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Jugando con Yvette Cap. 3

en Dominación

 CAPÍTULO 3.

Una impresionante joven, rubia de bote, estaba recogiendo sus fotos cuando Yvette regresó sigilosamente a la tienda una hora más tarde. Sus ojos recorrieron la estancia nerviosamente. No sabía a donde mirar, que decir o que hacer. Era obvio cual era la decisión que había adoptado. Su rostro ardía de vergüenza y humillación. Emociones con las que yo disfrutaría haciendo que le resultaran mucho más familiares.

La joven rubia era como tantas mujeres que se ven por la calle. Llevaba minifalda, camiseta ajustada y gafas de sol Bolle. La parte de la tienda destinada a los clientes tenía el suelo de azulejos brillantes y disfruté de la visión por debajo de su falda cuando salió.

"Es una pena que no tenga fotos suyas en lugar de las tuyas." Le dije a Yvette mientras miraba a la puta rubia. La cara de Yvette se encendió en un grado ligeramente más oscuro de vergüenza.

"Vete a mi oficina y espérame allí." Yvette no tenía ánimo para mirarme ni para decirme nada. Se volvió y miró al corredor débilmente iluminado que llevaba a mi oficina, dudó un instante, pude ver miedo en sus ojos; y luego, como si se resignara a su destino, se apartó lentamente y desapareció en la oscuridad.

Miré a la puta rubia a través de la ventana. Estaba delante de la tienda mirando de nuevo sus fotos. No podía esperar para echar otro vistazo a las 36 fotos borrosas, con ojos rojos, sobreexpuestas, de su aburrida fiestecilla con sus aburridos amiguitos.

Coloqué el cartel de "Cerrado" en la ventana y sentí una creciente sensación de excitación, entre otras cosas, mientras me dirigía a mi oficina. Yvette estaba de pie en el centro de la sala agarrando su bolso; giró hacia mí su cabeza. Parecía tan asustada, tan vulnerable, que casi sentí lástima por la estúpida perra. Le sonreí mientras me sentaba tras la mesa.

"Si hago lo que me digas, ¿me darás todas las fotos, todos los negativos?"

"Sí."

Yvette se mordió nerviosamente el labio inferior, mientras consideraba mi detallada respuesta.

"¿Cinco veces? Tengo que hacer lo que quieras cinco veces y lo tendré todo..."

"Sí, Yvette." La interrumpí. Habíamos pasado por todo esto.

"¿Cómo sé que puedo confiar en ti?"

"No lo sabes."

La pobre Yvette estaba tan confusa y embarazada que parecía casi angustiada. "¿Vas a hacer más que azotarme...?"

"Sí Yvette. Tal vez vayamos de picnic o nos leamos poesía mutuamente." Estaba harto de sus preguntas estúpidas. "¿Qué es lo que quieres que te haga, Yvette?" Este era uno de los momentos con los que más disfrutaba. La sumisión inicial. Yvette respiró hondo, dudó un momento y, mirando al suelo, dijo:

"Quiero que me azotes." Su voz era tan suave que apenas podía oírla.

"¿Quieres decir que quieres que te azote el culo desnudo?" Dije forzadamente, mucho más forzadamente de lo que había hablado con ella hasta el momento. La manera en que hablé la asustó un poco. "Sí." Dijo, esta vez en voz más alta.

"Pídelo adecuadamente, Yvette." Me miró con aquella expresión de desafío que había perdido y dijo: "Quiero que me azotes. Por favor, azota mi culo desnudo." Sus palabras me pedían que lo hiciera, pero su rostro todavía mostraba lo mucho que odiaba pensar en ello, lo mucho que me odiaba. Me quedé allí sentado, mirándola. De nuevo tenía aquel aspecto nervioso.

"Por favor, azótame el culo desnudo."

"No." De nuevo Yvette tenía aquella expresión bobalicona. Le había dado el guión, ahora yo no lo estaba siguiendo, e Yvette no sabía como improvisar en esta situación. "No me gusta tu tono de voz, no me gusta la expresión de tu cara, y no me gusta tu actitud. Creo que obtendré más placer en ver esas fotos tuyas por todas partes."

