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Aunque es Retrasado coge como semental!

en Amor filial

¡Aunque es Retrasado coge como semental!
 
Soy un ama de casa corriente y aburrida. Mi marido no me hace el amor más que un par de veces al mes, y aunque soy madre de cuatro hijos, solamente tengo 33 años. La verdad es que si me arreglo un poquito, me veo bastante buena.
 
Mi vecina Charo es viuda y está embarazada. Es madre de un chiquitín precioso de once meses y de Toño, un muchacho de 18 años, muy guapo, pero que por un problema que tuvo al nacer es retrasado mental; y pese a su cuerpo de hombre bien formado y sensual, tiene una edad intelectual de seis o siete años a lo sumo.
 
Charo se tomó una tarde el café que le ofrecí en mi casa y me pidió que le ayudase en un asunto muy vergonzoso que tenía entre manos y que no se atrevía a contárselo ni siquiera a sus mejores amigas, y mucho menos a sus familiares más directos.
 
Le pregunté qué le pasaba y mi vecina se echó a llorar, diciéndome:
 
—Estoy embarazada de mi hijo Toño. Estuve a punto de reprenderla porque el muchacho no sabe distinguir entre lo que es bueno y malo, pero al verla tan triste, cambié de actitud y me explicó que él la acosaba todo el día tocándole el culo, las tetas o besándola en la boca, y que una noche se metió en su cama, la abrazó con fuerza y le levantó el camisón.
 
Lloró al contarme que llevaba una tanguita, pero para él esa prenda íntima no fue ningún obstáculo porque se la arrancó como un energúmeno y la dejó desnuda de cintura para abajo. Confesó que cuando le vio el miembro gordísimo y muy largo, como mujer permitió humanamente que él satisficiera sus instintos naturales... pero que también lo deseó. Por ello no se resistió cuando él la aplastó sin miramientos con su cuerpazo y le colocó el pene en su paparrucha, que se abrió para él hasta que le clavó todo su bastón viril.
 
Le pregunté si había cogido desde ese día varias veces más con el chico y Charo me respondió que sí, porque a veces iba desnuda, muy excitada por la casa, y él se lanzaba sobre ella y lo hacían en cualquier rincón de su hogar. La consolé y le pedí paciencia porque su hijo no tenía raciocinio y por lo tanto no era responsable de sus actos. Charo tenía miedo a ir a la clínica a dar a luz, ya que un hijo como Toño no podía confiárselo a ninguna otra mujer y entonces me explicó lo que les había hecho el muchacho a su suegra y cuñada.
 
Al parecer, un día que Charo tuvo que irse a Texcoco para cuidar a su madre que estaba muy enferma, no quiso llevarse a Toño y fue su suegra Aurelia, la madre de su difunto esposo, la que aceptó quedarse durante su ausencia con su nieto. La mujer tenía 54 y era, porque yo la conocía, una señora de muy buen ver, culta y muy educada, de estatura media, con un cutis
 
Muy cuidado y facciones bastante agradables, un buen pecho y un cuerpo aún apetitoso para los hombres. Ella vivía con Paquita, su hija soltera que tenía 28 años, y era dueña de un gimnasio con salón de belleza muy acreditado.
 
 Como Paquita era muy bromista, decidió vestir a su sobrino de mujer para gastarles una broma a sus empleadas. Así, tras desnudar entre la madre e hija a Toño, que era muy bello, le depilaron todo el cuerpo y ambas se quedaron muy excitadas —según le contaron después a Charo— al ver el tamaño y grosor de su herramienta sexual. Como él estaba loco de deseo, ambas le hicieron varias mamadas y las dos se acostaron con el muchacho, montando entre los tres una orgía que colmó las necesidades sexuales de las damas, que llevaban varios años insatisfechas.
 
Cuando lo vistieron de mujer, le colocaron una peluca rubia y lo maquillaron adecuadamente; se lo llevaron al salón de belleza y le ordenaron que limpiara los baños sauna.
 
Después, en el gimnasio femenino, que se comunicaba con el salón, donde hacían aeróbicos muchas mujeres, se encargó de barrer y ordenar adecuadamente, como una señora de la limpieza, ese recinto femenino en el que se encontraban ajenas a lo que sucedía varias señoras y señoritas duchándose e ignorando que estaban desnudas ante un auténtico semental ataviado con unas ropas femeninas y que engañaba hasta la más perspicaz, puesto que al vivir durante tantos años con su madre, conocía las poses y las actitudes de las mujeres, comportándose como una fémina ante las dientas del gimnasio de su tía.
 
La contemplación de traseros, senos y sexos femeninos de todas las formas y dimensiones lo excitó, y el problema surgió cuando al irse al aseo de señoras a masturbarse, se encontraba guardando fila Maruja, una empleada del salón de belleza que, tratando de ser amable con la sobrina de su jefa, le permitió entrar con ella al baño. Maruja, una morena de 40 años muy hermosa, comentó después el grave incidente que protagonizó con Toño, pues convencida de que él era mujer, no tuvo reparos en quitarse los calzones y sentarse en la taza, ya que por el exceso de trabajo llevaba varias horas sin orinar.
 
