antes o para ponerse las guarrerías que yo le regalaba. Además empezó a decir que había perdido su atractivo y que los hombres no la miraban.

-              El síndrome de la mujer invisible.

-              Exacto. Pero lo que piensa Ana no es verdad, ella sigue siendo una mujer muy atractiva y que tenga un poco de barriga, a mí no solo no me disgusta, sino todo lo contrario, como creo que a muchos hombres.

-              ¿Y qué podemos hacer nosotros?

-              He pensado que si vuelve a sentirse atractiva se le quitaran las penas y volverá a ser la mujer de antes. Ella podría conquistar al hombre o la mujer que le diera la gana, pero con su actitud es imposible que conquiste a nadie y ahí es donde creo que podéis intervenir vosotros. Se trataría de que de forma aparentemente casual, nos saliera o le saliera a ella una aventura que le quite los pensamientos.

-              Desde luego eres un hombre muy atento y una pareja maravillosa. Tenemos que planificarlo muy bien, pero creo que sí podemos ayudaros.

Empezamos a pensar por separado cómo podríamos hacerlo y tras unos días, por fin dimos con un plan viable.

EL PLAN REVITALIFT MENTAL DE ANA EN SIETE DÍAS.

(La versión de Mercedes).

Sin duda aquel trabajo debíamos realizarlo Juan y yo, aunque también pudiera tener entrada alguna colaboradora más.

La base del plan era que todos los intervinientes realizaríamos un viaje organizado que nos obligaría a convivir y nos permitiría entablar relaciones, que terminaran en el lío que Carmelo pretendía.

El país que elegimos fue Perú. Menos Carmelo, que ya lo conocía, todos los demás estábamos deseando ir por primera vez. Era un sitio relativamente exótico y también relativamente barato para que Carmelo no tuviera que gastarse hasta las pestañas. El clima es bueno, en general, y el idioma era una gran ventaja o al menos eso creíamos.

Además de Ana y Carmelo, que iban como pareja, iríamos Juan, Yesica y yo. La introducción de Yesica fue, además de por la insistencia de Juan porque todavía no le había hecho la prueba, porque entendimos que era bueno que hubiera alguien más que estuviera suelto, para lo que pudiera hacer falta. En todo caso fue un acierto porque nos daba un toque exótico, que llamaba bastante la atención sobre nosotros.

Los dos grupos nos encontramos por separado en Barajas para embarcar en el avión de la noche. Tenía razón Carmelo, Ana era una mujer todavía sumamente atractiva, alta, más o menos uno setenta, morena, muy guapa de cara, pelo muy abundante y una buena figura. ¡Qué injusta es en muchas ocasiones la cabeza de las mujeres consigo mismas! Yesica nos comentó que le gustaban los dos mucho y que esperaba que todo saliera bien. El viaje era a todo plan, así que volábamos en preferente.

En el aeropuerto de Lima, todavía amaneciendo, nos recogió una combi para llevarnos al hotel. Era el momento de tomar un primer contacto.

-              Qué casualidad que vayamos todos al mismo hotel. –Le dije a Carmelo-. ¿No tendrán contratado el tour “Todo Perú en Siete Días”?

-              Pues sí –contestó Carmelo dándome la mano-. Ella es Ana, mi mujer, y yo Carmelo –le di la mano también a Ana-.

-              Encantada, yo soy Mercedes y ellos Yesica y Juan, vamos los tres juntos. ¿Habéis podido dormir en el avión?

-              Sí, nos hemos quedado los dos fritos después de cenar, hasta que han servido el desayuno.

-              Nosotros también, menos mal, porque creo que a las once nos recogen para ver algunas huacas y dar un vuelta por la ciudad.

-              Creo que sí, que ese es el plan de hoy –intervino Ana-.

Llegamos al hotel y cada grupo subió a sus habitaciones, con vistas al Pacífico, las dos en la misma planta. Nosotros íbamos los tres en una habitación para ahorrar un poco, pero sobre todo para crear el morbo en Ana sobre cuál era la relación entre los tres.

Nada más entrar en la habitación, Yesica empezó a zorrearle a Juan y creo que a mí también, quedándose en ropa interior. ¡Qué buena estaba la jodía! Juan, que se deja liar con cualquier cosa, correspondió quedándose también en ropa interior y evidenciando una buena erección. Tuve que intervenir antes de que aquello se desmadrara.

