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Lynne 19: LA SOCIEDAD

en Dominación

Lynne:

CAPÍTULO 19. LA SOCIEDAD

 No se me había ocurrido que mi marido se divorciaría de mí, pero era obvio que no querría seguir casado conmigo ahora, no después de las cosas que había hecho yo, y en lo que me había convertido. Pensar en el divorcio no me intranquilizó, pero me encontré preguntándome cuál de las tres mujeres que me miraban sería la primera en ponerle las zarpas encima.

Estaba pillada en un remolino de emociones y pensamientos en conflicto; sentía que estaba hundida todo lo más abajo que podía estar, no pensaba que fuera posible para ellos humillarme más que esto; pero tendría que haberlos conocido mejor.

 Había estado distraída con las tres mujeres que tenía delante y no la había notado tras de mí hasta que sentí que se me movía la falda y su nariz fría sobre mi culo.

Una sensación de terror absoluto se apoderó de mí cuando sentí la lengua de Princess entre los carrillos de mi culo. Oí a las tres mujeres respirar entrecortadamente de horror y repugnancia; hundí la cabeza delante de mí, absolutamente avergonzada.

"Oh, esto es asqueroso." Dijo una de las tres mujeres y un coro de insultos y gruñidos de repugnancia se extendió por el porche; oí que una de ellas casi corría por el porche; espantada por la cosa repugnante que ya no podía soportar ver más tiempo.

Mientras todo eso ocurría delante de mí la lengua de Princess había encontrado la húmeda abertura entre mis piernas que tanto le gustaba; y, a pesar de todo, mi cuerpo le respondía.

"Te gusta eso, ¿verdad, Lynne?" Las palabras del Ama eran lentas y deliberadas.

"Sí, Ama." Jadeé. "Lo adoro." Las miré mientras hablaba. El Ama quería humillarme aún más frente a estas mujeres, y yo quería disfrutar también de la humillación. Me obligué a mirarlas mientras Sam se daba la vuelta y abandonaba la escena de depravación como había hecho Niki. Solo se quedó Kate, era a la que más odiaba.

Sabía desde hacía tiempo que quería robarme a mi marido, que pensaba que era mejor que yo; pero nunca pensó que me vencería así; nunca comprendió lo mucho mejor que yo que era realmente.

No estoy segura de qué me empujaba hacia el orgasmo más deprisa, si la lengua de Princess o la expresión de la cara de Kate, pero después de que se me hubiera negado tanto tiempo no habría parada ahora. "¿Puedo correrme, Ama, por favor...?" Jadeé mientras enterraba la cara en el suelo esperando el orgasmo que tanto necesitaba.

"Ven aquí, Princess." Llamó el Ama. Y dejé escapar un lloriqueo apagado y patético; me lo estaba negando de nuevo. "Por favor..." Supliqué suave, desesperadamente.

"Quizás dejemos que te corras, Lynne, pero no con su lengua, tuviste esa oportunidad ayer y la declinaste. Puedes apañarte con el cepillo de raíces; si Kate te da permiso. Pero estará en manos de Kate el que puedas correrte o no."

Miré al cepillo que mi mano había estrujado como un torno mientras soportaba la tortura de que se me volviera a negar. "¿Por favor, Kate, ¿puedo correrme? ¿Puedo hacer que me corra... por favor...?"

Miré a Kate mientras le suplicaba que me dejara poner fin a mi tormento. Tenía la cara sonrojada y los ojos llenos de lujuria. Estaba disfrutando con mi humillación mucho más de lo que creía; sonreí cuando vi la expresión de sus ojos, sabía que ella quería ver como me corría. "Por favor, Kate... por favor..."

Estaba todavía a cuatro patas solo unos pies delante de ella, mirándola. "Adelante entonces pequeña pervertida." Me soltó furiosa. "Hazlo."

"Gracias, Kate." Rodé sobre la espalda, me subí la parte delantera de la falda y apreté con fuerza las ásperas cerdas del cepillo contra la carne húmeda y caliente entre mis piernas. Jadeé con la descarga de placer que recorrió mi cuerpo. Los tiesos dedos de nailon del cepillo eran bastos y gruesos y se clavaban en la suave piel de mi coño mientras me restregaba con él; pero me llevaron muy rápidamente al borde. "Me voy a correr, Kate." Gemí ruidosamente. "Me voy a correr... Oh, dios, Kate me estoy corriendo..."

Miré directamente a los ojos de Kate hasta el momento en que me llegó el orgasmo; pero una vez que hizo presa en mí el placer era tan intenso, tan fiero, que no era consciente de nada salvo de las oleadas de éxtasis que me desgarraban. Grité y gemí y me retorcí en el suelo mientras las oleadas de placer seguían llegando mientras me corría.

Cuando finalmente acabó estaba tendida lánguidamente en el suelo, manchada de sudor y de mis propios jugos y sin aliento por el esfuerzo por el que había pasado mi cuerpo.

Gradualmente fui consciente de las imágenes y sonidos que me rodeaban; la primera cosa que vi fue la cara de Kate; y la primera cosa que oí fue la voz del Ama.

"¿Te ha dado alguna vez placer una mujer, Kate?" Kate estaba aturdida, perdida en su pequeño mundo propio, con la cara sonrojada de excitación y nervios. No contestó o no pudo contestar, se limitó a quedarse allí mirándome con aquella expresión en la cara. "Demuéstraselo, Lynne."

Gateé rápidamente y recorrí con mi lengua la parte superior de sus zapatos y subí por el interior de sus tobillos. Le levanté la falda vaquera mientras mi lengua recorría un camino ascendente por sus piernas hasta la suave piel de sus muslos. La entrepierna de sus bragas estaba empapada. Gimió sonoramente cuando lamí el perfil de sus labios a través de sus bragas húmedas. "No...no." Jadeó desesperadamente Kate, pero no se retiró, no se movió. Aparté a un lado la húmeda entrepierna de sus bragas y ataqué con la lengua su clítoris hinchado. "Dile que pare." Dijo Kate frenética mientras miraba al Ama. "Métela la lengua dentro, Lynne." Dijo el Ama mientras agarraba las muñecas de Kate para impedir que intentara apartarme la cabeza. "Oh, dios, no... no." Gemía Kate, pero pronto empezó a adelantarse contra mi cara y a cabalgar mi lengua. Cuando el Ama supo que Kate había pasado el punto de no retorno soltó sus muñecas y Kate me agarró del pelo mientras se corría.

