miprimita.com

Íncubo (1)

en No Consentido

La chica corría desesperada, dando trompicones y cayendo cada tanto al suelo de tierra; se ponía de pie y volvía a correr, volteando para buscar con la vista a su perseguidor en la oscura noche. Tenía los ojos desorbitados, con una mirada de terror que helaría la sangre del más valiente; gritaba hasta quedarse ronca, esperando que alguien viniera a salvarla, pero en aquel solitario lugar aquello parecía imposible.

Era ella una mujer bellísima, una verdadera diosa; era alta y esbelta, tenía un cuerpo voluptuoso y escultural. Sus tetas eran muy grandes, duras y bien formadas (el bisturí tenía bastante que ver en ello); su culo era grande y apetitoso, con enormes nalgas duras como rocas. Sus piernas eran largas y esbeltas, bellísimas; manos y pies eran delicados y hermosos. Muslos y caderas sensuales, un vientre plano de nadadora y ni una gota de grasa en todo su cuerpo abundante en curvas divinas. Su piel era blanca y suave como la de un bebe, y su cabello rubio, largo y sedoso. Su rostro era hermoso como el de una niña, con preciosos ojos claros y brillantes; y una boca tentadora de labios gruesos y sensuales. No aparentaba más de 25 años de edad.

En aquel momento vestía un vaporoso vestido semitransparente estampado, corto como una micro minifalda y con un generoso escote que permitía apreciar bastante de sus ricas y hermosas tetas. Había llevado puestas unas sandalias con tacón stiletto (alto y en forma de aguja); pero ahora corría descalza, indiferente al dolor que le causaban las pequeñas heridas producidas en sus pies por las piedritas y algunos trocitos de vidrios esparcidos por el suelo de tierra marrón que ahora parecía negro en la oscuridad nocturna.

Sus gritos de terror eran cada vez más altos y desgarradores, en una voz normalmente hermosa y sexy pero ahora deformada por el pánico; pero sólo respondían los ecos de sus mismos gritos. A lo lejos se divisaban unas luces, en unos montes demasiado distantes; pero aún así corría hacia ellas como quien se aferra a una esperanza remota de salvación. Su vestido estaba sucio de tierra, de tantas veces que se había caído y levantado; y en sus brazos tenía raspones producidos por las caídas, e incluso una ligera cortada en una mejilla. Sus tetas subían y bajaban al ritmo de su frenética carrera.

Y de pronto, sin ninguna señal que lo delatara, una ráfaga se precipitó sobre ella y en milésimas de segundo la mujer estaba tirada en el suelo; y un hombre estaba encima de ella.

Todo ocurrió tan rápido que parecía irreal; en un segundo la chica estaba corriendo y al segundo siguiente estaba tirada boca arriba en el piso de tierra, con un hombre que se había "materializado" de la nada. En realidad aquel hombre se había lanzado sobre ella a una velocidad tan increíblemente rápida, que casi se había vuelto invisible al correr hacia su presa; una velocidad que sólo podía ser sobrenatural. La mujer había caído al suelo con un golpe fuerte, que pudo haber sido peor sí el hombre no hubiera amortiguado a medias su caída. Pero ahora él estaba en cuatro patas encima de ella, contemplándola con una mirada lasciva. Y la joven profirió un espantoso grito de terror, un alarido espantoso…

La noche había comenzado normal para Dayana, como cualquier otra noche de viernes cuando no estaba trabajando de promotora (las chicas que son contratadas para vestir uniformes demasiado sexys y promover un producto, generalmente una bebida alcohólica, en sitios nocturnos); había salido con unas amigas y escogieron el Little Rock Café de Caracas para su noche de juerga. El Little Rock es uno de los sitios nocturnos donde va la gente joven de clase media alta y clase alta de la ciudad de Caracas; una discoteca ubicada en el exclusivo sector residencial y comercial de Altamira, en una edificación de estilo gótico por fuera y victoriano en el interior de su planta baja. A pesar de su nombre, en el sonaba más el reggaeton que el rock.

Y allí estaba ella, gozando como siempre con las miradas lujuriosas que le lanzaban los hombres; esas miradas que la desnudaban y delataban los pensamientos morbosos de todos los varones que estaban en el local. Vanidosa como era, Dayana disfrutaba sabiéndose el centro de atención y el objeto del deseo de todos los hombres; sabiendo que era la mujer más "buenota" que estaba en esa discoteca, y que todas las otras mujeres la envidiaban. Pero no permitía que se dieran cuenta de su placer, ya que ponía la cara seria para espantar a los hombres atrevidos que no le interesaban; sólo los que no le interesaban, porque los que sí, eran otro asunto.

Y de repente lo vio…o mejor dicho lo escucho y sintió encima. Se sobresalto porque no lo vio venir, no sabía de donde había salido, hasta que de la nada lo vio al lado suyo hablándole; era un hombre alto y guapo, de cabello rubio y ojos azules. Su piel era blanca, quizás demasiado pálida; pero no por ello menos hermosa. Era más o menos fornido, y vestía con ropa de marca muy costosa y elegante; todo en él olía a dinero, además de ser increíblemente apuesto, como un adonis. El sueño hecho realidad de cualquier mujer.

