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Sandry&Cris;: Chochitos Locos S.A.

en Lésbicos

SANDRY&CRIS: CHOCHITOS LOCOS S.A.

La entrada de aquella discoteca de moda estaba atestada. Eran las once en punto y parecía como si todo el mundo se hubiese puesto de acuerdo en acudir al mismo tiempo a aquel lugar. La gente se apretujaba como sardinas en lata, pugnando por alcanzar cuanto antes la puerta, en tanto que los dos seguratas trataban, inútilmente, de poner un poco de orden en aquel caos. En realidad aquello se había convertido en una especie de embudo, de tal modo que los clientes de la disco debían entrar de uno en uno por la puerta que daba acceso a la taquilla.

Fue al llegar a aquel cuello de botella cuando dos chicas, jóvenes y atractivas, trataron de entrar a la vez por aquel angosto espacio. Sus hombros chocaron, pero ninguna de ellas pensaba dar su brazo a torcer. Ambas llevaban más de 15 minutos tratando de entrar en aquel local, por lo que no estaban para bromas. Después de su choque, se miraron fijamente, con expresión poco amistosa. La posible disputa fue resuelta por uno de los gorilas de la discoteca, que invitó a pasar en primer lugar a la chica rubia, dejando a la morena entrar después. No volvieron a mirarse, sino que se limitaron a sacar su entrada y a pagarla religiosamente. Una vez dentro de la discoteca, se fueron cada una para un lado, dispuestas a disfrutar de la noche.

La chica rubia se llamaba Sandry. Tenía 21 años y estudiaba ingeniería. Su pelo rubio era espectacular, liso, brillante y largo (hasta media espalda). Sandry medía 1,69, pesaba 62 kg y sus formas eran más que aceptables. Tenía la carita algo aniñada, pero muy guapa, y con unos deliciosos ojos color miel. Vestía elegante, con ropa cara de marca: top ajustado sin tirantes, minifalda (que más bien era un cinturón ancho) y chaqueta de cuero. Aquel sábado había decidido no quedar con su amante ocasional, prefiriendo las emociones que solía brindar una noche de salida en solitario. En realidad, le encantaba lucir sus nada despreciables encantos. Estaba segura de que no faltarían voluntarios para tener un fogoso encuentro con ella.

Cris, la chica morena, acababa de cumplir los 20. Trabajaba de camarera en una cafetería, desde que había dejado de estudiar un año antes. Su estatura andaba por el 1,60 y su peso por los 50 kg, por lo que era una chica menuda. Tenía el pelo negrísimo, liso, que llegaba un poco por debajo de sus hombros. Su cara mostraba una expresión enérgica, pero no exenta de atractivo. A ello ayudaban unos ojos grandes, negros y profundos, colocados sobre una nariz fina y recta. Su vestimenta consistía en unos vaqueros azules ajustados, camisa a cuadros y cazadora vaquera. Casi nadie lo sabía, pero a Cris le gustaban más las chicas que los chicos. Pero, dado que era más fácil ligar con chicos, a ella no le importaba que fuesen ellos quienes satisficiesen sus ganas de sexo.

Tomando caminos divergentes, ambas se encaminaron a la barra de la discoteca. Lo que pidieron estaba en consonancia con la personalidad de las dos chicas. Sandry pidió algo dulce: Malibú con piña, que casaba perfectamente con su aspecto dulce y aniñado. Cris se decidió por un Gin-Tonic, bebida más amarga y enérgica, tal y como era ella. Una vez que tuvieron las bebidas en la mano, las dos se pusieron a ojear en aquella discoteca, que estaba a punto de llenarse de gente. Las dos estaban de caza y, cada una en su estilo, eran excelentes cazadoras, de esas que donde ponen el ojo ponen la bala.

