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Una época muy disparatada

en Sexo con maduras

La nueva situación de vivir sólo en mi apartamento me resultaba un poco triste. Echaba de menos a Mercedes y sus historias calientes, lo mismo que antes la echaba de más, como dice la canción de Kiko Veneno. El no tener la divertida compañía de Mónica, mi vecina en Sevilla, también me pesaba. Y, cómo no, el poco o nulo caso que me seguía haciendo Antonia. Todo ello terminó pasándome factura y los fines de semana se me caía el apartamento encima.

Podría llamar a Mercedes, pero sabiendo lo chismosa que era, prefería no hacerlo para que Antonia tuviese claro que no había nada entre nosotros. Casi todos los fines de semana le proponía a Antonia salir a comer o a cenar, pero ella siempre estaba ocupada y no tenía tiempo para quedar conmigo

Como os he contado en otros relatos, Antonia en esa época tenía veintiocho años y era una mujer preciosa, un auténtico bombón. Alta, morena, pelo largo, guapa de cara, con una nariz preciosa, unas tetas abundantes y duras, un deseable culo y unas piernas largas y torneadas. Yo con treinta y cinco años y divorciado era un tío del montón, que había tenido la suerte de acostarse de vez en cuando con ella. Sin embargo, ahora nuestra relación, por llamarla de alguna manera, había pasado al ostracismo.

En resumidas cuentas, que no estaba pasando por uno de mis mejores momentos. Sin embargo, Dios aprieta pero no ahoga. La mañana de un miércoles me llamó el jefe a su despacho.

-              Carlos la empresa ha ganado un concurso para hacer un proyecto en Bilbao y me han encargado formar un equipo para apoyar a la sucursal local. El trabajo durará unos tres meses. He pensado en ti, en Marta y en Antonia como parte del equipo. Deberéis estar allí de lunes a viernes, los fines de semana podréis volver a casa, pagando la empresa los traslados.

En mi empresa no preguntaban, simplemente te informaban, así que me gustase más o menos, sólo podía hacer una pregunta:

-              ¿Cuándo hay que empezar?

-              El lunes próximo por la mañana deberéis estar allí.

Pues ya estaba todo dicho. Estar de desplazado con Antonia me abría una nueva oportunidad para estar más tiempo con ella. A Marta la conocía bastante menos. Ella era la jefa de Antonia, entonces tendría unos cuarenta y cinco años. Era una mujer seria, poco dada a confraternizar con el resto del personal. Rubia, guapetona y con un buen cuerpo.

Cuando terminé la reunión con el jefe, fui a ver a Antonia, estaba guapísima como siempre.

-              Parece que nos vamos de viaje –le dije-.

-              Eso parece, me lo acaba de decir Marta. No me hace mucha gracia tener que convivir con ella, pero que le vamos a hacer.

En ese momento apareció Marta por el despacho de Antonia. Llevaba un traje de chaqueta gris que la hacía parecer la señorita Rottenmeier, pero pese a ello estaba atractiva.

-              Hola Carlos, estoy gestionando los viajes. Saldremos los lunes a primera hora de la mañana y regresaremos, salvo que alguno tenga o quiera quedarse, los viernes a primera hora de la tarde. Residiremos en un piso que tiene alquilado la empresa. No temáis que está bastante bien. Tiene cuatro habitaciones cada una con su propio baño, un salón y una cocina. El hotel se encarga de todo el mantenimiento y del avituallamiento básico.

-              De acuerdo Marta. -Le dije y salí del despacho de Antonia, pues ellas iban a ver unos temas y mi presencia era un estorbo-.

Esa misma tarde, estando ya en casa, recibí una llamada de teléfono.

-              Hola Carlos, soy Laura, la amiga de tu vecina Mónica, ¿no sé si te acuerdas de mí? Ella me ha dado tu teléfono.

Cómo no me iba a acordar de ella con el polvazo que habíamos echado una noche después de una fiesta en casa de Mónica.

-              Claro que me acuerdo Laura. ¿Qué tal estás?

-              Bien, más o menos como siempre. Te llamo porque Mónica me ha comentado que tienes un apartamento muy apañado en Granada, yo tengo que ir a una reunión allí este fin de semana, no me gustan los hoteles y la dieta que me dan es una miseria. ¿Te importaría realquilarme algún sitio?

-              Por supuesto que no me importa. –Mi cabeza y mi polla se habían puesto en marcha para romper con la sequía que pasaba últimamente-. Pero nada de realquilar, estás invitada con mucho gusto.

Le di la dirección y quedamos en que ella llegaría a la noche siguiente. No podía negar que a veces tenía suerte. Laura era una esplendida madura, además, por lo que la conocía bastante caliente.

Llegó al apartamento sobre las ocho. Estaba tal y como la recordaba de la noche que pasamos juntos. Guapa, buen tipo, tetas grandes y un culo para no olvidar. Llevaba un bonito vestido azul por encima de la rodilla que realzaba su figura y unos zapatos con bastante tacón también azules.

-              Qué alegría verte –me dijo cuando le abrí la puerta y después me dio un pico en los labios-.

-              Igualmente te digo Laura. Que visita más inesperada, pero más agradable. ¿Cómo has dejado a Mónica? –Mónica había sido vecina mía en Sevilla y juntos habíamos pasado unos ratos estupendos-.

-              Bien, un poco más loca de lo habitual, pero bien.

-              El apartamento tiene dos dormitorios, aposéntate donde quieras.

-              Gracias. Tengo un programa bastante disparatado, así que para no molestarte voy a poner mis cosas en el dormitorio de huéspedes, lo que no quita que no vaya a dormir contigo. –Dijo dándome otro pico en la boca-.

Dejó sus cosas en la habitación y salimos a tomar algo.

-              ¿Y tú qué tal lo llevas en Granada? –Me preguntó una vez nos sentamos-.

-              Si quieres que te diga la verdad, regular. Me encuentro un poco solo. Antonia no me hace ni caso y yo, más o menos, le guardo la ausencia. Echo de menos la compañía de Mónica. ¿Y a ti cómo te va?

-              Pasando una época de mucho trabajo y poco folleteo, que espero romper este fin de semana.

Esa es una de las cosas que me gusta de las mujeres maduras, la franqueza, el no andarse por las ramas, sino, cuando hay confianza, decir abiertamente lo que les apetece.

-              Si tú quieres, por mí no va a quedar. –Le dije-.

-              ¿Sigues follando tan bien?

-              Cuando me dejan hago lo que puedo, lo que pasa es que llevo una temporada que me dejan poco y no sé si habré perdido la costumbre.

-              ¡Qué bien, así me vas a coger con más ganas!

Terminamos de cenar y nos volvimos al apartamento caminando, con algún morreo por el camino. Tras cerrar la puerta me abalancé sobre Laura para besarla, ella, después de devolverme el beso, me dijo:

-              Siéntate, que hoy te voy a follar yo a ti.

-              ¡Qué suerte! –Le contesté-.

Me cogió de la mano, me llevó al sofá y me empujó para que me sentara. Después se subió la falda, para poder ponerse sobre mis piernas mirándome. Mientras me besaba en la boca fue desabotonándome la camisa, hasta quitármela, después me soltó el pantalón y metió su mano bajo mis boxes.

-              ¡Uumm, qué bien! –Dijo al notar que estaba completamente empalmado-.

Tras sobarme un rato el nabo, se levantó se dio la vuelta, casi metiéndome el culo en la cara me quitó los zapatos, luego tiró del pantalón y me lo quitó, por último, dándose otra vez la vuelta, me quitó los boxes, dejándome completamente desnudo.

-              Esto es nuevo –dijo al ver que iba depilado-. Que pervertida me  voy a follar a un impúber.

Se puso de pié y de una manera muy sensual se bajó la cremallera del vestido y tras bajarse los tirantes, lo dejó caer al suelo. Llevaba un bodi azul casi transparente que le sentaba como un guante. Volvió a sentarse sobre mis piernas mirándome, se echó para delante y metió mi cabeza entre sus tetas.

-              Laura estás muy guapa y muy sexi. –Le dije mientras empezaba a besar y chupar sus hermosas tetas, sobándole a la misma vez el culo-.

-              ¿Te gusta? Lo compré pensando en esta noche.

-              Pues ha sido un acierto.

Se levantó, se soltó los gafetes del bodi dejando su chocho depilado y su culo al aire, se volvió de nuevo y agachándose me puso el culo en la cara.

-              Chúpame el ojete.

No me hice esperar. Con las manos le abrí los cachetes y puse mi lengua en su ojete. Su culo era más grande que pequeño y muy duro. Ella se acariciaba el chocho con una mano y con la otra me sobaba la polla.

-              ¿Quieres que te la coma?

-              Prefiero que hagamos un “69”, quiero comerme ese chochito que no he podido olvidar.

Se incorporó, yo me tumbé boca arriba en el sofá y ella se colocó sobre mí, metiéndose mi polla en la boca. Tenía el coño muy mojado y con un delicioso sabor a hembra.

-              Carlos me voy a correr, méteme los dedos, necesito algo dentro.

Sin dejar de chuparla, le metí dos dedos que entraron sin problema.

-              ¡Ahhh, ahhh, ahhh, sigue, no pares! –Gritó mientras se corría en mi boca y se dejaba caer encima de mí-. Espera un minuto mientras me repongo, que te voy a terminar de follar.

Me quedé tumbado sobándole su magnífico culo hasta que se incorporó. Se quitó el bodi, sus tetas eran preciosas, grandes, con unas areolas medianas y unos pezones grandes y erectos. Se colocó encima de mí, me cogió la polla y se la metió, después de paseársela varias veces por los labios del chocho.