-              Os recuerdo que estamos aquí de trabajo, el placer vendrá cuando hayamos cumplido. ¿Se os ocurre alguna forma de iniciar la operación? –Era una pregunta retórica, Yesica era nueva y Juan es de pensamiento simple-.

-              A mí me parece que me ha mirado un par de veces y creo que está colada por mí. –Dijo Juan-.

-              Pues a mí me parece que eres tonto. Si las cosas fueran tan sencillas, no estaríamos aquí a once mil kilómetros de casa. –Le respondí-.

-              Es posible que tengas razón –asumió Juan-.

-              Yo creo que hoy debemos dedicar el día a tomar confianza y a despertar el interés de Ana por nuestra relación. –Propuse-.

-              Está bien –respondieron ambos-.

Bajamos a la hora prevista. Yesica y yo nos vestimos con pantalones muy ajustados y unas camisetas descotadas, sin sujetadores. Empezamos el recorrido por las huacas, luego fuimos a la Plaza de Armas y al centro colonial. Durante el recorrido Juan y yo hablamos bastante con Ana. Se había preparado el viaje en profundidad y era una estupenda guía. Yo notaba como me miraba el escote, ella sabía perfectamente que no llevaba nada debajo de la camiseta. Sobre las seis nos llevaron a comer a un restaurante muy bonito construido en el agua sobre el Pacífico. Nos sentamos los cinco en una mesa redonda. Yo tenía a Ana a mi izquierda y a Juan a mi derecha. Tras dos rondas de pisco sour la conversación sobre las cosas que íbamos a ver se fue animando. Yo le di un par de picos en la boca a Juan, evidenciando una relación íntima. Entre plato y plato se levantaron Yesica y Juan a fumar un cigarrillo.

-              ¿Juan es tu novio o tu marido? –Me preguntó Ana-.

-              No estamos casados, más bien somos medio novios –le contesté-.

-              Parece muy simpático y es muy guapo.

-              Lo que pasa es que es un poco cabeza loca.

-              Yesica es una belleza, ¿quién es? –Preguntó Carmelo-.

-              Una amiga de ambos –le respondí-.

A la vuelta de fumar y según lo previsto, a mi espalda pero a la vista de Ana, Yesica y Juan se dieron un beso en la boca antes de sentarse. Ana cambió la cara. Seguimos la comida y yo volví a darle unos picos a Juan en la boca. Ana debía estar ya bastante confundida con la relación que manteníamos entre los tres.

Volvimos al hotel y decidimos tomar un último pisco en el bar. Ana miraba a Juan como intentando averiguar qué lío es el que se traía entre manos. Yesica y Juan salieron a fumar y Carmelo los acompañó.

-              Me imagino que te estarás preguntando qué lío tenemos entre los tres. –Le dije a Ana-.

-              Desde luego no es asunto mío, pero me parece un tanto chocante que Juan bese a Yesica y tú lo beses a él.

-              Mantenemos una relación muy abierta y Yesica, con su carácter colombiano, es muy cariñosa.

-              Ya, ya. Sois muy atractivas las dos, cualquier hombre quedaría prendado. He pillado a Carmelo mirándoos fijamente varias veces y lo comprendo, tendría que ser ciego para no hacerlo.

-              No sé qué tiene que mirar, estando con una mujer tan atractiva como tú.

-              Yo ya soy una mujer madura. Debes saber que el cuerpo de la mujer se vuelve transparente con la edad.

-              No creo que ese sea tu caso. Carmelo te mira con mucho amor y Juan me ha comentado que eras una madura que estabas para comerte. –Ana se rió, la semilla estaba sembrada, ya sólo había que regarla-.

Volvieron ellos de fumar y nos retiramos a las habitaciones. El pisco sour y el cansancio del día hicieron que Yesica y Juan se durmieran inmediatamente. Yo mantuve una charla con Carmelo por la mensajería del teléfono:

-              La operación va viento en popa –me escribió-.

-              ¿Cómo lo sabes?

-              Antes de dormirse me ha comentado Ana la charla que habéis tenido. Está intrigada con vosotros y lo que le has contado de la admiración de Juan por ella, dice considerarlo una galantería, pero yo sé que no es así.

-              ¡Bien! Mañana por la mañana parece que va a llover. Podríamos ir al SPA después de desayunar y seguir dándole carrete a Ana.

