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Lynne 33: EL AGENTE

en Dominación

Lynne:

CAPÍTULO 33. El Agente.

 "No habrá otra subasta hasta dentro de tres semanas, y quiero librarme de vosotras lo antes posible." Dijo el Ama mirando a Lynne y Kristy acurrucadas en el suelo en la parte trasera de la furgoneta. "Así que os venderé a través de un agente. No sacaré mucho por ninguna de vosotras. Pero tampoco creo que valgáis mucho."

Las llevaron a un antiguo almacén en Woolloomooloo. El edificio había sido renovado hacía pocos años. Había unas cuantas tiendas en la parte delantera del edificio que vendían antigüedades, y una sección en la parte trasera que vendía mujeres.

Lynne y Kristy salieron despacito de la furgoneta, todavía con sus minúsculos uniformes blancos de esclavas. Estaba oscuro, se encontraban en un callejón débilmente iluminado; las dos parecían muchachitas perdidas y asustadas.

"¿Dónde estamos?" Dijo Kristy nerviosa. Las dos mujeres se colocaron juntas. Con todo lo que se odiaban, todo lo que tenían ahora era cada una a la otra.

"Entrad aquí, Trev." Lynne y Kristy se sobresaltaron al oír la voz. Un hombre muy alto de mediana edad, con el pelo entrecano, mantenía abierta una puerta. Trevor empujó a las dos mujeres hacia él.

Las llevaron por un estrecho corredor precedidas por el hombre alto y escoltadas por Trevor. Sus manos se tocaban mientras caminaban, los dedos de Kristy se entrelazaron rápidamente con los de Lynne y las dos mujeres se cogieron de la mano mientras caminaban. Las metieron en una oficina grande y moderna y a regañadientes se soltaron las manos, pero todavía siguieron juntas, con los cuerpos en contacto. El Ama estaba sentada en un sofá, en un lateral de la sala, pero no dijo nada cuando la miraron.

"¿Cuánto espera sacar por ellas?" Dijo el hombre alto mientras cerraba la puerta y recorría con la mirada a Lynne y Kristy.

"Solo voy a vender a una de ellas." Dijo el Ama. "A esa." Señaló a Lynne. "Ven aquí, Kristy, échate aquí." El Ama señaló al suelo.

Kristy fue casi corriendo y se acurrucó en el suelo a los pies de su Ama. "Espero que esto te haya servido de lección, Kristy. Espero no tener que volver a traerte aquí."

"Seré una buena esclava, Ama." Dijo Kristy lamiéndole los zapatos al Ama. "Haré cualquier cosa por usted... cualquier cosa." El Ama le retiró la cabeza como si fuera un molesto cachorro, babeando sus costosos zapatos. Kristy apoyó la cabeza en el suelo y dejó una mano descansando sobre el zapato de su Ama. El rostro de Kristy resplandecía, el de Lynne estaba pálido. Durante un instante odió a la Mujer Rubia más de lo que había odiado nunca a nadie. 'Maldito chocho.' Renegó para sí misma. 'Te gusta más jodernos la cabeza que el cuerpo, jodida Zorra.'

Pero estas sensaciones eran efímeras y pronto pasaron. Lynne miró a Kristy, deseando ser ella la que estuviera acurrucada a los pies de la Mujer Rubia. Era a Kristy a quien odiaba realmente.

"No me gustas, Lynne. Nunca me has gustado." Dijo el Ama con frialdad. "Tu marido todavía tiene un sitio para ti, pero intento asegurarme de que te olvide muy rápidamente."

Esta vez Lynne hundió la cabeza avergonzada. No podía mirar a la Mujer Rubia. Lynne había hecho todo lo que podía por agradarla, pero realmente nunca la habría querido hiciera lo que hiciera.

"Y estoy segura de que Kristy ayudará a tu marido a olvidarte." Continuó la Mujer Rubia en el mismo tono frío. "Nunca has visto a tu marido con Kristy, ¿verdad Lynne? Se le ve muy... apasionado con ella. Muy apasionado. Pero últimamente está pasando mucho tiempo con Debbie, dudo que Kristy tenga muchas oportunidades de hacer sonreír a tu marido; pero estoy seguro que intentará pasar con Kristy la mayor cantidad de tiempo que pueda conseguir.

"Espero que mi marido encuentre placer con cualquier mujer que lo desee." Dijo Lynne desafiante. Mirando a los ojos a la Mujer Rubia.

"En la actualidad exmarido, ¿verdad, Lynne?"

"Sí, Ama. Mi exmarido." La voz de Lynne se fue apagando y volvió a mirar al suelo. Quería acabar rápidamente con esto.

"¿Cuántos años tiene?" Preguntó el hombre alto.

"Tiene 32 años, John."

"Los aparenta. Puede que tuviera más suerte vendiéndola en una de las tiendas de antigüedades." John se rió y el Ama sonrió. Kristy le echó una mirada de suficiencia que habría puesto enferma a Lynne si la hubiera visto. Pero no la miraría, no le daría a Kristy esa satisfacción.

"Enséñame que tienes que ofrecer." Dijo John mientras encendía un cigarrillo.

Lynne se quitó la parte de arriba y la falda y las mantuvo delante de ella. "No necesitarás más esto." Dijo John mientras se los quitaba y los tiraba al suelo.

"No está mal." Dijo mientras daba una vuelta a su alrededor mirándola. "Tetas grandes, bonitos pezones, un gran chocho húmedo; el culo está bien, no está mal de tipo. Y la cara tampoco está mal. Estoy seguro que puedo encontrar un comprador para ella. ¿Tiene pensada una cantidad?"