-              Como me gusta sentirla dentro. No te muevas, déjame a mí. –Me dijo apoyándose en mi pecho, mientras yo le apretaba las tetas con las manos-.

Empezó a mover las caderas adelante y atrás diciendo:

-              ¡Qué rico! Sóbame el clítoris.

Tenía un clítoris grande que además estaba medio fuera.

-              Me voy a correr –le dije-.

-              Y yo otra vez, no dejes de sobarme el clítoris.

Al minuto empecé a correrme a chorros dentro de su chocho y ella volvió a correrse a gritos. Nos quedamos un rato en la misma posición, con ella recostada sobre mi pecho y yo con las manos en su culo. Cuando pudimos nos fuimos juntos a la cama.

El viernes no vi a Laura en todo el día, aunque me fui tarde a dormir esperándola, por si tenía ganas de echar un rato divertido. Me despertó el sábado ya vestida, para decirme que me esperaba a las dos de la tarde en un conocido restaurante. Eché gran parte de la mañana haciendo la compra y arreglando el apartamento. Un poco antes de las dos llegué al restaurante. Laura estaba sentada en una mesa con una chica bastante más joven y muy atractiva.

-              Carlos te presento a Victoria, una amiga y compañera de trabajo.

Besé a Laura y a Victoria, que se incorporó para saludarme. Era una chica muy alta, morena, labios carnosos y con un tipo estupendo.

-              Victoria está esperando que le confirmen del hotel si le pueden mantener la habitación para esta noche. -Dijo Laura.

En ese momento sonó le sonó el teléfono a Victoria y se levantó para hablar, volviendo al minuto.

-              El hotel no tiene habitaciones y tampoco me puede mandar a otro, está todo lleno. Me voy a tener que ir, porque pierdo el autobús para mi casa y me quedó en la calle.

-              Carlos, ¿te importa si Victoria duerme en tu casa? En mi habitación hay sitio.

-              Por supuesto que no me importa –le contesté-.

-              Me da un poco de palo molestar.

-              No molestas nada, el apartamento es bastante grande. –Le dije y Victoria finalmente aceptó-.

-              Os lo agradezco, la verdad es que no tengo ganas de irme.

La comida fue bastante agradable. Victoria era una chica locuaz y divertida, además de estar como un tranvía. Invitó Laura pese a mis quejas y nos fuimos a tomar una copa camino del apartamento, llevando Victoria una pequeña maleta de fin de semana. Hice el gesto de cogerle la maleta, pero ella se negó, diciendo que no pesaba nada.

Entramos en un pub y pedimos unas copas. Victoria me producía una cierta fascinación, que no sabría explicar. Según me comentaron ellas eran compañeras de trabajo, aunque Laura vivía en Sevilla y Victoria en Almería. Habían trabado amistad y a veces compartían habitación en las reuniones que celebraba su empresa en otras ciudades. Victoria se levantó para ir al servicio, momento que Laura aprovechó para decirme:

-              Gracias Carlos por haber acogido a Victoria. Es una chica muy discreta, así que nosotros podremos hacer lo que nos apetezca.

-              No hay de qué, es una chica muy simpática y atractiva, aunque también algo enigmática, ¿no te parece?

-              Si, es una chica muy especial y muy sensible.

Tomamos un par de copas cada uno y seguimos caminando hacia el apartamento. Cuando llegamos, mientras que yo servía otra copa, las dos dijeron que iban a ponerse cómodas, porque estaban hartas del traje de chaqueta que les obligaban a llevar en las reuniones. Al rato salió Laura en albornoz y desde luego sin sujetador por el bamboleo de sus tetas.

-              Chico que éxito –me dijo-. Tienes encandilada a Victoria, que si que simpático, que si que atractivo, en fin, que la tienes en el bote.

-              Ya será menos aduladora.

Al poco salió Victoria también en albornoz, estaba preciosa, el albornoz era corto y permitía contemplar sus largas y espléndidas piernas. Les pasé sus copas y me disculpé para ir al servicio. Cuando regresé al salón me quedé de piedra. Estaban las dos de pié abrazadas y besándose en la boca. Hice un poco de ruido para apercibirlas de mi presencia, pero ellas ni se inmutaron y siguieron besándose. Ver a dos mujeres besándose apasionadamente me pone como una moto, creo que como a cualquier hombre. No me extrañó que Laura fuera bisexual, a Victoria no la conocía como para saber si lo era o si era lesbiana. Cogí mi copa y me dispuse para disfrutar del espectáculo. Si no hubieran querido que las viera, se habrían ido a su habitación y listo. En un momento en que separaron sus cuerpos, me pareció que Victoria tenía un bulto en la entrepierna. Como la imaginación es libre, pensé que se había colocado un arnés e iba a disfrutar de una tarde pervertida, con una follándose a la otra.

-              Chicas sois unas viciosas y me encanta.

-              ¿Por qué lo dices? –Me contestó Laura-.

-              Bueno, os estáis morreando a base de bien y encima Victoria se ha colocado un complemento.

Victoria se separó de Laura, se volvió hacia mí y se abrió el albornoz. ¡Una leche un complemento, tenía una polla que ya me gustaría para mí! De la impresión me quedé sin habla y sin poder reaccionar. Victoria dejó caer el albornoz y juro que no podía dar crédito a lo que veía. Toda ella era una mujer preciosa, tetas grandes con areolas pequeñas, un vientre adorable y unas piernas largas y torneadas, lo único que pasaba es que en el lugar del chocho tenía un pollón y dos huevos de buen tamaño. Se dio la vuelta para exhibirse también por detrás, tenía un culo precioso, de espaldas con las piernas juntas nadie podía suponer que no fuera una mujer y, además, una mujer deliciosa.

-              Carlos, ya te dije que era una chica muy especial. –Me dijo Laura-.

Yo seguía completamente bloqueado, no podía hablar ni moverme. Victoria decidió romper el bloqueo, se me acercó y poniendo sus manos en mi culo, pegó su cuerpo al mío y me besó en la boca. Notaba la presión de sus tetas en mi pecho y la de su polla en mi vientre. Le devolví el beso, su boca era muy suave y su lengua jugaba con la mía. Puse mis manos en su culo, también de piel muy suave e increíblemente duro. Victoria con el contacto y el beso terminó de empalmarse y yo también. Sin pensarlo le cogí la polla, estaba caliente y completamente depilada. Estuve seguro de que iba a tener mi primera experiencia bisexual y lo deseaba enormemente. Laura se pegó a mi espalda, empezó a soltarme los botones de la camisa y me la quitó, luego hizo lo mismo con los pantalones y los boxes, dejando mi polla en contacto con la de Victoria.

-              Cómele la polla –me ordenó Laura-.

La verdad es que lo estaba deseando, me puse en cuclillas y me metí la polla de Victoria en la boca. Era la primera vez que me comía una polla y me estaba encantando. Laura se quitó el albornoz y volvió a besar a Victoria en la boca.

-              Estoy muy caliente y me voy a correr –advirtió Victoria echándose para atrás, sacando su polla de mi boca y empezando a soltar chorros de leche sobre mi cara y mí pecho-. Perdón pero no podía aguantar un minuto más.

-              No hay nada que perdonar –le dije sin parar de pajearla-. Si no hubieras sido tú, habría sido yo.

Me puse de pié, momento que Laura aprovechó para ponerse de rodillas y meterse mi polla en su boca. Después se agachó Victoria y las dos compartieron mi polla y mis huevos. Además de sentirlo, me gustaba ver como las dos me la lamían, me la chupaban y me la comían con bastante ansia.

-              Me voy a correr. Aggghh, aggghh –dije empezando a soltar chorros de leche sobre sus caras-.

No recordaba haber estado más caliente en mi vida. Mi polla seguía tiesa como un palo y sólo quería que continuáramos jugando.

-              Vamos a darnos una ducha, que falta nos hace –propuso Laura-.

De camino al baño Laura me preguntó:

-              ¿Te ha gustado?

-              No hables en pasado, porque esto no ha hecho más que empezar –le contesté, sobándole el culo a las dos-.

Ya bajo el agua de la ducha empezamos a besarnos y a sobarnos los culos los tres. Ni a Victoria ni a mí se nos había bajado un centímetro la polla. Laura nos agarró la polla a los dos y dijo:

-              Me encanta tener dos pollas para mi sola.

-              De eso nada guapa, que aquí hay cuatro agujeros y tú sólo tienes dos. –Le contestó Victoria-.

Victoria estaba dando por hecho que mi ojete entraba en el sorteo. Yo ya había tenido la experiencia de que me entraran por detrás, pero había sido una mujer con una polla falsa, pero ahora era una polla de verdad y de bastante más tamaño que la que ella había usado. Sin embargo, estaba tan caliente que no rechazaba nada, fuera follar o ser follado. Laura empezó a frotar la polla de Victoria con la mía, yo le eché mano a Laura por detrás hasta llegar a su chocho, lo que le hizo emitir un fuerte suspiro, a la misma vez que le cogí los huevos a Victoria, lo que provocó que me besara en la boca.

-              Quiero que me folléis los dos a la vez y luego hacéis entre vosotros lo que os de la gana –dijo Laura-.

Salimos de la ducha y fuimos al dormitorio, Victoria se acostó boca arriba en la cama, Laura se puso sobre ella de frente y se metió su polla en el chocho, yo me puse de rodillas detrás de Laura y empecé a comerle el ojete para distenderlo. De vez en cuando bajaba y le lamía los depilados huevos a Victoria, llegando incluso a metérmelos en la boca, como si me los fuera a comer. El ojete de Laura fue cediendo hasta que pude introducirle dos dedos, momento en el que consideré que estaba preparada.

-              Métemela ya, que si no me voy a correr antes de que lo hagas –me pidió Laura-.

