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El loto negro

en Erotismo y Amor

EL LOTO NEGRO

En un lejano país, vivía una joven pareja de enamorados. Los dos eran ciegos, pero la carencia de ese sentido la suplían con el notable desarrollo de los otros sentidos. Sabían tocarse el uno al otro y verse con las manos. Sentían la presencia del otro por el aroma, por la respiración. Dentro de la casa se movían con precisión….

Una agradable mañana de primavera estaba Masao sentado a la puerta de su casa, fumando un cigarrillo mientras su mente vagaba por los caminos del bosque junto al riachuelo. Casi notaba la suave brisa en su rostro enmarañándole el cabello. Sintiendo el suave crujir de la hierba fresca bajo sus pies. Oyó pasos junto a él y alguien se sentó a su lado. Exhaló el humo y giro levemente la cabeza hacia ese lado. Esperó intrigado.

-Hola Masao, buena mañana, hace fresco pero es agradable ¿no?

No conocía la voz y le intimidó la familiaridad con la que le hablaba.

- Buenos días ¿nos conocemos? Interrogo.

-¿Conocernos? Jajjjajaja realmente ¿conocemos a los que creemos conocer? ¿Conoces a tu mujer? ¿Sabes lo que piensa? ¿Lo que siente? ¿Quien conoce a quien? Pero bueno, no nos han presentado si es a lo que te refieres. Me llamo Takasura, soy el hombre del trueque, el cambiavidas. Vengo a ofrecerte un trato.

- Dime… dijo Masao cada vez mas confuso.

- Se que eras uno de los mejores talladores de Jade hasta que aquel desgraciado día perdiste los dos ojos. Dijo con voz grave. Atiende ¿te gustaría recuperar la vista? Yo puedo hacerlo, para eso estoy aquí, solo tienes que pedírmelo.

Masao se mantuvo en silencio un rato.- ¿Qué estas diciendo? Dijo ligeramente alterado y mirándolo directamente al rostro.

- Es muy sencillo si quieres entenderlo. Solo tienes que pedírmelo y te devolveré la vista, así de simple.

- ¿Y que quieres a cambio? ¿Qué se supone que tengo que darte yo?

- Aquí no hay nada gratuito, todo tiene su precio y darte la visión es casi como darte otra vida, es algo grande, algo muy valioso. Sobre todo para ti, lo se. Solo quiero algo justo, algo de similar valor. Quiero la vida de tu mujer. Si tu aceptas el trato yo me quedo con tu mujer, será mía. Mañana vendré aquí a la misma hora y tú me darás tu respuesta. Si aceptas podrás verla durante un momento y luego ella simplemente morirá, sin sufrimientos, simplemente sentirá un mareo y se desvanecerá, así de simple. Hasta mañana Masao.

El tal Takasura desapareció tan sigilosamente como había aparecido. Masao se quedó pensativo, sorprendido y extrañamente emocionado. Seria maravilloso poder ver de nuevo… tenia tantos proyectos…. Pero no podía cambiar eso por la vida de Yoriko… ¿no? Por supuesto que no, no. Se avergonzó siquiera de pensarlo. La amaba tanto… y ella a él. Volver a ver… volver a ver. Su cabeza retumbaba. Si se lo pidiera, ella accedería gustosa. Se decía así mismo. Me ama tanto… más que a su propia vida. Cuando perdí los dos ojos ella estuvo conmigo todo el tiempo y ella misma se quemó sus propios ojos con sosa cáustica para sentir lo mismo que yo, para…

Al día siguiente Masao esperaba sentado a la puerta de su casa cuando llego Takasura. Ninguno de los dos dijo nada, Masao solamente negaba con la cabeza.

-Está bien, has tenido tu oportunidad. Dijo. Y se marchó.

El sol alcanzaba su cenit y Masao seguía sentado en su banco intentando analizar sus sentimientos, sus sensaciones. En absoluto arrepentido de su decisión y orgulloso de si mismo, del amor que profesaba a su querida Yoriko Oyó unos pasos que se detuvieron a su lado, era Yoriko, su esposa, pero permaneció quieta y en silencio. Masao iba a girarse extrañado.

-Masao!!! Dijo Yoriko repentinamente. Titubeó, ¡puedo verte!

 

- - - - - - - - -

 

-¿Ya esta?

- Si, dijo Sunneo. ¿No te gusta?

- Si, pero no se si lo entiendo. Bueno durmamos, mañana me lo explicas.

Se arroparon en sus lechos. Los dos hermanos dormían juntos y Sunneo siempre le contaba sus historias, cuentos y poemas a su hermano mayor aunque este no demostraba nunca mucho interés por ellos.

- Hasta mañana Takeshi

- Hasta mañana Sunneo.

 

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-¡Sunneo! Levántate, ya esta amaneciendo, tu hermano y yo iremos pronto al mercado.

–Ya voy- contesto con energía. Se incorporo en la cama y se froto la cara. Se vistió y salió fuera de la casa. Orinó copiosamente y se lavo la cara en la fresca agua del fregadero del patio.

Takeshi estaba haciendo fuego para calentar agua...

Sunneo se sentó a la mesa junto a su padre…

-Llegaremos antes del anochecer, cuida la casa Sunneo. Y termina de una vez de meter toda la leña en el cobertizo.

Cargaron la yunta de bueyes con los productos que querían vender en el mercado y partieron hacia el pueblo.

Sunneo estaba cortando leña cuando oyó ladrar al perro. Se acerco al camino y vio una carreta tirada por un pequeño caballo...

- Hola, buenos días joven, ¿esta tu madre? Vendo té y hierbas de sanar.

- No, mi madre... no esta. Pero te comprare un poco de té negro. Ambos entraron en el carro y ella comenzó a buscar entre las cajitas de madera. Entre los incontables aromas que saturaban el interior del carro, Sunneo creyó adivinar el aroma de la muchacha. Su olor era intenso, fuerte, pero con el delicioso perfume de una hembra vigorosa.

-¿Puedo ofrecerte un té? Tengo agua caliente, yo mismo iba a tomar uno ahora. Dijo ansioso, intentando retenerla. No pasaba mucha gente por allí y se agradecía la compañía.

-¿Cómo te llamas? Yo soy Sunneo.

-y yo Sakura jovencito y sí, me gustaría tomar un té contigo. Dijo. Y le brindó una sonrisa encantadora que Sunneo devolvió elevando las comisuras hasta casi las orejas.

Se sentaron a la puerta de la casa, sorbiendo el humeante té, disfrutando de cada trago y de la agradable compañía.

-Está delicioso, dijo ella.

-Si, es un placer.

-¿Un placer? Pregunto Sakura.

-Bueno... que estoy disfrutando del té. Dijo él, entrecortado.

-¿Disfrutando del placer?

-Bueno... si, el placer es dar y recibir. Dijo Sunneo, llevando la conversación a un terreno en el que solía desenvolverse con habilidad.

-¿Pero como disfrutas mas? ¿Dando o recibiendo placer?

-Nadie puede negar que disfrute recibiendo placer, pero a mí me gusta darlo.

-¿Si? O el hecho de dar placer, lejos de ser un acto de entrega a la otra persona, no es mas que el darse placer a uno mismo. Pero en vez de hacerlo de una manera meramente física, el placer viene de la parte del orgullo, del hecho de pensar; soy un dador de placer, soy un macho, un poderoso semental…. Puede que no sea más que para alimentar la autoestima, el ego, en definitiva ese complejo de inferioridad de muchos hombres.

-No sé, jajjjaja, puede ser. Dijo Sunneo, mirando los ojos negros de Sakura. Tal vez tengas razón, soy una persona muy insegura. Pero siempre estoy dispuesto a dar placer...

Jajjajaajaaajaj rió sonoramente Sakura.

-Y yo a recibirlo...

Sunneo la miraba con dulzura, con esa mirada apasionada, que permite ver y soñar a la vez. Y mientras miraba absorto la luminosidad de su rostro, su mente se inundaba de sensaciones, porque se puede soñar con imágenes y se puede soñar con sentimientos, sensaciones que te embargan y te elevan...

-¿porque me miras así? Espetó Sakura, con un aire aparentemente molesto.

