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Vaya con Elvira...

en Hetero: Infidelidad

VAYA CON ELVIRA...

Su conducta me había alarmado. Mucha gente pensará que soy un paranoico, pero conocía a Elvira lo suficiente como para sospechar que algo estaba pasando. Nos habíamos conocido en la Universidad, con poco más de 20 años. De ser compañeros de fila y de intercambiarnos apuntes de macroeconomía, habíamos pasado a ser amigos y de ahí a coincidir en bares y fiestas universitarias, cada uno con su pareja correspondiente. Al cabo de unos meses ella plantó al tipo alto y cachas con el que salía y yo hice lo propio con la chica alocada que solía acompañarme.

Ahora con 28 años, licenciados y con trabajos aceptables, estábamos viviendo juntos. Los últimos cinco años habían sido felices, pese a la frialdad de ella. Elvira era una chica alta, casi 1,80. Su sonrisa infantil ocultaba a una mujer calculadora en extremo. Tenía un tipo realmente espectacular, alta, con curvas rotundas, pechos altivos y un trasero digno de verse. Su pelo era rubio y rizado y su cara, si bien no era excesivamente guapa, no desentonaba demasiado. Y estaban aquellos ojos: grandes, marrones, profundos. Además Elvira era una chica de lo que llamaríamos "buena familia", ya que sus papis tenían varias empresas y un patrimonio más que respetable. De hecho el piso en el que vivíamos era de ellos. En resumidas cuentas, una chica deseable en todos los sentidos.

Pero volvamos al principio: su conducta había cambiado en las últimas semanas. Aquella mujer fría y calculadora se mostraba excesivamente cordial y mimosa. Al principio pensé que se trataba de un simple cambio de carácter hacia mí, pero esa explicación no acabó de convencerme. Cada vez pasaba más tiempo fuera, pero ella lo justificaba por el aumento de sus responsabilidades en la empresa de su padre. Llegaba a casa cansada, sin ganas de nada, pero con una amabilidad sospechosa. Como quiera que nos conocíamos desde hace mas de ocho años, todo aquello empezó a preocuparme.

En los primeros tiempos de nuestra relación Elvira era orgullosa, altiva, fría, pero también tenía sus momentos fogosos. Estos altibajos eran característicos de su personalidad y yo ya me había acostumbrado a ellos. Pero ahora su comportamiento era más lineal, más monótono, lo cual no me cuadraba para nada. Durante tres días me debatí en la duda: ¿de verdad pasaba algo raro o serían cosas mías? Al final, me decidí por la primera de las opciones y opté por contratar los servicios de una agencia de detectives, especializada en la sucia tarea de espiar infidelidades. Por una parte me avergonzaba sospechar de mi compañera, pero la curiosidad pudo más. Me armé de valor, fui a la agencia en cuestión, di todos los datos necesarios y, a cambio de sus honorarios, exigí un informe detallado, preciso y exacto de las actividades de mi pareja.

Debo reconocer que no sabía donde me estaba metiendo, hasta que al cabo de una semana me entregaron en mano un grueso sobre con documentos. Llegué a casa, me serví una generosa ración de whisky con hielo y me dispuse a leer aquellos papeles. El encabezamiento no me sorprendió:

<<La agencia de detectives Ortega&Asociados, en cumplimiento del mandato de Don XXX, ha seguido las actividades de Doña Elvira XXX durante el periodo de 5 días. Consideramos que el material obtenido resulta suficiente para atender a las peticiones del mandante, por lo que pasamos a detallar el resultado de lo que se ha observado>>.

En ese momento experimenté una extraña sensación, mezcla de miedo, arrepentimiento y curiosidad. Dudé entre seguir leyendo o romper aquellos papeles y tirarlos a la basura, pero prevaleció el sentido práctico: ya que había pagado, tenía derecho a conocer la verdad. Encendí un cigarrillo, respiré hondo y me dispuse a leer el cuerpo de aquel informe, aún a sabiendas de que su contenido podría ponerme de muy mal humor.