Había ocurrido tan rápidamente, la cara de Kate brillaba roja de vergüenza. El Ama me retiró. "Ya basta, Lynne. Acaba con el suelo... pero consigue un cepillo limpio."

Kate parecía consternada y confundida mientras el Ama la escoltaba de vuelta a la casa. No estaba segura de quién había resultado más humillada al final, si yo o Kate, pero sé cual de nosotras tenía una sonrisa enorme en su cara.

"¡Ven aquí!" Dijo el Ama con voz firme y seca cuando volvió al porche algún tiempo más tarde. Casi había terminado de fregar el suelo y me escurrí un par de veces sobre las baldosas aún húmedas mientras gateaba hacia ella todo lo rápidamente que podía.

"Sí, Ama." Dije servil mientras me arrodillaba a sus pies.

"Mañana serás llevada a la casa de tu marido en Cronulla donde le esperarás hasta que vuelva de su viaje. No estarás disponible para nadie el martes, y seguirás sin estar disponible para nadie hasta el jueves o el viernes." Me llevó unos segundos entender el sentido de lo que decía; pero ella conocía mi ciclo. No sé por qué me sorprendió que fuera así, sabía más de mí que yo misma. "Tu marido volverá mañana por la noche y estarás con él en su casa mañana por la noche y el sábado por la noche. El domingo te llevarán al aeropuerto y pasarás el tiempo de 'no disponibilidad' pensando en lo que quieres; decidiendo si realmente quieres comprometerte conmigo como esclava mía."

"Sí, Ama. Yo..." Su fría mirada cerró mi estúpida boca.

Estaba tan molesta conmigo misma por hablar otra vez sin permiso.

"Y yo pasaré ese tiempo decidiendo si te quiero o no." Hubo una larga pausa que me hizo sentir muy nerviosa respecto a lo que el Ama decidiría.

"Has recorrido un largo camino en poco tiempo, Lynne, pero no estoy segura de que hayas llegado lo bastante lejos. Una buena esclava es instintiva y absolutamente obediente a su Ama, mientras que tú sigues fallándome. Y no toleraré más fallos. ¿Entendido?"

"Sí, Ama." Dije mansamente.

De repente su actitud cambió y me sonrió y me puso las manos y me pasó los dedos por el pelo. "Pero tienes mucho que ofrecer a un Ama, Lynne; eres una mujer muy atractiva, muy sensual; y cuando hiciste lo que te dije con Kate me complaciste." Hubo otra pausa pero esta vez era muy diferente porque ella me pasaba los dedos suavemente, casi amorosamente, por el pelo.

"Como recompensa puedes volver a correrte; pero date prisa que tengo un invitado esperando." Me pilló totalmente por sorpresa. Había tenido un orgasmo brutal media hora antes más o menos, con el cepillo de fregar cuando Kate estaba allí, y no se me había ocurrido que se me permitiera correrme otra vez. Pero no tenía problemas en llegar al clímax tan pronto. En este mundo de Esclavas y Amas parecía no haber límite en la frecuencia con la que podía correrme.

"Túmbate." Dijo con aquella voz sensual que tenía cuando elegía usarla. Obedecí inmediatamente y me tumbé de espaldas sobre las frías baldosas. Lanzó la parte delantera de mi minúscula falda de esclava hasta la cintura dejando al descubierto mi entrepierna afeitada. La suave piel todavía tenía las marcas rojas que había dejado el cepillo de fregar. El Ama se agachó junto a mí y lentamente pasó la mano por el interior de mis muslos; gemí suavemente cuando sus dedos rozaron ligeramente mi coño. De repente deslizó un dedo en mi interior y apretó su pulgar con fuerza sobre mi clítoris. Lenta, provocadoramente incrementó la velocidad con la que su dedo se deslizaba dentro y fuera de mí y la presión que su pulgar aplicaba a mi clítoris.

"Quiero que te corras ahora, Lynne." Mi cuerpo la obedeció y sentí que el orgasmo crecía dentro de mí. Retiró la mano justo cuando estaba a punto de correrme. "Acaba tú, Lynne." Dijo de pasada mientras se levantaba y empezaba a alejarse. Rápidamente me metí dos dedos dentro de mí y uno por el culo y me corrí. Me retorcí en el suelo del porche sola; nadie oía los ruidos que hacía mientras me corría; nadie veía la expresión de mi cara; y nadie supo que me volví a correr tan pronto se desvaneció el primer orgasmo.

La noche anterior en vela y el placer agotador de esa mañana me habían dejado completamente exhausta y mientras las últimas olas de placer se apagaban me quedé dormida; sola, sobre el frío suelo de baldosa del porche.

No sé cuanto tiempo estuve allí tumbada pero me desperté con el Ama Rebecca encima de mí mirándome. A veces es difícil distinguir entre sueños y realidad en este mundo de Esclavas y Amas; pero el aguijón de la fusta en mi trasero me sacó de mi nebuloso estado de semi consciencia.

"¡Putilla perezosa!" Me gritó el Ama Rebecca mientras la fusta volvía a morder la suave piel de mi culo. Sentí el aguijón de la fusta sobre mi culo muchas veces más mientras gateaba alrededor fregando el resto del suelo. Mi culo estaba rojo para cuando el Ama Rebecca me encerró de nuevo en la jaula. Pero me sentía tan completamente llena y satisfecha mientras yacía en la pequeña litera de mi jaula. Sabía que esta era la vida que quería.

Había estado perdida en mi propio mundo mientras disfrutaba de la sensación de bienestar de todo lo que había ocurrido, y el pensamiento de lo que podía ocurrir en el futuro; hasta que oí a Mónica susurrar mi nombre desde la jaula detrás de mí. Me di la vuelta y vi a Mónica de pie cerca de las barras que nos separaban. Tenía una extraña expresión en su rostro.

