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Lynne 34: NUEVOS PROPIETARIOS

en Dominación

Lynne:

CAPÍTULO 34. NUEVOS PROPIETARIOS.

 "Date la vuelta." Lynne oyó la voz y se dio la vuelta pero su mente estaba todavía en otro sitio.

"Dóblate hacia delante." La pareja observó como se doblaba Lynne. Lynne podía oírles hablar de ella, pero no oía lo que decían hasta que escuchó la voz de una mujer que decía: "Es precisamente lo que quiero."

Lynne estaba todavía doblada de cara a la pared cuando el timbre volvió a sonar. Se levantó lentamente y miró a su alrededor, la pareja que la había estado observando se había ido.

Lynne estaba todavía tumbada en la cama pensando en todo lo que había pasado, su marido, la Mujer Rubia, habían pasado tantas cosas. La puerta se abrió y entró John en la habitación. "No salgas más al escaparate. Hemos encontrado un comprador para ti. Pero quieren que te entreguemos a domicilio."

"Sí, Señor."

"Levántate y quítate la bata. Yo me follo a toda la mercancía que tengo aquí."

"Sí, Señor." Se levantó, dejó caer la bata al suelo y luego se arrodilló delante de John y le bajó la cremallera.

"Haz tu trabajo, puta."

Era un hombre grande, alto y sólido, y tenía una polla muy grande cuando estaba flácida. Lynne se preguntó como sería cuando estuviera tiesa. Siguió haciéndose más grande cuanto más la chupaba, no especialmente gruesa, pero era tan larga. Tenía las dos manos rodeándola y todavía le llenaba la boca.

La dobló sobre la cama y se la folló desde atrás. Luego la sintió contra su ojete. "Oh, mierda." Jadeó. Era demasiado grande para eso, pero no podía decir nada, estaba en su derecho de hacer lo que hacía con ella. Gruñó sonoramente cuando le deslizó la polla en el culo. "Oh, dios." Volvió a gruñir cuando sintió que se deslizaba a fondo dentro de ella. Pero se la follaba con suavidad, no quería dañar la mercancía.

Cuando estuvo listo la hizo tumbarse en la cama y la montó a horcajadas y le puso la polla entre las tetas. Lynne se apretó las tetas una contra la otra y él se la folló así con la punta de la polla pinchándole la boca a cada embestida.

Abrió la boca cuando el se corrió y cazó la mayor parte de su corrida en la boca y se la tragó ansiosamente. Cuando terminó la echó y le dijo que se diera una ducha y se arreglara. Su hijo volvería pronto del colegio y podía querer follársela también.

Lynne estaba tumbada en la cama, con el pelo todavía húmedo cuando se abrió la puerta y entró John con un chico probablemente de no más de 14 ó 15 años.

"Enséñame que tienes, puta." Dijo el muchacho con voz  de muchacho.

"Sí, Señor." Dijo Lynne nerviosa mientras se ponía en pie y se quitaba la bata. 'Es tan joven.' Se dijo Lynne para sí. 'Es tan jodidamente joven.'

"Es demasiado vieja." Dijo el muchacho sin interés. "Es una jodida abuela. ¿Puedo ir a dar una vuelta a casa de Phil, papá?"

"Claro, claro." Dijo John mientras echaba a Lynne una mirada de enfado.

Se sentó en la cama y esperó. No estaba segura de que ocurriría a continuación o cuando ocurriría, todo lo que podía hacer era esperar. Cuando Greg entró en la habitación, Lynne no sabía que había estado esperando más de 15 horas.

Se había acurrucado en la cama y se había quedado dormida un par de veces, pero se dio cuenta de que no tenia mucho sueño estos días. Fue mientras estaba acurrucada en la cama con los ojos cerrados que Lynne se percató de que no había visto a la gente que la había comprado. Había estado tan perdida en sus pensamientos sobre su marido que para cuando volvió a la realidad se habían ido. Tenía un vago recuerdo de dos voces, masculina y femenina, hablando de ella o a ella, pero ahora no estaba segura.

Ni tenía ni idea de quien la había comprado ni que aspecto tenían ni que iban a hacer con ella. Se sentía incómoda, no aterrada sino preocupada, intranquila. Le resultaba difícil dormir.

Greg llevó a Lynne por el corredor y la sacó fuera a una fresca mañana de primavera. Estaba desnuda y el aire frío hizo que se le pusieran tiesos los pezones. Greg abrió la puerta de una furgoneta, con rótulo de entregas, y ató a Lynne a la pared. Había un escritorio antiguo de persiana atado a la pared opuesta. Lynne no era la única mercancía a entregar hoy.

