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En la playa

en Hetero: Infidelidad

En la playa.

 

¿Dominación?¿Exhibicionismo? ¿Infidelidad?

En un principio podría parecer normal, nada erótico. El nudismo, el naturismo… llámalo como quieras. Mucha gente lo practica. Pero siempre hay quien va allí con una finalidad muy distinta.

Silencio. Camina en silencio. No habla. Los pies se hunden en la arena. Hace calor, mucho calor. Húmedo, pegajoso.

De vez en cuando, una brisa de aire. Frio. Húmedo. Cargado de gotitas.

No habla. Sigue en silencio. Dejé que me adelantara.

La camiseta, típica playera la tapaba el culito. Casi hasta medio muslo. El pelo suelto. De vez en cuando movido por el aire. Hay gente en la playa. Los llamados “textiles”, los que se bañan vestidos.

-. Levanta la camiseta, la pido.

La anuda a la cintura. El nudo sobre la cadera. Me gusta su culito. Con el pantalón de jugar al pádel. Ceñido. Marcando sus curvas. Menudo tipín tiene la niña. La ha costado recuperarlo tras el parto, pero lo ha conseguido. Y muy bien por cierto.

Un gimnasio bien aprovechado pienso mientras la veo caminar con ese culito prácticamente sin un gramo de grasa.

Algunos chicos jugando al futbol. A lo lejos, pero cada vez más y más cerca, se ve a alguna chica en top less. Sí, ya sabes, con las tetas al aire.

-. Quítate el pantalón de pádel.

Se detiene en seco. Sigo a su espalda. No la veo, pero podría adivinar su cara. Casi al borde del infarto. Sobo sus nalgas. Alguien puede vernos. Sé que eso la pone nerviosa. Sin cortarme, la coloco la braga del bikini. Retiro la tela y se la meto por la “rajita” del culo. Pero solo una nalga. Ella sabe que tiene que hacer lo mismo con la otra.

Tenso la tela hacia arriba, colocándola por encima de las caderas. Lógicamente al hacerlo, lo que consigo es marcar los labios de su coño.

Parece un tanga. Dos cordoncitos. Los lazos colgando por los lados. El culito al aire.

Las dos nalgas se mueven marcando perfectamente el compás. Una, otra, una, otra.

Cada vez hay más chicas. Por fin vemos a los primeros que están desnudos. Mayoritariamente son tíos. Según pasamos alguno la mira. Pocos a la cara. Casi todos al culito. No me extraña.

Por fin vemos algunas parejas. También alguna chica sola, tumbada boca abajo tomando el sol. Sí, con las nalgas hacia arriba. Pero se ve que tiene la braguita puesta. Solo una, y algo alejada, está totalmente desnuda.

Llegamos al final de la playa, entre las rocas. Allí todo el mundo está completamente desnudo. Dejó la bosa apoyada en las rocas. Colocada perfectamente para que no entre arena.

Extiende la toalla. Somos los únicos vestidos.

Nadie dice nada, nadie mira. Me quito la camiseta y el bañador. Ella sigue inmóvil.

Yo he escogido el sitio. Algo resguardados, pero cómodos. Con gente, pero no demasiados. Por el momento.

El de la derecha deja de leer el periódico. Calvo no, calvorota. Tal vez unos cincuenta. Le sobran algunos kilos. Embadurnado de aceite.

Con curiosidad, pero descarado, nos mira. Lo normal es que ella ya se hubiera desnudado. Pero no, permanece inmóvil.

El de la más a la derecha mira oculto tras las oscuras gafas de sol. Es más joven. Hace un ademán de agacharse. Chasqueo la lengua no permitiéndolo. No es mi juego. La mando seguir de pie.

-. Fuera camiseta.

El primero de la derecha, el calvo, mira impaciente. Casi hasta lujurioso. La fuerzo a mirar a ella. Su polla regordeta aun descansa flácida.

Un azotito en las nalgas. La giro. La exhibo. La muestro. Delantera, trasera. El de las gafas de sol ya no quita ojo. Coloca su cabeza sobre la palma de la mano para estar más cómodo mirando.

