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Recuperando el deseo

en Orgías

Recuperando el deseo.

Debido a mi formación religiosa y moral, todo lo referido al sexo fue tabú por muchos años. Por consejo de una amiga decidí consultar, luego de mucho cavilar, con una psicóloga que luego de varias sesiones logró convencerme de que mi timidez y mi vergüenza sobre esos temas conspiraban contra mi felicidad. Mis frustraciones mucho tenían que ver con mi infancia y mi adolescencia y una experiencia con un familiar que me sedujo y me marcó para toda la vida. Debía cambiar para enfrentar el futuro y disfrutar de la sexualidad dejando atrás el pasado.

Estaba estresada y junto con una amiga íntima decidimos descansar en las termas de Villa Elisa en la provincia de Entre Ríos. Fuimos dispuestas a disfrutar y gozar de las aguas termales y las ofertas sobre tratamientos de belleza y masajes relajantes que se promocionaban desde ese lugar.

Llegamos al hotel luego de manejar alternadamente con Inés contentas y dispuestas a aprovechar las comodidades y las bellezas del complejo termal y enfrentar el desafío de vencer mis frustraciones del pasado. La habitación era espaciosa y constaba de dos camas separadas, mesas de luz, un amplio placard, una mesa, dos sillones y un espejo sobre la pared. El baño era enorme y poseía una bañera que podía ser llenada con las aguas cálidas del complejo. Además poseía televisión por cable y música funcional, en una palabra, todo para el confort de los huéspedes.

Estaba contenta y durante la cena fui más locuaz que de costumbre intercambiando palabras con otros comensales. Luego de cenar nos acostamos con Inés rendidas por el cansancio comentando la magnífica impresión que nos había causado el hotel, la comida y la recepción del personal para finalmente quedarnos profundamente dormidas hasta la mañana siguiente.

Nos levantamos temprano y luego de desayunar nos informamos de las actividades y los horarios del día. Consultamos con el médico del complejo termal y nos dispusimos a tomar el baño con el agua a la temperatura aconsejada. Por la tarde, luego de dormir la siesta decidimos concurrir al centro de estética corporal para gozar de un masaje relajante y tratar de embellecer y refrescar nuestra figura con los profesionales con los que constaba el hotel.

Con Inés decidimos aprovechar todas las propuestas durante nuestra estadía y así lo hicimos. Estábamos dispuestas a gastar todo lo ahorrado durante el año para las vacaciones sin privarnos de nada.

Me he extendido en la introducción para mostrarles el ámbito propicio para relatarles lo que ocurrió donde, además, mucho tuvo que ver mi personalidad de mujer sumisa, dominada por las circunstancias y decidida a recuperar el tiempo perdido siguiendo los consejos de mi psicóloga.

Acá comienza el verdadero relato de lo que ocurrió durante nuestra estancia en el hotel. Yo rechazaba las relaciones sexuales desde mi adolescencia y solo esporádicamente me masturbaba terminando siempre con un sentimiento de culpa.

Inés era más liberal y decidida y fue ella quien tomó la iniciativa. Solicitó un turno y concurrió al consultorio para masajearse con una fisioterapeuta. Al regresar de la sesión me habló maravillas de su experiencia. Yo no me animaba. Jamás me había desnudado frente a otra persona y no me animé el primer día a acompañarla. Su insistencia para que pidiese un turno comentando lo que había disfrutado con su sesión, hicieron que me decidiese y finalmente pedí uno para el día siguiente. Debía superar mi timidez y mi vergüenza sin saber cual sería mi comportamiento ante una situación semejante.

Luego de tomar un baño termal y una ducha reparadora en mi habitación, me dirigí a la cita convenida en el consultorio de la masajista. Maruja era una mujer joven, bonita y de buen cuerpo. Vestía un delantal blanco por encima de las rodillas que dejaban a la vista sus magníficas piernas. Me recibió con simpatía y me tranquilizó explicándome que sabía de mis temores a través de lo que había charlado con Inés y me pidió que me desnudase y confiase en ella.