"¿Qué ocurre Mónica?" Susurré a mi vez.

"Mira a tu alrededor, Lynne, algo está ocurriendo." Miré alrededor de la sala de jaulas donde se guardaba a las esclavas; bajo la suave luz amarilla vi que todas las jaulas excepto dos estaban ocupadas, la esclava de cada celda vestida con el minúsculo uniforme rojo de esclava favorito del Ama. Cherie estaba en su jaula junto a la mía y Colleen en la de al lado de la suya. La jaula del final estaba vacía. Mis ojos se dirigieron a las jaulas del otro lado del pasillo. Kirsty estaba en la jaula más cercana a la puerta, luego Desley, la siguiente estaba vacía, luego Kelly frente a mí y en la jaula del fondo una mujer que no había visto nunca antes. Era una mujer atractiva, esbelta, al final de la veintena, pelo corto oscuro y piel suave y aceitunada.

Mientras miraba por toda la sala a las esclavas en sus jaulas me di cuenta de repente de una cierta tensión o sensación de incomodidad entre las mujeres.

"¿Qué está pasando, Mónica?" Susurré mientras volvía a explorar la sala, pero no tuvo oportunidad de contestar. La puerta de la sala de las jaulas se abrió de golpe y todas las esclavas se arrodillaron a la puerta de sus jaulas; yo imité sus acciones casi tan rápidamente.

La alta e intimidante figura del Ama Rebecca entró en la sala. 'Es solo una esclava como el resto de nosotras' había dicho Mónica, pero no parecía como ninguna de las otras esclavas con su falda negra de látex y su sostén negro de látex con incrustaciones metálicas. Su largo pelo negro se balanceaba de un lado al otro mientras caminaba deliberadamente despacio, por el angosto pasillo, golpeando en su mano con suavidad una fusta de equitación mientras miraba a las esclavas con aquellos ojos fríos suyos. Su rostro tenía como siempre una expresión dura, casi cruel; las otras esclavas parecían más temerosas de ella que del Ama.

Había algo inquietante en la actitud del Ama Rebecca mientras se acercaba a mi jaula, mis ojos se cruzaron con los suyos durante un instante y rápidamente aparté la mirada. Se detuvo la final del pasillo y se quedó en pie con la espalda contra la pared de bloques de cemento, todavía golpeando amenazadoramente su mano con la fusta.

Todos los ojos se dirigieron rápidamente a la puerta cuando el sonido de tacones sobre el cemento volvió a extenderse por la sala. El Ama apareció deslumbrante, con un vestido corto rojo sin espalda muy escotado; medias finas rojas abrazaban sus esbeltas piernas; y el sonido de sus zapatos de tacón alto rojos brillantes se reflejaba misteriosamente alrededor de la sala mientras ella se deslizaba por el suelo.

Se detuvo en mitad del pasillo y miró alrededor de la sala a las mujeres de las jaulas de una en una. "Dos de vosotras vendréis conmigo a una subasta en el almacén esta noche." Dijo las palabras en tono suave y sin amenazas, pero las palabras que usó provocaron obviamente un escalofrío de temor en las esclavas arrodilladas a la puerta de sus jaulas. Hubo un silencio angustiosamente largo mientras el Ama miraba a las esclavas antes de hablar de nuevo.

"Estoy aburrida de ti, Kelly." La sala siguió en silencio pero la cabeza de Kelly se hundió delante de ella. "Eres un mujer muy bella, Kelly, y una esclava obediente y dispuesta, pero ya no me interesas más. Estoy segura que encontraremos a alguien que disfrute de tenerte." Había un rastro de lágrimas en los ojos de Kelly cuando levantó la cabeza y miró al Ama.

"Gracias, Ama." Su expresión era una mezcla de desafío y aceptación de lo inevitable. Trevor entró en la sala mientras el Ama Rebecca abría la cerradura de la celda de Kelly y enganchaba una correa al collar rojo que le rodeaba el cuello. Se habían empeñado en decirme que una esclava no tenía dignidad, pero la impresión más fuerte que me dejó, cuando Trevor se llevó a Kelly para ser vendida, era lo digna que parecía.

"Desley." Siguió el Ama mirándola. Desley no pareció sorprendida de que el suyo fuera el siguiente nombre mencionado por el Ama. Mirando por toda la sala parecía que ninguna de las otras esclavas estaba sorprendida tampoco. "Vas a cumplir los 41 este año, Desley." Dijo el Ama fríamente. "Y aunque no eres una mujer sin atractivo tampoco hay nada particularmente atrayente en tu físico; me gustan las joyas que adornan tus pezones y clítoris pero cualquiera puede estar perforada y decorada de esa forma. Eres una mujer de aspecto muy corriente, Desley; pero tú ya lo sabes."

Desley siguió tranquila y silenciosa mientras el Ama la menospreciaba. No era una mujer de belleza espléndida como Cherie o alguna de las otras. Pero pensé que tenía buen aspecto con su pelo rojo largo cayendo sobre su culo prieto y redondo, mientras estaba de rodillas a la puerta de su jaula; sus pechos grandes y firmes moviéndose arriba y abajo invitadores a cada respiración; sus pezones tiesos y largos con los anillos de oro claramente visibles a través del tenue material rojo de su minúscula parte de arriba.

"Rebecca." Dijo el Ama sin apartar los ojos de Desley. "Serás la otra que venga a la subasta esta noche."

Un silencio impresionante descendió sobre la sala, interrumpido solamente por un largo y suave suspiro de alivio de Desley cuando lentamente se dio cuenta de que no iba a ser ella, esta vez.

"¡Qué!" Dijo furiosa al Ama Rebecca mientras se dirigía agresivamente hacia el Ama.

"¡No me hables a mí en ese tono putilla insolente!" Dijo el Ama mientras el revés de su mano cruzaba el rostro de Rebecca sonora y dolorosamente.

