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Vacaciones en el Caribe

en Interracial

VACACIONES EN EL CARIBE

No es una historia fruto de mi imaginación. Es algo real, y por lo morbosa que es, dado el anonimato del que escribe, creo que les gustará leerla.

Mi mujer se llama Laura. Tiene 39 años y es sumamente atractiva. Le llevo varios años pero somos muy felices Tiene un cuerpo codiciado por más de un hombre pero siempre ha sido fiel y disfrutamos de la vida y el sexo sin tabúes explorando las delicias del amor, es más, cuando lean este relato se darán cuenta de la libertad y la amplitud de criterio a la hora de compartir los placeres del sexo

Todo comenzó en el mes de septiembre pasado cuando nos tomamos dos semanas de vacaciones y decidimos pasarlas en Jamaica.

Estando en la playa del hotel, no sé porque pues se supone privada, pasaban por delante de nosotros unos morenos con unos físicos esculturales que luego me enteré lo hacían para ofrecer sus servicios a mujeres turistas.

Había uno de ellos en particular que desde el primer día que se paseó por delante de nuestras tumbonas, no lo quitaba los ojos de encima a mi mujer. Con el paso de los días, empecé a pensar y a imaginarme como sería y que sentiría si viese a mi mujer en sus brazos y cogiendo con ese personaje. Les confieso, que en mis doce años de matrimonio, era la primera vez que semejante cosa se me pasaba por la cabeza, pero esa idea empezó a tomar forma y debo reconocer que me apetecía verla cogiéndose al negrazo. Lo que sí está claro, es que en ningún momento le comenté a Laura nada de esto.

Un par de días antes de abandonar la isla, decidimos ir a uno de esos locales al aire libre en donde los nativos y los turistas escuchan y bailan al compás del reggae y nos encontramos con el negro mirón. Estaba sentado en la barra a pecho descubierto y supongo en busca y captura de alguna turista deseosa de disfrutar de sus encantos. Mi mujer, con cierto disimulo, como intentando que no me diese cuenta, no dejaba de mirarlo. Al cabo de un rato, él se dio cuenta de las miradas de Laura y pasados unos minutos con toda la naturalidad del mundo se acercó a nuestra mesa.

"Hola. Me llamo Bob. Los he visto en hellshire Beach. ¿Están de vacaciones?"

"Si". Le contestamos al unísono.

La cara que puso Laura cuando se acercó la delató. En ese mismo momento me di cuenta perfectamente que mis depravados deseos podían hacerse realidad. Durante un rato, estuvimos charlando de la Isla, de sus playas, de la gastronomía, de la música y de todas esas cosas de las que se hablan cuando estas de vacaciones. Mientras platicábamos debo reconocer que a mi mujercita se la veía como nerviosa. No dejaba de moverse, intentaba llevar el tema de conversación y de vez en cuando, bajaba la mirada hacia la entrepierna de Bob, que llevaba uno de esos bañadores ceñidos, que no lograban disimular lo que tenía entre las piernas.

De repente. Dirigiéndose a mí me dijo.

"Te importaría si saco a bailar a tu mujer".

"No. Por favor. Si ella quiere por mí no hay problema".

Dicho y hecho. La cogió de la mano y la condujo a la abarrotada pista de baile.

Se pusieron a bailar en medio de la gente. Desde mi mesa podía verlos perfectamente. Bob empezó a bailar de una forma más que decente, como se supone debe hacerse con una señora casada y delante de su marido. Pero a medida que iba pasando el tiempo, empezó a acercarse más asiéndola por las caderas. La guiaba en el baile y la ponía de espalda y como no queriendo, le apoyaba su bulto en el culo apetecible de mi mujer mientras la acariciaba de arriba abajo. El manoseo que le estaba dando no era normal y lo más extraño es que Laura parecía disfrutarlo.

Al cabo de tres o cuatro canciones. Volvieron a la mesa.

"Tu mujer baila de maravilla". Me dijo.

"Ni que lo digas". Le conteste. "Tú tampoco lo haces nada mal".

Volvimos a pedir otra ronda de bebidas espirituosas y seguimos charlando como si nada hubiese pasado.

A pesar de que eran casi la una de la mañana, hacía bastante calor, y en ese momento les propuse espontáneamente.

"Tengo mucho calor", "Que les parece si vamos al aire acondicionado de nuestra habitación en el hotel y nos tomamos otra copa sin necesidad de estar sudando aquí".

Laura al instante dijo.

"Por mi perfecto".

Pagué las rondas de bebidas que habíamos tomado y fuimos caminando al hotel que estaba a diez minutos más o menos. Llegamos al hotel y subimos a la habitación.