Otro hombre, un hombre mucho más joven, con el mismo mono gris de Greg, entró en la parte delantera de la furgoneta, en el lado del conductor. "¿Qué tenemos hoy, Greg?"

"Un escritorio y una puta." Dijo Greg saltando al asiento de pasajeros. El hombre más joven se volvió y miró a Lynne y el escritorio atados a las paredes en la parte trasera de la furgoneta. "Me gusta el escritorio, aunque no va mucho con la puta."

"El escritorio no está tan usado." Dijo Greg y los dos se rieron.

"¿Cuánto pagaron por la puta?" Preguntó el joven mientras arrancaba la furgoneta y metía la marcha atrás.

No lo sé." Contestó Greg volviendo a mirar a Lynne. "Pero tiene que ser menos que lo que hayan pagado por el escritorio"

Lynne se limitó a mirar al suelo. Disfrutaba siendo humillada, pero no de esta forma.

'¿Cuánto pagarían por mí?' Se preguntó Lynne. Finalmente alguien la había comprado, había pagado dinero por ella, la poseía; tenía nuevos propietarios.

Lynne se encontró envuelta en una mezcla de emociones. Era todo tan extraño. Lo sentía tan extraño. Pero por encima de todo saber que alguien la había comprado y ahora la poseía, excitó a Lynne de una forma que nunca antes había sentido.

No se comprendía a sí misma, pero no le importaba. Miró por la ventanilla trasera de la furgoneta y vio el perfil de la ciudad desvanecerse en la distancia. Se dirigían al sur. Se preguntó si la gente la vería pero lo dudaba. Las ventanillas estaban oscurecidas, probablemente querían hacerla sentir como si la gente pudiera verla pero sabía que no podían. Nadie la miraba o hacía sonar la bocina o le gritaba cosas cuando les pasaban. No como había ocurrido cuando iba en el asiento trasero del coche con Paula.

Lynne observó como el tráfico disminuía y la furgoneta iba más deprisa, estaban en una carretera de peaje o sin limitación de velocidad. Pasó una hora o tal vez dos, quizás incluso más tiempo, Lynne ya no tenía ni noción del tiempo.

Notó que la furgoneta doblaba en una salida y disminuía la velocidad, había pasos elevados, una señal que decía algo sobre Bowral, y luego estaban en una carretera vieja, irregular, con agujeros y estrecha. Miró como las pequeñas líneas blancas serpenteaban en la distancia mientras la furgoneta seguía su marcha. Luego pararon, torcieron a la izquierda por un largo y sinuoso camino que ondulaba a través de un bosque de árboles de caucho. Luego los árboles empezaron a desvanecerse en la distancia.

La furgoneta se detuvo. Greg y el joven bajaron y se abrió la puerta lateral. Prestaron poca atención a Lynne, si es que le prestaron alguna, mientras le pasaban gruesas correas por las cantoneras al antiguo escritorio de persiana y con mucho cuidado lo sacaban de la furgoneta. Pudo ver una gran área ajardinada con césped y arbustos cuidados. Greg y el joven volvieron, la desataron y la sacaron de la furgoneta. No la trataban con el cuidado con el que habían tratado al escritorio de persiana. Estaban en el pórtico delantero de una enorme casa antigua de dos plantas.

Se colocaron uno a cada lado de ella, cada uno sujetando un brazo con más fuerza de la necesaria y la metieron en la casa. Techos muy adornados, costosos muebles antiguos, una mujer con uniforme de criada estaba pasando la aspiradora a una alfombra persa de vivos colores. La mujer no la miró. Era como si ni siquiera la viera mientras la llevaban desnuda a no más de tres pies (como un metro) por delante de ella.

La dejaron en una alfombra. El calor procedente de una adornada chimenea situada tras ella le sentaba bien a su piel. El escritorio de persiana en una esquina, un antiguo sofá delante de ella.

"Ya está, puta." Dijo Greg sin mirarla.

"Apuesto a que la mandan de vuelta para recuperar su dinero." Dijo el joven mientras salían riendo. Lynne se sentó en el suelo en cuclillas, esperando, preguntándose que ocurriría ahora.

"Aquí, Peter." Oyó que decía una voz de mujer.

"¿Qué te parece, Kate? ¿Todavía te gusta?" Una pareja al final de la veintena se sentó en el sofá frente a ella.

"Sí. Es justo lo que quería."

Peter era un hombre de aspecto muy normal, bien vestido y no falto de atractivo. Kate era una mujer grande; no extremadamente gorda pero bastante gorda. Tenía pelo rubio corto y una cara razonablemente guapa. Podría haber tenido un aspecto realmente atractivo si se lo propusiera. Los vaqueros y la blusa que llevaba no iban con su tipo en absoluto. El hombre miró a Lynne.