-              Me parece bien, a Ana le encanta el SPA.

Nos vimos desayunando, antes de bajar tuve que cortar varios intentos de Yesica de liar a Juan, con la excusa de su fogosidad. Efectivamente, el día había amanecido con lluvias bastante intensas. Fue Carmelo quien propuso lo del SPA.

-              ¿Os apetece que vayamos al SPA hasta que abra el día?

-              Déjalos a ellos que son jóvenes y querrán hacer otras cosas –opuso Ana-.

-              ¡Qué va! Si iba a proponerlo yo –dijo Juan-.

-              Por nosotras estupendo –dijimos Yesica y yo-.

Quedamos en vernos en el SPA en una media hora. Estando ya los tres en la habitación, llamaron a la puerta, abrí, era Ana.

-              Perdona que te moleste Mercedes, pero he debido olvidar meter el bañador en el equipaje, porque no lo encuentro, ¿tendrías alguno para prestarme?

-              Si claro, lo que pasa es que nosotras sólo usamos biquinis. Pasa y te doy uno.

Cuando pasó vio que en la habitación había dos camas de matrimonio unidas, para eso el hotel era norteamericano, me imagino que debió preguntarse cómo nos organizábamos. Puse sobre la cama los biquinis que llevábamos Yesica y yo, todos ellos con bastante poca tela.

-              Coge el que quieras, a nosotras nos da igual, ¿no Yesica?

-              Claro mi hija, si lo importante es lo que va dentro no el envoltorio. –Nos reímos de la ocurrencia-.

Escogió uno mío amarillo con topos blancos, que siendo muy pequeño, era el mayor de todos. Cuando se fue le di a Juan un bañador muy ajustado y paquetón para que se lo pusiera y para Yesica y para mí escogí dos auténticos mini biquinis que tapaban escuetamente los pezones y el chocho, sólo si lo llevabas depilado, para Yesica blanco y para mí rojo. Nos cambiamos en la habitación con lo que a Juan se le puso un paquete muy envidiable. Nos pusimos los albornoces del hotel y subimos, pues el SPA estaba en la última planta.

Llegamos primero nosotros tres y nos quitamos los albornoces, aquello parecía un escaparate del barrio rojo de Ámsterdam. Al momento llegaron ellos, a Ana se le fue la mirada al paquete de Juan y a Carmelo se le salían los ojos de las órbitas mirándonos a Yesica y a mí. Cuando Ana se quitó el albornoz apareció una mujer en una espléndida madurez. Tetas grandes, difícilmente sujetas por el top del biquini, una ligera barriga que, como decía Carmelo, la hacía más atractiva todavía, unas caderas más grandes que pequeñas, un culo sensacional, sin una gota de celulitis, y unas largas y torneadas piernas.

-              Carmelo estamos haciendo el ridículo al lado de estos jóvenes, menos mal que no nos ve nadie más. –Dijo Ana, más por buscar el piropo que porque lo creyera de verdad-.

-              ¿Cómo dices eso? –Le contestó Juan, al cual le había aumentado el paquete al verla-. Estás imponente, debo ser un poco fetichista, pero a mí me gustan mucho más las mujeres maduras, qué las jovencitas.

-              Lo mismo digo yo de los hombres maduros –dijo Yesica mirando a Carmelo-.

El papel de Yesica era caldear el ambiente con su desparpajo caribeño.

-              ¡Ay madrecita, yo no me mojo la chocha que se me encoge y luego no me entra nada y vosotros tened cuidado que os vais a quedar como los muñecos, sin vergota! –Dijo cuando pasamos por el agua fría-.

-              ¡Me duelen los pezones de lo duros que los tengo! ¿A vosotras no? ¡Mira como se notan! –Dijo señalándoselos-.

Ana, se reía con las cosas de Yesica y de vez en cuando le entraba al trapo.

-              Yo también los tengo como piedras. Vamos a tener que ir al agua caliente, sino te voy a rasgar el biquini, Mercedes.

Al cabo del rato de entrar a la sauna. Yesica dijo:

-              Por Dios que calor y que humedad, si esto parece mi tierra. Me molesta hasta el biquini. Con vuestro permisito me lo voy a quitar.

-              Por nosotros sin problemas, hemos sido nudistas muchos años –dijo Ana-.

