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Lynne 8: una putilla egoista

en Dominación

Lynne: CAPÍTULO 8. UNA PUTILLA EGOÍSTA

Sus ojos dijeron más de lo que pensaba de mí que sus palabras cuando habló con aquella profunda voz suya.

"He conocido algunas mujeres patéticas y desesperadas en mis horas de calle, Lynne. Pero nunca una mujer que me repugne de la forma en que tú lo haces. No sé que es lo que eres, no sé que palabra usar para describirte. No sé si hay una palabra para describir lo que eres. Pero una cosa sé, la palabra fulana es demasiado buena para ti.

Quizás tenía razón. Quizás la palabra fulana era demasiado buena para describirme, para describir en lo que me había convertido la Mujer Rubia. Y estoy segura de que le habría repugnado aún más a Desmond si se hubiera dado cuenta de cuanto me excitaba que me hablaran en la forma en que él lo hacía.

No sé si hay una palabra para describir en que me había convertido, pero hay una palabra para describir lo que quería ser desesperadamente. Todo lo que me importa ahora a mí es convertirme en esclava de ella.

Sé que la Mujer Rubia me está probando, entrenándome, forzándome a explorar mi sexualidad, a explorar el nuevo mundo perverso al que me ha conducido. Y obligándome a probar que límites hay, si es que hay alguno, para lo que yo quiero ahora someterme.

Finalmente, si le demuestro mi valía, llegará el día en que me dejará rendirme completamente a ella convirtiéndome en su esclava.

Me flagelará y me castigará de todas las formas crueles y desagradables posibles. Me humillará y abusará de mí de manera que ni siquiera puedo imaginar. Y adoraré cada minuto de cualquier cosa que me haga, de cualquier cosa que haga a otros hacerme y de cualquier cosa que me haga hacer.

Pero, como Kelly había dicho, tenía mucho que aprender antes de que ese día llegase. Algo de eso lo aprendería como fulana en las calles de Kings Cross. Pero de momento solo era una de las muchas fulanas de The Cross.

Siete hombres pagaron por usarme en las siguientes cuatro horas. Todos salvo uno pagaron 60 dólares por una mamada extra. El otro solo pagó los 50 que costaba follarme.

No hubo nada especialmente destacable en ninguno de ellos. En todo caso no me estaba enterando mucho de ellos. Solo quería subir escaleras arriba todo lo que pudiera, sacar todo el dinero que pudiera para mi Ama.

Lexy y yo nos cruzamos unas cuantas veces en ese período, cada vez las miradas de odio que intercambiamos crecieron en intensidad.

Eran las nueve y tenía 560 dólares, así que bajé a ver a Tony. Crucé la puerta que llevaba al bar de la trastienda. El lugar estaba otra vez lleno de prostitutas y chulos y clientes. Mi amiguita del culo bonito no estaba allí. Otras dos mujeres con tangas similares estaban sirviendo copas. Pero sus culos no eran tan bonitos como el de mi amiguita.

Pregunté a una de ellas si Tony estaba dentro y me sonrió y dijo.

"Tú debes ser Lynne. ¿Quieres un whisky? Puedo ponerlo en tu cuenta. Tenemos cuentas para todas las chicas de Tony."

"No, gracias, ¿está Tony?" Era una mujer atractiva, pero no tenía tiempo de jugar.

"Está en su oficina." Dijo indignada y se alejó. Llamé a la puerta y esperé a que me autorizaran a entrar.

Desmond estaba allí cuando entré, y se fue en cuanto me vio. No podía soportar estar en la misma habitación que yo. Tony le llamó pero él se marchó airado. Parecía extraño, todo el mundo temía a Tony, todo el mundo saltaba cuando Tony lo ordenaba, pero Desmond no.

"No te preocupes por Desmond." Dijo Tony. "Como tú, mi hermano pequeño tiene mucho que aprender. Va a ver cosas más raras que a Kelly meándote en la cara si sigue por aquí. Siéntate."

Me senté en la misma silla en que me había sentado antes mientras contaba el dinero y escribía algunas cifras en la página 'Lynne' de su archivador verde.

"Bien." Dijo Tony. "Has sacado 560, mi parte es el 25%, que son 140."

Me di cuenta de que Tony solo decía números cuando estaba hablando de dinero. Cinco sesenta y uno cuarenta. No quinientos sesenta y ni mención a dólares.

"Me debes 150, más 100 por las cosas que dejé para ti en la habitación."

Las toallas y las cosas de baño me habían costado 100 dólares. No podían valer más de 50 dólares, pero no iba a discutir con él, y él lo sabía.

"Así que te sobran 160." Separó el dinero y me pasó mis 160 dólares. Había follado con 9 tíos y todo lo que había conseguido al final eran 160 dólares. Sonreí a Tony y dije 'Gracias' mientras tomaba el dinero que me pasaba. No sabía por qué, pero por alguna razón me gustaba Tony.

Tomé un par de sandwiches calientes y una taza de café en un bar y a las 9:45 estaba de vuelta en mi portal. Las calles se iban poblando a medida que avanzaba la noche. Para las 2:00 de la madrugada otros 10 hombres habían pagado 60 dólares por follarme y que les chupara la polla. Y llevé el dinero a Tony.