"Levántate." Ella se puso rápidamente en pie y se colocó frente a ellos. "Te hemos comprado primariamente para uso de mi esposa. Tu principal función aquí es atender sus necesidades. De vez en cuando, además, te asignaré otros usos." Hizo una pausa. Lynne no sabía si se esperaba que dijera algo o no. "¿Disfrutas con el dolor, Lynne?"

"Sí, Amo." Intentó responder con convicción, pero su voz resultó nerviosa, poco convincente.

"Bien. Pero te prometo que no disfrutarás del dolor que recibas si desobedeces a cualquiera de nosotros. Hemos tenido más mujeres como tú. Esperamos completa obediencia. No tolero que las mujeres como tú no hagan lo que se les dice." Besó a Kate en la mejilla y se levantó. "Nos divertiremos con ella esta noche. Estaré de vuelta sobre las 5."

"Vale, corazón. Estoy segura de que Lynne me mantendrá entretenida mientras estés fuera. Pero intenta volver a casa más temprano."

La habitación quedó en silencio salvo el tictac de un reloj antiguo situado sobre el borde de la chimenea. Kate se limitó a seguir sentada mirando a Lynne. El reloj parecía sonar más fuerte cuanto más tiempo llevaba Kate allí sentada mirándola.

Lynne no sabía si mirar a Kate, o al suelo, y el reloj seguía sonando más fuerte mientras Kate seguía allí sentada mirándola. Un tronco del fuego cayó de repente y Lynne se volvió asustada.

"Nerviosa la cosita, ¿verdad? Ven conmigo." Lynne volvió los ojos de la chimenea.

"Sí, Ama." Kate la miró. "Aquí no hables a menos que se te diga. Espero no tener que volver a decírtelo."

Lynne la siguió fuera de la sala. Iba un par de pasos por detrás de Kate, los ojos en el suelo y la cabeza inclinada.

La casa era enorme, salas, corredores, puertas por todas partes. Kate sacó una llave de latón del bolsillo de sus vaqueros y abrió una puerta situada al fondo de un largo corredor. Activó un interruptor y bajaron por una escalera de caracol. Al final de los escalones había un espacio frío, húmedo y lúgubre. Era oscuro, casi negro. La luz de la parte superior de la escalera se añadía a la sensación siniestra del lugar en el que estaban.

Kate desapareció en la oscuridad desde el débil punto de luz en el que estaban en la parte baja de la escalera. Lynne escuchó un ruido y aparecieron luces brillantes desde encima de ella. Estaban en un sótano que había sido remodelado para imitar una mazmorra medieval.

Paredes de bloques de piedra con gruesas velas sin encender y antorchas. Colgaban del techo grandes ruedas de metal llenas de gruesas velas sin encender. En una esquina una celda de cárcel con pesados barrotes de hierro. Cadenas y grilletes y aparatos de tortura por toda la sala. Potros y cepos y postes de flagelación.

Había otros aparatos en el amplio espacio, Lynne no quería saber que eran ni como se usaban, suponía que lo averiguaría.

Kate dejó que Lynne asimilara lo que veía, la dejó pensar sobre lo que le harían allí, la dejó temer lo que le harían allí. Observó la expresión de la cara de Lynne mientras miraba alrededor de la sala. Luego Kate se dirigió a una puerta en forma de arco detrás de la escalera de caracol. Lynne fue tras ella dócilmente y en silencio.

El lugar al otro lado de la puerta era mucho menos intimidatorio. Un amplio espacio abierto iluminado con una bombilla desnuda colgada del techo. En una esquina un antiguo horno, en la otra un moderno equipo de aire acondicionado. En otra esquina había un váter viejo y sucio y una ducha, que habían sido añadidos mucho después de que se construyera la casa, y una cama pequeña en la esquina opuesta.

Todo estaba en las esquinas y contra las paredes. El centro de la sala estaba desnudo, vacío, salvo por una escalera de caracol. Estaban en un sencillo cuarto de servicio de una era pasada hacía mucho tiempo: ahora era el hogar de Lynne.

"Aquí llevarás siempre ropa de criada, a menos que deseemos otra cosa. Aséate, vístete y espera a Jenny en el solarium."

Tras decir esto Kate desapareció por la escalera de caracol.

Lynne miró nerviosa a su alrededor. Encontró toallas, artículos de baño, lencería y cosméticos en un viejo tocador tras el horno, y uniformes antiguos de criada en un armario ropero junto al tocador.

