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La prima de mi mujer

en Confesiones

LA PRIMA DE MI MUJER.

Durante muchos años Alicia, la prima de mi mujer fue solo una referencia. Sabía de su existencia, pero no nos tratábamos por una diferencia entre los padres. Yo la conocí cuando ellos desaparecieron y entonces se limaron las asperezas. Era algunos años mayor que yo. Alta de físico robusto, pero de buenas curvas. Medía 1.75 metros, senos generosos aunque algo caídos, cintura estrecha, y piernas gruesas bien formadas por el ejercicio que practicaba desde su juventud. De piel blanca, melena teñida de rubio y ojos pardos, reflejaba candor e inocencia a través de una sonrisa dispuesta a mostrar su blanca dentadura fruto de su buen humor. Era frontal y directa en sus pensamientos y sus palabras alguna vez le trajeron problemas.

Yo me divertía con sus comentarios y admiraba la simpleza con que se refería a los temas más escabrosos. Enseguida me di cuenta que había empatía entre ambos lo que no ocultó nunca y se encargaba de decirlo a sus amistades e inclusive a mi esposa, que conociéndola reía sin darle mayor importancia.

Enviudó y sus visitas se hicieron más frecuentes. Parecía haber rejuvenecido. Se arreglaba mejor y disfrutaba de los piropos que siempre me encargaba de endilgarle. No perdía oportunidad, cuando no se hallaba presente mi esposa, para dedicarle algunas frases con doble intención, haciendo alusión a la lozanía que mostraba su cuerpo, todavía apetecible para los hombres. "Estás equivocado, solo vos me haces sentir bien y deseable", era la respuesta permanente de Alicia.

Con el tiempo esa frase se fue instalando en mi mente y la fantasía de gozar del cuerpo de esa mujer madura desatendida desde su viudez según se encargaba de hacérmelo saber, se transformó en una obsesión. Temía ser rechazado y por su forma de ser se enterase mi esposa. No sabía como encararla hasta que Alicia me allanó el camino.

Mi mujer se debía ausentar por un trámite en La Plata al mediodía y regresaría al anochecer. Alicia con su candor se ofreció a hacerme compañía y cocinarme si ella no se oponía. María aceptó encantada, y esa fue mi oportunidad.

Alicia llegó puntual a las nueve de la mañana y se ofreció a hacer la cama para que María se fuese temprano. María arreglada, luego de sugerirle la comida para el almuerzo, se despidió de ambos con un beso sonoro y una recomendación "Ojo pórtense bien". "A vos te tengo confianza, pero a mi marido mmmhhh".

"No temas que yo me encargo de Hugo", fue la respuesta de Alicia.

Al cerrarse la puerta, tomamos un café y miré a Alicia a los ojos. Sonrió y su mirada se cruzó con la mía. "Estas hermosa y seductora", me salió del alma, como única expresión.

"Solo para vos" me dijo en un susurro. "Nadie me lo ha dicho anteriormente", respondió tomándose un tiempo.

No quería apresurarme, sabía que me deseaba y quería disfrutarla. "¿Quieres ver una película que tengo guardada y muy de tanto en tanto solemos ver con María?".

Haciéndose la desentendida Alicia me preguntó "¿De que se trata?".

"Nos pone en trance y nos sirve como estímulo para concretar una relación sexual cada vez más espaciada".

"Nunca vi una película porno, si a eso te referís", "mi marido decía que eran una basura y siempre me quedé con las ganas de ver alguna", respondió Alicia.

Comenzó a cocinar preparando el almuerzo y yo me preocupé de colocar en la video-casetera la película esperando el momento adecuado.

 

La noté nerviosa y ansiosa. "¿Comemos antes de verla, o preferís después?".

"Como lo desees, yo no tengo hambre", fue su comentario.

"Vamos al dormitorio que tengo todo preparado", le dije decidido.

"Espera que primero hago la cama", me sugirió Alicia.

"Para que la vas a hacer dos veces", le dije con doble sentido. La tomé de la mano y nos dirigimos a la habitación. Nos recostamos en mi cama matrimonial apoyados en el respaldo y puse en marcha la película. Era un video casero, que había filmado a mi esposa unos años antes. Se veía a María desnuda frente a la cámara en actitudes provocativas. Mostraba sus atributos e intimidades, su vulva generosa abierta con sus manos y la lencería erótica que como único atuendo hacían más voluptuosas las escenas. La miré de reojo y observé su boca entreabierta y su respiración agitada. No podía disimular su excitación. Jamás se había imaginado que yo la hubiese filmado a María, según me confesó luego. Llevó una mano a su pelvis y deslizó como al descuido "Que cuerpo", "Siempre la envidié".

Pasaron unos minutos donde solo se sentía la respiración agitada de ambos. En un momento me pidió ir al baño. Cuando se iba a incorporar la tomé en mis brazos y no la dejé reaccionar. Busqué su boca y sentí como abría sus labios. Mi lengua recorrió su paladar sus dientes sus mejillas y mordí sus labios. En un momento se desprendió y esbozó una última defensa."Dejemos, por dios","No quiero engañar a mi prima", pero mis manos no se detenían recorriendo todo su cuerpo, hasta que con voz temblorosa, cedió.

"Voy al baño y vuelvo mi amor", "Soy tuya, no me puedo resistir", y agregó "Te deseo desde que te conocí y seré tu esclava para siempre".

Me desnudé mientras la esperaba y mi miembro se endureció. Regresó cubierta por una toalla que dejó caer a sus pies. Su cuerpo maduro dejó entrever algunas estrías pero aún conservaba su lozanía. Sus senos grandes de pezones lánguidos oscuros rodeados de una areola morada, eran una invitación para besarlos lamerlos y darles placer. Su vulva cubierta por un vello abundante ocultaba una vagina desatendida desde hacía varios años. Yo tendría el privilegio de explorarla. Deseaba a Alicia desde tiempo atrás y había llegado la oportunidad.

