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La zapateria

en Hetero: General

LA ZAPATERIA

Era un verano, uno de esos días calurosos en una ciudad cerca del mar, en los que toda la ropa se te pega al cuerpo debido al sudor; uno de esos días en los que no estas bien ni en la sombra, solo te apetece tumbarte con un refresco en la mano.

Caminaba rumbo a la zapatería del señor quintana, la zapatería de toda la vida, la zapatería donde compraba mi madre y ahora compraba yo.

Tres calles mas abajo de nuestra casa, mi madre me había dado dinero para ir a comprar zapatos nuevos.

Aquel día pedro mi novio, me había llamado temprano, decía que teníamos que ir a una fiesta que montaba No sé quien de su trabajo y era importante ir.

Yo no entendía lo que quería decir con eso de a tu lado pero lo que si sabia es que cuando llegábamos a esas fiestas, siempre acabábamos rodeados de hombres mayores, gordos, fumando puros y con un baso de whiski en la mano, riendo de las ocurrencias de pedro y mirándome el escote.

La verdad es que me miraban incluso sus mujeres, pedro siempre comentaba que esas venderían su alma diablo por tener un cuerpo como el mío, lo cierto es que a mis 18 años no me faltaba de nada, o al menos eso me decía mi novio.

El caso es que no tenía zapatos para ponerme esa noche, así que le pedí dinero a mi madre y después de comer, me puse un vestido de algodón muy ligero, cogí el bolso y me encamine a la zapatería del señor quintana.

El señor quintana tenia unos 60 anos, no muy alto, fornido, con una incipiente de calvicie, que se tapaba con su sombrero, unos cuantos kilos de mas repartidos en una barriga prominente y unas piernas cortas y firmes, los brazos rudos y muy peludos, en realidad todo el era de lo mas peludo, pero a parte de su aspecto físico, era una bellísima persona, todos en el barrio le querían.

Se decía que casi todos en aquella parte de la ciudad le debían un favor u otro. En épocas de vacas flacas, había regalado más de un par de zapatos a niños de familias pobres.

Cuando yo era pequeña, acompañaba a mi madre a comprar a su tienda, recuerdo que el señor quintana siempre tenía alguna chucheria para los niños.

Así que ir a comprar zapatos era todo un acontecimiento, sobretodo si los zapatos eran para ti.

Al entrar al interior y después de acostumbrar mi vista a la oscuridad, me encontré al señor quintana sentado en un rincón abanicándose con su sombrero de lino sentado a horcajadas en una silla puesta al revés y apoyando al respaldo, al parecer había buscado el lugar mas fresco de la zapatería.

Al verme se levanto con cierta agilidad y me saludo, el señor quintana desapareció por la puerta de atrás del mostrador, mientras le oía remover cajas y murmurar, me senté en una de las sillas, realmente tenia muchísimo calor.

Me levante el vestido por encima de las rodillas para intentar ventilarme un poco, tenia las piernas bien sudadas.

Me quite los zapatos y espere que me trajeran los nuevos, así que allí estaba yo, sentada con el vestido por encima de las rodillas y empapada en sudor, dejaba ver mis piernas y el comenzar de mis muslos.

Con mis 18 años, la cabellera larga, unos pechos prominentes, me imagino que era una buena razón para que el señor quintana se comportara como lo hizo mas tarde.

El señor quintana salió del almacén al fin, traía dos cajas de cartón blanco, al salir, yo me di cuenta que no paraba de fijarse en mi, pero a eso yo ya estaba acostumbrada, y además, lo conocía de toda la vida, no le daría importancia, así que se arrodillo delante de mi y me dijo:

- Levanta la pierna.

Yo levante mi desnudo pie derecho, el con su mano izquierda me lo cogió por el talón, y empezó a introducir el zapato suavemente con su mano derecha, el zapato estaba casi dentro y para dejarlo bien colocado.

El señor quintana tuvo que subir su mano izquierda por la parte posterior de mi pantorrilla para liberar el talón y no dejar de coger con firmeza mis piernas, pero curiosamente también con delicadeza.

La mano izquierda en lugar de detenerse en un punto, subió y bajo por mi pantorrilla como si de un ascensor se tratase y el señor quintana disimulaba retardando en lo que pudo el hecho de colocarme el zapato.

En ese momento me di cuenta de lo que estaba pasando.

Aquel hombre en su digna faena de venderme unos zapatos, estaba aprovechándose de la situación para hacer un repaso de mis piernas....

No se que pensé en ese momento; pero el caso es que la operación empezó a repetirse de nuevo.

Yo levante el pie izquierdo, esta vez bastante mas alto, con lo cual, al tener el vestido por encima de las rodillas...

