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Jugando con Yvette Cap. 4

en Dominación

CAPÍTULO 4.

Yvette tenía el aspecto que yo quería que tuviera cuando volvió a la tienda. Un cuadro de la inocencia vestida de blanco. Sus manos se movían nerviosamente delante de su entrepierna mientras me esperaba. Un hombre de mediana edad vestido con un traje caro me pagaba las fotos de la fiesta del decimosexto cumpleaños de su hija.

"Mira que es fea tu jodida hija." Me dije para mí mismo mientras le devolvía el cambio. Había visto a Yvette entrar en la tienda y le había estado echando miradas subrepticias mientras me pagaba y esperaba la vuelta.

"Es una prostituta, Paul." Dije sin darle importancia. En su rostro se formó una amplia sonrisa de suficiencia y se volvió a mirarla. "Ven aquí." Le dije a Yvette. Se desplazó lentamente, sin ganas, hacia nosotros, sus ojos dando vueltas por la sala sin saber realmente adonde mirar.

"¿Cuál era tu nombre?" Pregunté cuando Yvette estuvo al lado del hombre que pensaba que era un prostituta.

"Jane." Replicó rápida y nerviosamente Yvette.

"Es verdad. Di hola a Mr. Walters, Jane." Yvette se esforzó en sonreírle. "Hola Mr. Walters." Casi podía sentir su odio hacia mí, pero era todavía pronto en nuestra relación. Confiaba en que Yvette llegaría a odiarme aún más cuanto más durase aquella.

"Jane está un poco plana, pero tiene un buen culo."

"Hola Jane." Dijo mientras le daba una palmada a Yvette en el culo.

"Además es barata." Añadí. "¿Quieres su teléfono?"

La miró de arriba abajo y pensó en ello un momento y luego movió la cabeza. "No gracias. Me gustan más jóvenes, si voy a pagar por ellas."

Los ojos de Yvette se inflamaron de repente, mirándole. "No te sientas ofendida, Jane." Añadió dándole una nueva palmada en el culo. "Nunca lleva bragas. ¿Verdad, Jane? Muéstraselo." No esperaba que lo hiciera, al menos en una fase tan temprana de nuestra relación, pero la estúpida perra lo hizo. Miró nerviosamente a la puerta de la tienda y luego se pasó la mano por debajo y se levantó el dobladillo de su vestido blanco hasta la cintura.

Se había vestido exactamente como le había dicho. Zapatos blancos de tacón alto, y medias de seda blanca sujetas por las tiras de un liguero blanco de encaje. Y, como Paul y yo podíamos ver claramente, sin bragas. También se había arreglado; su vello púbico era ahora solo una delgada franja que bajaba hasta su raja.

"¡Mierda! ¡No lleva bragas!" Sus ojos estaban clavados en su coño recién afeitado, los ojos de Yvette estaban clavados todavía en la puerta de la tienda. Se mordió el labio inferior y su rostro se volvió carmesí mientras estaba allí de pie, sujetándose el vestido en alto, exponiendo su sexo a un extraño.

"Está bien, Jane." Le dije a Yvette mientras un rastro de humedad parecía dar brillo a los labios de su coño. "Es suficiente, empezarás a cobrarnos en cualquier momento."

Yvette volvió a bajarse rápidamente el vestido y se cubrió, parecía aliviada, por un momento pensé que iba a darme las gracias.

Todavía no se había cerrado la puerta tras él cuando ya Yvette estaba preguntándome que número de teléfono le habría dado, casi exigiendo que se lo dijera. La dejé que desahogara su rabieta y luego tiré algunas copias de sus fotos al suelo de la tienda. "¿Preferirías que le hubiera dado éstas?"

La rabieta terminó repentinamente cuando se arrodilló y se puso a recoger frenéticamente sus fotos que estaban ahora esparcidas por todo el suelo. "No vuelvas a hablarme en ese tono." Le dije con frialdad mientras tiraba al aire otra foto y observaba como flotaba por la habitación. Cerré con llave la puerta y puse el cartel de 'Cerrado' en la ventana. Todavía estaba Yvette embutiendo las fotos en su bolso cuando me dirigí a mi oficina.