"Hugo ésta es la cama donde haces el amor con tu esposa", "yo soy una intrusa". Fueron los últimos argumentos que esgrimió Alicia.

"Desde ahora también es tuya y la compartiremos con tu prima" fue mi reflexión.

Mi miembro se desplegó totalmente cuando Alicia lo tomó con su mano izquierda y lo comenzó a masturbar. Yo seguía acariciándola y besándola. Mis manos iban de las tetas a la vulva encharcada con los jugos que fluían de la vagina y mis dedos dilataban la entrada de su concha. Alicia estaba excitadísima y me pidió ver nuevamente la película.

Volví a colocarla y en la medida que progresaba la filmación sus comentarios me resultaron excitantes "Que concha divina tiene mi primita, cuantos se la habrán cogido", Alicia había perdido todo recato "Ese culito ¿habrá sido explorado?"¿Esos agujeritos habrán participado de alguna orgía?".

No aguanté más me situé entre sus piernas y separé los labios mayores de su vulva humedecida por el deseo. Con un solo movimiento le enterré mi verga hasta los testículos comenzando con un mete y saca frenético.

"Así mi macho, quiero esa pija toda para mi". Alicia comenzó a jadear y a gemir cada vez con más intensidad. "Asiiii así, mmmeeee vvoyyy, que placer mi macho", "hhhhmmmm, hhhhmmnm, mmmmeeeevvvvoooyyy, mi vida.".

Casi al mismo tiempo eyaculé. Torrentes de semen inundaron sus entrañas, desbordando la vagina y fluyendo por el periné hacia el ano. Se agitaba y gemía de placer. Me abrazaba y sus uñas se clavaron en mis glúteos aproximando las pelvis.

"Que cogida mi dios, que placer", "No entiendo como mi prima te tiene abandonado y no disfruta de tu maravillosa verga"

Estuvimos más de una hora cogiendo casi sin parar hasta que sonó el teléfono. Alicia se incorporó y corrió presurosa para atender. Supuso que era mi esposa y no estaba errada. Llamaba desde La Plata a ver si todo estaba en orden. Escuché que Alicia agitada la tranquilizaba, y ante la pregunta por lo que habíamos almorzado la muy zorra, guiñándome un ojo le respondió muy seriamente. "Hugo se comió una colita con leche que es mi especialidad", "y yo un chorizo con dos huevos que estaban deliciosos".

No pude menos que reírme de su ocurrencia y cuando tomé el teléfono le aseguré a mi esposa que habíamos disfrutado de una comida inolvidable, y lo que Alicia me había ofrecido no tenía desperdicio.

María demoraría varias horas en regresar ya que los Tribunales abrían a las 15 horas y recién llegaría a casa para la cena. Cuando colgué el tubo me abracé con Alicia y le propuse continuar con una siesta prolongada y diferente.

Nos acostamos nuevamente en la cama y luego de descansar abrazados recomenzamos con nuestros juegos. Era una hembra hambrienta. Me besaba y prometía someterse a mis caprichos. Sus manos acariciaban mi miembro y mis testículos, hasta que se arrodilló y comenzó a besarlos. Era una geisha. Se colocó a horcajadas y en 69 nos prodigamos una mamada fenomenal. Eyaculé por tercera vez en el día y Alicia se retorció de placer cuando le derramé mi semen en su boca, que tragó casi en su totalidad.

No me imaginé que podía seguir pero, su ternura y sus caricias me pusieron nuevamente en trance. La cogí y mi verga llena de pringosos jugos al retirarla de la vagina, la dirigí a ese culo que sumisa abrió con sus manos ofreciéndome el oscuro orificio anal que ataqué sin compasión.

Al atravesar el esfínter anal lanzó un alarido de dolor y dio un respingo pero no me arredré. La tomé por sus tetas desde atrás, y mientras le susurraba palabras apasionadas comencé a profundizar mi verga en ese culo generoso. Era una yegua en celo y yo su padrillo insaciable. Cada vez que le metía la verga hasta el fondo, mis testículos golpeaban contra sus nalgas y ella gemía de dolor y placer. Me estimulaba con palabras obscenas pidiendo prolongar el momento. Mi excitación crecía al observar su culo en pompa siendo atravesado por mi miembro que entraba y salía sin interrupción. Era una visión fantástica. La llené de leche al eyacular, y caí exhausto sobre ella por detrás. Giró su cabeza y me besó. Le sugerí bañarnos juntos y Alicia complacida aceptó.

Nos levantamos y de la mano llegamos al baño. Me temblaban las piernas, y cuando Alicia me comentó que apenas se podía mantener de pié por las horas que habíamos disfrutado cogiendo, reímos cansados pero felices.

La ducha también fue testigo de nuestras caricias y besos y la última penetración de ese día inolvidable.

Alicia hizo la cama con todo esmero y borró cualquier vestigio que pudiese delatarnos de lo ocurrido. Organizó la cena y cuando María volvió se encontró con todo dispuesto y entre chanzas y palabras intencionadas, le propuso a Alicia compartir las tareas de la casa, por su prolijidad y su disposición. Alicia con desparpajo y siguiéndole la corriente "Y si compartimos todo, seríamos muy felices, ¿no te parece?".

"Vos si que estas loca Alicia", "Mi marido es incapaz de atenderme y vos pretendes que nos atienda a las dos", "por favor", "No lo conoces bien", le respondió María.

"No lo creo pero allá vos", me miró Alicia y con una sonrisa socarrona quedaron sus palabras flotando en el aire.

Munjol.

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