Lynne se duchó rápidamente, el agua estaba apenas tibia, y se vistió como pensaba que Kate quería que se vistiera. Medias negras, liguero, bragas tanga y zapatos negros de tacón alto. Todo le servía perfectamente.

El uniforme de criada francesa era similar al que Cherie y Kelly llevaban en casa de la Mujer Rubia. El vestido era muy corto, y el escote en forma de 'U' muy acusada. No había sostenes entre la lencería.

Lynne se miró en un espejo roto y oscurecido de cuerpo entero, en la parte interna de una puerta del ropero. Podía ver la parte de arriba de sus medias y los broches que las enganchaban al liguero. Se cepilló el pelo hacia atrás y el movimiento de los brazos levantó el dobladillo de su falda lo suficiente para mostrar la entrepierna de sus bragas negras. El dobladillo volvió a elevarse mientras se colocaba la cofia en el pelo y una vez más cuando se ató alrededor de la cintura el pequeño delantal blanco.

Lynne se miró al espejo, se volvió de un lado y del otro, se inclinó ligeramente y jugó con el borde de su vestido. Tenía un aspecto tan de puta. Sus tetas amenazaban con salirse del vestido cada vez que se doblaba hacia delante, su falda era tan corta que, desde atrás, se le podía ver la raja del culo y, desde delante, la entrepierna de las bragas, cada vez que se movía. Tenía un aspecto tan increíblemente de puta barata. Lynne pensó que parecía una criada de una película porno, a punto de ser 'follada en grupo' en el solarium por el equipo de rugby de sus amos.

Lynne se maldijo cuando vio la mancha de humedad de su entrepierna. Pensó en cambiarse las bragas pero sabia que no tenía sentido.

'Te compraron porque eres una puta.' Se dijo Lynne ante el espejo. 'Y las putas como tú están siempre húmedas. Las putas como tú siempre tienen chochos húmedos y bragas húmedas. Tienen lo que han pagado.'

Lynne podría haberse acariciado entre las piernas y correrse así frente al espejo. Le encantaba la mazmorra medieval, le encantaba el cuarto del servicio donde la mantendrían, le encantaba estar vestida así. De repente vio la expresión de sus ojos y supo que estaba perdiendo el control de sí misma. 'Tranquilízate, puta.' Se dijo sonriéndose en el espejo.

Se aplicó rápidamente algo de maquillaje, esperando que Kate quisiera que lo hiciera, pero sin saber en realidad si debía hacerlo. Había pintura de uñas entre los cosméticos que habían dejado para ella allí. Lynne no sabía si ponérsela o no. No sabía en realidad que era lo que Kate quería que hiciera. No sabía cuanto tiempo tenía, ni quien era Jenny, ni donde estaba el solarium.

Las manos de Lynne con sus uñas pintadas en rojo brillante temblaban mientras subía la escalera de caracol. Había un rellano en la parte superior con una pesada puerta de madera directamente delante de ella. Le sudaban las palmas cuando alcanzó y giró el picaporte de porcelana.

La puerta se abría a un almacén, una brillante luz fluorescente en medio del techo. La sala estaba llena de equipos de limpieza: mopas, escobas, cubos, botellas y botes de productos de limpieza. Había otra puerta justo enfrente. La segunda puerta chirrió al abrirse a una gran antesala con una lámpara de araña colgando en el centro del alto techo.

Una mujer con un uniforme negro sin gracia y medias negras estaba a cuatro patas limpiando el suelo de mármol blanco. Lynne entró sigilosamente por la puerta, con los ojos muy abiertos, nerviosa y excitada. Se dio la vuelta cuando la puerta se cerró de golpe tras ella. La puerta estaba debajo de una escalera de paso que trazaba un arco a su alrededor, por debajo y por encima de ella.

Lynne encontró intimidante la magnificencia imponente de la casa. Nunca había visto nada igual antes. El tamaño total del sitio, su opulencia, la descarada exhibición de riqueza de los que poseían la casa, de los que la poseían a ella.

El sonido de los tacones de Lynne sobre el suelo de mármol resonó por toda la sala mientras se acercaba a la mujer que estaba limpiando el suelo. "Disculpe." Dijo Lynne tímidamente. La mujer la ignoró. "Disculpe." Volvió a decir, pero era como si no estuviese allí. La criada siguió con su trabajo.

Lynne se dio la vuelta lentamente, confundida. ¿Por qué la ignoraba aquella mujer? Deambuló por la casa, entró en una sala de estar. Había una gran foto de boda enmarcada encima de una chimenea. Reconoció enseguida a Peter pero tuvo que mirar dos veces a la mujer de la foto.