"Lo siento." Lloriqueó. "Lo haré mejor. Por favor..." La dejé que se cociera en su punto un instante y luego dije: "Está bien, Yvette. Te daré otra oportunidad. Sabes que hacer, levántate la falda, enséñame el coño, y luego arrástrate hasta aquí suplicándome que te azote el culo desnudo."

Le temblaban las manos cuando dejó el bolso en la mesa y empezó a levantarse lentamente su falda gris hasta las rodillas. Tenía unas magníficas piernas, casi podía verle el coño cuando de repente se volvió a bajar la falda.

"No, no puedo. No puedo hacerlo. Por favor, te pagaré por las fotos, dime solo cuanto quieres y lo haré..."

"No quiero tu dinero, Yvette, sabes lo que quiero así que deja de joderme." Allí estaba el "te pagaré por las fotos, dime solo cuanto quieres". Sabía que era su último cartucho. Una vez que hubiera ofrecido pagarme sabía que ya no le quedaban más ideas de cómo salir de ello. Ganaría, pero ganaría con demasiada facilidad. Yvette era demasiado fácil. Con que rapidez se había venido abajo la máscara de respetabilidad para mostrar la puta que era.

Lo que las otras personas pensaran de ella significaba más para ella que su propio pensamiento. Había rendido su dignidad para proteger su 'reputación'. "Puta estúpida." Pensé para mí mismo, mientras la veía levantarse la falda, esta vez del todo, exponiendo su sexo.

"Lo que tienes ahí abajo es como un puto felpudo, Yvette. Podría limpiarme los pies en eso." Yvette no respondió a mi comentario. Sus manos cubrieron rápidamente la entrepierna. Podía ver en sus ojos y en su rostro la vergüenza y la humillación, de modo que dejé que se ahogara un poco en ello y luego, en voz alta, dije: "Aparta tus putas manos, Yvette, quiero verte el coño." Y efectivamente apartó las manos ofreciéndome una visión clara de su peludo montículo.

"Tenías un bonito coño en estas fotos, Yvette. Un coño bien arreglado. Habrá que hacer algo con todo ese pelo la próxima vez que me visites. Ahora trae aquí ese culo de puta."

La cara de Yvette estaba tan roja como pronto lo estaría su culo. Ya no había más desafío en sus ojos, solo vergüenza y humillación. Y ni siquiera tenía nada que decir sobre mis comentarios respecto a su coño.

No decía nada en absoluto, solo paseaba lentamente, nerviosamente hacia mí, hasta que estuvo a mi lado, por detrás de la mesa. No se había arrastrado como se suponía, pero le permití este fallo por esta vez, era nuestra primera cita.

"Por favor, azóteme el culo desnudo."

Olía bien y su cuerpo se notaba cálido contra el mío cuando se tumbó en mi regazo. Sentí que se ponía cada vez más tensa mientras le acariciaba los cachetes del culo. Tenía un culo precioso. Bien formado; suave, uniforme, sin feas marcas de nacimiento. Dejé que mis manos le recorrieran la piel y disfruté de verla y sentirla durante un rato.

Yvette estaba tan tiesa como mi polla. Tenía los músculos tensos, la cabeza colgando hacia el suelo. Tenía la clara impresión de que Yvette no estaba disfrutando, y esta era la parte fácil. Levanté la mano y le golpeé con fuerza en el cachete izquierdo del culo y ella dejó escapar un delicioso gritito.

Observé como la impronta roja de mi mano y mis dedos, que se había formado en su piel, se desvanecía rápidamente, entonces la golpeé de nuevo. Esta vez juró en voz alta y luego gritó mientras le daba fuertes palmadas en ambos cachetes.

Dejé de azotarla y disfruté del placer de tenerla tumbada en mi regazo mientras volvía a acariciar su rojo culo. "Por favor, pare." Lloriqueó patéticamente. Lloraba suavemente y hablaba más consigo que conmigo, pero sería la última vez que me pidiera que parase.

Chilló cuando la agarré del pelo y la tiré desde mi regazo al suelo. "Vete." Dije con frialdad. Tenía la cara sonrojada y los ojos rojos de llorar. Resultaba tan patética, me encantaba. "Lo siento." Sollozó.