<<En fecha 29 de septiembre de 2004, Dona Elvira XXX salió de su trabajo a las 20:00 horas, dirigiéndose en su coche hasta las afueras de la capital. En el kilómetro dos de la carretera general N-601, se desvió a la derecha, hacia una zona residencial, conocida con el nombre de Villas de Paula López. El coche se detuvo en uno de los chalets de dicha urbanización. Doña Elvira se apeó de su auto y se encaminó a la puerta de entrada de la vivienda número 15, donde la esperaba un varón de unos 30 años, de raza blanca, moreno y de una estatura aproximada de 1,75 metros>>.

Paré un segundo para tomar un trago de mi vaso. Era cierto, Elvira tenía un amante. ¿Y si solo fuera un amigo, o alguien con quien tenía una cita de negocios? Me aferré a esas posibilidades, pero en mi fuero interno empecé a temerme lo peor. Tratando de controlar mis nervios, di la vuelta al folio y seguí leyendo:

<<En la entrada de la casa Doña Elvira se besó con el tipo que la esperaba. Entraron al chalet agarrados de la cintura, cerrando la puerta a sus espaldas. Una vez dentro, el hombre puso música y sirvió unas copas. Bailaron y bebieron durante unos 10 minutos, en los que proliferaron los besos y los toqueteos entre ambos>>.

Mis dedos se crisparon sobre aquellos papeles. Ya no había duda: no se trataba de un amigo ni de una cita de negocios. La muy puta de Elvira había ido a aquel chalet a ponerme los cuernos. Así de sencillo. Aún no se por qué seguí leyendo: tal vez fuera para comprobar lo exhaustivo que era el trabajo de aquella maldita agencia, tal vez fuera por ver lo puta que podía llegar a ser mi novia o, en fin, tal vez fuera por la excitación y el nerviosismo que me invadía. El caso es que proseguí la lectura.

<<A las 20:45 horas Doña Elvira y su acompañante se encaminaron a una de las habitaciones del chalet, sita en la planta baja. Conviene puntualizar que ya había oscurecido, pero ellos no se molestaron en bajar la persiana ni en cerrar la ventana, por lo que todos sus actos fueron perfectamente visibles y audibles para la persona encargada de redactar el presente informe. Con las luces de la habitación encendidas, empezaron a besarse, mientras se desnudaban el uno al otro. El hombre lamía todo su cuerpo, al tiempo que iba quitando una a una las prendas que cubrían a Doña Elvira. En un primer momento la dejó en ropa interior, no quedando su cuerpo más que cubierto por un escueto conjunto de sujetador, liguero y tanga, de color negro, además de sus medias por medio muslo>>.

Lo conocía bien. Había sido uno de mis regalos por su 28 cumpleaños. Aquel conjunto me encantaba: negro, de raso, sexy en extremo. Por lo visto ella era de la misma opinión, por lo que había decidido llevarlo para ver a su amante, lo cual me provocó una aguda punzada en el pecho. Haciendo acopio de fuerzas y de dignidad, seguí leyendo.

<<Seguidamente, ella desnudó completamente al hombre, dejando al descubierto sus atributos masculinos. El pene de él mediría unos 15 centímetros y presentaba una visible erección. El hombre se sentó en el borde de la cama y dijo:

- No sé a que esperas, zorra, ¿me la vas a chupar?

En ese momento ella se arrodilló entre sus piernas, agarró el pene con la mano e inició un lento movimiento de meneo, al tiempo que su lengua recorría el glande, serpenteando y vibrando>>.

En ese momento arrojé los papeles sobre la mesa. Yo había pedido un informe detallado, no un relato tan pormenorizado de como mi pareja se cepillaba a otro. Me serví otro whisky, sin hielo esta vez, y encendí otro cigarrillo rubio. No sabía si debía seguir leyendo. Aquello no me iba a aportar nada más, excepto el grado de puterío que era capaz de alcanzar mi pareja. Pero de nuevo la curiosidad se impuso sobre otros sentimientos, por lo que recogí los papeles, di una fuerte calada al cigarro, metí el humo en los pulmones y proseguí la lectura.