Dayana debía haber desplegado todas sus sutiles armas de seducción como sucedía siempre que tenía un objetivo en la mira; debía haber jugado al femenino y diabólico juego de hacerse la que no estaba muy interesada pero dejando una puerta abierta a la vez, dejando ver que no era una mujer fácil. Pero no pudo usar sus maquiavélicas estrategias porque había algo raro e intenso en ese hombre que la dejaba fuera de combate; era como sí realmente la hubiera hipnotizado, como sí algo en sus ojos o en su voz ejerciera un misterioso e inquietante poder sobre ella. Estaba embobada y sin darse cuenta accedió a irse con él, ¡un perfecto desconocido!; a pesar de las débiles protestas de sus amigas pronto silenciadas por el hipnótico poder que sobre ellas también ejercía el extraño hombre. Así que se marchó con el desconocido, y lo que es peor, estaba dispuesta a acostarse con él. Sabía que sí se lo pedía estaba dispuesta a tirar con él, que no tenía fuerza de voluntad para resistirse; lo que iba contra sus propias normas. Claro que había tirado con muchos hombres (todos apuestos y la gran mayoría con dinero); pero al menos esperaba a la segunda cita para dejarse coger. Tener sexo en la primera salida sólo le crearía una reputación de fácil que no deseaba; además le incomodaba sentirse como una puta de la calle, aunque en la cama sí le gustaba que la trataran como a una. Pero allí estaba, marchándose con un desconocido que acababa de conocer y dispuesta a tirar con él; un extraño que bien podía ser un psicópata y que podía pegarle, violarla o algo peor. Todo era muy raro…

El hechizo de su voz era demasiado fuerte y por eso no se dio cuenta de adonde la llevaba, hasta que se vio de pronto en un sitio en las afueras de Caracas; un sitio más o menos distante de algunos de los cerros poblados de "ranchos" (chabolas) que formaban el cinturón de miseria de la metrópolis. El hombre detuvo su lujoso auto último modelo y antes de que ella pudiera preguntar porque estaban allí, él le dio un apasionado beso en la boca y luego manoseo sus tetas sin dejar de besarla. Ella rendida lo dejó hacer, aunque una vocecita dentro de ella protestaba porque no la hubiera llevado a un lujoso motel de sexo, uno de los "mataderos" donde iban a tirar las parejas adineradas. Pero el hombre se detuvo, para disgusto de la chica que ya estaba excitada; él esbozo una sonrisa enigmática y luego la tomo de la mano para llevarla fuera del auto. Ella sintió un extraño escalofrió y su corazón se aceleró como sí le estuviera alertando de algún peligro. El hombre seguía siendo amable, pero había algo en él…

-¡Tranquila mí amor!- dijo el hombre con aquel acento extranjero tan delicioso que a ella le había fascinado – Sólo quiero mostrarte algo bonito, una sorpresa que te va a gustar.

El hombre abrió la maleta del vehículo, y allí había algo cubierto con una lona. Con un gesto teatral y una amplia sonrisa el hombre retiró la lona, y el terror casi la mata.

El cuerpo mutilado y desmembrado de lo que parecía una chica yacía dentro de la maleta; Dayana dio un terrible grito de terror, y más cuando vio algo grotesco en el rostro del hombre. Y así empezó su loca carrera para huir de una muerte segura, mientras él reía a carcajadas a su espalda, con una risa similar al gruñido de una bestia.

Ahora el hombre la había alcanzado y la tenía a su merced. La chica luchaba con todas sus fuerzas, incluso con más de las que tenía; porque es bien sabido que el terror a la muerte hace aflorar en nosotros fuerzas desconocidas y casi sobrenaturales. Golpeaba al hombre y trataba de quitarlo de encima de ella, pero todo era inútil. Sus golpes no parecían hacerle nada al hombre, ni siquiera pequeños rasguños; ni cuando ella lo golpeaba con sus puños en la cara el hombre ni se movía un centímetro. Y la sonrisa diabólica y burlona no desaparecía de su rostro que hasta hace un rato a ella le parecía el más hermoso del mundo.

-¡Eso me encanta! ¡Sí, resístete más por favor, es muy divertido! ¡No sabes cuanto me divierten las mujeres como tú! – dijo con maligno deleite el hombre mientras ella lloraba histérica y lo golpeaba sin parar - ¡Veo que no me equivoque cuando te escogí! ¡Anda corre un poco! Agregó el hombre al tiempo que se hacia a un lado dejando que la chica se levantara.

La mujer se puso de pie y comenzó a correr, mientras su atacante esbozaba una amplia sonrisa. Pero la carrera fue muy corta, porque de nuevo con una extraordinaria velocidad el hombre corrió hasta ponerse al lado de ella y con un tirón del brazo de la chica (algo que pareció no demandarle mucho esfuerzo) la derribó al suelo.

-¡Vamos, eso es todo lo que puedes hacer! ¡Pelea, grita, corre! ¡Defiende tú vida! –exclamó el hombre con grandes carcajadas

La joven se puso de pie pero cada vez que trataba de reiniciar la carrera, el hombre se ponía delante de ella y con lo que parecía un leve empujón para él, la tiraba al suelo con violencia. En otro intento él se hizo a un lado como un torero que está dando un capotazo, y cuando ella atravesó el capote imaginario que el hombre describía con su brazo, el agresor la empujó por la espalda y la tiró al suelo.