"Eres jodidamente fácil." Pensé para mí mismo mientras empezaba a tirar copias de sus fotos con el consolador por toda la habitación. Era un gesto simbólico por mi parte, realmente bastante profundo, pero Yvette entendió. Si se iba ahora, sus fotos se esparcirían por todo el lugar. Fuera adonde fuera se encontraría con las fotos de ella metiéndose el gran consolador rojo por su coño grande y peludo, los labios de su coño extendidos y separados mientras se follaba estúpidamente un trozo de plástico.

La expresión patética de su rostro se transformó rápidamente en otra de desesperación; desesperación por hacer lo que fuera para evitar que nadie viera aquellas fotos. Como la mayoría de las mujeres su autoestima se refería menos a ella misma que a perder el respeto de los demás.

"Lo siento...." Sollozó mientras se arrastraba y se colocaba en mi regazo. "Por favor, azóteme el culo desnudo. Por favor..."

La pobre Yvette haría lo que fuera para mantener oculto su secreto. Permitiría ser usada, degradada, humillada; cualquier cosa que permitiera mantener su apariencia de respetabilidad a los ojos de los otros.

"Eres una puta estúpida, Yvette." Pensé para mi mismo mientras la miraba, tendida sumisamente en mi regazo, suplicándome que le azotara el culo, y casi deseándolo.

¿Qué coño importaba si la gente veía fotos suyas masturbándose? Siempre podría negar que fuera ella. Solo era alguien que se parecía un poco a ella. Fácil. Pero no. Yvette, como la mayoría de las mujeres, prefería tomar la opción viciosa. Realmente patético, y tan jodidamente predecible. Dales a las mujeres una medio excusa para comportarse como putas baratas y lo harán todas las veces.

Estaba más que un poco decepcionado de que Yvette hubiera optado por la opción viciosa tan rápidamente, pero tal vez estaba siendo demasiado severo. ¿Tendría tal vez otras razones para no querer que estas fotos fueran de dominio público? Pero en cualquier caso era un punto dudoso. Ella había optado por la opción viciosa. Había decidido someterse a mí, y eso era lo que realmente importaba.

Con todo lo humillada y degradada que se sentía ahora, se habría sentido aún peor si supiera que me estaba tirando un farol respecto a las fotos. Si hubiera tenido el coraje de decir 'no' a mis exigencias, no tendría nada que ganar difundiendo sus fotos por todas partes. La policía podía haber actuado perfectamente para defender sus intereses, no habría valido la pena arriesgarse. Sí, Yvette podría estar perfectamente desasosegada al pensar que estaba pasando por esto por nada. Probablemente nunca se lo perdonaría. Sería un punto a considerar el decirle que me estaba tirando un farol cuando terminara con ella.

Había dejado de llorar de momento y allí estaba, tendida en mi regazo con el culo al aire, esperando que la azotara. "No vuelvas a hacer nada que me disguste, Yvette. ¿Entiendes?"

"Sí." Dijo dócilmente. "Entiendo."

Le dije que escuchara el sonido de mi mano golpeando contra su piel. Sentí que su cuerpo se envaraba mientras esperaba que el golpe aterrizara. Lo retuve, haciendo que esperara un poco más y luego bajé la mano con más fuerza de lo que lo había hecho hasta entonces. Agitó la cabeza y dejó escapar un gruñido apagado.

"¿Escuchaste el sonido de mi mano sobre tu culo, Yvette?" Volví a golpearla con fuerza. "¿Te gusta el sonido de mi mano pegando en tu culo desnudo, Yvette? ¿Te gusta la forma en que se siente?"

No contestó, así que levanté la mano y agarré la regla de metal de mi mesa y la golpeé con fuerza y velocidad cambiando de uno a otro cachete. La regla dolía mucho más que la mano y echó los brazos atrás intentando proteger su tierno culito. Le golpeé con fuerza en los nudillos y retiró las manos.

Gritaba con ganas y su cuerpo se agitaba salvajemente a cada golpe de la fría regla de metal sobre su culo rojo y caliente. "¿Quieres que te azote con mi mano o con la regla, Yvette?"

"Con la mano, hágalo con la mano..." No me gustó el tono de su voz y se lo dije y le di cuatro golpes más con la regla. "Con la mano, por favor. Azóteme con la mano, por favor."