Mi parte de los 600 fue de 450 esta vez, y dejé que Tony me la cuidara. Para las 5:00 otros tres hombres pagaron los cincuenta dólares que costaba follar y nueve los diez dólares extra que costaba que se la chupara antes de follar. Me dirigí hacia la oficina de Tony con otros 690 dólares de los que recibiría 520.

"¿Está bien para un sábado por la noche?" Le pregunté mientras Tony anotaba las cantidades en su archivador.

"31 clientes no está mal, pero Lexy lleva 36 y empezó más tarde que tú."

Sentí que el vello de la parte de atrás del cuello se me erizaba cuando oí su nombre.

"Y esto me recuerda algo." Pulsó el botón del intercomunicador y dijo.

"Dile a Lexy que mueva el culo hacia aquí."

Quise decir algo pero sabía que no podía. Lexy y yo nos miramos mutuamente cuando entró en la oficina de Tony. No le ofreció una silla ni siquiera se dio por enterado de que estuviera allí. Solo me miraba a mí mientras hablaba.

"Un amigo mío vio vuestra pequeña lucha de gatas antes y quiere ver como os lo hacéis la una a la otra".

"No lo voy a hacer con ella." Se me escapó antes de que pudiera detenerme.

"Son 150 para cada una, después de llevarme mi parte." Dijo Tony, obviamente molesto con mi actitud.

"No me importa, no lo voy a hacer con ella. Dijiste que podía elegir con quien.."

"Está jodidamente bien, Lynne. Pero tomaré mis 100 de tus ganancias. Y me tendrás que pagar también la parte de Lexy."

"Perfecto, Tony." Dije todo lo amablemente que pude. "Lo pago con gusto por no tener que hacérselo a ella."

"Me importa una mierda mientras tenga mi parte. Ahora vuelve el culo a la calle y tráenos algo más de dinero, Lynne."

Lexy todavía no había dicho nada, se limitaba a mirarme. Pero pareció aterrada cuando Tony dijo. "Lexy, tú quédate, es necesario que tengamos una charla."

Tuve dos clientes más, ambos de 60 por medio y medio. Lo que significaban otros 90 para mí y 30 para Tony. Eran las 6:15 y las calles empezaban a acallarse mientras el cielo empezaba a iluminarse porque se acercaba el amanecer.

Estaba pensando en dar por cerrada la noche cuando se me acercó una mujer de mediana edad y me susurró "Sígueme." Y subió por las escaleras. Se paró en el primer rellano y se volvió a mirarme. Sus ojos me recorrieron el cuerpo. "¿Cómo te llamas?"

"Lynne." Contesté mientras mis ojos recorrían su cuerpo. No estaba mal. Tenía pelo largo teñido de marrón, una cara razonablemente guapa, y el cuerpo esbelto, y parecía tener unos pechos agradablemente grandes. Vestía como si acabara de estar en una función muy formal. Vestido negro caro, montones de joyas caras, largas uñas de manicura pintadas en rojo fuerte.

Todo en ella indicaba dinero. "Enséñame los brazos, Lynne."

"¿Qué?" Dije, realmente confundida por lo que había dicho. Sacó un billete de veinte dólares de un fajo que tenía en la mano y lo tiró al suelo. "Enséñame los brazos, Lynne." El billete flotó y cayó a sus pies.

Me agaché y lo recogí, luego me enderecé y mostré los brazos. Agarró con delicadeza el brazo izquierdo y le dio la vuelta lentamente, inspeccionándolo. Luego hizo lo mismo con el derecho.

"Bien." Dijo. "Vamos a tu cuarto."

Me di cuenta mientras subíamos las escaleras juntas que buscaba señales de agujas; no quería una yonqui.

Cuando estuvimos dentro me dijo que me quitara la ropa.

"No va a conseguir una sesión de strip-tease por veinte pavos, señora." Dije con mi nueva voz de fulana. Tomó uno de cincuenta de su otra mano y los tiró al suelo. Me volví a agachar y lo recogí.

Se sentó en la cama mientras miraba como me quitaba las botas.

"Ahora la camisa." Dijo con un rastro de excitación en la voz.

Me solté el nudo de la camisa por debajo de los pechos e intenté resultar seductora para ella mientras me la quitaba.

"Hummm, muy bonitas. Tienes pezones grandes. Ahora la falda."

Me bajé la cremallera lentamente y balanceé el culo para ella mientras dejaba caer la falda.

"¿Quieres que me quite las bragas ahora?" Pregunté con una voz todo lo excitante que pude.

"Sí, Lynne, quiero que me las des." Tiró al suelo otro de veinte, y me quité las bragas y las mantuve delante de ella.

"Mis bragas te costarán cuarenta." Dije, consciente de que podía hacer un montón de dinero con esta mujer. Soltó otros veinte al suelo y tomó mis bragas y las guardó en su bolso.

"¿Por qué te afeitas el coño?" Preguntó mientras me arrodillaba en el suelo para coger los cuarenta dólares.

"Dos mujeres lo afeitaron por mí." Sus ojos verdes brillaron cuando oyó lo que le decía.

"¿Cuántos hombres te han follado esta noche, Lynne?" Dijo ondulando veinte delante de su cara.

"Unos 30." Dije mientras trataba de alcanzar el billete. Ella lo retiró.

"¿Todos llevaban condón?"