<<Doña Elvira chupó durante un buen rato el miembro del hombre, siendo jaleada por expresiones de él tales como "uuummmm, sigue puta, que la chupas muy bien", y otras similares. Ella le realizó una felación completa, introduciéndose aquel pene totalmente en la boca y masajeando los testículos con la mano. Movía el cuello con regularidad, haciendo que el pene del hombre entrase y saliese de su boca, deslizándose entre sus labios>>.

Joderse con mi chica y joderse con la agencia. Aquello parecía un relato erótico y, por un momento, me pregunté quien podía haber redactado aquel informe. De modo involuntario me había excitado leyendo aquello, pese al resquemor que me provocaba cada línea de aquel texto. Pero no dudé en seguir, así que volví el folio y encontré lo siguiente:

<<Después de cinco minutos de mamada, el hombre dijo en voz alta: "¡desnúdate, vamos!". Ella se colocó frente a él y se quitó toda la ropa que cubría su cuerpo: primero el sujetador, luego el ligero y las medias, finalmente el tanga. Para quitarse esta última prenda, ella se colocó de espaldas a él, inclinó su cuerpo en ángulo recto y se bajo el tanga negro lentamente, permitiéndole una visión de completa de su trasero y de sus órganos genitales. El hombre puso expresión de deseo y alargó una de sus manos, hasta tocar con ella las partes íntimas de Doña Elvira, lo que hizo a ésta suspirar de placer>>.

Me detuve bruscamente en la lectura, notando como las venas de las sienes me latían con fuerza. ¿Qué demonios era aquello? ¿Un informe de una agencia de detectives o un escrito hecho para mortificarme? Maldecí el momento en el que se me ocurrió acudir a aquella agencia, pero no pude evitar seguir leyendo:

<<Mientras ella, aún doblada en un ángulo de 90 grados, apoyaba las manos en sus rodillas, él seguía manipulando sus partes íntimas, introduciendo sus dedos en el sexo de ella, tal y como demuestran las fotografías que acompañan al presente informe. Los gemidos de Doña Elvira cada vez eran más audibles y, con voz entrecortada, exclamó:

- ¡Fóllame! ¡Métemela entera!>>.

En efecto, lo siguiente que vi fue una foto de Elvira, de pie, doblada hacia delante, con la cabeza girada hacia un lado y una expresión de evidente placer dibujada en su cara, las piernas separadas, las manos sujetando sus rodillas y una mano masculina colocada en su entrepierna, agarrando lo que allí había. Así estaban las cosas: la chica fría como el hielo estaba suplicando que la follasen, sin el menor pudor. Me parecía increíble que mi polla estuviese dura como el mármol, mientras leía lo que hacía la golfa de mi compañera.

<<El hombre guió las manos de ella hasta apoyarlas en la pared. Acto seguido colocó su glande en la entrada del sexo de ella y empujó con fuerza. Se la metió de un solo golpe, con energía, haciendo que de la boca de ella se escapase un gemido ahogado. La penetró con fuerza, aumentando progresivamente el ritmo de sus acometidas, mientras agarraba con firmeza las caderas de la mujer. Las manos del hombre fueron hacia los senos de ella, masajeando los pezones y pellizcándolos con aparente fuerza. En un momento dado Doña Elvira emitió un largo gemido, mientras sus caderas temblaban, lo cual indicó que había alcanzado el orgasmo>>.

Por lo visto Elvira se lo estaba pasando muy bien, pero sospechaba yo que la cosa no iba a quedarse ahí. Mentalmente felicité a quien había escrito aquel informe, ya que me tenía caliente del todo, pese a lo frustrante que me resultaba aquella situación.