Le hice sujetar la regla como recordatorio de cuanto peor podían ir las cosas y la golpeé con fuerza y velocidad hasta que su culo brilló con un bonito color rojo oscuro. Sollozaba como una niña cuando le dije que me pasara la regla, pero sus sollozos se volvieron de nuevo gritos cuando le di unas cuantas palmadas en el interior de los muslos. Luego me dediqué a acariciar su desnudo culo rojo durante un rato.

"Vete a casa, date una ducha y vuelve aquí con tu culo rojo. Te pondrás un vestido blanco largo, un bonito liguero blanco de encaje, medias blancas y zapatos blancos de tacón alto. Pero ni bragas ni sostén. ¿Lo has pillado, Yvette, o necesitas que te lo escriba?"

"¡Sé lo que quiere!" Dijo cortante. Agarré la regla y le golpeé los cachetes de su culo rojo tres o cuatro veces. Juró cada vez que la regla la golpeaba. "No seas una culo-listo, Yvette, solo una culo-desnudo. ¿Entendido?"

"Sí... Entendido... Lo siento..." Sus palabras sin aliento se transformaron rápidamente en más gritos. Cuando dejé de golpearla los gritos se convirtieron en suaves lloriqueos.

"¿Entiendes lo que quiero de ti, Yvette?"

"Sí." Dijo dócilmente.

La eché de mi regazo. Me gustaba el aspecto que tenía de rodillas en el suelo junto a mí, restregándose su tierno culo rojo, sollozando como una muchachita. Tenía los ojos tan rojos como el culo. "¿Puedo irme ahora?" Preguntó con suavidad.

"Sí, puedes irte." Se puso en pie y se tambaleó hasta donde había dejado el bolso. Estuvo de espaldas a mí mientras se arreglaba el vestido. Tenía la cara sonrojada, el pelo revuelto, el cuerpo cubierto de sudor. Parecía una mujer a la que acabaran de joder a lo tonto. "¿Puedo irme ahora?" Volvió a preguntar todavía de espaldas a mí.

"Sí, pero vuelve pronto. Soy un hombre que no tiene mucha paciencia, Yvette."

Miró su foto de la pared. "¿Quitará eso de ahí, por favor?" Miré su foto. "Parece como si te estuvieras corriendo en esa, Yvette. ¿Estabas en pleno orgasmo cuando te tomaron esa foto?" Creo que ella notó que no había contestado a su pregunta. Creo que también sabía que no debía preguntar de nuevo.

"Sí." Dijo con una voz que era poco más que un susurro. Sus ojos se habían clavado en los míos. "Sí, estaba en pleno orgasmo cuando me tomaron esa."

"¿Qué tipo de ruidos haces cuando te corres, Yvette?" pregunté mirándola a los ojos. Estaba a punto de contestarme cuando dije: "No te preocupes, los escucharé yo mismo más adelante." Le sonreí, pero no me devolvió la sonrisa.

"De ahora en adelante me llamarás Señor, ¿entendido?" No pudo evitar mirarme, era una respuesta refleja. Un atisbo de desafío apareció otra vez en su rostro. "¿Lo has entendido, Yvette?"

"Sí. Sí Señor." Replicó con suavidad.

"Y ¿qué es lo que eres tú, Yvette?" El asomo de desafío de su cara desapareció rápidamente. Sabía lo que tenía que decir y odiaba tener que decirlo.

"Soy una puta."

"Sí, Yvette, eres una puta, hasta ahí resulta obvio. Pero ¿de quién eres la puta?" No hubo vacilación esta vez, ni desafío.

"Soy su puta, Señor."

Le sonreí. "Ven y recoge tu recibo, puta." Tenía otra vez aquella expresión atontada en la cara, pero la expresión de su cara cambió enseguida cuando vio por primera vez la sala de entretenimiento.

Estuvo sorprendentemente tranquila y obediente mientras le ordenaba subirse a la plataforma para que pudiera tatuarle la marca en el culo. Se dobló hacia delante cuando le dije que lo hiciera, se levantó la falda cuando se lo dije, y no dijo una palabra en todo el tiempo que le estuve tatuando el culo.