Pareció disgustada cuando dije "Sí."

"¿Alguno te dio por el culo?"

"No. Esta noche no." Puso los veinte en mi mano, luego se acercó a mí y me acarició suavemente los pezones. Respondieron a su contacto. Luego deslizó la mano por mi cuerpo hacia abajo y me acarició entre las piernas. Me sonrió cuando sintió que mi cuerpo empezaba a lubrificarse.

Sacó un pequeño vibrador de su bolso y me dijo que me lo metiera.

"Eso te va a costar..." Me hizo callar metiéndome un billete de cincuenta en la boca. Tomé el vibrador y separé los pies ampliamente y me metí el vibrador."

"Déjalo y manténlo dentro de ti." Dijo mientras me acariciaba de nuevo los pechos. Hice lo que decía, tensando los músculos para que mi cuerpo retuviera el vibrador dentro de mí, y lentamente aparté las manos.

"Manténlo dentro todo el tiempo que puedas." Dijo mientras me metía otros cincuenta en la boca.

Allí estaba, desnuda, excepto las medias y el liguero, con cuatro billetes de veinte y uno de cincuenta en la mano izquierda, y dos billetes de cincuenta en la boca, y el extremo de un vibrador colgando entre mis piernas.

Lo sujeté todo lo que pude, pero me estaba humedeciendo y cuanto más me humedecía más difícil era mantener el vibrador dentro de mí. Cuando sentí que empezaba a salirse intenté apretar mi coño más estrechamente a su alrededor, intenté todo lo que se me ocurría para mantenerlo dentro todo lo que pudiera para ella, pero me estaba mojando cada vez más y finalmente se escurrió y cayó al suelo, brillando con mis jugos. Me agaché, lo recogí y se lo pasé.

"Esto es lo que vamos a hacer, Lynne." Retiré el dinero de mi boca mientras me susurraba al oído lo que quería que hiciera; susurraba como si hubiera gente escuchando las cosas repugnantes que decía.

"Doscientos." Dije, probablemente debería haber dicho trescientos.

"Ya te he pagado bastante. No seas codiciosa, putilla." Dijo mientras empezaba a desnudarse. "Pero te daré otros doscientos si haces que me lo pase bien."

"Cien, y otros doscientos si hago que te lo pases bien." Dije mientras le estrujaba el pecho a través del sostén.

"Quítame tus sucias manos de puta de encima." Gritó. Retiré la mano, asustada por su respuesta. Metió la mano en su bolso y me tiró a la cara un puñado de billetes de cinco dólares.

"Ahora arrástrate por el suelo y recoge tu dinero de puta." Dijo enfadada.

Tenía todos los otros billete en mi mano izquierda, y me agaché sobre la vieja alfombra y me arrastré a cuatro patas recogiendo mi dinero mientras me miraba.

Me dijo que me sentara y contara mi dinero de puta. Había veintitrés billetes de cinco dólares, ciento quince dólares.

"¿Estás contenta ahora, putilla?" Dijo, ya totalmente desnuda.

"Sí, gracias." Dije mientras miraba su cuerpo. Tenía una espléndida figura. Obviamente se cuidaba y pasaba su tiempo bajo lámparas bronceadoras. También estaba afeitada.

"¿Sabes que tienes que hacer?" Dijo con voz baja y suave.

Puse todo el dinero en el cajón de arriba y me tumbé de espaldas en la cama apoyando la cabeza en los cojines.

Se puso junto a la cama, con la cara sonrojada de ansiedad.

"¡Súbete aquí puerca!" Grité. Sus ojos se cerraron de placer cuando la llamé puerca. Luego se subió a la cama.

"¡Arrástrate hasta aquí y lame mi coño de puta." Enterró la cara entre mis piernas y empezó a lamerme el coño.

Disfrutaba tanto como ella, me sentía aún más húmeda mientras su lengua me lamía entre las piernas.

"Más de treinta pollas se han follado mi coñito de puta esta noche. Y tú lo estás lamiendo, sucia putilla." Gimió sonoramente y se puso la mano entre las piernas para jugar consigo misma. "¿Puedes saborear todas esas pollas, putilla? ¿Puedes saborear todas esas pollas?"

Mi clítoris se había hinchado mientras su lengua me lamía, y la metía dentro y fuera de mí. "Clávame tu lengua, putilla. Quiero restregar mi coño de fulana contra tu bonita lengua."

Tenía los ojos cerrados y su lengua salía ansiosamente de su boca mientras me deslizaba arriba y abajo contra su cara.

"Mírate." Dije fingiendo asco. "Aquí tumbada jugando con tu cuerpo mientras una puta se folla tu cara."

Yo estaba a punto de correrme, mi clítoris palpitaba mientras me restregaba contra la lengua de esta mujer. Pero no quería dejar que me corriera. Las fulanas no se corren, me había dicho. Así que me aparté y le dije que quería ver como jugaba con su cuerpo.

Rodó sobre su espalda y abrió las piernas mientras se toqueteaba. Luego se agarró una de sus tetas y la subió hasta la boca y chupó y mordió su propio pezón hinchado.

"Enséñame tu coño." Le grité. Su teta cayó de la boca mientras bajaba las manos y se separaba para mí los labios de su coño.

"Más separados." Le grité. "Abre más tu coño para mí, putilla."