No me hice esperar y poco a poco se la fui metiendo, notando la polla de Victoria dentro del chocho de Laura. Cuando cogimos el ritmo los tres el bombeo era trepidante.

-              Me voy a correr, pero no sacarlas hasta que yo os lo pida –exclamó Laura-.

Al momento empezó a gritar y a darle espasmos en las piernas y fue enlazando un orgasmo con otro de una forma que yo no había visto nunca, hasta que con un hilo de voz pidió que se las sacáramos, quedando como muerta sobre la cama. Victoria y yo empezamos a besarnos en la boca, notaba su polla dura como una piedra contra la mía, que estaba igualmente a reventar.

-              Fóllame –me dijo y se puso de rodillas ofreciéndome su culo-.

Tenía un culo espectacular, pocos había visto yo que fuesen tan bellos y sobre todo tan femeninos. Le chupé el ojete y los huevos mientras le pajeaba con una mano y le sobaba las tetas con la otra.

-              Métemela ya, que estoy preparada.

Puse la punta de mi polla en su ojete y se la introduje hasta los huevos. Su agujero era muy estrecho lo que me producía mucho placer, pero sobre todo me daba placer notar mis huevos chocando contra los suyos. Laura salió de su letargo y se metió debajo de Victoria para comerle la polla.

-              Me voy a correr –dijo Victoria-.

-              Hazlo que me lo voy a tragar todo –le contestó Laura-.

-              Aggg, aaaggg, aaaggg –gritó Victoria corriéndose en la boca de Laura-.

Yo ya no podía aguantar más, así que cuando Victoria se desmoronó a un lado sacándose mi polla, me la jalé un par de veces y me corrí sobre la cara de Laura.

¡Joder que experiencia, me había encantado mi primera relación bisexual! Pasamos el resto de la tarde desnudos en el salón charlando y bebiendo una botella de champán. Lo de Victoria era un caso, se empalmaba sin motivo aparente y al rato se le bajaba. Se lo dije:

-              Victoria, ¿esto de empalmarte por las buenas y que luego se te baje te pasa muy a menudo?

-              Más de lo que yo quisiera, mi polla tiene vida propia, más cuando estoy con un hombre tan atractivo desnudo.

-              Gracias por el cumplido, aunque sea falso.

-              ¿Cómo os conocisteis? –Le pregunté a Laura-.

-              En una reunión de empresa nos tocó compartir habitación. Como soy bisexual me hice ilusiones de pasar un buen rato con ella y el rato fue mejor de lo esperado cuando descubrí el pollón que se gastaba.

Victoria se volvió a empalmar otra vez sin mayor motivo y ver aquel pollón empezó a calentarme de nuevo. Como la tenía a mi lado le eché mano y comencé a pajearla.

-              Carlos no seas malo que luego pasa lo que pasa –me dijo Laura-.

-              ¿Y qué pasa? –Le contesté-.

-              Pasa que nos liamos otra vez y tú y yo no tenemos ya la edad de Victoria.

-              Tienes razón, pero es que me tiene muy excitado. No sabía hasta ahora que fuera tan bisexual.

-              Por mí no te preocupes, me encanta que me la toques –dijo Victoria-.

Con la tontería de estar haciéndole una paja a Victoria me empalmé yo también.

-              ¡Vaya Carlos estás todavía hecho un chaval! –Dijo Laura-. ¿A qué no has hecho nunca un “69” con otra polla?

-              Hay que ver lo guarra que eres, pues no, pero ahora me tienta bastante. –le contesté-. ¿Y a ti? –Le pregunté a Victoria-.

-              A mí me tienta todo siempre –me contestó, llevando su mano a mi polla-.

-              Por mí no os cortéis, me pone cachonda ver a dos a lo suyo. –Dijo Laura cambiándose de sofá y dejándonos sitio-.

Miré a Victoria y me tumbé boca arriba en el sofá. Ella se colocó sobre mí en posición y empezamos a comernos los nabos. Por supuesto me gusta que me la chupen, como a cualquiera, pero el auténtico placer era comerme aquella polla, dura, caliente, casi palpitando. Laura nos miraba haciéndose un dedo. Yo le sobaba el culo a Victoria y ella de vez en cuando se sacaba mi polla de la boca y la colocaba entre sus tetas. Laura explotó antes que nosotros.

-              ¡Por Dios, como me pone veros en acción! Aaaggg, me corro, aaagg.

-              Me voy a correr –me dijo Victoria-.

Noté como su polla se ponía todavía más dura y empezaban los latidos de la corrida. La deje dentro de mi boca, ese día quería probarlo todo, pero al final tuve que sacármela porque me ahogaba con la boca llena.

-              Victoria me corro –le dije como pude y ella siguió comiéndosela hasta que terminé de soltar lefa-.

Nos aseamos, cenamos algo y nos fuimos los tres a la cama muertos después de la tarde que habíamos tenido.

Desperté con la seguridad de que me estaban comiendo la polla otra vez. No sabía quién de las dos sería, pero tampoco quería saberlo, así que me quedé quieto placenteramente con los ojos cerrados. El comienzo del traqueteo de la cama me hizo suponer que era Laura quien me estaba comiendo la polla y que Victoria se la estaba follando a la misma vez.

-              Parece que os habéis levantado calentitas, ¿es qué vosotras no tenéis hartura? –Les dije sin abrir los ojos-.

-              ¿Cómo quieres que tenga hartura con dos pollas para mí? –Contestó Laura, volviendo a comerme la polla-.

-              Calla, que a mí me ha despertado como ahora a ti –dijo Victoria-.

-              Victoria, no te vayas a correr que quiero ver cómo le das por el culo a Carlos y estrenas su agujerito. –Le dijo Laura a Victoria-. Ahora que ya tienes la polla presentable, es mejor que te des la vuelta para que te prepare el ojete. –Parecía que mi primera experiencia bisexual iba a ser completa, por lo que planeaba Laura-.

Decidí hacerle caso a Laura y me puse a cuatro patas, ofreciéndole mi culo a su boca. Inmediatamente ella empezó a comerme el ojete, mientras me pajeaba con bastante fuerza. La idea de que Victoria me entrase por el culo me daba cierta prevención, no fuera a hacerme daño con el pedazo de polla que gastaba, pero a la misma vez la tentación era demasiado grande. Laura fue abriéndome el ojete poco a poco, hasta distenderlo metiéndome los dedos.

-              Carlos, quiero que me folles y que Victoria te folle a ti.

Diciendo esto se tumbó boca arriba a los pies de la cama con las piernas fuera y las almohadas debajo del culo. Me puse de rodillas entre sus piernas, mientras ella cogía mi polla y se le metía en el chocho, tirando luego de mí para que me recostara dejando mi culo en pompa. Victoria se colocó detrás de mí con las piernas abiertas y la polla como un palo, fue flexionando las piernas hasta poner la cabeza de su polla a la entrada de mi culo.

-              ¡Qué ganas tenía de hacer esto desde que te conocí! –Dijo Victoria con la voz muy grave-.

-              Ve con cuidado que mañana temprano tengo que coger un avión y voy a tener que sentarme. –Le rogué a Victoria-.

-              Hasta ahora no he tenido quejas –contestó Victoria, empezando a metérmela muy despacio-.

En mi cabeza bullían muchas sensaciones y pensamientos distintos. El fin de semana se había disparatado y ahora me encontraba follándome a una madura que estaba buenísima, mientras una preciosa transexual iba a darme por el culo. Notaba como el pollón de Victoria entraba en mis entrañas, no me producía ningún dolor, sino todo lo contrario, un intenso placer.

-              ¿Te gusta? –Me preguntó Laura-.

-              Mucho –le contesté-.

-              Calla y siente –me dijo Victoria, dándome una fuerte cachetada en el culo-.

Victoria ya lo tenía dentro del todo y ahora notaba sus huevos golpeando con los míos. Empecé a comerle y a amasarle las tetas a Laura, a la que ahora follaba al ritmo que marcaba Victoria en mi culo. Nunca había pensado en tener relaciones homosexuales, aunque la verdad tampoco tenía muy claro que lo fueran lo que estábamos haciendo. No me gustaban los hombres, lo que pasaba es que Victoria no era un hombre, era una atractiva joven con una buena polla.

-              Me voy a correr –dijo Laura-, no se te ocurra parar ahora.

Yo seguí follándomela al ritmo que marcaba Victoria. Noté como el coño de Laura se llenaba de jugos, mientras gritaba y gemía. Yo no iba a poder aguantar mucho más, así que a la media docena de golpes de los huevos de Victoria contra los míos, dije:

-              Me corro yo también. –Y le inundé el coño a Laura con una corrida potente y larguísima. Mientras me corría noté como Victoria me llenaba el culo con su leche-.

Ellas fueron a asearse, yo no pude levantarme de la cama en un buen rato. Cuando Victoria salió del baño iba en ropa interior, nadie podría decir que no era un cañón de mujer. Se fueron al poco rato y yo me quedé sólo en el apartamento tratando de digerir todo lo que había pasado, llegando a la conclusión de que me encantaría volver a hacerlo con Victoria, pero esta vez con Antonia, algún día tenía que darle una sorpresa.

A la mañana siguiente nos encontramos los tres en el aeropuerto para salir hacia Bilbao. Antonia iba preciosa como siempre, aunque igual hasta un poco más. Marta seguía con su imagen señorita Rottenmeier. Nunca he entendido porque algunas mujeres piensan que la imagen de jefa va unida a dejar de lado la feminidad. Cuando llegamos a la oficina de la empresa en Bilbao, nos dimos cuenta que había una cantidad ingente de trabajo por hacer, que nos iba a absorber todo el tiempo que pudiéramos dedicarle.

