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Habitación con vistas

en Hetero: Infidelidad

HABITACIÓN CON VISTAS

Miro hacia adelante. Apenas me veo en el espejo. "It Was A Very Good Year" de Sinatra suena en el hilo musical. No sé ni qué cara tengo. Ni quiero verla. Me la oculta la botella de whisky. A su lado la cubitera de champán.

Cojo el hielo de la cubitera directamente con la mano. Creo que es el cuarto whisky que me meto al cuerpo. La veo deambular por la habitación con cara de felicidad medio bailando al son de la música. La da igual, suene lo que suene baila. Y yo sentado como un gilipollas en esta habitación de hotel viendo pasar el tiempo.

Ella fue la primera en proponerlo. Cada vez que hablamos del tema me dice lo mismo. Siempre con su sarcástico tono de reproche, como si yo tuviera la culpa: ¿Lo ves? Me hablas y me pongo húmeda. Y me toco. Me tengo que tocar, no lo aguanto.

Me cuenta que lo hace a todas horas, que no se aguanta. Lo hace cuando está sola en casa. Pero a veces también, en un lugar público o en el trabajo. No puede evitarlo. Y la gusta tocarse ahí, sentir cómo su entrepierna se humedece. Insiste e insiste que no puede impedirlo, que es superior a ella. Se siente presa de sus propios pensamientos, por ese deseo irrefrenable que la atrapa. Sí, se calienta pensando que otro pene se endurece en sus manos, que es ella la responsable de su excitación. Y lo hace. Se toca. Se acaricia todo el cuerpo, se masturba.

Y me describe cómo lo hace. Sabe que así me excita y me contagia su ansiedad. La gusta desplazarse un poco las bragas o a veces el tanga. Soltar algún botón de la blusa, o palpar sus pechos bajo la ropa. A veces llega a alzar la blusa y bajase el sostén para liberar los pechos, como si los ofreciera a "ese" desconocido. Le gusta sentir sus tetas aprisionadas por las costuras del sujetador, sueltas pero aprisionadas al tiempo. Sí, como si un imaginario y precipitado amante se los hubiera sacado. Y se toca. Se toca sin parar. Juega con sus pezones hasta tensarlos. Los retuerce entre sus dedos, los pellizca sin piedad. Y en cuanto llega a casa se desnuda. Tiene que hacerlo, me dice. El mínimo roce de la tela le excita aun más los pezones. Su coño le arde. No le queda más remedio.

Y yo me la encuentro así, tumbada en el sofá, abierta obscenamente de piernas, dándose placer ella sola. Me mira con cara de indiferencia, como si no me viera. Y sigue a lo suyo. Y no sé qué decir. Pero para qué negarlo. Me quedo mirando embobado. Me excita hasta hacerme perder el control. Sé perfectamente en lo que está pensando, y me come por dentro esa sensación que no sé cómo definir. Es esa parte mía que se cela, esa parte que la quiere mía, sólo mía. Esa parte mía súper posesiva, como la de cualquier marido. Nos guste o no, estamos en una sociedad machista. Esto no está bien visto. Si se enteraran... no quiero ni imaginar qué dirían mis parientes, mis amigos... Murmuraciones, chismes, cotilleos sin parar....

 

Por un lado pienso que "No, no importa todo esto, lo que hablamos son sólo fantasías, son nuestros juegos"... Y sigo el juego: su juego... Aunque dentro de mí no paro de repetirlo: "Por favor, no lo hagas... Sólo con pensar que otro hombre te excita me pone celoso".

 

Se lo he dicho y no me contesta. Sólo me devuelve su sonrisa. ¡¡¡¡Esa maldita sonrisa!!!! Se ríe de mis celos y me provoca. Frente a mí baja mis pantalones y mis calzoncillos al tiempo. Con brusquedad, sin delicadeza. "¿Pero por qué te quejas, si la tienes empinada?" -me dice con ironía-. Una especie de bofetada que hace vibrar mi pene hacia los lados. De un empujón me sienta y se sube a horcajadas sobre mí, como una amazona. Quiere que sienta la humedad de su sexo. Me ofrece los pechos pero no me deja tocarlos. Sólo besarlos, lamerlos. Me restriega sus duros pezones por la cara. Se burla de mí con voz cariñosa, melosa, mientras acaricia con la yema de los dedos la cabeza de mi excitado pene.