Estaba sentado tras mi mesa cuando Yvette entró dócil y sigilosamente en la habitación y se colocó delante de mí. Se había puesto bastante nerviosa y la frente le brillaba con gotas de sudor. Me di cuenta de que su mirada se dirigía a la pared por encima de mí. Apartó la mirada rápidamente cuando vio su foto de 24x24 pulgadas (unos 65x65 cm) allí colgada. Pero era una foto distinta de la que estaba allí aquella mañana. En ésta tenía el consolador rojo metido en el culo. Estaba pensando lo que yo quería que pensara: "¿Cuántas copias como ésta tendrá? ¿Cuántas habrá ampliado y enmarcado?"

"Pareces una ramera, Yvette. Quería que te vistieras de blanco puro y virginal, pero no hay nada de puro y virginal en ti. ¿A qué edad perdiste la virginidad, Yvette? A los 11... 12..."

"¡A los 17!" Dijo enfadada. Se arrepintió de haber abierto su estúpida boca de puta en el mismo instante en que las palabras se escaparon de sus labios. Dejé que se avergonzara de su propia estupidez durante un instante y luego dije tranquilamente:

"Está bien, prefieres meterte cosas grandes de plástico tú misma. ¿Con qué otras cosas te gusta follarte, Yvette? ¿Velas... Botellas... Bates de béisbol? Podrías meterte la parte gruesa de un bate de béisbol en ese agujero tuyo. ¿Tienes más fotos que quieres revelar, Yvette?"

Sus ojos cayeron al suelo mientras una nueva oleada de vergüenza la invadía. Parecía una línea divertida de conversación, así que le dije que me mirara y dije: "Te he hecho una pregunta, puta."

"Solo consoladores y vibradores. Siempre he usado solamente consoladores y vibradores." Su voz y su aspecto resultaban patéticos.

"¿Por qué te levantaste el vestido ahí fuera para enseñarle a ese tío lo que te habías hecho entre las piernas? De paso debo decir que ha sido un buen trabajo de maquinilla. No te cortaste nada que necesites, ¿verdad?"

"Lo hice porque usted me lo dijo." El tono de su voz y la expresión de su cara no cambiaban. Obviamente no estaba disfrutando con nuestra conversación. Me levanté y rodeé la mesa y me coloqué delante de ella. La miré a los ojos mientras le copaba suavemente las tetas con mis manos.

"No quieres realmente ver estas fotos tuyas esparcidas por todo el lugar, ¿verdad, Yvette?"

"No, no quiero." Dijo evitando de nuevo mis ojos. Me limité a quedarme allí un rato mientras le acariciaba las tetas y disfrutaba con el aspecto de humillación de su rostro.

"Cuando hablaste de pagarme por las fotos ¿en qué cantidad estabas pensando, Yvette?" Su cabeza giró en redondo y me miró. "¿Cuánto quiere?" Se le habían encendido los ojos y la voz tenía un tono de excitación casi infantil. Me encantó la forma en que la cabeza y los hombros se desplomaron cuando vio la sonrisa de mi cara.

"Ya sabes lo que tienes que hacer, Yvette." Le susurré suavemente al oído, disfrutando del olor de su perfume y de cómo se encogía su cuerpo. Me di la vuelta y me senté en la silla, tras la mesa, y observé como Yvette se levantaba el vestido por encima de la cintura.

"De rodillas esta vez, puta. Arrástrate hacia mí de rodillas."

Me miró con aquellos ojos fríos, llenos de odio, y luego miró a la puerta, vi. como se lo pensaba un segundo o dos antes de rendirse y echarse al suelo. Se colocó el vestido a la espalda y se arrastró hacia mí a cuatro patas.

"Por favor, azóteme el culo desnudo, Señor." Dijo con suavidad, con los ojos otra vez fijos en el suelo.

"Levántate y muéstrame otra vez lo que hay bajo tu vestido, puta."

