miprimita.com

No hay amos, solo sumisas

en Confesiones

"NO HAY AMOS, SÓLO SUMISAS".

¿Quieres ver las instrucciones?

Vete a todorelatos. Allí nos conocimos. Allí me escribiste.

Alguien a quien no conoces te dedica un cuento. Siéntete halagada, alguien piensa en ti. Lo leerás tú, lo leerán ellas. ¿Algún conocido o conocida tuya que lea en estas páginas? Lo leerá sin saber que va a ti dedicado, que la protagonista eres tú.

Puede que alguna mujer lo lea y te envidie. Tú lo tienes. Tú lo has hecho. Ellas lo leen, lo releen. ¿Una fantasía? Más de una sabrá que es verdad. Que esto no es un cuento, que esto es algo más que una carta. Sí, bonita, sí. Ella se excitará, se acariciará el coño como haces tú. Por supuesto que se tocará. Pero hay una diferencia. Una enorme diferencia: Tú lo has hecho.

Ellas no me han podido mostrar su más íntimo secreto. Te lo pedí y fue suficiente. Gracias.

Se que el lunes cuando habrá mi email tendré una foto distinta. Habrás sido capaz de fotografiar tu coño y enviarlo a ese desconocido concreto.

Lee el cuento y deja allí tu comentario, pero recuerda, cariño, nunca hay amos, solo hay sumisas; recuerda bien esta frase cuando estés desnuda a punto de fotografiarte otra vez. Piensa en ello antes de mirarte la entrepierna, justo en ese preciso instante en que humillas tus ojos, en que bajas tu mirada.

Tus bragas ya están en el suelo. ¿Te ves? ¿Ves lo que antes era secreto y ha dejado de serlo?

Pues recuerda, nunca hay amos, sólo sumisas.

Hola:

¿Estás ya preparada para hacerte la foto o lo sigues pensando?

Ya conoces la técnica. Cámara al frente y espejo. Un segundo. Tan sólo es un segundo. Aprieta el disparador con suavidad y habrá acabado todo. O habrá empezado, según se mire. Te repito.

¿Estás lista? ¿Sí?

Pues hazla. Ya me contarás qué es lo que pensaste, qué sentías en ese momento. ¿Excitación? ¿Vergüenza? ¿Arrepentimiento? ¿En qué pensabas? Seguro que algo de esto se te pasó por la cabeza.

* * *

Hola; te contesto a tus preguntas.

Prometiste mandar tus instrucciones pero la final no me has dicho nada. Y no paro de preguntarme.

¿Cómo querrá la foto mi amo? Fuera ropa. Desnuda frente al espejo. Miro mi entrepierna. Veo mi sexo. Mi potorrro, mi chocho, mi coño. Un simple pedazo de carne. Y él lo quiere ver. ¿Abierto o cerrado? ¿Sugerente o vulgar?. ¿Querrá ver mi coño desnudo o cubierto?

Si lo pienso bien, me parece que mi amo es un poco.... Me dice: sácate una foto de tu coño. ¡Qué vulgar!. Le creía más original. Luego lo pienso. Sí. Me había advertido. E incide en lo de una sola. No hay más indicaciones. A primera vista es muy fácil cumplir su orden. Es muy sencillo poner una cámara delante y sacar una foto.

Me lo imagino sentado. O lo intento porque aun no sé ni como es. Me imagino o quiero imaginar que se le pone la polla dura y se casca una paja mirando mi foto, pensando en mí. Me gusta. Me excita la idea.

Pero por otro lado pienso todo lo contrario. Puede ser otro salido de Internet. Otro frustrado más que no ha visto una mujer desnuda en su vida. Me rebelo. Solamente pensar que pueda ser así me enferma. Menudo espécimen. Puede ser hasta patético. Un gafotas gordiflón lleno de granos que se masturba babeante como un mandril mirando mi entrepierna. Menudo degenerado de la especie humana. ¿Para "ése" me he hecho yo la foto?

El amo, la sumisa, el señor, la esclava. ¿Pero bueno, tanto rollo para ver por donde mean las mujeres? Pues que se pague una puta y se deje de perder el tiempo con tanta letra y tanta tontería.

Debo dejarlo, esto es una locura. Pero incomprensiblemente, sigo mirando mi entrepierna.