 

Y sus pulgares dibujando en círculos esos cuernos en mi frente, mientras sus ojos se fijan en los míos sin hablar, pero diciendo: "lo voy a hacer... sabes que te los voy a poner... y no una... mil veces...". Mientras lo hace sonríe burlona.

Y susurrando, lentamente, dejando arrastrar el final de cada frase me lo dice al oído... "Cariño... Vas a sentir cómo te crecen los cuernos... Te vas a dar cuenta que cada segundo que no esté contigo. Te lo estaré robando para estar con otro... Sepas o no de quién se trate... Voy a entregarme a él... Le dejaré que me toque... que me desnude... que me caliente diciéndome guarradas... Voy a follar con él... voy a follar como tú sabes... Moviendo las caderas como a ti te gusta que haga... para que me clave su polla hasta adentro... Me comportaré como una puta... Haré todo lo que un hombre pueda soñar.... Pero no lo haré contigo... cariñín... lo haré con él...".

 

Y sí. Lo sé. Sus palabras me calientan, y también me hieren como el rayo. Pero para qué negarlo, si me gusta sentirla tan caliente, tan llena de deseo. Y ella lo sabe, y sigue sonriendo cuando se levanta y me da la espalda. Segura de si, despótica, dominante. Sabiendo que no puedo apartar la mirada de su cuerpo se sitúa frente a mí. Me enseña cómo acaricia lascivamente todo su cuerpo. Lentamente, sin dejar de mirarme a los ojos, dobla hacia arriba una pierna para mostrarme la zona secreta que alberga su entrepierna. Con su dedo índice me hace señas para que me acerque. Y se señala ahí. Me lo indica. Me lo ordena con sus gestos.

Esa zona de piel desnuda que con el tiempo, se ha convertido en sinónimo de decirme "cornudo" sin necesidad de que diga la palabra. Sabe perfectamente que me inclino a besársela, que me arrodillo entre sus piernas que me retuerzo lo que haga falta para alcanzar su sexo. Es patético. Pero allí estoy, con los pantalones por las rodillas, con mi polla a punto de explotar, lamiéndola desesperadamente el coño, con toda esa mezcla explosiva de celos y deseo, como si fuera la ultima vez, acompañándola en sus fantasías... Por qué no decirlo, en el fondo, preparándola para que sea la puta de otro. Hasta que frente a ella, mirando embobado su coño lleno de mi saliva me masturbo mientras me dice lo que va a pasar. Se lo abre majestuosa con las manos y me le muestra obscenamente. Me llama cornudo, se burla de mí. "Mira..." -y se mete los dedos- "Te haces pajas pensando en que me la van a meter por aquí...". Burlándose limpia en mi cara los dedos impregnados en sus jugos.

 

A veces pienso que esto es una locura. Vuelvo a mirar atrás y me pregunto cómo he permitido que esto llegue tan lejos, cómo lo he consentido, cómo me he dejado arrastrar.

Recuerdo que fuimos intercambiando gustos y opiniones, contándonos experiencias pasadas... En un matrimonio eso era normal. Compartirlo todo, hablar de todo, conocernos hasta los más íntimos detalles, hasta nuestros más inconfesables secretos. Y me lo contó. Un día me dijo, que como casi todo el mundo, ella tenía una fantasía. No era muy original, pero la tenía. Además, sabía que muchas parejas lo hablaban, que se excitaban con ello cuando hacían el amor... Y pregunté qué era, que a qué se refería. Dudó. Fingió o no fingió, no lo sé. Me dijo que la daba miedo, corte, vergüenza... E insistí.

"Hacerlo con otro". Así de sopetón.

Sí, acostarse con otro hombre. Se había casado conmigo, no había probado con otros hombres, tenia curiosidad, no la importaba que yo estuviera... Miles de explicaciones brotaron incontenibles de su boca. Y no sé qué me pasó, pero sólo con pensarlo mi polla se puso en ristre. Y ella lo vio. Una desconocida excitación se apoderó de mí. Me subía por el estómago. Me invadía el cerebro y ese insólito y morboso placer se apoderó de mí. Hicimos el amor. No, lo hicimos: esa noche follamos y jodimos como fieras. Como nunca antes habíamos hecho, y cada vez que mi mujer me lo recordaba, me volvía loco.

