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Nueva Línea

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NUEVA LÍNEA

Año 1999. El Presidente de la Comunidad de Madrid (España) inaugura la prolongación de la madrileña línea naranja de la red de Metro, la línea 7.

Yo, estudiante de bachillerato, me lanzo días después por las escaleras de la boca de Guzmán el Bueno, en la cual existe una nueva correspondencia entre la línea 6 y la 7. Monto en los ascensores recién instalados y bajo hasta los andenes de la línea naranja con dirección a Las Musas. Espero mis 5 minutos a que el tren llegue a la estación, se abren las puertas y entro en el vagón. Por ser festivo, apenas hay gente, me siento en uno de los asientos que hay junto a la ventana, pues todavía están las luces de los túneles encendidas y me causa intriga de cómo son las entrañas de los gusanos que recorremos bajo tierra.

El tren comienza su andadura, las ruedas empiezan a chirriar por lo cerrada que es la curva que estamos tomando, al cabo de poco tiempo, los luminosos se encienden y suena una música proseguida de dos voces, una grabe y otra aguda: "próxima estación: Islas Filipinas". Al entrar el tren en dicha estación contemplo la gran obra realizada pues sobre dicha estación existe un paso subterráneo de coches y un parking para residentes de la zona.

Tocan el silbato, se cierran las puertas y el tren continúa su viaje, después de media hora de trayecto, los luminosos se encienden una vez más: "próxima estación: Las Musas, final de trayecto". En dicha estación me bajo del convoy y subo las escaleras mecánicas hacia la calle. Veo que es un barrio que está todavía en construcción, al final, se divisa la glorieta de Grecia en donde han instalado el logotipo de la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos del año 2012. Frente a la glorieta, se encuentra el estadio de La Peineta, el cual va a ser reformado para convertirse en el Estadio Olímpico de Madrid.

Después de darme una vuelta, decido volver a casa, así que, bajo de nuevo las escaleras de la estación y espero al tren. Por ser festivo, el tren es corto, por lo que se compone sólo de tres unidades. Me monto en la del medio. El tren empieza su camino hacia el noroeste de la ciudad. Al rato, llegamos a la estación de "Ascao", estación dedicada a una de las calles de Bilbao.

En dicha estación se monta un hombre de unos sesenta años, va vestido con una camisa azul clara y pantalones marrones claros, se sienta frente a mí. El tren comienza su ruta de nuevo. Yo voy mirando por la ventana pero me percato que el buen hombre, no me quita el ojo de encima, yo le miro pero enseguida aparto la vista pues me pongo muy nervioso, intento controlarme pero hay algo que se me va de las manos...

Voy vestido con camiseta corta, zapatillas deportivas y pantalones cortos, los cuales, dejan entrever mi gran erección. Cuanto más me miraba aquel hombre, más dura tenía mi polla. Yo hacía todo lo posible para disimular el hinchazón, pero el hombre ya se había dado cuenta.

La mirada del hombre era dulce, como la del canto de una sirena el cual hizo que sin yo quererlo, cayera en sus redes. En la estación de Gregorio Marañón, dicho hombre se bajo del vagón y sin no saber porqué, yo le seguí. En las escaleras de ascenso a la calle empezó a entablar una conversación conmigo: "Hola, me llamo Daniel, ¿tú cómo te llamas?", Ca, Carlos –dije-. ¿Eres de Madrid?, me preguntó, yo le respondí que sí ¿y usted le repuse?, se hecho a reír y me dijo, "no, no me trates de usted", yo soy de Extremadura y he venido de visita.

Ya por fin, salimos del Metro y empezamos a andar por José Abascal. Seguimos hablando y cuando llegamos a la puerta de su hotel, me invitó a subir. Yo sabía que ya se me había echo tarde pero, de perdidos al río, accedí a acompañarle a su habitación.

Cogimos el ascensor y Daniel pulsó la 6ª planta, el elevador nos subió en un abrir y cerrar de ojos. Cuando salimos al pasillo, le pregunté que dónde íbamos, pues sólo veía una puerta, "a mi habitación" me respondió, iluso de mí, creía que detrás de esa puerta de madera noble, estaría el pasillo con las numerosas habitaciones que una planta de un hotel puede tener, pero no fue así. Al traspasar esa puerta, dimos los dos a un enorme hall, en donde el hombre dejo las llaves sobre una mesita y se descalzó y siguió andando hacia el fondo mientras, yo no sabía que hacer, y me quedé junto a la puerta, al poco rato, le escuche y me dijo en voz alta "pasa Carlos, ponte cómodo".

Cuando fui hacia la luz de los ventanales, pude comprobar que al cuarto que habíamos entrado era una suite. Me quedé boquiabierto. Daniel me esperaba en uno de los sofás, se había quitado los pantalones y la camisa quedándose en calzoncillos. Yo me senté tímidamente junto a él sin saber que hacer.

Daniel me abrazo con su brazo izquierdo y me dijo al oído "vamos, tranquilízate y disfrútalo, sé que te apetece pues en el metro estabas muy duro, enséñame esa dureza que tienes entre tus piernas" y sin dejarme reaccionar, me desabrochó el pantalón y me metió la mano en mis slip deportivos. Yo le agarré su paquete involuntariamente, el cual parecía mucho menos a simple vista. Daniel tenía muy buen cuerpo, bien tonificado, con unos brazos y piernas bien fuertes, pero no era lo único que estaba fuerte, cuando palpé su bulto... no me lo podía creer, su polla era de unos 17cm, gorda, venosa y de piel oscura, sus huevos eran peludos y muy grandes. Mis 14cm volvieron a nacer pues note que tenía mi polla más dura que nunca y empezando a lubricar.