Un ruido. El típico que se hace al pisar en la arena. Otro más se ha añadido al espectáculo. Coloca la toalla y se tumba mirando en nuestra dirección.

Se lo digo. Se pone colorada. No se atreve a levantar la mirada del suelo. Tomo su muñeca. Con chulería anudo un pañuelo. Como si fuera una pulsera. Como si fueran unos grilletes. Como si fuera, y es, una señal, un signo. Me pertenece. Todos lo entendemos.

Me sitúo a su espalda. Tiro lento del nudo del sujetador del bikini. El del cuello no, el de la espalda. La parte de abajo se suelta. Los pechos caen un poco asomando bajo la tela. Paso las manos bajo sus sobacos y los magreo. Procuro ser obsceno. No quiero caricias, quiero sobeteos bajo la tela.

El calvo se ha sentado tipo “buda” y enciende un cigarro. Mira descarado y sonríe. La recorre entera. Sus ojos solo dicen una cosa: sexo. El rabo se está animando, se le está poniendo “morcillona”.

El de las gafas, el de la cabeza apoyada la recuesta levantándola un poco sobre la muñeca. También su polla comienza a dar señales de vida. Es fina. No parece de gran tamaño. Está completamente depilado. Es la primera vez que me doy cuenta de ese detalle.

Y eso que aun no la han visto las tetas pienso. Suelto el nudo del cuello. El bikini caerá al suelo. Al hacerlo rozará las tetas. Es como levantar el telón pero al revés. Caerá el telón descubriendo sus pechos desnudos. El roce y los sobeteos han puesto sus pezones de punta. Lo van a ver dentro de nada.

El calvo sonríe. Lascivo. Vicioso. Un gesto. Suficiente para asentir. Como diciendo: buenas tetas.

Todos sabemos que la estoy desnudando, que la estoy exhibiendo. Es excitante. Ella sigue sin levantar la mirada del suelo. En silencio. Inmóvil. Dejándose manejar.

Dos bruscos movimientos. Solo para que vean como la bailan las tetas. El calvo y el gafas están ya empalmados. La obligo a mirar los penes. Sé que la avergonzará más.

Nudo de la braguita. ¿Izquierdo o derecho? El chico de la izquierda no ha quitado ojo, pero sigue tal cual. Los de la derecha están listos.

Izquierda claro, los otros están seguros. Ya han caído en la red.

Sobo sus nalgas. Un respingo. Está cada vez más y más nerviosa. Sé que si por ella fuera se cubriría con la toalla y echaría a correr. Nunca ha practicado esto. En muy contadas ocasiones ha hecho top less. Cuatro o cinco en toda su vida.

Sus pezones están de punta. ¿Nervios?.¿Frio? ¡Qué más me da!. El caso es que están de punta. Y a ella la ruboriza que ellos crean que es porque la gusta.

Por primera vez la digo algo. Susurrando, acercándome a su oído hasta hacer rozar mi polla con sus nalgas. “Zorra, tienes los pezones de punta, pareces una puta en celo”.

Gimotea. Una lágrima. “Por favor, no sigas”, balbucea.

Dejo que mi mano se apodere de su pecho y lo palpo. Lo sobo malicioso, lascivo, todo lo obsceno que puedo. Retuerzo el pezón. Solo lo hago para reafirmar que voy a seguir haciéndolo.

Lento comienzo a tirar del cordoncito del lado izquierdo sin soltar su pecho.

Tiene las piernas juntas, apretando, tensando los muslos. No quiere que la caiga el bikini bajo ningún concepto. Pero la va a caer al suelo. Y lo sabe.

Algo de tela cae. Algo de pelambrera asoma. Bruscamente la giro a la derecha. El de la izquierda comenzaba a interesarse. Se lo estaba poniendo fácil. De eso nada, hay que hacérselo desear.

El calvo y el gafas miran sonriendo. Les parece bien mi decisión. Además, al girarla, he descubierto algo más de su pubis.