Al entrar, mi mujer se fue al cuarto de baño y al estar los dos solos. Como lo más normal del mundo Bob me dijo.

"Mira, no lo creerás, pero esto no es la primera vez que me pasa, ni espero que sea la última". "Que quieres que haga, pues me doy cuenta que tienes una fantasía que te gustaría cumplir".

Yo. Sin pensar en las consecuencias le contesté.

"Quiero que te folles a mi mujer". "Creo que ella lo está deseando y aunque no lo creas, me gustaría verlo".

"Eso ya lo sé, me di cuenta mientras bailábamos", "Pero quería tu consentimiento", y agregó "Estas dispuesto a verla gozar y gritar de dolor y placer".

En ese momento, al escuchar lo que me decía, empecé a pensar en el lío que me había metido. Me preguntaba, que cosas le haría a mi mujer. Evidentemente, sexo del más fuerte suponía. Pero ya no podía dar marcha atrás.

"Haz lo que quieras, siempre y cuando ella esté de acuerdo". "Quiero decir, que si ves que en algún momento ella no quiere que le hagas algo, pares de inmediato". Le respondí.

"De acuerdo. Otra cosa. Quiero saber si no te importa que me corra adentro de ella". "Ya sabes a lo que me refiero y luego te pregunto, si toma alguna precaución para no quedar embarazada". "No me gustaría que dentro de nueve meses te lleves una sorpresa".

"Te entiendo perfectamente". Le contesté. "No temas si te corres dentro de su vagina, si es eso lo que te preocupa, pues ayer se le fue el ciclo menstrual". "Otra cosa no quiero que la sodomices pues tiene su ano virgen y no me gustaría verla sufrir, salvo que ella lo acepte".

Estábamos teniendo esa conversación, cuando Laura salió del baño. Al verla me quedé pasmado. Salió solamente con una biquini verde pistacho que se había comprado en una tienda de la isla y estaba para comérsela.

Mirándola, me di cuenta de una cosa. Que ella era totalmente consciente de lo que en aquella habitación de hotel estaba a punto de suceder. Es más, que lo que ella deseaba, era que sucediese y además que también era consciente y sabía, que yo estaba de acuerdo. Me di cuenta, que mi mujer estaba tan caliente, que estaba decidida a dejar que Bob se la follase incluso delante mío y sin remordimientos, pues al ser yo el que decidió que subiésemos a la habitación, sabía que tenía mi consentimiento.

Me levante. Le di un beso y dije.

"Aquí falta un poco de música", por lo que encendí la tele y sintonicé un canal en el que ponían durante todo el día y noche música reggae.

Al momento ella se levantó y se puso a bailar sola. Lentamente. Moviéndose como había visto que lo hacían las nativas. Estuvimos un momento mirando cómo se movía, hasta que Bob se levantó y se puso a bailar con ella.

La tomó entre sus brazos y apretándola contra su cuerpo, empezaron a bailar, parecían fundidos en uno. Me senté en un sillón que quedaba como a tres metros de ellos y me dispuse a ver hasta donde era capaz de llegar mi casta, pura y fiel esposa.

Bob la abrazaba por la cintura y ella levantando los brazos se abrazaba al cuello. Bailaban despacio. Moviéndose lentamente y cuando la cara de mi mujer quedaba hacia mí, podía ver como entrecerraba sus ojos, la boca un poco abierta y respiraba profundamente. No llevaban bailando ni un minuto, cuando Bob empezó a acariciar la espalda de mi mujer, desde la cintura hacia su cuello. Lo hacía despacio, con suavidad. Mientras con una mano subía por su espalda, la otra bajaba. Al mismo tiempo, le hablaba al oído. Yo no podía escuchar lo que le decía, pero sí veía a mi mujer que a veces con su cabeza y por sus labios era claro que le estaba diciendo "Si". El seguía acariciando a mi mujer y le susurraba al oído, a lo que ella sin dejar de abrazarlo, y dejándose acariciar asentía con la cabeza. No sabía lo que Bob le estaba diciendo a mi mujer, pero estaba claro, que parte de la tremenda calentura que tenía se debía a lo que el le decía.