"No. Lo que puedas sacar por ella."

"¿Tiene un precio mínimo?"

"No. Puedes rebajarla lo que necesites. Solo quiero librarme de ella."

"¿Y sobre alquilarla o prestarla? No tiene nada especial. Podría llevar un tiempo venderla. También puede sacar algo de ella mientras esté aquí."

"Eso es perfecto, John; el tiempo que necesites para librarte de ella de forma permanente lo antes posible."

Lynne todavía estaba intentando entender lo que estaba pasando cuando una mano la agarró por detrás. "Ponla en la 11, Greg." Dijo John mientras se volvía de espaldas a ella.

Lynne no vio a la Mujer Rubia ni a Kristy mientras se la llevaban.

Greg es un hombre increíblemente feo: altura media, sobrepeso con el pelo rojo en fase de retroceso; y la cara roja, marcada por todos los cánceres de piel que había sufrido. Sacó a Lynne por una puerta distinta, bajaron por un corredor diferente y la metió en una habitación con el número 11 en la puerta.

Era como una pequeña habitación de motel. Una cama contra la pared, una tele enfrente, en la que se mostraba una película pornográfica, un armario ropero y un pequeño baño en un lateral.

"La luz de arriba se enciende." Dijo Greg señalando una luz roja en el techo.

"Y un timbre suena tres veces. A la tercera, tienes que sacar el culo allí fuera."

Señaló otra puerta en frente de la de entrada.

Lynne miró a la puerta, y luego otra vez a Greg. "¿Quieres que yo...?"

"Sí, por tu bien." Dijo Greg en tono fastidiado, como si tuviera que ser obvio para la estúpida puta que quería que saliera por allí ahora.

Lynne abrió la puerta y salió a un 'escaparate de exhibición', como los que hay en los grandes almacenes. Era pequeño, de unos 6x4 pies (2x1,20 metros), alfombrado y bien iluminado. Había fotos en color de mujeres en todo tipo de posiciones eróticas y repugnantes sobre las tres paredes, la del fondo y las laterales, y un grueso vidrio en la parte delantera.

Al otro lado del cristal había un amplio corredor embaldosado, como los de un paseo comercial o un centro comercial. Había escaparates idénticos enfrente, y más de ellos a los lados. Lynne pudo ver seis frente a ella cuando se acercó al cristal, y parecía haberlos más allá de donde le llegaba la vista.

"Tú te pones allí." Dijo Greg con voz condescendiente. "Encima de la 'X' grande, ¿entendido?"

"Sí, Señor." Dijo Lynne con todo el respeto que pudo. "Me pongo encima de la 'X' grande, Señor."

Para él solo era otra puta estúpida.

"Cuando suene otra vez el timbre vuelves adentro, y esperas para volver a repetir la jugada. ¿Entendido?"

"Sí, Señor."

Volvió a la habitación y Lynne le siguió. "Me gusta tener nuevo material." Dijo con una sonrisa enorme en su horrible cara. Lynne pensó que le haría que se la chupase, o que se doblase sobre la cama y le daría por el culo, o algo por el estilo. Pero no esperaba tener que besarle. Y tuvo que besarle apasionadamente, besos de plena lengua, y tuvo que mirarle mientras le besaba. Era tan feo que habría preferido con mucho chupársela. Pero le hizo que le desnudara despacito, Lynne se había olvidado de que ella ya estaba desnuda. Luego tuvo que follar en la cama con ella encima. Llevaba días salida pero tuvo que seguir besándole y mirándole mientras se la follaba y, aunque estaba muy húmeda, no pudo correrse besándole.

Cuando él estaba a punto de correrse le sacó la polla y se la meneó. La corrida le cayó sobre el estómago cubierto de pelo rojizo. Lynne tuvo que lamer hasta la última gota de su estómago. Se llenó la boca de pelos pero sonrió mientras lo hacía, y emitió los ruiditos 'Mmmm' correctos.

Cuando terminó con él le dijo que se diera una ducha y la observó mientras estaba en el baño. "Deja la puerta abierta." Tenía que orinar, así que tuvo que hacerlo con él mirando. Lynne se estaba acostumbrando a que la gente la viera mear y ahora casi le parecía normal.

"Vendemos en 'bruto'." Dijo Greg por encima del ruido de la ducha, mientras la veía lavarse con el jabón líquido de un dosificador que había colgado en la pared. "Esto significa sin ropa, ni maquillaje, ni joyas, ni uñas pintadas, nada. Hay batas negras en el armario. Al principio te pones una de ellas, te la quitas cuando salgas al escaparate. Si te lo piden."

"Entendido, Señor."

Cuando terminó de ducharse y se fue Greg, Lynne se tendió en la cama con una de las batas de seda negra, pensando en todo lo que había ocurrido.

Sus sentimientos respecto a la Mujer Rubia habían cambiado. No creía que en todo el tiempo hubiera tenido intención de quedársela. La expresión de sus ojos cuando dijo a Lynne que no le gustaba y que nunca le había gustado era auténtica. Lynne estaba segura de que la Mujer Rubia la odiaba, pero no podía entender por qué. Cuanto más lo pensaba más convencida estaba, y más confusa respecto al 'por qué' la odiaba la Mujer Rubia.