-¡Que lastima chiquilla, parece que hoy no vas para tú casa! ¡Pero no te preocupes, sí me complaces, prometo no descuartizarte como a esa pobre infeliz! – dijo el asesino gozando con el terror de su víctima.

-¡AUXILIO! ¡AYUDENME! – gritó la mujer con todas sus fuerzas y resbalando se puso de pie para huir, sólo para ser rodeada por la cintura por el poderoso brazo del hombre que la levantó sin esfuerzo mientras ella chillaba y pataleaba.

-¡Tranquila muñeca! ¡Te prometo que vas a gozar mucho antes del final, tanto que me vas a rogar que te de más! ¡Vas a ser amada por el mejor amante del mundo! –exclamó el hombre con una risa monstruosamente diabólica.

Entonces el hombre jalo del cabello de la chica para echarle la cabeza hacia atrás, obligándola a levantar la mirada hacia arriba, al cielo; e introdujo los dedos de la otra mano en el escote de la chica. Entonces, con un solo y fuerte rasgón, le arrancó todo el vestido, destrozándolo, y lo arrojó al suelo; dejándola casi totalmente desnuda, excepto por las pequeñas pantaletas tipo hilo dental que usaba la chica como única ropa íntima. La prenda era apenas una pequeña porción de tela que apenas alcanzaba a tapar la rajita del coño o cuca por delante, y un fino hilo que se hundía en lo más profundo de la raja del culo por detrás, haciéndose prácticamente invisible como sí tuviera el trasero desnudo.

-¡Uyyyy! ¡Que rica estás! ¡Que sabrosa! ¡Se me hace agua la boca! – exclamó con expresión morbosa y mirada lujuriosa el hombre mientras le manoseaba las tetas con la mano libre mientras con la otra seguía sujetándola tan fuertemente que la joven no podía escapar por mucho que se retorcía y luchaba - ¡Y estas tetas son de primera! ¿¡Cuantos hombres abran gozado con ellas, manoseándolas, lamiéndolas y mamándolas!? Es un privilegio poder tocarlas. Pero que más tenemos por aqu텿¡una linda almejita!? –agregó mientras con sólo dos dedos le arrancaba de un tirón las diminutas pantaletas a la chica dejándola totalmente desnuda. Ahora la fina y cerradita rajita de su cuca quedaba al descubierto; una cuca que parecía la de una adolescente, y que tenía muy depilada, con apenas unos pocos vellos púbicos al lado de los labios vaginales.

-¡NO, NOOOO! ¡AUXILIOOO! – gritaba a todo pulmón la chica mientras luchaba por liberarse de las manos del hombre, que ahora la atraía hacia él con un brazo rodeándola por la espalda; mientras que con la boca le lamía y chupaba los pezones de las tetas y con una mano le acariciaba la rajita de la cuca.

-¡Voy a comerte toda mí amor! ¡Voy a lamerte esa rica cuca como le dicen en tú tierra! ¡Sí…voy a chuparte hasta dejarte seca por dentro! (le dijo el agresor con morboso sadismo)

Luego con un empujón la tiró de espaldas al suelo, y como un animal hambriento se lanzó encima de ella. Antes de que ella pudiera reaccionar metió su cabeza entre las piernas de ella y como una bestia comenzó a lamer la raja de la cuca de ella con lenguatazos como los de un perro; aunque a Dayana le habían hecho el sexo oral muchas veces, nunca había experimentado una lengua como aquella. Parecía ser una lengua demasiado grande para ser la de un humano, más bien parecía la de un lagarto por su tamaño y grosor. Con ella lamió insaciable la cuca de la chica, hundiéndola de forma brusca en su cavidad vaginal; derramando su babosa saliva sobre el sexo de la chica. Emitiendo sonidos asquerosos, como los gruñidos de un animal mientras se devora a su presa. Mientras con sus férreas manos sujetaba con fuerza los muslos de ella, para inmovilizarla; dejando moretones sobre las zonas donde presionaba.

-¡Que rico sabe tú cuca! ¡Es un manjar delicioso para cualquiera que tenga buen gusto! ¡Ni siquiera regada con Moët et Chandon tendría un sabor más rico! – exclamó el hombre mientras alzaba la cabeza por un momento de la entrepierna de ella para verla a la cara - ¡Y que cerradita la tienes! ¡Y eso que has tirado con tantos! – agregó mientras le hundía dos dedos en la cuca, haciéndola gritar de dolor porque no estaba para nada lubricada- ¡Seguro que estás ansiosa por tener algo grueso allí dentro! No te preocupes mí amor, pronto estaré dentro de ti.

El hombre se puso de pie y se abrió la bragueta del pantalón con maligna sonrisa. Dayana trató de levantarse pero él la empujó con una mano; y entonces levantó un pie y, como quien estuviera pisando una cucaracha, le dio un pisotón en el tobillo a la chica. Un sonoro y horrible crujido se escuchó cuando el hueso de la tibia se rompió, y un terrible grito de dolor se escapó de la garganta de la chica, despertando siniestras carcajadas en el hombre.