Termino la canción y mi mujer ni se enteró. Estaba como abandonada a las caricias y a lo que Bob le decía al oído. Cuando empezó la siguiente canción, Bob bajando sus manos empezó a acariciar las nalgas y los muslos de mi mujer. Cuando le tocaba el culo, con sus manos abiertas apretaba las nalgas de ella y la aproximaba a su bulto. Al subir las manos para acariciar su cintura arrastraba con ellas parte de la biquini, dejando a la vista prácticamente todo su hermoso trasero. Mientras tanto, el seguía hablándole al oído y mi mujer seguía sin hablar, solo movía un poco la cabeza diciendo a veces sí y otras veces, movía la cabeza negando a algo que Bob le susurraba. En un momento determinado, mi mujer levantó su cabeza y mirándole a los ojos, se separó un poco y se quitó la parte superior de la biquini. A continuación Bob puso sus manos sobre las tetas de mi mujer y empezó a tocarlas y acariciarlas muy despacio, apretándole los pezones cada vez que ponía sus dedos sobre ellos. Ella, echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y totalmente abandonada al placer, se dejó acariciar sus pechos sin la más mínima oposición. Se los apretaba, para acto seguido soltarlos y volverlos a apretar. Luego. Mientras con una mano sobaba los pechos de mi mujer, con la otra, le bajó la biquini, con lo que Laura quedó completamente desnuda delante de el.

Así desnuda. Mientras que con la mano izquierda le pellizcaba los pezones, bajó la derecha y empezó a acariciarle la vulva. Yo lo veía perfectamente. Usaba tres dedos. Mientras que con el anular y el índice acariciaba los labios mayores, el del centro lo metía dentro de la rajita y le acariciaba el clítoris. Cada vez que lo tocaba, ella exhalaba un gemido e iba abriendo sus piernas para facilitarle as caricias.

Mi mujer, no tardó en tener el primer orgasmo de esa noche. Vi como se le tensaban las piernas. Vi como se abrazaba al cuello de Bob y como empezó a temblar. Se puso de puntillas y dando un grito de placer dijo.

"Dios mío. Dios mío". "Me viene. Me viene. Me corro. Me corro. Me corro". "Me estoy corriendo". "No pares. Por favor. Sigue. Sigue".

Fue un orgasmo de esos que siempre uno se imagina y que desea ver. Pero lo que nunca llegué a imaginar, es que lo vería en mi mujer y provocado delante mío por otro hombre.

Cuando mi mujer dejo de correrse y sin dejar de acariciarle la vulva, Bob me hizo una indicación para que me acercase a ellos. Yo estaba deseando participar en esa fiesta, pero por otro lado me gustaba ver a mi mujer caliente como una puta en celo, dejándose tocar y sobar sin decir nada y disfrutando de ese momento.

Me levanté y acercándome me puse junto a ellos. En ese momento Bob la dio vuelta e hicimos un "tete a tete" con ella en el medio. Ella le daba la espalda a Él y la cara de Laura se puso frente a mi rostro. Nos besamos, se abrazó a mi cuello y sin decir nada se puso a llorar en mi hombro, mientras, Bob pasando sus brazos por delante de ella sin dejar de acariciar y pellizcar sus pezones, la excitaba.

Llorando y caliente como estaba me dijo.

"Lo siento mi amor. Ya sabes que eres lo que más quiero en este mundo, pero desde el día que vi a Bob en la playa deseaba que este momento llegase". "Lo deseo". "Quiero sentir lo que es tener adentro mío la polla de un negro". "Pero haga lo que haga recuerda que te adoro".

Mirándola a los ojos le dije.

"Ya lo se corazón". "quiero que cumplas tu fantasía".

Dicho esto me separé de ellos. Me senté en el sofá y me dispuse a ver como ese desconocido se beneficiaba de la calentura de mi mujer.

Siguió durante unos segundos sobando con sus manos los pechos y la vulva de Laura, hasta que la giró y cogiéndola por las caderas la puso otra vez de cara a el. Con los dedos pulgar e índice le agarró los pezones. Apretándolos y tirando de ellos, empezó a guiarla caminando hacia el baño.

Mi mujer hizo todo el recorrido, unos siete metros como un zombi, con los ojos fijos en los dedos que apretaban sus pezones y tiraban de ellos, haciendo que sus tetitas se estiraran y con los brazos caídos se dejó llevar. Despacio, muy despacio Bob empezó a tirarle de los pezones hacia arriba obligando a Laura a caminar de puntillas hasta que llegaron al baño.

Al entrar en el baño, siempre sin dejar de tirar de sus pezones la sentó en el inodoro. Se colocó delante de ella y le dijo.

"Ahora mi reina vas a bajarme el bañador y verás lo que toda la noche estas deseando ver".

Laura tomó el bañador con ambas manos y muy despacio se lo fue bajando. Lo hacía despacio, como disfrutando de ese momento hasta que apareció lo que yo presumía. Era una polla enorme de esas que solo crees que existen en las pelis porno.