De modo casual se habían colocado cada una en uno de los extremos de la barra, que tenía forma semicircular, y que estaba situada al fondo de la amplia pista de baile. Sandry fue la primera en tener éxito en su cacería. Era evidente que una preciosidad así no podía pasar desapercibida, por lo que muy pronto fueron varios los chicos que intentaron ligar con ella. Se puso a bailar con uno de ellos, sin soltar su copa y pegándose mucho a su cuerpo. Sin darse cuenta, ambos se fueron desplazando hacia la derecha, siempre cerca de la barra. Al otro lado, Cris seguía observando pacientemente. Finalmente vio a un tipo a unos 10 metros a su izquierda. No le fue difícil devolverle las miradas y las sonrisas, de modo que al cabo de dos minutos ya estaba charlando con él.

El nuevo amigo de Cris tendría unos 23 años y era alto y aceptablemente guapo. "A falta de una chica", pensó ella, "me conformaré con éste". Mientras le miraba fijamente con sus increíbles ojazos negros, Cris sintió una especie de martillazo en su pie derecho. Giró la vista y sus ojos se cruzaron con los de una chica rubia, que bailaba con un tipo de unos 25 años. Ambas se reconocieron al instante y mantuvieron una mirada nada amistosa durante unos largos segundos. Por un momento Cris pensó en dar una bofetada a aquella rubia con pinta de pija que acababa de propinarle un buen pisotón. Sin embargo no lo hizo, sino que se lanzó a por los labios de aquel chico al que acababa de conocer y le dio un buen morreo. Así encauzaría su mala leche, sin que el asunto de la rubia pasara a mayores.

Sandry, a un metro escaso, observó como aquella morenita de culo redondo y facciones enérgicas metía la lengua hasta la garganta de su amigo. Se sintió algo picada en su amor propio, por lo que decidió sobre la marcha que también ella tenía derecho a darse el lote con el tipo con quien estaba bailando, por lo que no perdió el tiempo le besó con ardor. Las dos chicas se despegaron de los labios de sus respectivos chicos casi al mismo tiempo y se miraron. Sus expresiones ya estaban más relajadas y se limitaron a escrutarse con disimulo la una a la otra. Al final fue Sandry la que cedió. Se acercó a Cris y le dijo:

- Perdona por el pisotón. De verdad que fue sin querer.

- No te preocupes, no pasa nada -respondió Cris, al tiempo que su mirada se suavizaba.

El caso es que las dulces facciones de Sandry invitaban más a miradas dulces que a instintos violentos, pensó Cris. Pasados cinco minutos, durante los cuales ambas se perdieron de vista en medio de aquel maremagnum de gente, Sandry se encaminó al servicio de chicas. Cuando estaba a punto de volver a la pista de baile, una figura morena que se miraba al espejo, llamó su atención. Era la chica a la que acababa de dar un pisotón y con la que había chocado en la puerta, que en ese momento intentaba alisarse el pelo con las manos. Se acercó a ella.

- Mejor, usa esto -dijo, tendiéndole un pequeño peine.

- Gracias -respondió Cris, cogiendo aquel instrumento.

- Me llamo Sandry, ¿y tú?

- Yo soy Cris, encantada de conocerte.

Se dieron dos besos en las mejillas y se miraron fijamente a los ojos. Sandry se acordó del pisotón que le había dado, por lo que decidió mostrarse más amable y, a tal fin, dijo:

- Espera, que te ayudo.

Y cogió el peine y empezó a peinar el suave y brillante pelo negro de Cris. La conversación entre ellas dos prosiguió.

- ¿Qué tal ese tío que te has ligado? -quiso saber Cris.

- Bueno, no está mal. No es una cosa del otro jueves, pero para los tiempos que corren, ¿qué vas a pedir?

- Sí, es verdad, parece un chico muy majo.

- ¿Y qué tal es el tuyo, picarona? -preguntó Sandry, sin dejar de peinar el pelo de Cris, que ya estaba perfectamente alisado.

- Bueno, no es exactamente lo que buscaba cuando vine a esta disco, pero me apañaré con él.

- ¿Y qué buscabas entonces?

En ese momento Cris se giró, volviendo a mirar directamente a los ojos de la otra chica. No dudó ni un instante cuando le dijo:

- La verdad es que preferiría una chica guapa, pero me parece que no está la noche para escoger.