Tragó saliva y dejó la mirada perdida en el vacío mientras se ponía en pie ante mí, sujetándose la parte delantera del vestido por encima de la cintura, su coño a solo unos pocos pies de mi cara. Tomé la regla metálica y se la pasé por el interior de los muslos.

"No te consideras una puta, ¿verdad? Di la verdad, Yvette."

"No Señor, no me considero una puta." Había en su voz más que un rastro de amargura.

Me eché hacia atrás en la silla y la miré. "Bien, Yvette. Habría pensado que una mujer que se coloca en medio de una tienda y se levanta la falda para enseñar su coño recién afeitado a un extraño era una puta. Habría pensado que una mujer que suplica a un hombre al que apenas conoce que la azote el culo desnudo era una puta. Es obvio que tenemos diferentes definiciones de lo que es una puta." Paseé la regla subiendo por el interior de sus muslos y por encima de su coño.

"¿Qué es lo que eres, Yvette?"

"Soy una puta, Señor." Esta vez no hubo vacilación. Pero se estaba limitando a decir lo que pensaba que yo quería oír. Todavía no se consideraba a sí misma una puta. Estaba siendo forzada a hacer todas estas cosas. Era como ser violada. Era una víctima. Así era como Yvette quería verse a sí misma.

Subí la mano por sus piernas y solté suavemente las tiras del liguero que sujetaban las medias. "Tienes un bonito coño, puta. Unos bonitos labios del coño, un gran clítoris."

"Gracias, Señor." Se esforzó en decir, mientras le palmeaba los muslos con la regla metálica.

"Quieres que te toque el coño, ¿verdad, puta? Quieres que te acaricie ese gran clítoris tuyo."

"Sí. Sí Señor. Hágalo." Mintió con voz temblorosa.

"Bien. Yo no quiero tocar tu sucio coño, Yvette. No quiero meter cosas en tu gran coño. Te dejaré eso a ti, y por las fotos que he visto, eres muy buena en eso."

A Yvette le gustaba cuando hablaba de su coño. Podía notar que le gustaba y yo sabía que ella podía sentir la manera en que su cuerpo la había avergonzado.

"¿Te gusta cuando hablo de tu coño, Yvette?" Le pregunté cuando sus ojos se cruzaron con los míos. "¿Te gusta cuando hablo de tocarte el coño, te gusta cuando hablo de clavar cosas grandes en tu gran coño?"

"Sí Señor, me gusta." Ella quería pensar que estaba mintiendo otra vez, pero esta vez no mentía.

"Es por eso por lo que se te está humedeciendo el coño, ¿verdad?" No pudo contestarme. No podía admitir lo que le estaba sucediendo. No le hice que me contestara, la expresión de su cara lo decía claramente.

"Bien, puedes meterte cosas en el coño cuando vayas a casa, Yvette. Hay otras cosas que quiero que hagas. ¡Ahora sube aquí tu culo de puta!"

Rápidamente se tendió en mi regazo aliviada de que no siguiera más con el tema de su coño. Luego oí que se le cortaba la respiración cuando vio en el suelo lo que tenía para ella.

Le pasé la mano por el culo y admiré un instante la marca roja que le había tatuado. "Pásame la paleta, Yvette."

La paleta de cuero negro estaba en el suelo junto a mi silla, justo debajo de donde sabía que estaría su cara cuando se tendiera en mi regazo. Le temblaba la mano mientras la bajaba y la recogía e hizo otro sonido quejumbroso cuando vio su otro lado; el lado recubierto totalmente con incrustaciones de metal plateado.

"¿Con que quieres que te azote, Yvette?"

"Con su mano, Señor." Dijo, sabiendo que no era la respuesta adecuada.

Maldijo en voz alta cuando la regla le golpeó en la cara interna del muslo. "¿Con que quieres que te azote, Yvette?"

"Con esto." Se esforzó en decir mientras me alzaba la paleta.

"¿Quieres que te azote con la paleta, puta?" Volvió a maldecir cuando la regla volvió a golpear en el mismo sitio tierno de su muslo.

"Sí. Sí, por favor, Señor." Dijo entrecortadamente. "Quiero que me azote con la paleta, por favor."