No. A lo mejor no es ese el objetivo. Para ver un coño así es suficiente visitar cualquier página pornográfica. Allí hay más y seguramente "mejores".

¿Buscará una foto distinta? ¿Una foto en la que descubra algo más de mí?. Trato de adivinar qué espera con todo ello. Leo y releo sus correos. Una foto de mi coño. Tengo que hacerme una sola foto de mi coño.

Desde luego cualquiera puede hacerlo, pero no cualquiera puede demostrar su clase, su gusto, su sexualidad, su seducción. Preparo la cámara. Ensayo. Pruebo alguna pose. ¿Más lejos…? ¿Más cerca? Juegos de manos, juegos de posturas. ¿Es esto lo que querrá? O sencilla y llanamente lo que quiere es un coño. Un simple agujero. Sí, el agujero donde mi marido y mis amantes meten su polla. Ese donde descargan su libido, donde sacian sus instintos.

¿Y si me hago una foto simulando ser penetrada? Ese plátano me mira provocador. No me imagino con un plátano dentro de mi coño y yo sacándome fotos. ¿Una zanahoria? ¿El típico y manido pepino? Al final mi coño va a parecer una ensaladera. Sonrío. Me divierte mi propia estupidez. Dejo la cámara en la mesa y me voy al supermercado… pero compraré manzanas. Si hay yogures de fresa también.

Imposible. ¿Por qué le doy vueltas? ¡Qué prueba más estúpida!. Me han pedido una foto de mi coño. ¿Eso? ¿Me creo especial? Una mujer casada fotografiando su coño.

Aun no he empezado y no paro de pensarlo. Seguro que cuando esté preparada, a esas alturas, tal vez esté hasta excitada. Puede que en más de una ocasión hasta haya tenido que llevar mi mano para acariciar el escondido botón.

No paro de pensar lo que voy a hacer. Sacar fotos para que otro hombre se excite. ¿Absurdo? Tal vez, tal vez.

El caso es que no sólo tengo que demostrar que soy una puta, además tengo que demostrarle que soy obediente. Tengo que demostrar que soy algo más. Sí, que soy esa mujer con la que él sueña. Con morbo, con encanto. Estoy convencida que sabré sugerir eso y mucho más. Tengo que jugar. Sí. Está decidido.

¡Ufff! Las hortalizas me sugieren sugerentes formas, la miel me sugiere voluptuosos juegos. Acabo de pasar por el pasillo de los cereales. Tres hombres han vuelto la cabeza cuando he pasado a su lado. Estoy excitada. ¿Se habrán dado cuenta? Miro los pezones. Algo si se notan pero no tanto.

No puedo negarlo. Me gusta jugar. Me detengo coqueta junto a la leche condensada. La imagino resbalando por mis pechos, pintando de blanco mis oscuros pezones. Me encanta sentirme como alguna de las protagonistas de sus cuentos.

Y sin darme cuenta otra vez a pensar en lo mismo. ¿Realmente me interesa el juego? Tal vez sí y me pregunto por qué. Supongo que será la búsqueda de nuevas sensaciones. El juego, el lujo de jugar a lo que sólo los muy distinguidos sibaritas juegan en su secreta intimidad. El juego ahí está, al alcance de todos. Sí, muchos pueden optar al juego, pero muy pocos jugar. Muchos, muchos menos disfrutar con ello. Y yo quiero pertenecer a esa especial clase de privilegiados. ¿"Distinguidos"…"privilegiados"… o gente que no tiene otra cosa en qué pensar?...

Es como tener buen paladar para el vino ¿no crees?, me digo mirándome al espejo que hay en la salida del supermercado.

Me gusta que el aire fresco me serene. Camino despacio de vuelta a casa. Me veo reflejada en los escaparates, en los portales. Me defino como una mujer casada, como una madre aun "delgada". Soy atractiva. De eso no cabe duda. Aun no llego a los 30. Me pregunto qué necesidad tengo de hacer esto. Bastaría cualquier bar, cualquier discoteca. Siempre he presumido de haber ligado cuando y a quien he querido. Siempre y ahora más, me he mostrado segura de mis encantos. Un simple vestido negro, sobrio elegante, algo ajustado y es más que suficiente para que los hombres vuelvan la cara cuando paso a su lado.