"Lo siento, Ama, por favor no puede..." Rebecca cayó de rodillas a los pies del Ama y un pequeño hilillo de sangre se escapó por la comisura de su boca.

"Puedo hacer lo que quiera contigo, putilla. Me perteneces y te voy vender. No tienes nada que decir en ello." La sangre huyó del rostro de Rebecca cuando Trevor volvió a la sala y le puso un collar rojo con incrustaciones rodeándole el cuello.

"Sé que vosotras, putillas, cotilleáis entre vosotras cuando creéis que no puedo oiros." Dijo el Ama de pasada mientras miraba a su alrededor. "Sé que todas creíais que Desley sería la otra. Pero sois todas solo unas fulanas baratas que no saben de nada excepto de sus deseos egoístas. Desley no es tan joven o tan guapa como el resto de vosotras pero la pondría por delante de cualquiera. Es la única realmente obediente de todas vosotras. En todo el tiempo que la he tenido no ha dudado siquiera cuando se le ha ordenado hacer algo. Ni una vez, ni un solo instante. Su obediencia es infaliblemente instintiva e inmediata."

El Ama pasó las manos entre los barrotes de la jaula de Desley y le acarició el pelo cariñosamente. "El resto de vosotras haríais bien en aprender de ella si deseáis quedaros aquí."

Rebecca se estaba poniendo frenética cuando Trevor le enganchó una correa al collar que ahora rodeaba su cuello. "¿Qué es lo que he hecho mal, Ama...?" Sollozó patéticamente. "Por favor, dígame que he hecho mal. Puedo hacerlo mejor, Ama. Solo deme la oportunidad de demostrárselo, por favor..."

"Has olvidado qué eres, Rebecca." Dijo el Ama con frialdad. "Te dejé hacer de Ama para que me ayudaras con las otras esclavas pero olvidaste que eres también tú misma una esclava; para nada mejor que cualquiera de las otras. Te tomaste libertades con las otras esclavas que no te correspondían. Se te avisó pero no prestaste atención a las advertencias; ahora algún otro te recordará lo que eres."

Hubo otro largo silencio mientras Rebecca miraba al Ama suplicándole con los ojos que no le hiciera esto. "Hay otra opción abierta para ti, Rebecca. ¿Deseas tomar esa otra opción?"

Rebecca cerró los ojos. "No, Ama." Dijo suavemente mientras una lágrima rodaba por su mejilla, ahora rendida por completo.

"La otra opción está abierta para mí lo mismo que para ti, Rebecca." Los ojos de Rebecca se abrieron como si acabara de ser aguijoneada por el beso del látigo.

"Por favor, Ama, no me haga eso a mí. Siento haberme comportado como lo hice. La otra opción es algo que no quiero ni pensar. Por favor, véndame a otro; por favor, deme la oportunidad de mostrar a mi nuevo propietario que puedo ser una buena esclava, que puedo ser lo que quieran que sea." Las lágrimas rodaban por su rostro mientras hablaba.

Hubo otro largo silencio mientras el Ama miraba a la mujer de rodillas en el suelo delante de ella, suplicando patéticamente que la vendiera como una pieza de mobiliario usado a algún otro. "Muy bien, Rebecca."

Trevor se llevó a Rebecca y el Ama echó otro vistazo alrededor suyo, a las esclavas en sus jaulas. "También tú vendrás con nosotras esta noche, Lynne. Se te ha dicho que esto no es ningún juego, que es real. Esta noche verás hasta que punto es real." La sala donde se guardaba a las esclavas en sus jaulas quedó en silencio durante mucho tiempo después de que las otras se hubieran ido. Al cabo de un rato vino Trevor y se llevó con él a todas las esclavas excepto a Mónica y a mí; el sonido de la fusta sobre la suave piel de sus muslos llenó la habitación mientras las sacaba en manada.

"Mónica." Susurré, pero mi voz sonó tan alta como si reverberara en la sala. "¿De qué va todo esto?"

"Habría creído que era obvio, Lynne." La respuesta de Mónica fue tan abrupta como sarcástica. "Kelly y Rebecca van a ser vendidas a algún otro y puede ser cualquiera quien las compre. Un fanático del dolor, una tortillera vieja y fea, o alguien con cualquier tipo de rareza de mierda."

Mónica me escupió las palabras, los ojos llenos de enfado, luego la expresión de su cara cambió. "Lo siento, Lynne. No es culpa tuya no entenderlo. Pero ser vendida en una subasta es la peor pesadilla de cualquier esclava. No sabes quien acabará siendo tu dueño. Nuestra Ama es impresionante y bella y sabe como tratar a una esclava. No todas las esclavas son tan afortunadas como nosotras, Lynne. Espero que la mujer que acostumbraba poseerme no compre a ninguna de ellas."

Quería preguntar por qué pero no sabía si debería. Así que pregunté a Mónica que quería decir el Ama con la 'otra opción' que tenía Rebecca si no quería ser vendida a otro. La mirada que Mónica me echó me hizo pensar si tampoco debería haber preguntado eso.

"Hay una habitación arriba a la que llaman 'habitación de los fracasos'. Si Rebecca hubiera elegido esa opción la habrían llevado allí y la habrían vestido con la ropa que llevaba en su otra vida; la vida de antes de convertirse en esclava. Se le habría dado la mitad de lo que hubiera ganado trabajando de fulana, que en su caso sería una considerable cantidad de dinero; luego la habrían llevado a un motel en Bondi con vistas a la playa. Después de eso lo que hiciera sería cosa suya, pero nunca más volvería a ver al Ama."

Mónica se detuvo y pareció pensar profundamente. "Pero eso no es una opción para ninguna de nosotras, no podemos volver a que las cosas sean como antes, ninguna de nosotras puede. Y no tendría posibilidad de encontrar un nuevo propietario, el Ama se aseguraría de eso. Nadie de La Sociedad tomará a un 'fracaso'. Puede hacer de puta por ahí o trabajar de fulana en las calles como Lexy, pero eso no la llenará, no satisfará su necesidad de ser esclava. No hay sitio donde ir para los 'fracasos', Lynne."