Mi vendedor desde el suelo tenía una vista maravillosa de mis muslos y podía apreciar con toda claridad las braguitas de algodón blanco y vi como su vista se perdía entre mis piernas y como dejaba ir un resoplido, ya no se fijaba en el zapato que no atinaba a introducir.

En esta ocasión, note que al realizar la misma sucesión de movimientos, esta vez su mano subió bastante mas arriba, llego incluso a rozar con sus dedos la parte interior del muslo, y cada vez que subía la mano yo automáticamente, como activada por un resorte, abría mis piernas, mi corazón latía mas rápido y mi respiración se acentuaba.

Estaba empapada en sudor, creo que el noto lo que estaba pasando.. Me estaba excitando, quizás fue el calor, el olor de la zapatería o por lo inesperado de la situación el caso es que daba muestras evidentes de mi excitación y pude comprobar que no era la única en ese estado, por que cuando se levanto, una vez colocado el zapato izquierdo era inevitable no fijarse en el bulto que había aparecido en su pantalón.

Con los 2 zapatos colocados, me dispuse a caminar por la zapatería, EL me vigilaba sin perder de vista uno solo de mis movimientos, di unos cuantos pasos y me detuve de cara al espejo.

Se acerco por detrás y se agacho a mis pies, yo me estaba arremangando el vestido hasta las rodillas para poder ver mejor los zapatos y reflejando en el espejo podía ver al señor quintana tras de mi, con una rodilla en el suelo y palpando con sus rollizos dedos la punta del zapato.

En eso que sus manos pasaron de los zapatos a mis tobillos y empezó a subir por mis piernas, el corazón me dio un vuelco y mi entrepierna empezó a humedecer mis bragas.

Las manos de el siguieron subiendo hasta llegar a las rodillas, ese fue el momento en el que tenia que, o dejar hacer o negarme en absoluto a continuar, no me pude resistir, yo misma me subí el vestido hasta la cintura y deje ver a mi vendedor sus ansiadas braguitas blancas.

Creo que le provoque un shock, se puso rojo y no paraba de resoplar, fue subiendo con sus manos por la parte exterior de mis muslos, se levanto me cogió por la cintura desde atrás y empezó a besarme y morderme el cuello y los hombros.

Yo notaba su duro miembro retenido aun por sus pantalones, en mi culo, y empecé a removerlo frotándome con el.

El no sabia que atender primero, notaba su aliento detrás de mi oreja y sus manos subiendo por mi barriga, por debajo del vestido, en dirección a mis pechos, me subió el sostén hacia arriba y se hizo con mis tetas.

Me encantaba la sensación de tener mis pechos fuertemente cogidas por cada una de sus manos mientras fregaba su entrepierna con mi culo.

Me cogió y casi en volandas me hizo entrar por la puerta del almacén, dentro había una mesa en la que tenía zapatos y cajas, lo tiro todo al suelo y me sentó encima, me subió el vestido, casi me arranco las bragas y me hizo abrir las piernas.

Se lanzo sobre mi coño como si fuera un oasis e hiciera días que no bebía, yo me moría de gusto, notaba su voraz lengua repasarme todos los pliegues, introducirse hasta bien adentro para después salir y besarme y morderme, me cogía el culo con sus manos y cada vez me apretaba mas a su boca, yo no decía nada, solo me mordía los labios y apretaba su cabeza contra mi coño.

Todo mi cuerpo temblaba, mis tetas se pusieron duras como piedras y no tarde en venirme, una corrida larga como nunca antes la había tenido con pedro, -me encanto- pero no tuve mucho tiempo para disfrutarla, me bajo de la mesa y dijo:

- Es tu turno.

Sabia que quería decir eso, me hizo arrodillarme delante de el, se desabrocho la bragueta y apareció un pene enorme, mas bien flácido, aun, pero se veía que prometía, desde luego era bastante mas grande que el de mi novio y yo no había visto ninguno mas, el señor quintana me miro y dijo:

- Chupamela

La verdad era que solo se lo había hecho alguna vez a pedro, pero aquello era diferente, aquello tenia otras dimensiones, lo cogí con mi mano, cerré los ojos y me lo lleve a la boca, tenia un sabor salado y olía fuerte a sexo, podía notar como iba inflándose dentro de mi boca, cada vez mas consistente, hasta que arrojo un espeso liquido el cual bebí complacida.

Desde ahora tengo otra imagen de la zapatería de mi niñez.

 

Este al igual que otros relatos que he publicado, son copia fiel, es decir, yo no soy el protagonista. Solo los muestro en esta página para que la gente los conozca y se excite al igual que yo el leerlos.