Nos fuimos a la cama para estar más cómodos. Los dos nos quitamos la poca ropa que llevábamos encima y yo me tumbé sobre él clavándome sus 17cm en mi tripa. Nos empezamos a besar apasionadamente, Daniel me metía la lengua casi hasta la campanilla mientras me agarraba la cabeza con una de sus manos para que no me pudiera separar.

Luego, me quito con sus fuertes brazos de encima y se dio la vuelta, empezamos a hacer un 69, los dos estábamos de costado. Le comente que apenas me la podía meter en la boca del pedazo rabo que tenía. A lo que me dijo Daniel que seguro que si, que me relajara y me pusiera boca arriba, eso es lo que hice, él se sentó sobre mi pecho y me empezó a meter la puntita de su polla en la boca, "ahora tranquilízate y disfruta del momento, respira por la nariz, ¿vale?", yo asentí con la cabeza. Daniel me cogió con sus dos manos de la cabeza y me la empezó a introducir lentamente en mi boca pero en el momento más inesperado, me metió su tranca hasta el final, yo empecé a ponerme nervioso y a dar arcadas. Daniel no me la sacaba, lo único que me decía era "aprende a relajarte". No tuve más remedio que intentar hacerlo pues veía que no me sacaría su polla de la garganta por más que quisiera.

Al rato, cuando yo estaba ya más relajado, empezó a moverse bruscamente provocándome de nuevo arcadas pero ésta vez eran mucho más placenteras, mi rabo ya tenía un riachuelo de líquido pre seminal en su capullo. Al cabo de un rato, note un sabor saladillo, era el sabor de su lefa saliendo de su capullo pero no se corrió, la sacó de mi boca dejando un hilo de lefa entre su capullo y mi boca, el cual rompió con un dedo y después me besó dulcemente.

Luego, uno sobre el otro, nos miramos fijamente a los ojos y mientras, Daniel empezó a meterme un dedo por mis entrañas. Yo me puse nervioso de nuevo y le dije que era virgen, nunca me había metido ni yo ni nadie nada por el culo. Él paró pero me preguntó que si quería probarlo. Yo dije que si, pero que tenía mucho miedo. Daniel me quitó el miedo en veinte minutos que me trabajo el culo para llegar a meterme su gran falo venoso.

Mientras yo me lo comía a besos, él me metía sus dedos, me hacía el beso negro, incluso sacó un consolador y con lubricante, me lo iba metiendo poco a poco. Una vez bien dilatado, Daniel cogió el tubo de lubricante y se echó abundantemente en su polla y huevos. Me dijo que me pusiera boca arriba, con las piernas mirando al techo, pues quería verme en todo momento la cara, por si me estaba haciendo daño o de lo contrario, estaba disfrutándolo. Yo obedecí, y me puse como él dijo, Daniel posó su rabo en mi ojete y poco a poco lo fue metiendo con un mete saca muy rico. Cuando sus 17cm entraron en mí por completo, yo, ni me había dado cuenta, pues Daniel quería que esa primera vez nunca la olvidara y lo hizo con mucho cariño. Cuando me dijo que sólo me faltaba por meter sus huevos me quedé alucinado pues apenas me había dolido.

Los dos estábamos cachondísimos. Le cogí del culo he hice un movimiento para que me empezara a follar, él lo cogió al vuelo y en seguida se puso manos a la obra. Para darle emoción y que no me relajara, lo primero que hizo fue sacarme su pollón de mi culo y envestirme muy fuertemente con lo que a mi se me escapó un grito de dolor, Daniel continuaba haciéndolo, sólo que sin sacar su miembro de mi culo, después de varias metidas bien fuertes, empecé a pedirle más y más.

Daniel empezó a machacarme la polla mientras me follaba violentamente... "no, no, para Daniel que me, que me corrooooooooo", la blanca lefa empezó a salir a borbotones llenando mi tripa y sus sábanas. Él también hizo lo mismo, empezó a gemir, se le oía por toda la habitación, por cada trallazo de lefa que metió en mi culo, una envestida me daba, en total fueron cuatro grandes y dos pequeñas. El primer tío que me desvirgaba y me dejo el culo chorreando de rica leche.

Daniel, sin sacar su polla, se tumbó sobre mí y me beso. Gracias por el polvo Carlos –me susurró al oído-, gracias a ti Daniel por haberme tratado con tanto cariño, le respondí. Suspiramos nos quedamos en esa misma posición un buen rato hasta que le dije "¿Dani, puedo ir al baño?", -claro, la segunda a la derecha-. Se levantó y sacó su polla, todavía morcillota, de mi culo.

Me levanté y me fui al baño, pues tenía que visitar al señor Roca. Después, me di un baño en el jacuzzi que había. Al salir, Daniel había echo la cama, me había colocado la ropa sobre ella y había pedido una ensalada de pasta y unas porciones de tarta. ¿Comes conmigo?, -vale, pero luego me tendré que ir que se me ha hecho tarde, ¿vale?

Nos sentamos en la mesa, yo me puse las botas. Y sobre las 16:30 le dejé en su suite. Nos despedimos con un profundo beso en la puerta del ascensor. Hasta siempre Carlos. Hasta luego Daniel, espero que te guste Madrid.

Las puertas del ascensor se cerraron. Volviendo a mi casa, me metí la mano en el bolsillo para coger el abono trasportes y noté algo raro, cuando lo saqué me quedé con los ojos abiertos pues era un billete de 10.000 pesetas, me lo había metido Daniel.

Nunca te olvidaré Daniel, allá donde estés.