Yesica se soltó el top y sus preciosas tetas mulatas admiraron al personal. Ana empezó a soltarse y también se quitó el top. No tenía marcas de bañador o de biquini, sus tetas cayeron imperceptiblemente. Tenía las areolas grandes y los pezones grandes también y duros todavía.

-              Carmelo, mira a Yesica y no la compares conmigo. ¡Pero qué bien hechas estáis las mulatas! –Dijo Ana-.

-              Gracias mi amor, pero tu tampoco estás mal hecha, ya me gustaría a mí llegar así a los cincuenta.

Yo no quería pasar por la prudente del grupo y me solté también el top.

-              Y algunas blancas también. ¡Qué bonitas las tienes Mercedes! –Dijo Carmelo-.

-              Gracias Carmelo –le contesté-.

-              No seas viejo verde –le dijo Ana a Carmelo-.

-              Pero coño, ¿viejo verde por qué? –Respondió Carmelo-. No seré un jovencito, pero tengo ojos en la cara y se admirar la belleza, ¿no te parece Juan?

-              Por supuesto, pero si tuviera que quedarme con algunas, sería con las de Ana.

-              Gracias Juan, pero mi marido no deja que me desprenda de ellas.

El ambiente estaba bastante caldeado y no sólo por la sauna. A los hombres se les notaba un principio de erección. Pasamos finalmente a la bañera de burbujas. Me senté entre Juan y Ana, Carmelo al lado de Ana y Yesica al lado de Juan, que al poco tiempo nos abrazó a las dos.

-              No se puede negar que eres un hombre afortunado al lado de esas dos bellezas. –Dijo Ana-.

-              Con vuestro permiso me voy a quitar el bañador, porque está empezando a apretarme. –Dijo Carmelo-.

-              ¡Carmelo por Dios! Tú no hartas nunca de hacer el ridículo. –Le dijo Ana-.

-              Déjalo mi amor, que no vamos a ver nada que no hayamos visto antes. –Dijo Yesica-. Y además la tienes muy linda.

Carmelo iba depilado y tenía la polla bastante morcillona.

-              La verdad es que a mí también me está apretando el bañador –dijo Juan quitándoselo y luciendo una polla medio en erección-

Ana no le quitaba ojo a la polla de Juan, que hay que decir que la tiene muy hermosa.

-              ¡Pero Juan, por favor, siempre tienes que estar preparado! –Le dije, para hacer evidente el estado en que se encontraba-.

-              ¡Qué alegría de juventud! Yo también me acuerdo cuando Carmelo se levantaba todas las mañanas pidiendo guerra.

-              No te quejes, que ahora con tocarme un poquito las palmas también te doy guerra.

-              Ahora que estamos aquí los cinco medio en pelotas o en pelotas, ¿vosotros cómo os organizáis? –Nos preguntó Ana-.

-              Ana no seas indiscreta, a ti que te importa cómo se organicen –terció Carmelo-.

-              Carmelo no te preocupes por la pregunta –le dije-. Verás Ana, Juan y yo somos pareja desde hace tiempo. Yesica era una buena amiga mía y ahora de los dos, y a los tres nos gusta mucho el sexo. Así que cada año organizamos un viaje y nos vamos los tres juntos para disfrutarlo con lo que salga.

-              Suena estupendo –dijo Ana-. Nosotros, cuando jóvenes, también jugábamos a casi todo, pero ahora me siento un poco mayor para juegos. Carmelo no, pero a él es que le gusta hacer el ridículo.

-              ¿Por qué dices eso? Estáis los dos estupendos para lo que surja. –Le repliqué-.

-              ¿Tú crees? –Me preguntó Ana-.

-              Claro que lo creo.

 

(La versión de Ana).

Llevaba una temporada que los años se me habían venido encima. Había sido una mujer fogosa y juguetona, pero ahora, a mi edad, me parecía que era hacer el ridículo. Mi marido, Carmelo, trataba de convencerme de lo contrario, sin éxito ninguno.

Un día al llegar a casa me dijo que había contratado un viaje organizado al Perú. Él había ido por trabajo varias veces y yo estaba loca por conocerlo. A las dos semanas partimos.

En el aeropuerto de Lima conocimos a los que, al parecer, iban a ser nuestros compañeros de tour. Tres jóvenes como de treinta años muy apañados. Dos chicas muy guapas, una de ellas mulata y un chico también muy atractivo. Todos ellos simpáticos y comunicativos, aparentemente unos perfectos compañeros de viaje.