Hasta las nueve de la noche no pudimos llegar al alojamiento. Estaba bastante bien, era como nos habían dicho cuatro habitaciones cada una con su baño, televisión, sofá y espacio de trabajo y un salón-comedor-cocina común. Picamos algo que habían dejado en la cocina y no tardamos en acostarnos. Me levanté a las siete de la mañana siguiente y salí al salón en albornoz para hacerme un café antes de asearme. Mientras lo preparaba llegó Antonia, también en albornoz.

-              Buenos días, ¿quieres un té? –Le pregunté-.

-              Si, por favor. –Cuando se lo di, me dijo en voz baja:- Creo que el trabajo es excesivo para los que somos y me preocupa porque conozco a Marta y sé que más pronto que tarde va a perder los nervios.

-              ¿Tú crees?

-              Si, es incapaz de gestionar una situación de estrés.

Nos fuimos a nuestras habitaciones a arreglarnos. Antonia me había dejado un poco preocupado, si Marta no daba la talla, íbamos a tener todos problemas y gordos. A las ocho estábamos entrando los tres en la oficina, que estaba muy cerca del alojamiento y hasta las nueve de la noche estuvimos trabajando, sólo parando media hora para comer algo.

Al tercer día de trabajo Marta empezó a dar señales preocupantes: iba de bronca en bronca injustificada con todo el mundo de la oficina, conmigo no se atrevía porque era su igual jerárquico, pero a la pobre Antonia le caía chorreo tras chorreo. Esa noche les propuse tomar algo de camino al alojamiento, por ver si las cosas se distendían algo. Marta rechazó el ofrecimiento alegando que estaba muy cansada y nos quedamos Antonia y yo.

-              ¿Has visto como tenía razón con Marta? –Me dijo en cuanto nos trajeron dos vinos-.

-              Desde luego y se puede convertir en un problema. ¿Quieres que hable con ella?

-              Por mí no, pero si sería conveniente por el resto de la gente del equipo.

Ahora que había logrado estar a solas con Antonia no quería desaprovechar la ocasión para hablar de cuestiones más personales:

-              ¿Y tú como estas, que ahora no quieres nada conmigo?

-              Bien, pasando una época tranquila y sin muchas ganas de lío.

-              Pues será porque tu quieres, porque yo estaría encantado de que retomásemos nuestro lío.

-              ¿Qué pasa, ya no estás con Mercedes?

-              Sabes perfectamente que yo nunca he estado con Mercedes más allá de algún revolcón y fuiste tú la causante al querer evidenciar que entre nosotros no había nada.

-              En eso tienes razón, no calculé bien lo lianta que es Mercedes y lo poco que a ti hay que tocarte las palmas para que dejes liar.

-              Además Antonia, que tu también has estado haciendo lo que te ha dado la gana y yo no he dicho esta boca es mía, así que no me eches en cara lo de Mercedes. Yo con quiero estar es contigo.

-              No puedo negarte que yo también te echo de menos, pero no quiero compromisos por ahora.

Bueno, por lo menos me había dicho que me echaba de menos, habría que seguir intentándolo.

Al día siguiente a la hora del café abordé a Marta:

-              Marta no quiero meterme en tu trabajo, pero creo que deberías bajar el nivel de broncas a todo el mundo. Ya sé que tenemos mucho trabajo, pero si encima el equipo se quiebra, va a ser imposible que lo hagamos.

-              Efectivamente no debes meterte en mi trabajo. Yo dirijo a mi gente como creo que debo hacerlo.

-              Marta, yo soy tan jefe o tan piernas como tú en la empresa. Si tu equipo no termina su trabajo, el mío tampoco podrá hacerlo y me la cargaré yo también. A los equipos hay que dirigirlos, no azotarlos.

Ahí terminó la conversación con Marta, que francamente no había servido de mucho, aunque sí para que ella estuviese todavía más seca conmigo los siguientes días. Afortunadamente llegó el viernes y le propuse a Antonia quedarnos el fin de semana e irnos a pasarlo a Vitoria o a San Sebastián. Para mi sorpresa Antonia aceptó a condición de que no le dijera nada a Marta. Cada uno por su cuenta le comunicó a Marta que iba a quedarse por la zona y no iba a regresar el fin de semana. Cuando llegó la hora Marta se marchó y nosotros nos fuimos en un coche alquilado a San Sebastián.

Volver a estar con Antonia de fin de semana fue fantástico. Durante el viaje le comenté a Antonia la conversación con Marta y sus nulos efectos. Los dos estábamos preocupados por la situación y pensé que la semana siguiente tendría que hablar con nuestro jefe. La preocupación se nos quitó en cuanto llegamos al hotel.

-              ¿Te apetece salir o nos echamos una siesta primero? –Me preguntó, dándome un beso en la boca-.

-              ¿Tú qué crees? –Le dije abrazándola. En ese momento era el hombre más feliz del mundo-.

-              Me apetece echar una siesta juguetona. Sal de la habitación y llamas a la puerta dentro de cinco minutos.

-              ¡Pero Antonia, tú has visto como estoy! –Le dije señalando el paquete que se me había formado en la entrepierna-.

-              Mejor, así igual ligas, te la traes y hacemos un trío.

Me di por vencido y salí de la habitación. Di una vuelta por el pasillo, con la suerte de que no me encontré a nadie, porque la erección no se me bajaba. A los cinco minutos llamé a la puerta. Me abrió Antonia envuelta en una pequeña toalla, que le llegaba de las tetas al inicio de los muslos.

-              Menos mal que ha venido tan rápido. Iba a darme un baño y no sale el agua caliente. ¿Podrá arreglarlo?

-              No lo sé, pero lo intentaré. Cuénteme que ha hecho.

Me estaba calentando mucho el jueguecito que había planteado Antonia. Se dirigió al baño y yo la seguí. Estaba preciosa, la toalla permitía admirar sus magníficas piernas casi en su integridad. Cuando llegamos al baño dijo:

-              Simplemente he abierto el grifo y no salía agua caliente. –Se dobló por la cintura para llegar al grifo, lo que me permitió ver su culo y su depilado chochito-.

-              A ver, por favor, déjeme que lo intente yo. –Pasé a su lado y aproveché para rozar mi bulto por su culo. Ella me miró como asombrada por el atrevimiento, pero no se retiró. Abrí el grifo y el agua caliente en efecto no salía-. Voy a comprobar las llaves de paso de la habitación, por si hubiera suerte. Me permite, voy a coger una silla de la habitación para subirme.

-              Claro, haga usted lo que sea necesario. Lo mismo que si necesita que le eche una mano –dijo dejando rozar su mano con mi entrepierna que estaba a reventar-.

Fui por la silla y la puse debajo de las llaves de paso. Estaba tan caliente que notaba como el líquido preseminal estaba mojando mis boxes y creo que también el pantalón. Me subí en la silla, con lo que puse mi paquete a la altura de su cara.

-              Permita que lo sujete, no se vaya a caer –me dijo poniendo sus manos en la parte alta de mis muslos-. Qué previsores son ustedes los fontaneros, llevando siempre una llave inglesa en el bolsillo. –Tras decir esto, metió una mano en mi bolsillo hasta tocar mi polla-. ¡Ah, pero si no es una llave inglesa, es más grande y más dura! Además rezuma líquido, porque tiene una mancha en el pantalón.

Al levantar los brazos para meter su mano en mi bolsillo, se le cayó la toalla quedándose completamente desnuda.

-              ¡Huy, por favor no mire, que se me ha resbalado la toalla y no quiero soltarlo, no se vaya a caer!

-              No se preocupe, que yo soy un caballero –le dije mirándola de arriba abajo-.

-              Menos mal, hay cada individuo, que no puede dejar de mirar a una mujer desnuda, aunque haya sido por un accidente. Me da pena la mancha que se le está formando en el pantalón. Es mejor que se lo suelte un poco.

Me abrió el cinturón, me bajó la bragueta y me sacó la polla, que babeaba como un grifo.

-              Si no puedo arreglar lo del agua caliente, siempre puede usted bañarse con el líquido que pierdo.

-              Lo que pasa es que parece muy untuoso. Voy a probarlo –y se metió mi polla en la boca, dándole unos cuantos buenos meneos-. Podría ser, si lo junto con el que yo pierdo. –Se llevó una mano al chocho y la sacó completamente mojada-. ¿Cómo lleva el arreglo? –Dijo sin soltarme la polla-.

-              Yo creo que ya está –dije girando la llave de paso-. Pruebe a abrir el grifo.

-              ¿Cuál de los tres?

-              El de acero inoxidable.

-              ¡Qué bien parece arreglado, por fin podré bañarme y vestirme para mi boda! Pero no se baje hasta que nos aseguremos de que funciona bien.

Volvió a meterse mi polla en la boca.

-              Le agarro por aquí, porque parece que da más seguridad. –Me dijo mientras me la chupaba y ella se hacía un dedo-.

-              Va a ser usted una novia muy guarra, perdón quería decir muy guapa.

-              Gracias por el cumplido, mi novio no me ha visto nunca desnuda y no sé si le gustaré. ¿Usted cree que le gustaré?

La miré nuevamente de arriba abajo mientras me la chupaba y ya no pude más.

-              Señorita creo que voy a cambiar de líquido por otro más espeso.

-              No se preocupe que yo también creo que voy a cambiar de líquido.

No pude aguantar un minuto más y me corrí sobre su cara y sus tetas. Ella empezó a correrse a la misma vez y se agarró a mis piernas para no caerse, pero lo que consiguió fue que nos cayéramos los dos juntos y por poco nos matáramos. Ya en el suelo le dije:

-              ¡Joder Antonia, que calentón con tu historia!

-              ¿Qué te crees, que sólo Mercedes tiene imaginación?