"Sientes 'algo' por mi marido, ¿verdad Zorra?" Se dijo a sí misma. Lo había sospechado todo el tiempo. Pero en todo caso ahora no importaba. Lynne todavía necesitaba seguir con esto, con o sin la Mujer Rubia.

Las películas pornográficas se emitían continuamente en la televisión frente a la cama. Una tras otra. No había forma de apagar la tele o bajar el sonido.

Lynne levantó la vista y vio a una mujer atada a un banco jadeando ruidosamente, mientras su Ama le colocaba pinzas de la ropa en los pezones y en los labios del chocho y luego por todo el cuerpo. La mujer tenía que contarlas cuando las pinzas mordían su piel. "23, Ama. Gracias, Ama." Gemía la mujer. Lynne no se dio cuenta de que se estaba tocando, hasta que un escalofrío de placer le recorrió el cuerpo cuando sus dedos tocaron el clítoris.

'Puta mala.' Bromeó Lynne consigo misma y rápidamente se soltó el cordón de la bata, la abrió, abrió las piernas y se acarició suavemente. La mujer de la tele tenía 50 pinzas enganchadas, incluida una en el clítoris. Su Ama las iba golpeando de forma aleatoria. La mujer gemía suavemente cuando le daba golpecitos en las pinzas, y gimió sonoramente cuando le golpeó la pinza del clítoris.

"Por favor, Ama, la del clítoris..." Los dedos de Lynne estaban manchados con sus jugos mientras veía a la mujer retorcerse en éxtasis. El orgasmo de Lynne se arrastraba por su interior, solo había estado tocándose suavemente pero llevaba varios días y su cuerpo no podía esperar más. Lynne deslizó su otra mano entre las piernas y abrió los labios para poder llegar mejor al clítoris. Se mordió el labio, se restregó el clítoris, y sintió que su orgasmo crecía con rapidez dentro de ella, mientras escuchaba a la mujer de la tele. Gritaba que se estaba corriendo, y Lynne también estaba a punto de correrse, cuando sonó un fuerte timbrazo una vez.

'Mierda.' Maldijo Lynne, estaba tan cerca. El timbre sonó una segunda vez. 'Mierda.' Lynne corrió al baño y se lavó los dedos pegajosos bajo el grifo. Su chocho afeitado estaba manchado con sus jugos, pero no había tiempo para lavárselo.

'Espero que a los compradores les guste un chocho húmedo.' Bromeó para sí mientras se ataba el cinturón de la bata y salía al escaparate, justo cuando el timbre sonaba por tercera vez.

'¡Mierda! Por favor, no me compren.' Dijo para sí cuando vio a la pareja que bajaba por el pasaje. Probablemente estaban solo al final de la treintena, pero era una mujer enorme, al menos la talla 26. Y él tenía barriga cervecera y el pelo gris. Había unas cuantas mujeres en los escaparates del pasaje de Lynne. La pareja miraba a algunas y luego dejó de verles. Estaban cerca del escaparate de su derecha. Luego se fijó en la mujer que estaba directamente frente a ella. Era joven, al comienzo de la veintena, pelo negro y guapa de cara. No era exactamente lo que Lynne diría una belleza, pero tenía una especie de aura misteriosa.

La pareja de gordos caminaba por el pasaje hacia ella. Lynne notó que había un cartel en la esquina del escaparate de la mujer. Decía que su nombre era 'Shannon'. Lynne miró hacia abajo y vio un cartel similar en su escaparate.

Luego miró hacia arriba y vio a Shannon quitarse la bata. Lynne se relamió los labios cuando vio lo que tenía Shannon bajo la bata. Era esbelta, con tetas pequeñitas y una franja estrecha de vello púbico entre las piernas. A Lynne le gustó lo que veía, le gustó mucho.

Luego la pareja se dirigió al escaparate de Lynne. Shannon estaba desnuda todavía, colocada justamente sobre su 'X'. "Es demasiado vieja." Dijo la mujer enorme mientras miraban al escaparate de Lynne. Lynne escuchaba su voz a través de un altavoz en algún sitio del techo. "Me gusta." Dijo el hombre. "Quítate la bata..." Miró el cartel de Lynne. "...Lynne."

Lynne se soltó el cinturón y la bata se deslizó. La mujer frunció el ceño y el hombre se encogió de hombros, y se fueron hacia el escaparate de la derecha del de Lynne. 'Mírate al espejo zorra gorda.' Se dijo Lynne para sí. No quería que la compraran pero no le gustó la forma en que la mujer había fruncido el ceño.

Lynne vio que Shannon la miraba y sintió que su chocho se estaba humedeciendo muy rápidamente. El timbre volvió a sonar. Lynne vio que Shannon la sonreía y le hacía una seña. Lynne le devolvió la sonrisa. Su mano temblaba mientras intentaba encontrar el pomo escondido en el panel trasero de su ventana. Volvió a mirar cuando lo encontró y abrió la puerta, Shannon se había ido.

Lynne se puso la bata y se tumbó de nuevo en la cama. Había dos mujeres en la tele haciendo el 69, gimiendo sonoramente mientras se chupaban y lamían mutuamente sus coños húmedos. Una tercera mujer estaba atada a la pared observándolas. Tenía las manos encadenadas, solo podía alcanzar la parte superior de la ingle cuando intentaba desesperadamente tocarse.

Había algo familiar respecto a la mujer encadenada a la pared. Lynne sabía que la había visto en algún sitio, solo que no podía recordar dónde. Pero sabía que estos vídeos eran reales. Lo que la gente hacía era real.