Y naturalmente que repetimos. La experiencia estaba resultando genial. Y cada día buscábamos un poco más. Ya no era el "voy a follar con otro". Ya fuimos pasando al "me voy a dejar hacer", "me voy a comportar como una puta", "te voy a poner los cuernos".... Y yo no decía nada. No lo detenía. Todo lo contrario, yo a todo decía que sí. Buscaba cuentos eróticos, visitaba páginas web. Leíamos anuncios en los periódicos... Le complacía en todos sus caprichos. Hasta le compraba la lencería que ella me pedía para usarla con sus imaginarios amantes.

Un día me propuso un juego: hacerme "cornudo virtual". Un simple juego. O tal vez lo propuso para sondearme, para ver cómo reaccionaba. Ella lo tenía claro. No sé ni cómo no me di cuenta. Nunca se conoce bien a una persona. Aunque sea tu mujer, aunque duermas en la misma cama; las personas son una caja de sorpresas. Siempre hay una zona oculta.

Para ella era como dar el primer paso antes de hacerlo en la realidad. Acepté el juego. Lo acepté sin darme cuenta de dónde me podía llevar. O sabiéndolo perfectamente y no queriendo reconocerlo, confiando en que se quedaría ahí, que no iría más adelante. Mintiéndome a mi mismo.

Un día dio ese paso más que tanto temía, pero que sabía que tarde o temprano llegaría. Me llamó a voces, alterada, excitada de tanta alegría. Un escueto e-mail. De algún admirador supongo. Su locura, su entusiasmo. Era una respuesta de una página de contactos. Los correos los había mandado ella, pero haciendo ver que yo era quien los remitía. El correo era para mí, y se limitaba a preguntarme: "¿Quieres mostrarle estos correos a la puta de tu mujer? ". La miré a los ojos. Estaba ansiosa. La miré. No pude negarme.

Por supuesto, le respondí también de forma breve: "Sí, mándamelos". No sabía a qué correos se refería, pero empezaron a llegar inmediatamente. Ella ni siquiera se desnudó. Simplemente abrió sus piernas. Dócil me arrodillé y apartando sus braguitas comencé a comerla el coño mientras ella disfrutaba mirando sus fotos, describiéndome como tenía la polla, leyéndome en voz alta las obscenidades que la proponía, corriéndose con las caricias de mi lengua, pero pensando en otro.

Acabamos en la cama. Como siempre que dábamos un paso más, celebrándolo a nuestro modo, follando como locos. "¿Así que soy "la puta de tu mujer" eh? Pues venga cornudo, dame caña...".

Ahora su imaginario amante comenzaba a tener cuerpo. A mitad de polvo me lo dijo, no lo preguntó, lo afirmó, o me avisó: "Voy a contestarle, voy a enviarle las fotos que me pide. ¿No te lo dije? Se me habrá olvidado.... quiere fotos mías desnuda... bueno realmente lo que quiere es ver a "la puta de tu mujer" en pelotas.... Me las vas a hacer ¿verdad cariño?" Esa noche me permitió hacer algo que no había hecho en la vida: correrme en su cara. Luego tal y como estaba, tuve que hacerla la primera foto. Y la segunda.... y la tercera... Empleando todas sus artes, consiguió que se me volviera a poner en posición. Esta vez fueron sus pechos los que recibieron mi corrida.

Al día siguiente cuando llegué a casa estaba desnuda frente al ordenador. Había volcado las fotos y las estaba seleccionando. Incluso ella sola se había fotografiado varias veces el coño. Me recibió con un seco y escueto "llegas tarde", sin mirarme siquiera. Venga desnúdate. Mira, me dijo. Su cara manchada de semen llenaba la pantalla del ordenador. Reconozco que mi polla reaccionó de inmediato. "A ver si te gusta tanto cuando sea la leche de otro" -dijo despectiva. Estaba seria, tensa. Casi enfadada. No había ningún correo para ella. Se dedicó a navegar por todas las páginas de contactos que encontró. En algunas incluso envió fotos.

Naturalmente a los dos días tenía su cuenta llena de correos. Y los fue contestando a todos, aunque de verdad lo que estaba haciendo era escoger, seleccionar a su candidato. Buscar al que más la excitara. Y acabó encontrándolo claro. En un mes sólo se escribía con uno.