-Por nada. Sin más. Dijo Sunneo y le brindo una cálida sonrisa mientras le cogía la mano.

–Sin más, sin más, farfullo Sakura sonriendo con una mueca.

-porque me gustas….

Sunneo se adelanto para besarla y la boca de Sakura vino a su encuentro. Sus labios se tocaron y el cálido contacto hizo que ambos se estremecieran. Con las bocas semiabiertas, sus labios se unían como en un abrazo, llenando de jugo sus bocas, enfatizando la tibieza del contacto con los aromas de sus bocas, sus lenguas se agitaban lentamente, con sabida parsimonia entre los labios del otro y el entorno parecía girar sobre ellos.

Sunneo había tenido varias relaciones anteriores, pero con Sakura el sentido de la atracción había adquirido nuevos matices, el ambiente rezumaba pasión. Hasta la más tenue caricia estaba cargada de un cúmulo de sensaciones que su mente parecía perder la consciencia y todo su ser se suspendía en levitación, como en otra dimensión, sin poder pensar, sin poder razonar, simplemente sentir, sentir.

Sus manos tocaban inquietas, intensamente, palpando cada zona de piel desnuda, acariciándose el cabello, adivinando bajo las ropas, los rincones más íntimos. Las curtidas manos de Sunneo se transformaban en sensibles órganos táctiles que a cada caricia, allá por donde sus manos la tocaban la sacudían estertores y su piel adquiría una inusitada sensibilidad. Ambos se abrazaban, sincronizados, enlazados como en un baile de serpientes, se agitaban, buscándose las bocas, dejándose morder, jadeando, sin esperar dar o recibir, solo dejándose llevar, subiendo el ritmo de sus ataques y sus deleites, elevándose a un nivel donde el dolor y el placer se confunden.

Sakura lo empujo suavemente y se coloco sobre él, le subió la camisa, le beso en el ombligo, lo rodeo con su lengua, bajando hacia las ingles y recorriendo su piel hasta el pecho, mordisqueando sus pezones. Lo mordió. Sunneo jadeaba y exhalaba hiperventilandose, se le iba la cabeza, mordió con tal fuerza que dejo su dentadura marcada, como una doble areola. Ahhhhhhh gritó Sunneo frotándose el pezón. Sakura seguía lamiendo su torso lampiño, bajando hacia la ingle y provocando en Sunneo un vértigo aterrador. Le soltó el cordón del pantalón y mordió suave pero intensamente su miembro por encima de la ropa interior, sacó su aturdido miembro y lo beso, lo recorrió con su lengua, succiono su tímida cabecilla que comenzaba a tomar fuerza y alzarse ante su hembra.

Sunneo le acariciaba el cabello, presionando con distraída intención su cabeza, manteniéndola en intenso contacto, marcando el ritmo. Deslizó su mano por la espalda de Sakura subiendo hacia las nalgas que mantenía en pompa, apoyadas sobre las pantorrillas y mientras acariciaba la hendidura de sus nalgas, como un resorte, se elevo su trasero permitiendo el acceso a su íntimo valle encantado, encantador. Sunneo recorría la hendidura tibia y palpitante de sus carnosas nalgas, la aspereza de su vello se interrumpió bruscamente con la cálida, ardiente, húmeda cavidad que parecía absorber la mano de Sunneo. El contacto con su órgano vital hizo que a Sunneo le recorriera un relámpago desde el estomago hasta estallarle en la cabeza. Jadeó entre sacudidas y espasmos, introdujo los dedos en el tibio caldo de su amada que parecía abrirse para él, succionando, invitándolo a pasar. Por un momento Sakura levanto la cabeza, gimió levemente y volvió a centrarse en la succión, en su deleite. La respiración de ambos comenzaba a acelerarse y sus gemidos se hacían más graves y sonoros, más profundos e intensos. Sakura aspiraba, lamía, y mordisqueaba encelada, recorriendo con su boca toda la extensión del miembro de Sunneo que palpitaba, erguido, terso, latiendo con pasión. La mano de este, hurgaba en la abertura del amor, en la sensual boca de las entrañas de Sakura que, parecía tener cabida para todo su ser.

Sunneo siempre hacia referencia a las prietas vaginas de las doncellas, pero la amplitud del sexo de Sakura lejos de resultarle inapropiado, lo excitaba como nunca lo hubiera imaginado y mucho menos sentido anteriormente.

–Fóllame ya- exclamó Sakura con ímpetu y girándose sobre él.

-No, fóllame tú- dijo Sunneo, y sacando la mano de su vagina la agarro con fuerza y la coloco sobre él.

Sunneo tenía ya dieciséis años, era el pequeño de tres hermanos, vivía con su hermano y su padre. Sakura había cumplido ya los treinta, era una hermosa joven de piel blanca y pelo negro como los cuervos.

Todo transcurrió deprisa, Sakura cogió el turgente miembro y lo inserto con habilidad en su ansiosa cavidad, cerro sus muslos aprisionando a su inquilino y se echó hacia atrás arqueando su espalda hasta casi tocar el suelo con la cabeza. La piel de su vientre se tensó, firme y elástica como la cuerda de un arco. Sunneo sintió un ardor que le recorría el cuerpo. El vientre terso de Sakura, contorsionado, marcaba toda la belleza de su anatomía. Desde su monte piloso, decorado en forma de flor de loto, ascendía marcada su hendidura abdominal horadada con sensualidad por el ombligo, desarrollando un tórax tan perfectamente esculpido que... y culminando la indescriptible visión, los turgentes pechos de Sakura se recortaban en el horizonte, pletóricos, desafiantes, inalcanzables...

Antes de que Sakura comenzara a incorporarse, la simple calidez de sus nalgas sobre los muslos de Sunneo, hizo que este la inundara con su semilla. Se tumbaron y se acurrucaron en un cálido abrazo, besándose con tierna pasión, disfrutando del deleite de los besos más densos, pastosos casi, sentidos con la intensidad sosegada que produce la calma después de la tormenta.

Los besos fueron tomando fuerza, alimentando la pasión, como la llama que renace de la ardiente brasa. Las caricias comenzaron como roces desganados que fueron elevando su intensidad y acelerando sus sinuosos movimientos, entrelazándose, buscándose... Sunneo sintió como su propia semilla brotaba y se derramaba entre los labios y el vello de su amada mientras lamía con fervor todos sus más íntimos rincones, mezclando como en el plato de un gran gourmet los sabores intensos de los fluidos de ambos.

-Sunneo ¿no querías darme placer? Pues hazlo…

Sakura se tumbó boca abajo, contoneándose en el lecho como una serpiente herida, frotándose como una gata en celo, sumisa y accesible, invitándolo a tomarla, a saciarla, a colmarla de su ardor. Sunneo la observaba arrodillado sobre ella, deseándola, admirándola, enamorándose de sus nalgas enredado en la dicotomía de besarla o morderla, de acariciar sus carnes tibias o agarrarla clavando los dedos, de amarla y devorarla toda entera. Se dejo caer y hundió la cara entre sus nalgas, inhalando el aroma de su hembra, incrustándose en sus carnes, formando parte de ella. La tomó por detrás en su húmeda oquedad, arremetiendo con ímpetu, alentado en cada empuje por los jadeos de Sakura. La cogió por la cintura con un brazo, alzando su trasero y cabalgando sobre ella. Sunneo seguía empujando aferrado a sus nalgas, amasando sus deliciosas carnes, separando sus glúteos y observando como su miembro entraba y salía de ella. Se sentía poderoso, dominando la situación. En un momento dado se detuvo, presionando, manteniendo clavado su órgano, saturando la cavidad con redundancia. Lentamente deslizó hacia fuera el turgente miembro hasta sacarlo en toda su extensión, lo cogió con la mano y comenzó a restregarlo por el surco entre las nalgas, acariciando la vulva, deslizándose de abajo a arriba por toda la hendidura, subiendo, bajando, se detuvo junto al ano, rodeándolo, estimulándolo, sopesando su acceso. Entreabrió ligeramente la boca y dejo caer un chorrito de saliva sobre el ojal de sus nalgas, humedeció la punta del miembro en él y empujó. Lo notó prieto, siguió presionando y sintió como se distendía para recibirlo. Sunneo entro con calma, lentamente, horadando el delicado orificio con una deliciosa sensación de calidez.