Durante la primera cena nos apipamos un poco con el coctel local, el piso sour. Mercedes, la chica blanca, estuvo besándose durante la cena con el chico, Juan, llegué a la conclusión de que eran pareja,  no sé quien sería Yesica, la mulata. Pero la sorpresa mayúscula fue cuando detrás de Mercedes, después de salir a fumar, Yesica y Juan se dieron un buen morreo. Joder que cara más dura, pensé. La cosa se repitió varias veces y la verdad es que empezó a intrigarme que pasaba entre ellos.

Tomamos un último pisco en el bar del hotel y en un momento en que nos quedamos solas Mercedes y yo, me vino a decir que formaban un trío. ¡Qué suerte tenía el tal Juan! Carmelo y yo habíamos hecho tríos, grupos e intercambios siendo más jóvenes y sabía lo delicioso que podía llegar a ser. Ana alabó mi belleza y me comentó que le había gustado mucho a Juan. Juan tenía que ser un buen picha brava. Ambas cosas se me quedaron en la cabeza.

Al día siguiente amaneció lluvioso y Carmelo nos propuso a todos ir al SPA, a mi me encantan los SPA. Cuando fui a ponerme el bañador no lo encontré por ninguna parte y decidí pedirles uno a las chicas, seguro que una o las dos llevaban más de uno. Al entrar en su habitación, la cama eran dos camas de matrimonio unidas. Me intrigó todavía más como se organizarían. Me prestaron un biquini muy ajustado, pero los demás que tenían todavía tenían menos tela, de una servilleta se habrían podido hacer varios. Hubiera preferido un bañador, aunque luego me alegré de que fuera un biquini.

Cuando Carmelo y yo llegamos al SPA, ellos ya estaban allí preparados para iniciarlo. ¡Qué barbaridad, qué tres bellezas! Durante el circuito Yesica empezó a decir barbaridades con un desparpajo, que a todos nos hacían gracia. Yo soy bastante bisexual y con aquellos cuerpos me fui animando. Cuando en la sauna Yesica se quitó el top del biquini, decidí quitármelo yo también y lucir mi espléndido par de tetas. La cosa terminó de calentarse cuando Juan y Carmelo se quitaron los bañadores y estaban los dos medio empalmados. La polla de Carmelo me la conozco estupendamente, pero la de Juan tenía una muy buena pinta para pasarlo bien.

No pude más con la intriga y ya que estábamos desnudos o medio desnudos, les pregunté que había entre ellos. Mercedes y Juan eran pareja y Yesica se sumaba a los viajes para follar con ellos. ¡Qué recuerdos de cuando Carmelo y yo nos divertíamos con otras y otros! Me empezó a apetecer tener algún lío con ellos, pero donde iba yo con cincuenta y tantos años y ellos con treinta, si llegaban. Sin embargo, la conversación derivó de tal forma que Mercedes vino a decirme que por ellos estarían encantados de tener rollo con nosotros.

Cuando subimos a la habitación iba caliente como hacía tiempo que no lo estaba.

-              Carmelo, lo del SPA con los chicos me ha puesto a reventar o me follas o me haces una paja, lo que prefieras.

-              A mí también me ha puesto a reventar. Vamos a hacer un “69”, que hace tiempo que no lo hacemos.

Carmelo se quitó el albornoz y tenía una erección de las de antes. Se tumbó en la cama, yo me quité también el albornoz y la braga del biquini, me puse en posición y me tiré por su polla, mientras él metía su lengua y sus dedos en mi coño. Nos corrimos en menos de cinco minutos como dos chavales. Mientras descansábamos un poco tras las corridas, Carmelo me preguntó:

-              ¿Te apetecería tener un lío con ellos?

-              Claro que me apetecería, pero no creo que quieran liarse con dos vejestorios.

-              Pues a mí me ha parecido que Juan no te quitaba ojo y ya has oído lo que ha dicho de tus tetas.

-              El chaval es galante y ha querido hacerme un cumplido. ¿Cómo va a querer follar conmigo, teniendo en la cama a esos dos cañones de mujeres?

-              Es que tú eres otro cañón de mujer y además con más pátina que ellas.

Ahí dejamos la conversación, nos vestimos y bajamos para ir a comer. Fuimos a un centro comercial abierto que había justo delante del hotel. Carmelo que había estado varias veces en él eligió el restaurante. Estaba completo, pero a lo lejos nos vio Juan y nos invitó a sentarnos en su mesa.

