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Recuerdos de mi juventud

en Hetero: Primera vez

Recuerdos de juventud.

Estudiaba en Bahía Blanca. Todos los veranos durante mis vacaciones retornaba a mi ciudad en Río Negro sin otra obligación que la de divertirme y disfrutar de mi familia y los amigos. El río, las mujeres y el deporte eran mi debilidad.

Una tarde mientras caminaba solo me encontré con Lucia una hermosa rubia de ojos almendrados, novia de Horacio un compañero del equipo de básquet, a quien conocía desde su radicación en Villa Regina. Estaba acompañada por Silvia su prima, a quien me presentó como la "porteña" con la que había compartido los momentos más felices de su infancia antes que ella se mudase con su familia a la Villa. Desde el primer momento me impactó. Era Silvia una mujer delgada de un cuerpo estupendo y piernas torneadas que me llamaron la atención. Poseía el cabello castaño oscuro prolijamente peinado que enmarcaba su rostro de rasgos finos. De ojos pardos, su mirada desconfiada al principio me intrigó, luego supe porqué. Todo en ella sugería distinción y sensualidad.

Las invité a tomar un trago largo. Aceptaron de buen grado y luego de departir sobre las razones y expectativas por las que Silvia había decidido pasar las vacaciones lejos de Buenos Aires, Lucía se sinceró. Silvia venía de un desengaño amoroso y para alejarse de su ex novio que la acosaba había "huido" de la Capital para tomar distancia y reiniciar una nueva vida sentimental.

Era la oportunidad y el momento propicio, según pensé, para distraerla. El sábado había un baile en el club y me ofrecí a acompañarla. Aceptó de buen grado y quedamos en reunirnos con Lucía, su novio, y Silvia en la puerta de acceso al club Italiano donde se festejaba el carnaval.

Estaba ansioso y llegué temprano. Puntualmente nos encontramos en la puerta del club. Cuando me senté en una mesa junto a ellos, noté que las miradas de mis amigas se clavaban en la figura de la "porteña" que venía a ocupar el lugar de alguna lugareña que se sentía desplazada. Me causaba gracia. Silvia parecía divertida. Estaba radiante. Se sacó el tapado que cubría su figura y el vestido ceñido al cuerpo dejó vislumbrar sus senos pequeños. La pollera por encima de la rodilla mostraba sus rodillas huesudas y las piernas torneadas que dejaban ver sus pies perfectos calzados en zapatos negros de tacos altos. Estaba locuaz y más aun cuando con algunas copas encima se libero de los prejuicios y se mostró desinhibida. Parecía no recordar su pasado amoroso, al contrario, desde el primer baile se pegó a mi cuerpo y se entregó a las caricias cuando mis manos fueron disimuladamente acercando su pelvis a la mía. Mi miembro se endureció y evité separarme para que la gente no se diese cuenta de mi calentura. Bailamos sin perdernos una pieza hasta que en un susurro me pidió retornar a la mesa pues necesitaba ir al baño.

"Yo también como te habrás dado cuenta", le respondí.

(Silvia). Retornamos a la mesa y Lucia nos recibió con una sonrisa, "Veo que se llevan bien y bailan mejor".

Noté a Silvia arrebolada y le propuso a Lucía que la acompañase al baño para componerse pues estaba acalorada de tanto bailar.

Horacio me guiñó un ojo y cuando se fueron me dijo, "Viste que fuerte que está", "Le has caído muy bien como lo comentamos con Lucía".

"La verdad es hermosa y me encanta", fue mi reflexión en voz alta.

"No cometas una imprudencia y la ilusiones porque Lucía me mata", fue el consejo de Horacio.

Cuando volvimos a bailar me animé, apoyé mi mejilla en la suya y besé delicadamente el lóbulo de su oreja. Se estremeció y me pidió que no lo repitiese pues era el sitio débil que la excitaba como ningún otro. No necesité más, la conduje a un lugar oscuro lejos de miradas indiscretas y besé su boca por primera vez. Me respondió. Nos abrazamos y nuestras bocas se fundieron en un beso profundo y sensual. Quería comerme esos labios carnosos. Su lengua se junto con la mía e intercambiamos saliva. Recorrí con mis manos sus glúteos y acaricié sus pequeños senos de pezones turgentes. Noté su calentura cuando movió su pelvis alrededor de mi verga fregándose. Sus ojos entrecerrados, su respiración agitada y su boca entreabierta buscando la mía era una señal inequívoca de su excitación. Mi miembro palpitando parecía querer salir de su encierro haciendo carpa en el pantalón. Comprendimos que seguir era una imprudencia y dejándome llevar por el momento y mis sentimientos le propuse ser su novio. Allí sellamos nuestro compromiso con un beso profundo y sensual.