-              Pero bueno, esa mujer no se calla nada.

-              Ya te dije que es muy bocazas y me ha contado vuestras folladas con pelos y señales, sobre todo con pelos, porque la tía no se arregla los bajos.

El juego de Antonia me había puesto muy caliente y pensé que tendría que hacerle yo alguno para no quedar como un soso.

Pasamos un resto de fin de semana espléndido y no tanto porque nos hartamos de follar, como porque recuperamos la confianza que habíamos perdido desde que me mudé a Granada.

El lunes por la mañana me llamó el jefe de Marta y mío. No fue necesario que hablara con él respecto a Marta, lo había llamado el director de la oficina de Bilbao y le había dado las quejas de su comportamiento con el resto del equipo. Me encomendó que yo asumiera la dirección del trabajo y me dijo que iba a hablar con Marta a continuación para decírselo. Las cosas mejoraron en el trabajo, pero cuando llegábamos al alojamiento Marta sacaba su peor carácter con Antonia, conmigo y con cualquier cosa que ocurriese. Su fobia eran los homosexuales y las lesbianas. Antonia y yo nos mirábamos y normalmente cada uno se marchaba a su habitación para evitar mayores discusiones. Antonia y yo no dábamos la más mínima muestra de nuestra relación, lo que me tenía permanentemente caliente, teniéndola en la habitación de al lado y no pudiendo hacer nada con ella. Una noche que Marta estaba especialmente insoportable y una vez que Antonia se había retirado a su habitación para no aguantarla, no pude más y se lo dije:

-              Marta, ¿se puede saber qué te pasa? Estás todo el día despotricando de todo, especialmente de los homosexuales como si te hicieran la vida imposible, y nos estás amargando la vida a los demás. Si te ha molestado que me nombren tu jefe en el proyecto, lo siento, pero yo no he tomado esa decisión.

-              Por supuesto que me ha molestado que injustamente te nombren mi jefe, sólo porque seas maricón igual que el jefe.

No podía creer lo que me estaba diciendo, ¿cómo que yo era maricón igual que el jefe? Yo no sabía si el jefe lo sería o no, nunca me he metido con quien se acuesta y se levanta cada uno, pero yo desde luego no lo era y que me hubiesen nombrado su jefe no tenía nada que ver con el sexo.

-              Marta estás desbarrando lo más grande y te estás equivocando mucho. No soy maricón, pero si lo fuera no es cuenta tuya. Y sabes que la decisión de mi nombramiento no ha tenido nada que ver con el sexo, sino con tu incapacidad para dirigir.

-              ¿Qué vas a decir tú? Estoy harta de maricones, mi marido me deja diciendo que es homosexual después de diez años de casados y en el trabajo me hacéis el lío para dejarme a un lado.

-              Siento lo de tu marido, pero eso no tiene nada que ver con el resto.

La discusión había ido subiendo de tono y los dos estábamos dando voces, por lo que Antonia debía estarla oyendo perfectamente.

-              Te pido por favor que retires lo que has dicho. Nos quedan varios meses de convivencia y las cosas no pueden quedar así.

Cuando terminé de decirlo vi que Antonia había entrado al salón y se había puesto delante de Marta.

-              Marta estás muy equivocada. Carlos y yo mantenemos una relación desde hace tiempo y te puedo asegurar que no es maricón, sino que le gustan las mujeres, igual más de la cuenta. Estás amargada y lo siento porque te tengo aprecio. Arregla tu vida y no culpes a los demás.

Estaba muy orgulloso del comportamiento de Antonia saliendo en mi defensa y contándole a Marta nuestra relación, cosa que hasta el momento había querido ocultar.

Después de lo que le dijo Antonia, Marta se desplomó y comenzó a llorar ruidosamente.

-              ¿Cómo voy a arreglar mi vida? Tengo cuarenta y cinco años, estoy sola y voy a morir sola. ¿Crees que tengo motivos para estar feliz?

-              Marta hay muchas mujeres y hombres que se quedan solos a los cuarenta o a los cincuenta y rehacen su vida, igual no como era antes, pero la rehacen de otra forma. –Le dijo Antonia-.

-              Para ti no es problema, eres una mujer joven y guapa que puede hacer lo que quiera. –Le dijo Marta a Antonia-. Yo tenía mi vida hecha y ahora no tengo nada.

-              Vamos a tranquilizarnos todos –dije y continué-: Marta conozco a muchas mujeres de tu edad que tienen una vida plena, con nueva pareja o sin ella y que son felices, así que no te amargues y haz algo con tu vida.

-              Llevo varios años sin sexo y tengo mis necesidades como todo el mundo. ¿Cómo no voy a estar amargada?

-              Eres una mujer atractiva –le dije-, lo que no querrás es que aparezca alguien sin buscarlo y sin estar mínimamente receptiva.

La noche había terminado como un melodrama en toda regla. Yo ya no pretendía que Marta se disculpara conmigo, sino sólo que se le pasara la llantina, se fuera a la cama y nos dejara irnos a nosotros, cosa que sucedió al rato. Antes de retirarse nos dijo:

-              Lamento lo sucedido y, por favor, os ruego discreción.

Le dijimos que no se preocupara por eso y Antonia y yo nos fuimos juntos a dormir, ya no había nada que ocultarle a Marta.

-              Pobre mujer está amargada –me dijo Antonia al acostarnos-. Pero tú no quieras hacer de buen samaritano, que te conozco.

La convivencia se mejoró en los siguientes días, parecía que haberse abierto le había sentado bien a Marta. El fin de semana siguiente Antonia fue a pasarlo con su familia y Marta y yo nos volvimos a Granada.

Al rato de llegar al apartamento me llamó Julia, una preciosa madura, madre de Mercedes una amiga de Antonia y mía, con la que había pasado un puente fantástico hacía unas semanas.

-              Hola Julia, que alegría oírte.

-              Hola Carlos, quería pedirte un favor.

-              Si está en mi mano dalo por hecho.

-              Mi hija pequeña, María, se ha enfadado con su marido y quiere quitarse unos días de en medio. He pensado que, si a ti no te molesta, le dieras refugio en tu apartamento.

-              Bueno, sin problema, lo que pasa es que yo el lunes me vuelvo a marchar toda la semana y se quedará sola.

-              No importa, estoy un poco preocupada, creo que está algo deprimida y no le viene mal pensar en soledad. Ya te dije que el marido es un imbécil y a ver si hay suerte y lo deja.

-              ¿Cuándo vendría?

-              Me he tomado la libertad de adelantarme y debe estar al llegar.

Me despedí de Julia y en menos de quince minutos estaban llamando a la puerta.

-              ¿Carlos? Soy María la hija de Julia.

-              Te abro.

María resultó ser una chiquilla de veintidós o veintitrés años, rubita, guapetona y alta. Físicamente no se parecía nada a su hermana Mercedes, pero si a su madre. Su indumentaria muy holgada no permitía reconocer su figura.

-              Perdona que venga a importunarte, pero me he peleado con mi marido y mi madre me ha recomendado que me quite de en medio unos días para pensar.

-              No me importunas nada. Acabo de llegar e iba a pasar el fin de semana solo. Entra y deja las cosas en tu dormitorio mientras yo preparo algo de cena.

Preparando la cena me llamó mi amigo Manolo, un solterón empedernido y un picha brava de cuidado.

-              ¿Qué pasa Manolo, por fin te acuerdas de los amigos?

-              Pues anda que tú llamas muchas veces.

-              Tienes razón, pero es que estoy muy liado con el trabajo.

-              Oye mañana voy a Granada, si te apetece podemos quedar a comer.

-              Por mí estupendo, ¿vienes acompañado?

-              No, estoy de soltería, así que si me buscas una chica guapa, te lo agradecería.

-              ¿Tú crees que yo le puedo hacer esa charranada a una amiga?

-              Venga ya, que no será para tanto.

Nos despedimos y al rato recibí una llamada de Marta, cosa que me extrañó profundamente.

-              Carlos, soy Marta.

-              Hola Marta, ¿pasa algo?

-              No, no, nada. Es que he estado pensando en la conversación que mantuvimos el otro día y creo que tenéis razón. Esto me da mucha vergüenza, pero tengo que preguntártelo. ¿No tienes algún amigo libre que quiera conocer a una mujer madura?

-              No te preocupes y no te de vergüenza. Creo que igual si conozco a alguien. –Le dije pensando en Manolo-. Si se cuadran las cosas te llamo para comer.

-              Gracias, estaré esperando tu llamada.

Llamé a Antonia para contarle la llamada de Marta.

-              Hola Carlos, ya sé que tienes compañía, ¿vas a alojar a toda la familia? Menos mal que María es una buena chica.

-              ¡Qué barbaridad como corre la información! No te llamo para eso. Me ha llamado Marta para saber si tenía algún amigo que quisiera conocer a una mujer madura y precisamente he quedado mañana para comer con Manolo. ¿Tú qué opinas?

-              Carlos a mí me da igual que le presentes a Manolo, pero tú no te líes con ella, fóllate a quien quieras, pero no a Marta.

-              ¿Pero bueno tú quien te has creído que soy? ¿Cómo me voy a liar con Marta?

-              Bueno que te diviertas, pero deja a Marta tranquila, que luego la tenemos que aguantarla en Bilbao.

Por fin salió María de su dormitorio y pudimos cenar un poco. María parecía muy tímida, nada que ver con su hermana Mercedes. Me miraba mientras le hablaba, pero ella casi no abría la boca.

-              ¿Y cómo es que te casaste tan joven? –Le pregunté por animarla a hablar-.

-              Pues una tontería, la verdad. Me enamoré casi del primer hombre que conocí y pese a la opinión contraria de toda mi familia, me casé con él. Después me he arrepentido mucho de casarme tan pronto y sin experiencia y ahora no sé qué hacer.