"Bésala, Yvette." Dije, viendo como le temblaba la paleta en la mano. Se la llevó a la boca y la toco precipitadamente con los labios. Arqueó el cuerpo y echó la cabeza hacia atrás y gruñó cuando la regla golpeó en el mismo punto por tercera vez. No necesitó más explicaciones sobre lo que se le exigía. Empezó a besar la paleta rápidamente, casi con pasión.

"Así se comporta una buena chica. Ahora lámela."

Su lengua dejó un rastro de saliva cuando la pasó sobre la piel negra de la paleta. Le dio la vuelta e hizo lo mismo por el lado de las incrustaciones. "Ahora chupa el mango, chúpalo como haces con ese gran consolador tuyo."

Pasé la regla a lo largo del interior de su muslo, volvió a mirarme por encima del hombro durante un instante y luego rodeó con la boca el mango de la paleta y lo chupó y lamió justamente de la forma que yo quería.

"Elige un número entre 50 y 100, Yvette." Dije, mientras miraba al mango deslizándose fuera y dentro de su boca.

"51." Dijo deslizando el mango fuera de la boca el tiempo justo para decirlo. "Una chica lista." Dije sonriendo. "Ahora pásame la paleta."

Volvió a sacarse el mango de la boca y me lo pasó por encima de su hombro. "Después de cada palmetazo en tu culo me darás las gracias, y me dirás cuantas más quieres. Si pierdes la cuenta empezaremos de nuevo. Si no hablas con delicadeza empezaremos de nuevo. Si pones las manos en la trayectoria, como hiciste esta mañana, empezaremos de nuevo. Si tardas demasiado en pedirme la siguiente empezaremos de nuevo. ¿Lo entiendes, puta?"

"Sí Señor, lo entiendo." Dijo con una amabilidad sorprendente mientras se preparaba para la primera. Restregué lentamente el lado liso sobre su culo y luego el lado con las incrustaciones. Para cuando termináramos conocería la diferencia.

Sus ojos se cerraron con fuerza y su boca se abrió mucho cuando las incrustaciones mordieron su piel en el segundo golpe. Pero de nuevo no hizo ningún ruido.

"Gracias Señor. Azóteme el culo 49 veces más, por favor."

Era una perrita testaruda. Sabía que tenía que someterse a cualquier cosa que me apeteciera aplicarle, ambos sabíamos que no tenía elección. De modo que había decidido intentar desafiarme de otra manera. Iba a intentar aguantarlo. Quería negarme el placer de ver cuanto me odiaba por lo que le estaba haciendo.

Lo hizo bien durante un rato. El culo se le estaba poniendo rojo ardiente y cubriendo con pequeñas marcas que dejaban las incrustaciones, pero no había emitido otros sonidos que las peticiones amables del siguiente.

"Gracias Señor. Azóteme el culo 33 veces más, por favor."

Sabía que ella creía que lo estaba consiguiendo. De modo que seguí azotándola justo con la dureza suficiente para que empezara a creer realmente que podría soportarlo. "Gracias Señor. Azóteme el culo 27 veces más, por favor." Estaba casi a medio camino y yo sabía que ahora se había auto convencido de que podría soportarlo.

Sujeté la paleta delante de su cara. "Sabes que tienes que hacer, Yvette." Vaciló y nuestros ojos se encontraron un instante cuando me miró por encima del hombro. Una mirada de humillación y asco. Pero lentamente su lengua salió de la boca y lamió la paleta de cuero.

Yvette me vio recoger la regla del escritorio con el rabillo del ojo y de repente empezó a pasar la lengua por toda la paleta de cuero. La lamió y la besó aún más apasionadamente cuando acaricié el interior de su muslo con la regla de metal.

Yvette pensaba que podría aguantar el se azotada en el culo con la paleta. Era doloroso y humillante y lo odiaba, pero pensaba que podía tolerarlo. Pero ambos sabíamos que no podría aguantar el agudo dolor de la regla metálica en el interior de sus muslos.