- ¿No me tomas el pelo? -preguntó Sandry, con los ojos desmesuradamente abiertos.

- No, no te tomo el pelo. Yo hago a todo, aunque prefiero chicas, ¿sabes?

Sandry sintió un respingo en el cuerpo. Por su cabeza había divagado a veces la idea de hacerlo con una chica, pero siempre lo descartaba, ya que la típica imagen que tenía de las lesbianas no era muy favorable. Pensaba en chicas fuertes, altas, con el pelo corto y aspecto masculino. Volvió a mirar a Cris, convenciéndose de que ella estaba alejada de aquel estereotipo. Era morena, menuda, delgadita, nada fea y con unas formas sugerentes. Estaba algo descolocada, pero su amiga siguió hablando:

- En realidad todas las chicas somos algo lesbianas, ¿no lo habías pensado?

- Sí, alguna vez me lo había planteado, pero pensé que era fruto de un calentón pasajero -dijo Sandry, algo confundida por el rumbo que estaba tomando aquella conversación.

- Algún día deberías probarlo, es totalmente diferente a hacerlo con un tío -apostilló Cris, que estaba convencida de que la chica rubia tenía algo más que curiosidad al respecto.

- La verdad es que me daría mucho morbo montármelo con una tía, pero no sé si sería capaz de hacerlo.

- ¿Por qué no, mujer? Es lo más natural del mundo. Solo hay que dejarse llevar.

En este momento Cris empezó a ver a Sandry como una posible y deseable conquista. Pero la rubia aún estaba demasiado agarrotada, por lo que había que hacer que se desinhibiese. Salieron del servicio y volvían a la pista de baile cuando una figura llamó la atención de Cris. Tal vez sería conveniente buscar un aliado, dado que aquella pijita no acababa de decidirse.

- ¿Te lo has hecho alguna vez con un negro? -preguntó Cris, de repente.

- No nunca, ¿y tu?

- Tampoco, pero creo que deberíamos probarlo.

Cris señaló disimuladamente a un chico de color, alto, fuerte, con el pelo corto y la piel negra como el carbón, que bailaba a pocos metros de ellas. Vestía unos tejanos desgastados y una camiseta de colores. A Sandry se le pusieron como platos sus preciosos ojos color miel. Aunque sabía la respuesta, preguntó:

- ¿Te refieres a los tres juntos?

- Sí claro, creo que habrá suficiente para las dos, si es verdad lo que cuentan de ellos.

- Vamos a por él -añadió Sandry, convencida de que aquella podía ser una noche gloriosa.

Se puso a bailar con él. Evidentemente el morenito no hizo ascos a aquella preciosidad rubita, vestida de un modo tan sugerente. Sin embargo aquel coqueteo podía llevar tiempo, mucho más que el que Cris deseaba, así que se abrió paso entre ellos y, acercándose a la oreja del chico, le dijo:

- Me llamo Cris, ella es Sandry.

- Yo soy Nelson. Nací en Brasil, pero llevo muchos años en España porque...

- Seré directa -le interrumpió Cris-. ¿Te apetece follar con nosotras?

La cara de Sandry esbozó una expresión de incredulidad. Ni siquiera en sus momentos más locos ella había sido tan rápida en llevarse a un tío al catre. Pero no dijo nada, limitándose a dejar que fuese la morena la que llevase las riendas del asunto. El chico brasileño miró para ellas durante unos segundos, como tratando de ver si ellas iban de cachondeo. La mirada fija y serena de Cris le convenció de que esa proposición iba en serio, por lo que respondió:

- Sí, claro. Estaría encantado de hacerlo.

- Pues vámonos, no perdamos más el tiempo -dijo Cris, en un tono que indicaba que la conversación había terminado.

Los tres pasaron por el ropero, recogieron sus prendas y salieron a la calle, sin pensar siquiera en despedirse de aquellos dos tipos con los que habían ligado. Sandry estaba excitada y descolocada a partes iguales. Nunca había hecho nada parecido, pero las perspectivas que se dibujaban para las próximas horas superaban, con mucho, las expectativas que ella tenía para aquella noche. Cris, por su parte, estaba decidida a no soltar el bocado, así que preguntó rápidamente:

- ¿Dónde nos lo vamos a montar?