Mi mujer al verla se quedó como paralizada. Durante un instante no hizo otra cosa que quedarse mirando como embobada aquel pedazo de carne negra.

Bob, al ver que mi mujer no se movía le dijo.

"Bueno blanquita, es que vas a quedarte así toda la noche. Pónmela dura". "Seguro que sabes cómo hacerlo"

Laura con su mano derecha agarró la polla y empezó a pajearla subiendo y bajando su mano y sintiendo como iba creciendo y engordando. Al cabo de unos minutos, se había convertido en un aparato enorme, no me gusta exagerar pero no medía menos de 28 cm. Era casi tan gorda como la muñeca de mi mujer que con una mano no abarcaba todo su diámetro.

Mi mujer, estuvo trabajándole la polla durante unos cinco minutos. Se veía venir que Bob se correría en su cara en cualquier momento, entonces tomó con sus manos la cabeza de mi mujer y sujetándosela delicadamente empezó a acercar su polla a la altura de la boca. Laura ya totalmente fuera de sí, abrió la boca y empezó a chupársela despacio, pasándole la lengua por toda su extensión y engulléndola hasta donde podía. Le estaba haciendo una mamada increíble, la polla entraba y salía de su boca a un ritmo cada vez más rápido y al ver la cara de mi mujer, observé como disfrutaba con aquella mamada. Intentaba metérsela tan adentro de su garganta, que varias veces tuvo arcadas. Bob gemía de placer, sintiendo y mirando como mi mujer le estaba haciendo una mamada digna de ser grabada en video

Laura estuvo chupando y masturbando el miembro de Bob durante más de 15 minutos hasta que sacándolo de su boca y con una voz trémula que nunca le había oído le dijo.

"Por favor, no esperes más". "Necesito sentir tu semen derramándose en mi boca". "Quiero tragarlo".

Volvió a engullir aquella tranca y Bob no la hizo esperar más. Vi como empezaba a temblar y bufando como un toro, empezó a descargar toda su leche. Ella no dejaba de chupársela y en la medida que podía se iba tragando el semen. Por la comisura de los labios escurría parte del semen que Laura no podía tragar pero sin interrumpir la tarea, siguió mamándola hasta que Bob terminó de soltar todo lo que tenía adentro.

Lo que sentí en aquel momento es difícil expresarlo con palabras. Ver a tu mujer. A tu esposa totalmente abandonada a su lujuria. Chupando una polla gigantesca y pidiendo que la polla de otro hombre se corriese dentro de su boca no se puede explicar.

Apenas sin darle tiempo a mi mujer a limpiarse la leche que le corría por la barbilla, Bob la volvió a coger por los pezones y la colocó sobre la mesa del lavabo y asiéndola por los brazos la sentó de frente a él. Laura quedó con la espalda apoyada en el espejo y las piernas colgando afuera del lavabo. Bob se sentó en una banqueta de baño y acto seguido empezó a besar las piernas de mi mujer. Despacio, muy despacio. Primero los pies, luego las pantorrillas. Ascendiendo, empezó a besar y a pasar su lengua por el interior de sus muslos. Subía y bajaba, besándola desde las rodillas hasta justo antes de la vulva. Así estuvo como cinco minutos, hasta que acercando su boca a la espesura de Laura, acabó lamiendo y chupando los labios de la vulva y mordisqueando el clítoris. Mi mujer ya estaba absolutamente abandonada a lo que le proponía Bob, era una sumisa total entregada a sus caprichos.

La imagen era de lo mas erótica. Ver a mi mujer, recostada contra el espejo del baño. Totalmente abierta de piernas delante de Bob. Acariciándose los pechos y gimiendo cada vez que sentía que su clítoris era atrapado por los labios y los dientes del negrazo. Llegó un momento, que me di cuenta que mi mujer ya no podía aguantar más y que necesitaba tener un orgasmo. Bob también se dio cuenta y para mi sorpresa le dijo. "Sé que necesitas correrte". "Ya no aguantas ni un segundo más sin tener otro orgasmo". "Pero no voy a ser yo el que haga que te corras". "Vas a hacerlo tú". "Vas a masturbarte así, como estas adelante nuestro". "Quiero ver como una ricachona blanquita como tú se masturba hasta correrse delante de este negrito".

Yo no podía creerlo. Mi mujer empezó a acariciarse su coño absolutamente fuera de sí. Mientras que con una mano se acariciaba el clítoris, con la otra se metía dentro de su concha los dedos cada vez con más fuerza y más velocidad, hasta que arqueando la espalda empezó a temblar y tuvo un orgasmo formidable. Bob acercó la cara a la concha de Laura y empezó a besarla, lamerla, y chuparla, mordiéndole el clítoris y diciéndole.