El otro lacito.

Caen los dos triángulos. La tela no.

Se sujeta en los muslos tensados. Sé que durará poco en su sitio.

Los dos tienen las pollas tiesas. La del calvo parece que está durísima.

Toco su coño. Enredo los dedos en la pelambrera. Dejo que mi dedo anular se interne en sus labios. Está seca. Me da igual.

En ese momento se me viene a la cabeza las películas porno japonesas. En ellas, sádicamente, se masturba a las chicas hasta conseguir que se corran. Se resisten al placer. Ponen cara de vergüenza. Para ellas, es como si fuera un deshonor obtener placer en manos de un extraño…

¿Sentirá ella lo mismo si la masturbo delante de estos mirones?. Desde luego solo con el primer roce ya se la ha puesto la carne de gallina y se ha movido nerviosa. Está tensa. ¿Pruebo? ¿Qué pasará si consigo hacerla gemir?

Separo sus nalgas y coloco en medio mi polla. Quiero que la sienta. Pellizco su glúteo. Un respingo. Por fin cae el bikini. El calvo sonríe.

La fuerzo a separar un poco los muslos. Ahora mis dedos si separaran perfectamente los labios de su sexo.

Aprieta los dientes. Cierra los ojos. Una mano agarra su pecho y lo estruja. La otra soba su coño. Beso su cuello, lamo el lóbulo de la oreja. Empujo mi pubis contra sus nalgas. Ahora mis dedos se internan en la pelambrera. Comienza mi juego.

Los dos me miran. En silencio me piden que siga.

La dejo que se tumbe. Pero primero la mando que vuelva a estirar la toalla. Ahora lo hace completamente desnuda. Las tetas bailando, sintiendo el aire en su sexo. Por primera vez en su vida la observan completamente desnuda. Y lo hacen hombres que no son ni su marido ni su médico.

Miro al de la izquierda. Le indico con la cabeza que se cambie de sitio. Su polla parece que está despertando.

La mando que se tumbe boca a arriba.

-. No apoyes la cabeza en el suelo. Ponte sobre los codos. Eso es. Ahora abre las piernas. Si, separa los muslos, que te vean algo abierta.

Duda. Pero sé que lo hará. No espero. Me muestro impaciente.

-. Muy bien ¿no quieres? Pues ahora verás.

La rodeo y me pongo delante. Con el pie la fuerzo a abrir las piernas. Me arrodillo y separo con fuerza las rodillas. La pongo como si estuvieran follándola. Además se lo digo en voz alta.

Quiero que lo oigan: Abre bien las piernas so puta, como si te estuvieran jodiendo.

El calvo babea.

El otro se acaricia la polla despacio, se está haciendo una paja lenta, muy lentamente. Le digo por gestos que se acerque, puede hacerlo. El calvo alza las cejas en un gesto interrogante, como diciendo “¿y yo también puedo?”. Asiento.

No se corta. Se pone delante. Ve su coño abierto. Es más, le recorre con su mirada milímetro a milímetro. Ella tiene que ver las pollas tiesas de los mirones. No puede mirar hacia otro lado. No la dejo.

Cada vez el gafas se la menea más excitado. El que estaba a la izquierda se le ve con ganas de hacer lo mismo.

Está muerta de vergüenza. Ella llora. Pero sigue calladita, no dice nada, no protesta.

Me acerco al gafas.

-. Si lo vas a hacer, házselo en las tetas. Si, joder que se bañe luego.

El calvo me mira sorprendido. Ya no pregunta. Directamente se agarra la polla y comienza a menearla con energía. El otro no se va a quedar atrás.

La mía está en posición.

Arrodillado, sin dejar de moverla se sitúa en un lateral.

Me mira. Por sus caras sé que no va a tardar. No me equivoco.

Chorro a chorro va corriéndose, escupiendo su semen espeso, salpicando las tetas.