Pensé en lo que Mónica había dicho y me asusté. Todavía no era esclava pero no podía volver a que las cosas fueran como antes. Pero no quería pensar en eso, no iba a dejar que ocurriera.

"¿Qué es La Sociedad, Mónica?" Pregunté intentando no pensar en lo que haría si el Ama decidía no tomarme como esclava suya.

"El mercado de esclavos en Australia lo lleva una organización llamada 'La Sociedad Pauline Reage' (N. del T.: Pauline Reage es una escritora de novelas relacionadas con el sado, la más famosa, 'Historia de O', ha sido llevada al cine). No sé lo que significa ni como funciona pero sé que están muy organizados y que todo es muy serio. Organizan las subastas y supervisan todo, pero eso es realmente todo lo que sé."

Lynne dejó la pluma y se sacudió la mano. Tan absorta estaba en escribir lo que le había ocurrido en su diario que no se había dado de cuenta de lo dolorida que tenía la mano. Miró al reloj de la mesilla: ya eran las 2:55 p.m. y todavía le quedaba mucho que escribir; y seguía sin haber señales de su marido en lo que probablemente sería su último día juntos.

Solo llevaba puestas las bragas que su marido había dejado para ella sobre la cama esa mañana y la entrepierna estaba húmeda y manchada. Miró al vibrador sobre la otra mesilla, dejado allí para provocarla, pensó un momento en ello, pero sabía que era mejor no desobedecer de nuevo a su marido. No sabía como podía negar a su cuerpo el alivio que ansiaba cuando había empezado a escribir el diario hacía horas, y su cuerpo ansiaba el alivio todavía más ahora, pero se obligaría a esperar.

Salió a la cocina llevando solo las bragas húmedas y sacó la guía telefónica de uno de los cajones y rápidamente pasó páginas hasta las de la 'P' en las páginas blancas hasta que la encontró. 'Sociedad Pauline Reage'. Había un número pero lo que la impactó fue la dirección. Estaba en el mismo edificio que la oficina de su marido. Marcó el número.

"Sociedad Pauline Reage, le habla Janelle, ¿en qué puedo ayudarla?"

Lynne no sabía que decir y rápidamente colgó el teléfono. Había reconocido la voz de Janelle, había llamado muchas veces antes a la oficina de su marido. Lynne no sabía que significaba todo esto pero se preguntó hasta que punto conocía ella a su marido. Después de unos instantes se dio cuenta de que realmente no importaba.

Mónica tenía razón, La Sociedad Pauline Reage supervisa todo lo que se hace con el mercado de esclavos de Australia y Nueva Zelanda. Empezó al final de los años 70 como un salón de SadoMaso (B&D) en Balmain (afueras de Sydney) y evolucionó y creció hasta convertirse en una organización de inmensa riqueza e influencia. Son discretos pero no tienen motivo para esconderse. En junio de 1999 tenía 311 miembros, 914 empleados y 63 asociados en Australia y Nueva Zelanda; con oficinas en Sydney, Melbourne, Brisbane, Perth, Adelaide y Auckland.

Entre otras cosas ser miembro te da derecho a comprar esclavos en las subastas de La Sociedad. Los empleados son los esclavos como Mónica y los asociados son los que, como Janelle y junto con sus propios abogados y contables, llevan el aspecto administrativo de La Sociedad.

La fundadora de La Sociedad pasó el control a un grupo de seis directores que había contratado a finales de los 80 cuando resultó demasiado para ella llevar el control por sí misma, pero sigue siendo miembro en la actualidad. Los directores tienen control absoluto sobre la sociedad. Los directores se eligieron únicamente por su compromiso de mantener la opción de una vida de esclavitud y sumisión para los que la elijan y por su comprensión de ese estilo de vida. Solo los directores pueden nombrar a otro director, no hay voto de los miembros. Un miembro protestó de que los directores operasen como una Star Chamber (N. del T.: antiguo nombre de una de las cámaras del Parlamento inglés, por extensión se aplica a los acuerdos secretos y arbitrarios), se revocó su calidad de miembro y nunca más pudo recuperarla, y no hubo más quejas sobre Star Chambers por parte de los miembros.

Todavía hay partes del mundo en que las mujeres nacen en la esclavitud y se tratan abiertamente como mercancías. La única diferencia real es que La Sociedad es más discreta. Sus declaraciones de hacienda la consideran una oficina de empleo, especializada en la colocación de empleados domésticos a jornada completa. Resumiendo, La Sociedad contrata mujeres como criadas, y vende sus contratos a los miembros; un miembro puede comprar el contrato de una criada a otro miembro.

Inicialmente la aparición de La Sociedad en la guía telefónica era un acto de desafío contra el conformismo de la 'Sociedad Normal'. Pero cuando La Sociedad creció se convirtió en una necesidad.

La Sociedad funciona como cualquier otra organización profesional pero lo más importante: si un Ama o un Amo maltrata a una esclava o la pone en peligro la esclava puede llamar a La Sociedad y su equipo de seguridad intervendrá rápidamente. Solo ha ocurrido dos veces en todo el tiempo que La Sociedad lleva operativa. En una ocasión la esclava estaba siendo puesta realmente en peligro por parte de su Amo que quería marcarle a fuego la palabra SLAVE en la espalda y en la frente. El dolor que suponía no era problema; pero el marcaje permanente de una esclava requiere el consentimiento voluntario de la esclava. Y el riesgo de infección era grande, y el Amo involucrado había intentado hacer la marca él mismo sin la presencia de uno de los médicos de La Sociedad. Esto no era aceptable. El Amo involucrado fue expulsado de La Sociedad y sus empresas comerciales se tambalearon de repente cuando sus líneas de crédito desaparecieron de la noche a la mañana. Actualmente está cumpliendo los últimos 2 años de una condena de 9 por violación en el Centro de Corrección de Cessnock; y el director que lo recomendó como miembro dejó de ser director.