Comimos unas conchas, de las marinas, a la brasa, un cebiche y un rico lomo saltado, que me encantó, todo ello con pisco sour y vino chileno. En un momento dado de la conversación, Juan dijo:

-              Ana no me podía imaginar el cuerpo que tienes, hasta que te lo he visto en el SPA. Carmelo eres un hombre afortunado.

-              Gracias, eres muy galante, pero un poco mentiroso. –Le contesté-.

-              Tú no puedes quejarte. Estar con una sola de ellas debe ser para volverse loco, pero con las dos debe ser el paraíso terrenal. –Le dijo Carmelo-.

-              Como tenemos varios días juntos por delante, te propongo un cambio, yo sigo con Ana y tú con ellas dos. –Continuó Juan-.

-              A ver si te vamos a cambiar nosotras a ti por Ana –dijo Yesica riendo-

-              Yo no cambio a Ana por nadie, en todo caso dejaría que se sumara alguien, preferiblemente si es un clon de Ana. –Dijo Carmelo-.

-              Que hombres tan galantes. Pero que yo sepa no estamos en Arabia para cambiar a las mujeres, lugar donde me cambiarían por una camella vieja. –Dije yo para provocar el alago, algo que a mi edad me encanta, sobre todo viniendo de jóvenes-.

-              ¿Cómo dices eso otra vez? –Rebatió Ana-. Ese cuento no lo puedes contar más, que te hemos visto esta mañana sólo con la braga del biquini.

-              Vosotros sacáis mi lado más liberal. Pero dejemos eso, ¿a qué os dedicáis vosotros, además de a adularme? –Les pregunté-.

-              Juan y yo tenemos una empresita de servicios. Yesica es comercial. ¿Y vosotros?

-              Carmelo es arquitecto y yo ambientalista. Normalmente trabajamos juntos, lo que resulta un poco aburrido porque no nos perdemos de vista en todo el día

-              Arquitecto, que chévere –dijo Yesica, cogiéndole la mano a Carmelo-.

-              Antes sí, ahora bastante menos. –Contestó Carmelo sin soltar la mano de Yesica-.

Terminamos la comida y cuando nos estábamos despidiendo, Juan dijo:

-              Carmelo no te olvides de mi propuesta de dos por una.

-              Cállate ya Juan, que te pones muy pesado –le contestó Ana-.

Dimos un paseo por las tiendas del centro comercial y Carmelo se paró en un escaparate de lencería femenina.

-              Si te voy a cambiar, tendré que dejarte presentable, que no diga Juan que eres una sosa.

-              ¡Ya estás otra vez con la lencería provocativa! ¿Pero donde crees que me puedo poner yo eso?

Le contesté así, pero mis pensamientos iban por otro lado. En el muy improbable caso de que tuviéramos algún lío con ellos, no tenía nada que ponerme que fuera mínimamente sensual.

-              Venga que te la regalo, aunque no te la pongas. Sólo comprarla ya me pone cachondo.

Entramos y como siempre le pasa, se fue a lo más provocativo, ¡vamos a lo más marrano! Le deje hacer y al final salimos con dos conjuntos de sujetador y tanga, casi transparentes, uno negro y otro rojo y un salto de cama también casi transparente de encaje rojo.

De vuelta al hotel nos paramos en el bar a tomar otro pisco sour.

-              ¿Te gustaría cambiarme por Ana y Yesica? –Le pregunté a Carmelo-.

-              Ya he dicho antes que no, pero me encantaría que tuviéramos una orgia los cinco o hiciéramos un trío con cualquiera de ellos.

-              ¡Qué mente más calenturienta tienes! Me gusta que sigas tan animado para esas cosas, yo me encuentro ya mayor para esos líos.

-              Si se pone a tiro la cosa, ¿te animarías?

-              Pues no te diría yo que no, pero no te animes tú, a ver si terminamos con ellos como el rosario de la aurora.

Nos fuimos a la cama pronto, pues a la mañana siguiente salíamos para Iquitos en la Amazonía. El vuelo fue bien. Cuando llegamos los cinco, el calor y la humedad eran insoportables. La ciudad no estaba mal, aunque un tanto descuidada. Nos dieron una vuelta en barco por el Amazonas y nos pararon a comer en un restaurante flotante en medio del río.