"Así es, así me gusta". "Córrete. Córrete. Córrete en mi cara".

Yo no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Mi mujer se estaba masturbando y corriéndose con otro hombre en mis propias narices.

Al cabo de unos minutos sin dejar de mover sus caderas y con sus dedos abriéndo sus labios vaginales para sentir mejor la comida de coño que le estaban dando, empezó a llorar y a gemir como nunca la había visto y no paraba de decir.

"Por favor no pares sigue así. Sigue chupándome. Sigue por favor no pares". Bob, la estaba llevando a un estado en el que mi mujer no era ya consciente de sus actos, solo quería sentirse hembra, puta, mujer, todo eso junto. Y de verdad que lo fue. Esa noche por segunda vez, tuvo otro orgasmo todavía más fuerte y largo que el primero. Volvió a arquear la espalda. Su cuerpo pareció tensarse como la cuerda de un violín y explotó con un orgasmo salvaje, llenando la cara de Bob de los jugos que salían a chorro, mientras él, seguía chupando y lamiendo la concha de Laura.

Sin darle tiempo para que se repusiese, se levantó y mientras con una mano seguía acariciando y metiendo los dedos dentro de la concha de Laura le levantó las piernas poniéndolas sobre sus hombros y fue acercando su enorme herramienta hasta que estuvo a unos centímetros de la entrada de la vagina. Empezó a restregarlo de arriba abajo lubricándolo bien. Los pechos de mi mujer aunque pequeños son preciosos y tenía los pezones erectos y duros como resultado del momento que estaba viviendo.

Ella intentó levantar su cabeza para ver la verga de Bob pues sentía su tamaño al restregársela por el coño pero debido a la postura que tenía, acostada y con las piernas sobre los hombros no podía hacerlo. El se dio cuenta y le dijo.

"Quieres vérmela verdad".

 "Si, por favor, quiero verla, necesito verla"

 Entonces le bajó las piernas de los hombros, y la dejó sentada. No sé si la cara que ponía mi esposa era de dolor o de placer. Pero empezó a llorar y a gemir cayéndole las lágrimas por las mejillas. Ya sentada podía verla con claridad y en toda su dimensión. Se quedó como hipnotizada viendo la verga dura palpitando y le dijo.

"Dios mío es enorme. Es tres veces la polla de mi marido. "Por favor no me hagas doler demasiado".

Bob mirándola a los ojos le dijo.

"Esta polla te va a follar hasta que no puedas ni caminar". "Después de tenerla adentro, no vas a querer ni pensar en otra polla que no sea la mía", y agregó. "Voy a hacer que te corras como nunca te has corrido". "Hoy te voy a enseñar como follamos los negros a las ricachonas blanquitas como tú".

Ella no podía mas y como suplicándole le dijo.

"Por favor no me hagas daño". "Nunca tuve adentro mío una verga tan grande como la tuya". "Quiero recordarla por el placer". "No por el dolor".

Bob colocó la punta de su verga en la entrada de la vagina de mi esposa y empezó lentamente a introducirla. Primero la cabeza. La sacaba y volvía a introducirla un poco. La volvía a sacar y la introducía un poco más. Volvía a sacarla y se la metía otro poco más. De esta forma entrando y saliendo, lenta, muy lentamente fue dilatando las paredes de la vagina de Laura. Despacio, muy despacio, al cabo de unos minutos mi mujer tuvo toda esa verga descomunal adentro de su concha que la fue aceptando.

Estaba claro que Bob sabía cómo meter su polla en una concha estrecha como la de Laura, que gemía y se retorcía de placer

Entonces comenzó a bombearla. Primero despacio hasta que el ritmo se hizo más intenso. Mi mujer acompañaba las embestidas moviendo las caderas al ritmo que marcaba Bob. Gemía, gritaba, lloraba, jadeaba, se acariciaba los pechos y no paraba de expresar con voz trémula.

"Dios mío Siii, siii. Sigue por lo que más quieras en el mundo", "sigue cogiéndome no pares". "La siento toda adentro de mí concha".

De repente abrió los ojos. Se agarro con las manos a la mesa y exhalando un suspiro y un grito como nunca en mí vida le había oído, estalló en un tercer orgasmo. Un orgasmo formidable. Su cuerpo se arqueaba. Empezó a temblar desde los pies hasta la cabeza y entre, jadeos, llanto y gemidos decía.