En la otra ocasión la esclava involucrada estaba aterrada. Su Ama había querido torturarla aplicándole una corriente eléctrica mediante una serie de cables enganchados a los pezones y la vagina con pinzas de cocodrilo. Pero el Ama había cumplido las reglas de La Sociedad. La tortura iba a ser supervisada por un ingeniero eléctrico aprobado por La Sociedad y uno de los doctores de La Sociedad estaba presente con un desfibrilador y adrenalina por si hubiera un contratiempo. La esclava fue llevada a la sala de fracasos y luego enviada a su casa. Ahora trabaja como sumisa en un salón SadoMaso cutre en St Kilda en Melbourne; y todavía pasa muchas noches en vela deseando que aquellos tiempos pudieran volver.

Hay resmas de documentos y renuncias de derechos que una mujer como Lynne tiene que firmar antes de que se convierta en esclava bajo la apariencia de ser una empleada de la Sociedad Pauline Reage, pero cada aspecto de esta operación es legal. No es probable que nadie vaya a cuestionar cualquier cosa que haga la sociedad. Entre sus miembros hay jueces y abogados del estado y políticos y algunas de las personas más ricas del país. Ser miembro de La Sociedad está muy bien visto, hasta el punto de que en junio de 1999 había 147 solicitudes de miembros pendientes de procesar por los directores, pero era muy improbable que ninguna de ellas tuviera éxito.

El único problema de cierta importancia que se ha encontrado La Sociedad ocurrió a principios de los 90 cuando el brazo en Sydney de la Yakuza japonesa (N. del T.: organización mafiosa) vio que podía ser una oportunidad para usar las esclavas como prostitutas en sus burdeles ilegales. Pero La Sociedad tiene contactos con asociaciones de tipo parecido por todo el mundo; entre las que se incluyen algunos amigos poderosos.

La oficina de Sydney de La Sociedad Pauline Reage envió una tarjeta de pésame a la esposa del segundo jefe de la Yakuza en Tokio dos días antes de que su cuerpo fuera encontrado en un sitio en construcción. Los directores de La Sociedad pensaron que sus amigos habían sido un poco exageradamente entusiastas en asumir sus puntos, pero los hombres que volaron a Tokio con pasaportes iraníes para ocuparse del asunto no opinaban lo mismo. La Sociedad Pauline Reage es un suministrador muy valorado de esclavas blancas para Asia y el Medio Oriente, y, a diferencia de las excursionistas y turistas secuestradas, las mujeres que La Sociedad envía quieren ser esclavas.

Los partidarios fanáticos de un estilo de vida que forma parte de su religión no tolerarán que la Yakuza o la Mafia o cualquier otra organización o individuo interfiera en las tranquilas operaciones de La Sociedad. La única otra dificultad que se había presentado a La Sociedad ocurrió en 1997 cuando un periodista afamado, de asuntos de actualidad relacionados con el espectáculo, tropezó con La Sociedad Pauline Reage y empezó a escarbar en busca de información. Desapareció de la línea principal de medios de comunicación al segundo día de su investigación y la última vez que se le escuchó fue en 1998, leyendo las noticias en una estación regional de radio en el lejano North Queensland.

La Sociedad Pauline Reage opera con impunidad desde uno y otro lados de la ley, y en Australia no ocurre nada en el comercio de esclavos, o 'mercado de carne' como le llaman algunos, sin que lo sepa o controle La Sociedad.

Pero ninguna de las esclavas sabía nada de esto y nunca lo sabría, ni tampoco Lynne tanto si la Mujer Rubia la tomaba como esclava como si no. Todo lo que las esclavas necesitaban saber era que La Sociedad estaba allí, en las guías telefónicas del país, si se sentían en peligro por parte de sus propietarios. Eso es todo lo que necesitaban saber. Aparte de eso lo que todas las esclavas sabían era que ellas eran solo eso, esclavas. Todo lo que la Mujer Rubia necesitaba para tener a Lynne añadida a la lista de empleadas de La Sociedad Pauline Reage era la aprobación de dos de los directores, y ya tenía la aprobación de uno.

Lynne se bebió un vaso de zumo de naranja y se dirigía de vuelta al dormitorio para continuar escribiendo en su diario cuando oyó voces en el porche delantero y luego alguien había dejado pulsado el timbre de entrada y sonaba sin parar. "Solo un minuto, por favor." Dijo Lynne nerviosa.

Corrió al dormitorio y se envolvió en un quimono negro, con el timbre de la entrada sonando sin parar. Todavía se estaba atando el quimono alrededor de la cintura cuando abrió la puerta. Había 7 u 8 hombres amontonados delante del porche, obviamente habían estado bebiendo. Alguna de las caras le resultaba vagamente familiar, alguna otra no, una la reconoció perfectamente; Ross era el que tenía el dedo puesto en el timbre.

"Mi marido no está en casa, no estoy segura de donde está..."

"No estamos aquí para ver a tu marido, estamos aquí para verte a ti, todos queremos verte." Los hombres se rieron de la forma en que lo hacen los borrachos.

"Un momento, por favor." Tartamudeó Lynne, desesperadamente confusa mientras cerraba la puerta y volvía al dormitorio corriendo y agarraba el teléfono. Había un coro de voces diciéndole que se diera prisa y haciendo todo tipo de comentarios groseros sobre lo que tenían para ella en los pantalones; lo que iban a hacer con ella; lo que ella iba a hacerles.

Su mano temblaba mientras marcaba el número del teléfono móvil de su marido. Veía por la ventana del dormitorio al grupo de hombres merodeando por el patio delantero y el porche.

"Vamos. Vamos..." Decía impaciente, deseando que descolgaran el teléfono.

"¿Cuál es el puto problema, Lynne?" Su marido estaba enfadado, pero a pesar de su tono encontró consuelo en su voz.

"Ross está fuera, delante, con un grupo de tíos del pub, han estado bebiendo, quieren entrar, Ross debe haberles contado lo de la última noche."

Habló rápidamente, atropellando las palabras, luego esperó ansiosa a que su marido dijera algo, pero la línea estaba en silencio.