"Así es como se comporta una buena chica, Yvette." Dije sujetando la paleta mientras pasaba la lengua por toda ella. Seguí girando la paleta de manera que la lengua de Yvette pudiera disfrutar del sabor y la sensación de ambos lados, el plano y el de las incrustaciones.

Le pasé la paleta por el hombro y se la bajé por la espalda y el culo. Las incrustaciones metálicas dejaban un pequeño rastro rojo de marcas de arañazos en su piel. "Mírame, puta." Dije mientras le pasaba el borde de la paleta por la raja del culo. Levantó la cabeza y volvió a mirarme por encima del hombro.

"¿Cuántas veces más quieres que te azote con ella, Yvette?"

La expresión de desdén de su rostro dio paso rápidamente a una expresión de horror. No estaba segura. ¿Eran 26? ¿27? Podían ser 25. Pensaba que lo sabía pero no estaba segura, y si se equivocaba sabía que empezaríamos de nuevo. Podía ver como se esforzaba en recordar.

"Azóteme el culo 27 veces más, por favor Señor." Lo dijo nerviosa y de forma muy poco convincente.

"No. Eran 26, Yvette. Has perdido la cuenta, tendremos que empezar de nuevo."

Dejó caer la cabeza hacia delante y juró por lo bajo. Cualquier idea de soportarlo se había esfumado ahora. Miró hacia atrás, hacia mí, y dijo suavemente: "Azóteme el culo 51 veces más, por favor Señor." Su voz y sus ojos estaban llenos de desprecio, pero con todo lo que me despreciaba y odiaba lo que le estaba haciendo, en ese momento estaba más disgustada y enfadada consigo misma por haber perdido la cuenta.

"Quieres decir, azóteme el culo de puta, ¿verdad Yvette?" Yvette odiaba que la llamara 'puta' y odiaba aún más que le hiciera llamarse 'puta' a sí misma.

"Sí Señor. Azóteme el culo de puta 51 veces más, por favor."

Para cuando llegamos otra vez a las 27 Yvette se retorcía salvajemente en mi regazo a cada palmada de la paleta sobre sus ardientes cachetes rojos.

"Gracias Señor. Azóteme el culo de puta 27 veces más, por favor." Jadeaba, su voz era baja y sin aliento. Cada vez tardaba más, con cada nuevo golpe, en pedirme el siguiente. Faltaban nueve para acabar y veía como intentaba esforzarse en pedírmelo.

"Si no hubieras perdido la cuenta a estas alturas ya habríamos terminado, Yvette." Su cabeza giró y me miró por encima del hombro. No creo que quisiera que se le recordase eso.

"Gracias Señor. Azóteme el culo de puta 9 veces más, por favor." Lo dijo con toda la fuerza que pudo reunir. Observé la mueca de su rostro y la oí gruñir cuando la paleta volvió a golpearla y la cabeza de le cayó hacia el suelo sin fuerzas. Pero de alguna forma consiguió levantarla y volver a mirarme por encima del hombro.

"Gracias Señor. Azóteme el culo de puta 8 veces más, por favor."

Levantó la cabeza para mirarme unas cuantas veces más. Era un perrita testaruda pero estúpida. No se le ocurría que lo que estaba haciendo solo servía para estimularme a azotarla con más fuerza.

Faltaban cinco para acabar pero no levantó más la cabeza para mirarme. "Gracias Señor. Azóteme el culo de puta 5 veces más, por favor." Dijo con rapidez y tan pronto la paleta de cuero se estrelló contra su piel gruñó sonoramente y pidió el siguiente. Ahora solo quería acabar cuanto antes. Pero yo no.

"Gracias Señor. Azóteme el culo de puta 4 veces más, por favor." Jadeaba otra vez sonoramente. Su cuerpo se tensó esperando que la paleta se estrellara contra ella pero no ocurrió. La habitación estaba en silencio a excepción del sonido de la pesada respiración de Yvette.

"Azóteme el culo de puta 4 veces más, por favor Señor." Ahora su voz era solo un gemido sollozante y su cuerpo colgaba sin fuerzas en mi regazo. Gruñó cuando la paleta la golpeó.