Era delgada, con pelo rubio largo. Se la veía radiante, una mujer tremendamente atractiva. Era Kate. La foto solo tendría unos pocos años. '¿Por qué se cortó ese precioso pelo?' Se preguntó Lynne. Había otras fotos sobre la repisa de la chimenea. Todas mostraban a una atractiva mujer delgada de pelo largo y rubio. Una era de Kate en una playa, estaba en biquini. Tenía un tipo magnífico; piernas largas y bronceadas, el tipo reloj de arena con el que sueñan las mujeres, culo pequeño y prieto, pechos grandes y firmes. ¿Cómo había ganado tanto peso? ¿Por qué se había abandonado de esa manera?

Lynne estaba cada vez más recelosa mientras caminaba por un largo corredor con puertas a cada lado, volvió por el camino que había llegado y luego se paró y volvió a mirar al corredor. Sus manos se movían inquietas y se mordía el labio nerviosamente. No sabía si abrir o no alguna de las puertas.

Respiró hondo y abrió una puerta. Era una cocina. Una mujer con uniforme negro sin gracia estaba de pie tras un banco rociando una pierna de cordero, no levantó la mirada. "Disculpe..." La mujer no dio señales de reconocerla. Lynne se estaba empezando a poner cada vez más ansiosa, quizás no se le permitía hablar con las criadas. "¿Estamos perdidas?" Dijo una voz desde detrás de ella y Lynne se dio la vuelta. "Se suponía que nos íbamos a encontrar en el solarium." Jenny era una mujer de aspecto muy normal con pelo rojizo. Llevaba el mismo vestido negro sin gracia, medias negras y zapatos negros de tacón bajo, que las otras.

Lynne la siguió por otra puerta, pasaron la antesala, bajaron por un recibidor y entraron en un área de grandes cristaleras que permitían ver una piscina, una cancha de tenis y pastos exuberantes en la lejanía. El solarium estaba pavimentado y lleno de plantas y flores en macetas colocadas en el suelo y colgando del techo y en jardineras de varias formas y tamaños.

"La Señora me ha dicho que tengo que hablar contigo esta única vez, pero solo será esta vez e intentaré acabar lo más rápido posible." La voz de Jenny estaba llena de desprecio.

"Hay muchas cosas raras que pasan en esta casa, pero nos pagan bien y no se espera que nosotras contribuyamos con ninguna mierda rara. Esa es tu especialidad. Hay otras personas que trabajan aquí, ya viste a Ruth en la antesala y a Dale en la cocina. Hay otras, ayudas de cámara, jardineras, todas mujeres, pero todas mujeres 'normales'.

"Llevo tres años trabajando aquí y me pagan diez veces lo que podría conseguir en cualquier otra parte fregando suelos y lavando. Necesito este trabajo, así que aguanto a las que son como tú, pero no existís en lo que se refiere al servicio. Nosotras hacemos nuestras tareas y vamos a casa con nuestros maridos e hijos. Somos normales. Vosotras sois..."

A Jenny no se le ocurría una palabra para describir lo que pensaba de Lynne. 'No me juzgues, jodida zorra.' Se dijo Lynne. Pero no le dijo nada a Jenny.

Le enseñó a Lynne la casa. Todo el tiempo hablándole en un tono rencoroso, todo el tiempo mirándola con el asco reflejado en los ojos.

"Esta es la sala de estar principal, pero pasarás la mayor parte del tiempo tumbada sobre tu espalda, ¿verdad?" Le escupió las palabras a Lynne. En la cara una expresión de total aborrecimiento. "Mírate, me pones mala."

"Yo la tomaré a partir de aquí, Jenny." Dijo Kate mientras entraba en la sala.

"Gracias, Señora."

"Y no tienes que volver a hablar con ESO. No existe en lo que a ti se refiere."

"Gracias, Señora." Le lanzó a Lynne una mirada aún más rencorosa antes de dejarla sola con Kate.

"Tienes buen aspecto así, ¿no es cierto?" Dijo Kate recorriéndola con la vista. "Se te ve muy puta, muy barata. Tendré que decirle a Jenny que te suba el borde del vestido, quiero poder ver la entrepierna de tus bragas. El dobladillo está como una pulgada demasiado bajo."

Levantó la parte delantera del vestido de Lynne. "Ya has manchado las bragas. Eres una putilla tan sucia, con un chochete tan sucio." Kate levantó más su vestido mirando sus bragas húmedas.

"Quizás fuera mejor que no llevaras bragas en absoluto... Pero entonces lo soltarías por todo el suelo." Kate hizo una pausa como si estuviera pensando a fondo. "Tal vez deberías llevar tampón a todas horas, para absorber todos esos jugos de tu chocho... Sí. Y dejarías el cordón colgando entre las piernas... Me gusta como suena eso."