"Ross debe de haberles dicho que podían venir todos y follarme. Están todos diciendo cosas, todos creen que pueden simplemente entrar y follarme." Lynne esperó otra vez a que su marido dijera algo, la línea permaneció en silencio lo que pareció una eternidad.

"Desde luego que todos creen que simplemente pueden venir y follarte, Lynne. Eres la puta del vecindario. ¿Verdad, Lynne?" Sus palabras hicieron que un escalofrío de excitación le recorriera la médula.

"Sí. Soy la puta del vecindario."

"Quieres que todos esos hombres te follen, ¿verdad, Lynne?"

"Sí."

"Llévalos fuera, a la terraza de atrás. No quiero que organices un revoltijo en la casa. Pueden hacer contigo lo que quieran, ¿entendido?"

"Sí." La voz de Lynne temblaba.

"Y puedes correrte una vez, pero solo una, ¿entendido?"

"Sí Amo, entendido." Su voz era solo un poco más que un susurro.

"Y después no te laves. Termina de escribir tu diario en el suelo de la lavandería y espérame allí." Con eso se cortó la línea. Lynne colgó el teléfono y respiró profundamente, la cabeza le daba vueltas y sentía las piernas como si fueran a doblarse bajo ella. Volvió a la puerta y les dejó entrar, el corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras pasaban por su lado de uno en uno, mirándola, haciendo pequeños comentarios sobre ella.

Eran nueve en total, incluido Ross. Lynne sonrió como una puta salida a cada uno de ellos mientras intentaba decidir con cual se correría.

La mayoría eran hombres no muy atractivos, no eran hombres con los que elegiría follar, pero ya no tenía derecho a elegir quién podía follársela. Pero le echó el ojo a uno de ellos. Sabía que se llamaba Troy, trabajaba en la tienda de bebidas local, no debía tener más de 19 ó 20 años.

Los llevó a la terraza de la parte trasera de la casa, estaba protegida pero en alto. Los vecinos podían tener una buena vista si eran lo suficientemente afortunados de mirar en aquella dirección.

Los hombres habían traído cerveza consigo y se pasaban las latas mientras hablaban de ella, y formaban un semicírculo a su alrededor. El ruido de las latas al abrirse y el de la espuma de la cerveza al salir de las latas apagó alguno de los comentarios mientras Ross se acercaba a ella.

"Veis, os lo había dicho." Dijo arrogante, hablando con dificultad, mientras tanteaba el lazo del cinturón del quimono negro de Lynne. "Hará cualquier jodida cosa y luego se va".

"Déjame ayudarte, Ross." Dijo Lynne con suavidad mientras soltaba el lazo y se deslizaba el quimono por los hombros de forma seductora y luego se lo quitaba como una 'stripper' en una fiesta de tíos.

"Bien, ¿qué os parece?" Dijo pavoneándose delante de ellos.

"¡Mierda bendita!" Dijo uno de ellos señalando la oscura mancha de humedad en la entrepierna de sus bragas.

"¿Te has meado o qué?" Dijo Ross y los otros se rieron escandalosamente.

"No. Pero me mearé si tu quieres, Ross." Dijo Lynne sin darle importancia y las risas cesaron. "Bien, ¿quién es el primero?" Dijo Lynne con entusiasmo mientras se acariciaba entre las piernas.

Siguió una discusión acalorada sobre quien iría en primer lugar. Otra vez rompieron en carcajadas cuando uno de ellos dijo: "No voy a hacer un sexteto." Hablaba todavía con más dificultad que Ross.

"No todos vais a follarme solamente ¿verdad?" Dijo Lynne con tono desilusionado. "Soy algo más que un chocho húmedo, sabéis. Tengo un culito muy prieto y también estoy sedienta."

De nuevo cesaron las carcajadas. Todos estos hombres habían soñado con tener a una viciosa como Lynne a su disposición, ahora que tenían una, ninguno estaba seguro de que hacer con ella.

Lynne sonrió para sí misma. Qué diferente era todo esto de aquella primera noche en el garaje, en la fiesta de hacía tres semanas. Aquella noche se había limitado a dejar que los hombres hicieran lo que quisieran con ella; aquella noche estaba demasiado avergonzada y cortada para hacer otra cosa; pero también excitada como para pararse. Aquella noche se había limitado a dejar que ocurriera, pero ahora era una mujer diferente.

"Os diré qué hacer." Dijo Lynne mientras se quitaba las bragas húmedas y las metía en la boca de Ross; él rápidamente se las quitó y lanzó una mirada asesina a Lynne mientras los otros hombres mascullaban comentarios sobre su chocho afeitado. Los hombres ya no tenían el control, lo tenía Lynne.

"¿Por qué no sacáis unas pajitas para ver quien me tiene en primer lugar?"

Los hombres se miraron unos a otros fingiendo sonrisas y confianza. Había un par de putas que solían estar en el pub, y las mayoría de ellos se las habían follado al menos una vez, pero nunca habían conocido una mujer como Lynne antes.

"O mejor aún." Dijo Lynne excitada. "¿Por qué no me sorteáis. Los tíos siempre estáis sorteando cosas en el pub." Volvió a la casa rápidamente y volvió con un puñado de las tarjetas de visita de su marido y una pluma. ¿Quieres volver a hacerme algo, Ross, o tuviste bastante la última noche?"

"Inclúyeme." Dijo Ross tranquilamente mientras sorbía ruidosamente de su lata de cerveza. Esto no estaba yendo como él había esperado.

"Humm, bien." Dijo Lynne con los ojos muy abiertos. "Nunca hay demasiadas pollas duras para mí."

Lynne escribió L1 a L9 en la parte de atrás de nueve de las tarjetas de visita de su marido y se dirigió hacia uno de los hombres que la rodeaban.

Llevaba una gorra de los Cronulla Sharks (N. del T.: equipo de rugby) y se la quitó de la cabeza. "¿Me prestas esto?" Dijo, con la cara resplandeciente. Puso las tarjetas en la gorra y las agitó unas cuantas veces para mezclarlas, y luego fue pasando la gorra por cada uno de ellos para que retiraran sus números.