Gruñó sonoramente mientras se abría más para mí, sus dedos brillando con sus jugos mientras apartaba aún más sus labios.

"Quiero ver como te corres, cerda. Juega con tu cuerpo y córrete para esta fulana."

Se restregó con más fuerza el clítoris con una mano y se pasó la otra por debajo y se metió un dedo en el culo.

"Mírate. Tienes el jugo de mi coño por toda la cara. Tienes el jugo del coño de una fulana por toda tu linda carita."

Gruñó sonoramente mientras empezaba a correrse.

"Adoras el sabor del coño de una fulana ¿verdad, putilla?"

Seguí insultándola mientras duró su orgasmo. Luego soltó un último gemido sonoro y se dejó caer en la cama. Su mano todavía se acariciaba suavemente.

"No he terminado contigo todavía. Sé de otra cosa que te gusta paladear, putilla. Te gusta el sabor del culo de una fulana ¿verdad? Quieres clavar tu lengua en el agujerito de mi culo ¿verdad?"

Gimió levemente mientras me daba la vuelta y elevaba mi culo al aire.

"Vamos, zorrita rica. La fulana quiere que le laman el culo."

Oí el ronroneo de su vibrador, luego sentí su mano en el carrillo de mi trasero, luego su lengua estaba en mi culo. Tuve que morderme los labios para retener los sonidos que querían salir de mí.

"Ahora clava tu lengua en el culo de la fulana." Quería desesperadamente pasarme la mano entre las piernas y acariciarme el clítoris y correrme con su lengua en mi culo. Pero no era eso lo que ella quería. No era por eso por lo que había pagado.

Me resultaba difícil hablar. Mi cuerpo no estaba de acuerdo con su comentario de que las fulanas no se corren. Podía escuchar los distintos sonidos que hacía el vibrador mientras se follaba con él. Más sonoro cuando lo sacaba y más apagado cuando se lo metía dentro.

No podía hablar con su lengua en el agujero del culo. Todo lo que podía hacer era cerrar los ojos e intentar no correrme mientras la oía gruñir y gemir cuando se volvió a correr.

Cuando hubo terminado la observé en silencio mientras se limpiaba la cara con unos cuantos pañuelos de papel y se vestía. Se miró al espejo de su polvera, luego, con el aspecto de la zorra rica y estirada que era, se acercó a la cama y soltó cuatro billetes de cincuenta dólares sobre mi cuerpo.

Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta, luego se detuvo y miró hacia mí. "Disfruta de tu dinero, putilla." Luego se fue.

Agarré uno de los billetes de cincuenta y empecé a acariciarme el coño con él. Me pasé la mano por debajo y deslicé un dedo en el culo mientras me corría.

Había follado con 33 hombres en las últimas 16 horas, pero los únicos orgasmos que había tenido eran los que me había proporcionado yo misma.

Eran casi las 8 de la mañana y estaba agotada. Me quedé dormida con el dedo todavía en el culo.

Cuando me desperté, a las dos de la tarde, conté el dinero que la mujer me había dado. 545 dólares. Con los 120 que había sacado de los dos hombres a los que se la había chupado y follado tenía otros 665. Eso significaba 500 para mí.

Saqué mi cuadernillo y rellené la línea de la mujer. Mi cuadernillo mostraba que había follado con 33 hombres en mi primera noche de prostituta. Más la mujer que había pagado 545 dólares por comerle el coño a una furcia.

Había ingresado 2395 dólares en poco más de dieciséis horas. Podían haber sido más si no hubiera perdido aquellas dos horas por culpa de Lexy. Y después de descontar la parte de Tony y los otros gastos había conseguido 1540 dólares para la mujer rubia, menos lo que necesitara gastar en comida y condones y las otras necesidades de la vida de una fulana.

"¡Oh, mierda!" Juré en alto. No había deducido los cien dólares que me había costado no hacérselo a Lexy. Pero todavía me quedaban 1440 dólares de mi primera noche de fulana.

Después de llevar el dinero a Tony compré un paquete de cincuenta condones, algunas bragas nuevas, un par de camisas nuevas y algunos pares de medias. Tome huevos con beicon y una taza de café en un bar y me dirigí de vuelta a mi habitación para preparar mi segunda noche de prostituta.

Me duché y me puse la ropa interior y una camiseta nuevas, me maquillé la cara con el maquillaje barato por el que Tony me había cobrado tanto, y me encaminé a mi puesto en la calle. Eran las 4 de la tarde.

Lexy no estaba en su puesto un poco más abajo que el mío, una mujer muy joven y atractiva estaba allí haciendo proposiciones a los hombres que pasaban. Cuando me vio caminó a mi encuentro.

"Hola Lynne, soy Brook." No tendría muchos más que 18 ó 19 años, pero parecía mayor. Pero se la veía bien, desde el punto de vista de los clientes.

Joven, esbelta, rubia, pechos grandes y firmes bajo su corta blusa blanca y piernas largas y bronceadas que llevaban, invitadoras, al dobladillo de una falda blanca muy corta y ceñida.

No podía imaginar a ningún tío que prefiriera pagar por follarme en lugar de follársela. Esa idea me hizo preguntarme por Lexy. Me pregunté que le habría hecho Tony después de que los dejara en su oficina. No me preocupaba por ella, la zorra merecía lo que le hubiera pasado, pero el negocio marcharía mejor para mí con Lexy allí en lugar de Brook.