Kate soltó la parte delantera del vestido y dio vueltas a su alrededor, mirándola, luego le levantó la parte trasera. Lynne escuchó un suave golpe en la puerta tras ella.

"Disculpe, Señora."

¿Qué ocurre, Jenny?" Kate levantó aún más la parte trasera del vestido de Lynne.

"Lamento molestarla, Señora. El Señor está en casa y le pide que se reúna con él para tomar una copa en el salón." Habló suave y educadamente, sin rastro de sorpresa o extrañeza en su voz por la forma en que Kate estaba examinando a Lynne. "También le pide que lleve ESO con usted."

"No lo entiendes. ¿Verdad, putilla?" Dijo el Ama a Lynne cuando salió Jenny. "No entiendes por qué tenemos criadas 'normales' como Jenny. Por qué les dejamos veros, ver lo que hacemos con vosotras. Dejaré que pruebes a imaginártelo." Kate se rió y se dio la vuelta. "Ven conmigo, puta."

Lynne siguió a Kate al salón. Cuatro sofás antiguos formaban un cuadrado alrededor de una gran mesa de café, cuadrada de unos cinco pies (1,50 m), de madera maciza y teñida con un color rojizo oscuro. Se levantaba a unos dos pies (60 cm) del suelo. Peter estaba sentado en uno de los sofás, con un vaso de jerez en la mano. Se levantó y besó suavemente a Kate en la mejilla, y se sentaron juntos en el sofá.

"Bien, ¿qué te parece?" Peter miró a Lynne. Sus ojos empezaron por los pies y recorrieron lentamente sus piernas, se entretuvieron en la entrepierna, subieron a las tetas, que casi se salían del vestido, y por fin llegaron a la cara.

"Barata. Pinta de putón. Justo lo que querías."

"Eso es. Exactamente lo que quería. Es mucho más putón que cualquiera de las otras."

"Pareces una niñita con un juguete nuevo."

"Y mira esto." Dijo Kate muy excitada. "Enséñale lo que has hecho con tus bragas limpias." Lynne se levantó la parte delantera de la falda y separó un poco las piernas. La mancha de humedad era ahora más oscura, y se había extendido más por su entrepierna.

"Lleva 'puta' escrito por todo su cuerpo. Te lo dije en cuanto la vi."

"Estaba pensando en hacerle usar un tampón. Para absorber todo eso. Es una cosita tan salida. Probablemente esté todo el tiempo goteando como ahora. Y se podía dejar el cordón colgando entre las piernas y así sabríamos que no va a dejar un rastro por donde vaya."

"Tendría que ser superabsorbente." Sonrió Peter. "Pero vale la pena probar. No podemos tenerla andando por ahí todo el tiempo en estas condiciones."

Kate hizo sonar una campanilla que estaba en la mesa frente a ellos. Jenny pareció salir de la nada. "Sí, Señora."

"Tráele un tampón a ESO."

"Enseguida, Señora." Jenny se excusó y volvió rápidamente.

"Déjalo encima de la mesa."

"Sí, Señora." Lynne miró el tampón con una mezcla de emociones. Era algo inmensamente humillante lo que le estaban haciendo, pero sus bragas estaban empapadas ahora. Kate le dijo que se quitara las bragas y se pusiera el tampón.

Lynne se pasó las manos bajo la falda, se bajó las bragas y se las quitó. Las mantuvo en la mano, mirando alrededor nerviosamente: "¿Qué hago con ellas ahora?" Peter y Kate la miraron. A los dos les encantaban las putas baratas, las putas sucias. Lynne hizo una bola con sus bragas y se las metió en la boca.

"Te dije que era una puta sucia." Dijo Kate, con algo más que un simple indicio de hirviente lujuria en la voz. Sus bragas estaban tan húmedas como las de Lynne.

Vieron como Lynne se metía el tampón y luego la hicieron colocarse sobre un mantelillo de lino bordado en el centro de la mesa, con el cordón del tampón colgando entre las piernas.

"Disculpen Señor, Señora." Jenny no miró el nuevo adorno que había sobre la mesa de café. "Tienen visitas."

Tres parejas al final de la veintena entraron tras ella. Hubo un murmullo mientras intercambiaban saludos. Luego la atención de todos volvió a Lynne.

"Es una cosa con un tremendo aspecto de puta."

"Cutre."

"Barata."

"Tiene el coño pelado."

"¿Qué es eso que le cuelga?"

"Tiene pinta de zorra salida."

"Es un poco vieja."

"¿De quién son las bragas que tiene en la boca?"

"Me gusta."

"A mí no."