-¡Eso te pasa por portarte mal Dayana! ¡No sé porque te pones así mí vida! Hace mucho que dejaste de ser virgen – decía el hombre mientras se quitaba la ropa - ¿Con cuantos hombres has tirado Dayana? ¿Diez, veinte, treinta? ¿Lo sabes tú misma Dayana? ¿Acaso llevas la cuenta? ¿O eres de las que prefieren no contar? Trabajando de promotora has conocido a muchos hombres guapos y con dinero, ¿verdad? ¿O sólo importa que tengan dinero? ¿Has tirado con viejos feos y cochinos sólo por dinero? ¿Ah? – le preguntaba el hombre, que ya estaba en ropa interior, mientras la muchacha sólo gritaba y se retorcía de dolor – Es igual… El caso es que le has dado tú linda cuca a muchos hombres. Te has revolcado con ellos, has dejado que te hablen sucio en la cama, que te hagan "cochinadas", que te traten como a una puta… Luego te has bañado, te has perfumado, en uno de esos moteles de sexo que abundan en esta ciudad; te has ido a tú casa y te has cambiado, te has puesto ese uniforme tan sexy que permite disfrutar de tus curvas bajo una lycra ajustada y ver tu cuca y tu culo remarcados… y entonces has ido a trabajar, vendiendo tu imagen de diosa inaccesible, de una diosa que no se fijaría para nada en los simples mortales. Tratando con desprecio a todos aquellos pobres infelices que se babean por ti pero no tienen ni el dinero ni el físico para disfrutar de tus encantos; fingiendo que eres muy seria y decente, poniendo cara de pocos amigos para que no se te acerque ninguno que no esté a tu altura. Esa eres tú Dayana, una simple puta con aires de importante, con complejo de superioridad, de reina; a lo mejor hasta has visto a las trabajadoras sexuales con desprecio, como sí fueran insectos asquerosos, como sí tú fueras mejor que ellas ¿No es verdad Dayana? – le dijo el hombre ya totalmente desnudo con su enorme verga erecta – Pues, eso se termina esta noche; hoy vas a saber quien eres de verdad Dayana… ¡UNA MALDITA PUTA! – exclamó el hombre con repentina rabia, abandonando su tono tranquilo, mientras sus ojos refulgían con un rojo extraño, sobrenatural y aterrorizante.

El hombre se tiró sobre ella y comenzó a besarle y lamerle la cara con aquella larga y asquerosa lengua; manoseando sus tetas con brutalidad, acariciando su cuerpo. Con gran ansiedad buscaba la boca de ella, y ella inútilmente trataba de retirar su rostro y luchaba para quitárselo de encima; pero era como luchar contra una pared de cemento que le hubiera caído encima.

-¡Así es como te gusta! ¿¡Verdad perra!? – exclamó el hombre mientras con su poderosa mano agarraba la cara de ella para obligarla a verle el rostro - ¡Te gusta ser una puta! ¡Te gusta que te traten como a una! ¡Aunque luego vayas de señorita decente! ¡No sabes como odio tú hipocresía cochina cerdita! – agregó mientras le daba un puntapié en el hueso roto sin quitarse de encima de ella, haciéndola aullar de dolor - ¡Pero yo te voy a dar lo que quieres! ¿¡Te gusta tirar verdad puta!? ¡Pues esta noche te voy a coger como un perro a una perra!

El hombre se echó hacia atrás y con sus fuertes manos abrió las piernas de ella; y con una mano colocó la punta de su grande y gruesa verga contra la rajita de la cuca de ella. Dayana trató de incorporar la mitad superior de su cuerpo para resistirse, pero una brutal bofetada dada sin mucho esfuerzo por parte de él, la echó para atrás y la dejó sangrando por los labios partidos. Entonces empujó para adentro y de un solo golpe le enterró su descomunal verga en la vagina.

-¡AHHHHHHHH! – gritó con todas sus fuerzas Dayana al sentir el intenso dolor de una brutal penetración que le taladraba y lesionaba de forma insoportable, al no estar para nada lubricada y ante el gran tamaño del miembro viril de su violador.

-¡Si, gózalo mamita! – exclamó el violador con maldad, y oyéndose raro al pronunciar una frase propia de la jerga latina con su acento extranjero.

El hombre comenzó un frenético mete y saca; empujando violentamente su verga dentro de la cuca de la chica, retrocediendo hasta la mitad de la verga para luego volverla a meter completa dentro de las entrañas de su víctima. Atrás y adelante, atrás y adelante, embistiendo con salvaje violencia contra el interior de la adolorida y destrozada vagina de la muchacha; taladrándola con su miembro, sacudiéndola con brutales espasmos. La estaba follando, la estaba cogiendo, con una violencia salvaje. Su miembro se abría paso entre las estrechas paredes de la cavidad vaginal de su víctima como un robusto tronco que enterraran dentro de un pequeño hueco; carne raspando y golpeando contra otra carne, como una lanza horadando dentro de un cuerpo. Cada embestida parecía hacer más ancha esa cavidad, separar con fuerza bruta sus paredes, mientras producía oleadas de dolor que recorrían el cuerpo de Dayana. Era un animal sobre su presa, dentro de ella, agrediéndola sin piedad. Ella chillaba y gritaba desesperada, pero su voz quebrada por el dolor se perdía en las sombras sin hallar respuesta.

