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El sentido de la vida

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EL MONJE

El joven monje se sentó en una piedra en el borde del camino y allí permaneció, buscando el sentido de la vida.

Vio crecer la hierba y a los árboles perder sus hojas. Vio florecer las ramas después de las ultimas heladas y a los pájaros comer los frutos maduros.

Vio a la nieve cubrirlo todo con su inmaculado manto y vio preñarse el campo de flores y color y aroma y calor.

Y siguió pensando, meditando, buscando el sentido a la vida. Y vio pasar a las gentes y una y otra vez las cuatro estaciones, y siguió pensando, meditando, buscando sentido a la vida.

Pasó hambre, frío y calor. Pasó sed, cansancio y dolor. Pensó en el círculo, en la espiral, hizo algoritmos. Pensó en el alma, la energía, en el espíritu puro. Meditando, meditando, buscando sentido a la vida.

Un día se incorporó de la piedra sobre la que estaba sentado percatándose de que ya era un anciano, y supo, se percato, tuvo conciencia del sentido de la vida.

El sentido de la vida es vivirla, sin más. La vida no tiene un sentido, vivirla, es en sí mismo su cometido, su razón de ser, su acepción.

Y por ende, así somos, como vivimos. Y no somos más que lo que la vida que nos rodea nos hace ser.