- Yo vivo aquí al lado -propuso Nelson.

Con sus largos brazos cogió de la cintura a las chicas y las condujo hasta la buhardilla arreglada en la que vivía. Era pequeña, pero acogedora y estaba decorada, como no podía ser de otro modo, con pósters y fotografías que delataban su origen brasileño: las playas de Ipanema, preciosas mulatas en bikini, una foto firmada de Ayrton Senna, una espectacular vista aérea de Río de Janeiro y cosas por el estilo.

Pero no hubo demasiado tiempo para contemplar nada. Nelson, ante la perspectiva de tirarse a aquellas dos bellezas, se apresuró a agarrar a Sandry, sobando su soberbio culito y metiéndole la lengua hasta la garganta. Cris, para no quedarse al margen, decidió ocuparse de las prendas que cubrían a su rubia amiga. En un tiempo record la despojó del top y de la mini, dejando al descubierto un seductor conjunto rojo de sujetador y tanga.

- ¿A qué es preciosa mi amiga? -preguntó Cris, pícaramente.

- Ya lo creo -respondió Nelson-. Las dos estáis buenísimas.

- Ayúdame a desnudarme cariño -dijo Cris a Sandry- y tú hazlo también, a ver que tal estás -añadió, dirigiéndose a Nelson.

Las dos chicas se acariciaron y besaron, al tiempo que sus prendas iban cayendo al suelo una tras otra. Su amigo brasileño se desnudó también con rapidez, sin quitar ojo de aquellos flexibles cuerpos, que se iban descubriendo poco a poco. Cuando estuvieron los tres desnudos, Sandry se deleitó un instante contemplando el cuerpo de su amiga, pero pronto volvió la mirada hacia el chico. Lo que vio la dejó sin aliento unos segundos. Ella había estado con bastantes tíos, pero nunca había visto nada parecido. Aquella polla medía casi el doble de lo habitual y su grosor tampoco era nada despreciable. A Cris también le llamó la atención aquel enorme órgano, pero en realidad estaba más concentrada en los encantos de la otra chica.

- ¡Bufffff! -resopló Sandry-. ¿Todo eso es tuyo?

- Puedes comprobarlo -respondió él, acercando su polla.

Sandry no necesitó que se lo repitiese. Se arrodilló y cogió con las manos aquel instrumento. La agarró con las dos manos, pero aún así le sobraba polla por todos los lados. Abriendo la boca al máximo (no podía ser de otro modo) introdujo en ella la punta, al tiempo que daba lametones a aquel redondo capullo. Cris se arrodilló a su lado y empezó a lamer aquellos huevos grandes y oscuros, mientras con una mano acariciaba los pezones rosados de su amiga. Se la mamaron un buen rato, aprovechando para rozar sus lenguas entre sí, las cuales se deslizaban con agilidad sobre aquel capullo que empezaba a pringarse poco a poco.

- Buena polla, ¿eh? ¿A qué te apetece sentirla bien dentro? -preguntó Cris.

- Síiiiiiiiiiiiii, quiero que me la meta hasta las pelotas -respondió Sandry, dejando de chupar unos segundos.

Las dos chicas se colocaron una sobre otra, en la posición del 69. Sandry estaba encima, Cris debajo, con la espalda tumbada en una suave alfombra. Empezaron a comerse sus coñitos con voracidad, alternando lametones con gemidos. Parecían fierecillas y sus bocas se aplicaban sobre sus mojados sexos. En realidad Cris estaba encantada así, saboreando los ricos y abundantes juguitos de su amiga, mientras disfrutaba de la comida que ella le estaba haciendo. Pero era consciente de que había que contar con el chico, el cual ya tenía la polla más que a punto. Se acercó por detrás al rico culito de Sandry y empezó a pasar su enorme órgano entre aquellos glúteos tan atractivos.