Lynne intentaba no mirar a las películas, no escuchar los ruidos que hacían las mujeres del vídeo, y no pensar en Shannon. Su mano se había deslizado subrepticiamente bajo la bata unas cuantas veces y había tenido que esforzarse en detenerla. El timbre podía sonar en cualquier momento. A duras penas le había dado tiempo la primera vez antes del tercer timbrazo. No sabía cual era el castigo por no estar en su escaparate cuando le tocaba, pero no iba a jugar a descubrirlo.

Las mujeres del vídeo gritaban escandalosamente, mientras llegaban juntas al clímax, y la mujer encadenada a la pared lloriqueaba patéticamente mientras intentaba desesperadamente unirse a las otras dos en su momento de éxtasis.

Lynne abrió la puerta de su escaparate y se asomó. Shannon estaba de pie en el suyo mirando hacia ella. Cuando vio a Lynne sonrió y deslizó una mano hacia arriba por debajo de su bata y la otra hacia abajo por la parte de arriba.

Lynne se mordió el labio mientras observaba como la joven se proporcionaba placer, y luego entró al escaparate.

Lynne y Shannon se observaron mutuamente mientras se masturbaban, las dos de pie y sin quitarse sus batas negras. Empezaron muy despacio, apenas tocándose suavemente, dejando que la pasión creciera.

Las dos mujeres copiaban lo que la otra hacía. Shannon miró directamente a los ojos a Lynne mientras se chupaba dos dedos y luego separó más las piernas para poder pasar la mano bajo la bata y deslizarse los dedos húmedos en su interior.

Lynne la observó y luego hizo lo mismo, se lamió los dedos, separó las piernas y se clavó los dedos en su coño húmedo. Las dos mujeres se toquetearon al unísono. Lenta, deliberadamente, deslizando los dedos dentro y fuera de sus cuerpos.

Lynne se pasó la otra mano por debajo de la parte de atrás de la bata y lentamente se acarició el exterior de su ojete. Shannon la miró y luego hizo lo mismo. Lynne vio que Shannon levantaba los otros dedos hasta su boca y lamía sus jugos, Lynne rápidamente empezó a chuparse sus propios dedos mientras se deslizaba lentamente un dedo dentro del culo.

Volvieron a ponerse los dedos entre las piernas y se acariciaron los clítoris. Al principio lentamente y luego cada vez más aprisa. Los ojos de Shannon se cerraron un instante y Lynne pudo sentir que estaba cerca.

"Espera." Solo pudo mover los labios simulando la palabra y esperar que Shannon entendiera. Así fue. Lynne empezó a acariciarse más rápidamente y Shannon más despacio. Se miraron mutuamente a los ojos, hablándose con ellos.

"¿Ahora?" Gesticuló Shannon, no podía esperar mucho más. Lynne asintió con la cabeza y rogó que el pequeño timbre no sonara ahora. Las dos mujeres alcanzaron juntas el clímax de esta forma. Mirándose mutuamente a través del amplio corredor. El orgasmo de Lynne fue intenso y sacudió hasta el último rincón de su cuerpo, pero no duró tanto como el de Shannon, y se acarició dulcemente mientras veía la expresión de la cara de la joven, e imaginó el tipo de ruidos que estaría emitiendo.

Las dos mujeres desaparecieron rápidamente, de vuelta a sus habitaciones, una vez que sus deseos hubieron sido satisfechos, intercambiando breves sonrisas de satisfacción antes de cerrar las puertas tras ellas. Las dos se sentían como colegialas desobedientes que acabaran de hacer algo muy atrevido. Lynne apoyó la espalda contra la puerta y se rió por lo bajo para sí misma.

Se lavó, se puso una bata limpia y se acurrucó en la cama. En la tele había una mujer de rodillas chupándosela a un hombre con otros hombres alrededor de pie mirando. Se la chupó a todos, siete en total, y recogió sus corridas en un vaso de vino de cristal. Luego se las tomó con glotonería con una pajita mientras jugaba con su cuerpo. Sonó el timbre.

Esta vez Lynne estaba en el escaparate antes de que sonara el segundo timbrazo. Miró a través del paseo y vio a Shannon sonreírle maliciosamente, Lynne le devolvió la sonrisa. Estuvieron allí un buen rato antes de que finalmente apareciera una mujer paseando ante sus ojos. Al menos parecía una mujer.

Lynne no estuvo segura hasta que la tuvo delante mirándola. Llevaba una camiseta de hombre sin sostén, vaqueros azules y botas de montar.

Tenía un casco de motorista bajo el brazo y una cazadora de cuero colgada al hombro. El pelo muy corto y los brazos cubiertos de tatuajes.

"Suéltate la bata, Zorra." Oyó la voz de la mujer por el altavoz encima de su cabeza y Lynne se desató la bata y la dejó deslizarse por su cuerpo. La mujer que la miraba pareció razonablemente impresionada con lo que Lynne tenía para ofrecer, pero se quedó mucho más impresionada con lo que tenía Shannon. No volvió a mirar a Lynne después de haber visto a Shannon.

El timbre sonó otra vez un instante después de que la mujer se hubiera ido. Lynne miró a Shannon. Parecía tan triste. Hizo una seña a Lynne e intentó sonreír, pero era una sonrisa fingida, forzada. Shannon no quería ser propiedad de una lesbiana camionera como la que acababa de comprarla. Pero Shannon no tenía nada que decir en ello. Lynne se tumbó en la cama pensando en Shannon y lo que la mujer que la había comprado haría con ella. Lynne sintió un remordimiento culpable de estar tan contenta de que la lesbiana motera hubiera comprado a Shannon y no a ella. Pero ese sentimiento se pasó pronto. Lynne no podía permitirse este tipo de sentimientos.