Los correos de ella fueron mucho más morbosos y excitantes. Quien más parecía disfrutar del juego era ella. Incluso llegó a pedirle el número de teléfono. Su amante tendría voz. Me arriesgué y lo permití. Supuse y recé para que nunca tuviera cara.

Y un jueves (¿por qué recuerdo que era un jueves?) sonó el teléfono. Una llamada oculta a altas horas de la madrugada.

-Perdona... Soy.... -y se presentó...-.

Luego, le contó que estaba sola... -le mintió-. Le dijo que yo, su marido, típica historia de cornudos, estaba de viaje..., que estaba casi a punto de dormir ya. Y sin preguntar nada dijo con voz un poco baja y sugerente: "Cuando no está él duermo desnuda".

No paraba de repetirle una y mil veces la misma frase.... "Estoy desnuda..., sola en casa...". Por su voz era fácil deducir que para decidirse o envalentonarse había necesitado alguna copa de más...

Charlaron un rato a cerca de los correos, de sus fantasías.... De lo que estaba o no dispuesta a hacer... pero sobre todo insistía en que él, o sea que yo, al principio no lo supiera. Qué puta eres, la decía al escuchar sus lascivas propuestas... me encantan las guarras....

Su explicación era muy sencilla... No quería engañarme, pero hasta que no estuviera todo muy claro y decidido no me lo diría. No quería riesgos innecesarios ni estropearlo. No podía fracasar la primera vez, ni malos rollos ni cosas de ésas. "En el juego jugamos todos, si no, para mi pierde el sentido" -insistía ella.

Prometió que si cumplía su deseo se sometería a todo lo que él pidiese. Oferta tentadora, y que naturalmente él no rechazó... Entonces se lo explicó con más claridad. Lo que de verdad la gustaba, aparte del hecho en sí y de que su marido participara del mismo juego, era el morbo de lo oculto.

-¿El morbo de lo oculto? -preguntó él.

-Si... es fácil... el morbo es pura imaginación... Si de buenas a primeras él me viera follando se rompería parte del encanto... Es que tú no sabes cómo se me pone cuando le cuento estas cosas... Creo que se excita más que si nos viera en directo... Así que vamos a irle preparando... esto es como un guiso... hay que hacerlo a fuego lento... Si, tranquilo... ya me verá follar con otro... Claro que me va a ver... en cuanto le tenga listo... no te quepa la menor duda...

Tuve que darla la razón al cien por cien. Mi polla ya estaba a punto de explotar. Y eso solo que era una simple llamada.

Ya lanzada le pidió que la excitara, que la contara "aventuras"... situaciones... incluso que dispusiera el cómo y el cuándo... pero sobre todo, lo que la encantaba y la hacía perder completamente sus papeles era que la llamara puta, guarra, zorra...

-Ya -dijo con voz como de cansancio, como de haber jugado mil veces a ese mismo juego y luego le hubieran dejado colgado-. Y tú que me propones...

-Piensa en mí..., mastúrbate... Mira... estoy desnuda... -cogió mi mano y se la llevó a sus pechos- Me estoy tocando las tetas pensando en ti... ¿Quieres que siga?

-¡Claro que quiero que sigas so puta! ¡Tócate el coño guarra! ¡Quiero oírte chillar!

Tirando de mis cabellos me arrastró entre sus piernas... Y volvió a repetirle por enésima vez que estaba desnuda....

-¡Qué desperdicio!… So puta... si estuviera allí...

Aquella noche fue nuestra primera sesión de sexo telefónico. El no se enteró que yo estaba allí. Ella le preguntó si estaba excitado. Le suplicó que se masturbara. Quería oírle gemir. Necesitaba escuchar cómo se corría pensando en ella. El pidió lo mismo, también quería oírla gemir. Y lo consiguió. No supo que sus gemidos no eran porque ella se masturbara, sino porque era yo quien le estaba acariciando el coño con mi boca. Sí, yo le estaba preparando el coño para él mientras me masturbaba oyéndola.

La siguiente vez fue más directo. Más al grano.

Y ella le fue sugiriendo que desde que le oyó por primera vez, en sus fantasías se masturbaba mientras "alguien" por teléfono la llamaba puta y la forzaba a hacer guarradas sobre la alfombra. Y él, escuchaba satisfecho los gemidos de aquella guarra que no conocía, pero que tanto le excitaba al teléfono. Seguía sin saber que era yo estaba lamiendo su coño otra vez, que ella me dirigió la cabeza.