"Dios me estoy corriendo". "Me estoy corriendo no pares". "Por favor no pares". "Me corro", mmmm,siiiii aaaaaahhhhhh, ahhhhhhyyyy"

Mientras tanto. Bob seguía follándola sin disminuir el ritmo del mete y saca ni la fuerza de las embestidas. Mi mujer estaba teniendo el orgasmo más largo y salvaje de toda su vida. Yo nunca había logrado llevarla hasta donde ese negro la estaba llevando.

Estuvo corriéndose sin parar como un minuto y en cada embestida se oía un chapoteo producto de los flujos que salían a borbotones de dentro de mi mujer.

Bob estuvo follándola sin cambiar de postura durante 45 minutos durante los cuales llegué a perder la cuenta de los orgasmos que llegó a tener mi esposa. Estaba como loca. A cada orgasmo que tenía le suplicaba.

"Dame más quiero otro por favor dame otro". "Quiero otro más. Sigue follándome. Por favor no pares". "Necesito más". "Necesito más". Yo sabía que Laura era multiorgásmica pero esta vez superaba todo lo que podía suponer

Pasados esos 45 minutos, muy lentamente fue sacando la polla y cuando la tuvo toda afuera le bajó las piernas. La agarró otra vez por los pezones y tirando de ellos obligó a Laura a ponerse de pie. Sin soltárselos se sentó en el inodoro y volviendo a tirar de ellos colocó a mi mujer con las piernas abiertas por fuera de las suyas con su coño encima de su polla. Entonces le dijo.

"Siéntate y clávatela".

Laura, flexionando las piernas empezó a meterse por el coño los 28 cm. que tenía entre las piernas. Empezó metiéndosela muy despacio. Subiendo y bajando como antes lo había hecho Bob, se fue metiendo esa enorme tranca negra hasta que lo único que se veía afuera de la raja eran los testículos. En ese momento Bob la volvió a asir por los pezones y tirando de ellos de arriba abajo le marcaba el ritmo de bombeo diciéndole.

"Cabalga blanquita cabalga. Así, así. Métetela entera. Hasta los huevos".

Mi mujer gemía, gritaba de placer, lloraba, se retorcía al sentir la polla toda adentro. No respiraba. Eran bocanadas de aire las que entraban y salían de sus pulmones y a cada orgasmo que tenía echaba la cabeza hacia atrás y no paraba de decir.

"Dios mío otro más. Tengo otro más".

Bob cada vez que veía que mi mujer tenía otro orgasmo la agarraba de los pezones y le decía.

"Eso es preciosa córrete, córrete".

Laura estuvo en esa postura como media hora metiéndose y sacándose la polla de Bob teniendo un orgasmo tras otro. En algunos cuando lo sentía venir se agarraba a su cuello y no hacía más que repetir.

"Dios mío. Dios mío. Me vas a matar. Me corro otra vez. Me corro otra vez".

Pasada más o menos esa media hora en un momento que Laura tenía toda la polla adentro. Bob la cogió por las caderas y con todo su pollón sin sacársela la levantó tomándola en brazos. Laura se abrazaba al cuello y con las piernas rodeaba las caderas de Bob. Así de esa forma la volvió a colocar encima de la mesa del lavabo y le expresó decidido.

"Ahora te voy a follar yo hasta que me corra y llene tu concha de leche".

Ella fuera de sí le contestó.

"Si, soy tu esclava". "Quiero ver y sentir como te corres adentro mío y me llenes con tu leche caliente".

Así como estaba, con las piernas rodeando la cintura y agarrada al cuello, Bob empezó a bombearla. A los cinco minutos y nuevamente bufando como un toro se corrió adentro de mi mujer. Ahora era ella la que le decía.

"Sigue. Sigue. Asi.asi córrete. Córrete". "Siento tu leche caliente"

Cuando Bob termino de vaciarse le fue sacando la polla muy despacio, la cogió por los pezones que a esas alturas los tenía rojos como una frutilla la puso de pie y la conminó.

"Abre las piernas". "Quiero ver cómo te sale la leche. Quiero verla gotear desde tu coño".

Mi mujer abrió las piernas y al momento su coño empezó a chorrear el semen de Bob mezclado con los jugos pringosos de Laura. Mi esposa, al verlo salir, lo recogía con su mano y se la llevaba a la boca.

La escena era surrealista. Mi mujer de pie delante de ese negrazo. Abierta de piernas. Recogiendo con su mano el semen que goteaba llevándoselo a la boca, y sin dejar de mirar a Bob le decía.

"No quiero que se pierda ni una gota. Es todo mío. Todo mío".

