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¡Viva México, Viva el Emperador! (1)

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Maximiliano de Habsburgo (Maximilian Habsburg) es uno de los personajes más fascinantes de la historia universal del siglo XIX. Un Archiduque de la Dinastía Reinante en el antiguo Imperio Austro-Húngaro, hermano menor del Emperador de Austria para más señas; que de la noche a la mañana se convierte en Emperador de México por obra y gracia del Emperador francés Napoleón III y de los políticos del Partido Conservador mexicano.

Francia había invadido a México y derrocado al Gobierno Republicano del Presidente Benito Juárez (líder del Partido Liberal); y posteriormente los conservadores mexicanos y los soldados franceses habían celebrado un plebiscito fraudulento con cuyo falso resultado habían convencido a Maximiliano de que el pueblo mexicano lo quería como su Monarca. Maximiliano reinaría en medio de una sangrienta guerra (en parte Guerra Civil, en parte Guerra de Independencia contra el invasor extranjero) hasta ser derrocado por los rebeldes liberales-republicanos; tras lo cuál sería juzgado y condenado a muerte, siendo fusilado en 1.867. Lo pintoresco y trágico de éste absurdo intento de implantar la Monarquía en un país latinoamericano siempre ha llamado mi atención; y más aun la figura trágica y romántica (muy propia de la Era Victoriana) de éste desdichado Príncipe europeo metido a Monarca latinoamericano. Por eso aproveche la cercana amistad del Emperador con la Princesa Salm-Salm (una plebeya norteamericana casada con un Príncipe aventurero alemán) para escribir éste relato ficticio sobre los últimos días de Maximiliano (respetando en lo posible la verdad histórica). Espero les guste.

La Princesa Salm-Salm entra en la celda del Emperador Maximiliano despacio, y lo ve sentado con gesto de tristeza y melancolía, sin que él se percate de la presencia de ella. Ella lo llama con suavidad.

Princesa Salm-Salm- Majestad, disculpe si lo molesto, soy yo.

Emperador Maximiliano- ¿Princesa Salm-Salm? –Dice saliendo de su ensimismamiento- discúlpeme usted a mí, no la había visto. ¡Pase por favor! ¡Usted nunca molesta, al contrario!

Maximiliano se pone de pie y gentilmente besa la mano de su visitante; luego caballerosamente le saca una silla para que ésta tome asiento. Luego él se sienta frente a ella.

Emperador Maximiliano- ¿Cómo se encuentra usted Princesa?

Princesa Salm-Salm- Bueno, dentro de ésta horrible situación digamos que bien. Su Majestad sabe que mientras mi marido y mi Emperador se encuentren en ésta cárcel corriendo riesgo sus vidas yo no podré estar tranquila.

Emperador Maximiliano- Lamento mucho ser parte de su angustia, mi buena amiga. ¿Y cómo encuentra a su esposo?

Princesa Salm-Salm- Félix está bien a pesar de su situación; usted lo conoce Su Majestad, él es un hombre que nunca se da por vencido y nunca pierde el ánimo- la Princesa tiene una sonrisa triste- La única preocupación de mi Félix es salvar la vida de su Emperador a cualquier precio, al igual que la mía.

Emperador Maximiliano- Se los agradezco de corazón, pero recuerden que no deseo que arriesguen sus vidas por mí. Mi único deseo en éste momento es salvar la vida de mis hombres, y por ello no me importaría perder la mía; así se lo he hecho saber al señor Juárez, a quien le he pedido que si alguien tiene que morir, que ese sea solamente yo y más nadie.

Princesa Salm-Salm- ¡No diga eso Majestad! ¿Qué haríamos sin usted?

Emperador Maximiliano- Mi querida Princesa- dice él con sonrisa triste y melancólica- ya yo estoy acabado. Soy un hombre condenado a muerte, como cualquier vulgar delincuente. Soy un reo que espera su ejecución y cuenta los días para su final. Mi reinado, si alguna vez existió, ya termino; mi Ejército fue destruido y mi Gobierno no existe. Soy un Emperador sin Corona; en realidad no sé si debería usted seguir llamándome Majestad…

Princesa Salm-Salm- Para sus leales súbditos usted siempre será nuestro Emperador- dice ella emocionada- No debemos perder la fé Majestad, eso no le hace nada bien. Si me permite decirlo, lo veo pálido y enfermo Majestad; ¿no se alimenta usted? ¿No lo están tratando bien?

Emperador Maximiliano- No se preocupe nuestro ángel, me tratan bien para ser un prisionero. Pero si me permite Princesa, necesito hacerle una pregunta.

Princesa Salm-Salm- Diga usted Majestad.

Emperador Maximiliano- ¿Ha tenido noticias de mi mujer?

Princesa Salm-Salm- No, lo siento Majestad- dice con lastima y dolor la Princesa- No he sabido nada de la Emperatriz Carlota desde hace tiempo.