Lynne no pudo captar todas las cosas que decían de ella. Todos hablaban a la vez.

Se sentaron en los sofás a su alrededor. Jenny les sirvió bebidas mientras miraban a Lynne y discutían sobre ella. Lynne podía sentir que se le hinchaban los labios, le palpitaba el clítoris, fluían sus jugos, el tampón dentro de ella. Una súbita oleada de placer la recorrió desde la entrepierna y gimió suavemente. Todos dejaron de hablar y la miraron, luego se echaron a reír.

Una de las mujeres se inclinó hacia delante y tiró ligeramente del cordón que le colgaba entre las piernas. Lynne volvió a gemir, mucho más sonoramente. Luego algún otro tiró de la cuerda, y luego otro. Pronto se convirtió en un juego, se hicieron turnos para tirar del cordón. El cuerpo de Lynne respondía cada vez.

"Por el amor de dios, no se lo saquéis." Dijo uno de los hombres.

Lynne gruñía ahora sonoramente, había manos agarrando la cuerda que colgaba entre sus piernas, todos decían cosas repugnantes de ella. Era tan degradante, tan humillante, a Lynne le encantaba. Separó más las piernas, sus caderas empujaron hacia las manos que tenía entre las piernas, ya no tenía el control de sí misma.

La cara de Lynne reflejaba la desesperación que crecía en su interior. Quería correrse, necesitaba correrse, pero algo hacía que se contuviera. Kate se colocó delante de ella, y lenta, deliberadamente, tiró suavemente de la cuerda que le colgaba entre las piernas.

"Eres una putilla tan sucia. Podrías correrte con nosotros tirando simplemente de esta cuerdecita, ¿verdad, puta?" La sala quedó en silencio ahora mientras todos se sentaban y observaban a Kate jugando con su nuevo juguete. "Ponte a tono. Queremos ver la pinta que tiene una puta como tú cuando se corre. Y quítate tus asquerosas bragas de la boca. Queremos oír los sonidos que hace una puta como tú cuando se corre."

Lynne sabía que su nueva Ama estaba jugando con ella, usándola como un juguete. Sabía que su Ama le dejaría acariciarse hasta que estuviera a punto de correrse, y luego le haría parar. A todos ellos les encantaba torturar de esa forma a sus esclavas.

Lynne se quitó las bragas de la boca. La gente a su alrededor gruñó y retrocedió asqueada ante la visión de las bragas sucias de la puta. Lynne observó las caras que la miraban mientras se pasaba la mano bajo el vestido y se acariciaba furiosamente.

Su orgasmo se precipitó rápidamente, inflamando su interior hasta que fue inevitable, imparable.

"Dime cuando quieres correrte, puta."

"Quiero correrme ahora, por favor, Ama."

"Entonces para......... para de malgastar nuestro tiempo y córrete."

Lynne apenas pudo retenerse cuando el Ama dijo que parase e hizo la pausa.

Cuando oyó que decía que se corriera el orgasmo explotó en su interior. Echó la cabeza atrás y gritó. "Me corro, Ama.... Me estoy corriendo..."

"Cierra el pico y córrete."

Lynne nunca escuchó lo que ellos decían sobre los ruidos que hizo mientras se corría. Cuando finalmente fue consciente de lo que pasaba a su alrededor estaba de rodillas sobre la mesa de café, sus piernas habían cedido pero ella no se había dado cuenta. Todavía estaba acariciándose y gimiendo sonoramente cuando vio que todo el mundo se levantaba. Habían visto lo que querían ver. Para cuando recuperó el control de sí misma todos excepto su Ama y su Amo se habían ido.

"Levántate, puta estúpida." Le dijo bruscamente su Ama. Lynne sentía que la cabeza le daba vueltas, casi mareada, mientras se arrastraba para ponerse de nuevo en pie. "Ahora vuelve a correrte."

Lynne jadeaba escandalosamente, todavía sin aliento del orgasmo por el que acababa de pasar. "Sí, Ama." Se pasó la mano abajo y empezó a acariciarse de nuevo. En el pasado nunca se podía volver a correr tan seguido. Pero ahora todo era diferente.

Le llevó un rato ponerse a tono. Y pudo darse cuenta de que su Amo y su Ama se estaban impacientando con ella. Se acarició más aprisa, sabía que podría volverse a poner a tono para ellos si le daban tiempo.

"Ven con nosotros, puta inútil."

Les siguió por la escalera de caracol hasta la mazmorra. Esta vez parecía un sitio aún más siniestro. Las velas de las paredes y las que colgaban del techo iluminaban la sala, formando sombras en todas direcciones y dejando otras zonas en la oscuridad. Había un sonido de agua goteando en algún sitio, y pensaba que escuchaba algo correteando por el suelo.