Entonces Toño se levantó la falda y sacó un falo enorme que le metió a Maruja en la boca, tras agarrarle la cabeza con violencia. La mujer se encontró con ese palo de carne erecta y no sabía qué hacer. No obstante, observando la actitud violenta de esa falsa muchacha, optó por chupar ese miembro mucho más grande que el de su marido, y aunque le daba asco hacerle una mamada a su esposo, no tuvo reparos de comerse ese grueso pene que amenazaba con ahogarla, dadas sus dimensiones y la erección monstruosa que tenía.
 
Cuando él le llenó la boca de su semen, la mujer se quedó indefensa sin poder evitar que Toño le acariciase los pechos, de igual forma que lo hacía con su madre cada día. También le apretó los pezones y excitada, Maruja se levantó de la taza para que él se sentara en el inodoro con la verga altiva y la obligara a montarse a caballo sobre su miembro, que se coló hasta los testículos en su vagina empapada de flujo.
 
Se la cogió y gozó con ella todo lo que quiso. Cuando salieron del baño, Maruja había arreglado las ropas de ese varón disfrazado de mujer, y con dignidad salió altiva, aunque estaba llena de un semen abundante que mojaba sus calzones, dándole un placer que al parecer jamás había obtenido.
 
Cuando Maruja le contó a su jefa Paquita la aventura sexual que había tenido con su sobrino, ésta le dio 20 mil pesos de gratificación para que guardase silencio, y de esa forma se sellaron los labios de esa víctima inocente de la broma de la abuela y de la tía de Toño.
 
Por esa travesura sexual de Toño, su madre que lo adoraba, no quiso que el chico violara a mujeres inocentes, a cualquier señora o señorita que se cruzase en su canmino y así se convirtió en su amante, en la compañera fiel que satisfacía sus necesidades, hasta que por un descuido en sus métodos anticonceptivos había quedado encinta de su propio hijo.
 
Seis meses después de nuestra conversación, sin pensarlo dos veces me ofrecí a cuidar del hijo mayor de Charo cuando la llevaron a la clínica para dar a luz. Toño y yo cenamos un delicioso menú que le preparé y luego le puse diversas películas porno que alquilé para excitarlo. Así pude ver cómo se le alzaba su pantalón como una tienda de campaña, síntoma evidente de que estaba excitadísimo.
 
Me fui al baño, me desnudé, y vestida con un camisón muy corto y provocativo, me | dirigí a la cama; él se acostó | desnudo a mi lado, con ese aparato salvaje que llevaba erguido entre las piernas. | Me quité mi negligé dejándome llevar por un impulso y traté al gigantón de Toño como si fuera un bebé al que ofrecí maternal uno de mis pezones. Él aceptó mi invitación y dejé que me chupara el botón que me puso a mil, notando escalofríos en mi sexo, muy agradables por cierto.
 
Luego él se soltó de mi abrazo y me puso su glande despejado, grueso y con la punta empapada de un líquido blanco a escasos centímetros de mi boca. Casi me volví loca de gusto al aspirar ese olor acre, un poco fuerte que brotaba de su verga juvenil erguida.
 
Lami con deseo ese glande prominente y después lo introduje en mi boca, notando cómo se hinchaba sobre mi lengua, sumiendo en un éxtasis brutal a Toño, que me agarraba la cabeza con fuerza hasta hacerme daño.
 
Entonces pensé en lo que sufriría esa señora, la tal Maruja, cuando él le hizo algo similar a lo que me hacía a mí durante la mamada increíble a la que me sometió ese animalote.
 
Cuando me llenó de leche la boca, cuello y pechos, levanté las piernas, abrí los muslos y él se colocó delante de mi pepita. Orientó su glande en mi vagina húmeda, avanzó su cuerpo y su verga enorme y me penetró a fondo.
 
Apretó mis nalgas con sus fuertes y grandes manos y sentí cómo me clavaba el rabo entero. Entonces creo que aullé de gusto, agitando gozosa la pelvis mientras cogíamos a lo bestia.
 
Noté cómo él contraía las nalgas para presionarme más y como yo estaba fuera de mí, grité su nombre y ambos nos escurrimos a la vez.
 
Mi goce fue el máximo que jamás me había proporcionado un hombre. Yo también me descuidé y a los nueve meses, para mi sorpresa, me convertí en la madre de una hija de Toño, el semental de mi barrio, ya que cuando se cansa de Charo, su madre, se coge a otra vecina.
 
Lo gracioso es que casi todas las mujeres de la casa han tenido su verga en el culo. Es un semental magnífico y lo adoro. También las vecinas.