Emperador Maximiliano- (Luego de un corto silencio) Lo peor de todo lo que me ocurre es no saber sí Carlota está viva o muerta; y sí está viva, ¿Cómo estará su salud? Cada vez que recuerdo cuando me dijeron que se había vuelto loca siento…siento un dolor tan grande que no lo puedo soportar.

Princesa Salm-Salm- Debe estar bien, tenga fé en Dios. Aunque esté lejos de nosotros, algo me dice que está viva.

Emperador Maximiliano- Esa es una esperanza a la quisiera aferrarme- dice Maximiliano abatido- Estando en ésta celda he tenido mucho tiempo para reflexionar y hacer un examen de conciencia. ¿Sabe usted cuál es la cosa de la que más me arrepiento en mi vida? De haber sido tan mal esposo para mi amada Carlota; ella es la mejor mujer del mundo, y se merecía el mejor marido sobre la Tierra. Pero yo estuve lejos de serlo; realmente soy indigno de ella.

Princesa Salm-Salm- No debería ser tan duro; usted la ama, eso es obvio.

Emperador Maximiliano- Amar no es suficiente sí uno no hace feliz a la persona que ama. Es gracioso y triste a la vez que cuando uno tiene la oportunidad de vivir de forma correcta uno desperdicie esa oportunidad; y sólo cuando tú vida está a punto de terminar es cuando tienes la voluntad de hacer las cosas bien, pero entonces ya es tarde. Todos quisiéramos una segunda oportunidad en la vida para hacer lo que dejamos de hacer, para decir las palabras que nunca dijimos, para pedir el perdón que nunca pedimos o para demostrar el amor que sentimos; pero nunca tenemos esa segunda oportunidad, porque sólo tenemos una vida y sí la desperdiciamos ella no volverá. Sí muero fusilado no serán las balas las que me hieran, sino las palabras que nunca voy a decirle a Carlota…

Maximiliano y la Princesa se contemplan en silencio con profunda y triste emoción; sus ojos húmedos.

Emperador Maximiliano- Pido a Dios que le conceda a mi mujer la misericordia que me niega a mí. Quisiera al menos tener el consuelo de saber que ella no sufre, y menos por mí. Cada buena acción que hice en mi vida se la dedico a ella, porque fue su consejo él que me guió. Ella tenía grandes planes para éste país cuando llegamos; los dos sólo deseábamos hacer el bien por Dios y por nuestra nueva Patria. Me acuerdo- dijo Maximiliano con una sonrisa nostálgica- como ella recorría México visitando los hospitales y los asilos para ayudar a los pobres, sobre todo mujeres y niños. Ella lo hacia con pasión y entrega.

Princesa Salm-Salm- Siempre fue una gran mujer- decía conteniendo las lágrimas a duras penas.

Emperador Maximiliano- Princesa, voy a pedirle un último favor; no para mí sino para su Emperatriz. Aunque voy a mandarle una carta a ella, quiero que usted le diga con sus propias palabras lo que le dije; dígale sí tiene la oportunidad de verla y sí ella está bien de la cabeza que yo la ame hasta el último minuto. Que me arrepiento de no haber sido un mejor esposo, ya que ella fue lo mejor en mi vida; dígale también que cuando yo muera, ella será mi último recuerdo.

Princesa Salm-Salm- ¡No es justo Majestad! ¡No es justo que esto pase! –dice con algunas lágrimas asomando por sus mejillas.

Emperador Maximiliano- Amiga mía, la justicia tiene poco que ver con la vida- dice con triste ironía- Si Dios quiere que yo muera por la paz de éste país, que así sea. Sí llega el momento despídame también de mi madre, por favor. Ya veo al guardia que se asoma, ha llegado la hora de despedirnos mi querida Princesa.

Maximiliano se pone de pie y la Princesa también, pero de pronto ésta se arrodilla a los pies del Emperador.

Princesa Salm-Salm- ¡Majestad, perdóneme por favor, perdone por no poder hacer más por vos!

Emperador Maximiliano- ¡Vamos, vamos mi amiga! ¿Qué es esto?- dice él con sonrisa embarazada y tomándola de los brazos para levantarla- ¡Nunca de rodillas frente a mí! Usted y su marido han hecho más por mí que muchos de mi propia familia nunca tendré como pagarles- besa las manos de la Princesa- Dios los salve a los dos muchos años y le dé la dicha que se merecen. Muchas gracias.

Princesa Salm-Salm- Gracias Majestad, con su permiso me despido.

Emperador Maximiliano- Vaya con Dios.

La Princesa camina hasta la puerta y se va.

Espero escuchar sus comentarios en mi dirección de correo: adamrove1975@yahoo.com, es la primera que escribo un relato no-erótico y me gustaría ver la reacción de los lectores.