Me casé con María. Pasaron algunos años de felicidad y
armonía. Nuestra vida era simple y las relaciones sexuales placenteras. Todo
dentro de la normalidad, hasta ese verano en que decidimos ir de vacaciones a la
costa. Yo sabía de su historia y de su iniciación sexual hasta donde me había
contado.
Fuimos a Pinamar, y con el alquiler del departamento se incluía una carpa. El
primer día fui temprano, y para mi sorpresa, en la carpa contigua estaba el
matrimonio del doctor Moreno y su mujer, a quienes conocía de trabajar en una
clínica de Caballito. Nos saludamos efusivamente mientras me presentaba a otros
amigos de carpas vecinas. Más tarde, llegó mi mujer, y al verlos, noté su
palidez y su embarazo cuando los presenté. Rápidamente Jorge con desenfado
recordó que la conocía antes que yo, ya que la había atendido a ella y a su
madre cuando estuvo internada y muy enferma una década atrás, Gabriela, su
esposa, también la recibió con cariño, pues también la recordaba de aquel
tiempo.
Noté a María nerviosa y más retraída que de costumbre. Traté de sonsacarle la
razón, pero no lo logré. Con el correr de los días, se fue distendiendo ante la
simpatía del matrimonio que siempre estaba de buen humor y dispuesto a abordar
distintos temas con la profundidad de dos personas inteligentes. En tertulias
por la tarde, mientras jugábamos a las cartas o tomábamos mate se suscitó el
tema de las relaciones en el matrimonio, las películas eróticas y su influencia
durante el acto sexual. Varias mujeres se mostraron distantes y remisas para
opinar sobre el tema, pero intuía que había mucho de hipocresía en sus dichos.
Recuerdo que Jorge dijo que había alquilado algunas películas para el fin de
semana y si queríamos, las podíamos compartir, pero nadie se asoció. Le pregunté
a María, que opinaba pero evadió la respuesta.
El sábado por la tarde estando en la playa, se desató un chubasco con lluvia y
viento, recogimos la ropa y corrimos a protegernos. Jorge poseía un dúplex justo
frente al balneario, y con Gabriela nos guiaron al mismo para evitar la mojadura
y el viento del temporal.
En malla los cuatro y con la ropa bajo el brazo, llegamos a un ambiente cálido y
acogedor.
Gabriela nos invitó a bañarnos, mientras ella preparaba la merienda y prendía el
hogar para calentar el departamento. Tomé una ducha reparadora, y mientras ponía
la ropa a secar, Jorge me facilitó una salida de baño. María hizo lo mismo y se
cubrió con el deshabillé de color celeste que le prestó Gabriela promoviendo el
elogioso comentario de Jorge que resaltó las curvas de mi mujer. Como
retrucándole Gabriela ponderó mi físico, y se creó un momento embarazoso
Nos sentamos alrededor de la mesa y merendamos. La conversación derivó en
nuestro pasado, aunque en realidad Jorge y yo llevábamos la voz cantante. Era
muy seductor, lo que me hizo imaginar el éxito que habría tenido con las
mujeres.
En eso sonó el timbre, era el enviado del local de video que traía las películas
solicitadas. Jorge nos invitó a verlas. María se negó pero me dijo que si yo
quería, lo podía hacer. Terminamos la merienda y nos convidaron con whisky.
Mientras las mujeres permanecían en el living conversando, con Jorge nos
dirigimos al primer piso donde estaba el dormitorio. Allí se encontraba la cama
matrimonial, un baño, y en frente sobre la cómoda había un televisor y una
casetera. Jorge colocó la película, y me dispuse a verla sentado sobre un sillón
que se hallaba al costado de la cama. Los ambientes de madera, como la escalera
y las paredes hacían audibles los movimientos y las palabras que se vertían en
el film.
El las primeras escenas, se apreciaba la relación entre una pareja de generosas
formas, y lo que más me excitaba, eran las expresiones de placer que proferían
los protagonistas.