-¡Que buena estás! ¡Esto está más rico de lo que pensé! ¡Que cuca más buena! ¡Puedo pasarme la eternidad cogiéndote y nunca sería bastante! ¡Eres carne de primera mí amor! – exclamaba el hombre sin dejar de enterrarle su verga mientras le sostenía las piernas en alto a la chica para penetrarla más profundo - ¡Maldita sea, estás cerradita para ser tan puta! ¡Te gusta que te cojan así perra! ¡Seguro que lo estarías disfrutando sí no estuvieras tan asustada! ¡Sintiendo mí… ¿Cómo le llaman ustedes? Así, sintiendo mí huevo tan grande dentro de ti! ¡Clavándote hasta adentro! ¡Te voy a reventar puta! – agregó mientras le daba más velocidad y violencia a su indetenible movimiento de mete-saca.

-¡NOOO…PA…PARATE…BAS…BASTA…AUXI…AUXILIOOO! – gritaba la chica, con su voz interrumpida por cada violenta sacudida cuando el hombre le enterraba hasta lo más hondo la verga.

-¡No mí vida, te voy a enseñar como coge un hombre de verdad! ¡TOMA, TOMA, TOMA! – gritaba el hombre entre diabólicas carcajadas mientras le dio varias embestidas en lo más profundo de la vagina sin retroceder el miembro ésta vez.

El tormento no terminaba para Dayana que con los ojos cerrados sentía los ramalazos de dolor que le producían las embestidas dentro de su martirizada vagina; sentía como sí la fueran a reventar por dentro. Las lágrimas corrían por su hermoso rostro, estaba llena de todas las emociones negativas que podía llegar a conocer en su vida concentradas en un momento; vergüenza, dolor, miedo… Pero el hombre lo gozaba hasta el paroxismo, metiéndoselo como sí quisiera abrirle un nuevo orificio; ya los labios vaginales estaban rojos de la irritación producida por el roce con aquel intruso miembro agresor. Las paredes internas de la cuca estaban casi desgarradas, pero aquello no parecía tener fin. La cogía cada vez más fuerte, y el mete-saca era más frenético.

Hasta que el hombre se dejó caer sobre ella y mientras la besaba a la fuerza en la boca, eyaculó un poderoso chorro de leche dentro de ella. Se había corrido en su interior, acabó en sus entrañas. Pero el hombre aún no había acabado con ella.

-¡Eso estuvo bien rico! ¿¡Pero no me digas que ya te cansaste mí amor!? ¡Vamos, hay que seguir jugando! – le dijo el hombre mientras agarrándola le dio la vuelta brutalmente dejándola boca abajo.

Entonces el violador comenzó a meterle los dedos por el hueco del culo a la chica; primero uno, luego dos, después tres. Se los metía con violencia haciéndole daño, pero no le importaba lo más mínimo. La chica gemía y se removía, pero sus fuerzas eran cada vez más débiles.

-¡Ésta manzanita sí se ve apetitosa! ¡O parece más bien un sorbete! Tengo ganas de saborear éste rico dulce… ¡Um… veamos sí sabe tan bien! – dijo el hombre mientras se acercaba al ano de la chica y entonces comenzó a lamerlo. Con su lengua lamía el hueco del cuelo de la joven, lo chupaba como sí fuera el más rico helado o chuchería. De pronto hizo un sonoro ruido vulgar y asqueroso, como sí fuera un animal que estuviera chupado el interior de una fruta - ¡Que rico sabe tú culo Dayana, provoca comérselo todo! – exclamó el violador con una fuerte risotada mientras volvía a chupar el culo de la muchacha, que lloraba en voz baja.

Luego de unos pocos minutos chupándole y lamiéndole el culo, el hombre escupió y con su saliva embardunó el interior del ano de la chica; con los dedos intentó dilatar lo máximo posible el agujete y luego colocó la cabeza de su verga en la entrada del ano, y después empezó a empujar adentro.

-¡NOOOO…POR FAVOR! – gritaba Dayana desesperada y llorando, intentando moverse pero su cuerpo estaba muy débil y adolorido, y su agresor era muy fuerte.

-¡Cállate maldita! ¡Me estás haciendo perder la paciencia! – le gritó el hombre mientras le daba una fuerte nalgada que le dejó la marca en la piel y la hizo aullar de dolor.

El hombre empujaba su descomunal verga dentro del hueco del culo de la chica, con dificultad, pero con brutal determinación. Cada vez empujaba más y más duro, sin importarle los aullidos de dolor de su víctima; se lo enterraba sin compasión, aparentemente molesto porque no terminaba de penetrarla por completo. Su verga parecía un ariete que estuviera abriéndose paso rompiendo una pared. La taladraba sin pausa ni piedad, desgarrando el ano de Dayana; le estaba reventando el culo, hiriéndola de forma salvaje. Ya su agujero estaba sangrando, estaba reventada por dentro, sintiendo un insoportable dolor; pero ni sus lágrimas, ni sus lamentos, ni sus gritos detenían a su torturador. El tormento era cada vez peor, y cada centímetro del cuerpo de la chica se estremecía con el lacerante sufrimiento. Para el violador sólo había un sádico placer, el de poseer sexualmente a una presa y lastimarla al mismo tiempo.