Y aquí estoy, inquieta acelerando el paso para llegar a casa cuanto antes. Preparándome para recibir las instrucciones. Impaciente por saber qué tengo que hacer.

Me lo ha dicho más de una vez. ¿Pero tendrás valor para convertirte en una puta? "Te advierto que no cualquiera sirve para ser una sumisa". No sé si es una advertencia o un reto. No sé si es una pregunta o una respuesta. Pero no hay ni respuesta ni pregunta.

¿Por qué lo hago? Por vicio, es la respuesta más fácil, pero sé que no es verdad. ¿De verdad lo haces por vicio?, me pregunta el espejo del cuento de Blancanieves. Sé que no.

Me coloco frente a él. Me muevo cargada de sensualidad, de erotismo. Morbo. Libido. Refinamiento. Lujuria. Busco adjetivos, busco palabras, pero a lo peor sólo hay una. ¿perversión?

Es entonces cuando me llega su orden. "Ponte a cuatro patas zorra". "Date tu sola un azote." "Ahora imagina que tu secreto y perverso amante te lo da en la vulva, justo en medio de tu coño". "Un pequeño azote" –ni fuerte ni flojo-, lo justo para…

Lo imagino y me pregunto dónde está el placer. Y sin embargo estoy excitada. Pienso en alguno de mis conocidos. La imagen fugaz de un antiguo novio, de un antiguo amante. Si ellos supieran. Sé que más de uno me miraría con asco, con desprecio. Puta. Más de uno me escupiría. Otros me poseerían sin pensárselo ni un segundo.

Ignorantes. El placer no está en el simple dolor. Idiotas, necios. Me los imagino tomándose una copa medio borrachos, vulgares, intentando ser ingeniosos con tanto alcohol en el cuerpo. Serás guarra... Píllate los dedos con una puerta y verás si te gusta o no so zorra.

¿Qué sabrán ellos? Sin embargo... los preparativos. Los nervios. La vergüenza y el ansia que se juntan. La fabulosa descarga de adrenalina cuando sientes ese pequeño calambrazo. La espera, los preparativos. Los pezones se encabritan. Los labios se humedecen.

Me miro una y otra vez mientras preparo meticulosamente todos y cada uno de los detalles. Miro la cama. Allí he disfrutado y sigo disfrutando con mi marido. Me folla y algunas temporadas bastante. Sé que aun le gusto, afirmo presumida levantando mis pechos con esa carga de orgullo femenino.

Recuerdo que me he atrevido a confesarle parte de mis gustos. Se lo conté a mi amo. Recuerdo aquella noche. Me ató las muñecas. Estaba -no sé cómo definirlo- algo indeciso. En cierto modo era lógico que estuviera algo desconcertado. Inseguro, confuso. No supo hacerlo como yo deseaba pero al final me siguió la corriente y me ató.

Lo recuerdo mientras me voy desnudando para mi amo. Recuerdo que su polla se puso tremendamente dura. Casi no se le ponía así ni de novios. Unos breves juegos y entró en mi. Me la metió. Me la incrustó. Me folló con fuerza, pero no sé por qué no fue suficiente. Si, me pegó. Un par de azotes. Bueno azotitos. Sí, pero… no es eso lo que buscaba. Confiaba en que aquellas películas le hubieran servido para aprender.

Me hubiera encantado que me penetrara con más violencia, con más energía. Como si realmente me estuviera violando, como si no me conociera de nada y no le importara mi cuerpo. El típico cerdo que sólo busca su placer, que sólo quiere usarme. Pero ni siquiera me susurró al oído lo puta que soy. Me ató, me metió su polla y se acabó.

Pero yo quería más. Aun atada controlaba a mi marido, aunque no pudiera moverme. Me bastaba volver la cabeza y él se detenía. Yo buscaba lo contrario. Quiero que mi amante me controle, que su sexo sea brutal, violento, salvaje. Si, me encanta que me de un azote cuando menos lo espere. Unas veces suave. Otras fuerte. Que siga cuando yo le mande parar. Que me haga luchar contra él para acaba rindiéndome, para acabar suplicándole humillada que me penetre, que me trate como una furcia. Pero aquel juego no se aproximó ni siquiera de lejos.