El orgasmo es un estallido, una liberación de la tensión producida por la excitación, pero la sensación producida por el ligero vaivén de la penetración junto con la indescriptible sensación de calidez, de mimetismo sensorial, de unión extraña o intraña o interna o … como si el pene se descarnara en cada deslizamiento por sus entrañas, desprendiéndose de la piel como una serpiente erótica, mostrando sus carnes vivas al servicio del placer, al vicio prohibido del placer mas intenso, intimo y desgarrador que jamás hubo sentido. Era otra cosa, no, no era lo mismo, no quería parar, quería mantenerse en ese estado eternamente, para siempre, manteniendo el ritmo y haciendo que su cerebro se inundara de sensaciones, anestesiado, perplejo, mandando ordenes de gozo a todo su cuerpo. Pero cuanto más avanzaba en su deleite más se acerca al final de su éxtasis, como un suicida en el viaje aéreo desde un precipicio. El intenso jadeo, los gemidos y el sollozo entrecortado por las exclamaciones de Sakura en pleno orgasmo, implosionando en sus carnes y hacia adentro, sacudió el hipersensibilizado miembro de Sunneo abrazándolo en sus contracciones y no pudo retenerse, se dejó llevar por el ardor que recorría su miembro, sintiendo como surgía de su interior el fluido espermático, sintiendo una quemazón por todo el recorrido del conducto hasta su glande y brotando con una furia descomunal al exterior. Los dos gritaron al unísono liberando la tensión que estallaba a borbotones, sacudidos por las contracciones involuntarias que los hacían temblar y sacudirse sin voluntad. Se desplomaron y quedaron tendidos en el lecho, jadeantes, se miraron.

– Guauuu, dijo Sakura, y rieron a carcajadas desganadas, tomando aire con esfuerzo y empapados en el sudor de ambos.

Sakura se quedo mirando a Sunneo que descansaba placidamente tumbado boca arriba en el suelo de madera, con una respiración profunda y calmada. Le acaricio el rostro y comenzó a besarlo suavemente en las mejillas, los parpados, los labios, recorriendo sus facciones con besos tiernos de la cara interna de sus labios. Sunneo se unió a sus besos y parecían sorberse el uno al otro, ansiosos, ávidos de sus bocas, disfrutando más de ser besados que de besar.

-OH, eres delicioso Sunneo, que bien besas...

-¿Yo? Tú eres la que besas... tan bien.

-Jajajjajaaaajjaja! No, yo solo me dejo llevar.

-Sakura, ¿quieres que te recite algo?

-¿Ahora? Si… vale.

Sunneo se incorporo, quedándose de rodillas, se cubrió la cara con sus manos y aspiro el aroma de Sakura que impregnaba su rostro y sus manos. Cerro los ojos y dejo que el perfume de Sakura abriera sus sentidos y su boca comenzó, como un torrente, a expresar sensaciones y tan solo las palabras, hacían estremecerse a Sakura.

<< Maestría en los besos... >> ¿puede empezar así?

-Sigue Sunneo, deléitame.

Maestría en los besos, placer de ser besado,

Carnosos tus labios, dulces y salados

Besos de fuego, besos de tierna pasión,

Besos que arrancan, suspiros al alma.

Besos que me apartan del mundo real,

Besos que me embriagan de tu cálido aroma,

Besos que besan, que muerden, que chupan,

Besos que te arrancan trocitos de brasas.

Labios que saben a sal y miel,

Labios que saben hacerme arder.

Amante y amada, boca cálida,

Haz que me sienta arrastrado a tu llama.

Y ahora no te vayas, no me dejes sin nada,

Que después de probarte, no sentiré ya nada.

Ahora estoy triste, anhelando tu presencia,

Absorbiendo con pasión, casi con sagrada devoción,

Los resquicios de tu aroma...

Que retengo en mis manos y emana de mis labios.

Este olor que me embriaga, este aroma que me asola

Que me aflige cuando inhalo, porque siento que se agota.

Tierna piel de tacto sublime, de sedas y angorinas,

Piel dorada y aromática, que me pide ser besada,

Y que siento cuando beso, que te estoy robando el alma

Y este aroma... que es esencia de la vida.

Mas me llena de desgracia...

Por saber ahora lo que pierdo, si te pierdo.

-¿Te vas a ir? Pregunto Sunneo con tristeza.

-Sí.

-¿Te volveré a ver?

-No.

 

 

- - - - - - - - -

 

 

La mañana era fría y se agradecía la calidez de los difusos rayos de sol que atravesaban los agitados nubarrones, grandes y densos. Sunneo estaba cortando leña.

Takeshi llegó sigiloso, y sin mediar palabra se sacó el miembro y lo coloco en el tocón donde Sunneo cortaba la leña.

- Corta, que total para lo que la uso. Dijo simulando aflicción y solemnidad. Sunneo levantó los brazos y el hacha silbó cortando el aire antes de clavarse en el tocón. Takeshi se aparto bruscamente de un salto y ambos se quedaron mirándose, boquiabiertos, atónitos. Sobre el tocón, el hacha y un trozo de carne inerte.

- Sunneo! Exclamo Takeshi, mas afligido que dolorido. De entre las manos que mantenía cubriendo las ingles fluía la sangre copiosamente.

- Sunneo! estas loco?? Volvió a exclamar. Ahora ya mas afectado por el dolor. Sunneo permanecía inmóvil, perplejo, contemplando la porción de pene que se hallaba junto al filo del hacha. Agarro esta por el mango, la saco del tocón, la dejo caer al suelo y contemplo aun más atónito el trocito de carne sobre el pedestal de madera. Takeshi vio entonces su amputado trozo, aparto las manos un instante y contemplo el muñón que colgaba ensangrentado.

- Nooo!!! Gimió, y se dejo caer al suelo retorciéndose de dolor y desasosiego. -Si me la has cortado casi entera. Sollozó apesadumbrado.

- Pensaba que ibas a quitarla, Dios, …

- Nooooo… ay, ay, ay!

- Vamos a coserlo. Sentencio Sunneo con aplomo.

Sunneo entro en la casa y buscó el cajón de la costura. Cogió unos trapos, una jarra de agua, una botella de sake y salió corriendo hacia su hermano.

- Toma bebe, dale un buen trago y relájate. Y por tu bien, no te muevas mucho.

Takeshi seguía retorciéndose agarrándose a sus partes pudendas. Le arrimó la botella a la boca y le hizo beber varios tragos de sake. Él mismo también bebió con afán.

- Atiende. Haz caso. Túmbate boca arriba y mete las manos debajo de tu inquieto culo. Si te duele, clávate las uñas en las nalgas pero por lo que más quieras, no te muevas.

Sunneo se arrodillo a su lado y preparó todo el material, le bajó el pantalón hasta casi las rodillas y le cubrió la entrepierna con paños húmedos. Tomó la botella de sake y bebieron ambos hasta terminarla. Enhebró la aguja y se la puso en la boca, cogió el trozo de pene y lo lavó con agua, el corte era limpio, seria fácil coserlo. Al cogerlo lo sintió frió e inconsistente y le resulto extremadamente desagradable pero no mostró aprensión y lo manejó con toda la naturalidad de la que pudo hacer acopio. Juntó los dos trozos, calculó la posición correcta y dio la primera puntada. Primero atravesó el hilo por la fina piel del trozo amputado y luego hizo lo mismo con la piel del borde del pene. Tiró suavemente de la aguja hasta juntar las dos porciones viriles y anudó el hilo. Dio otra puntada, esta vez en la parte inferior y otras dos a los lados, dejando así sujeto el miembro en su posición. Constantemente iba limpiando la sangre que manaba, densa y caliente y que rápidamente se secaba en sus manos dejándolas ásperas y oscuras. Solo la yemas de los dedos, en constante contacto con la sangre fresca se mantenían limpias. Entró de nuevo en la casa y trajo mas sake, uno y otro bebieron y se relajaron un poco. La cosa parecía ir relativamente bien.