No sé la de veces que se corrió. Sólo recuerdo que se quedó tumbada en la alfombra, extenuada, recuperándose lentamente. Ya calmada me pidió mi opinión, me preguntó que qué me parecía todo aquello. No sabía qué contestarle. Desde luego no era muy normal. Un marido comiendo el coño a su mujer mientras planea por teléfono cómo le van a poner los cuernos... Le dije algo así como que qué suerte tenía el tipo ese, que me daba envidia. ¿Te gustaría verlo? No lo dudé, le respondí instintivamente que me encantaría verlo.

Después fueron subiendo el tono de sus llamadas. Yo sospechaba que la puta de mi mujer le enviaba las fotos que yo la hacía. Puede que alguna más. Estoy seguro que tenían un intenso y morboso intercambio de e-mail a escondidas, y puede que alguna sesión de sexo telefónico sin estar yo delante.

Hasta que un día lo dijo, se lo dijo y yo lo escuché mientras mi polla reventaba y mordía la almohada para que él no me oyera. El guiso empezaba a estar listo... Había que pasar a los hechos... Sí, follar... Pero no follar por follar..., había que buscar juegos, imaginar situaciones morbosas...

Ellos dos las fueron diseñando. Yo no contaba para nada. Así hasta llegar a "diseñar" cómo se follaría a mi mujer. Ella insistió en que la primera vez "él" -o sea yo- debía verlo. Y él dijo entre risas que por su parte no habría inconveniente, pero que qué decía yo. "¿Mi marido? ¡Pero si en cuanto se lo digo se mata a pajas!" Oí perfectamente las carcajadas al otro lado del teléfono y cómo la pedía incrédulo que la enviara fotos mías "meneándome el rabito"...

Y cuando le colgaba el teléfono me decía que ya era un "cornudo virtual" y "telefónico". Ambos se burlaban de mí, en mi cara y para mi mayor vergüenza, me excitaba hasta tal punto, que ella me tenía a su merced. No me entiendo a mí mismo. Sé que sin saber cómo he ido quedando fuera del juego. Era un juego de tres, pero o me había perdido varias partidas o se había convertido en un juego exclusivamente de dos. Me estaba quedando al margen. Sé que voy a ser un cornudo. Y lo digo con resignación.

Después de tanta llamada estoy menos entusiasmado con la idea, menos interesado en participar en esta aventura. Evidentemente me han dejado de lado. Pero sigo masturbándome pensando que mientras no estoy en casa ella se ofrece a él. Si. Dentro de mi interior, secretamente quiero ver cómo se la pasa por la piedra. Quiero verla tan guarra como me la imagino, aunque haya quedado de lado en su juego, aunque me hayan expulsado sin darme ni cuenta. Y sin embargo, aun fuera, sigo siendo de algún modo imprescindible para ellos, o al menos para ella.

Por una parte, hay un lado en mí que la teme, que quisiera escapar, y otro lado oscuro, poderoso, que me hace conectar, llegar a su mente, someterme y permanecer frente a ella, impasible mientras pausadamente se recuesta en el sofá y se prepara para masturbarse abiertamente en cuanto suene el teléfono. Lo hace casi sin mirarme, ignorándome, entregándose a la paja del mismo modo que lo hice yo en el mismo momento que ella me lo proponía. Gime, se retuerce, se ve en un hotel, en una oficina, o acaso en cualquier otro lugar, y goza imaginándose con otro.

A mí se me vuelve a poner dura la polla sabiendo que se entrega a su desconocido amante, al tipo que la calienta por teléfono, que su mera llamada le basta, y caigo de rodillas a lamerle la entrepierna, el único contacto que ella admite y quiere en esos momentos. No se por qué, pero verme así le incrementa el goce de un modo muy difícil de describir. Tal vez sea porque siente su poder sobre mí, le encanta mi grado de sumisión. Y entonces gimotea, en pleno paroxismo, cuando el orgasmo le traspasa me lo recuerda: "Voy a ser de otro hombre, le voy a comer el rabo, me voy a dejar follar".