A lo mejor lo hago por eso. Sí, porque aquella vez me quedé con las ganas de cumplir mi fantasía.

Sé que cuando me miró estaba algo desconcertado. En cierto modo no le queda más remedio. Lo sospecha, lo sabe. El silencio me autoriza.

A veces pienso que desde aquel día él lo sabe. Sabe que seré de algún amo, sabe que me follarán otros hombres o que al menos fantasearé con ello, jugaré con ello. Sí. Puede que él lo intuya; que sepa que él no puede llegar, que no puede ser mi amo. Solamente mi marido. Sabe que le quiero. Pero también sabe que esto no tiene nada que ver con el amor. Esto sólo es sexo.

Desde luego yo tengo claro que no seré su puta. No puede ser. Seguiré siendo su mujer, su decente señora. Será mi secreto. Seré la puta de otro. Si él lo supiera, no me cabe la menor duda, envidiaría a ese otro. Lo sé.

Lo pienso. Lo vuelvo a pensar. No paro. Llevo varios días dándole vueltas en la cabeza. Lo deseo. Me impaciento. Lo deseo cada vez que juego con mi anillo de casada. Cada vez que veo mi cuerpo desnudo en la ducha. Cada vez que me depilo el coño.

Me miro otra vez en el espejo. Ya no hay vello en mi entrepierna. Ni una simple pelusilla. Lo hago porque es más bonito, más estético... ¿Bonito para quién? ¿Estético para quién? No lo sé. Sí, sí lo sé. Busco preparar mi coño para "esa foto". Sí. Para profanar mi sexo con una sola fotografía. Para él. Para que mi amo profane mi cuerpo con una sola mirada. No quiero que sea mi marido quien lo profane.

No puedo ni tocarme. El mínimo roce me hace temblar. Esos malditos escalofríos. Mira tú con lo que me excito. Me siento una Zorra. Sí, una Zorra con mayúsculas. En el fondo lo hago por que soy una guarra. Lo reconozco. Lo prohibido me atrae. Me excita. Me encanta romper moldes, hacer cosas que estén fuera de lo común.

Sí. Me gusta ser usada. Que me aten, que me usen, que me traten sin ninguna delicadeza. Que ese brutal manoseo me haga sentir todo mi cuerpo, que toda mi piel se erice. Es fascinante.

Y cada vez que lo pienso me vuelvo loca. Y lo malo es que lo pienso en los momentos más inoportunos. En el trabajo, en el médico, el taller...

Una vez me lo preguntó mi amo. "¿Cuando lo piensas que sientes? Sí, zorra qué sientes cuando te tocan en un autobús e imaginas que ese desconocido será tu amo?".

No sé explicarlo. La vergüenza se mezcla con el placer. Sí, la vergüenza de sentirme excitada. Y el placer de sentir cómo responde mi cuerpo cuando es mancillado por esas manos de desconocidos, por esos furtivos y libidinosos sobeteos.

Es un placer raro, extraño, el que siento al imaginarme entregada a ese amante desconocido. Es el placer de transgredir todas y cada una de las normas del sexo decente. Me vuelve loca hacerlo, sentirme una esclava, una puta. Cuanto más sometida… más libre. Curiosa contradicción.

Se mezclan voluptuosos placeres. Se mezclan sensaciones opuestas. Todo cambia en mí. Todo cobra un distinto significado. El gesto más vulgar lo miro de otra forma. Si, es cierto. Me transforma. Me cambia, hace que no sea yo. Y no puedo dejar de obedecer.

Basta que me lo diga. "Tócate el coño". Ahora las tetas. Métete el dedo en el culo". ¿Es su segundo mandato? ¿Quiere que me masturbe o lo quiero yo? No me avergüenza el hecho en si. Lo he hecho miles de veces, y ahora lo voy a hacer pero será distinto. Voy a acariciar mi cuerpo, a darme placer yo sola porque alguien me lo pide. Y me lo pide así, despótico, soberbio: "Te lo pido yo, puta".