<<Cuando Doña Elvira recuperó un poco la respiración, el hombre la tumbó sobre la cama, e introdujo su pene en la boca de ella, en la postura del 69. Ella lamía los testículos y el capullo, y de vez en cuando se metía aquel pene entero en la boca. El hombre, colocado encima de ella, lamía su mojado sexo, haciendo que los abundantes jugos de ella dejasen brillantes sus labios. Al cabo de unos minutos, los pies de Doña Elvira temblaron y se pusieron rígidos, temblor que se extendió por todas sus piernas, síntoma de que había vuelto a correrse. Pocos segundos después, el hombre metió su miembro totalmente en la boca de ella y emitió un gruñido ronco. Doña Elvira dio una serie de tosidos y el semen empezó a rebosar por sus labios, mientras su acompañante gemía con expresión evidente de placer. Cuando ella hubo acabado de tragarse aquella eyaculación, él sacó ligeramente el pene de su boca y ella lo repasó con la lengua, hasta dejarlo totalmente limpio>>.

Aquello era para desesperarse. Solo a un idiota como yo se le habría ocurrido la idea de pagar una buena cantidad de euros para leer algo tan frustrante como aquello. Y lo peor del caso es que aún no terminaba. Pasé el pulgar por el canto de las hojas, comprobando con desesperación y excitación que aún me quedaban un par de folios por leer. Con fingida resignación continué aquella lectura.

<<Doña Elvira y su amigo se tumbaron sobre la cama, completamente desnudos, y dormitaron abrazados durante unos 25 minutos. Pasado este tiempo, fue ella la que buscó un nuevo encuentro sexual, para lo cual introdujo en su boca el miembro flácido de su amante, que estaba tumbado boca arriba, acurrucándose entre sus piernas>>.

Solté un taco en voz alta, para después tomar un largo trago de mi vaso. Quién redactó ese informe no se privaba de llamar "amante" a aquel cabronazo que se estaba beneficiando a mi chica. Y encima pretendían cobrar por ello, lo cual me pareció una ignominia. Mientras pensaba en estas cosas, mi vista se desvió hacia el siguiente párrafo:

<<Unos segundos después, el hombre pareció despertarse, gimiendo con evidente placer ante las manipulaciones de ella. Cuando Doña Elvira comenzó a mover su cabeza y a deslizar sus labios por el pene de él, se pudo observar que empezaba a ponerse duro y erecto. El tipo se incorporó e hizo que ella se acostase sobre la espalda y se abriese de piernas. Aplicó la lengua sobre aquel sexo brillante y mojado, arrancando gemidos de la mujer. Aquellos gemidos se fueron acelerando, hasta transformarse en gritos, cada vez más fuertes, que indicaban la inminencia de su orgasmo. Cuando éste llegó, hubo una abundante emisión de flujos, que mojaron la cara de su acompañante, el cual siguió chupando durante algunos minutos>>.

Desde luego quien había escrito aquellas líneas, o bien tenía espíritu de guionista de película porno, o bien se estaba recreando más de lo que su oficio exigía. Mi cabreo seguía en aumento, contra la furcia de mi novia, contra el tío que se la follaba y contra aquella maldita agencia, pero debo reconocer que cada vez estaba más excitado, por lo que no dudé en continuar.

<<Apenas se había recuperado ella de su orgasmo, el hombre se tumbó sobre su cuerpo e introdujo su pene en la vagina de Doña Elvira, provocando nuevos jadeos en ella. La penetró así durante unos pocos minutos, mientras ella clavaba las uñas en la espalda y en las nalgas de él. Sin dejar de copular, se giraron sobre la cama, quedando ella encima de él. La mujer botaba sobre el miembro del hombre, introduciéndoselo totalmente cada vez, hasta el punto de que solo quedaban visibles los testículos de él, aplastados por las nalgas de ella. Doña Elvira apoyaba las manos en el pecho de su compañero, pellizcándole las tetillas, manteniendo las rodillas a ambos lados de las caderas del hombre. Las manos de éste sobaban los pechos de ella, hasta que bajaron hacia su cintura, para dirigirse a las nalgas, separándolas y dejando al descubierto el ano de ella>>.