El L1 se lo llevó un tío sin afeitar, con camiseta, pantalones cortos  y chanclas y fue jaleado por los otros. Lynne tuvo dificultades para ocultar su desilusión cuando Troy sacó el L7, Ross el L6.

"¿Qué quieres que haga?" Preguntó Lynne al hombre del L1 con descaro. "Dóblate con las piernas separadas." Los otros se rieron menos nerviosos ahora. No entendían a Lynne pero les gustaba. "El placer es mío." Replicó Lynne con picardía mientras caminaba hasta la gran mesa redonda que había en el centro de la terraza y se dobló sujetándose a los costados.

Podía notar como se movía detrás de ella, luego sintió su polla apretándose contra los labios; ya estaba empalmado y se introdujo en ella con un rápido empujón. Su polla era corta pero gruesa y Lynne acababa de empezar a disfrutarla cuando gruñó y se corrió dentro de ella.

"Quédate así, Lynne." Dijo el hombre del L2 mientras el de la L1 se volvía a subir los pantalones que tenía por las rodillas. Lynne hizo lo que le decía y miró al frente cuando sintió que se colocaba tras ella. No le veía la cara y no podía recordar quién se había llevado la L2. Todo lo que podía sentir era su polla dentro de ella, la sentía bien.

Los primeros cuatro hombres se la follaron así, rápidamente uno tras otro, con Lynne doblada encima de la mesa. Allí estaba, en pie, esperando al siguiente con la corrida de los otros hombres derramándose y corriendo por los muslos abajo.

"Vamos. ¿Quién es el siguiente?" Dijo mientras volvía la cabeza por encima del hombro. Ahora los hombres parecían menos entusiasmados con follársela. No parecía tan atractiva ahora.

"Vamos." Dijo Lynne con impaciencia. "¿Quién es el siguiente?" El tío de la L5 se acercó casi a regañadientes a ella. "No quiero follarte." Dijo con una mueca de asco en la cara. "Ven aquí. Chúpamela." Se bajó la cremallera y se la sacó, estaba fláccida.

Le llevó bastante tiempo a Lynne ponérsela dura pero se corrió enseguida en cuanto Lynne lo hizo, goteándole su corrida por las comisuras de la boca mientras intentaba tragarse todo lo que él había depositado en su boca.

"Dóblate otra vez sobre la mesa." Dijo Ross con arrogancia. Lynne había perdido la cuenta pero sabía que Troy venía detrás de Ross. Pronto podría correrse.

Se dobló sobre la mesa de nuevo y se agarró a los bordes esperando a que Ross le clavara la polla dentro. Se le cortó la respiración cuando sintió su polla contra el ojete, y gruñó sonoramente cuando forzó su entrada dentro de ella.

La mesa crujió y Lynne jadeó cuando Ross le dio por el culo. Deseaba tanto correrse, podía correrse con cualquiera de los otros pero quería hacerlo con Troy, y era el próximo. Pero sentía tan bien la polla de Ross en su culo. No quería correrse con Ross, pero no podría soportar mucho más; quería desesperadamente meterse la mano debajo y acariciarse el clítoris y dejarse explotar pero quería que ocurriera con Troy.

De repente Lynne notó algo por el rabillo del ojo. El vecino de al lado, Andrew, estaba en el porche de atrás mirándola. Siempre le había gustado mucho Andrew. Tenía rasgos de belleza morena y un encanto tranquilo en torno a él. Verle la hizo gemir sonoramente.

"Oh, dios mío." Jadeó cuando sus ojos se cruzaron con los de Andrew.

"Eso es, zorra." Jadeó Ross. "Te encanta cuando te follo, ¿verdad? Te pongo, ¿verdad?"

Lynne se pasó la mano por debajo y se tocó el clítoris y se corrió ruidosamente mientras Andrew la miraba y Ross se la follaba. Lynne gritó cuando el pico de su orgasmo estalló dentro de ella y gimió silenciosamente mientras se apagaba. No notó la corrida de Ross ni que le retirara la polla, pero notó la expresión de la cara de Andrew; notó que Andrew bajaba la cabeza y entraba en su casa.

Le llevó un rato a Lynne recuperarse pero finalmente se volvió y dijo: "¡Uau! Vale. Tú eres el siguiente ¿verdad Troy?" Pero Troy se había ido. Los otros con las L8 y 9 no quisieron follársela tampoco. Solo quisieron mamadas rápidas y ninguno de ellos miró a Lynne mientras se la chupaba; y ninguno de ellos hizo mucho ruido cuando se corrió; ninguno de ellos pareció disfrutar mucho de sus orgasmos.

Las sensaciones familiares de vergüenza y humillación empezaban a abrumar de nuevo a Lynne. Solo podía imaginar su aspecto, con corridas goteando por cada uno de sus agujeros y un charco de corrida en el suelo entre sus piernas.

"Me gustaría verte mear de nuevo, Lynne. Como dijiste que harías antes." Dijo Ross notando el cambio. Lynne le miró un instante, luego recordó qué era ella, y lo que quería ser.

"Por supuesto, Ross." Dijo con toda la dignidad que pudo reunir. Se colocó con las piernas separadas y bajó la manos y apartó los labios para ofrecerles una vista todo lo buena que pudiera. Algunos se dieron la vuelta y se fueron asqueados, pero el resto se quedó y vieron como se meaba para ellos. Cuando terminó, los hombres se fueron sin decir ni una palabra ni a Lynne ni entre ellos. Pero la parte que más hirió a Lynne fue la sonrisa de la cara de Ross cuando se iba con los otros.

Lynne limpió el revoltijo del suelo, pero, siguiendo las instrucciones de su marido, no se lavó. Tomó el diario del dormitorio y se tumbó en una toalla vieja sobre el frío suelo de baldosas de la lavandería y releyó donde se había quedado.

"El mercado de esclavos en Australia lo lleva una organización llamada 'La Sociedad Pauline Reage'. No sé lo que significa ni como funciona pero sé que están muy organizados y que todo es muy serio. Organizan las subastas y supervisan todo, pero eso es realmente todo lo que sé."