Y obedezco. Me pongo frente a un espejo. Quiero verme. Imprimo sus órdenes como hace unos días imprimí sus relatos para masturbarme. "Tócate", me ha ordenado. Lo hago. "Desnúdate del todo". Y lo hago lentamente, sugerentemente, medio bailando, dejando asomar cada centímetro de mi piel como si él pudiera verme.

No conozco su voz, pero le escucho. "Sí, tócate ahora". Y lo hago, acaricio las zonas que son secretas, las que sólo deberían ser de mi marido, las que siempre me han enseñado que sólo se las debo entregar a él.

Pero yo no pienso en eso ahora. Yo pienso en él. Le imagino mirándome. Me ofrecería a él sin dudarlo. ¿Ves como se mueven mis tetas? Y me llama zorra. Me obliga a decirlo, a pronunciarlo: Puta.

Muevo los labios lentamente, letra a letra. Vocalizo: Puta. No lo oigo, no hay sonido, solamente muevo los labios, pero es suficiente, veo como mis pezones reaccionan y se ponen de punta. Mi coño se ha humedecido. Sí, y eso ha pasado con tan solo cuatro caricias de nada. Ya mis dedos no pueden parar. Tienen que seguir hasta que mis pulmones se queden sin aire, hasta que el placer acelere mi corazón y mis entrañas tiemblen.

Tirada en la alfombra. Desnuda. Una indiscreta cámara de fotos ha preparado mi regalo. Aun respiro jadeante. Es como si mi amante acabara de salir de mí. Acabo de llegar porque él me lo ha pedido.

¿Y mañana qué? Mañana tendré que hacerlo fuera de casa. Tendré que desnudarme y tocarme fuera de casa. No me ha dicho donde. Supongo que en cualquier servicio. ¿En unos grandes almacenes? ¿En una cafetería? ¿En el aparcamiento? ¿En la Oficina?

Sé que la impaciencia de los preparativos me va a devorar. Me va a quitar el sueño. Como la primera vez que fui de viaje yo sola. No dormí en toda la noche.

Ahora soy una aprendiz. Una aprendiz de puta y me quita el sueño.

Preparo la cámara. Selecciono la ropa. Trato de ser lo más sugerente, lo más elegante, lo más sexy, lo más provocativa. Escojo mentalmente el sujetador. ¿Qué le gustará más? ¿Bragas o tangas? ¿Vestido o falda? ¿Pantalón? ¿El elegante traje chaqueta? ¿Arreglada? ¿Informal?

El morbo de la entrega me va devorando la entrepierna. Otra vez sube el voltaje.

¿Qué sensación tendré cuando me esté corriendo? No quiero ni pensarlo. Ni por un solo momento. Pero no puedo evitarlo.

Ya he hecho el ensayo. Pero en mi habitación, a salvo, en mi terreno. Me siento una zorra. Sé que mañana no será tan fácil. Y me imagino desnuda en cualquier sitio. Si desnuda, masturbándome, ahogando mis vergonzosos gemidos, mordiendo la inexistente almohada.

Son sólo unos instantes de placer. ¿Después habrá arrepentimiento? A lo mejor me siento ridícula, patética. La mano en el coño, las tetas bailando y me veo allí. Toda una mujer casada, masturbándose. Sin embargo sé que lo haré. Y que volveré a repetirlo. Lo estoy deseando, me gusta, me causa placer. No sé explicar qué me pasa, pero la enfermiza sensación me devora. Lo haré. Me masturbaré donde él me diga como una loca colegiala.

¿Y cuando acabe? Me veo caminando apresurada hacia el coche. ¿Volveré sin la ropa interior? No sé que pasará, ni cómo reaccionaré. Pero pese a todo he decidido seguir jugando a ser su puta.

Tal vez después no me guste el juego. Avergonzada, ruborizada, volveré a ser una decente ama de casa, una esposa ejemplar, tal vez una agresiva ejecutiva y una triunfante mujer de negocios. Será una anécdota, tal vez una decisión de la que arrepentirme en silencio. Me recriminaré lo que hice. Luego no te quejes, me diré. Avisada vas desde el principio. Tú lo empezaste, tú le diste cuerda al reloj y ahora a ver quién lo para. Y lo malo es que seré yo quien me diga todo esto. No, si es cierto eso de que no hay peor juez que tu propia conciencia.