Al retornar al salón Horacio y Lucía nos recibieron con una sonrisa y nos felicitaron cuando les comunicamos la buena nueva.

A partir de ese día nuestros encuentros eran cotidianos y con veinte años mis hormonas bullían en mi cuerpo y deseaba satisfacer mis apetitos sexuales. Silvia era renuente debido a su educación y al control que según ella ejercía su tía responsable de su conducta estando lejos de la tutela de sus padres. Me confesó que era virgen y temía que lo nuestro fuera un amor pasajero y terminase como su anterior noviazgo.

Hablábamos con Silvia de todos los temas y me sentía feliz, pero a medida que nos introducíamos en el tema sexual, ella desviaba la conversación y parecía descreer del placer que le proponía. Quería convencerla para que se dejase llevar por sus instintos y gozase del sexo en plenitud, pero ella lo rechazaba. Finalmente sucedió lo inevitable, los besos y las caricias que nos prodigábamos hicieron que esa hembra en celo sucumbiese a la tentación y se entregase sin medir las consecuencias ni reparar en temores ni prejuicios.

Ocurrió así. Habíamos ido a pasar la tarde a orillas del río con Lucía y Horacio. En un momento se alejaron y desaparecieron de nuestra vista. Mientras caminábamos con Silvia por un lugar de árboles y frondosa vegetación tomados de la mano, al acercarnos a un lugar próximo a un recodo del río los vimos. Estaban haciendo el amor. Silvia me miró y yo le hice un gesto para que guardase silencio. Nos arrodillamos y seguimos observando la escena. Lucía a horcajadas de Horacio recibía el tributo de su miembro y cabalgaba como una amazona hasta que entre jadeos y gemidos tuvo su orgasmo. Luego tomando la verga de Horacio la mamó hasta atragantarse con el semen que fluyó a borbotones de ese miembro duro y palpitante. Silvia entrecerró sus ojos y se apoyó en mi pecho dejándose caer hacia atrás. Acaricié sus senos y pellizqué sus pezones duros como una roca. Estaba en transe, excitadísima ante lo que acababa de ver. Mi mano buscó su vulva húmeda y mis dedos separaron sus labios carnosos. La masturbé acariciando el clítoris.

Cuando Lucía y Horacio se levantaron y se fueron, llegó nuestro turno. Nos incorporamos, nos abrazamos y nos besamos con pasión. Ambos sabíamos que no había vuelta atrás.

Estaba hermosa con su bikini color salmón. Le desprendí el sostén y emergieron sus pequeños senos de oscuros pezones. Los besé y los lamí con fruición. Gemía de placer. Le bajé la tanga y ante mi vista apareció por primera vez esa concha finamente depilada. Me despojó de la malla y le ofrecí mi verga enorme palpitando. Se arrodilló y tomándola con sus manos la acarició y llevó a su boca practicando una mamada fenomenal. Estaba a punto de eyacular cuando le pedí por favor que se detuviese. Quería explorar esa cueva hambrienta e inexplorada y alimentarla con mi semen cálido y lechoso.

Acomodé la toalla en el suelo y la recosté de espaldas. Me situé entre sus muslos abriéndole sus piernas y aproximé mi boca a su vulva generosa y me apoderé de sus labios. Mi lengua degustó el néctar de sus jugos que manaban en abundancia desde la vagina y disfruté.

Silvia se retorcía de placer y aprisionaba mi cabeza incrustándola en su vulva. Separé sus muslos y elevé sus caderas. Mi verga jugó con el clítoris de Silvia hasta que no resistí más viendo esa vulva rojiza y húmeda. Desgarré entonces el himen al incrustar el glande en ese anillo estrecho. Lanzó un grito contenido de dolor. No me detuve y le introduje mi verga que fue dilatando las paredes de su concha estrecha y generosa hasta ocuparla totalmente. Un bombeo acompasado fue creando el clima hasta que entre gemidos, besos y palabras de amor eyaculé llenándola de semen y de amor. Mientras tanto Silvia me envolvía con sus piernas y se agitaba al compás de los chorros que fluían de mi verga. Al retirarla observé un hilillo de sangre que escurría de su concha y mojaba sus glúteos, la había desvirgado. Sollozando me confesó que había sido su primera vez y pese al dolor se sentía feliz. Se había entregado por amor y disfrutado de un momento único e irrepetible.

Fue inolvidable esa primera vez, pero fue solo el principio. Retornamos donde estaban nuestros amigos. Silvia estaba arrebolada y nerviosa, yo, cansado y feliz.

Horacio y Lucía nos recibieron con una sonrisa cómplice, intuían lo que había sucedido y nos felicitaron. Fue el comienzo de un verano maravilloso, en que disfrutamos de un noviazgo donde el amor y el sexo ocuparon todas las horas y todos los días; días que jamás olvidaré.

S.V.B.

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