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En el Circular

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EN EL CIRCULAR

Hola, lo primero me voy a presentar, me llamo Jorge y tengo 18 años. Estoy estudiando 2º de Bachillerato en Madrid para luego dedicarme al mundo de la educación física. Os voy a contar lo que me pasó una vez volviendo del colegio. La tarde era oscura, apenas había claridad y hacía un frío de mil demonios. Mi colegio está muy cerca de Cuatro Caminos, en donde cojo todos los días el autobús para volver a mi casa.

Después de quedarme a hablar con mis colegas de clase en la cafetería de enfrente del colegio, cogí la mochila y me fui hacia casa pues tenía que hacer deberes. Me encaminé por las zanjas que había en la acera hasta pararme en la parada del autobús Circular. Como de costumbre, me quedé unos instantes mirando las titánicas maquinas que echaban abajo los pilares del puente que se construyó en los años 60 en la misma glorieta. Dentro de nada empezarían las obras para meter la circulación bajo Cuatro Caminos.

Por fin, vino mi autobús, saqué mi Abono Trasportes y piqué al entrar. Me senté al final del autobús, junto a una de las puertas de salida. El autobús se llenó en seguida, cerraron las puertas y empezó a bajar por la antigua Avenida de Aceiteros. Llegamos a la primera parada donde se bajó mucha gente. Yo miraba por la ventana pero cuando eché un vistazo hacia la puerta pude ver que había un chico de unos 30 años de América Latina. El chico, iba muy normalito vestido, pero le detecté enseguida que entendía. Como a todo el mundo, le miré de arriba abajo y de abajo a arriba, pelo castaño, piel morena, ojos marrones, parece fuerte, ¡¡pedazo paquete!!, piernas fuertes, y... de nuevo para arriba, piernas, paquetorro, torso y ojos... ahí me clavó la mirada, yo me puse nervioso y en un saltito miré hacia la ventana.

Pero también me daba mazo de morbo ese pedazo paquete que le había visto así que volví a mirarlo. Ésta vez el chico no miraba aunque sabía que yo si a él, estuve un buen rato observándole y al poco, veo como se mete la mano en el bolsillo del abrigo y con mucho cuidado se sube el abrigo a modo de rascarse, en realidad me estaba mostrando lo que más me gustaba, su pollón deseando de ser liberado de esos vaqueros ajustados.

Luego, me miró y me hizo un gesto, tocó al timbre y en la siguiente parada se bajó, yo no sabía si bajarme tras él o que hacer, al final me decidí a tener una aventurilla, me bajé del autobús y le busqué con la mirada, le encontré y le empecé a seguir de lejos. Cruzó la avenida y se metió por un callejón, yo le seguí. El chico me estaba esperando en el callejón. Cuando llegué me sobo el culo diciéndome "ésta tarde lo vamos a pasar muy bien" y prosiguió "no te alejes mucho de mí y sígueme".

Dicho y hecho, nos pusimos en camino y al cabo de un par de manzanas se paró en un portal, metió la llave en la cerradura y abrió la puerta. Casi entré a la vez que él. Miró su buzón y subimos a su casa por las escaleras de madera. Llegamos al segundo piso a oscuras, giramos a la izquierda y nos dimos de bruces con su puerta. Abrió la cerradura y me invitó a pasar.

Dejamos los bártulos en el suelo, me abrazó y en el primer beso me metió la lengua casi hasta mi campanilla. Mientras me la metía, me iba desabrochando el abrigo, pasando sus manos por mi cintura y desatándome mi chándal para luego introducir su mano en mi entrepierna. Yo estaba muy nervioso pero le imité, así que le bajé la cremallera de su abrigo y de sus jeans y con ansiedad, metí mi mano en su paquete... era descomunal, tenía unos huevos mayores que los del caballo de Espartero y su polla estaba dura como la piedra, ya estaba babosa.

Estuvimos magreándonos un rato y no esperando mucho, llegamos a su cama, donde terminamos de desvestirnos. Le empecé a comer desde los dedos de los pies, por las corvas hasta sus inmensos huevos, su culo y espalda, hasta llegar a su cuello, el cual me lo comí cual vampiro hambriento hasta llegarle a la oreja y decirle... "me muero por follarte el culo", así que el chico me dejó allí y se fue al baño, yo me quedaba en su cama masturbándome para calentar motores. En seguida entró a la habitación con un condón y una crema.

Abrí el condón y me lo puse mientras le decía que se pusiera a cuatro patas, abrí la crema y le metí dos dedos para untarle bien su trasero. También puse crema en mi polla para no hacerme daño. Antes de darme a saco cómemela un rato para quitarme estas gotas de lefa que me caen –me dijo- así que sin más esperar, me puse bajo él y le comí su polla dura saboreando su lefa latina, le besé los huevos y me puse en posición, al principio juguetee un poco con mi capullo, metiéndoselo y sacándoselo muy poco hasta que vi que dilataba fácilmente y empecé a meterle mis 19cm hasta que mis cojones golpeaban con los suyos.

Mientras le follaba sin piedad, él gemía y se masturbaba fuertemente, estábamos verdaderamente cachondos los dos por lo que no duramos mucho. Terminó él antes que yo sobre sus sábanas azul añil, lo cual hizo ponerme a diez mil y correrme yo también. Aunque los dos habíamos eyaculado, yo seguía metiéndole fuerte pues él lo pedía a gritos y mi rabo no estaba cansado. Ésta vez fui yo quien le masturbé, acariciando de vez en cuando sus grandes huevos y otras tantas apretándoselos a más no poder. Yo embestía bruscamente contra su ojete hasta que empezamos los dos a gemir y empezamos a corrernos al mismo tiempo.

En mitad de corrida, los dos sentimos algo raro ahí dentro. Al sacar mi polla pudimos comprobar que el condón había estallado de la cantidad de lefa que había echado yo, nos echamos a reír y nos dimos un fuerte abrazo. Me vestí mientras él me miraba desnudo desde la cama. Le di un beso en su polla corrida y le dije "espero verte otro día en el autobús".

Así pasó, al cabo de dos semanas, echamos otro polvo, éste más bestial que el primero. Al terminar me dijo que estaba encantado de conocerme y de que fallásemos tan a gusto pero que él se tenía que volver la siguiente semana a su país. Así que al oír la noticia, decidimos estar el uno en el otro, hicimos un 69 y cuando nos corrimos ambos, nos comimos toda la lefa del otro y luego nos fundimos en un beso para poner fin a un mes de lujuria y placer.