Me toqué cuando él me lo mandó. Me excitó que me llamara puta y me hiciera sentir una zorra. Fotografié mi cuerpo para él. Conoce mis pechos, mi sexo. Sabe que usaron mi culito. Él conoce todo mi cuerpo.

No sé que pasará. Pero... El mínimo roce en los muslos, el bamboleo de mis tetas cuando las llevo sin sujetador. Un pezón rozando levemente con la suave blusa.

Es una tontería ¿verdad? Pero no me lo imaginaba, nunca me lo explicaron en el colegio. Un juego tan tonto, un simple mandato y la ruleta comienza a girar imparable. La vorágine me atrapa de la forma más sencilla. La tentación, el vicio, la lujuria.

Una mujer casada que desea ese sexo que mancilla su cuerpo. Quiero ser una guarra, que me llamen puta, que me humillen. ¿Hasta dónde voy a llegar? En mi cabeza no hay límite. Nunca lo hay en las fantasías. Para eso son mías.

Pero yo deseo unirme a estos juegos. Envidio a quienes me precedieron. Ansío saber sus secretos. Me da morbo saber que a ellas se las follaron como me follan en mis secretas fantasías. ¿Y ellas, alguna las haría realidad? Sé que más de una.

Lo pienso mientras camino en dirección a la oficina. No quiero transporte publico el mínimo roce haría explotar mi cuerpo y ahora tengo que estar serena, tengo que pensar.

Miro el escaparate. Cámaras digitales. Tarde o temprano llegará. Enviaré fotos de mi cuerpo.

¡Qué tontería! Ya ves. En la playa muestro mi cuerpo sin ningún pudor. Cientos de hombres me miran, me ven. Desde hace mucho tiempo no era tan consciente de lo morboso de sus miradas. Al fin y al cabo sólo son dos tetas y un coño. ¿Cuantos habrá visto ya él? ¿Cuántos habrá tocado?

Sé que más de una guarra como yo le habrá enviado sus fotos. Pero tengo ganas de hacerlo. No es el simple gesto de enviarlas lo que me excita. Sé que me desnudaré pensando en él, en el por qué y en el para quién lo hago. Pensando que lo que estoy haciendo está prohibido. El deseo me hará esclava. Y sé que entonces él desaparecerá, que mi señor, que mi amo dejará de ser él. Mi coño será mi amo. La huída de lo cotidiano mi dueña.

Tal vez hoy tengas algún e mail, digo guiñando con picardía un ojo en el cristal de un portal.

perverseangel@hotmail.com & undia_esundia@hotmail.com

Mas de undiaesundia

El anti-cuernos, los tenia puestos

El cornudo suele ser el último en enterarse.

Por fin Juan es un cornudo.

En la pensión.

En la playa y después del bosque. 2 Después del ..

En la playa y después del bosque. I. En la playa

Para Ester, que una noche quiso ser mi amante.

Abren la puerta. Versión heavy.

Abren la puerta

En Inglaterra.

La fiesta de la facultad.

Nos separamos y cada uno por su lado

En el Castillo. Debajo del cañón.

Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y... 5º

Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y… 4 part

Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y… 3 par

Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y… 2º par

Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y… 1º pa

El falso piloto

Tiemblo... luego existo

En la playa

Se que te gusta jugar

La secta

Album de fotos

Juegos de e-mail

En la discoteca

¿El influjo de los anillos Oskarberrutia?

En el Madrid de los Austrias

Confesiones de un camarero

El Heavy

Tú escoges la ropa, yo el menú. Tu mujer es el pos

Rebajas de Enero

Eso no era lo acordado

Violetas imperiales

Dedicatoria

El corneador de puertas

Cara y cuz

La casa vacia

Fantasía inducida

Averia en un ascensor

El e-mail del lunes

Juegos

Pecosa complaciente

Habitación con vistas

Se están perdiendo las esencias

La zona perversa

Visto para sentencia

Mediterráneo

Lo dijiste tu ayer (3)

Lo dijiste tu ayer (2)

Lo dijiste tu ayer (1)

Sentados en un tren

Te hago una propuesta

Por eso la dejé (5)

Por eso la dejé (6)

Por eso la dejé (4)

Por eso la dejé (3)

Por eso la dejé (2)

Por eso la dejé (1)