Cuando colocó su verga en la entrada del coñito, Sandry separó un poco más sus rodillas, mientras que Cris apartó su boca de allí, concentrándose en chupar el hinchado clítoris de la rubita. Se la fue metiendo poco a poco, deteniéndose cada poco, a fin de que ella pudiese ir asimilando tanta polla dentro de su cuerpo. Sandry ya no podía chupar en chochito de Cris. Había puesto la espalda recta y de su boca se escapaba un débil quejido, mientras sentía como aquella gran polla se metía dentro de ella. Cuando se la tuvo bien metida, Nelson empezó a bombear con un ritmo lento, produciendo a la chica unas deliciosas sensaciones. Cris salió de debajo de ella, se sentó en el borde de la cama, abrió sus piernas y, cogiéndola del pelo, acercó la boca de su amiga a su coño. Las nalgas de Sandry temblaban ligeramente a impulsos de aquella polla enorme, mientras trataba de meter la lengua entre los abiertos labios vaginales de la chica morena.

- ¿Folla bien el muchacho? -quiso saber Cris.

- ¡Uuuuummmm! No lo sabes tú bien..........

- Lo sabrá, no te preocupes -añadió Nelson, sin dejar de penetrar aquel coño cada vez más mojado.

Aquella postura era deliciosa. Colocada así, a cuatro, Sandry podía notar perfectamente el roce y la presión de aquel miembro en todo su coño. Se sentía llena en cada acometida, mientras disfrutaba del calor y del sabor del sexo de su amiga, sensación esta última desconocida para ella. Cris acariciaba su cabeza, sus orejas y sus pezones con delicadeza. La rubita resistió aún unos minutos más, hasta que notó que un fuerte orgasmo llamaba a su puerta. Fue lento e intenso, y se fue apoderando de cada centímetro de su cuerpo, hasta dejarla colmada de placer. Los jadeos que salieron de su boca fueron a posarse en el sexo de su amiga, la cual los recibió encantada. Acto seguido, se desplomó como un trapo, notando que aquella polla dura y grande salía lentamente de su coño, provocando en ella un último golpecito de placer.

- Ahora me toca a mi -dijo Cris, mirando fijamente la gran polla de Nelson, que brillaba por efecto de los abundantes jugos de Sandry.

Sin perder tiempo, hizo que el chico se tumbase en el suelo, con aquel magnífico órgano apuntando directamente hacia el techo. Se arrodilló sobre él, lo colocó en la entrada y se lo fue metiendo despacio. Separó un poco más las rodillas y empezó a botar sobre él, mientras Sandry estaba a su lado, tumbada en el suelo, derrengada por el placer que acababa de recibir. Con el tronco totalmente recto, Cris se fue empalando cada vez más en aquel duro mástil, hasta tenerlo totalmente dentro de ella. Chilló cuando entró del todo, cerró los ojos y se abandonó al gustazo que aquella polla le estaba dando.

Llevaban dos minutos follando en esta postura, cuando Sandry se recuperó. Colocó sus rodillas a ambos lados de la cara de Nelson mirando para su amiga. Abrió las piernas y bajó sus nalgas sobre la cara de su amigo, el cual aprovechó para chupar los abundantes jugos que seguían rezumando por su coño. Las dos chicas, moviendo sus caderas a un ritmo muy bien acompasado, se acariciaban las tetas y se daban pellizquitos en los pezones, gimiendo ambas de gusto. El lento balanceo del cuerpo de Cris sobre el miembro de Nelson hizo que acabase corriéndose, mientras decía:

- ¡Que gustazoooooo! Uuuuuuuuuuummmmmm, yaaaaaaaaaaaaaaaaa............

Sandry se levantó y metió su lengua en la boca de su amiga, dándole un furioso morreo. Cris se quitó de encima del miembro del chico, circunstancia que aprovechó Sandry para apoderarse de él, comiéndoselo y pajeándolo enérgicamente. Pero aquel tío tenía mucho aguante, por lo que las dos chicas iban a disfrutar aún más de aquella noche loca. Mientras la rubita estaba trabajando aquella deliciosa polla, notó como una lengua juguetona se abría paso entre sus nalgas, al tiempo que dos manos traviesas se las separaban. Aquella lengua cálida no falló el tiro y, del primer golpe, fue a posarse en su ano, lamiéndolo despacio.

