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Los cieguitos enamorados

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Los cieguitos

En un lejano país, vivía una joven pareja de enamorados. Los dos eran ciegos, pero la carencia de ese sentido la suplían con el notable desarrollo de los otros sentidos. Sabían tocarse el uno al otro y verse con las manos. Sentían la presencia del otro por el aroma, por la respiración. Dentro de la casa se movían con precisión….

Una agradable mañana de primavera estaba Masao sentado a la puerta de su casa, fumando un cigarrillo mientras su mente vagaba por los caminos del bosque junto al riachuelo. Casi notaba la suave brisa en su rostro enmarañándole el cabello. Sintiendo el suave crujir de la hierba fresca bajo sus pies. Oyó pasos junto a él y alguien se sentó a su lado. Exhaló el humo y giro levemente la cabeza hacia ese lado. Esperó intrigado.

-Hola Masao, buena mañana, hace fresco pero es agradable ¿no?

No conocía la voz y le intimidó la familiaridad con la que le hablaba.

- Buenos días ¿nos conocemos? Interrogo.

-¿Conocernos? Jajjjajaja realmente ¿conocemos a los que creemos conocer? ¿Conoces a tu mujer? ¿Sabes lo que piensa? ¿Lo que siente? ¿Quien conoce a quien? Pero bueno, no nos han presentado si es a lo que te refieres. Me llamo Takasura, soy el hombre del trueque, el cambiavidas. Vengo a ofrecerte un trato.

- Dime… dijo Masao cada vez mas confuso.

- Se que eras uno de los mejores talladores de Jade hasta que aquel desgraciado día perdiste los dos ojos. Dijo con voz grave. Atiende ¿te gustaría recuperar la vista? Yo puedo hacerlo, para eso estoy aquí, solo tienes que pedírmelo.

Masao se mantuvo en silencio un rato.- ¿Qué estas diciendo? Dijo ligeramente alterado y mirándolo directamente al rostro.

- Es muy sencillo si quieres entenderlo. Solo tienes que pedírmelo y te devolveré la vista, así de simple.

- ¿Y que quieres a cambio? ¿Qué se supone que tengo que darte yo?

- Aquí no hay nada gratuito, todo tiene su precio y darte la visión es casi como darte otra vida, es algo grande, algo muy valioso. Sobre todo para ti, lo se. Solo quiero algo justo, algo de similar valor. Quiero la vida de tu mujer. Si tu aceptas el trato yo me quedo con tu mujer, será mía. Mañana vendré aquí a la misma hora y tú me darás tu respuesta. Si aceptas podrás verla durante un momento y luego ella simplemente morirá, sin sufrimientos, simplemente sentirá un mareo y se desvanecerá, así de simple. Hasta mañana Masao.

El tal Takasura desapareció tan sigilosamente como había aparecido. Masao se quedó pensativo, sorprendido y extrañamente emocionado. Seria maravilloso poder ver de nuevo… tenia tantos proyectos…. Pero no podía cambiar eso por la vida de Yoriko… ¿no? Por supuesto que no, no. Se avergonzó siquiera de pensarlo. La amaba tanto… y ella a él. Volver a ver… volver a ver. Su cabeza retumbaba. Si se lo pidiera, ella accedería gustosa. Se decía así mismo. Me ama tanto… más que a su propia vida. Cuando perdí los dos ojos ella estuvo conmigo todo el tiempo y ella misma se quemó sus propios ojos con sosa cáustica para sentir lo mismo que yo, para…

Al día siguiente Masao esperaba sentado a la puerta de su casa cuando llego Takasura. Ninguno de los dos dijo nada, Masao solamente negaba con la cabeza.

-Está bien, has tenido tu oportunidad. Dijo. Y se marchó.

El sol alcanzaba su cenit y Masao seguía sentado en su banco intentando analizar sus sentimientos, sus sensaciones. En absoluto arrepentido de su decisión y orgulloso de si mismo, del amor que profesaba a su querida Yoriko. Oyó unos pasos que se detuvieron a su lado, era Yoriko, su esposa, pero permaneció quieta y en silencio. Masao iba a girarse extrañado.

-Masao!!! Dijo Yoriko repentinamente. Titubeó… ¡puedo verte!