Se tumbó en la cama, la tele mostraba a una mujer azotada por otra mujer, y pensó en lo que le había ocurrido en los últimos dos meses. Había mucho en lo que pensar.

Este mundo suyo era un mundo cruel, angustioso, nunca estaría realmente a salvo. Solo podía vivir al día. La Mujer Rubia le había enseñado eso.

Lynne pensó en lo que la Mujer Rubia había dicho sobre Desley la noche que vendió a Kelly y Rebecca en las subastas.

"Desley no es tan joven o tan guapa como el resto de vosotras pero la pondría por delante de cualquiera. Es la única realmente obediente de todas vosotras. En todo el tiempo que la he tenido no ha dudado siquiera cuando se le ha ordenado hacer algo. Ni una vez, ni un solo instante. Su obediencia es infaliblemente instintiva e inmediata."

Y aún así la Mujer Rubia se había deshecho de Desley cuando Lynne la traicionó. La había dado a una mujer que la encerraría en un cinturón de castidad y la torturaría, negándole cualquier placer.

Ahora los sentimientos de Lynne hacia la Mujer Rubia habían cambiado. Lynne sabía que era posible que solo estuviera jodiéndola mentalmente otra vez cuando dijo todas aquellas cosas respecto a que nunca le había gustado y nunca le gustaría, y lo que había dicho de su marido. Pero Lynne supo por la expresión de los ojos de la Mujer Rubia cuando lo dijo que sentía lo que decía. Hasta la última palabra.

Lynne no entendía por qué, pero sabía que no valía la pena intentar entenderlo. Nada tenía sentido en aquel mundo de ellos. El timbre volvió a sonar.

Esta vez Shannon no estaba en su escaparate cuando dos hombres de traje bajaron por el corredor mirando a las mujeres en venta. Como mucha de la gente que venía a mirar a las mujeres, estaban solo 'viendo escaparates'.

Disfrutaban viendo a las mujeres como Lynne exhibidas, disfrutaban haciendo que se quitaran las batas, haciendo que se abrieran los labios, que se agacharan y separaran las nalgas, haciendo todo tipo de comentarios groseros sobre ellas, haciendo que se sintieran como viejas fulanas sin valor.

Lynne había perdido la cuenta de las veces que había oído el timbre y se había colocado en el escaparate. Le habían dado de comer unas cuantas veces. Una bandeja deslizada por una pequeña abertura en la parte de abajo de la puerta. Arroz, agua y fruta. Era todo lo que comería ahora.

Una voz procedente del altavoz del techo le decía cuando comer, cuando ducharse y cuando dormir. Lynne obedecía a la voz.

Estaba tumbada en la cama, recién duchada, con una bata limpia y viendo la tele. Se veía en el suelo a los pies de la Mujer Rubia, acariciándose frenéticamente entre las piernas. No le produjo sorpresa o sobresalto que estuvieran poniendo la cinta de ella masturbándose para su Ama. Ya había poco que pudieran hacer para impresionarla. La habían condicionado para esperar lo inesperado, le había llevado un tiempo aprender la lección y aceptarlo. Pero ahora ya lo había hecho. Se sintió humedecer de nuevo mientras veía como se corría.

Su cuerpo respondió aún más cuando vio a Kristy masturbarse para el Ama. Luego aparecía Debbie en el suelo, gimiendo en alto mientras se acariciaba y se corría, hecha un montón tembloroso, en el suelo, a los pies del Ama.

"También lo hicieron contigo." Se dijo Lynne a sí misma tranquilamente mientras veía a Debbie acariciarse el coño afeitado.

Una vez más no se sorprendió gran cosa. Sabía que su marido siempre había encontrado atractiva a Debbie, pero Lynne nunca pudo entender realmente por qué. Debbie era delgada, con pelo largo castaño claro. Sus tetas eran bastante pequeñas, pero tenía unas piernas bonitas y un trasero precioso. Pensaba que Debbie tenía una belleza bastante normal.

"No hay nada particularmente destacable en ti." Dijo Lynne a la pantalla con un rastro de envidia. Era la forma en que hablaba la gente de este mundo. Lynne se estaba haciendo cada día más como ellos, no percibía estos cambios sutiles en ella misma, pero los otros sí.

"¿Cuánto tiempo ha estado él jugando contigo?" Le dijo Lynne a la pantalla mientras miraba como se corría Debbie. "¿Durante cuanto tiempo ha estado mi marido 'condicionándote'? ¿Cuánto tiempo le ha llevado meterte en esto?"

"Gracias, Ama." Jadeó Debbie, con los ojos todavía cerrados, los dedos todavía enterrados en su interior, su cuerpo recorrido todavía por oleadas de placer.

"Eres una putilla bastante atractiva, Debbie." Dijo la Mujer Rubia mientras empujaba a Debbie con el pie hasta ponerla de espaldas. "Pero tienes la voz más molesta e irritante de todas las fulanas que he conocido. No hables nunca más en mi presencia. Nunca. ¿Entendido, puta?"

Lynne vio que Debbie empezaba a responder y la vio retenerse a tiempo. Debbie levantó la vista hacia la Mujer Rubia, de pie sobre ella y asintió: "Sí."