La hice esperar aún más en los dos siguientes y pude escuchar el alivio en su voz cuando dijo: "Gracias Señor. Azóteme el culo de puta 1 vez más, por favor." Yvette gimió cuando la paleta la golpeó por última vez. Casi sonó como si la disfrutara, de alguna forma creo que eso fue lo que ocurrió.

Subí los dedos por su pierna y se estremeció cuando le acaricié los ardientes cachetes del culo rojo y dolorido. Juró en alto cuando le clavé las uñas en la piel tierna y le dije que se levantara.

Se incorporó con dificultad desde mi regazo. Tenía la cara roja y manchada de gotas de sudor y todavía respiraba pesadamente cuando se colocó en pie, tambaleante, delante de mí. Su bonito vestido blanco estaba arrugado y retorcido y las medias de seda se le habían deslizado hasta los tobillos. Pero tenía a su alrededor ese rubor que adquieren las mujeres después de un magnífico orgasmo o de una magnífica azotaina.

"¿Puedo irme ahora, por favor Señor?" Pidió en un tono que no era tan educado como debería haber sido. Pero en ningún momento había pretendido quebrar su espíritu totalmente, todavía.

"No. Quiero verte en acción con un consolador grande. He visto tus fotos publicitarias, ahora quiero verlo de verdad. Quítate el vestido y échate al suelo, al que perteneces."

No se había desnudado antes para mí, no la había visto antes completamente desnuda, y me gustó lo que vi me gusto muchísimo. Aunque me da la impresión de que Yvette no disfrutó especialmente de la experiencia.

"Tienes unas tetas grandes, puta." Dije devorándole el cuerpo con los ojos. "Aunque te las has podido hacer con un poco de silicona, tienes un pequeño problema de tetas caídas, ¿verdad?"

"Sí Señor. Mis tetas están demasiado caídas." Contestó suavemente, con un toque de desafío. Pero no estaba siendo demasiado crítico solo por su bien. Tenía unas tetas grandes, y demasiado caídas. "Y un poco de liposucción en el culo no vendría mal también. Y tal vez un estiramiento de la cara, planchar un poco esas arrugas que te rodean los ojos." Ahora estaba siendo un tanto pedante. "Está bien, Yvette, échate al suelo y dedícate a lo tuyo."

Tiré al suelo un gran consolador rojo. Era similar a aquel con el que había intimado Yvette en las fotos. Se echó al suelo y, un poco a regañadientes, recogió el consolador. "He tenido una idea mejor." Le dije mientras me levantaba y caminaba hacia la puerta. "Ven por aquí. Como si pasearas por aquí, Yvette." Creí que sería mejor aclararle ese punto.

La llevé a la sala de entretenimiento y la hice tumbarse en una mesa ginecológica, con los pies en los estribos y las piernas bien separadas. Me senté en un taburete al final de la mesa. Desde allí tendría una vista mucho mejor. "Esta bien, Yvette, haz tu tarea."

Yvette había sido bastante obediente cuando me siguió a la sala de entretenimiento. No le gustaba aquella sala. No le gustaba el equipo que había allí. No le gustaba la mesa ginecológica, o las cosas que había bajo la mesa, ni el espejo del techo encima de donde estaba. Yvette estaba bastante jodida para complacerme.

Le hice mirarse al espejo, aunque no le gustó lo fácilmente que el consolador se deslizó en su húmedo coño. Supongo que era un poco embarazoso. Se folló con el consolador, pero no se permitió disfrutar con ello. La expresión de su cara era muy diferente de la que tenía en las fotos. "Ten, clávate esto en el culo." Le dije, pasándole un tapón anal de debajo de la mesa. "Lo siento, Yvette, no tengo lubrificante. Tendrás que improvisar."

Levantó el tapón anal hasta la boca y lo chupó, lubrificándolo con su saliva. Yvette obviamente tenía algo de experiencia en clavarse cosas en el culo. Tal vez debería haber mencionado que ese tapón anal no se había limpiado desde que Melanie lo había usado la noche antes. Demasiado tarde.