-              Eres muy joven todavía y una mala decisión tiene arreglo sin mayores problemas.

-              Eso me dice mi madre, pero estoy muy liada. Tú eres divorciado, ¿no?

-              Sí, también una mala decisión.

-              ¿Tienes pareja?

Le vi las orejas al lobo y no iba a caer tan fácil como con su hermana.

-              Más o menos sí.

-              ¿Qué ha sido, después de conocer a mi hermana?

¡Cómo no iba a saber mi lío con su hermana, si lo sabía media Andalucía!

-              Sí al poco tiempo. ¿Cómo está Mercedes?

-              Bien, ha encontrado un trabajo en un bar y sigue loqueando.

Yo estaba cansadísimo, así que cuando terminamos de cenar, me excusé con María y me fui a la cama. Me despertaron unos ruidos procedentes del salón, María debía estar viendo la televisión. Puse un poco el oído y lo que se oían eran gemidos bastante fuertes. María seguro que está viendo porno, pensé. La cabeza empezó a darle vueltas a la escena y la tentación de ir a mirar me fue ganando. Me levanté medio empalmado y muy lentamente entreabrí la puerta del dormitorio. María estaba sentada en el sofá frente a la televisión, en la que un negro como un armario y con una polla como un bate de beisbol, le estaba dando a una rubia de grandes tetas lo suyo y lo de su prima. María tenía la camisa abierta sin sujetador, sus tetas eran grandes y se las sobaba con saña. El pantalón y las bragas los tenía por los tobillos y con su mano derecha se restregaba su coño depilado. Entre dientes decía:

-              ¡Dale duro, fóllatela, no pares hasta que no se corra la muy guarra!

Fue subiendo el ritmo sobre su coño hasta que soltó un fuerte gemido y entonces comenzó a decir:

-              ¡Qué bueno, me corro, me corro, aaaggg, qué largo, ...!

Cerré la puerta, no fuera a descubrirme mirándola. ¡Joder que calentón me había producido la niña! Me metí en la cama y me hice un pajote histórico pensando en la escena que había visto.

Me levanté relativamente temprano y fui a la cocina a hacerme un café. Al poco tiempo empecé a notar un zumbido procedente de la habitación de María y de nuevo gemidos. ¡Vaya con el calentón de la niña, por lo menos dos al día: por la mañana y por la noche! Me volví al dormitorio y llamé a Julia.

-              Buenos días Julia.

-              Que tempranero.

-              No te preocupes por tu hija. De deprimida nada, en todo caso reprimida porque la muchacha tiene un calentón encima de órdago.

-              ¿Por qué lo dices?

-              ¡Joder porque anoche se hizo una paja viendo una peli porno y ahora se está haciendo otra con un vibrador!

-              No te lo había dicho yo, que el imbécil del marido además la tiene mal follada.

-              Pues parece que vas a tener razón.

-              Fóllatela tú.

-              ¿Pero tú estás loca? ¿Me has tomado por el follador oficial de tu familia? Primero la hija mayor, después la madre y para terminar la hija pequeña.

-              No protestes que está muy apetecible. Hazlo por ella, que sepa lo que es una buena follada.

-              Julia no tengo ganas de líos, que estoy medio arreglándolo con Antonia.

-              María es como yo, una tumba, te  aseguro  que no le va a contar nada a nadie.

-              Mira Julia te dejo porque creo que has perdido la cabeza.

¡Joder con la niña y con la madre! Llamé a Manolo.

-              Buenos días monstruo.

-              Buenos días Carlos.

-              ¿Te importa si invito a dos amigas a comer?

-              ¡Cómo me va a importar! ¿Serán guapas?

-              Sí son guapas –le dije y pensé y más calientes que las brasas-. Venga, hasta luego –me despedí-.

Llamé a Marta.

-              Hola Marta, soy Carlos.

-              Pensé que ya no me llamarías.

Para mis adentros me dije que todavía no eran más que las nueve y media, vaya con la impaciente.

-              He quedado para comer con un amigo soltero y bien parecido que está de visita en Granada, ¿te animas?

-              ¡Qué bien, claro que me animo!

Quedé con ella en el restaurante y volví al salón para hacerme otro café. María ya se había levantado, llevaba el camisón más feo que yo había visto en mi vida, y por la cara de relajada que tenía habría terminado con éxito su tarea matutina.

-              Buenos días María.

-              Hola Carlos, me estaba preparando un café.

-              Voy a comer con una amiga y un amigo, ¿te animas?

-              Vale, me apetece salir y conocer gente.

Me aseé, me vestí y quedé con ella en el restaurante, ya que tenía gestiones que hacer esa mañana en la calle.

Como yo era el nexo entre todos, fui temprano al restaurante para esperarlos en la barra. Con el primer vino recibí un mensaje de Julia con una foto en la que se veía a Antonia con un hombre más o menos de su edad comiendo en una terraza y un texto que decía: “El muchacho no es fontanero pero le llaman “el llave inglesa”. Si no te follas a María vas a hacer el tonto”. Entre Antonia, Julia, María y Marta me tenían hasta los huevos.

El primero en llegar fue Manolo. Manolo es mayor que yo, más o menos tendría la edad de Marta y es un guasón de cuidado. Cuando llevábamos unos minutos apareció María.

-              Esa es María, pero tú déjala tranquila y céntrate en Marta.

-              Carlos cada vez te gustan más jóvenes.

-              Que no es mi pareja ni nada, que me la han encasquetado en casa.

-              Y tú tendrás mucha pena.

María, que venía muy guapa con una blusa amplia estampada y un pantalón blanco , llegó finalmente donde estábamos.

-              Hola María, te presento a Manolo, un buen amigo.

María fue a darle la mano a Manolo, pero éste se adelantó y le zampó dos besos.

-              Encantado de conocerte María. –Le dijo poniéndose zalamero y yo le di una patada en la pierna para recordarle con quien debía ponerse zalamero-.

Como a los diez minutos llegó Marta. Se había preparado para la ocasión y venía muy atractiva. Hice las presentaciones:

-              Marta, te presento a María, hija de una amiga, que está pasando unos días en casa y a Manolo, buen amigo mío, que está de paso en Granada.

-              Encantada –dijo Marta y nos dio dos besos a los tres-.

Camino de la mesa, Manolo me dijo:

-              Muchas gracias, pero no sé como la compartes.

-              Es una larga historia, pero yo no tengo con ella más que una relación laboral.

-              Ahora le llaman así.

-              ¡Vete al carajo!

Marta estaba muy distendida y muy locuaz, lo que no era normal en ella. Manolo no podía estar más zalamero y María observaba sin meter baza en la conversación. Nos habíamos sentado según el protocolo y yo tenía a María a mi derecha y a Marta a mi izquierda. La comida y el vino fueron cayendo y a mitad de la comida noté como a Manolo se le cambiaba la cara. Mientras esperábamos los segundos platos, Marta y María dijeron de ir al baño, momento que aproveché para preguntarle a Manolo que le pasaba.

-              ¿Qué coño te pasa, se te ha cambiado la cara?

-              ¡Que Marta me ha echado mano al paquete! ¡Coño que hasta me ha bajado la bragueta y metido la mano!

-              No bebas mucho y come bien que te va a hacer falta.

-              ¡Joder, que les dan aquí, que yo tengo unos años y es la primera vez que me pasa!

-              ¿Y no te gusta?

-              Me gusta, pero me da algo de pánico. Normalmente me tengo que beber el Amazonas con ellas, para que se pongan a tiro.

Manolo siguió toda la comida con la cara descompuesta y Marta había perdido por completo su mano izquierda. Cuando terminamos de comer propuse tomar una copa en algún sitio, pero Marta objetó que quería enseñarle a Manolo el Museo de Historia Natural. Manolo la miró con cara extrañada, pero inmediatamente me dijo:

-              No te lo había contado, pero me he aficionado mucho a la naturaleza, bueno y a la historia también.

Salieron los dos como almas que lleva el diablo, más le valía a Manolo haber comido bien. María y yo fuimos a tomarnos la copa. Sentados en el pub, María, poniendo una mano peligrosamente cerca de mi entrepierna, me dijo:

-              ¿Por qué no te sumaste anoche a ver la película, en vez de mirar desde tu dormitorio?

Se me cayó la copa encima. ¡Vaya con la buena chica que decía Antonia! Fui a la barra por un trapo para secarme y pensar mientras lo hacía. O me había visto y había seguido a lo suyo o había preparado el espectáculo para mí con todo su cariño. Volví a la mesa.

-              Mi hermana me ha dicho que la follabas muy bien. ¿Conoces a Ángela la amiga de mi madre?

Como ya he contado en otro relato, Ángela era una amiga de Julia que tenía una cara como una piedra. Fingía pelearse con el marido para perderse unos cuantos días y hartarse de follar, luego decía que le perdonaba y volvía a su casa.

-              Sí, la conocí hace unas semanas.

-              Pues me está dando un curso acelerado sin que lo sepa mi madre. Así que ya te puedes imaginar a que he venido, termínate la copa y vámonos, no vas a follar tú esta tarde menos que tu amigo.

¡Joder con la juventud como venía! Encima tenía totalmente engañada a Julia, que pensaba que la muchacha no se comía un colín. Pensé que el día que tuviese que contarle estas cosas a Antonia, me iba a dar una patada en los cojones de muchísimo cuidado, aunque ella también tendría que contarme lo del “llave inglesa”. Como veía que yo estaba un poco renqueante, se levantó y pagó las copas, quedándose de pié a mi lado. Si aquello no era acoso, es lo más parecido que me ha pasado.