"¿Lo has oído?" Dijo Brook, con sus ojos volviendo a la vida.

El buque americano Missouri había atracado en el puerto ayer, e iban a realizar ejercicios conjuntos en la costa con la Marina Real Australiana. Pero había habido algún tipo de problema y no iban a hacerse a la mar hasta la tarde del martes, y el Capitán había dado permiso de desembarco a 4000 marineros.

4000 marineros americanos que llevaban en el mar más de siete semanas. Las furcias de Kings Cross iban a ganar mucho dinero, yo incluida.

El desembarco empezó a las cinco. Desde un poco después de las cinco hasta las ocho de la mañana siguiente follé con 68 marineros e ingresé 7880 dólares. Eso significaba 5910 para mí. Para mí para dárselos a la Mujer Rubia.

Todo tipo de hombres pagaron por follarme. Blancos, negros, asiáticos. Con el duro acento de Nueva York y el arrastrado acento sureño; un minuto un hombre estaba tumbado sobre mí, follándome como un loco, las venas del cuello abultadas mientras soltaba su carga en el condón, al minuto siguiente estaba subiendo las escaleras con otro que me magreaba y me metía mano por debajo de la falda.

Nunca tenía tiempo para rellenar adecuadamente mi cuadernillo. Todo lo que había escrito era 'Marinero' con 67 palotes debajo y una cantidad en la columna final. En un momento había un grupo esperando a la entrada de las escaleras haciendo cola para follarme.

Nunca tenía tiempo para disfrutar de ninguno de ellos, de todas formas todos se corrían a los pocos minutos de penetrarme. Incluso un tío blanco se corrió cuando le estaba poniendo el condón, y creo que un par de ellos pagaron por follarme más de una vez.

Fue una noche asombrosa. Cuando todo hubo pasado me di una ducha larga, me puse un par de bragas nuevas y me tumbé en la cama pensando en todos esos hombres que habían pagado por follarme.

Mi cuerpo había empezado a acostumbrarse a lograr orgasmos varias veces al día, y cuando me toqué sentí lo húmeda que estaba de pensar en todos esos hombres.

Estaba exhausta de la larga noche, y de haber tenido mi coño aporreado por 68 marineros desesperadamente salidos, y hacerlo brevemente con la mayoría de ellos. Pero necesitaba algo de placer para mí misma, y tumbarme en la cama, masturbarme en solitario, parecía un forma aburrida de conseguirlo.

Era una fulana, con montones de dinero, en medio de la parte más sórdida de Sydney. Pensé que me había ganado algo de placer para mí misma. Así que me vestí, metí algo de dinero en mi bolso rojo y bajé a la calle. Eran las 8:30.

Sé que mi marido y la Mujer Rubia leen lo que escribo en este diario. Pero ahora sé lo que ella quería decir cuando dijo que fulana y puta no eran lo mismo. Que eran cosas opuestas. Una fulana simplemente folla y chupa por dinero, no obtiene ningún placer de lo que hace, solo lo hace por el dinero.

Una puta disfruta siendo puta. Realiza todo tipo de actos sexuales por el placer que le producen. A una puta le gustaría que le pagaran por follar con alguien, pero el placer para ella viene del acto sexual, no de la transacción financiera.

Ya he demostrado en la fiesta y en la cena en casa de la Mujer Rubia que soy una puta. Y después de las dos últimas noches he demostrado que soy una fulana aprovechable. Incluso Tony estaba impresionado con la cantidad de hombres que pagaron por follarme esa noche. Solo una auténtica fulana podía follar con 68 hombres en 15 horas y ganar unos 7000 dólares por ello.

Era una fulana mientras esos hombres me follaban, interesada solo en el dinero que podía ganar vendiéndoles mi cuerpo para el sexo. Pero todavía era una puta a la mañana siguiente. Todavía me desesperaba por satisfacer mis propias necesidades. Sé que he demostrado que soy las dos cosas, puta y fulana, precisamente lo que ella quería.

Es por eso por lo que no pensé que hacer lo que estaba planeando la disgustaría mucho. En el peor de los casos, solo estaba siendo una putilla egoísta. Quizás fuera castigada por ello, pero estoy segura de que en todo caso disfrutaré con mi castigo.

Volví a mi habitación de mi pequeña excursión de compras con algunas sábanas nuevas para la cama, más condones y algunas otras cosas, incluyendo un vestido realmente desaliñado. Un vestido de ama de casa.

Me cambié la ropa de fulana por un sostén de ama de casa, bragas, mallas y zapatos; y el vestido de ama de casa de flores brillantes.

Me miré al espejo y quedé sorprendida al ver a la antigua Lynne devolverme la mirada. Parecía la vieja Lynne pero ella ya no existía. La imagen del espejo era solo el reflejo del pasado, fue la nueva Lynne la que bajó a escondidas por la salida de incendios al asqueroso callejón.

Caía una lluvia ligera, y me escondí bajo el gran paraguas negro que había comprado, y mantuve los ojos fijos en el camino mientras andaba hacia una parada de autobús de Ward Avenue, acompasando el paso de manera que pudiera saltar al primer autobús que llegara sin tener que esperar.

