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La empleada doméstica

en Hetero: Primera vez

LA EMPLEADA DOMÉSTICA (Mi primera experiencia)

Tenía dieciocho años cuando mi madre trajo del Paraguay a una mujer que trabajaba como empleada doméstica en su casa de Concepción. Tenía absoluta confianza ya que la conocía desde hacía dos años cuando llegó junto a mi padre, gerente de la sucursal en dicha ciudad. Íbamos con mi hermano durante nuestras vacaciones escolares y debido al cariño con que nos trataba, decidió que podría atendernos en Buenos Aires para mantener la casa en orden y cocinar.

Era una mujer inteligente y enseguida se adaptó. Nos trataba con afecto y ternura, sobretodo a mi que la respetaba tratándola con delicadeza, haciéndola sentir una más de la familia. Durante la convivencia advertí la sensualidad de esa mujer madura. Comencé a mirarla como un hombre que se siente atraído por una hembra desatendida desde hacía mucho tiempo. En la intimidad pensaba en ella y me masturbaba. No me atrevía a abordarla, temía su reacción y la posibilidad de que se enterase mi madre.

Una tarde descansando en mi habitación, solo cubierto por el slip y acariciando mi verga, sin que me percatase de su presencia, apareció Morena. Me miró y se sonrió. Me ruboricé, pero ella me instó a no interrumpir la caricia pues dijo comprender las necesidades a mi edad. No supe que hacer ni responder. Morena simplificó todo, se acercó, y me dijo que podía ayudarme. Se arrodilló y me desnudó totalmente. Mi verga de más está decirlo, alcanzó toda su dimensión y descubrió el glande rojo vinoso. Morena se apropió de ella y la besó. Comenzó con un movimiento de vaivén con su mano derecha y una mamada fantástica. No me pude contener y eyaculé dentro de su boca. Se atragantó pero sorbió hasta la última gota de semen. Estaba excitado y exhausto pero ella en un susurro me expresó que recién empezaba y me iba a enseñar todo para que fuese el mejor amante y supiese lo que deseaban las mujeres de un hombre cuando hacían el amor.

Elogió mi verga al pararse nuevamente cuando, luego de colocarme de bruces, abierto de piernas, beso mi orificio anal jugando con la punta de la lengua mientras con su mano acariciaba los testículos. Me hizo girar e introdujo mis testículos en su boca y luego recorrió la verga desde el tronco a la cabeza con su experta lengua. Yo le acariciaba las tetas pellizcando sus pezones duros y largos, despertando en Morena gemidos de placer y satisfacción. Luego fui yo el que le saqué toda la ropa, la puse de espaldas y abriéndole las piernas, besé su vulva húmeda por la calentura. Abrió con sus dedos los labios y pude apreciar la entrada roja y lechosa de su concha deseosa de ser atendida. Mi verga jugó con el clítoris. Parecía un experto según me confesó luego y ante su desesperación, pidiéndome que apagara su fuego interior, le enterré de una la verga hasta el fondo de la vagina. Seguí bombeando con mi pija dentro de ella hasta desatar una serie de orgasmos ruidosos acompañado de palabras de agradecimiento por esa cogida brutal y fantástica que yo le estaba dando. Volví a eyacular. El semen desbordaba y escurría por las piernas de esa mujer madura que no dejaba de jadear y gemir de placer. Finalmente me beso y me hizo prometer que nadie se enteraría de lo sucedido. Nos bañamos juntos y de ahí en más fue mi amante y mi instructora en la vida sexual como les confiaré en un próximo relato.

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