Lynne se sintió palidecer. 'Van a castigarme por tardar tanto en ponerme otra vez a punto.' Un escalofrío de excitación la recorrió. "Súbete allí." Dijo Kate señalando un potro con cadenas en cada extremo y un trinquete y una manivela al pie del dispositivo de madera.

Lynne se subió y se tumbó sobre su espalda. Se le cortó la respiración cuando se vio reflejada en un espejo situado encima de ella. 'Van a hacer que me vea mientras me castigan."

"Usa esto." Dijo Kate mientras le tiraba un vibrador. Lynne no entendía. Aún querían que se excitara otra vez. Agarró el vibrador y lo puso en régimen alto. Era grueso y de plástico blanco, de unas ocho pulgadas (20 cm) de largo y dos o tres (5 ó 7,5 cm) de contorno. Se deslizó con facilidad dentro de ella.

Podía escuchar a Peter y Kate por el otro lado de la mazmorra mientras se follaba con el vibrador. Ni siquiera estaban mirando como se excitaba. Cuando estuvo a punto se sacó el vibrador y se lo apretó con fuerza contra el clítoris. Se corrió así, sola en el potro, viéndose en el espejo de encima de ella. Vio las expresiones de su cara, escuchó los ruidos que hacía mientras se corría. Pero era ella la única que miraba o escuchaba.

"¿Has acabado, puta?"

"Sí, Ama."

De repente Peter la agarró y la arrastró hasta un anguloso banco de madera. Le estiró los brazos hacia fuera por delante de ella y le puso unos grilletes con pesadas cadenas en las muñecas. Luego notó que le separaban las piernas, muy separadas. Sintió el frío acero de las esposas rodeando sus tobillos.

Luego sintió que la subían desde el suelo, y que el banco se inclinaba hacia delante. Peter la estaba colocando exactamente donde quería que estuviera. Kate estaba junto a ella con un cuchillo largo y curvado, luego se puso detrás. No podía verla pero sintió la fría hoja del cuchillo contra sus muslos, luego escuchó el sonido de su vestido al rasgarse por la espalda hacia arriba y al quitárselo.

No podía ver ahora a ninguno de ellos, pero sintió el aguijón del cuero cruzar su espalda. "Deja que lo pruebe." Oyó decir a Peter. Luego vio a Kate junto a ella sujetando un gato de nuevo colas. Se pasaba las tiras de cuero por las manos, la cara enrojecida de excitación y deseo.

"No te hemos dejado que te excites por tu propio placer, putilla." Dijo con voz baja y rencorosa. "Queríamos asegurarnos de que no disfrutaras con lo que te vamos a hacer ahora. Esto es para que disfrute Peter, no tú."

"Haz gritar a la puta." Oyó que decía Peter detrás de ella. Y Kate hizo eso precisamente. La azotó brutalmente, cada golpe parecía más fuerte que el último. Lynne empezó a gritar cada vez que las tiras de cuero mordían su carne.

"Hazla gritar." Oyó que repetía Peter. Entre los golpes del látigo sintió a Peter detrás de ella, sintió la punta de su polla contra su culo, le sintió penetrarla con un empujón salvaje. Después todo lo que sintió fue el dolor del látigo.

La flagelación acabó cuando Peter se corrió dentro de su culo y le sacó la polla. Pero el dolor no se paró durante mucho tiempo. Lynne estaba tumbada en su cama del cuarto de servicio, desnuda, con la espalda surcada de marcas rojas, el cuerpo bañado en sudor.

Lynne intentó encontrar alivio para su dolor en el sueño, acababa de quedarse dormida cuando Kate apareció junto a ella. Estaba desnuda, sus grandes tetas colgaban delante de ella. Le dijo a Lynne que se pusiera en el suelo. El frío cemento le sentaba bien a su espalda. Ayudaba a calmar el dolor de la flagelación.

Kate se puso encima de ella, un pie a cada lado de su cabeza y se agachó sobre su cara. "Métemela en el culo, puta. Clava esa lengua tuya de fulana en mi culo." Lynne obedeció a su Ama. Kate se acarició el clítoris mientras Lynne le lamía el ojete. Se corrió rápida y escandalosamente. Repetía; "Lámeme el ojete, puta." Una y otra vez mientras se corría.

Cuando terminó Kate dejó a Lynne en el suelo y subió por la escalera de caracol. Luego la habitación quedó a oscuras. Lynne estaba sola en la oscuridad, con el dolor de la flagelación y el sabor del culo de Kate como recordatorio de lo que le había ocurrido, y de lo que había llegado a ser.