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Una historia compartida

en Hetero: General

EL

Ella era una niña bien, caprichosa y además estaba como un quesito. Tenía diecisiete años y era una zorrita consentida que le encantaba provocar a sus compañeros y sobre todo a mí, a su entrenador, ya que la chica era una nadadora extraordinaria con un futuro prometedor y que ya destacaba tanto en su equipo de natación como en la selección autonómica. Y no solo destacaba por su calidad deportiva, verla era toda una delicia, los bañadores le quedaban como una segunda piel embutidos en ese cuerpo perfecto y espigado. Pero cuando se soltaba su larga melena rubia escondida bajo su gorro de baño a juego con sus transparentes ojos azules, se transformaba en una auténtica delicia, una ninfa que emergía de las aguas y que sometía al resto de los mortales con su extraordinaria belleza. O al menos así la veía yo.

Yo soy el entrenador del equipo donde ella nada y a mis treinta y cuatro años le doblo la edad. Mis tiempos de competición ya pasaron y ahora me gano la vida tratando de enseñar a los más jóvenes lo que mi experiencia deportiva me ha enseñado. Estoy soltero, soy bien parecido y mis relaciones con las mujeres son más que satisfactorias, pero esa niña… esa niña me estaba creando muy serios problemas. Uno ya tiene cierta edad y experiencia como para saber distinguir cuando alguien le tira los tejos, y esa lolita me los tiraba con un descaro que casi me avergonzaba. Su forma de caminar, sus miradas, sus sonrisas, incluso sus silencios, todo en ella era una absoluta provocación que trataba de no ver y de no responder a sus estímulos. Pero os juro que aquella chica tenía todo lo que un hombre podía desear, ¿cómo iba a dejar pasar una oportunidad tan maravillosa?. Mi cabeza de arriba me decía que no me metiese en líos de los que no sabía como podría salir, pero la de abajo me susurraba continuamente que debía procurarle cobijo calentito en aquella preciosidad. Aunque lo peor de todo era su padre, un importante hombre de negocios  y político respetado, con más dinero del que podría gastar en su vida y con una hija que iba a todas partes acompañada de un guardaespaldas. ¿También le tiraría los tejos a su guardaespaldas?, ¿cómo me libraría de él para poder estar con la chica?.  Muchas preguntas pero muy pocas certidumbres.

Estábamos preparando unas pruebas nacionales en las que teníamos muchas probabilidades de obtener medalla y por tal circunstancia optamos por hacer entrenos en domingo, día de descanso del guardaespaldas, por lo que en aquella ocasión la tuvo que traer su propio padre. Como era un hombre ocupado, se disculpó cordialmente y se marchó a sus asuntos quedando que en dos horas volvería a recoger a su hija. Tenía que venir a entrenar también otra compañera, pero llamó para excusarse ya que no se que complicaciones le habían surgido y no podía venir a entrenar. El caso es que nos quedamos solos mi lolita y yo, encerrados bajo llave en la piscina cubierta. Cuando eche la llave por dentro para evitar intrusos, la mirada y la sonrisa que me dedicó eran reveladoras de lo que vendría a continuación. Me entraron sudores fríos mezclados con una excitación incontrolable.

Entramos cada uno a nuestro vestuario correspondiente y yo me puse el consabido bañador, la camiseta de tirantes del club y las chanclas, y esperé fuera a que la chica saliese preparada para entrenar. A los pocos minutos salía de su vestuario envuelta en su habitual toalla azul marino. Estaba muy bella, no se había puesto el gorro de baño como en otras ocasiones y con el pelo suelto parecía una diosa. El corazón me palpitaba frenéticamente. Me di la vuelta y me dirigí hacia la piscina para dar inicio al entrenamiento y cuando llegué a su borde y me agache para tocar el agua, vi por el rabillo del ojo a una figura acercarse. No debería haberme extrañado, era lo que debía suceder, pero lo sorprendente fue ver como se acercaba sin ropa alguna. Volví con sorpresa la cabeza y pude contemplar perfectamente aquel despampanante cuerpo desnudo caminar hacia la piscina con un paso lento y marcado, posando los pies con una suavidad tal que si flotara y con un movimiento de caderas equilibrado y rítmico, sin duda fruto de su exquisita coordinación obtenida tras muchos años de entrenamientos. Sus pechos firmes casi no se movían, tan solo de una forma sutil acompañaban a sus livianos pasos. Era como verla caminar a cámara lenta. Preciosa.