Se pasó las manos entre las piernas y se deslizó lentamente el tapón por el culo arriba, hasta el fondo. Ahora tenía en la cara una expresión ligeramente distinta. Se volvió a follar con el consolador, había más pasión, más intensidad, en la forma en que lo hacía esta vez, pero todavía no se permitía disfrutar de ello. "Colócate esto en ese gran clítoris tuyo." Le dije pasándole un vibrador de debajo de la mesa. Incluso se lo puse en marcha. Gimió suavemente cuando se apretó el vibrador contra el clítoris.

No quería disfrutar con ello, hacía todo lo que podía para no hacerlo; pero ¿qué puede hacer la chica? Tenía un tapón anal en el culo, un vibrador sobre el clítoris y un gran consolador deslizándose dentro y fuera de su coño. Su coño emitía sonidos de chapoteo mientras se follaba, e Yvette estaba empezando a retorcerse en la mesa. Me limité a observar, allí sentado, y a hacer que se mirase en el espejo del techo. "Oh, dios, no..." Gimió suavemente. No quería que ocurriera, pero no podría detenerlo.

"¿Qué tipo de ruidos haces cuando te corres, Yvette?" Pregunté suavemente. Se lamió los labios y gimió de nuevo, esta vez en tono más alto. "Estoy a punto de averiguar que sonidos haces cuando te corres, ¿verdad Yvette?"

"Sí." Jadeó, mirándose en el espejo. Ahora se follaba con más rapidez, la expresión de su cara era mucho más parecida a la de sus fotos.

"Puedes sentir esa cosa en tu culo." Gruñó y arqueó el cuerpo hacia arriba mientras una oleada de placer la sacudía. "¿Quieres correrte, Yvette?"

"Sí." Se follaba furiosamente y se revolcaba en la mesa. "Oh, joder..." Gritó.

"Tienes que pedir permiso para correrte, Yvette."

"Cabrón." Gruñó por lo bajo. Pero ignoré su comentario poco amable. La gente dice cosas cuando están bajo los espasmos de la pasión. La dejé en el borde hasta que no pudo esperar más. "¿Puedo correrme, por favor?" Me miró con una mezcla de vergüenza y pasión. "¿Puedo correrme ahora, por favor Señor?" Había urgencia en su voz.

"No." La expresión de sus ojos me dijo que no podría obedecerme. Su cuerpo no le dejaría obedecerme. Dejó escapar un sonoro gruñido mientras la alcanzaba el orgasmo.

Yvette es de las que gruñen. En voz alta, por lo bajo, gruñidos. Estos eran los sonidos que emitía Yvette cuando se corría. Y dijo: "Oh dios," y "Oh mierda," bastantes veces mientras se corría.

Había rodado sobre su costado durante el orgasmo, de una manera que pensé que se iba a caer de la mesa. "¿Puedo irme ahora, por favor?" Susurró suavemente, sin mirarme. Estoy seguro que nunca se había sentido tan humillada en su vida. Pero solo era nuestra segunda cita.

La sensación de vergüenza que la consumía nunca la abandonó en todo el tiempo en que estuve tatuándole el recibo en el culo. Sus ojos tenían una expresión vidriosa, vacía, y parecía incapaz de hablar de otra forma que no fuera susurrando. La volví a llevar a mi oficina y la observé vestirse. "¿Puedo irme ahora, por favor?" Volvió a preguntar suavemente.

"Sí, Yvette, puedes irte. Creo que saldremos a cenar mañana por la noche. Para entonces tu culo se habrá recuperado. Ponte tu mejor vestido y maquíllate lo mejor que puedas. Solo eres una mujer del montón, Yvette, de modo que no espero mucho. Saca el mejor partido de la miseria que tienes. ¿Entendido?"

"Sí Señor, entendido."

"Por tu bien espero que lo hayas hecho. Estáte aquí a las ocho."

Caminaba rápidamente hacia la puerta cuando la miré y dije: "Ah, por cierto Yvette, no habías perdido la cuenta cuando te estaba azotando." Se detuvo un momento pero decidió en contra de darme el placer de ver la expresión de su cara.