TIERNA Y DULCE
Me encanta sodomizarla, y mientras le meto todo el churro, el troncho, me gusta darle cachetes en el culete, dejarle las nalgas bien coloradas.
Me gusta, me encanta la fricción en su agujero, sentir la dilatación subyugarse a mi polla, sacarla, extraerla en toda su longitud y disfrutar de la visión del boquete, de la perforación, del agujero que es como un molde de mi polla.
Ella es gorda y feúcha, con cara de cerdita, tiene la piel blanca rosada y firme como el cuero, tersa. Es caliente como una perra, escandalosa mientras folla, y saborea cada momento con lasciva pasión.
No me aburro de perforar su trasero, no me canso de cabalgar sobre sus nalgas como un jinete loco, y como un caballo desbocado ella se sacude convulsa y jadeante, bramando y gritando, pidiéndome más. Solícita de su ración de pepino. Y yo me follo por el culo a mi perra, a mi zorra, a mi puta privada. Rellenándola de embutido.
Me vuelvo loco, pierdo el control, y arremeto en sus carnes incrustándome en ella, haciendo arder su carne trémula, clavándome en ella hasta llenarla de leche, atiborrándola.
Me gusta abrirle el culo, darle unas nalgadas, observar su trasero grande y blanco como una luna llena y ver como chorrea el reguero de esperma. Me gusta introducir los dedos, hurgar en su agujero y sacar hasta la última gota. Luego mi cerdita me chupa los dedos y me chupa la polla hasta que queda reducida a un colgajo flácido.
Después dormimos juntos en la noche serena, placidamente, libres unidos en una dualidad que supera lo meramente físico.