Me despojé de la ropa y solo cubierta con una toalla me recosté en la camilla. Una música suave ambientaba el consultorio. Delicadamente me invitó a colocarme de bruces y cubrió mi pelvis con una toalla. Mi corazón latía con fuerza y traté de poner mi mente en blanco. Sus manos untadas por un aceite balsámico comenzaron a masajear mi espalda hasta llegar a la cintura. Me liberó de la toalla y masajeo los glúteos con firmeza. Los abrió y yo instintivamente le aparté sus manos imaginando la visión que se ofrecía a su vista donde ya mis jugos mojaban la entrada de mi vulva depilada. Entonces se puso por detrás y desde mis pies con delicadeza comenzó con un masaje suave y persistente subiendo por las piernas, rodillas y muslos deteniéndose en los aductores a los que les dedicó una atención especial. Mi mente se había liberado y mi corazón se aceleró. Dejándome llevar por mis instintos cuando ella separó los muslos, no opuse resistencia. Maruja se había dado cuenta de mi estado y mis necesidades. Todo era sensualidad y erotismo. Abrí lo más posible mis piernas y entonces acarició el clítoris con suavidad e introdujo primero uno y luego dos dedos en la vagina comenzando con un masaje erótico. Comencé a gemir. Me hizo girar y boca arriba continuó con los masajes. Mis senos con sus pezones erectos y duros recibieron las caricias. Yo con los ojos cerrados me dejé llevar por mi calentura, tomé su mano llevándola a mi vulva que

estimulada nuevamente descargó sus jugos entre jadeos y gemidos de placer. Tuve un orgasmo maravilloso. Quedé exhausta y relajada. Me incorporé, mis piernas flaqueaban y me apoyé en Maruja que besó ligeramente mis labios y me preguntó si estaba arrepentida. Le expresé que había experimentado una sensación ambivalente de vergüenza y placer, pero que de ninguna manera estaba arrepentida por lo sucedido que me iniciaba en una nueva etapa para disfrutar de la sexualidad sin el sentido pecaminoso que había tenido hasta ese momento.

Al retornar a la habitación encontré a Inés descansando. Cuando entré sonrió "Como te fue, te veo relajada y feliz". No supe que contestarle pero era evidente que había disfrutado y mi sonrisa velada valía más que cien palabras.

"Mañana vendrá un masajista para atenderme a nuestra habitación". "Espero que vos también aproveches sus servicios antes de terminar nuestras vacaciones".fueron las últimas palabras cuando nos dirigíamos a almorzar para luego recostarnos a dormir la siesta.

Al día siguiente Inés me sugirió que fuese al complejo termal durante la hora que había convenido con el masajista para que la atendiese en nuestra habitación. Entendí su pedido sabiendo el "tratamiento" que iba a recibir. Mientras disfrutaba de las caricias del agua cálida me imaginaba lo que ocurría y no pude menos que sentir envidia e inconscientemente deslicé mis dedos sobre mi vulva desplazando la bikini bajo el agua. Necesitaba un tratamiento similar despojándome de mis últimos prejuicios. Cuando presumí que Inés estaba terminando con sus masajes, me bañé y me seque retornando a nuestra habitación enfundada en una salida de baño. El complejo distaba unos 100 metros del hotel y corrí presurosa para conocer al masajista cuando se retirase.

Iba a golpear la puerta de la habitación cuando escuche gemidos y jadeos del interior. Era Inés, su voz era inconfundible. "Dame más, quiero más". Mi primera intención fue retirarme pero mi curiosidad y el morbo que me causaba la situación me lo impidieron. Apoyé mi oreja y mi cuerpo sobre la puerta. Oí las palabras que se prodigaban aunque mi calentura me jugó una mala pasada. Debo haber hecho algún ruido porque sin darme cuenta se abrió la puerta y casi me caigo en brazos del masajista que me recibió con una sonrisa dándome la bienvenida. Inés estaba desnuda y se cubrió con las sábanas.

Fue un momento embarazoso pero Matías, que así se llamaba, rompió el hielo.

"Ahora estamos todos y podemos gozar de un momento maravilloso". Inés sonrió y yo me ruboricé. Se acercó y me tomó en sus brazos mientras hacía caer la salida de baño. Quedé solo cubierta por la bikini. Estaba excitada y dominada por las circunstancias. Solo salían de mi boca palabras pueriles tratando de disuadirlos ya que me imaginaba que no había vuelta atrás e iba a ser partícipe de una situación impensada. Por otro lado varias veces había fantaseado con una orgía y esta era la oportunidad de hacerla realidad.