Ahí terminaba el penúltimo folio. Hice otra pausa al objeto de encender otro cigarro (no sé cuantos iban ya, pero el cenicero estaba repleto de colillas) y servirme otro whisky sin hielo. Me temía lo que iba a pasar y eso me ponía muy celoso y cabreado, pero no podía resistirme a seguir leyendo aquel informe, que más que un trabajo de detectives parecía una novela de "La Sonrisa Vertical".

<<Mientras ella seguía cabalgando, él llevó dos dedos de cada mano a la boca de ella, la cual los lamió con ansia, ensalivándolos abundantemente. Aquellos dedos mojados se dirigieron de nuevo a las nalgas, acercándose al ano de la mujer, el cual fue acariciado durante un buen rato, mientras Doña Elvira agradecía con gemidos de placer aquellos tocamientos. Dejó de cabalgar cuando sintió que los dos dedos índices del hombre se introducían a la vez en su culo. Chilló y sus nalgas se agitaron violentamente, en lo que pareció un fuerte orgasmo>>.

Pero ¿cuántos orgasmos llevaba ya la zorra de Elvira? Repasé el informe y vi que al menos habían sido cuatro (si el que al detective no se le había escapado alguno), cuando conmigo nunca se corría más de una vez. La polla casi se me sale del pantalón cuando vi la foto a la que se refería aquel párrafo: en ella se veía a mi chica, tumbada sobre el tío, con la polla clavada en su coño, hasta los huevos, las nalgas abiertas y dos dedos metidos en su culo. El informe tocaba a su fin, pero aún quedaba el rabo por desollar.

<<Doña Elvira chupó el miembro brillante de su amante, vertiendo una generosa cantidad de saliva sobre el hinchado glande. Acto seguido se colocó en la cama sobre sus rodillas, muy separadas éstas, con la cabeza apoyada en la almohada, mientras con las manos separaba sus nalgas todo lo que podía. El hombre metió y sacó sus dedos varias veces en el ojete de ella, para acabar colocando la punta de su pene en aquel sensible punto. Tras varios intentos acabó penetrándola analmente, pese a los fuertes gritos de ella. Después de unos minutos de forcejeo consiguió metérsela completamente, tal y como aparece reflejado en una de las fotos de este dossier>>.

Efectivamente, la foto no dejaba lugar a dudas. En ella se veía, un poco de perfil, a Elvira siendo enculada. Aquella polla desaparecía prácticamente en su culo. El tío la agarraba con una mano del pelo y con la otra de la cadera, y la cara de ella presentaba una expresión mezcla de placer y dolor, con los ojos en blanco, la boca entreabierta y la lengua apoyada sobre su labio superior. Aunque me fastidiase, debo reconocer que aquel dossier estaba muy bien elaborado, con fotos de calidad, redacción más que aceptable y detalles de una precisión exagerada. Pero no podía culpar a aquella condenada agencia, ya que yo mismo lo había pedido así.

<<La penetración anal duró casi 10 minutos, siendo cada vez más rápida y enérgica. Doña Elvira sufrió otro orgasmo, ayudándose con sus dedos que masturbaban su sexo sin parar, y poco después fue el hombre el que se corrió en su culo, aullando de placer. Seguidamente sacó su pene de allí, dejando que el semen resbalase fuera del ano de ella, escurriendo por sus muslos. En ese momento se pudo apreciar que el ano de Doña Elvira se había convertido en un enorme agujero, con los bordes enrojecidos, del cual rezumaba esperma sin parar (ver foto)>>.

Vivir para ver. ¡Cómo se le había quedado el culo a mi chica! ¡Y pensar que a mí nunca me dejó ni tocárselo! En fin, el informe acababa con lo siguiente:

<<Doña Elvira y su amante se dirigieron al cuarto de baño, no visible desde las ventanas, pero el ruido del agua indicaba que se estaban duchado. Cinco minutos después salieron y se colocaron en la puerta de la habitación, ambos desnudos y con el pelo y el cuerpo mojados. Ella se arrodilló y empezó a chupar el pene de él durante un rato, hasta que él acabó eyaculando abundantemente en su boca y sobre sus pechos. A las 22:42 horas Doña Elvira, después de vestirse, se despidió de aquel hombre, cogió su coche y se encaminó hacia el centro de la ciudad. En ese momento se dio por concluida la presente labor de seguimiento, cuyo resultado se recoge en el presente dossier.