El autobús iba a Randwick, de allí tomé un taxi hasta Surrey Hills. Había visto propaganda del burdel en las emisiones nocturnas de la televisión. Era caro y con clase. Una mujer elegante de unos cuarenta años me saludó en la puerta. No hubo duda o sorpresa en su voz o en otros gestos porque yo fuera una mujer.

No era la reacción que yo había esperado. Iba vestida con mi ropa de mamá desaliñada, pero la mujer se limitó a sonreír y me escoltó a una zona de salón decorada con gusto, y me invitó a sentarme en el sofá.

Acepté su ofrecimiento de un vaso de Riesling mientras me explicaba que tenían siete señoras disponibles en ese momento. El precio me sorprendió un poco, 250 a la hora, todo incluido.

"¿Qué significa 'Todo incluido'?" Pregunté mientras tomaba un sorbito de vino.

"Las Señoras se lo explicarán." Dijo la Madam mientras una pelirroja impresionante entraba en la habitación. Era absolutamente bella.

"Hola. Yo soy Sally." Dijo con un claro acento irlandés que le añadía encanto.

"Hola Sally."  Tartamudeé mientras mis ojos devoraban su cuerpo. Llevaba una bata roja de cuerpo entero casi transparente que había dejado abierta por delante. Se puso delante de mí a distancia suficiente para permitir un vistazo a su sostén y sus bragas rojo brillante. Luego sonrió y se alejó lentamente.

"Hola, soy Samantha." Oí la voz pero no podía apartar los ojos de Sally. "Sally es absolutamente preciosa, ¿verdad?" Me volví hacia la voz cuando Sally desapareció de la vista por una salida.

Una mujer joven con pelo rubio hasta los hombros estaba delante de mí. "Hola Lynne, soy Samantha." Iba vestida solo con lencería. Lencería negra que contrastaba con su pelo rubio y su piel pálida.

"Tú también eres muy guapa." Dije sonriéndole. "Pero no tan guapa como Sally." Dije para mí misma.

"También eres muy guapa, Lynne." Dijo con una sonrisa descarada, con sus ojos azul pálido mirándome directamente. "Me recuerdas a una novia mía. Apuesto a que también sabes igual de bien que ella."

Me mordí el labio inferior mientras sentía que mi clítoris respondía a lo que había dicho. Era como si sus palabras me hubieran acariciado entre las piernas, y ella lo sabía. Samantha se acarició un momento, asegurándose de que me hubiera dado cuenta de lo bella que era realmente y luego se dio la vuelta y se alejó, igual que había hecho Sally.

Otras cinco mujeres se presentaron ante mí, como habían hecho Sally y Samantha. Todas guapas, vestidas con lencería cara, y oliendo a fragancias deliciosamente perfumadas. Habría disfrutado con cualquiera de ellas, pero deseaba a Sally.

La Madam volvió después de que se hubiera presentado la última de las mujeres y me preguntó que señora me gustaría ver. "¿Pagará en efectivo o con tarjeta?" Preguntó amablemente después de que le dijera que quería ver a Sally.

Hurgué en mi bolso nuevo de ama de casa y saqué los 250 en efectivo para ella. "Sally estará con usted en un momento." Dijo mientras tomaba el dinero y dejaba la habitación.

Me sentía como una colegiala nerviosa y salida cuando Sally se sentó cerca de mí en el sofá. "¿Le gustaría otro vaso de vino antes de que subamos?" Me puso la mano en la pierna mientras hablaba provocándome un escalofrío de excitación que me recorrió el cuerpo.

"No, gracias." Me volví a morder el labio cuando sentí su mano acariciarme suavemente la parte alta del muslo.

La seguí por un tramo de escaleras cubiertas con una alfombra de felpa rosada, luego bajamos a un amplio recibidor y entramos a una habitación grande. Las luces estaban atenuadas y sonaba un suave fondo musical de Mariah Carey. A mi izquierda había una gran cama con cuatro columnas, en la esquina frente a mí un jacuzzi de mármol negro. A cada lado de la cama pedestales de metal negro con gruesas velas blancas.

Sally cerró la puerta tras nosotras y se acercó a mí. "¿Qué significa 'Todo incluido'? Pregunté nerviosa, intentando recuperar el control.

Sally pasó suavemente su dedo por la parte superior de mi vestido, bajó a mi escote y cruzó mi estómago.

"Para ti significa lo que quieras que signifique." Me miró a los ojos mientras deslizaba su bata por los hombros y la dejaba caer al suelo.

Había venido aquí esperando pagar a una mujer para hacer lo que quisiera con ella. Pensaba que controlaría a la fulana que eligiera para satisfacerme, pero las cosas se estaban saliendo del camino que había imaginado.

Habían ocurrido tantas cosas en el corto espacio de tiempo pasado desde aquella noche en el garaje. Pero realmente tenía muy poca experiencia con otras mujeres y ninguna con una mujer de una belleza que cortara la respiración como Sally. Ella controlaba la situación, no yo. Tenía muy poco control sobre mí misma mientras su dedo serpenteaba camino abajo por mi cuerpo, alejando cualquier control sobre ella.