Aún seguía chorreando gotas de semen del coño de Laura cuando Bob la volvió a coger de los pezones y tirando de ellos la empezó a guiar desde el baño hacia la alcoba, obligando a Laura a caminar de puntillas. En ese momento Laura empezó a llorar. No decía nada. Solo lloraba y caminaba de puntillas arrastrada por los pezones. Así llorando y de puntillas se acercaron a la cama. Bob la acostó de espalda y abriéndole las piernas se tumbó boca abajo entre ellas.

Al estar de espaldas acostada y con las piernas abiertas pude ver perfectamente su coño. Era todo un poema. Lo tenía totalmente enrojecido y tan dilatado que se veía perfectamente la entrada de su cueva rodeada del pringoso y blancuzco fruto del semen de Bob mezclado con los propios jugos vaginales de Laura.

Bob empezó a comerle nuevamente el coño dedicándole atención especial al clítoris que estaba totalmente fuera de su fundita y absolutamente expuesto.

Dejando por un momento de chupetearlo le dijo.

"Ahora preciosa. Relájate así tumbada que te vas a correr nuevamente pero esta vez seré yo quien te haga gozar".

Comenzó nuevamente a pasar la lengua por el clítoris de Laura y esta empezó a mover sus caderas al mismo ritmo que Bob le recorría con su boca el coño de arriba abajo. Al cabo de unos minutos, mi mujer le agarró la cabeza, y meciéndole los cabellos, incrustó la boca de Bob en su concha. Laura empezó a gemir como preludio del orgasmo que iba a tener. Así fue. Fue otro orgasmo intenso. Largo durante el cual no dejó de gritar. Moverse como una poseída y temblar como si le estuviesen dando descargas eléctricas.

Bob para entonces ya tenía su polla dura palpitando y al levantar las piernas de Laura le colocó las rodillas prácticamente a la altura de las orejas. Colocó la punta de la polla en la entrada del coño de mi mujer y se la metió de golpe, sin la delicadeza con que se la había metido las veces anteriores. Mi mujer abrió los ojos, sorprendida ante la embestida salvaje, exhaló un gemido, y le pidió con un murmullo.

"Así. Vuelve a metérmela así. Sácala y vuelve a metérmela así. Me gusta". "Dios así es como me gusta".

Bob no se hizo rogar. Se la sacaba y de golpe se la metía entera de una sola estocada. Una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez hasta que mi mujer tuvo otro orgasmo increíble. Gritaba, lloraba, gemía levantaba sus caderas cada vez que la polla de Bob entraba hasta el fondo de la vagina como intentando partirla y metérsela más profundamente hasta hacer tope con el útero. Cuando empezó a venirle el orgasmo, Bob se la dejó entera adentro. Laura solo movía sus caderas para que entrase más profundamente.

"Si". "Si". "Así es como me gusta. Entera métemela entera". "Por favor así, así, así, así".

Con la polla adentro sin sacarla, solo moviendo las caderas el bueno de Bob estuvo follándose a Laura como otra media hora provocándole un orgasmo tras otro hasta que acostándose sobre ella y nuevamente jadeando volvió a correrse en su concha. Mi mujer al ver y sentir que nuevamente se estaba corriendo, abandonada a la lujuria y el placer que estaba gozando, repetía

"Dios. Otra vez, te estás corriendo otra vez"."Siento tu leche cálida regando mi vagina a borbotones" "Que quieres que haga". "Que quieres que haga", "Soy tu esclava".

Cuando terminó de correrse y hasta que la polla quedó flácida no se la sacó y cuando la tuvo afuera le dijo.

"De verdad quieres hacer algo por mí". Le preguntó.

"Si, que quieres que haga".

 "Quiero que le chupes la polla a tu marido y lo hagas acabar. Se lo merece"

"Si"."Se la chuparé hasta que se corra en mi cara". "Pero luego quiero que me vuelvas a follar". "Quiero volver a sentir tu polla entrando y saliendo como me la metiste antes, toda entera y de un golpe".

Laura se levantó, se arrodilló y me hizo la mejor mamada de toda mi vida como casados. Cuando sintió que me iba a correr. La saco de su boca e hizo que la leche que me iba saliendo le cayese por la cara.

A todo esto, Bob ya volvía a tener su arma a punto y cuando terminé de correrme sin dejarla que se limpiase la cara se acercó a nosotros. La cogió por los hombros. La puso de cara a él y agarrándola otra vez por los pezones la llevó a la cama y le dijo.

Ponte de rodillas encima de la cama. Voy a follarte otra vez como me pediste pero ahora te la voy a meter desde atrás.