- Oye! Takeshi, ahora parece mas larga. Jajajjja.

- No me jodas y acaba de una vez. Me estoy mareando.

-Tranquilo hermano, eso es el sake. Jajajaaaj

Cogió de nuevo la aguja y el hilo acartonado por la sangre seca e iba a comenzar a dar otra puntada cuando se percato de que el pene seguía estando en dos partes aunque hubiera cosido la piel, pues ésta no sujetaba la parte interior, que permanecía suelta.

- Takeshi… hay un pequeño problema. Tengo que soltarlo de nuevo y coser primero el interior y luego la piel sino…

- Haz lo que tengas que hacer, pero ya! No quiero ser un eunuco.

Con un cuchillo cortó los cuatro puntos y separo el trozo, lo limpio en agua y volvió la piel hacia la punta. Takeshi bebió un largo trago de sake y Sunneo hizo lo mismo, termino la botella y la dejó junto a la otra.

- Siempre tengo lo mismo el la cabeza. Dijo conteniendo la risa. Takeshi lo miró y se encendió de cólera. Sunneo se había pegado el trozo de pene en la frente y lo miraba bizqueando los ojos.

- Joder! Intentó levantarse y un dolor agudo hizo que se tumbara de nuevo. –Te mato cabron. Exclamo entre dientes.

- jajjajjaa, soy el unicornio del amor.

- Maldito seas, Sunneo… por favor…

-Es para quitarle hierro al asunto, relájate. Jajjajaaj jaja jjjaaa. Estalló de nuevo. – No disimules Takeshi, si te estas partiendo la cola jajjajjjajaj

- Me estas tocando el miembro. Jejjjee. Rió sin gracia su chiste.

-jajjjaj así hermano con alegría, lo mejor para una pronta recuperación es un buen estado animo.

Comenzó como antes dando cuatro puntos, arriba, abajo y a los lados. Luego fue intercalando más puntos sobre los anteriores. Cuando hubo terminado con el cuerpo del pene, volvió las pieles y comenzó a coser éstas de la misma forma. Uniendo las pieles por su parte descarnada. Terminó el trabajo y fue a por más sake.

- ¡Idiota! , ¡Idiota! Gritó Takeshi, - Me has cosido el capullo al revés.

Desde dentro de la casa sonó un estallido de risa contenido.

 

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Un gigante oso hormiguero merodeaba por los pastizales con su andar bamboleante. Con la nariz pegada al suelo y una desagradable lengua que entraba y salía constantemente de su boca. Llegó a la entrada de un hormiguero y comenzó a sorber hormigas con avidez. Introducía su lengua por el orificio del montoncito de tierra y la recogía en su boca infestada de estúpidas hormigas que se aferraban a su desagradable apéndice bucal. Repentinamente levanto la cabeza y dilató sus fosas nasales capturando las partículas aromáticas que traía el aire. Se giró bruscamente y comenzó a andar airoso, con brío, incluso con cierto donaire. Se dio de bruces con una osa hormiguera, le olió brevemente el culo, frunció el hocico y sin mas dilaciones la montó. Se aferró con sus garras a los costados de la hembra y comenzó a dar torpes envites sobre ella. La osa permanecía inmóvil, o más que inmóvil, impasible, como si la cosa no fuera con ella. El oso seguía empujando, intentando acertar en el lugar apropiado. Tenía todavía el hocico lleno de hormigas que le recorrían la comisura labial y sacaba y metía lentamente la lengua de la boca, pero no para capturarlas sino para afinar su puntería. La osa hormiguera, que parecía disecada, soltó de pronto una flatulencia. No tan de pronto, porque fue lenta y densa. El macho se asusto y bajo de su lomo. La osa hormiguera comenzó a andar tranquilamente y se perdió en el horizonte. El oso permanecía absorto, mirando sus dulces andares. O a él se lo parecerían. Estaba mirando al vació, con el morro lleno de tierra y hormigas que correteaban agitadas. Una o varias le mordieron y se rascó el hocico con una garra.

Se despertó, lentamente fue haciéndose consciente de la realidad y se olvidó del oso. Estaba empapado en sudor, le ardía todo el cuerpo y tenía un tremendo dolor en la entrepierna. Intentó incorporarse pero no pudo, le dolía todo. Poco a poco y gimiendo de dolor pudo ponerse de pie, se apoyó en la pared y caminó hasta la ventana. Estaba amaneciendo. Se soltó el pantalón y se miró el pene. Estaba grande, gordo, hinchado y morado. Le dolía solo de mirarlo. Se tocó el capullo y estaba duro y frío. Estaba a punto de echarse a llorar pero un sudor frió le recorrió la espalda. Se estaba meando.

Sudando, mareado y con un gran esfuerzo logro salir afuera. Se bajó el pantalón y sacó el dolorido miembro para orinar. Relajó el esfínter y notó como descendía frenética e incontenible la orina, fluía por su interior como un torrente, llego al miembro y el ardor se transformo en escozor. Notó como de repente se retuvo, bruscamente, y parecía que el pene se le hinchaba a punto de explotar. Las costras de la herida crujieron y la orina salio al exterior en un estallido salpicándolo todo. Se meó encima, en las manos, la ropa, todo él era un charco de inmundicia. Aún con el dolor y el escozor notó un gran alivio al descargar todo aquel líquido retenido. Se miró el pito y sollozó, parecía una regadera. De su pene salían no menos de seis chorros, uno en cada dirección.

 

 

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Un año después.

Habían terminado de comer y Sunneo estaba recogiendo la mesa. Recordó a su madre, era una imagen difusa. Intentaba ver su rostro pero no podía. Hacía diez años que ella faltaba y aunque el tiempo pasaba lentamente no parecía que hubieran pasado tantos años.

-Sunneo, esta tarde iremos al pueblo. Dijo su padre recostado sobre la mesa. – Tenemos que comprar arroz, harina y algunas especias. Y a lo mejor pasamos allí la noche.

- Bien!! Dijo Sunneo emocionado. - Padre, duerma un poco ahora mientras yo recojo la cocina.

Como una exhalación Sunneo recogió todo, se lavó y se vistió con sus mejores atuendos.

Caminaron airosos por el camino y por algunos senderos atajando la distancia que los separaba del pueblo. En menos de dos horas llegaron a la calle principal y se mezclaron entre los aldeanos. Entraron a una taberna, La Tortuga Roja, un antro oscuro y desierto. Había dos hombres en una mesa bebiendo sake. Los miraron con descaro, hicieron algún comentario y rieron socarronamente mientras se servían más sake. Se sentaron en el mostrador y esperaron, no había nadie para atender, esperaron. El mostrador estaba sucio y olía a rancio, dos moscas se disputaban un trozo de algo viscoso, otra se chupaba las patas y se frotaba la cabeza…

- Aquí huele a puerco. Dijo uno de los hombres de la mesa.

- Si, me está revolviendo las tripas tanto hedor. Se unió el otro tipejo.

- Eh amigos, aquí ya olía a mierda cuando hemos entrado. Dijo Sunneo girándose y mirándolos desafiante. – ¿Alguno de vosotros se ha cagado o esta pestilencia proviene de vuestras bocas? Si la mugre que os cubre os permite despegaros de vuestros asientos…

- Uuuu, que miedo, nos ha salido valiente el muchachito. Se burló el más corpulento.

- Déjalo, estos son de los que dan problemas. Dijo el otro. Y siguieron bebiendo.

Se abrió una cortina dentro del mostrador y apareció una vieja desdentada, diminuta y flaca como un perro.

- ¿Que desean los señores? Dijo amablemente mientras se frotaba las manos y les brindaba una calida sonrisa que mostraba toda su dentición, que constaba de una pieza bronceada por el tiempo.

- Dos vasos de té y un sake.

-Enseguida caballeros.

La anciana se tomo su tiempo y les sirvió las bebidas. No hablaron mucho, es mas, no se dijeron nada. En un momento dado Naroto se dirigió a la puerta y Sunneo lo siguió. Los hombres de la mesa ya se habían marchado.