Sonó el timbre.

Paula tenía aire de suficiencia, mientras se encaminaba hacia el escaparate de Lynne. Lynne sabía que sería una experiencia humillante, y sabía que disfrutaría con ella.

"¿Y puedo alquilarla solo para algunas noches?" Oyó la voz de Paula a través del altavoz del techo.

"Sí." Contestó John al tiempo que aparecía a la vista. "Justin me llamó antes. La anotaré en su cuenta y puede llevársela con usted ahora. Su propietaria está de acuerdo. Puede tenerla durante el fin de semana. Solo necesito que se pase por la oficina y se haga cargo de algún papeleo."

Lynne nunca había querido admitir lo atractiva como mujer que resulta Paula, pero ahora no tenía sentido negar lo evidente. Alta, delgada, pelo rubio. Paula era una mujer bella. No tan impactante como Cherie, pero no muy alejada de ella en cualquier caso. Greg sacó a Lynne al callejón posterior y la metió en la parte de atrás del pequeño BMW rojo de Paula. Lynne todavía estaba desnuda, se tumbó en el asiento trasero y esperó.

Se preguntaba como la recepcionista de un médico se podía permitir un BMW.

Paula la miró por la ventanilla lateral. La sonrisa de suficiencia todavía en la cara. "Siéntate, zorra." Dijo mientras se colocaba en el asiento del conductor.

"Sí, Señorita." Contestó Lynne con suavidad.

"Ama." Le dijo Paula con brusquedad, mirándola por el retrovisor. "Llámame Ama, putilla."

"Sí, Ama." Los ojos de Lynne se encontraron con los de Paula en el espejo. Lynne pudo hacerse cargo de lo mucho que iba a disfrutar Paula teniéndola el fin de semana.

Lynne se sentó en el asiento trasero, desnuda, mientras cruzaban la ciudad y bajaban por Southern Cross más allá del aeropuerto. La gente de los coches cercanos la miraba, sabía que podían verle las tetas. Sabía que los conductores de los camiones podían verla toda entera. Lynne se limitó a mirar hacia delante, sin darse por enterada de los gritos y silbidos de los coches y camiones cercanos.

Paula se aseguró de que les pillaran todos los semáforos rojos que pudiera.

Para cuando torcieron para salir de la Princess Highway por Ellis Street el asiento bajo Lynne estaba mojado y pegajoso.

Conocía esta parte de Sylvania Waters, su marido tenía un amigo que vivía en Murray Island. Las casas aquí valían millones. Lynne se estaba preguntando como podía Paula permitirse vivir en un sitio como este, cuando se metieron por el acceso a una casa enorme, ultramoderna, de cemento enlucido y cristal.

El jardín delantero estaba acondicionado con mucho gusto y mantenido meticulosamente. Había cinco puertas giratorias al final del camino, Paula pulsó un botón del salpicadero y una de las puertas giratorias se abrió y entraron.

Paula se puso furiosa cuando vio la mancha en el asiento donde Lynne había estado sentada. "Límpialo, sucia puta." Le gritó. Lynne intentó lamer sus jugos del asiento pero era un material tipo terciopelo gris y su saliva solo conseguía hacer más notoria la mancha. "No es mi coche, jodida zorra. Ahora has esparcido el jugo de tu chocho por todo el asiento." Ahora Paula parecía más preocupada que enfadada. Agarró un trapo de un banco de trabajo y se lo tiró a Lynne mientras trataba de limpiar desesperadamente el asiento con la lengua.

"Límpialo." Le gritó Paula. "Limpia tu apestosa porquería del puto asiento. ¡Mierda!" Lynne agarró el trapo e intentó quitar la mancha. Paula se quitó el zapato y golpeó con él a Lynne en el culo desnudo mientras intentaba limpiar el asiento.

"¡Jodida puta sucia!" Gritó Paula mientras la golpeaba con el zapato. Lynne se sintió como un perro que se hubiera meado en una alfombra cara. Paula estaba casi frenética mientras golpeaba una y otra vez a Lynne con el zapato.

"Lo siento, Ama." Gruñó Lynne mientras el zapato de Paula seguía clavándosele en el trasero.

"Soy solo una puta salida con el chocho sucio. Siempre dejo una mancha donde me he sentado." Paula de repente dejó de golpearla y le dijo que saliera. Miró la mancha del asiento otra vez y otra vez empezó a maldecir.

Lynne se preguntaba de quien sería el coche y por qué Paula había 'perdido los papeles' de la forma en que lo había hecho. Su comportamiento parecía irracional, descontrolado. Paula buscó a tientas en un juego de llaves intentando encontrar la adecuada para abrir la puerta. Era obvio que no vivía allí. Lynne no estaba segura de lo que iba a pasar, pero se sentía muy incómoda con Paula. Esperaba que no fuera a estar sola con ella todo el fin de semana, esperaba que hubiera más gente alrededor.

El interior de la casa era magnífico. Un estilo diáfano con muchos niveles, techos inclinados, suelos de madera, muebles y alfombras caros, alumbrado de alta tecnología y obras de arte moderno en las paredes. Había una cubierta con vistas panorámicas sobre Gwawley Bay.

Paula volvió a tantear con las llaves y abrió la puerta que daba a un rellano con una escalera de caracol que descendía a la oscuridad inferior. Lynne la siguió escaleras abajo, otra puerta, otra llave que Paula tuvo que encontrar en el llavero y luego cerró la puerta tras ellas.

