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La empresaria

en Lésbicos

MI NUEVA JEFA.

Me había quedado sin trabajo. Leyendo los avisos clasificados me interesó uno en especial. Se solicitaba una empleada de buena presencia para secretaria de una empresa multinacional.

Concurrí a la entrevista sin muchas expectativas, pero cuando me toco el turno, me llevé la primera sorpresa. Una mujer hermosa y atractiva se sentó enfrente mío. Me explicó que era la dueña de la empresa y elegiría a su asistente personal. Había en su persona, en la medida que me interrogaba, algo de misterioso en su voz agradable. Hurgó en mis relaciones y en mi vida privada, demostrando interés en mis conocimientos pero más, en mis opiniones acerca de los hombres y las mujeres. Me sentí comprendida cuando en un rapto de sinceridad le confesé lo defraudada que me había sentido por mi anterior jefe que me había engañado luego de un romance en donde yo había puesto todos mis sentimientos y expectativas.

Pareció conmoverse ante mi sinceridad, y me aseguró que me tendría en cuenta. Me despidió con un beso y agregó "Las mujeres nos comprendemos, y cuando queremos nos entregamos de cuerpo y alma", "Somos mucho más fieles que los hombres". Esas fueron sus últimas palabras antes de cerrar la puerta de su despacho.

Mientras regresaba a mi domicilio reflexioné. Su mirada era tan expresiva que no tuve dudas de que le había gustado. ¿Me elegiría para el empleo, o tendría algún otro interés? Estaba alterada y confundida. Nunca me había sentido así. Decidí tomar un baño de inmersión para relajarme, y luego de llenar la bañera me introduje en el agua cálida, que actuó como sedante. Cerré los ojos y me imaginé a Cristina acariciando mis senos. Mi vulva se llenó de pringosos jugos en la medida que me masturbaba y tuve un orgasmo maravilloso jugando con mi consolador favorito. Jamás había estado con una mujer, y no me lo había imaginado hasta ese momento. Luego de la ducha me dormí deseando ser la elegida por Cristina.

Temprano, al día siguiente sonó el teléfono. Me levanté y al oír la voz inconfundible de Cristina mi corazón latió aceleradamente. Me aceptaba para el cargo. Luego de agradecerle su propuesta, le dije que estaba desde ya a sus órdenes dispuesta a iniciar mis tareas de inmediato.

El lunes siguiente me vestí con mi mejor atuendo y llegué puntualmente a mi nuevo trabajo. Estaba contenta. Cristina me recibió y me presentó al resto del personal, e inicié mis tareas.

Con el correr de los días me fui familiarizando con las necesidades de Cristina y traté de serle útil. Noté enseguida la deferencia que tenía para conmigo. Nos estudiábamos mutuamente. Comencé admirando su inteligencia y disposición para los negocios, pero su figura, su calidez y su manera de dirigirse y ordenarme, hicieron que me enamorase de ella. No me atrevía a demostrarle mis sentimientos, a pesar de tener la seguridad de la atracción que yo ejercía sobre ella. Finalmente llegó el día que había esperado con tanta ansiedad. Un trabajo extra nos involucró reuniéndonos después de hora.

Estaba impecable con su blusa blanca, su pollera marrón y sus zapatos modernos al tono. Haciendo un alto en la tarea, mientras le servía un té, elogió mi vestuario. "Te queda divino el vestido negro", "Que hermosas piernas Carola". "Me imagino cuantas veces te lo habrán dicho los hombres".

"La verdad solo me interesa lo que tu piensas". Fue mi respuesta inmediata.

Entonces no dudó, se acercó y buscó mis labios. Le ofrecí mi boca y nos besamos apasionadamente. Era mi primer beso con una mujer que me había seducido.

"Te amo", "te deseo desde que te conocí" me dijo.

"Yo también", fue mi respuesta.

Nos desnudamos torpemente. Le desprendí la blusa y acaricié sus senos duros rematados por una frutilla oscura que lamí y mordí delicadamente arrancando gemidos de placer y palabras entrecortadas.

"Ahora me toca a mi". Balbuceo Cristina, luego que le quité la pollera y su bikini. Estaba hermosa desnuda, desafiante, de pié abierta de piernas con sus zapatos como única indumentaria.

Con voz imperativa, luego de acariciar mis senos, me ordenó girar, se colocó a mis espaldas y palmeó mis nalgas enrojeciéndolas. Cristina estaba excitadísima, yo no me atrevía a desobedecerla, más bien gozaba ante sus chirlos. Sentí su lengua húmeda lubricando la vulva y el orificio anal. Giré mi rostro y busqué su boca. Nos besamos. Extrajo de su portafolio una prótesis que ajustó a su pelvis, remedando un enorme pene. Luego me obligó a sentarme de espaldas a ella, que, sentada en una silla, fue introduciendo en mi vagina. Las paredes se dilataban a medida que progresaba en mi interior hasta que sentada en su regazo, comprendí que el pene había llegado al fondo. Comencé a hamacarme y gemir. Finalmente tuve un orgasmo maravilloso entre palabras de amor y lujuria ante tanto placer.

Luego llegó su turno. Me acercó un vibrador y un rosario de bolitas que delicadamente introduje en su recto. Mientras tanto abierta de piernas recibía el consolador incitándome a profundizarlo con el movimiento de su pelvis. Gemía y me pedía más. Cristina al sentirse penetrada, y yo, observando esa vulva generosa irritada ante semejante cogida, y viendo sacar las bolillas del ano que se abría y cerraba con cada una que extraía, tuvimos un orgasmo conjunto

Nos bañamos en el baño del personal y mientras nos besábamos nos prometimos disfrutar de la relación que tanta pasión y amor nos había deparado.

Desde ese día nos propusimos vivir juntas. Arreglamos nuestros inconvenientes y hoy nos mudamos a un departamento en Recoleta que compartimos con toda felicidad.

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