Cuando llegó a mi lado, junto al borde de la piscina, se situó frente a su calle y se lanzó de cabeza al agua como sin dar mas importancia al hecho de estar completamente desnuda. Me quedé inmóvil, agachado tal y como estaba, absorto en su figura que rasgaba el agua de la piscinita con una gracilidad y elegancia como nunca antes había visto. Rápidamente concluyó los cincuenta metros del largo de la piscina y dio la vuelta iniciando el camino de regreso hasta mi posición. No le había tomado tiempos, en eso estaba pensando yo.

Sus hermosos y cristalinos ojos azules resplandecían húmedos bajo esas inmensas pestañas que los envolvían. Apoyada con los brazos sobre la piscina y la barbilla sobre sus brazos, me miraba fijamente sin decir una sola palabra pero comunicándome a través de una sonrisa comprometedora todos sus íntimos deseos de sexo y placer. Por un momento su mirada buscó mi entrepierna y debió comprobar que mis deseos fluían ostensiblemente parejos a los suyos. Salió del agua y se sentó en su borde con los pies colgando. Sacó una pierna del agua y la apoyó en el suelo, ofreciéndome explícito ante mis ojos su hermoso sexo, cubierto de un escaso vello albino que permitía contemplar su vagina con todo detalle. Había soñado tantas veces con este momento que ahora no sabía lo que debía hacer. Era una niña aunque con un cuerpo de mujer perfectamente desarrollado y probablemente no fuese su primera vez, dada la soltura con la que se desenvolvía en estos menesteres. Antes de que pudiese reaccionar ya había tomado mi mano y se la había llevado directamente a su coñito, al que inmediatamente acaricié. Era tierno y se sentía jugoso, una delicia para el más exquisito de los gourmet, por lo que no perdí un segundo más de tiempo y acerque mi boca hasta que mi lengua encontró el camino de su placer. Ella emitió un leve suspiro y se dejó caer hacia atrás para que yo pudiese proporcionarle el mejor sexo oral que nunca hubiese disfrutado. Disfruté como un adolescente comiendo su sexo de todas las formas posibles, masajeando su clítoris con la lengua, introduciéndosela por su estrecho coñito, recorriéndoselo de arriba abajo hasta más allá de su perineo, deteniéndome por momentos en su ano al sentir como se estremecía ante tales caricias. Todo un catálogo de habilidades puesto a disposición de aquella criatura de los dioses. Y por si fuera poco tenía una facilidad pasmosa para correrse. Su primer orgasmo fue de lo más escandaloso, sus gritos reverberaban en el pabellón y temía que pudiesen ser oídos incluso desde la calle. Lejos de conformarse con aquel orgasmo, sus instintos mas primarios florecieron de una forma casi animal y como una perra en celo se lanzó a devorar mi pene con increíble voracidad. Casi me rompe el bañador cuando me lo arrancó de un solo tirón y casi desapareció mi polla entera dentro de su boca cuando se tiró hacia ella ansiosamente. Era algo increíble como la chupaba, tan fuerte que en algunos momentos casi me hacía daño. Le tuve que decir que si seguía con esa intensidad en poco terminaría por correrme y llenarle su preciosa boquita con mi leche. No sé si eso le importaba o no, lo que no estaba dispuesta a perderse era poder tenerme dentro, así que nos levantamos de allí, fuimos a su vestuario y me colocó un preservativo que traía en su bolsa de deporte. La muy zorra venía perfectamente preparada. Me colocó en el banco del vestuario y se sentó encima, colocando ella misma mi pene a la entrada de su sexo para dejarse caer suavemente sobre él, introduciéndoselo hasta las trancas. Se movía salvajemente mientras yo trataba de atrapar con mi boca sus duros pezones. La tenía asida por las caderas y baje las manos hasta su culo para acompañar su desbocado movimiento. Estaba como ida y su frenesí fue en aumento hasta que finalmente rompió en un segundo orgasmo mas intenso si cabe que el primero. En ese momento yo me deje llevar y me corrí salvajemente dentro de aquel cálido y estrecho nido de inmenso placer.