-              Estás suponiendo que soy un hombre fácil.

-              Levántate ya y no digas más tonterías.

Me levante, salimos y ella cogió un taxi para que volviéramos pronto al apartamento. En el taxi me estuvo sobando el paquete todo lo que quiso. Al oído me decía:

-              Así me gusta, que tu soldadito me responda, porque tú me estás decepcionando.

La verdad fue que eso de que la estaba decepcionando, me tocó la moral. ¿Qué se creía la jodía niña? Cuando llegamos al apartamento le dije:

-              Aquí vamos a jugar con mis reglas. Quítate la ropa menos el sujetador y las bragas.

-              Eso ya me gusta más.

Me senté en el sofá para mirar cómo se desnudaba. Empezó por soltarse la cremallera lateral del pantalón y dejarlos caer al suelo, sin quitarse los zapatos blancos de tacón que llevaba. Sus piernas eran muy blancas, largas y torneadas. Después bajó la cremallera que la blusa llevaba en la espalda, sacó los brazos de las mangas y por último se la dejó caer por el cuerpo. Debajo llevaba un corpiño blanco sin tirantas y un tanga también blanco, muy pequeño. Sus formas eran muy bellas, tetas abundantes, unas bonitas caderas y un culo muy bonito, que parecía muy carnoso. El striptease me había puesto cachondo y estaba empalmado. Ella se mantenía de pié frente a mí.

-              Date la vuelta y quédate de espaldas –le ordené-.

Ella obedeció, tenía un culo precioso. El tanga le quedaba oculto entre los cachetes. Dudaba que hacer con ella, pero tenía seguro que le iba a hacer pasar un largo rato hasta que me la follase. Me decidí por un poco de ataduras, no tenía mucha experiencia en el tema, pero me apetecía hacerlo con María y bajarle un poquito los humos. Fui al dormitorio por algo que me sirviese y escogí varios cinturones. Volví al salón, ella no se había movido. Cuando vio los cinturones emitió un suspiro. Me puse detrás de ella cogiéndole los brazos por detrás y trabándolos por la espalda con uno de los cinturones. Después la puse de rodillas en una silla mirando al respaldo y trabé sus piernas al asiento con otro cinturón. Durante la maniobra ella se mantuvo callada, sólo suspirando o gimiendo cuando la movía o la trababa. Cuando ya estaba lista dijo:

-              Estoy muy caliente, nunca me han atado.

-              Eres una chica muy mentirosa, muy mala y muy puta y vas a recibir tu merecido.

-              Repíteme lo de puta, que me pone mucho.

Desde que se desnudó no se me había bajado la erección. Me puse frente a ella y comencé a desnudarme. Primero la camisa, después los calcetines y los pantalones y finalmente los boxes.

-              Me gusta tu polla depilada –dijo cuando terminé de desnudarme-.

-              Pues vas a tardar un rato en probarla.

Me sobé un rato la polla frente a ella, que no paraba de morderse los labios. Después fui a la cocina, cogí unas tijeras y una pala de madera y volví a sentarme en el sofá mirándola. Ella me observaba en todo momento, dejando escapar un gemido de vez en cuando.

-              ¿Te vas a quedar ahí toda la tarde? –Me dijo al rato-.

-              No tengo prisa –le contesté-.

Al poco me acerqué a ella y le di unos cuantos golpes en el culo, que efectivamente era muy carnoso, con la pala de madera.

-              ¿Te gusta que te pegue? –Le pregunté-.

-              Nadie me lo ha hecho nunca, pero sí que me gusta, creo que me podría aficionar.

Vi que los jugos le corrían por los muslos, pese a llevar todavía el tanga. Quería volver a ver sus tetas de forma más detenida. Cogí la tijera y le fui cortando el corsé por un lateral, hasta que pude quitárselo. Sus tetas eran grandes, muy blancas, con unas areolas rosadas de tamaño medio y sus pezones, también grandes, se veían muy duros. Decidí dar un paso más, fui de nuevo a la cocina, cogí un paño y atándoselo por detrás de la cabeza le tapé los ojos. Ella protestó diciendo que quería seguir viéndome la polla, pero yo desoí sus protestas. Volví a darle unos cuantos golpes en el culo que ella recibió con gemidos y suspiros. Ver su blanco culo enrojecido por los golpes me calentó todavía más. Cogí de nuevo las tijeras y le corté el tanga, quedando completamente desnuda a excepción de sus zapatos de tacón. Me alejé para contemplarla y vi que un hilo blanco le salía de su chocho. Me pregunté si tendría el periodo, pero no tenía sentido que saliera a zorrear teniéndolo.

-              Tira del hilo –me dijo-.

Me acerqué y le hice caso. Cuando tiré comenzaron a salir unas bolas chinas rojas de buen tamaño. Estaban mojadas y el hilo que las unía empapado. Desprendían un fuerte olor a mujer.

-              ¿Has llevado esto toda la tarde?

-              Pues claro, llevarlas me hace estar excitada todo el tiempo, lo que me encanta.

Pegué mi polla a su culo encajándola entre los cachetes y luego se la puse entre los muslos, rozando su coño.

-              Fóllame ya –me dijo al notarla entre sus muslos-.

-              No guarrita, todavía te queda un rato de abstinencia.

La dejé en el salón y fui a su dormitorio. Miré en los cajones y en su maleta y descubrí el vibrador que debía haber utilizado por la mañana y un plug anal de buen tamaño. Volví con las dos cosas al salón.

-              Llevas unas cosas muy interesantes en tu equipaje –le dije-.

-              Si no duermo con las bolas chinas y el plug puestos, me cuesta coger el sueño fuera de casa.

La chica era una caja de sorpresas. Me agaché detrás de ella para distenderle el ojete y colocarle el plug. En cuanto notó mi lengua en su culo, dijo:

-              ¡No pares que me voy a correr. Sigue, sigue, aaahhhh, sigue,…!

Se corrió cayéndole los chorros de jugo por los muslos con espasmos en su chocho. Tenía ya el ojete distendido, le coloqué el plug y la deje descansar un rato con la cabeza apoyada en el respaldo de la silla. En todo el tiempo que llevábamos la polla no se me había bajado un milímetro y el olor a sexo que inundaba la habitación me tenía cada vez más caliente. Cogí el vibrador y tras darle otra tanda de cachetes en el culo, esta vez con la mano, se lo fui metiendo en el chocho, dándole cada vez más potencia, hasta que le entró casi entero, quedándosele dentro. Luego me puse delante de ella, coloqué la polla entre sus grandes tetas y las apreté, moviéndome arriba y abajo.

-              Suéltame, quiero cogerte la polla.

-              De eso nada, vas a seguir trabada hasta que yo quiera.

El juego, los complementos y el sobe que le estaba dando en las tetas, fueron haciendo su efecto y sus gemidos eran cada vez más fuertes.

-              Me estás martirizando –me dijo-.

-              Yo creo que no, todo lo contrario, te lo estás pasando de maravilla. ¿Cuántas veces has conseguido correrte en una tarde?

-              Tres veces, tal vez cuatro.

-              ¿Y cuántas veces quieres esta tarde?

-              Todas las que pueda, tu juego me está matando, creo que voy a correrme otra vez.

Empecé a darle golpes con la polla en los pezones y en la boca, hasta que ella gritó:

-              ¡Me corro, me corro, eres un hijo de puta vicioso, agggg, que bueno, que bueno,…!

Volvió a quedarse como desmayada con la cabeza sobre el respaldo.

-              ¡Por Dios, sácame el vibrador del coño, que no puedo más!

Se lo saqué y ella logró relajarse un poco.

-              ¿Le hacías esto a mi hermana?

-              Lo que yo le hiciera a tu hermana queda entre ella y yo. –Comprendí inmediatamente que había dicho una tontería-.

-              No se lo hacías, si no me lo hubiera contado.

-              Tú hermana, quitando que es una bocazas, es una buena chica y tú eres una guarra. ¿Tú no serás una boca chancla como tu hermana?

-              ¿Te olvidas que estoy casada? Yo soy una tumba, todo el mundo piensa que soy una mosquita muerta. Necesito mear imperiosamente.

Le quité el cinturón que la trababa a la silla y la ayudé a levantarse, tenía las piernas entumecidas de la postura. La llevé al baño y la metí en la ducha.

-              Ponte en cuclillas y mea.

Me obedeció y empezó a mear con un potente chorro mirándome a los ojos.

-              ¿Tú no tienes ganas? –Me preguntó cuando estaba terminando-.

-              Todavía no, lo voy a dejar para el fin de fiesta.

Cogí un papel y le sequé el chocho. La dejé sentada en la cama de mi dormitorio y fui a la cocina a servir un par de copas. Tenía unas enormes ganas de correrme, así que decidí darme un tiempo. Estando en la cocina me llamó Manolo por teléfono:

-              ¿Qué pasa, cómo va la historia natural? –Le dije-.

-              Cállate coño, ¿tú no sabrás donde venden viagra en el mercado negro?

-              A mí eso no me hace falta por ahora.

-              Si estuvieras aquí te aseguro que te harían falta. Llevo tres corridas, y de las de ella he perdido la cuenta, y quiere más todavía.

-              Sácala a cenar marisco, a ver si te sirve de algo. Ya me agradecerás la tarde que estás pasando.

-              La tarde la está pasando ella. ¿Y con tu niña?

-              No lo sé, se ha quedado por el centro –le mentí-.

-              Bueno gracias, ya veré lo que hago.

Volví con las copas al dormitorio. María seguía en la posición que la había dejado.

-              ¿Quieres que te suelte?

-              No, me gusta estar así, dominada, pero quítame la venda.

Se la quité. Vio que seguía empalmado.

-              ¿No quieres correrte? –Me preguntó-.

