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Veranos de Topless: Incesto seguro

en Amor filial

“Cuando mi madre se bajó las bragas, me sentí el chico más afortunado del mundo…”

Ésta historia ocurrió hace mucho tiempo, en la Italia de 1984; entonces yo tenía 16 años de edad y como todo adolescente de mi edad (sobre todo en los que son vírgenes como lo era yo) ardía de deseos, con las hormonas a mil.

Mi madre, Paola, era una mujer muy bella; en ese entonces tenía 35 años (pues me dio a luz con 19 años) y aparentaba al menos 5 años menos. Tenía unas bellas y ricas tetas, muy grandes, duras y firmes, con aureolas grandes; un culo grande, con enormes y sabrosas nalgas. Unas piernas largas y esbeltas; no era ni gorda ni muy flaca, tenía un cuerpo voluptuoso y un tanto escultural. Un rostro más o menos bonito, de labios carnosos y nariz pequeña y respingada; cabello castaño claro y más o menos liso, que llevaba bastante corto. Bonitos ojos color miel y un color de piel como de bronceado natural permanente (no por nada era una italiana del Sur, pues había nacido en Nápoles, aunque de pequeña su familia se había mudado a Roma); y por eso cuando tomaba el Sol en la playa se ponía bastante morena, hasta el punto que le decíamos que se ponía “negra”. Yo por mi parte era bastante delgado, no era precisamente un chico atlético o muy guapo, pero tampoco era mal parecido.

De jovencita mi madre fue algo “loca”, muy a juego con los años 60, todo lo que le permitieron sus padres (mis abuelos) que eran un poco conservadores; cuando conoció a mi padre, que era un poco hippie, se enamoró locamente y no tardó mucho en irse a vivir con él y quedarse embarazada. Con el paso de los años mi padre cambió de personalidad y la relación con mi madre se enfrío; no solían pelear entre ellos, pero se veía que cada uno iba por su lado y se había instalado la indiferencia entre ellos. Cuando yo tenía 13 años se separaron y desde entonces mi madre y yo vivíamos solos; ella salió con algunos tipos después de la separación, pero fueron relaciones efímeras y yo prefería no imaginar lo que había hecho con ellos, aunque era bastante obvio.

Cada verano mi madre y yo íbamos a veranear a la playa, ella alquilaba un apartamento en una localidad costera (tenía un buen trabajo en una gran empresa y se lo podía permitir); para mi era la mejor época del año, no por el calor (que lo odiaba) y la playa (que no me emociona particularmente), sino porque a mi madre le encantaba hacer toples, es decir, andar sin la parte de arriba del bikini, con las tetas al aire. Prácticamente desde que llegábamos al apartamento en la playa mi madre se pasaba todo el día con las tetas afuera, ya que tomaba el Sol en la terraza del apartamento, en la piscina del edificio y en la playa. Solo por la noche cuando bajaba la temperatura, mi madre se ponía una dormilona o camisón, o una franelilla, y solo entonces se cubría las tetas.

Yo todo el día viendo aquellas maravillosas tetas, esos ricos y jugosos pechos, esos senos que hacían que a cualquier hombre se le cayera la baba; yo veía a los hombres, en la piscina o en la playa, como le lanzaban miradas lascivas, morbosas, a las tetas de mi madre (y también al resto de su cuerpo) y yo me sentía dichoso, malévolamente satisfecho de que ninguno de ellos podía morbosearlas como yo, de cerca, a pocos centímetros, sin tener que verlas con disimulo y de soslayo, haciéndose los locos.

Mi madre no era tonta y se daba cuenta perfectamente de que yo le veía las tetas con una lujuria mal disimulada, pero por su pasado de “loca” y medio hippie, por su mente abierta y bastante liberal, no le daba mucha importancia la mayor parte del tiempo y se hacía la loca; aunque alguna vez si que la noté algo incomoda o irritada cuando yo lo hacía de forma muy descarada. Por eso al menos un par de veces me dijo, medio en serio y medio en broma:

- ¡Gino, no seas enfermo! ¡Deja de verme tanto las tetas y babearte con ellas, que soy tu madre! ¡Búscate una chica de tu edad y sacia tus deseos con ella…búscate unas tetas que no sean las de tu madre!