El calvo, cabroncete, seguro que a mala leche, apunta su polla en una dirección. En cierto modo lo esperaba. El disparo es certero, directo a la cara. Un par de chorros aciertan de lleno. El primero con disimulo, el segundo intencionado.

El primero la cruza de lado a lado. El segundo cae desde la mejilla hasta el mentón. Casi rozando el extremo de sus labios. Sé que la da asco.

El gafas se corre escandalosamente. No puede silenciar sus gemidos. Uno que está tumbado a lo lejos y que no se ha enterado levanta la cabeza y mira curioso.

El gafas, meticulosamente reparte su corrida apuntando a sus pezones. El derecho, literalmente le ha bañado. Se escurre la polla encima de ella. El hilillo que le cae se le arroja a la cara.

Solo queda que se decida el que estaba a la izquierda, el último en incorporarse a la fiesta.

Está preciosa apoyada con dos trallazos de semen en la cara. Sus lagrimitas. Los pechos manchados chorreantes. Y el otro preparándose para terminar.

Con cuidado para no mancharme solo con dos dedos la obligo a inclinar más la cabeza. Hacia atrás. Sé que no está cómoda.

Se lo hago hasta que el tercero vuelve a manchar las tetas.

La miro. En ese momento se me ocurre. ¿Podría obligarla que me la chupara así, en esa postura? Imagino mi polla entrando sádicamente hasta la garganta. Se me ocurre una brutal penetración.

Luego la obligaré a arrodillarse frente a mí, pero recostada sobre sus talones.

Me la imagino. Me gusta esa postura. Una mano sujeta mis huevos como si se fueran a desprender. La otra sostiene mi polla por la base. Se lo dejo hacer así un poco. Luego la empujo con violencia. Toda hasta adentro. Sé que la asfixiará. Sus ruidos guturales la delatarán. Está a punto de vomitar. Sé que tendrá terribles arcadas. Me gusta la idea. Ver como salen las babas de la boca. Me correré sádicamente ahogándola. Atragantándola. Tal vez se vomite un poco encima.

Pero eso será luego, ahora no podré aguantar mucho mas.

Yo no me corro sobre sus tetas. Lo hago sobre su cara. Toda. Ni una sola gota cae fuera de su rostro. Cierra con fuerza sus ojos llorosos. No quiere que la entre nada. Ni una gota. Odia el semen. Su tacto pringoso, espeso, asqueroso. Como mucosidades. Detesta su olor. Su sabor. Por eso me he acercado a sus labios con mi pene mientras eyaculaba.

La dejo en esa postura un rato. Quiero ver como el semen la escurre, como se arrastra por su piel denso, perezoso.

-. Vete a lavarte zorra.

Aunque me encanta que esté con el pelo suelto, la dejo que se lo recoja en una cola de caballo. Al hacerlo levanta los brazos. Sus tetas manchadas de semen oscilan sugerentes.

De los tres, solo queda el calvo. El gafas se ha tumbado otra vez, pero mucho más alejado. El otro, se ha ido. Ni le he visto alejarse.

Está preciosa caminando de regreso.

-. Qué buena está tu mujer…

-. ¿Mi mujer?

-. Si,… el anillo…

-. Esa puta no es mi mujer.

Sorprendido volvió la cara hacia mí. No le dejé ni que abriera la boca. Ya sé que no tenía por qué, pero me gustó darle una explicación.

-. La conocí en el club social... ya sabes, la típica niña bien, casada, con niños, elegante, buena posición, con dinero, súper segura de sí misma, vamos de las que te mira por encima del hombro…  Un día la vi jugando al pádel y me dije, joder cómo está la niña… y me lo propuse. A esta la transformo en una buena zorra… Estas niñatas que van de la “jet set” se lo merecen.

Me miró asintiendo.

Cuando llegó a mi lado me abrazó y me besó los labios.

Encendió un cigarro nervioso.

-. Le estaba contando lo “pija” que eras cuando te conocí… y lo gaurra que eres ahora….

Asintió sonriendo.

Ahora su cara, más que la del asombro, era la de la envidia.

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