Finalmente enterró todo su miembro dentro de ella, hasta que los huevos golpearon contra el culo de la chica; entonces comenzó el movimiento adelante y atrás, el brutal mete y saca. Bombeándola con una violencia inaudita, acompañando su frenético movimiento con el ruido de los huevos golpeando contra las ricas nalgas de ella; dándole sin piedad, como una bestia que arremete contra otro animal al que quiere destrozar lo más pronto posible. Cada embestida era acompañada de los desgarradores gritos de la muchacha y de los aullidos de placer de aquel animal con forma humana. Luego empezó a golpearla con fuertes y sonoras nalgadas para acompañar su danza lasciva, mientras los movimientos se hacían más rápidos y enérgicos.

Cuando ya no pudo más, lanzó un aullido de placer mientras clavaba toda su lanza dentro del culo de Dayana y acababa eyaculando un abundante chorro de leche; lo dejó adentro por un minuto, y luego sacó su verga sacudiéndosela como el que acaba de terminar de orinar, arrojando más gotas de leche contra las ricas nalgas de la mujer.

Dayan estaba tirada boca abajo, rota por el dolor y la traumatizante experiencia; ya ni se movía, porque su tobillo roto lanzaba punzantes oleadas de dolor cada vez que aquel hombre la sacudía mientras la violaba. Su culo destrozado, y su lastimada vagina también eran fuentes de implacable dolor; sus uñas rotas de tanto arañar sin resultado al inhumano violador, estaban clavadas en la tierra. El aspecto de la chica ya no tenía mucho que ver con el de la bellísima joven que había salido a divertirse esa noche.

Pero aquel tipo no estaba satisfecho; luego de contemplarla de pie durante unos minutos, con una sonrisa maligna y sádica, la agarró con fuerza por el brazo y la puso de pie de un tirón, haciéndola chillar de dolor al tener que estar de pie sobre su destrozado tobillo.

-¿¡Crees que me has dado suficiente placer perra!? ¡No seas floja! ¡Tienes que saciarme lo suficiente! ¡Ábrete de piernas que es lo único que sabes hacer puta! ¡Lo único para lo que sirves! – exclamó el hombre mientras la empujaba y la tiraba al suelo, y ella cayó boca arriba con otro grito de dolor.

Entonces el tipo se tiró sobre ella y comenzó a violarla por la vagina de nuevo; acostado sobre ella la penetraba con fuertes embestidas, besándola y lamiéndola en la cara. Después, sin sacarle la verga, le dio la vuelta de forma brutal; y siguió violándola vaginalmente desde atrás. No dejó de bombearla hasta que una vez más derramó su leche dentro de la atormentada mujer.

-¡Ves que si podías maldita! ¡Esto es para que aprendas a no negarte a darme placer! – exclamó mientras con el dorso de la mano le dio un fuerte golpe en un costado a la chica, rompiéndole dos costillas y arrancando un nuevo grito de dolor de Dayana.

No paso mucho tiempo antes de que el hombre la violara de nuevo, esta vez por el culo. Aunque la mente de Dayana era un caos producto del dolor, el miedo y la humillación; en algún remoto rincón de su mente una vocecita se preguntaba como aquel hombre podía ser tan fuerte y como podía recuperarse tan rápido para tener sexo una y otra vez. Realmente no parecía un hombre normal, no era posible que alguien pudiera eyacular una y otra vez de forma tan seguida. Mientras tanto el violador terminaba de desgarrarle el ya bastante roto agujero de su culo; le había destrozado el ano como pocas veces le habrán hecho a una mujer adulta.

El violador la tomo por el cabello y le levantó la cabeza; le puso la punta de la verga delante de la cara.

-¡Límpiamelo puta! – le gritó el hombre, y la obligó a lamerle la verga con la lengua limpiándole la leche; la chica temblaba de fiebre producto de sus heridas y su vista estaba perdida - ¡Así es! ¡OH, tendremos visita!... – agregó mientras la soltaba y la dejaba caer al suelo, mientras esbozaba una diabólica sonrisa.

No pasaron muchos minutos cuando aparecieron tres hombres a unos cuantos pasos por detrás del violador; eran tres jóvenes, ninguno de ellos de más de 23 años de edad, y al menos uno aparentaba 18 ó menos. Los tres iban mal vestidos, con la ropa propia de los jóvenes muchachos de las barriadas marginales que forman gran parte de la ciudad de Caracas; una ropa que imitaba la moda de los cantantes de reggaeton y de las pandillas de delincuentes de otras latitudes. En sus rostros endurecidos se notaba el odio y la sangre fría que desplegaban en su vida diaria; sus ojos, los de unos asesinos. Cada uno llevaba una pistola automática, esas mismas armas tan fáciles de conseguir con la cantidad apropiada de dinero. Uno de ellos, el jefe, esbozaba una sonrisa siniestra; la sonrisa del depredador que se va a comer a su presa.