Siguió acercándose más hasta que nuestros cuerpos se tocaron. Podía sentir mis pechos contra los suyos, mis muslos contra los suyos, mi entrepierna casi contra la suya. Echó mano a mi espalda y me bajó lentamente la cremallera del vestido, luego me lo bajó por los hombros mientras se inclinaba hacia delante y me besaba tiernamente en el cuello. Eché la cabeza hacia atrás y gemí suavemente en respuesta a su contacto.

La tomé por la cintura mientras me besaba y mordisqueaba el cuello y las orejas y me guiaba hacia la cama. Mi vestido se había deslizado por mi cuerpo mientras nos movíamos y cayó al suelo a mis pies.

Sentí que sus manos se deslizaban dentro de mis bragas y me agarraban firmemente los carrillos del culo. Mis manos hicieron lo mismo con ella y unimos nuestros cuerpos, empujando con fuerza nuestras entrepiernas la una contra la otra.

Avanzamos y nos restregamos esa parte de nuestros cuerpos mientras nos besábamos mutuamente en los labios y nos mordíamos mutuamente en el cuello.

Parecía tan consumida por la pasión del momento como lo estaba yo.

"Oh Dios, sí, Lynne. Restriégate contra mí. Restriega tu coño contra el mío." Jadeó.

Nuestras manos agarraban los cuerpos de la otra y sentí mis bragas deslizarse por las piernas abajo, y caímos en la cama enganchadas cada una en los brazos de la otra. Rodamos por la cama, aumentando la pasión mientras nos quitábamos la una a la otra los sostenes y las bragas y las medias.

Luego se detuvo de repente. Estábamos completamente desnudas y ella estaba encima de mí, nuestros coños casi pegados con nuestros jugos. Abrí los ojos y la miré y la expresión de su cara me hizo gemir sonoramente. Sabía lo que ella iba a hacer y mis ojos se volvieron a cerrar esperanzados.

Sentí su lengua en el pezón de mi pecho izquierdo, luego volví a gemir cuando chupó el pezón de mi pecho derecho. Gruñí ruidosamente cuando sentí que su lengua empezaba a lamerme el estómago camino de la parte superior de los muslos.

Luego se volvió a parar. Abrí los ojos y la miré. Tenía una mano rodeando cada muslo y la cara entre mis piernas, a pocas pulgadas del sitio en el que la quería tan desesperadamente.

"Oh Dios, Sally, hazlo por favor." Supliqué mientras veía que su boca se acercaba. Podía sentir su aliento en mi coño. Podía sentir su lengua acercándose cada vez más a mi inflamado clítoris. Sabía que me correría en el instante en que su lengua me tocara allí.

Lamió al aire a un pulgada de mi clítoris. Luego acercó la boca un poco más y lamió el aire a media pulgada de mi clítoris. Me adelanté hacia su boca desesperada pero retiró la cabeza y lamió otra vez el aire encima de mi clítoris. Gruñí frustrada.

"¿Te vas a correr, Lynne?" Dijo la Mujer Rubia desde el umbral. Mi cabeza giró en aquella dirección. Me llevó un instante o dos darme cuenta de que la Mujer Rubia estaba allí realmente.

"¡Ven aquí, estúpida putilla!" La ira que hervía en su voz me aclaró la cabeza de la neblina de placer en que había estado envuelta solo unos segundos antes.

Casi me caí de la cama en mi prisa por obedecerla y me levanté tambaleándome y me planté ante ella. Me agarró del pelo y grité mientras tiraba de mi cabeza hacia el suelo hasta que caí sobre la alfombra a sus pies.

Seguía sujetando mi pelo y me hizo levantar la cabeza de manera que mirara hacia ella. Sus ojos me taladraron durante lo que pareció una eternidad.

"¿Qué diablos ocurre?" Oí que Sally decía nerviosa.

"Cierra la puta boca, Sally." Rugió la profunda voz de Desmond mientras entraba en la habitación.

"Perdona Desmond... yo... no te había visto,  yo..." Tartamudeó Sally y se quedó callada. Incluso las fulanas de 250 dólares la hora temían a Desmond.

"¿Sabes donde estabas a punto de meter la lengua, Sally?" Dijo la Mujer Rubia trasladando los ojos hacia Sally; pero ella no contestó.

"Estabas a punto de lamer el sucio coñito de una furcia callejera barata."

La habitación quedó en silencio hasta que la Mujer Rubia tiró de nuevo de mi pelo, casi levantándome del suelo por él hasta que mi cara estuvo mirando directamente a Sally.

"Díselo, Lynne. Dile que es lo que eres."

"Soy una furcia callejera." Dije todo lo desafiante que pude. "Soy una furcia callejera barata."

Sally parecía tan sorprendida como asqueada. No precisamente de mí, sino de lo que casi me había hecho.

"Es más que solo una furcia barata." Dijo la Mujer Rubia mientras me arrastraba por el pelo hacia la cama. "Levántate, Sally."

Sentí su disconformidad, pero Sally hizo lo que la Mujer Rubia le había ordenado, y la Mujer Rubia me arrojó al suelo.

"Creo que deberías mostrar a Sally como sientes haber intentado conseguir que te lamiera tu sucio coñito, ¿verdad Lynne?"

"Sí, Ama." Contesté mansamente.

"Lámele los pies." Ordenó la Mujer Rubia, y me arrastré hacia Sally, limpiando con mi pelo todo el camino, y empecé a lamerle los pies.