Firmado: Mª Yolanda V. A.>>.

Cerré aquella carpeta y la dejé sobre la mesa. Cogí el enésimo cigarrillo, el vaso de whisky y recosté la nuca contra el respaldo del sillón. Tenía un fuerte dolor de huevos, pero me aguanté. Unos minutos de reflexión sobre lo que acababa de leer fueron más que suficientes. No podía hacer gran cosa al respecto. Yo trabajaba en otra de las empresas del padre de Elvira, el piso era de ella y también estaban a su nombre una buena cantidad de acciones, depósitos, bonos, letras y demás activos financieros. Tampoco era cosa de quedarme sin nada solo porque mi novia fuera una zorra. Además nos íbamos a casar dentro de tres meses y mis futuros suegros me adoraban. Si la dejaba ahora, me tocaría empezar otra vez desde cero, en todos los sentidos. Si aguantaba unos años, ya habría bienes gananciales (yo me encargaría de que los hubiese) suficientes para poder tomarme las cosas de otro modo. No quedaba más remedio que aplicarme la receta clásica: ajo y agua (a joderse y a aguantarse).

Estaba guardando aquel dossier bajo un montón de papeles, en uno de los cajones de la mesa de mi despacho, cuando llegó ella. Eran casi las diez y media de la noche. Cerró la puerta y me saludó muy afectuosa, con un beso en los labios.

- ¿Has tenido un buen día cariño? -quiso saber ella, con una espectacular sonrisa en la cara.

- Bueno, un día emocionante, digamos -respondí, sonriendo también-. ¿Y tú?

- No ha estado mal, aunque me ha tocado trabajar hasta tarde. Estoy muerta. Me doy una ducha y te voy a preparar una cena que te vas a chupar los dedos -añadió con tono cariñoso, mientras me acariciaba la cara.

Al día siguiente, antes de ir al trabajo, me pasé por la agencia Ortega&Asociados, a fin de saldar la minuta. Era temprano, por lo que allí estaba todo el personal. Extendí un talón por 500 Euros, correspondientes a los cinco días de vigilancia, referenciado a una cuenta bancaria que Elvira ni siquiera sabía que existía. Cuando la chica de recepción comprobó el talón y me dio una copia de la factura, le pregunté:

- ¿Podría decirme quien es Mª Yolanda V. A.?

- Es la chica de la primera mesa de la derecha.

Miré hacia ella durante unos largos segundos. Era una chica de unos 35 años, de aspecto vulgar, ni guapa ni fea, delgada, con pelo moreno y lacio que caía sobre sus hombros, gafas plateadas y expresión anodina. No pude resistir la tentación y me acerqué a su mesa, mientras ella parecía concentrada en la pantalla de su ordenador.

- Disculpe, ¿es usted Mª Yolanda?

- Sí, soy yo. ¿En que puedo ayudarle?

- En nada. Pero hágame caso, no desperdicie su talento en un empleo como este. Usted vale mucho más. Escribe muy bien ¿sabe?

- Me encanta este trabajo, no lo cambiaría por nada del mundo -respondió sonriendo.

- Ya veo que le gusta mucho mirar....

- Mirar y contarlo. Las dos cosas. Este oficio me permite escribir y tengo lectores asegurados. Usted lo sabe ¿verdad? -dijo, mientras sus ojos marrón claro, tras sus gafas, parecían sonreír.

- Sí, lo sé muy bien. Un placer conocerla.

Y me fui de allí, convencido de no volver a ver nunca más a la gente de aquella agencia ni a Mª Yolanda. Solo me quedaba resignarme y tratar de llevar los cuernos de la mejor manera posible.