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Mi padrastro (2)

en Amor filial

MI PADRASTRO ( continuación).

Fuimos amantes furtivos desde el momento de mi desfloración. Carlos siempre me repetía que debíamos guardar el secreto evitando que Inés se enterase de lo nuestro. Me encantaba ser su juguete sexual y aprender a su lado. Le era fiel, y no se me ocurrió denunciarlo, más bien disfrutaba de engañar a mi madre, que a su vez lo hacía con un vecino sin que Carlos se enterase.

A medida que pasaba el tiempo gozando de las relaciones sexuales, fuimos confiándonos y tomamos cada vez menos recaudos hasta que ocurrió lo previsible.

Luego de una celebración de fin de año, donde cenamos y bebimos en abundancia junto a unos amigos, me sentí mareada y le pedí a Carlos regresar a casa con mamá. Los tres habíamos bebido demasiado, y luego de ducharme me tiré en la cama. Sentí, mientras me despejaba, las risotadas de Carlos e Inés que se hallaban en el living. Tenían una borrachera alegre, y desinhibidos, jaraneaban con el sexo y sus implicancias.

Mamá, en un momento, le propuso el juego de la verdad. Carlos riendo aceptó de inmediato. Yo, desde la cama los escuchaba atenta a lo que decían.

"¿Quiero saber lo que me imagino desde hace tiempo?". Le preguntó en un momento mi madre.

"¿No te vas a enojar?". Preguntó Carlos, seguro de la respuesta de Inés.

"Estoy dispuesta a escucharte, por más cruda que sea la verdad". Fue la réplica de mamá, "y si te resulta más fácil yo te doy el pié", "Quiero que me cuentes todo lo que sucede entre Wanda y vos". "¿Tienen relaciones sexuales?".

Di un respingo, y desnuda como estaba me cubrí instintivamente con la sabana. Me di cuenta que mi madre imaginaba o sabía lo nuestro. Carlos convencido de la personalidad de mamá, iba a revelarle la verdad.

"Querida, quien mejor que yo para iniciarla en el conocimiento de los placeres sexuales", le contestó Carlos sin preámbulos, y continuó, "Cuando te ausentaste al interior hace tres años, y nos quedamos solos con Wanda no pude sustraerme a sus encantos". "Ella estaba en plena efervescencia al entrar en la pubertad y ocurrió lo inevitable". "La desfloración fue la consecuencia de esos días en soledad". Se hizo un silencio prolongado.

"¿Por supuesto siguió durante estos años?", inquirió Inés sin reproches.

"Debo confesarte que si". "Es una perfecta golfa, y si por ella fuese, lo haríamos casi todo los días, compartiendo contigo el amor y la cama".

"Me amas todavía", preguntó mi madre, casi implorando temiendo por la respuesta de Carlos. "Yo te amo y te ofrezco lo mejor de mi vida si seguimos los tres juntos", agregó Inés, "No quiero perderte","Podemos ser aún felices compartiendo el amor", se apresuró a agregar.

En realidad lo que le importaba era no perder el bienestar que gozábamos con el dinero de Carlos, y para ello estaba dispuesta a entregarme.

Sentí como irrumpían en mi habitación. Carlos se quitó la ropa, y quitó las sabanas que cubrían mi cuerpo desnudo. Le pidió a mi madre que lo masturbara. Verla mamando la verga de Carlos me excitó sobremanera. Me abrí de piernas y Carlos de rodilla acercó la verga a mi concha mojada por el deseo. Mi madre con sus manos guió la verga hasta la entrada de mi vagina que se abrió generosa ante la herramienta que tan bien conocía y tanto placer me daba.

"Hazla feliz como lo haces conmigo", fueron sus palabras en un susurro.

Carlos inició un mete y saca frenéticos. No me pude contener y comencé a gemir. Mi madre me alentaba acariciando el clítoris y besando y lamiendo mis pezones. La excitación iba en aumento. Ver a mi madre entregada con lujuria y desenfreno participando en mi primera orgía fue increíble. Ya no era mi madre, era una hembra en celo gozando con una adolescente inexperta entregada por una razón superior. Me había transformado en una prostituta de lujo, y ella en la meretriz encargada de ofrendar a su hombre lo mejor de sí para conservar sus privilegios.

Finalmente, tuve un orgasmo maravilloso cuando sentí que Carlos se corría y me llenaba de semen. Creo que nunca había experimentado algo semejante, y mis gemidos y jadeos se mezclaron con los de Carlos e Inés que le rogaba la atendiésemos también a ella.

Carlos se ocupó de mamá. La cogió como lo hacía conmigo colocándola de espaldas sobre la cama, abierta de piernas y calzándolas sobre sus hombros para ofrecerme la mejor visión de la penetración. Me pidió que me situase por detrás. Desde allí observé el bombeo fabuloso de la verga, que abría y cerraba los labios de la vulva de mi madre. Desde el interior de la vagina fluían los jugos pringosos que escurrían por el periné. Luego fue el turno del ano que se dilató ante las embestidas de la verga dura e ingurgitada. Se la introdujo hasta los testículos. Carlos luego de eyacular fue retirando la verga lentamente. La visión que tenía ante mis ojos me fascinó. No podía creer que semejante herramienta hubiese entrado toda. Me pregunté si eso mismo albergaba mis entrañas. Mientras estos pensamientos acudían a mi mente, me masturbé y gocé.

Fue una noche increíble. Tuve que bañarme para limpiar el sudor y los rastros de lo que fue el inicio de una relación incestuosa, que duró hasta años más tarde cuando conocí a otro hombre, que hoy es mi marido y nos fuimos a vivir al interior.

Yo jamás me atreví a mencionarle a mi esposo la relación que mantuvimos los tres por temor a la incomprensión, aunque debo reconocer que a veces fantaseo con una orgía con otras parejas para estimular la libido y tener más de un orgasmo. Soy adicta al sexo y gozo con él sin tabúes ni prejuicios.

Mi padrastro y mi madre fueron los guías que agradezco me iniciaran en todos los secretos que hoy disfruto.

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