La verdad es que el culito era uno de los puntos débiles de Sandry, ya que cuando se lo tocaban perdía los papeles y acaba entregándose totalmente. "¿Cómo es posible que esta tía, que acaba de conocerme, lo sepa?", pensó sin dejar de chupar el abultado capullo del chico. Cris, por su parte, notó perfectamente como aquel músculo circular respondía con pequeños temblores a las caricias de su lengua, así que dijo:

- Ven acá machote, que mi amiga tiene un culito precioso.

Sin hacerse de rogar él se levantó y su polla, guiada por las manos de Cris, se posó en medio de aquel par de estupendas nalgas. Se masturbó entre ellas durante un ratito, haciendo que Sandry suspirase de gusto. Desde luego aquel par de viciosas habían dado en el clavo al elegir a aquel negrito incansable e inagotable.

- ¿Te atreves por el culo, cariño? -preguntó Cris.

- No sé, es demasiado grande -respondió Sandry, con la voz entrecortada.

- No te preocupes, que lo haré despacito -dijo Nelson, con un tono de voz de lo más tranquilizador.

El caso es que Cris ya se había apoderado de un frasco de leche bronceadora (¿de quién sería?, seguro que de Nelson no). Se metió en la boca la polla del chico, chupándola hasta la garganta, mientras con una mano le acariciaba las pelotas y con la otra untaba el ano de su amiga de aquel líquido blanquecino y viscoso. Sin dejar de chupar y pajear al muchacho, empezó a tantear el culito de la chica rubia, el cual cedió al primer envite. Su dedo índice entró de un golpe hasta el fondo. Aplicando más crema bronceadora metió dos dedos, los cuales, para su sorpresa entraron fácilmente. Cris nunca había practicado el sexo anal, pero estaba claro que su amiga si, ya que aquel ano parecía más que entrenado. Sandry estaba disfrutando de aquella deliciosa preparación, pero tenía algo de miedo, más que nada por el tamaño de lo que allí se iba a introducir en breve.

Cuando la morena tuvo tres dedos dentro del culito de la rubia, ésta sintió un leve dolorcito, "nada comparado con lo que me espera", pensó, pero siguió dejándose hacer. Cris, cuando consideró que aquel ano estaba suficientemente dilatado, meneó un poco más el miembro de Nelson, lo untó con la crema bronceadora y la dio vía libre, diciendo:

- Ya lo tienes a punto, todo tuyo.

Él apoyó su grueso capullo en aquel pequeño orificio y empezó a empujar. Un grito agudo salió de la boca de Sandry. Su amiga la besó en la boca, con cariño, tratando de que ella sufriese lo menos posible. Por lo visto el chico ya tenía experiencia en estas lides, porque a base de pequeños movimientos de entrada y salida fue venciendo poco a poco la resistencia del culo de la rubita. Al cabo de dos minutos ya tenía metida media polla en el culo de Sandry. Ésta, que sentía su retaguardia más llena de lo que nunca lo estuvo, dijo:

- ¡Ayyyyyy! Ya vale, no me cabe más.

- Ya verás como te cabe entera. Tu culo aguanta esto y mucho más, preciosa -fue la respuesta del chico, al tiempo que reanudaba sus movimientos.

Al final se la acabó metiendo entera, hasta los huevos, entre los gritos de ella. Pero el caso es que Sandry estaba cada vez más mojada, y a ello ayudaba la manita de Cris, que hábilmente masturbaba su tieso clítoris, sin tregua. Desde luego ella nunca había recibido una enculada tan rica. El dolor había dado paso al placer definitivamente y aquella polla clavada en sus entrañas (nunca mejor dicho) estaba volviéndola loca. La folló por el culo un buen rato, hasta que ella se corrió, en el mejor orgasmo de su vida. Sandry opinaba que los mejores orgasmos eran los que se tenían con algo dentro del culito, ya fuese una buena polla o un consolador. No fue la única en correrse, ya que Cris, excitada por ver como aquel semental rompía el culo a su preciosa amiga, se masturbaba con la mano que le quedaba libre y acabó estallando en otro ruidoso orgasmo.