Pero eran solo arranques que tenía algunas veces; en otras ocasiones se lo tomaba con humor.

- ¡Anda Gino, comienza el espectáculo! -me dijo una mañana al levantarse y quitarse la franelilla con la que había dormido dejando al descubierto sus tetas - ¡Mi pequeño depravado comienza a pajearte en tu mente cochina con las tetas de tu madre! ¡Solo recuerda cuando lo hagas que fueron las tetas que te dieron de mamar cuando eras un bebé, mi enfermito adolescente!

Otras veces mi madre se ponía en plan de madre moderna de mente abierta y me decía que entendía que por el Complejo de Edipo yo tuviera esos sentimientos hacía ella, y más en pleno despertar sexual; y entonces me hacía preguntas sobre sí era virgen y trataba de aconsejarme de sexo, cosa que para mi era casi peor que sí se hubiera enfadado y me hubiera echado la bronca.

En fin, que yo de lo más contento con mi madre buenota todo el santo día de aquí para allá vestida solamente con la parte de abajo del bikini, con sus bragas (que sí hubieran sido un hilo dental o una tanga hubiera sido perfecto, pero no era la moda en Italia ni era el gusto de mi madre) y con sus tetas danzando ante mis ojos. Y yo luego en mi dormitorio pajeándome fuertemente con esas visiones.

Así estábamos en nuestra rutina veraniega, cuando un día ocurrió un incidente desagradable; un tipo algo pasado de tragos que andaba por la playa, empezó a decirle cosas pesadas, groseras, y a molestarla. Mi madre le respondió furiosa y entonces él la sujetó por el brazo; yo cabreado me le fui encima empujándolo y golpeándolo, y el tipo más grande y fuerte que yo me dio un fuerte puñetazo que me derribó, y con el alboroto vinieron otros bañistas y sujetaron al tipo y después la policía que lo detuvo, mientras mi madre angustiada me socorría y se preocupaba por mi estado, mientras gritaba insultos al tipo (y yo mientras recuperaba la conciencia sentía que había llegado al cielo al tener las enormes tetas de mi madre encima de mi cara, casi rozándome el rostro).

Total que el incidente terminó con la correspondiente denuncia de mi madre y nuestra declaración en la policía, y luego nos marchamos al apartamento a pasar el mal rato; ya a solas mi madre lloró algo de los nervios y yo la consolé.

Mi madre después me dijo que más que por ella misma sufrió por mi al verme brutalmente atacado por ese hijo de p…; pero que también se sentía muy orgullosa de mi y muy conmovida porque la había defendido como nunca ningún hombre lo había hecho, y eso era una gran muestra de amor por mi parte. Yo veía que le brillaban los ojos cuando me lo decía y que casi lloraba, ella que no solía ser muy sentimental o cursi.

Así pasaron unos días y yo notaba que mi madre seguía un poco “rara”, algo cambiada y yo lo atribuía al trauma del incidente; y de repente me sorprendió preguntándome sí seguía siendo virgen o sí había visto en persona a alguna mujer totalmente desnuda. Yo sorprendido y un poco incómodo le respondí que no a las dos preguntas.

-Ya veo – me dijo ella con un tono que me dejo algo intrigado.

Ese mismo día, un par de horas después, me dijo que al día siguiente saldríamos más temprano de lo acostumbrado y que debía estar listo.

- ¿Y eso para qué? – pregunté extrañado.

-Iremos a una pequeña cala poco frecuentada, bastante solitaria, que descubrí con tu padre hace unos años – contestó mi madre.

- ¿Y qué tiene de especial esa cala?

-Bueno, que ahí podemos bañarnos desnudos sin mucho público – contestó imperturbable, como sí no fuera gran cosa, mientras ojeaba una revista y no me veía.

Yo me quedé loco de la sorpresa, no daba crédito a lo que había oído… ¡mi madre quería que nos bañáramos juntos totalmente desnudos! ¡Me iba a enseñar no solamente las tetas sino también su coño…su rico coño! Creía que estaba soñando, parecía una de mis fantasías sexuales…y me puse a millón de la excitación.