Le había dado explicaciones respecto al tatuaje, pero parecía distraída. No estoy seguro de si eran los postes de flagelación, o los bastidores, o la rueda, o los otros equipos y dispositivos. Podía afirmar que odiaba que la marcaran de esta forma, que odiaba dejar que le pusiera mi marca de esta manera, pero odiaba el aspecto de la habitación en la que estaba, y aún más lo que había en la habitación. Me gustaba Yvette cuando estaba así; me gustaba cuando cerraba la boca y hacía lo que se le decía.

La introducción de Yvette en la sumisión estaba terminada. Le dije que apartara su culo de puta de la plataforma. Me volvió a preguntar si se podía ir ahora; pero no lo preguntó adecuadamente.

"¡No es así como una puta pide permiso para hacer algo, Yvette!" Dije enfadado.

"¿Puede la puta irse ahora? Por favor, Señor." Le sonreí, di mi aprobación con una señal de asentimiento y la vi huir del escenario de su humillación; el escozor de su culo rojo, un recuerdo de lo que le había hecho a ella, y una ominosa advertencia de lo que le iba a hacer a ella.

                                       

Se lo había puesto fácil en esta primera vez. Pero la intensidad de lo que hacíamos juntos se incrementaría exponencialmente en cada visita. Se lo había explicado a ella, pero dudaba que la estúpida puta supiera lo que significaba 'exponencialmente'.

Todavía no sabía si Yvette tendría o no pareja, y si así fuera como explicaría las marcas de su cuerpo y las marcas que todavía le haría en el cuerpo, o cómo explicaría lo que estaba por venir; pero ese era problema de Yvette. Uno de los problemas de Yvette.

Había disfrutado jugando con Yvette y necesitaba los servicios de una puta. Eran más de la 1:00, y sabía que Kim estaría dando vueltas por la parte delantera de la tienda como una perra en celo.

Los ojos de Kim tenían de nuevo esa expresión cuando abrí la puerta. Era una expresión difícil de describir: lujuria, desesperación; la expresión de una mujer que siempre parece estar al borde del orgasmo. Supongo que la mejor manera de describirla es 'la expresión de un putón'.

"He cambiado de idea." Le dije a Kim sin darle importancia mientras abría la puerta. "Ya no me apeteces." La expresión de Kim cambió rápidamente.

"Tiene que haber algo que pueda hacer por ti. Sabes que haré cualquier cosa."

"¿Estás mojada, Kim?"

"Sí, tengo las bragas empapadas." Jadeó excitada, había vuelto a sus ojos aquella expresión.

"Enséñamelas." Sonrió maliciosamente y miró a la calle, de arriba abajo. Era la hora del almuerzo, las calles estaban llenas, pasaba gente caminando, perdidos en la monotonía de sus miserables vidas aburridas.

Lo que pasa con las mujeres como Kim es que no les importa lo que la gente piense de ellas. Kim trabajaría de prostituta, no de contable bancario. Estaba seguro de que lo haría finalmente.

Se pasó la mano bajo la falda, deslizó las bragas por las piernas abajo y las mantuvo en alto para mí. Un tío que estaba dando un paseo se tropezó en sus propios pies, una señora anciana que esperaba el autobús casi se queda sin dentadura postiza.

Miré las bragas que Kim había tenido puestas y que ahora sujetaba delante de mi cara. Bragas tanga de seda roja y encaje. Las bragas de Yvette. Manchadas con los jugos de las dos mujeres.

Pasé a Kim a mi oficina, la doblé sobre mi mesa y me follé su culo. Siempre me pongo un condón cuando me folló el culo de Kim. Nunca sabes dónde ha estado una mujer como ella, o que se ha metido en el culo.

No estaba tan prieta como acostumbraba por aquella parte, desgastada supongo. Pero escucharla gritar mientras me la follaba me hizo sentir bien. La saqué cuando estaba a punto de correrme. Kim se puso rápidamente de rodillas, me quitó el condón y se tragó hasta la última gota de mi corrida. Me limpié la polla en su pelo y le dije que se fuera. Kim no se había corrido, pero eso nunca era algo que mereciera mi consideración. Ya se apañaría en el lavabo una vez de vuelta al trabajo. Probablemente chupando las bragas de Yvette mientras se follaba con su propio dedo.