Desde luego es un espectáculo digno de ver. Cuando esa guarra hace todo eso, me pregunto a mi mismo "pero calzonazos, ¿tú donde estás? ¿Dónde tienes tu cabeza? ¿Has perdido el sentido común o qué te pasa?". Y me veo allí desnudo en la habitación mirándola embobado, a veces masturbándome como un quinceañero y ella haciéndome fotos para que su amante telefónico se burle más de mí.

Y ella me mira. Sabe que está jugando con fuego pero que el que se está quemando soy yo y no ella. Ella conoce este lado secreto, oscuro que tienen muchas parejas, de esa singular trama que se teje en ellas y del secreto que habitualmente la oculta. Incluso ya ha hablado con parejas que practican el intercambio. Lo sé por sus correos, por la factura del móvil.


Me lo cuenta. Me lo ha explicado, me ha descrito todas esas sensaciones. La comprendo. He llegado a conocer perfectamente ese lado oscuro y secreto al que se refieren y que ella tan correctamente e intensamente vive. Y lo malo -o lo bueno- es que lo lleva con toda normalidad. Afortunadamente claro. Supongo que mucha gente opinará todo lo contrario... "que no somos normales". Pero bueno, ellos sabrán cómo dar color y morbo a la vida... Aunque tal vez tengan razón. Pero no puedo negarlo. Me calienta verla tan caliente, tan puta, imaginarla en mil y una situaciones, e incluso someterme al escarnio o humillación sólo para que ella goce. Quizás porque siempre dábamos rienda suelta a nuestras fantasías no habíamos pasado a nada más, o quizás por hipocresía social, por nuestros trabajos, por nuestra posición social. Pero sé que desde ahora va a ser distinto.

Además, para qué negarlo, por qué nadar contra corriente. Si me vuelvo loco cuando la puta de mi mujer se comporta como una zorra... Se saca las tetas cuando vamos en el coche... o se quita las bragas en una discoteca... en los hoteles sale desnuda al balcón... ¡Pero si una noche llegué a ver cómo un borracho le tocaba las tetas delante de mí y la muy puta no hacía más que reírse!

Lo cierto es que todo esto genera una adrenalina especial, como si se estuviera permanentemente jugando con fuego, o caminando en una cornisa. Y soy consciente de lo que significa andar en la cuerda floja, sé que ella podría llegar a ponerme los cuernos en cualquier momento, en mi presencia o sin mí, cuando a ella le plazca.

Nos encanta esa morbosa sensación de vértigo... de pura y brutal excitación... No puedo dejar de hacerlo. Esa mezcla explosiva de celos me domina, el morbo me arrastra sin remedio hacia ese barranco. Y sé que es caída libre, que nada detendrá nuestra decadencia, que me convertiré en un cornudo, consentido o engañado. Sí, aunque por discreción nunca juguemos en nuestra ciudad...

Y por ello no dejo de pensarlo. Una y mil veces. Sé que el amor es posesivo. Pero ahora nuestra relación ya no lo será. Tal vez nuestra fantasía -que mi mujer se entregue a otro- terminará cuando la posibilidad de que sucediera se volvió real. No puedo negar que deseo complacerla, no puedo negar el morbo que ha despertado en mí. Deseo compartir a la puta de mi mujer, probar hasta dónde llega, ver si de verdad es tan puta.

¿Y ella qué siente? No lo sé. A veces pienso que ella sólo siente ya desprecio por mí. Últimamente ni siquiera me deja penetrarla. Ha dicho que hasta que no se la cepille su amante no podré volver a hacerle nada de nada (y sonríe con una mirada entre sádica y perversa que nunca hubiera imaginado posible en ella). Me parece que ya no siente precisamente mucho amor por mí, pero que sigo siendo imprescindible en su vida. Si no ¿cómo explicar que una mujer llegue a actuar así?. Está decidida a ponerme los cuernos. Y lo hace sin darle ninguna importancia, como quien decide cuantas manzanas comprar. Creo que ni siquiera ha tenido en cuenta cómo puede cambiar nuestra relación en el futuro.