"Puedes gritar todo lo que quieras aquí. Nadie te oirá." La voz de Paula era distinta ahora. Lynne sintió que el pulso se le aceleraba mientras la sala era bañada lentamente por una luz cálida y suave. Era una mazmorra. Había potros y postes de flagelación y aparatos de tortura, y una jaula en el rincón en la que parecía vivir alguien.

Lynne miró a Paula. Ahora también su cara resultaba diferente. La expresión de pánico al ver la mancha que había dejado Lynne en el asiento había desaparecido.  La mirada de los ojos de Paula provocó que un escalofrío helado de miedo y excitación recorriera el cuerpo de Lynne.

Paula ató a Lynne al poste de flagelación y la dejó sola en la mazmorra. Cuando volvió estaba vestida con pantalones y sostén negros de látex y botas altas ceñidas de cuero negro. A Lynne le encantó el aspecto de Paula. Todo aquel látex y cuero negros, con su hermoso y largo pelo rubio cayéndole por la espalda. Tenía tan buen aspecto como el que siempre mostraba la Mujer Rubia. Tal vez mejor.

Paula pasó mucho tiempo torturando a Lynne. La flageló, la ató tumbada y le dejó caer cera de vela fundida. Le colocó pinzas, como en el vídeo que Lynne había visto en su sala de las instalaciones del Agente. El cuerpo de Lynne estaba enrojecido y marcado y bañado en sudor para cuando terminó de torturarla.

Paula la hizo ponerse a cuatro patas y decirle lo hermosa que era.

"Es usted la mujer más impresionante que he visto en mi vida, Ama." Gimió Lynne mientras lamía las botas de Paula. "Una fulana como yo no merece lamer sus botas, Ama. Es usted tan hermosa. Podría correrme con solo mirarla."

Lynne bañó a Paula mientras estaba tumbada en un lujoso baño fuera de la mazmorra, todo el tiempo diciéndole lo hermosa que era. Lynne siempre la había odiado, siempre pensó que era una zorra estirada y pretenciosa. Pero nunca se había percatado de lo narcisista y vanidosa que era Paula. Cómo adoraba que le dijeran lo guapa que era. Cuanto se excitaba con ello.

"Su piel es tan suave, Ama." Dijo Lynne mientras pasaba con delicadeza una esponja rosada por los hombros de Paula. "Me pongo tan húmeda solo con mirarla, y mi chochete de puta gotea solo con verla desnuda, Ama, con que se me permita el honor de bañarla. Espero que mi sucio chocho de puta no manche el suelo, Ama."

Paula estaba jugando con su cuerpo. Lynne podía ver su mano bajo el agua acariciar suavemente el montecillo rubio entre sus piernas.

"Es usted absolutamente espléndida, Ama. Sus pechos son increíbles" Paula gimió suavemente. "Su cuerpo es magnífico, Ama." Paula gimió más alto esta vez, tenia los ojos cerrados y su mano se movía más rápidamente entre sus piernas. Lynne sumergió la esponja en el agua caliente y la pasó lentamente por los pechos de Paula. "Es usted guapa, Ama. Tan increíblemente guapa. Me gustaría parecerme a usted, Ama. Daría cualquier cosa por parecerme a usted. Es usted la fantasía en mujer de cualquier hombre hecha realidad. Es usted lo que cualquier mujer le gustaría ser. Es usted tan hermosa, Ama."

Paula gritó y se retorció en el agua gimiendo y gruñendo en alto, mientras se corría escuchando a Lynne decirle lo hermosa que era. Estuvo todo el tiempo con los ojos cerrados, quería concentrarse en la voz de Lynne mientras le decía lo hermosa que era.

Lynne pensaba que el orgasmo de Paula no acababa nunca, cada vez que parecía desvanecerse volvía a la carga, aún con más furia que antes. Al final Paula apartó a Lynne y dejó escapar un suspiro largo y profundo.

"Puedes correrte mirándome, puta." Dijo Paula mirando a Lynne de espaldas en el suelo. "Siéntate allí."

Lynne se sentó en el váter en la esquina del baño con las piernas muy separadas y los dedos profundamente metidos dentro de ella. Vio a Paula levantarse y secarse con una esponjosa toalla rosa.

"No te corras todavía, puta." Dijo Paula mirando a Lynne.

"No, Ama." Jadeó Lynne, "Nunca me correría sin su permiso." Paula dejó a Lynne así y cuando volvió llevaba el uniforme blanco que se ponía como recepcionista de Justin. Tal y como estaba todas las veces en las que la había mirado por encima del hombro a Lynne y la había tratado como si fuera tonta.

"Tienes razón, puta." Gruñó Paula. "No mereces ni lamerme las botas. Pero te dejaré que te corras mirándome. Sé que te has corrido pensando en mí muchas veces antes."

"Gracias, Ama." Jadeó Lynne. "Me he corrido pensando en usted antes, Ama."

"Llámame Paula."

"Oh, dios... Gracias, Paula. Una puta barata como yo no merece llamarla por su nombre, lo sé, pero llamarle por su nombre me pone tan húmeda... Pienso en usted y juego con mi cuerpo todo el tiempo, Paula. No soy nada comparada con usted, lo sé. Pero me excito pensando en usted todo el rato, Paula."

Lynne gimió sonoramente. El sonido de sus dedos deslizándose dentro y fuera de su húmedo chocho resonaba en el baño. "Todo el tiempo fantaseo sobre usted, Paula. Finjo que estoy en la clínica y que usted está tras la mesa de recepción, vestida de la forma en que está ahora. Se la ve tan bien así, Paula, tan caliente."