Abrazados y extenuados, dimos por finalizado el entrenamiento y compartimos una reparadora ducha a la espera de que su padre viniese de un momento a otro a recogerla.

ELLA

Había un enorme revuelo con el entrenador dentro del vestuario. No solo había sido un gran deportista con muchos títulos en su haber, si no que incluso había participado en unos juegos olímpicos y por si fuera poco estaba buenísimo. Yo había tenido la oportunidad de tocarle entre inocentes juegos en el agua y era pura fibra, hasta había podido rozar accidentalmente mi muslo con su paquete y desde luego lo que escondía debajo de su bañador era más grande que todo lo que había visto hasta ahora. Sabíamos por referencias olímpicas que superaba los treinta años pero ya hubieran querido para si ese cuerpo muchos de veinte. No sé si se había dado cuenta, pero nos traía de cabeza a medio vestuario.

En los entrenamientos procuraba captar su atención con algunos gestos y miraditas y me ponía bañadores que marcasen todo lo posible mi figura. Soy atractiva, para que negarlo y los chicos de mi edad comen de mi mano, pero una persona de su edad, no sé, no tenía nada claro que pudiese estar interesado en mi. Me miraba, eso si, pero se notaba que trataba de mantener las distancias. Creo que parte de culpa la tenía mi padre, político y empresario que asustaba a todos los chicos que de verdad me interesaban, y más si se trata de mi entrenador, con quien mi padre mantenía una relación muy cordial.

Pero yo estaba decidida a ir a por él, como fuese, sutilmente o con el más absoluto de los descaros. Eso iba a depender de lo difícil que me lo pusiese. Y mira por donde las circunstancias se aliaron a mi favor.

Se acercaban unos campeonatos nacionales en los que tanto yo como una compañera teníamos serias posibilidades de obtener medalla, lo que nos obligó a intensificar los entrenamientos para llegar a la cita en la mejor forma posible. Nuestro club era un club deportivo privado y las instalaciones se cerraban los domingos por descanso semanal, así que se consideró que el domingo sería un buen día para que mi compañera y yo realizásemos unos entrenamientos personalizados al margen del resto del equipo. Además ese día libraba mi guardaespaldas, por lo que no lo tendría pegado a mí como una sombra y ese domingo sería distinto, me tendría que llevar mi padre y como no tiene demasiado interés en mi actividad deportiva, estaba segura que me dejaría allí y se iría a cumplir con sus asuntos que tanto le preocupaban. Ahora debía conseguir estar sola con el entrenador, así que hablé con absoluta sinceridad a mi compañera y le supliqué que pusiese alguna excusa para no poder asistir al entrenamiento. Ella no veía bien estas cosas, hacía alarde de ser virgen y hablaba de entregar su “flor” solo en la noche de bodas, pero conseguí convencerla prometiéndole que si en los campeonatos había en disputa alguna medalla entre nosotras, le dejaría ganar. Eso funcionó.

Mientras preparaba la bolsa de deporte para ir a entrenar cogí un par de preservativos de los que me daba mi madre sin que mi padre se enterase. Eran tan distintos. En fin, el caso es que puntual a la cita llegué a la piscina. Allí estaba el entrenador esperándome, había puesto en marcha todo el sistema del agua, encendido el alumbrado y adecentado las instalaciones. Me metí en el vestuario para ponerme el bañador y en ese momento se me ocurrió que sería más efectivo no andarme con rodeos e ir directamente al grano, es decir, que no tuviese duda alguna de que mi intención era follar con él. Si no quería hacerlo tendría que decirme directamente que no. Me lo jugué a todo o nada. Me coloqué alrededor de mi cuerpo la toalla, como hacía cada vez que salía del vestuario y me calcé las chanclas. Cuando salí a la piscina noté que su mirada tenía un brillo especial, eso me hizo sentir buenas vibraciones y me dio fuerzas para seguir adelante con mis intenciones. Él se acercó a la piscina siguiendo la rutina de siempre para comprobar la temperatura del agua. No lo pensé más, solté la toalla, me deshice de las chanclas y caminé pausadamente hacia la piscina. Cuando me acercaba a él, volvió la cabeza rápidamente y pude ver su cara de asombro cuando contemplo que iba completamente desnuda. En ese momento sentí cierta vergüenza, no porque me viese desnuda si no por hacerlo en aquel lugar que habitualmente está lleno de miradas furtivas buscando algún descuido de mi bañador, y esa extraña sensación me hacía sentirme observada. Sin interrumpir mi marcha llegué hasta el agua y me lancé de cabeza justo a su lado, sin darle tiempo a reaccionar. Hice dos largos y cuando llegué a su posición me detuve para mirarle fijamente a los ojos.