Mi madre debió leerme el pensamiento y volteó a verme con una medio sonrisa maliciosa y un gesto irónico en el rostro.

-Si, mi enfermito depravado, te voy a dar el gusto de tu vida… no es que sea la gran cosa tampoco, cuando yo era muy joven, cuando conocí a tu padre, llegué a practicar el nudismo con mis amigas y amigos de entonces, aunque luego perdí la costumbre…de niño tú me veías desnuda pero no debes acordarte. De todas maneras, creo que puede ser saludable que me veas desnuda, así a lo mejor se te quita el morbo cuando hayas visto TODO lo que hay que ver…y ¡así tendré el honor de ser la primera mujer que veas desnuda en tu vida!

Mi madre con su natural desparpajo y su mente abierta me dejó de piedra…pero aquella noche no pude dormir anhelando con que llegara el día y así poder ver a mi madre en pelotas…

Y así amaneció, nos preparamos temprano, y después de un ligero desayuno nos subimos al auto y mi madre condujo a la cala. Al llegar vimos que solo había una pareja, un hombre flaco y una mujer regordeta, cuarentones, y un hombre en sus sesenta que no parecía andar con ellos. Nos fuimos al otro extremo de la cala, lo más alejados posible de los otros bañistas.

-Bueno, Gino ve quitándote la ropa- me dijo mi madre.

Me quité la ropa más o menos rápido, mientras mi madre se daba más su tiempo; me quedé solo con el bañador, que parecía unos pequeños calzoncillos, mientras mi madre me veía con una sonrisa burlona y sádica.

-Vamos, no esperaras que sea yo la que me quede en pelotas primero…tienes que ser caballero y en éste caso ser tú el primero que se desnude por completo, para que no me sienta incomoda- dijo saboreando sádicamente su momento.

Me bajé el bañador y fue el momento más vergonzoso de mi vida; no quería verla mientras lo hacía, y después cuando arrojé el bañador a la toalla que habíamos colocado sobre la arena, y nervioso no sabía sí cubrirme el pene con las manos, mientras trataba de concentrarme en no tener una erección. De soslayo vi que mi madre me veía con una mirada rara, con ojos brillantes, y esa sonrisa maliciosa.

-Bueno, no te veía totalmente desnudo desde que tenías 7 años…veo que has crecido bastante ahí abajo…supongo que ahora me toca a mi.

Ella, que en ese momento solo llevaba puesto la parte de abajo del bikini, la agarró y de forma decidida y rápida, sin vacilaciones, se la bajó levantando una pierna y después la otra para sacarse la prenda por completo y después la arrojó sobre mi bañador, en la toalla que estaba extendida sobre el suelo de arena…y cuando se bajó las “bragas” me sentí el hombre más afortunado del mundo…

Frente a mi tenía el rico coño de mi madre, su divino chocho peludo, todo peludo…en esa época afortunadamente aún no se había puesto de moda que las mujeres se depilaran totalmente o casi totalmente el coño, así que todas las mujeres lo llevaban peludo, y en ese entonces eso era lo sexy, lo más cachondo del mundo.

Mi madre tenía un coño cerradito, que sí no hubiera tenido esa mata de vello púbico hubiera lucido como una fina rajita, casi como una rica concha de una adolescente…pero con esa mata de pelos negros y medio crespos, se veía como la cosa más rica y morbosa del mundo, la selva que uno mataría por explorar, por hurgar hasta volverte loco en un éxtasis de placer…

Yo sentí como el pulso se me aceleraba, como la sangre me corría por todo el cuerpo y como mi pene indiscreto estaba a punto de empalmarse… nervioso busqué de poner mis manos en frente para tratar de tapar la erección, al tiempo que desviaba la mirada un poco para tratar de concentrarme en otra cosa…

Ella se quedó un poco cortada, pero solo por unos instantes e inmediatamente volvió a cubrir su rostro con una expresión burlona, y al ver mis esfuerzos por no tener una erección o disimularla apenas pudo aguantar la risa.