-Adiós caballeros. Dijo la anciana dejando escapar el aire entre sus dientes. Diente.

Sunneo le sonrió y asintió con la cabeza. Salieron fuera y allí estaban los dos hombres en actitud amenazante. No eran gran cosa, pero tenían caras melladas y mirada mezquina, taimados. Naroto, que era un hombre corpulento y fuerte detuvo con una mano a su hijo y levantando la otra en actitud tranquilizadora se dirigió hacia ellos. De un revés con el dorso de la mano tumbó al de su derecha y seguido le soltó un puñetazo al otro, como un cañonazo, arruinándole la nariz y la boca. Se giró de nuevo sobre el primero e hizo lo propio.

Una pequeña multitud se amontonó entorno a ellos. Los truhanes se agarraban sus narices chorreantes y permanecían con cautela tirados en el suelo, consolándose con no recibir otra buena tanda de palos. A través del gentío Sunneo vio una pequeña carreta tirada por un caballo y el corazón le dio un vuelco. Se hizo paso entre la gente y logro alcanzar la carreta. Tirando de las riendas iba una pálida muchacha vestida de negro.

- Sakura! Exclamo, y no dijo más.

- Yo tampoco te he olvidado… ni por un día, y no dijo más.

Sakura detuvo la carreta, Sunneo apoyo su mano en la grupa del caballo y lo acaricio lentamente mientras miraba a Sakura, intensamente, con ansia, deleitándose con su rostro. Ella lo miraba con intensidad, con una sonrisa y en silencio, sin estropear con palabras ese momento, reubicando en sus recuerdos el rostro que en las noches mas tristes se le antojaba borroso. Ambos se miraban absortos, fijando sus ojos en el sensual triangulo que forman los ojos con la boca. El cristalino brillo de los ojos intimida, es una parte extraña de nuestro cuerpo, por su textura, porque cuando miramos, nosotros mismos nos vemos observados, una mirada siempre es intensa, incluso la nuestra frente a un espejo. Sus ojos se miraban con avidez, diciéndose con la mirada lo que no decían con palabras, transmitiendo y preguntando a la vez estudiándose, deseándose…

- Sunneo!!! Grito su padre de lejos

- Espérame aquí, no te vayas, no te muevas. Dijo, y salio corriendo como alma en pena. Se detuvo un momento y le gritó – No te puedes imaginar lo que te he echado de menos.

- Creo que si. Y le brindó una sonrisa que hizo que Sunneo sintiera vértigo.

Corrió hasta su padre que lo esperaba conversando con un grupo de aldeanos

- Padre voy a dar una vuelta luego vendré a la pensión a dormir…

Giró en redondo y salio corriendo a buscar a Sakura.

-A donde crees que vas Macaco, ven aquí y ayúdame… (*)

 

No vio el carromato…

-Le he dicho que me espere aquí. Se dijo y siguió mirando entre la gente. A lo mejor ha ido a dejar el carro y viene ahora caminando. Claro, tendrá que soltar el caballo… tengo tantas cosas que contarle… tenia el corazón en vilo y el estomago… como encogido,

-Pues ya esta tardando, a ver si le ha pasado algo,(*) igual esta en otro sitio y se ha confundido. Corrió por las calles buscándola nervioso, creyendo verla a cada momento. Al rato se pregunto si no estaría ella esperándola en el lugar mientras él buscaba entre las calles. Corrió al lugar de encuentro y tampoco estaba. Se estaba poniendo nervioso, - y si ha venido y no me ha visto? No, se ha marchado. Exclamó. Se ha marchado. Y salio corriendo hacia el camino del río. Pasó dos callejuelas corriendo entre el gentío y al salir del núcleo urbano vio la carreta a lo lejos que pasaba sobre el puente. Se detuvo, apoyó las manos sobre las rodillas y tomó aire. Corrió de nuevo hasta la carreta y se quedo mirando a Sakura, interrogante, sorprendido. Ella lo miró con naturalidad, casi cordial, y sonriendo le dijo- ¿Qué haces?

-¿que hago? Le increpó Sunneo. Qué haces tú ¿no te había dicho que me esperaras en la plaza?

-ya lo sabes, me voy.

-no puedes irte.

-si que puedo

-no quiero que te vayas

-ni yo, pero tengo que irme. Tú no lo entiendes.

-no, de verdad que no. Para el carro, para!!! Y cogió al caballo por el bocado y sacó el carro del camino. Subió a la "carlinga" y se sentó junto a Sakura. –no lo entiendes. Has cambiado mi vida, no puedes irte así sin más. Me lo debes.

-jajjajaa si que puedo irme, y yo, no te debo nada.

-¿puedo besarte?

Sakura bajo del carro de un salto y se quedó mirándolo con los brazos en jarras. Sunneo la miró perplejo, admirado, embrujado con la belleza de aquella mujer increíble. Se llenó de emoción y sintió ganas de aplaudir ante aquel alarde de sensualidad, de belleza natural que lo cautivaba. Se limito a sonreír y siguió contemplándola, admirándola, elevándola a la categoría de diosa.

Sakura era una mujer guapa, pero más que la simple belleza de su rostro eran sus facciones, la sensualidad de cada parte de su rostro; nariz, boca, ojos pómulos… todos ellos no estaban simplemente bien hechos y colocados simétricamente en un rostro hermoso sino que la ubicación de cada rasgo estaba estudiada y meditada, formando entre todos ellos una suerte de conjuro mágico que encandilaban a quien la miraba y se veía atrapado por su irracional sensualidad primigenia, arcaica, biológica. Y no solo su rostro, toda ella desprendía una inusual sensualidad, ineludible, inevitable, in…, cautivadora. Su torso, su cintura, incluso su caja torácica, su costillar… invitaban a tocar, a acariciar, a seguir todo su contorno anatómico, viendo con la palma de la mano lo que sienten los ojos. Deleitándose en la perfección de su topografía. Despertando en Sunneo la vena artística y como antaño hicieran nuestros antepasados en las cuevas con mujeres parecidas, que se veían arrastrados a pintarlas y elevarlas a la categoría de diosas, de adjudicarles el don de la gran madre tierra. Y como aquellos, deseaba pintarla, moldearla en barro, esculpirla en jade, en marfil… y sobre todo… en su imaginación. Trabajando con las manos el cuerpo inalcanzable, intentando atrapar en esas figurillas la esencia perturbadora de la piel de Sakura.

Por debajo de su ligera cintura se extendían sus poderosas caderas, majestuosas, abundantes. De nalgas redondeadas y carnosas. Sus muslos se mostraban sensuales, femeninos, poderosos como los pilares de la madre tierra. Sus pies eran pequeños y sabrosos, bonitos, de delicada textura y tan sensuales como lo podía ser…

No lo he dicho pero lo realmente impresionante eran sus ojos, cada mirada era una provocación. Si alguien osara hacer una talla de ella habría de ser de marfil, con dos esmeraldas en los ojos.

 