Jorge las invitó nuevamente a que se sumaran a nosotros, y luego de algunas
evasivas, ante la insistencia de Gabriela, finalmente María accedió. Subieron, y
observé a Gabriela como se recostaba al lado de Jorge que le pasaba el brazo
alrededor de los hombros. Mi esposa se sentó en mi falda. Había un silencio
cómplice ante las imágenes y sonidos de la película. Mientras colocaba la
siguiente, Jorge comentó la fortaleza de ese trío al observar a una pelirroja
penetrada por dos hombres. Yo agregué mi admiración al ver a la mujer recibiendo
semejante tributo. Gabriela sin embargo acotó, que los hombres cometían un error
al buscar en otra lo que no se atrevían a compartir con su marido, pues en la
cama todas se debían sentir prostitutas para no privarse de nada y gozar
completamente de su sexualidad.
Jorge acariciaba generosamente los senos de su esposa a través de su malla. Yo
lo imité. María se resistió por un instante pero luego liberé los senos de su
encierro, y sus ojos entre cerrados me hicieron saber de su estado de
excitación. Cuando besé sus labios me di cuenta que había bebido de más lo que
explicaba su desinhibición. Les pedí de recostar a María en la cama para que se
repusiese. El film continuaba. De pronto Gabriela se arrodilló, bajó mi slip
tomó mi miembro rígido y palpitante y comenzó con una caricia deliciosa con su
boca y su lengua, hasta llevarme casi al éxtasis. Abrí mis ojos para ver la
reacción de María, y mi sorpresa fue mayúscula cuando la observé de espaldas
desnuda, a horcajadas de Jorge que con su mano dirigía el miembro enorme entre
los labios mayores de la vulva para penetrarla. Quise detenerlos, pero ya era
tarde, observé como con un movimiento brusco le introducía la verga hasta los
testículos, luego aceleraron el vaivén, y los gemidos de María se acentuaron.
Jamás me hubiera imaginado ver a mi esposa en esa situación, pero lo más
paradójico, es que me produjo una excitación enorme. Entonces quise yo poseerla
y la separé de Jorge, me situé entre sus muslos y le introduje mi miembro hasta
la raíz. Mientras me movía entrando y saliendo de su vagina dilatada, sentí como
se mezclaba el semen derramado por ambos miembros. Al lado Jorge de espaldas, la
poseía a Gabriela que mostraba su orificio anal oscuro y tentador. En un momento
me llamó, y me propuso imitar a la pelirroja de la película, él por delante y yo
por detrás. Miré a María, que comenzó a masturbarse mientras me incitaba para
aceptar la propuesta. Me situé por detrás, y él con sus dos manos abrió las
nalgas de Gabriela para hacer más complaciente la penetración. Al atravesar el
esfínter profirió un grito contenido, mientras pedía más. Tuvo un orgasmo
conjunto con la eyaculación de ambos. Observé que María terminaba de masturbarse
con un gemido placentero. Luego se incorporó, tomó otra copa de alcohol que la
tornó más locuaz y desinhibida y fue entonces cuando me confesó que diez años
atrás Jorge había sido quien la había desflorado en el sanatorio de Caballito
como me había contado, él había sido el primer hombre del que creyó estar
enamorada y su amante por un tiempo, hasta que junto con Gabriela la habían
hecho participar con ellos de un trío, que jamás volvió a repetirse. En esa
oportunidad me refirió, Jorge también le había desflorado el ano, y aún
recordaba el dolor y la irritación de aquella vez. Jorge y Gabriela aportaron
sus recuerdos de aquel fin de semana en la casa de Devoto, lo que me excitó aún
más, y por supuesto la comprendí a María, ya que todo había transcurrido antes
de conocernos.
Me propusieron compartir otros momentos para disfrutar de la vida en
circunstancias donde la sensualidad y los sentimientos fueran los ejes de
nuestra relación.
Le pregunté a María, si estaba de acuerdo, si había disfrutado. Avergonzada me
confesó que había gozado como nunca, y al recordar lo vivido años atrás me
confesó que había experimentado un placer sublime que quería repetir. Hasta ese
momento no me había dado cuenta de la fogosidad de mi esposa, y el placer con
que gozaba de las relaciones sexuales explorando todas las variantes con las que
se puede disfrutar, y yo comprobé el goce que experimenté al compartir el sexo
con otra pareja, en la medida en que ella era feliz
Finalmente nos duchamos y vestimos prometiendo encontrarnos en Buenos Aires
después de las vacaciones.