-Vamos Gino, no te esfuerces tanto por hacerte el loco, y tranquilo que no eres el primer hombre que veo así…- dijo con ironía y cierta picardía, y de repente me tomó de la mano - …vamos a bañarnos, y ya verás que todo se te…relaja. Ven, vamos.

Suavemente me haló y entonces vi su grande y rico culo desnudo, y la hubiera seguido al fin del mundo…sin preocuparme por la erección, me fui con ella y nos metimos al agua juntos, a bañarnos como Dios nos trajo al mundo.

En el agua jugamos echándonos agua mutuamente, y nos reíamos como tontos; nos zambullimos y nadamos (ambos lo hacíamos muy bien), nos sumergíamos y emergíamos y nos volvíamos a sumergir, nos alejábamos algo de la orilla y luego regresábamos. Luego de un rato volvimos a tierra y al salir del agua y ver a mi madre caminando desnuda, como se dio la vuelta y se dejó caer en la arena de espaldas, acostada boca arriba con los ojos cerrados y riéndose, con las piernas abiertas con total despreocupación mostrándome su sexo…volví a tener una erección y me provocó arrojarme encima de ella y hundir mi cabeza en su entrepierna para lamer su rico coño, y luego follármela…

Me deje caer a su lado (y no encima de ella como hubiera querido) y levante una pierna y la crucé por encima de la otra, para tratar de ocultar mi erección mientras trataba de bajarla…

- ¡¿Tienes la espada en alto?! – me dijo mi madre en tono de burla, sin abrir los ojos.

- ¡No… pero ¿qué dices?!  – repliqué avergonzado.

-Gino, ¡que te he parido! – habló tranquilamente sin abrir los ojos – No te preocupes, es normal, sobre todo a tu edad…bueno, lo que no es tan normal es que sea con tu madre – abrió los ojos y giró la cabeza para verme – pero afortunadamente soy una mujer de mente abierta, después de todo yo soy una mujer que está muy bien…modestia aparte – sonrió con picardía – y tú eres un adolescente cargado de hormonas…no me molesta que se te pare la verga al verme desnuda, no me molesta que me veas con morbo…incluso que luego vayas y te masturbes…

- ¡Mamá! – casi grite escandalizado.

- ¡Anda hijo, que yo no soy tonta y ya te he dicho que soy de mente abierta! Sí me hubieras conocido cuando era jovencita…mejor que no, en fin, que no creo que nuestro caso sea el único donde un chico adolescente sienta deseo y morbo con su madre…solo que en nuestro caso hay suficiente confianza para hablarlo y suficiente madurez y mente abierta para no hacer de ello un escándalo o un drama. Esto solo debe ser una fase y cuando pruebes el sexo con una chica te olvidaras de tu madre…mientras, puedes verme todo lo que quieras, pero trata de disimular un poco para que no se den cuenta otros – hizo un gesto con la cara señalando a los otros pocos bañistas que estaban en la playa.

Se levantó y se puso adrede para que yo, que seguía recostado en la arena, pudiera admirarla toda de frente, con esas divinas tetas y ese sabroso coño…

- ¿Nos volvemos a bañar? - Dijo con una sonrisa pícara.

Me levanté con una sonrisa y fui con ella de la mano al agua…

Pasaron unos días en los que nos bañamos desnudos de vez en cuando en la misma cala, y también en el apartamento mi madre ahora se dejaba ver desnuda conmigo; yo por mi parte estaba en la gloria y vivía entre pajas…

Una tarde volvimos de una excursión y yo algo cansado me fui a dormir una siesta; mientras tanto mi madre se puso a tomar vino al tiempo que revisaba unas cosas que tenía guardadas, escuchando uno de sus viejos discos. Cuando me desperté y salí del dormitorio, encontré que se había bebido casi toda la botella ella sola, cosa que me sorprendió pues no solía beber tanto y menos ella sola; más sorprendido me quedé al ver que tenía los ojos húmedos y que algunas lágrimas asomaban a sus lindos ojos, mientras seguía sosteniendo en las manos fotos viejas de su juventud. Al verme notó mi sorpresa y a manera de explicación dijo:

-La vida nunca sale como uno esperaba… ¿verdad?