Nos bebimos dos pisco sour cada uno antes de comer, como aperitivo. El sitio era paradisiaco, aunque hiciera el mismo calor y la misma humedad que en toda la ciudad

-              ¡Qué calor hace! –Comentó Carmelo-.

-              A mí este clima me recuerda a mi tierra y me pone muy caliente. –Le contestó Yesica-.

-              No, si calientes estamos todos con esta temperatura –dije-.

-              Yo me refiero a otro tipo de calentura –me contestó Yesica-.

-              Y yo también –le contesté-. Sentirme pegajosa por la humedad y sudando por todos los poros, me pone cachonda perdida.

Mercedes y Yesica tenían el amplio escote perlado de gotas de sudor, se veía brillante como si se hubieran puesto aceite.

-              Bueno eso tiene remedio, pero en el aire acondicionado. Si llego a saber qué te pasa eso, hubiéramos veraneado aquí desde que te conocí. –Dijo Carmelo provocando la risa general-.

Ya oscureciendo volvimos al hotel, continuaba el mismo calor y humedad de por la mañana. Ya en la habitación, Carmelo me pidió que no me duchara para que siguiera sudorosa y que me pusiera uno de los conjuntos que habíamos comprado en Lima. Normalmente yo ya no estoy para esas cosas, pero la verdad es que estaba muy cachonda y me apetecía un buen revolcón con él. Me fui al baño a ponérmelo para darle la sorpresa y salí con el albornoz, pensando hacerle un pequeño numerito. En la habitación estaban Carmelo y los chicos, todos ellos en albornoz.

-              No les funciona el aire acondicionado de su habitación y nos piden refugio mientras se lo arreglan, al parecer el hotel está completo. –Dijo Carmelo-.

-              Sin problemas, pero vaya putada –estaba pensando en la putada de que se nos metieran en la habitación, porque yo estaba caliente como hacía tiempo que no estaba y ya con la lencería picante puesta, pero continué:- que se os haya estropeado el aire.

-              Gracias Ana. No queremos molestar, ya nos habías dicho como estabas de receptiva con Carmelo, pero es que el calor en la habitación es insoportable.

-              No pasa nada, que le vamos a hacer –contesté-.

-              Para entretenernos podemos jugar a algo –propuso Mercedes-.

-              Chévere, pero a algo animado –dijo Yesica-.

Miramos lo que había en la habitación para jugar y poca cosa, entonces Juan recordó que en la suya, como era triple, normalmente la ocupaban familias con niños y había varios juegos. Salió y volvió con un parchís con todos sus avíos. Mientras Juan fue y volvió me pareció que Mercedes y Yesica no llevaban nada debajo del Albornoz, Carmelo ya sabía que iba en pelotas.

-              ¿Pero a qué vamos a jugar animado con un parchís? –Dijo Yesica-.

-              Yo sé un juego bastante animado, que leí en un relato guarro hace algún tiempo. –Dijo Carmelo-.

-              Tú y tus relatos guarros –le dije-. Bueno, pues explícanoslo, a ver qué tal.

-              Se llama el “parchixxx”. Se juega igual que el de siempre, pero cuando comes una ficha, además de contarte veinte, le puedes ordenar lo que quieras, y digo lo que quieras, al que la haya perdido, por un tiempo de tres minutos. El que gana, ordena lo que quiera al resto, sin límite de tiempo.

-              ¿Pero tú qué clase de relatos lees? –Le dije a Carmelo-. ¡Pero mira que eres marrano. ¿Tú te crees que podemos jugar a eso con estos jóvenes?

-              Pues a mí me resulta muy sugerente y divertido –dijo Yesica-.

-              A nosotros también –dijeron Mercedes y Juan-.

-              A mí me parece que estáis mal de la cabeza, jugad vosotros y yo os miro, porque de todas formas somos cinco y sobra un jugador. –Les dije-.

-              De eso nada –dijeron todos-.

-              Juan y yo jugaremos juntos –dijo Mercedes-, que para eso que os estamos ocupando la habitación.

-              Bueno, a cosas peores hemos jugado Carmelo y yo en otros tiempos –claudiqué finalmente-.

La historia del jueguecito de Carmelo, la práctica desnudez de todos y la calentura que ya llevaba desde antes, produjeron que se me encharcara el chocho. Encima, el mini tanga que llevaba era incapaz de retener una sola gota y notaba como me resbalaba por los muslos.