"Es mucho más que solo una furcia, ¿verdad, Lynne?"

"Sí, Ama. Soy lo que usted quiera que sea." Solo interrumpí la lamida de los pies de Sally el tiempo necesario para contestar a la pregunta.

"Dile a Sally cuanto cuesta follar contigo, Lynne."

"Cincuenta dólares, Ama. Solo cuesta cincuenta dólares follarme." De nuevo interrumpí la lamida de los pies de Sally el tiempo necesario para contestar a la pregunta.

"Pero por supuesto tu chulo se queda con su parte, ¿verdad, Lynne?"

"Sí, Ama."

Escuché voces detrás de mí e intenté oír lo que ocurría mientras trasladaba la boca al otro pie de Sally y empezaba a lamerle entre los dedos. Pronto me imaginé lo que era aquel ruido. Todas las otras fulanas del burdel se habían reunido en la puerta para ver lo que pasaba.

Un delicioso escalofrío de humillación me recorrió la columna vertebral mientras la Mujer Rubia las invitaba a echar un vistazo. Sabía que no podía mirar hacia arriba pero por los bordes de los ojos podía ver zapatos de tacón alto y tobillos enfundados en medias caminando hacia mí.

Algunas mujeres se reían de mí, algunas se horrorizaban ante lo que me veían hacer. La humillación hizo que los jugos de mi coño volvieran a fluir.

"Bueno, las señoras ya se han divertido." Dijo Desmond, y las mujeres salieron rápidamente de la habitación, hablando de mí mientras lo hacían.

"Eres una mujer muy hermosa, Sally." Dijo la Mujer Rubia mientras se acercaba a ella. "No me importaría tener esa preciosa lengüecita tuya entre mis piernas o encima de mi culo. Pero solo eres otra fulana, y puedo tenerte siempre que quiera."

Los dedos de Sally se curvaron y enterraron en la alfombra cuando la Mujer Rubia habló. A Sally no le gustaba, obviamente, que la llamaran fulana.

Escuché más pasos tras de mí y de repente alguien me agarró de los brazos. Me los pusieron a la espalda con rudeza y los ataron firmemente tras mi espalda. La cuerda se clavaba en mis muñecas mientras dos hombres que nunca había visto me ponían en pie. Eran tan feos el uno como el otro y estaban cubiertos de tatuajes.

"Llevaos a la zorra fuera de aquí." Dijo la Mujer Rubia, con los ojos todavía recreándose en el cuerpo desnudo de Sally.

Mientras los dos hombres me arrastraban hacia la puerta oí que la Mujer Rubia decía. "Bueno, Lynne ha pagado por tus servicios, Sally. Y estoy segura de que eres una fulanilla talentosa tanto como eres una fulanilla preciosa."

Lo último que vi antes de que los dos hombres me empujaran más allá de la puerta fue a Sally arrodillándose delante de la Mujer Rubia mientras ella se subía la falda y enterrando su cara entre las piernas de la Mujer Rubia.

La cuerda me abrasaba las muñecas mientras los dos hombres me arrastraban por las escaleras y me sacaban por una puerta trasera. Solo cuando estábamos fuera me di cuenta de que todavía estaba desnuda.

"Por favor, dejadme que me ponga algo de ropa." Les supliqué, pero me ignoraron. Había un coche aparcado en el pequeño patio trasero y para horror mío me empujaron al maletero y lo cerraron.

Me invadió una sensación de terror. No tenía ni idea de quienes eran estos hombres o donde me iban a llevar, o que iban a hacer conmigo.

Estaba oscuro y podía oler a emanaciones de petróleo. No creo haberme sentido más atemorizada en mi vida. Podía escuchar mi corazón latiendo sonora y rápidamente. Podía oír mi respiración, rápida y entrecortada.

Luego arrancó el motor y fui lanzada contra la parte trasera del maletero cuando el coche salió velozmente. Fui lanzada contra la parte trasera del asiento posterior cuando el coche frenó en seco en un stop. Luego otra vez contra la parte de atrás del maletero cuando el coche aceleró de nuevo. No sé durante cuanto tiempo estuve en el maletero del coche. Podían haber sido cinco minutos o una hora.

Ni siquiera me enteré de que el coche se había detenido cuando se abrió el maletero y los dos hombres me agarraron y me sacaron fuera. Creo que estábamos en algún tipo de garaje, pero no podía decirlo con certeza porque había luces brillantes que me herían los ojos después de la oscuridad que había soportado.

Me escuché decir 'gracias' una y otra vez a los dos hombres mientras me llevaban a través de una puerta y bajábamos un tramo de escalera. Todavía estaba dándoles las gracias cuando vi a Kelly de pie, al pie de las escaleras.

"Ponedla aquí." Dijo Kelly mientras abría la puerta de lo que solo podía ser descrito como una mazmorra. Los dos hombres me tiraron sobre una espesa cama de paja en la esquina detrás de la puerta. Kelly no dijo nada cuando los tres salieron y ella cerró la puerta tras ellos.

Me quedé allí tumbada un instante recuperando el aliento y repasando mis pensamientos. Debiera habérseme ocurrido algo mejor que intentar salir a escondidas de esa forma para procurar mi propio placer sin permiso. Y me di cuenta que todo esto era justamente el comienzo de mi castigo por ser una putilla egoísta.