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Ambos se hallaban en pie, mirándose, deseosos, incontenibles… comenzaron a besarse, a sorberse las bocas, con ansia, con deseo desesperado, como si les fuera la vida en ello, excitándose en una aceleración constante, vertiginosa… Sunneo acariciaba el rostro de Sakura, mas que acariciarlo lo amasaba entre sus manos, lo abarcaba poseído, lo sostenía como un sabroso manjar que devoraba con avidez desesperada… Con el control de la cabeza en sus manos empujó hacia abajo, le indicó la dirección que Sakura se resistía a tomar, no porque no lo deseara más que él incluso sino porque la excitaba sobre manera que él la guiara tan directamente, con esa decisión casi impertinente, segura…. Forcejeaba negándose a seguir el juego, obligándole a ser más contundente. -Dime… dime lo que quieres…. De repente cedió a la presión y descendió directa a la orilla del vicio. Sunneo sintió un vaivén demoledor, un atronador zarandeo en su estomago… Sakura, de rodillas a los pies de Sunneo, le soltó el pantalón y lo dejo caer, apoyo las manos en las caderas de Sunneo y se introdujo el miembro de este en la boca, sin miramientos, como engulléndolo, hasta dentro, sorbiendo, succionando, mamando. Sunneo se deshizo del pantalón levantando ligeramente una pierna y otra, las separó y controlando la cabeza de Sakura indicó, dirigió, llevó la boca, la boca succionadora hacia la zona entre sus piernas. La boca calida, húmeda y agitada. Sunneo se agarro el miembro y comenzó a batirlo enérgicamente mientras Sakura lamía ferviente su entrepierna, sus íntimos rincones, ambiguas zonas de placer intenso, vertiginoso, extraño…. A ratos detenía su rítmico zumba, zumba, conteniendo la erupción y presionando la cabeza de Sakura contra su… viendo su miembro, hinchado y con las venas dilatadas, a punto de estallar…. La cogió por la nuca, agarrándola de los pelos y la alzó hasta su miembro, sujetándole la cabeza le introdujo este en la boca y comenzó a embestir en ella, amamantándola. Sunneo sintió imparable su ardor interno y apoyando una mano en la frente de Sakura la inclinó hacia atrás, se agarró el miembro y lo sacudió febril frente a la boca de Sakura, esta permaneció quieta, intrigada, a la espera, con la boca semiabierta… zumba, zumba, zumba… Sakura sitio un remolino en el estomago, como una bandada de pájaros que levantan el vuelo. Se entregó a lo inminente y ambos se miraron cómplices, curiosos…. Erupción y estallido, la boca de Sakura se llenó del jugo de la fruta dorada y salpico todo su rostro. Sintió en su cara la descarga acuosa, cálida y ardiente… Introdujo entonces el miembro en la boca y siguió chupando. Sunneo gemía, jadeaba y gritaba como si lo estuvieran torturando. Sintió debilidad en las piernas, se le doblaron las rodillas y se dejó caer al suelo, en la hierba, jadeante, extasiado.

 

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Comenzaron de nuevo, amándose… (*)

Sintió como un vacío que precedía a la saturación, poderoso como un tsunami. Y así como en este las aguas se retiran para inminentemente arrasarlo todo con la gran ola, temió su incontinencia, la vio llegar, ruidosa, rugiendo en sus entrañas, abocando al exterior con la fuerza de la marea. Sakura se retorcía y jadeaba poseída, envistiendo con la pelvis, uniéndose al rítmico compás de sus cinturas. Sunneo observaba su miembro entrando y saliendo de Sakura, con virulencia, casi con saña. Sakura lo agarraba de las nalgas, clavando sus uñas, arrastrándolo hacia ella, y su miembro, más que introducirse, se incrustaba, perforando, irrumpiendo en cada empuje con grotesca profusión, saturándola. Comenzó a contar para abstraerse, para no irse, para retardar lo inminente, lo imparable. Comenzó a contar cada envite, cada rítmico lance, cada puñalada de sus sexos violentos y pasionales. Uno, dos, tres, cuatro… y seguía perforando, irrumpiendo en sus entrañas. Quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho… podía sentir, oír, el ruido seco y contundente de sus pubis al chocar, toc, toc, toc, toc… treinta y seis, treinta y siete, treinta y ocho… Sakura parecía ahogarse en sus jadeos, deteniendo la respiración y tensándose, como agonizante, delirante, se corrió. Sunneo bajo el ritmo pero siguió dando leña, manteniendo la cadencia. Sesenta y dos, sesenta y tres, sesenta y cuatro… y apenas se percato de que había entrado en flujo. (Sunneo lo llamaba entrar en flujo. No era nada premeditado ni consciente, ni siquiera era algo controlable. Simplemente, a veces se concentraba tanto en una tarea, la que fuera, que parecía convertirse en una maquina y funcionaba a la perfección, dando todo de sí, mecánico, como si él mismo ajeno a su cuerpo activo se observara trabajando, abstraído pero concentrado. Y podía tener su mente funcionando con claridad, como ajena a la labor que realizaba, mientras su cuerpo se movía enérgicamente, con precisión, en una actividad casi frenética y totalmente controlada.) Estaba allí, impulsando todo su cuerpo en un punto, como un percutor, con la cabeza saturada de sustancias placenteras, extasiado, excitado, pero en una meseta que le permitía permanecer en ese estado de excitación a su antojo sin dispararse los mecanismos que lo llevarían a una resolución inmediata de la tensión acumulada. Y observó con delectación como Sakura alcanzaba de nuevo el clímax, como se tensaba todo su cuerpo y permanecía casi inmóvil unos instantes para dejarse caer, y como una ola o una onda en una charca sentía recorrer la sacudida por todos sus músculos. Sunneo seguía impulsando, insuflando éxtasis con su apéndice masculino.

- Ya, ya, articuló Sakura.

- Date la vuelta. Dijo Sunneo mientras la volteaba sobre la hierba y la alzaba agarrándola por la cintura.

Sakura se quedo inmóvil, de rodillas y con la cabeza apoyada sobre sus brazos y el lecho. Sunneo se colocó detrás de ella y con dulce condescendencia, como la loba que lame a sus cachorrillos dormidos después de amamantarlos lamió el valle del placer de Sakura, de arriba abajo y viceversa, lentamente, sin prisas, deleitándose en cada pliegue, libando como una mariposa entre los pétalos de su amada hasta que percibió el cambio en los gemidos de Sakura y sintió como los gemidos de gozo relajado comenzaron a tomar nuevamente un cariz mas carnal. Con ambas manos tomo las nalgas de su amada y las acaricio en círculos, rodeando cada nalga con la mano y pasando los pulgares de arriba abajo por la hendidura, jugando entre sus pliegues. Nuevamente pasó su lengua humedeciendo cada recoveco e introdujo los dedos en el pequeño orificio. En el pequeño. Lentamente giró estos en su interior adentrándose en profundidad, palpando su textura. Se incorporo ligeramente y sin más demora apoyó su glande a las puertas de Grecia y entró arrollador, hasta dentro. Sakura gimió quejosa, casi como un maullido…. Sunneo comenzó el ritmo de percusión y Sakura su canción jadeante y ambos se entregaron a esa sinfonía primigenia del placer mas intimo.

Una vez más Sakura subió a la cima del placer, al punto más álgido de la excitación sexual y cuando hubo descendido, descendido del todo. Porque una vez alcanzada la cima, apenas empezaba a bajar, en una, en dos y hasta en tres ocasiones volvió a coronar la cima para deleite de ambos. Cuando hubo pues, definitivamente descendido del todo, se dejó caer, giro sobre si misma y le dio placer oral a Sunneo.