En este punto ya no cabía reconsideración alguna, había tomado la iniciativa y debía seguir por el mismo camino hasta que la situación desembocase de una u otra forma forma. Salí del agua y me senté al borde para que pudiese contemplar mejor mi desnudez y eso contribuyese a la consecución de mis deseos, pero no parecía suficiente. Saqué una pierna del agua y la coloque de tal forma que quedó mi sexo abierto completamente a su mirada al tiempo que tomé su mano y la llevé directamente a mi vagina. Por fin sentí una reacción positiva con las caricias que me obsequió al contacto con mi sexo y un escalofrió estremecedor recorrió mi cuerpo plenamente entregado a sus caricias. Había conseguido excitarle tanto que no pudo resistir la tentación de comérmelo enterito y rápidamente se lanzó con su boca regalándome unos momentos de placer indescriptible. Me tumbé y me abandone a las sensaciones que su boca me provocaba recorriendo con maestría todos y cada uno de los pliegues de mi sexo y dedicando también su tiempo a lamerme el culito, lo que me produjo una nueva y excitante sensación desconocida hasta ese momento. Su lengua estimulaba todo mi sexo y en especial mi clítoris, que poco a poco iba alcanzando un nivel de excitación que sentía crecer y que amenazaba con explotar de un momento a otro, provocándome una serie de contracciones en lo más interno de mi sexo, preludio del orgasmo que de forma inmediata sacudió salvajemente mi cuerpo hasta casi perder la consciencia.

Había sido algo maravilloso al mismo tiempo que insuficiente. Mi entrenador sexual aun no se había corrido y eso significaba que todavía podía proporcionarme más rato de placer. Miré a su paquete y aquello parecía reventar, por lo que decididamente le arrebaté el bañador para dejar al descubierto una polla asombrosa, la más grande que había visto hasta entonces, lo que de por sí me excitó enormemente. La atrapé inmediatamente con mi boca y traté de comprobar si era capaz de tragármela entera, cosa que me resultó imposible aunque casi lo logro. Volvía a estar tremendamente excitada y solo hacía poco más de un minuto que me había corrido. Se la chupé con el deseo de hacer mío su orgasmo, entregada totalmente a una felación que deseaba como nunca antes, pero que hubiese puesto final a esa cita sin haberlo tenido dentro de mí. Cuando me avisó que si seguía así se iba a correr irremisiblemente en mi boca, le cogí la mano y le arrastre hacia el vestuario, donde tenía la bolsa de deportes y los condones. Le puse uno lo más rápidamente que pude, le senté en el banco y me coloque encima suyo hasta introducirme completamente su pene y sentirle por fin dentro de mi. Su polla era tan grande y gruesa que me hacía sentir mucho más cuando entraba y salía de mi hiperexcitado e hipersensible sexo. Era una locura de placer, sentir sus penetraciones tan profundas y ajustadas y los pequeños mordisquitos con los que al mismo tiempo castigaba mis pezones. Entregada por completo, mi ritmo era cada vez mas fuerte y desbocado hasta que no pude más y un nuevo orgasmo se apoderó de todos y cada uno de los poros de mi piel que exhalaban placer a raudales. Él se corrió prácticamente al mismo tiempo fundiéndonos en un sudoroso abrazo que nos transmitía el jadeante latir de nuestros corazones.

Ese día ya no hubo más entrenamiento. Estaba más fatigada que con el entrenamiento más duro de cualquier día. Tratamos de recomponernos con una ducha que nos hizo mucho bien.

Cuando mi padre vino a recogerme y el coche se alejaba calles adentro, mi sexo todavía palpitaba de la emoción.