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Las Tablas de Daimiel

en Amor filial

Soy de Madrid, y esto que voy a contarles ocurrió hace casi veinte años.

Mis padres aprovecharon las vacaciones de verano para hacer unas reformas en casa y mientras estas duraban, nos fuimos a pasar el verano a un pueblo de cerca de Ciudad Real.

Era un pueblecito pequeño y en una casona grande vivían mis abuelos, mis tíos y mis dos primos; Ángel, de trece años y Sandra de catorce que, era un año menor que yo.

Hacia mucho tiempo que no íbamos al pueblo y casi ni me acordaba de mis primitos. Allí son un poco rudos y siempre nos miraban con recelo a los de la ciudad. Yo pienso que se sentían un poco inferiores o en inferioridad de condiciones. Y todo aquello que a mí me maravillaba; los animales, las casas grandes y rusticas, con toda aquella piedra y madera en las casas, las cuadras… a ellos, creo que les avergonzaba.

Solía salir con mis primos y sus amigos, me costó un poco unirme al grupo pero al final lo pasábamos muy bien. No se puede comparar con la ciudad, es mucho mejor, estábamos todo el día en la calle jugando y mis padres me daban una libertad que en Madrid no podía tener.

Nada más llegar, mi prima me echó el ojo, se le notaba, hacía de todo para conseguir que me cayera bien. Atendía boquiabierta todo lo que yo le contaba sobre Madrid, se hacia la dura y me decía que ella no era como los del pueblo ¡Estos paletos! Profería.

Me preguntaba por las novias que tendría yo en Madrid, y por lo mucho que sabría yo de chicas. También me decía que ella no era una niña y que sabía mucho de chicos y de lo que nos gustaba. A mí realmente mi prima me gustaba, me excitaba. Era tan tierna y tan salvaje, tan inocente y tan maliciosa ala vez. Además, era muy guapa y estaba muy desarrollada para su edad.

Un día nos preparamos la merienda y nos fuimos en bici a pasar el día a las Tablas de Daimiel. Allí estuvimos jugando toda la tarde, mis primos, dos amigos más y yo. Jugamos al "te la llevas" y cada vez que íbamos a pillar a Sandra, procurábamos, en vez de tocarla en la espalda o en el brazo o en otra parte, hacerlo en el culo. Carlos fue quien empezó pero al final, todos le dábamos en el culo, era tan evidente que, mi prima pronto se dio cuenta y empezó a tocarnos en nuestras partes cada vez que se la llevaba ella.

Nosotros, en vez de alegrarnos, y muy al contrario, nos enfadamos y dejamos de jugar. Nos fuimos a una arboleda y nos sentamos en un talud para merendar. Nos comimos los bocadillos hablando de fútbol, de chicas y coches.

Estábamos los cinco sentados en línea en el talud cuando, de pronto, Sandra se levantó, se puso frente a nosotros y nos inquirió:

- Sois unos caguetas. Unos niñatos. Lo dijo mirándonos a todos pero poniendo especial atención en mí.

- ¿Qué ha pasado antes? Que ya me he dado cuenta. Me estabais metiendo mano, y os habéis acojonado. Seguía hablando, tiesa y paseándose de un lado a otro, como el sargento que azuza a sus soldados. Estaba chuleándose ante mí, demostrándome lo… no se, moderna… o liberal… que era.

- ¿De que vas tía? Te lo estas inventando. Le decía Carlos, que era el más avispilla. – Si te metemos mano de verdad… ya verías tú.

- ¿Qué? Igual me iba yo a asustar de cuatro niñatos como vosotros.

Carlos se puso en pie y con arrogancia y envalentonado le dijo:

- ¡A que me saco la polla y te follo aquí mismo!

Hay que decir que Carlos no era ni mucho menos el mayor ni el mas desarrollado de los cuatro, tenia trece años y aparentaba… menos. Sandra no se asustaba, me miraba y se movía jactándose de su poderío, de la situación, en la que se sentía como una reina entre sus vasallos.

Con los brazos en jarras y la cabeza ladeada, se quedó un rato mirándonos, estudiándonos, dando emoción a sus palabras…

- Carlos, Oscar, Ángel, poneos de pie y bajaros los pantalones si os atrevéis. Y tu también. Dijo, mirándome a mí.

A Carlos le faltó tiempo para ponerse en pie de un salto y soltarse el pantalón. – Vale, si me la cascas. Le respondió con un brillo perverso en los ojos.

- Si me la enseñáis todos, os la casco.

Los pantalones de Carlos cayeron al suelo como accionados por un resorte. Oscar le siguió y Ángel, su hermano, no parecía tener ningún reparo porque se los bajó hasta los tobillos. Yo no iba a ser el único así que también me los bajé.

Nos pusimos los cuatro juntos, con los pantalones por el suelo y caras de emoción, agitados, Sandra se arrodilló frente a nosotros y empezó a meneárnosla, por riguroso orden, un ratito a cada uno.

Carlos era de esos que no se cortan y le dijo que se la chupara, así sin rodeos. Sandra lo pensó durante dos segundos y se la metió en la boca. Carlos nos miraba con cara de alucinado y al resto nos empezaron a temblar las piernas.

Sandra estaba frente a él, arrodillada, y le iba meneando el pene con la mano, dejaba de agitarlo, lo chupaba un rato y seguía zumbándole. El resto, íbamos cascándonosla al ritmo de ellos. De repente Carlos se apartó a un lado y terminó él mismo cascándosela y corriéndose. Oscar no esperó ni que terminara su amigo, se acercó y le puso el pito frente a la boca, ofrenda que Sandra no rechazó y degustó amablemente. Cuando iba a correrse también se apartó, pero tarde, y un chorro de esperma bañó la carita de Sandra. Imbecil, idiota y no se que mas le llamó mientras se limpiaba. – ¡Me has manchado!

Le tocó el turno a Ángel y no tuvo ningún problema en que su hermana le hiciera una mamada, ningún problema, es más, se reía y me decía – ¡Luego vas tú!, ¡Luego vas tú!

Por fin me tocó a mí. Sandra se acercó y me agarró el miembro con la mano, era con diferencia, el pene más grande de los cuatro y el más desarrollado. Tenía también dos años más que ellos, y eso, entonces, se notaba, marcaba la diferencia entre un pito, y una polla.

Sandra también se percató de la "pequeña" diferencia y en vez de metérselo en la boca como los otros, empezó a chuparlo, a lamerlo, y me miraba como seduciéndome, con vicio…. Me dijo que no le importaba que yo la manchara. Me lo repitió.

Intenté retenerme todo lo que pude, disfrutando de aquel momento maravilloso, pero al final sentí que explotaba, terminé en la boca de Sandra, llenándola de jugo….

Lo poco que quedaba de verano lo pasé con Sandra, en las eras, en el desván, en el pórtico de la iglesia por las noches….

Hace mas de diez años que no la veo pero me gustaría recordar viejos tiempos. Ahora vive en Madrid, tiene un cargo importante en las filas del pp, y ya a salido del pueblo, como ella quería. Sandra siempre se las arregla para conseguir lo que quiere.