Pero aún faltaba él. A las dos chicas les resultaba increíble que, después de todo lo que había pasado, aquel tío siguiese sin correrse. Sacó su pene del culo de Sandry, haciendo un ruidito de lo más sugerente, algo así como un pofff, y se lo ofreció a las dos chicas para que jugasen con él. Le masturbaron durante unos segundos. Sandry se la meneaba, mientras Cris le sobaba los huevos. Cuando vieron que ya estaba a punto de eyacular, le dejaron a él solito, mientras ellas esperaban, con la boca abierta como dos pajaritos, la corrida de su amigo.

Cuando se produjo, las dos quedaron sorprendidas. Grandes chorros de espeso semen empezaron a caer sobre sus caritas. Sandry no pudo aguantarse y se metió en la boca aquel palpitante órgano. Recibió en el paladar unos buenos chorros, que tragó en su totalidad. La sacó de la boca y a Nelson le pareció justo que la otra chica también disfrutase de su leche. Aunque Cris raramente dejaba que los chicos con los que se acostaba se corriesen en su boca, accedió a que se la metiese dentro, sin parar de expulsar grumos de espesa crema. También se lo tragó, notando el típico sabor amargo, pero con un toque especial, diferente al de otros chicos.

Aquel desbordamiento duró un buen puñado de segundos. La cantidad de semen que tenía almacenado el brasileño era espectacular, tanto que llenó las caras y las tetas de sus dos amigas. Ellas no pudieron disimular su sorpresa ante aquellos torrentes de leche. Acabaron pringadas del todo, además de lo que se habían tragado. Las dos tenían un olor a semen delicioso, pero a las dos les gustaba. Por ello no se molestaron ni siquiera en ducharse. Se quedaron a dormir con su amigo, los tres en la misma cama, una a cada lado de su anfitrión, apretujados como sardinas.

A las ocho de la mañana se despertaron y volvieron a montarla. Follaron durante algo más de una hora y media. Acto seguido las dos chicas se ducharon, se despidieron de Nelson con un beso en la mejilla y bajaron a la calle. Allí las dos se miraron, convencidas de que esto era el principio de un gran amistad.

- ¡Buffff! ¡Menuda nochecita! -comentó Sandry.

- Sí, ha estado muy bien, pero a mí estas cosas me dan hambre -respondió Cris-. Ven, te invito a desayunar.

Entraron en una cafetería que estaba abierta. Pidieron cafés con leche, zumo de naranja, bollitos con mantequilla y tostadas. Comieron con buen apetito, sin dejar de charlar.

- Creo que formamos un buen equipo -dijo Sandry.

- Sí, a la vista de lo que acaba de pasar, parece que es así.

- Deberíamos repetirlo, ¿no crees?

- Claro que sí. ¿El sábado que viene?

- Sí, por mí perfecto -dijo Sandry, acabando el café-. ¿Otra vez con el morenito este?

- No, no necesariamente -corrigió Cris-. La noche está llena de chicos guapos y ... de chicas también.

- ¿Con otra chica? -preguntó Sandry, con ojos de no creérselo.

- Sí, por qué no. Seguro que te gustaría, golfilla.

- No me cabe duda. Lo cierto es que formamos una buena sociedad.

- ¿Cómo vamos a llamar a nuestra "sociedad"? -preguntó Cris.

- ¿Te parece bien Sandry&Cris Chochitos locos SA? -sugirió Sandry.

Las dos se pusieron a reír, en una risa contagiosa, ante la extrañeza del encargado de aquel bar. Cris alzó su copa de zumo y dijo, con tono solemne:

- Brindo por nuestra sociedad y por los ratos de placer que nos va a dar a las dos.

- Brindo por eso -contestó Sandry, imitando los gestos de su amiga.

Las dos reían, pero en sus cabecitas calientes ya empezaban a dibujarse las infinitas posibilidades que encerraba la noche del sábado siguiente.