La verdad es que ahora -¿cómo lo diría?...- es una mujer distinta, completamente distinta. Yo no dejo de pensarlo. Ahora voy a verla follar con otro. Esta misma noche. Ella le ha escogido, le ha "seleccionado". No es el del teléfono, ese se le reserva para cuando ya esté "estrenada". Así podrá contarle más cosas..., o sea burlarse más de mí. He visto sus correos, sus e-mail. Un tal O.M.F. No sé quien es ni que aspecto tiene, sólo conozco sus iniciales, sólo se de él espiando a escondidas sus e-mail. Él ha dispuesto el cómo. Ella el dónde. Me ha contado sus condiciones y yo las he aceptado. Y ya ves, yo mismo se la he preparado, yo mismo la he afeitado el coño.

Lo va a hacer delante de mí. Yo mismo le quitaré el albornoz. Le mostraré su cuerpo. La haré girar en redondo, para que la vea bien. Es tanto como pedirle por favor que se la cepille. Si me lo dicen no me lo creo. Pero hoy voy a entregar a mi mujer desnuda para que me la folle otro tipo delante de mis narices. ¿Soportaré el verlo? Ya sé lo guarra que es, me lo ha dicho ella, pero ahora la veré. La muy puta se está preparando. Lleva preparándose para él desde hace una semana. Excitándose ella sola, sin permitir que tenga sexo con ella.

Y yo sigo inmóvil, allí sentado, en el hotel que ella ha escogido haciendo tiempo. Esperando que llegue la hora para quedarme mirando como me la meten el rabo, sin decir nada, sólo mirando como un cornudo complaciente. La veré gozando con otro hombre, sometiéndose a él, o tomando ella la iniciativa... "Vete preparándote, -me ha dicho-. No sólo me vas a ver follar, es que no habrá límites. El viene a follarse a una puta, y sabe que me puede hacer lo que le de la gana. Y tu quietecito. Solo mirando lo que me hace".

Quiere que la vea hacer de todo. Que la vea arrastrarse para chuparle la polla, que la oiga chillar mientras la da por el culo, que la oiga suplicar que siga penetrándola cuando se esté corriendo... Le fascina la idea. Y yo veré su chochito invadido por otra polla. Y tendré que esperar a que él se sacie, tendré que esperar a que me la folle por todos los sitios, y sólo cuando esté cansado de ella, cuando ella esté humillantemente "bien follada", en una palabra, cuando sea toda una puta, sólo entonces podré volver a usar a mi esposa, sólo entonces volveré a meter mi rabo en su coño. Pero ahora estará algo más que "usado". Estará sucio por el semen de un extraño. Cuando él me lo permita entraré en ella. En ese momento, cuando mi pene chapotee en su cavidad, ya seré todo un cornudo. Es lo que ella quiere, lo que ella ha hecho que yo desee con locura.

¡Quién lo diría!... Me muero de ganas por ver cómo se follan a mi mujer... Me excita la idea. ¿Y qué? Deseo entregarla y que disfrute. Que se haga todo lo puta que quiera. Yo estoy de acuerdo. Sí, estoy nervioso -impaciente no es la palabra, pero no encuentro otra-. Pero me da miedo. ¿Y si queriendo o no queriendo me corro mientras la veo follar con el otro? ¡Qué vergüenza! Me da auténtico pánico... Aunque lo que de verdad me aterra es el preguntarme qué pasará luego. Sé que le gustará y que repetirá. Yo sabré que está follada. Y ellos también claro. El rumor correrá como la pólvora. Todo el mundo lo sabrá. Lo comentarán. Me señalarán con el dedo. Casi les oigo: "Su mujer es una puta de cuidado... Si te lo montas bien te la calzas..., ¡bueno! y si no también..., menuda guarra... ¿Él? No te preocupes, no pasa nada... Que sí, que es un cornudo... Pero si hasta le gusta mirar cuando se la están tirando...".

¿Y si me cruzo con el tipo que se la acaba de tirar por la calle? O peor aun, a lo mejor termino tomando con él unas copas y comentando lo guarra que es mi mujer, lo que disfrutó follándosela. ¿No será demasiado?

Llaman. Abro la puerta. Ni me atrevo a mirarle a la cara. Sólo me doy la vuelta y voy a buscar a mi mujer.

****

Este "cuento" ha sido cocinado a fuego lento en los fogones de nuestra afamada cocina. Esta vez, Sukubis nos ha aportado un poquito de "pimienta" al guiso. Esperemos que sus refinados paladares lo disfruten.

perverseangel@hotamail.com & undia_esundia@hotmail.com

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