-¡Mira lo que tenemos aquí! ¡Un sifrinito chino en pelotas! ¿¡Que paso pana, te agarramos tirando!? – exclamó el jefe, en medio de carcajadas diabólicas imitadas por sus secuaces - ¿¡Que paso papa, eta` cagao!? ¡Voltéate maldito marico, quiero verte la carátula! – agregó alzando la voz en tono amenazante

El violador se dio la vuelta con una sonrisa burlona, totalmente desnudo, pero sin dar muestras de estar asustado o de tener pudor por estar desnudo ante semejantes personajes. Los tres malhechores se echaron a reír de una forma que no presagiaba nada bueno.

-¡Mira cara e` rata, el bicho está bien bueno! ¡Como te gustan a ti! – dijo en tono burlón el jefe, un chico de piel morena clara, ni blanca ni negra, propia de los mestizos. Era delgado y de mediana estatura.

-¿¡Que paso pana!? ¡Yo no trabajo con ese material, yo no cojo culo pelúo! – replicó el aludido, el más joven, un chico también flaco y de piel negra.

-¡Pues a mí si me gustaría cogerme a un mardito sifrino pa` reventarle ese culo! – dijo el tercero, de piel blanca y algo más gordo.

-¿¡Que paso marico!? ¿¡Estabas tirando con tú puta noviecita!? ¡Que rico! ¡Ahora nosotros no las vamos a pegar! – dijo el jefe dirigiéndose al violador.

-¡Chamo, ¿Qué le pasa a esa geba?! ¡Esa chama está toa escoñetada! – dijo el delincuente blanco.

-¡Ayúdenme por favor…! – suplicó con una voz muy débil la chica.

-¿¡Que coño pasa aquí!? ¿¡Tú estabas violando a esa geba coño e` tu madre!? – preguntó con voz imperiosa el jefe.

-Depende…¿¡Sabes lo que significa esa palabra!? – replicó con voz tranquila y una sonrisa inocente el violador.

-¡Te la vas a dar de payaso conmigo mama huevo! – gritó el jefe mientras le daba una bofetada al violador pero no logró moverle la cara ni un centímetro y luego se retorció al sentir el dolor en la mano, como sí se la hubiera fracturado - ¡COÑO!

-¿¡Que paso pana!? – preguntó alarmado el chico negro.

-¡Este hijo e` puta tiene la cara dura como un ladrillo! ¡Parece de hierro el coño e` madre! – replicó el jefe con gesto de dolor.

-¡Déjate de mama huevadas! – exclamó el gordito blanco - ¡Mira la ropa del marico ese en el suelo! – agregó mientras se ponía a revisar el pantalón del violador - ¡Aquí están las tarjetas, vamos a llevarlo a sacar la plata! – dijo mientras sacaba las tarjetas de crédito de la cartera

-¡No chamo, primero vamos a joder al mama huevo éste que se la da de valiente con una chama! ¡Ponte en cuatro marico, a ver sí te gusta que te cojan por ese culo! – gritó el jefe.

-¡JA JA JA JA!

El violador se echó a reír a carcajadas mientras los tres hombres se pusieron alertas y lo miraban con rabia.

-¿¡De que te ríes mama huevo!? – gritó el jefe.

-¡De ustedes por supuesto! ¡Son unos monos muy divertidos! – replicó entre carcajadas el hombre.

-¿¡MONO!? – gritó furioso el jefe al oír ser llamado con uno de los calificativos más despectivos que se usan contra la gente pobre en el país - ¡Mardito sucio, ahora vas a saber…!

El jefe de los malhechores se acercó al hombre con la pistola apuntándole a la cara, con la intención de metérsela por la boca para asustarlo antes de hacerle las horribles cosas que pensaba hacerle. Pero no pudo hacerlo…Con un rápido movimiento el hombre le dobló la muñeca hasta partírsela como sí partiera una delgada ramita de una mata; el crujido del hueso roto se oyó espantoso, mientras la pistola caía de la mano herida. El grito de dolor del delincuente fue apagado por un bofetón que lo tiró al suelo.

Los otros delincuentes, aunque atónitos, reaccionaron rápido; el gordo blanco disparó contra el hombre varias veces a corta distancia. En su mente todo le decía que le había dado…por eso no pudo comprender como de pronto el hombre lo sujetaba del cuello con una poderosa mano y con la otra mano le había inmovilizado la muñeca de la mano con la que sujetaba la pistola.

-Amigo mío, eso no fue de buena educación – dijo el hombre con sarcasmo mientras con su fuerza sobrehumana le obligaba a llevar la pistola hacia arriba, hasta colocar el cañón justo debajo de la mandíbula del delincuente gordito- Por eso no puedes culparme por hacer esto.

Una fuerte detonación se escuchó y la cabeza destrozada del gordo salpicó sangre en todas direcciones, en especial contra el rostro y el pecho del violador. El delincuente cayó muerto mientras el hombre se relamía la sangre con expresión de placer.

-¡NOOOO! – gritó el chico más joven, el negro, mientras descargaba su pistola contra el violador.

Con increíble velocidad el hombre se lanzó sobre el chico, puso sus poderosas manos sobre la cara del muchacho y antes de que pudiera hacer nada le enterró los dedos pulgares de sus manos en los ojos del joven delincuente hasta destriparle los ojos. El desgarrador grito del chico retumbó en la noche antes de que el hombre le diera la vuelta y agarrándole la cara con la palma de una mano le dio una vuelta tan brusca y violenta a la cabeza hasta partirle el cuello y tirarlo al suelo muerto.