Carmelo y yo habíamos conocido a gente muy liberal, pero Mercedes, Yesica y Juan no se quedaban a la zaga. La verdad es que me resultaban encantadores, siempre me ha gustado la gente desinhibida, pero fue cuando empezamos Carmelo y yo a salir, cuando los dos nos volvimos muy liberales.

Pusimos el parchís en medio de la cama y nos sentamos alrededor. Al sentarnos comprobé que, en efecto, Yesica no llevaba nada debajo, al ver su rosado chochito contrastando con su piel mulata. Comenzamos a jugar, la calentura debía salir por debajo de la puerta de la habitación. Al principio aquello era como el parchís de siempre, hasta que Yesica le comió una ficha a Carmelo.

-              Me apetece verte la verga bien gorda –le dijo la tía con toda la cara-. Déjanosla ver y tócate hasta que se te ponga a reventar. Como soy una buena amiga, te ayudaré –y se abrió el albornoz mostrando su exuberante cuerpo -.

A Carmelo le faltó tiempo para ponerse de pié y abrirse el albornoz. Ya la tenía muy apetecible, mirando a Yesica y a mí alternativamente empezó a cascársela hasta que se le puso a reventar de gorda.

-              ¡Qué bonita verga tienes! A la próxima ficha que te coma, te advierto que te la voy a comer.

¡Joder como me había puesto de caliente la exhibición de Carmelo! Pensé que estaba casada con un tío estupendo y que le estaba puteando con mis remilgos y mis malos rollos. Yesica se dejó el albornoz abierto y seguimos jugando en medio de un ambiente que podía cortarse. La siguiente en ser comida fui yo a manos de Carmelo.

-              Cómeme la polla antes de que lo haga Yesica, ya has oído cuáles son sus sucias intenciones.

A la misma vez me cabreó y me encantó la orden de Carmelo. Me cabreó porque no me apetecía demasiado mamársela en frente de todos y me encantó porque lo estaba deseando. Se levantó, se vino hacia mí y se abrió el albornoz, seguía con la polla como un palo. Le cogí la polla con la mano mirándolo a los ojos, primero le lamí el capullo, jugando con la lengua en su frenillo, pasé a chuparle los huevos y después me la metí entera.

-              Tiempo, tiempo –dijo Juan, que presentaba un pollón precioso tras haberle abierto Mercedes el albornoz para tocárselo-.

Los siguientes en perder una ficha fueron Mercedes y Juan y Yesica quien se la ganó. Estaba expectante por ver qué ordenaba.

-              Mercedes mi amor, ven a comerme la chocha y tu Juan ven a que te coma esa verga linda.

Yesica apoyó la espalda en el cabecero de la cama y abrió las piernas, Mercedes se colocó entre ellas y metió la cabeza en su entrepierna, Juan se puso de pié con Mercedes entre sus piernas y le metió el pollón en la boca a Yesica. La escenita ya pudo con mi última resistencia, cuando Carmelo marcó el tiempo exploté y dije:

-              ¡Estoy hasta el coño de jugar al parchís! ¿Vamos a follar o no vamos a follar?

Todos se volvieron a mirarme, pero yo ya estaba lanzada. Me quité el albornoz, quedándome con el conjunto de ropa interior negro transparente que me había puesto y me lancé por el pollón de Juan, que recibió mi boca con un gemido. Ese fue el pistoletazo de salida para todos. Mercedes se quitó también el albornoz y se puso detrás de mí a comerme el culo. Carmelo ocupó el sitio de Juan y le metió la polla en la boca a Yesica.

Sentía un placer como hacía tiempo que no disfrutaba, no tanto por estarme comiendo aquel pollón o porque una preciosa y joven mujer me estuviera comiendo el culo y el coño, sino porque me sentía atractiva y liberada de mis complejos, además de con el dulce nerviosismo que produce el sexo en grupo. Veía como a Carmelo le comían el nabo y me recordaba lo que hacíamos años antes.

Follamos en Iquitos, en Arequipa y en Cuzco. Fue, sin duda, el mejor viaje de mi vida.

Cuando volvimos a casa me puse toda la ropa marrana que tenía por casa y empezamos a retomar viejas amistades con las que habíamos perdido el contacto. Ahora estoy de nuevo encantada con mi cuerpo y he vuelto a disfrutar de él como hace tiempo que no lo hacía.