Laura se dio la vuelta, puso las rodillas en el borde de la cama. Se echó hacia delante. Abrió sus piernas dejando todo su enrojecido coño bien a la vista y le dijo.

"Como antes. Por favor. Hazlo como antes".

Bob así lo hizo. Se la metía entera de un golpe para luego sacársela. Así una y otra vez durante no se cuanto tiempo. La verdad es que yo ya casi no quería ni mirar, estaba asombrado. Mi mujer volvió a sentir en sus entrañas otra serie de increíbles orgasmos. Cada vez que le venía uno el siempre hacia lo mismo. Se la dejaba entera dentro moviendo solo las caderas hasta que Laura se corría y Bob volvía a metérsela y sacársela cada vez con más fuerza hasta el siguiente orgasmo. Vuelta a dejarla dentro y así hasta que mi mujer ya no pudo más. Estaba tan agotada que solo gemía. No tenía ni fuerzas para levantar los brazos y de repente ella como en un susurro pues las fuerzas supongo que no le daban para más dijo.

"Por favor. Ya está. No me folles más. No puedo más. Estoy agotada".

"No blanquita ahora viene el postre, solo tienes que relajarte y hacerme caso", "Te haré recuperar las energías".

Me imaginé lo que vendría y solo atiné a decir "no la sodomices si no quiere", "jamás lo hemos hecho, aunque se que lo desea".Pero Laura era incapaz de oponerse a una orden de Bob, estaba entregada a sus caprichos.

"Papi, lo hago", me preguntó Laura, "tengo miedo". Era una confesión y lo deseaba sin duda a pesar de su agotamiento. Era su esclava sin duda.

"Laura está en vos", "si lo deseas, hazle caso".

Bob la puso de espaldas en el borde de la cama, le pidió que separase las piernas y ampliara el orificio anal separando los glúteos con sus manos, le ensalivó el ano, y acerco su tremenda herramienta al orificio anal oscuro y aún pequeño. El último pedido de Laura fue que le tuviese paciencia y no le hiciese doler mucho. Yo observaba desde mi posición privilegiada la situación, y me masturbaba sin parar. Mi polla estaba dura y palpitaba viendo esa herramienta enorme que iba a desvirgar el culo de mi esposa

Bob comenzó a presionar, mientras le pedía que se relajase. "Afloja tus glúteos, abrí más tus nalgas", "Así, así, muy bien, ya empieza a entrar". El glande enrojecido profanó el ano y se introdujo en el recto. Al pasar el esfínter, Laura lanzó un grito lastimero, pero Bob no cedió a sus ruegos. Observé como el resto de la verga se perdía entre las paredes del culo. Los gritos del principio dieron paso a los jadeos y gemidos de Laura que se movía acomodándose a las embestidas de Bob que la tranquilizaba con palabras tiernas elogiando su entrega. Ante una pregunta de Bob, Laura le pidió que acabase adentro de sus intestinos cuanto antes. Gemía, le pedía que le diese más fuerte hasta que Bob comenzó a resoplar y con palabras obscenas "Blanquita, te rompí el culo virgen" "que placer, ya sabes lo que un negro caliente puede darle a una putita viciosa", le derramó el semen en el interior de su recto.

Al retirar la verga comprobé el enorme tamaño de esa herramienta negra que había iniciado a Laura en un mundo nuevo de lujuria y placer.

Laura se levantó temblando, sus piernas apenas la sostenían, y en un susurro me pidió que la acompañase al baño pues tenía ganas de defecar luego de recibir la lechada de Bob. Sentada en el inodoro observé como escurrían los jugos y se cerraba lentamente el ahora irritado orificio anal.

Al volver a la habitación, Bob ya estaba vestido con su bañador y me solicitó 100 dólares como habíamos convenido. Abrió la puerta y se marchó.

Eran las ocho de la mañana. Había estado follando a mi mujer prácticamente sin parar durante ocho horas.

Mi mujer durmió todo el día. Se despertó para la cena. Salimos a cenar y al volver a la habitación me dijo.

"Cariño. Solo quiero darte las gracias por permitir que me echaran el mejor polvo de toda mi vida. Lo que me has hecho sentir dejando a Bob hacer de mi una puta es algo que no te lo puedo decir con palabras porque no las hay".

 "Ya sé que tu nunca en tu vida me harás sentir lo que él ha hecho que yo sintiese pues para eso necesitarías tener entre las piernas lo que él tiene. Pero quiero que sepas que tú tienes otras muchas cosas que compensan sobradamente eso". Solo te pido una cosa. Que una vez al año contigo delante hagas que vuelva a ser lo que he sido hoy.

 Prometido. Le contesté.

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