Me senté a su lado en el sofá y ella recostó su cabeza en mi hombro; ella vestía solamente la parte de abajo del bikini y una franela semitransparente que dejaba adivinar sus pezones. Ella comenzó a hablar de su juventud, de sus ilusiones, del amor por mi padre, de sus frustraciones…yo la oía entre conmovido por la confesión de sus sentimientos y cachondo, excitado por la cercanía de su cuerpo semidesnudo.

-En fin, Gino, que la vida es como es, y no hay nada que hacer.

-Pero mamá, tú eres una mujer muy bella y estás joven…aún puedes realizar algunos de tus sueños.

-Gino, tú eres todo un encanto, un príncipe – dijo con su aliento cargado de alcohol, mientras acariciaba mi rostro – mi héroe, el que me defiende de los hijos de p..., el que me da ánimos, el hombre más importante de mi vida…

Su cara estaba demasiado cerca de la mía, su aliento cálido bañando mi rostro, sus labios a corta distancia de los míos.

-Mamá, eres la mujer más bella del mundo, la mejor.

- ¡Ayyyy, que encanto, mi Gino!

Me dio un pico, un rápido besito en la boca…yo excitado me quedé viéndola, y sin pensarlo la besé yo a ella en la boca, un beso un poco más largo. Ella se quedó un poco sorprendida, pero rápidamente el gesto de su cara trocó por otro que no le había visto antes, y entonces me besó en la boca, un beso que se fue alargando y se fue haciendo cada vez más apasionado, un beso no de madre e hijo sino de amantes…

Envalentonado mis manos se posaron sobre sus tetas, por encima de la tela de su franela, y ella se dejó hacer, mientras sus manos acariciaban mi espalda y descendían a mi cintura, a mis muslos, buscando de meterse a mi entrepierna…

Acabamos en el suelo, sobre una alfombra; ella se quitó la franela con mi ayuda dejando sus tetas al descubierto; comencé a lamer y a mamar sus tetas desesperado, a meterme sus pezones en la boca y chuparlos con delicia, y también a manosear, acariciar y apretar sus tetas con manos ansiosas.

Después le bajé la parte de abajo del bikini, las “bragas”, a mi madre y se las saqué a toda prisa por sus pies y las tiré lejos; mi madre me bajó la cabeza con sus manos y guío mi cara a su entrepierna, y comencé a lamer y mamar su rico coño, con su abundante mata de vello púbico haciéndome cosquillas en la nariz y la boca, con algunos de los pelos crespos y negros de su coño en mi boca, hundiendo mi lengua en el interior de su vagina, probando sus ricos jugos íntimos…

No pasó mucho antes de que mi madre me ayudara a desvestirme rápidamente y con mi pene erecto me puse sobre ella; coloqué la punta de mi pene en la entrada de su vagina y con mi madre halándome hacia ella la penetré.

Mi verga se introdujo en su cavidad vaginal, mientras mi madre arqueaba su cuerpo y ponía una cara de placer; con su mano acercó mi cabeza a la suya y nos besamos en la boca, mientras yo la penetraba. Comencé el movimiento de mete y saca, empujando mi verga hasta lo más hondo de su vagina, de sus entrañas; retrocedía y arremetía, el pene retrocedía hasta la mitad y luego se hundía completo hasta el fondo, en un movimiento rítmico. Le di caña y caña, sin parar, mi gruesa verga apretada dentro de la cálida cavidad de su coño…

La follé y la follé, nos follamos con pasión, con entrega; clavándola con mi verga, mientras ella me arañaba y me besaba…hasta que no pude más y acabé, me corrí dentro de ella, eyaculando un buen chorro de leche, mientras me quedaba acostado sobre ella, los dos sudando, satisfechos…

Ese fue el comienzo de una historia llena de muchos otros encuentros, de sexo loco y pecaminoso, a pesar de que al principio sentimos algo de culpa y tormentos; pero más nos pudo el deseo y el placer…y así pasaron muchos años y muchas vivencias increíbles, pero todo comenzó en los veranos, con el toples de mi madre…

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