Sakura tomo el miembro en sus manos y lo acaricio. Sintió su textura sedosa, el suave deslizar de la piel sobre el firme vástago. Lo agitó varias veces y se lo llevó a la boca introduciéndoselo profundamente. Paladeó su acre sabor y sus glándulas salivares empezaron a producir llenando su boca de jugo. Siguió avanzando por el tallo, engulléndolo, como una serpiente lo hace con su presa, lentamente, ladeando y oscilando la cabeza y afianzando el bocado en cada movimiento. Sintió el tope en la garganta. Con habilidad, con la destreza que obliga la premura inhibió la natural arcada relajando la garganta hasta acariciar las cuerdas vocales. (*) Su boca creaba una saliva densa y lubricante que facilitaba la deglución y su mente controlaba la ingesta, aceptándola, asimilándola, asumiendo el órgano insertado como algo propio. Una vez hubo encajado el bocado en toda su extensión, se detuvo allí un instante, oscilando la cabeza, jactándose de su bocado, pegando la nariz al pubis de Sunneo, inhalando el aroma de su virilidad y sintió deseos, anhelos… morbo… lentamente fue retirándose, deslizándose por el miembro, desempalándose, y viendo como salía de su boca en una secuencia sorprendente… sintiendo su garganta tornarse a su medida… La sacó de la boca empapada en saliva que seguía unida por hilos, filamentos viscosos que ataban como cabos el miembro a sus labios. Se metió nuevamente la cabecilla en la boca sorbiendo los jugos y retirándose de nuevo… Sunneo le cogió la cabeza y la besó, lamiendo sus labios, sorbiendo sus jugos de sabores… prosiguió amamantándose, disfrutando del sabroso mango del sexo mas acelerado. Disfrutando extasiada del placer que brindaba, más que del que recibía. Pero tenía dudas, serias dudas, de si estaba dando placer o lo estaba recibiendo, tomándolo ella misma. Su excitación era tan intensa, tan profunda, insondable. Percibió en Sunneo que el tiempo se agotaba, que el miembro se endurecía, poniéndose rígido, tenso. Latía…. Cuando Sunneo la advirtió de lo inminente, ella ya lo sabía. Se lo metió profundamente en la boca, en la garganta, latiendo de compulsión y estalló. Sintió el fluir ardiente de su semilla directamente en la garganta. Sunneo se sacudía convulso, extasiado, atormentado por la imperiosa necesidad de las sacudidas en su miembro durante la eyaculación, pero Sakura permanecía casi inmóvil, abocada en su presa, ingiriendo el ardiente caldo que había extraído a su amado con la intensidad de una…. Ella misma estaba a las puertas del clímax, sintió su vulva ardiente de deseo, loca, sintió que se le endurecía hasta casi producirle dolor, desesperada, ansiosa… a punto de alcanzar el clímax. Una lágrima brotó de sus ojos. Se incorporó confundida, extasiada, sorprendida, confusa… sintió un amor que le emergía desde dentro y en plena confusión, maravillada, estalló en un llanto imparable, desbocado, desgarrador. Sunneo que apenas podía reaccionar la miró sorprendido, se asustó. -¿Qué ha pasado? La abrazó, la abrazó con fuerza y la besó. La besó en el rostro, en los ojos, en la boca. -Te quiero… te quiero… y la siguió besando en el cuello, en los pómulos, a lo largo del camino que recorrían sus lagrimas. -¿Qué pasa? ¿Qué ha pasado sakura?

-No lo se, no lo se… que te amo.

Y se unieron en un abrazo que traspasaba lo puramente físico. Y percibieron cautivados como se fundían sus almas.

 

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Sunneo se despertó, aun no había amanecido pero el cielo comenzaba a clarear. Sakura dormía acurrucada junto a él. No había mucho espacio en el suelo de la carreta. Tendría unos ochenta centímetros de anchura por dos metros de largo, suficiente para Sakura si dormía sola. Los dos laterales estaban repletos de cajones en los que llevaba, dentro de saquitos de tela, todo tipo de hierbas; tes, medicinales…. En la parte de abajo tenia una hilera de puertecillas en las que guardaba sus pertenencias; ropa, comida, la esterilla para dormir…. Tenía dos puertas, una pequeña en el frente, desde la que podía acceder al asiento de la carreta y un portón trasero con una ventanilla con tres barrotes y contraventana interior.

Se levantó intentando no despertarla, abrió el pestillo con sigilo y salio al exterior. Se estiró y bostezó a la vez, caminó hasta la orilla y orinó en unos juncos. Unas ranas saltaron al agua y otras siguieron croando escandalosamente. Bebió agua de una pequeña regata que se unía al río y se enjuagó la boca. Volvió al carro y se acostó junto a Sakura. El aroma del carro era intensamente… intenso, denso, saturado, viciado…. Le apartó el pelo de la cara y se quedo contemplándola. Dormía placidamente, relajada. La besó y le acaricio el cabello en la sien. Pensó en la noche anterior y sonrió, la siguió acariciando recostado junto a ella. Sintió su cuerpo calido junto a él, desnuda, y pensó en tocarla, acariciarla más íntimamente, se avergonzó y se excitó. El corazón comenzó a latirle desbocado y tuvo una repentina erección que le sorprendió. Sintió una oleada de calor por todo el cuerpo y nervioso se acurrucó más contra ella bajo la manta. Comenzó acariciándole el hombro, la espalda, la cintura... rodeó sus pechos, ardientes en el letargo, acarició su cadera y sus muslos. Se detuvo allí, paseando su mano por sus carnosos muslos, nervioso, temeroso…. Descendió hacia la parte interna de los muslos, acaricio su vagina con la delicadeza de una mariposa apoyándose en los pétalos de una amapola. Su excitación adquiría dimensiones que escapaban a su control… introdujo los dedos en el calido nido, surcando entre los labios con sutileza, deslizándose entre ellos con exquisita delicadeza, buscando el orificio entre el viscoso jugo de su sexo, de sus tiernas carnes tibias. Abrió la boca para controlar su respiración acelerada. No tardó en notar que Sakura se movía y respiraba más intensamente, y percibió como sus dedos ahora se movían mas lubricados en los pliegues. Temía que se despertara. (*)

 

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Sunneo llego a la pensión con los primeros rayos de sol que despuntaban en el horizonte. Empujo la puerta y estaba cerrada. Se sentó en el solado de madera y se apoyo en una columna del porche. Miró al horizonte y se sintió feliz, pleno, relajado y absolutamente lleno de nada. Vacío de toda carga o maldad. Por fin desde hacia mucho tiempo se sentía bien. Respiró profundamente el fresco aire matinal, echó la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos espiró el aire lentamente por la nariz. Se cubrió la cara con las manos e inhalo con intensidad el aroma de Sakura y el suyo propio mezclados como en una suerte de alquimia que… (*)

 

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-Abuelo. Como se hizo eso? En alguna batalla? Jajajajjajaajaaajjja.

El hombre de la pata de palo lo miro fijamente, con cierta dureza pero con un aire de…

- Si, fue en una batalla muchacho. En una larga batalla. Dijo y se alejo lentamente haciendo crujir a cada paso su miembro de madera.

- buenhombre! Como fue que le ocurrió eso dijo Sunneo incorporándose y caminado hacia él.

- Sabes, fue la batalla más larga que he tenido que afrontar, la más dura. Y no fue corta ni fácil. Pero la gane yo.

- y perdió una pierna, no?

- No joven, esa era la batalla. Y la gane yo.

- Cuando aun era un niño me di cuenta de que mi pierna izquierda no era mía. Estaba ahí donde debería estar la mía, pero esa no lo era. Era un trozo de carne adosado a mí. Y no era mío. Al principio no me gustaba, me molestaba su presencia pero la soportaba, sin más. Con el tiempo fui aborreciéndola , me causaba repulsión. Había días que intentaba desconectarme de ella y caminaba arrastrándola, cojeando.

Un día decidí que simplemente me iba a deshacer de ella. Y esa fue la batalla final. Pero no quiero impresionarte muchacho. El resto ya lo conoces.

-Dudo mucho que pueda impresionarme. Cuente.

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Salio al patio a lavarse. Primero se lavo la cara, el cuello y las orejas. Se limpió el pecho, los sobacos, los brazos y un poco la espalda. Bajó el barreño al suelo, metió un pie dentro y se limpio la pierna y las ingles, la entrepierna. Luego hizo lo mismo con la otra pierna y después los pies. Se enjuagó la boca con agua de menta y masticó una ramita de regaliz. Cogió el barreño y lo vació en una esquina del patio. Se miró las nalgas y vio cinco puntos, cinco pequeñas heridas con forma de media luna y otras cinco en la otra nalga. Se miro la espalda y vio cuatro rayas en un costado y tres en el otro. Y le gustó. Y les puso nombre. Y llamo a las tres rayas, la marca de la loba, y a las cuatro rayas, la garra del tigre, y a los cinco puntos del glúteo los llamo el pico de la garza. No, el diamante de la amada. Y recordó a Sakura clavándole las uñas y arañándole la espalda, y el dolor y el placer. Y le gustó.

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La sangre manaba a borbotones y se encharcaba en los hoyitos de las clavículas. El agitado cuerpo ya no ofrecía casi resistencia y las espumeantes burbujas del corte brotaban ya aisladas y estertóreas. Lentamente deslizó la mano que cubría la boca y un pequeño brote de sangre salio de esta deslizándose por el rostro hasta el oído. Se vistió y observo el joven cuerpo ahora sin vida, arrebatado de esa energía que momentos antes exudaba por todos los poros. Limpio el cuchillo y se marchó, como una sombra entre las sombras. Caminado la oscuridad en la negrura, recordando cada momento, cada situación. Recreando nuevamente a cada instante, cada caricia, cada jadeo, esa mirada penetrante, el corte limpio del cuchillo tajando el delicado cuello de lado a lado, la apertura de la herida, blanca, y el súbito brotar de la sangre. Y la mirada, la mirada interrogante, de incomprensión, de súbita suplica de…

Siguió recordando y evocando durante toda la noche y aun al día siguiente, cada momento de místico… soslayado por apenas un imperceptible sentimiento de culpa, de remordimiento.