El jefe de los delincuentes presenció horrorizado la muerte de sus compinches y trató de huir olvidándose del dolor de su muñeca rota; pero en segundos el hombre estaba al lado de él y lo agarró para después tirarlo por los aires sin dificultad. El delincuente cayó al suelo dándose un fuerte golpe, pero de nuevo el agresor lo agarró y lo levantó como quien levanta en el aire un recién nacido.

-¡Esto te va a gustar! – exclamó triunfante el violador con una rodilla en el suelo y la otra levantada, mientras dejaba caer al delincuente sobre su rodilla levantada. El fuerte golpe del final de la espalda del delincuente contra la rodilla de piedra del agresor le rompió la columna vertebral.

El jefe de la pandilla yacía en el suelo, con la columna rota, aullando de dolor.

-¡Déjame ayudarte! – dijo el hombre mientras le pisaba con su pie el brazo al delincuente y haciendo palanca con sus manos le rompía brutalmente el brazo. Luego le dio una patada que le rompió las costillas - ¡Te dejaré agonizar unos minutos para que sepas cual es tu lugar mono!

El hombre se acercó entonces a la chica que observó todo aterrorizada desde el suelo; Dayana lo veía con los ojos abiertos como platos, y trató débilmente de arrastrarse para huir, pero él la agarró y la puso de pie a la fuerza.

-¡Siento que hayas tenido que ver esto mí amor! ¡Y siento tanto tener que apresurar el final de nuestra cita, pero…! ¡La sangre de ese maldito me despertó el hambre! – dijo el hombre mientras con la punta de la lengua saboreaba la sangre que tenía alrededor de la boca - ¡No es nada personal mí amor, has sido una excelente amante! ¡Siempre recordare nuestra noche juntos, te estoy agradecido! ¡Adiós mí amor!

El hombre la vio fijamente y entonces los ojos de él se volvieron todo rojos, como la sangre y el fuego; y al retraer la boca afloraron dos enormes colmillos. La chica dio un grito al ver lo último que iba a ver en su vida, aquel rostro demoníaco con expresión bestial; el hombre bajó la cabeza y le clavó los colmillos en la garganta. El cuerpo de la chica se convulsionó un poco mientras el monstruo comenzaba a beber su sangre, luego se quedó quieta y así permaneció unos minutos hasta que la bestia chupó toda su sangre y la dejó seca por dentro. Entonces el agresor dejó caer el cadáver de la muchacha al suelo.

El hombre se relamía como un gato después de comerse una rata; mientras horrorizado el delincuente agonizante lo contemplaba. El monstruo se acordó de él y se acercó con una sonrisa de satisfacción. El delincuente vio toda su vida pasar ante él, recordó sobre todo el rostro y las manos de su madre, aquella misma a la que había hecho tan desgraciada cuando se convirtió en delincuente; la sonrisa de ella mientras lo llevaba de la mano a la iglesia un domingo junto a la madre de ella, su abuela. El joven recordó una oración que hace tiempo no rezaba y comenzó a murmurarla…

-Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre… - y así siguió hasta que el monstruo apagó su vida para siempre…

Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, en Maiquetía, cerca de Caracas, dos noches después…

Un hombre joven, apuesto y alto, de piel blanca y cabellos castaños terminaba de pasar los controles aduaneros después de bajar del avión que lo había traído de Londres. Las jóvenes empleadas de inmigración se quedaban deslumbradas con la belleza del hombre, pero él no les hacía caso. Estaba serio y su expresión era sombría.

Después de recoger su equipaje se dirigió a la salida donde ya lo aguardaba un hombre de unos sesenta años, pelo canoso, algo gordo, y de piel morena clara; un hombre con un rostro bondadoso y bonachón. El joven esbozó una sonrisa, y luego intercambiaron un rápido abrazo. Luego llevaron el equipaje al auto que conducía el sesentón, un auto nuevo y ostentoso; en medio del calor reinante en esa zona costera cercana a Caracas.

Luego de las palabras de rigor, el joven pidió una carpeta al hombre sesentón, el cual puso una expresión seria y sombría al entregarla al viajero. De inmediato se puso a revisarla con avidez, y luego de unos minutos cerró los ojos con una expresión tensa.

-¿¡Entonces es él!? ¿¡Está aquí!? – preguntó con preocupación el hombre mayor.

-¡Si! Para desgracia de sus víctimas. Está cazando en esta ciudad – respondió con tranquilidad el joven

-¡Maldito! – exclamó con rabia el conductor

-¡Pero esta vez será su última cacería! – Respondió el joven - ¡O será la última mía!

El hombre mayor apretó los dientes y en su rostro se dibujó la preocupación; mientras oscuros nubarrones en la noche tropical anunciaban tormenta, a medida que el auto se internaba en la autopista con rumbo a Caracas…

Espero que les guste, no es lo habitual que se escribe en ésta página pero así lo he querido. Sí os gusta, me gustaría escuchar sus comentarios y sus críticas constructivas; hace tiempo que no escribo. Deseo hacer pronto la continuación del relato. Mí dirección de correo: adamrove1975@yahoo.com