Lynne gimió y echó la cabeza atrás. "En mi fantasía, es tarde y no queda nadie allí y le pregunto si quiere que vayamos a tomar una copa o una taza de café. Usted dice que una mujer como usted no toma copas con un puta barata como yo. Pero que podría dejarme que le lamiera el ojete." Lynne gruñó sonoramente, su respiración se había vuelto pesada y errática.

"Caigo de rodillas y gateo hasta el otro lado de la mesa de recepción y me arrodillo a sus pies y le suplico que me deje lamerle el ojete. Al principio usted dice que no. Pero luego se levanta y se inclina sobre la mesa de recepción y dice: 'Vale, putilla, puedes lamerme el ojete solo por esta vez, pero deja de joderme y de andar pululando a mi alrededor todo el tiempo.' Yo digo: 'Sí, dejaré de joderla y de andar a su alrededor', pero no es eso lo que quiero decir. Seguiré buscando excusas para venir, para poder verla. Venir a verla."

Ahora Lynne estaba cerca. Paula la miró mientras se revolvía en el baño con tres dedos metidos dentro de ella y la otra mano acariciándose el clítoris.

"Se la ve tan caliente con su uniforme blanco, se la ve tan caliente en todo. Pero estoy en el suelo y puedo ver por debajo de su vestido. Podría correrme con solo mirar por debajo de su vestido... Avanzo la mano y le bajo las medias y las bragas y empiezo a lamerle el ojete." Lynne gruñó en alto y se corrió, gimiendo ruidosamente, retorciéndose sobre el váter y gritando:

"Le lamo el agujero del culo, Paula... Me corro lamiéndole el ojete, Paula..." Lynne gruñó una vez más mientras le golpeaba la última intensa sacudida de placer y luego lloriqueó suavemente cuando su orgasmo se disipó. "Gracias Paula..." Paula arrastró a Lynne fuera del váter y la sacó por la puerta y la llevó a la mazmorra y luego salieron por la escalera de caracol. Lynne todavía tenía la respiración agitada, sus piernas estaban débiles y temblorosas. No sabía si podría subir las escaleras. Paula la metió en el maletero del BMW rojo. Estaba oscuro y era difícil respirar. Había vapores de gasolina que hicieron llorar los ojos de Lynne. El coche arrancó y luego se paró.

"¿Estás bien, Lynne?" Dijo Justin mirándola.

"Sí, Señor." Dijo Lynne, confusa con lo que estaba pasando. Paula estaba de rodillas junto a Justin. "Lo siento Amo. No sabía. Por favor, perdóneme..." Paula tenía lágrimas en los ojos mientras pedía clemencia.

"Me he dejado llevar demasiado por ti, Paula. He dejado que olvides qué eres. Eso fue una equivocación. Una equivocación que intento corregir."

"Amo, por favor... Lo siento..."

La esposa de Justin volvió a llevar a Lynne de vuelta con el Agente en Woolloomooloo. Le dejó que se tumbara en el asiento trasero. Miró a Lynne por el espejo, siempre le había gustado Lynne, desde cuando era una Lynne muy diferente. Podía ver la confusión en su rostro. "Ya hace varios años que tenemos a Paula. Justin le dio permiso para usarte el fin de semana como recompensa. No creo en recompensar a las esclavas, Justin sí, es demasiado blando con ellas. Pero Paula no iba a usarte en la mazmorra. Ella lo sabía. No está entrenada en como flagelar a una mujer sin hacerle daño. Pero la putilla no pudo aguantarse una vez que te tuvo para ella. Paula lamentará lo que hizo hoy durante mucho tiempo." El resto del viaje transcurrió en silencio.

Una comida a base de arroz y agua la estaba esperando cuando volvió y le dieron permiso para ducharse y dormir. No tenía ni idea de cuanto tiempo había estado fuera, no tenía ni idea de que día era ni de que hora era. Pero era otro aspecto de ser esclava al que se empezaba a acostumbrar. El timbre sonó y Lynne salió a su escaparte con la bata negra. Sonrió cuando vio la expresión del rostro de Paula mientras se situaba en el escaparate de enfrente, el escaparate en el que había estado Shannon. Paula no le devolvió la sonrisa cuando vio a Lynne mirarla. La expresión de Lynne cambió cuando vio a su marido bajando por el corredor, llevaba a Debbie con una correa, detrás de él y con la cabeza inclinada. Llevaba un minúsculo uniforme blanco de esclava.

Lynne vio a su marido acercarse al escaparate de Paula. La vio desnudarse para él, la vio darse la vuelta y doblarse para él. Lynne vio la sonrisa en la cara de su marido. Le gustaba lo que veía cuando miraba a Paula. Sus ojos se encontraron un momento con los de Lynne y Lynne se sintió de repente muy sola. Era como si no la reconociera, como si no la conociera, como si nunca la hubiera conocido.

La cabeza de Lynne se hundió un minuto. La Mujer Rubia le había dicho que se aseguraría de que su marido olvidase pronto todo lo que se refería a ella. Ya tenía a Debbie para jugar, y a Kristy, y ahora también a Paula.

"Quítate la bata." Lynne levantó la vista y vio a una pareja delante de su escaparate. Sin tener que pensarlo se desató el cinturón y dejó que la bata cayera al suelo. Exhibirse para otros era ahora una cosa muy natural, casi instintiva para Lynne.