 

 

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Hubo una gran tormenta, parecía que el mar era vomitado sobre la tierra por las fuerzas oscuras. Y fue entonces, al poco tiempo, cuando comenzaron los rumores sobre el ser atroz.

Era mitad rana mitad mujer. Cuando se encontraba metida en la charca parecía una simple rana, eso si, de tamaño descomunal. Pero cuando caminaba por la superficie mostraba sus piernas de mujer, sus muslos, sus nalgas grotescamente expuestas… y ningún ser creado por la mano divina, a excepción de la mujer, luce semejantes atributos glúteos. Aquel repulsivo engendro, pues, no era hijo de la naturaleza sino algún ser creado por el maligno para atormentar al hombre. Aunque posiblemente podría, no caminaba erguido. (Habría sido una ofensa tal a lo humano que dios en su eterna misericordia lo habría exterminado, fulminado con un rayo) Tampoco saltaba. Se arrastraba como los sapos caminando en cuclillas, ayudado por las manos, patas o lo que quiera dios o el diablo que fuera aquello.

Con torpes movimientos atrapaba carpas con su lengua y las engullía grotescamente, asintiendo con la cabeza. Tal cantidad de carpas y batracios devoraba que había aniquilado casi la totalidad de la fauna de la charca. Charca que por otra parte la tenía infesta de sus propios excrementos y eran estos de tal similitud con los humanos que atemorizaban más a la pobre gente.

Ryonosuke Okawa, un joven lisiado de la aldea, bajaba todas las noches a la charca y observaba al ser atroz. Cada noche se ocultaba entre los juncos y desde allí contemplaba embelesado como el ser inmundo miraba la luna, hipnotizado, atónito… y comprendió su soledad y la complicidad que lo unía con la soledad de la luna, y él mismo fue consciente de su soledad. Y así, noche tras noche quedó prendado del ser nocturno, del anfibio ambiguo, del atormentado ser…

Cierto día Rynosuke oyó comentar en la aldea, que la gente estaba preparando una batida para acabar con el ser atroz. El pánico se apodero de él. Tenia que impedir que hicieran daño al ser y mientras toda la aldea se preparaba con antorchas, redes, palos, hachas, azadas y lo que cada cual tenía en su casa, él corrió a la charca a proteger al inmundo.

Estaba anocheciendo cuando llegó a la charca. Buscó desesperadamente al ser mientras observaba como se acercaban las luces de las antorchas y escucho un murmullo, como un bramido constante, proveniente del gentío enajenado. Ardían de ira y una furia contagiosa los convertía en una jauría de bestias sedientas de sangre.

Entonces pudo ver al ser atroz, estaba oculto entre los juncos desde los cuales tantas noches había pasado contemplando al ser y aliviando su "soledad". Estaba agazapado*, como sabiendo que algo terrible lo amenazaba. Se acercó a él sin miedo, decidido. Le explico que tenía que huir, marcharse de allí lo antes posible. El engendro salio de entre los juncos entre una viscosa espuma, y se quedó parado mirando a Ryonosuke, este, por algún motivo desconocido se subió a su lomo y se aferro a él. El contacto con la piel del ser lo traspuso y casi llego a marearse con el contacto de su lomo, de sus nalgas voluptuosas e in…. Como una exhalación el ser se deslizó entre los juncos, ágil y audaz y lo llevó a una pequeña cueva. En ella, el joven le explicó al ser atroz lo que sentía por ella… el ser atroz lo miraba impávido, como si comprendiese lo que el muchacho le contaba. Se limpió un ojo de un lengüetazo mientras seguía atentamente los aspavientos y la parafernalia oral del joven. De repente en el punto álgido de la exposición del muchacho se abalanzo sobre él y lo engulló, se lo tragó. Y allí, en el suelo fangoso de la cueva, lentamente, se introdujo bajo la tierra y se sumió en el letargo.

 

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-Bien, muy bonita… ¿Se supone que el ser atroz soy yo? Dijo Sakura arqueando las cejas.

-No. Por favor… Como puedes siquiera pensar eso. Es una historia sin más.

-Pero todas las historias tienen algún significado. Todos lo cuentos tienen algo de verdad y las verdades a veces, también tienen algo de cuento…

-Pues esta no, me la he inventado sobre la marcha. Ni siquiera sabía como terminarla. Se disculpó Sunneo.

-No, no te la has inventado. La has exteriorizado…

-¿Tus cuentos tienen todos algún significado?

-Por supuesto, aunque no sepa muchas veces el por qué de ellos. Pero salen de dentro y se alimentan de lo que encuentran en tu interior, en lo mas recóndito de tus entrañas, entre tus miedos y tus esperanzas, tus anhelos… tus fobias y tus filias.

-Vale, tu misma. Te voy a contar otra historia. ¿Me das tema?

-La vida.

-Hum… Recuerdan los ancianos que hubo una vez un niño, que no sabia reír. Ni esbozar una simple sonrisa lo había visto nadie. Su padre, un poderoso señor, lo había hecho visitar por los mejores médicos a su disposición. Ninguno logro curarlo, ni siquiera consiguió el padre un diagnostico que le esclareciera lo que le sucedía a su hijo. Por lo restante era un niño como los demás, crecía sano y no tenia carencias su intelecto. Pero caminaba cabizbajo, entristecido, como atenazado por la melancolía y muchas veces sus ojos se llenaban de gotas de roció, como las lagrimas que se posan en las hojas de los magnolios las mañanas de verano.

Desde la lejana Corea llegó un curandero...

De la india un sabio…

Un monje Budista se ofreció para tratar al niño… se sentó junto a él y comenzó a hablarle de las personas… le hablo del mundo, de los animales… y día tras día siguió hablándole de la vida y de la muerte… y el niño no aprendió a reír, pero supo por que lloraba.

 

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-Y bien… Dijo Sunneo expectante.

-Pues… quieres decir que el mundo es muy triste.

-No, no, no. Eso es lo que dice, si. Pero ¿Que es lo que quiere decir? ¿Cuál es tu segunda lectura? ¿Qué soy un pesimista? ¿Qué es más fácil llorar que reír? ¿Qué nacemos llorando y aprendemos a reír? Dime…

-Quiere decir que si conoces el origen de tus males es más fácil sobrellevarlos. Que tú tienes la necesidad de conocer el por qué de las cosas. Aunque te dé miedo en realidad.

-Si, quieres decir que en esencia tienes miedo a enfrentarte a ti mismo. Por eso dejas que las cosas sigan como están esperando que se solucionen solas. Pero a la vida hay que darle cara, enfrentarse… tomar decisiones.

-No tomar ninguna decisión también es una decisión.

-Pero la felicidad no consiste en conformarse con lo que a cada uno le toca, sino en disfrutar de ello. Si no te gusta tu vida siempre puedes cambiarla, aunque es más cómodo seguir con ella que arriesgarse a cambiar.

-¿Ahora estamos hablando de la felicidad?

-Estamos hablando de la vida y ¿Qué es la vida sino la búsqueda de la felicidad?

-¿Ese es el sentido de la vida?

-No lo se Sunneo, no lo se. Pero me gustaría saberlo.

-El sentido de la vida es reproducirse, sobrevivir. No hay más.

-No lo se.

-Hagamos el amor Sakura.

 

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Estaba tan hermoso…

Desnudo en el suelo, recostado sobre la mullida hierba…

La tenue luz de la luna iluminando su piel satinada, aterciopelada… jugando con los claroscuros…

Y el aroma a sexo, flotando en el ambiente…

Al llegar a este punto siempre se arrepentía, y desearía tocarlo con un dedo y devolverle la vida…

Para matarlo otro día.

Sakura se montó en su carreta y siguió su camino, recordando el sabor de Sunneo.