Inés me desnudó totalmente y me empujó a los brazos de Matías. Me besó y yo instintivamente abrí mi boca y sentí su lengua pegajosa. Sus manos acariciaron mis glúteos y aproximaron mi pelvis a la suya. Sentí su miembro rígido palpitando. Apoyado en mi vientre llegaba al ombligo. Inés nos estimulaba y yo perdí todas mis inhibiciones. Matías me alzó en sus brazos y me depositó en la cama. Me situé entre sus piernas y aprecié su verga enorme y gruesa. La tomé entre mis manos y comencé con una mamada lenta y profunda. Las venas ingurgitadas de sangre y el glande descubierto me estimulaban. En cada caricia la cabeza llegaba hasta mi garganta. Apenas me cabía. Me olvidé de Inés, hasta que la sentí aproximarse y con todo desparpajo acarició mis senos y con voz temblorosa dijo

"Que manera de chupar la pija, no me lo imaginaba querida".

 

Luego de algunos minutos de estimular la verga sentí un chorro intermitente que inundó mi boca. Me atraganté y tragué lo que pude haciendo arcadas, el resto escurrió por la comisura de mis labios. Limpié su verga lamiéndola y besándola. Inés me ayudó. Mientras lo hacíamos Matías gemía y nos incitaba con palabras obscenas. Su verga y sus testículos recibieron un tratamiento especial.

Estábamos desbordadas y allí no terminó la orgía. Mientras Matías se recostaba de espalda sobre la cama me situé de rodillas entre las piernas masturbando la verga que se paró inmediatamente. Me dediqué a mamarla con fruición. Al estar inclinada sobre su pelvis mi culo en pompa mostraba por detrás la vulva y el orificio anal. Entonces sentí las manos de Inés que tentada ante la visión que le ofrecía, separaba mis glúteos y su boca y la lengua se ocuparon de besar y lamer mis orificios preparándolos para la cogida.

Mi excitación hizo que me incorporase y colocándome a horcajadas guiase la verga hacia la vulva encharcada por mis jugos. La cabeza rojiza descubierta penetró la vagina y dilató las paredes. Cuando comenzó el bombeo me produjo un cosquilleo y una sensación como jamás había experimentado. Placer, entrega, lujuria, deseosa de ser llenada del semen viscoso que en chorros intermitentes derramaba Matías al eyacular. Gemía al unísono con mi amante. Inés se situó en 69 debajo abierta de piernas me ofreció su concha sedienta. Nos besamos mutuamente la vulva mientras acariciaba mis tetas. Era la primera vez que lo hacia pero no me desagrado. El gusto agridulce de los jugos pringosos que escurrían de su vagina es inconfundible y aún hoy los reconocería.

Matías seguía bombeando y yo desesperada lo incitaba. Inés con voz trémula me susurró "Como coges querida, sos una yegua insaciable"."Jamás me lo hubiese imaginado". Yo no era conciente de mis actos y respondía ante cada estímulo. Jadeaba y gemía. Mi concha se abría y desbordaba el semen que escurría por la pelvis de Matías. Inés se hamacaba y me besaba hasta que me pidió cambiar la posición, ella quería ser cogida nuevamente. Mientras Matías se colocaba por detrás lamí sus testículos.

Acompañé con morbosidad la verga de Matías observando como se introducía totalmente en la vagina de mi amiga que se agitaba ante cada embestida. Nunca había visto de tan cerca una cogida semejante. Era excitante y mi mano se posó en mi concha aún mojada e irritada, y me masturbé. Terminamos en un orgasmo ruidoso mientras Matías derramaba su semen en nuestras caras. Lo limpiamos entre besos y lamidas antes de incorporarnos y dirigirnos al baño juntos para tomar un baño de inmersión.

Matías se despidió sin cobrarnos el servicio pero con la promesa de que esa no sería la última vez. Vaya si cumplimos durante los días restantes de nuestra estadía. Fueron unas vacaciones inolvidables donde descubrí el placer al gozar del sexo sin prejuicios que aún hoy disfruto intensamente.

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