-              Claro que quiero, pero más tarde.

Cogí bebida de su copa y se la pasé a la suya, aprovechando para besarla.

-              Hazme más guarrerías, sigo muy caliente y quiero volver a correrme. –Me dijo cuando terminamos las copas-.

Le quité el cinturón de los brazos, la puse boca arriba sobre la cama con los brazos y las piernas en cruz y le até las muñecas y los tobillos a las patas de la cama. Fui a la cocina por un bote de nata montada. Me puse sobre ella de rodillas con las piernas a la altura de sus muslos. Le eché nata sobre sus areolas y sus pezones, que con el frío se le pusieron a reventar de grandes y duros, después sobre  su ombligo y finalmente sobre su chocho.

-              ¿Toda esta nata te vas a comer? –Me dijo con voz calentorra-.

-              Espero que sí.

Primero me comí la que tenía sobre las tetas, chupándole y mordiéndole los pezones. Ella gemía cada vez que se los chupaba. Luego fui bajando poco a poco besando su vientre, hasta que llegué a su ombligo, donde metí la lengua y lamí todos sus alrededores. Seguí bajando y le lamí el coño, dejándolo sin nata y me cebé sobre su clítoris, que estaba duro y salido. Sus gemidos fueron a más cuando le sobé las tetas a la misma vez. Ella no paraba de mirar como se lo chupaba y yo la miraba también a los ojos. Esta vez explotó sin decir nada, sólo expulsando flujo y moviendo las piernas. Yo seguí lamiendo y mordiéndole los labios menores. Ella gritó:

-              Para por favor. No puedo más.

Me dio igual su súplica y seguí chupándole el coño y metiéndole dos dedos.

-              ¡Eres un hijo de puta, cabrón!

-              Y tú una chica muy guarra. ¿No querías correrte otra vez?

-              Si sigues me vuelvo a correr y ya me duele.

-              Pues córrete otra vez.

Al minuto me llenó la boca otra vez con sus flujos, paré entonces. La miré y estaba como desmayada. La dejé un rato, mirando su hermoso cuerpo desnudo. Cuando se repuso le dije:

-              Ahora vas a probar mi polla.

Subí a la altura de su cabeza y le metí la polla en la boca, al rato me cogí los huevos y se los metí los dos en la boca. No pude más y me corrí sobre su cara y su pelo. Fue una corrida larga y potente. Decidí aplicarme la técnica que había aprendido de su madre y seguí sobándome la polla lentamente frente a ella.

-              ¿Qué haces? –Me preguntó-.

-              Preparándome para follarte.

Mientras seguía sobándome le solté los pies. Cuando noté que el nabo volvía a estar en condiciones le subí las piernas y se las amarré a las manos, dejando su culo, que seguía con el plug, y su chocho a mi merced. Le metí varias almohadas debajo de la espalda para que estuviera más cómoda y le saqué el plug, tenía el ojete completamente dilatado.

-              ¿Por dónde prefieres primero? –Le pregunté-.

-              ¿Ya estás preparado para seguir follando?

-              Te dije antes para qué me estaba preparando.

-              Empieza por el culo que el chocho me duele todavía.

Le subí más la espalda y de pié fui flexionando las piernas hasta metérsela completamente en su culo. Subiendo y bajando yo podía aguantar un buen rato. Ella volvió a gemir.

-              Me gusta que me la metan por el culo, sigue.

-              No te preocupes que hay para rato.

Seguí unos minutos entrando y saliendo de su culo, sobándole además el clítoris. Cuando noté que estaba empezando a estar más caliente de la  cuenta, decidí que quería probar también su chocho, se la saqué del culo y se la metí en el coño en la misma posición y sin olvidarme de su clítoris. Empecé a notar los espasmos de su chocho en mi polla y volvió a correrse. Yo seguí entrando y saliendo de su coño hasta que noté que me iba a volver a correr. Se la saqué y me corrí sobre su cuerpo. Después de reponerme un poco le solté las piernas, sin que ella dijera nada. Me tumbé a su lado. Miré el despertador y eran las diez de la noche.

-              ¿Te he seguido decepcionando? –Le pregunté-.

-              Eres un cabrón y un vicioso, que me ha dado la mejor tarde de sexo de mi vida.

Le solté los brazos y fuimos a la ducha. Dentro de la ducha le dije:

-              Túmbate que ahora voy mear yo.

-              ¿Me vas a mear encima?

-              Exacto.

Se tumbó y meé largamente sobre su bello cuerpo.

-              Me estoy poniendo cachonda otra vez con la guarrería esta.

-              Pues te haces una paja, que la función se ha terminado.

Me despertó a la mañana siguiente ya vestida.

-              Me voy, que ya me he arreglado con mi marido. Ya nos vemos otra vez.

-              No guapa, que yo no soy un gigoló. Y no digas ni una palabra de esto a nadie.

Me dio un beso en la boca y se fue. Seguí remoloneando en la cama y pensando cómo habría terminado Manolo con Marta.

A mediodía me llamó Julia.

-              He hablado con mi hija y dice que ha vuelto con su marido. ¿Es qué no has hecho nada con ella?

-              Ya te dije que no lo iba a hacer. Es una chica tan inocente que es mejor que siga siéndolo. –Le mentí descaradamente-.

Estuve pensando en Antonia y en mí. O fortalecíamos lo nuestro o el folleteo que cada uno llevaba por su cuenta nos iba a volver a separar y esta vez de manera definitiva.

Pasé una tarde tranquila, que falta me hacía. Anocheciendo me llamó Antonia.

-              He recibido un mensaje de Marta. Por lo que dice, está enferma y se retrasará unos días en ir a Bilbao.

-              Debe ser la falta de costumbre.

-              ¿Qué falta de costumbre?

-              Ayer noche me llamó Manolo y se habían pasado la tarde follando como descosidos.

-              Me alegro, a la pobre mujer le hacía mucha falta. Y tu huésped, ¿qué tal?

-              Se fue esta mañana, se había reconciliado con su marido.

-              ¿A qué es una chica encantadora?

-              Si tú lo dices, a mí no me ha dado tiempo de conocerla en profundidad. Oye Antonia, hablando de otra cosa, me gustaría que en estos días pensáramos sobre nuestra relación.

-              Bueno, pero yo sigo en la misma posición.

Dejamos ahí la conversación. Llamé a Manolo.

-              ¿Cómo terminaste ayer? –Le pregunté-.

-              La cuestión es que todavía no he terminado, sigo en casa de Marta y esa mujer no se harta. –Me dijo hablando con voz muy baja-.

-              ¡No me jodas!

-              No te preocupes que a ti no te voy a joder, bastante tengo con joder con ella.

-              ¿Ella está bien?

-              Buenísima, está buenísima.

-              Me refería de salud.

-              Si estar salida no es una enfermedad, entonces sí está bien de salud.

-              ¿Tú no tenías trabajo?

-              Lo he pospuesto todo, un folleteo así no sale todos los días, ni todos los meses.

Al día siguiente Antonia y yo nos encontramos en el aeropuerto y nos fuimos a Bilbao. Por la noche en el alojamiento, tomando un vino, le saqué la conversación:

-              Antonia, he tenido unos fines de semana bastante disparatados en lo que al sexo se refiere. Que no digo que no me guste, pero querría sentar un poco la cabeza y hacerlo contigo. Yo te propongo una relación bastante liberal, nada monógama, que te apetece follar, pues follas, que nos apetece un trío, un intercambio o una orgía, pues lo hacemos, pero sabiendo que ambos tenemos un apoyo y una relación fuerte entre nosotros.

-              ¿Pero que te ha pasado para que estés así?

-              Mejor pregúntame que no me ha pasado. He estado con una madura y con una transexual a la misma vez.

-              Eso suena muy divertido.

-              Y lo fue, tanto que me gustaría repetirlo con la transexual y contigo.

-              La verdad es que me gustaría probarlo –dijo Antonia con cara de vicio-.

-              He estado con dos maduras que hacen concursos de cual se corre más veces seguidas haciéndose pajas.

-              ¡No me lo puedo creer! –Dijo Antonia riéndose-. ¿Tú me estás tomando el pelo?

-              No, es totalmente real. Y ahora no te enfades por lo que te voy a decir.

-              ¿No te habrás acostado con Marta?

-              En absoluto, ahí está Manolo dándolo todo. He estado follando, pero follando, con María. La que tú dices que es una chica encantadora, es un zorrón de mucho cuidado, que había venido a mi casa a follarme no a pensar en su matrimonio o quitarse la depresión.

-              Hombre yo también he hecho mis cosas, pero lo que me cuentas es efectivamente bastante disparatado.

-              ¿Qué tal con el “llave inglesa”? –Le pregunté-.

-              ¿Tú cómo sabes eso?

-              El mundo es muy pequeño y muy cotilla.

-              Pues como dice el mote, con una polla como una llave inglesa de grande y de dura, pero con muy poca habilidad con ella y con muy poco aguante para una mujer como yo.

-              Te propongo darnos una oportunidad y probar juntos lo que nos apetezca.

-              Lo cierto es que yo también estoy un poco harta de follar por follar. Para un polvo que merece la pena, cuatro te dejan indiferente. Los mejores polvos que he echado últimamente han sido contigo.

-              Lo mismo te digo, todavía me acuerdo del primer polvo en el hotel de San Sebastián.

-              Ese fue muy bueno. Voy a aceptarte el ofrecimiento, pero sólo temporalmente, vamos a tener que ganarnos la continuidad a pulso.

-              De acuerdo.

-              Sólo por curiosidad, ¿la transexual te dio por el culo?

-              Vaya que si me dio.

-              Pues eso lo tenemos que probar, estoy caliente sólo de pensarlo.