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Lynne 18: No es ningún juego Parte 3

en Dominación

Lynne: CAPÍTULO 18.

NO ES NINGÚN JUEGO.            Tercera parte

 Es difícil describir lo que suponía observar a Cherie torturada de esa manera. Creo que la mejor palabra es 'estimulante'. Alguna gente encuentra estimulante el paracaidismo o el vuelo sin motor o el puenting, pero estar en aquella habitación con Kylie torturando a Cherie era más estimulante que cualquier cosa que pudiera imaginar. Era todo tan intensamente erótico, casi primario. Hubo tantas veces en que podría haberme corrido mirando pero conseguí no hacerlo.

Mónica había llamado a Kylie 'fanática del dolor', 'jodida zorra sádica'. Quizás esas palabras se me podían aplicar también a mí.

 Había saboreado el dolor que Cherie había tenido que soportar y aún sabiendo como era el dolor solo verlo aplicado a Cherie lo hacía aún más excitante. Verla retorcerse en el suelo, suplicar que lo pararan, hacía gotear mi coño; podía sentir mis jugos escurrirse por el interior de mis muslos; podría haberme corrido fácilmente solo de mirar si me lo hubiera permitido.

Pero si era una 'fanática del dolor' y una 'jodida zorra sádica' como Kylie, entonces también lo era Mónica. La había mirado varias veces, había visto la expresión desesperada de su cara mientras miraba a Cherie. Mónica había estado también al borde del orgasmo. Pensé en lo que había dicho cuando me dijo cuanto había disfrutado utilizando la cosa conmigo, y entonces me pregunté como habría reaccionado Cherie si hubiera estado viendo a alguna de nosotras. ¿Habría goteado con sus jugos el dulce coño de Cherie si hubiera estado viendo a una de nosotras tratada así? ¿Habría tenido Cherie que luchar contra el orgasmo de la manera en que lo habíamos hecho Mónica y yo? Estaba segura de que sabía la respuesta.

Cuando se acabó, Trevor nos sacó en manada de la sala con la ayuda de una fusta de equitación que aguijoneaba nuestros culos, cuando no nos movíamos a velocidad suficiente para su gusto, y también por su propio placer, en algunas otras ocasiones.

Me arriesgué a recibir de nuevo el aguijón de la fusta por volver a mirarla una vez más. Cherie yacía sin moverse en el suelo con Kylie de pie encima de ella mirándola. Kylie parecía física y emocionalmente exhausta del placer que había obtenido con el dolor de Cherie. Su respiración era pesada y sonora; se había arrancado la blusa; la falda estaba enrollada y manchada y las medias tenían lágrimas por la parte interna de los muslos. Pero era la expresión vacía, casi aturdida, del rostro de Kylie y de sus ojos lo que dejaba la impresión más duradera de ella.

Cherie levantó lentamente la cabeza del suelo justo cuando sentí de nuevo el aguijón de la fusta en mi culo. Tenía la cara roja brillante y manchada de sudor, pero sonreía.

Nos llevaron rápidamente de vuelta a nuestras jaulas donde nos cambiamos a nuestra ropa normal de esclavas, Kelly y Mónica con la roja favorita del Ama, y yo con la blanca, un recuerdo simbólico de que todavía no era una esclava como las otras.

La sala de las jaulas estaba en silencio cuando se abrió la puerta y el Ama llevó a Cherie a su jaula con una correa metálica enganchada al collar rojo brillante que llevaba al cuello.

Cherie aún estaba desnuda, la única cosa que cubría su cuerpo eran las marcas rojas oscuras que había dejado el látigo.

"Lo hiciste muy bien, Cherie, estoy muy contenta contigo." El Ama desenganchó la correa de su collar y cerró la puerta de su jaula.

"Gracias, Ama, haré lo que sea para complacerla."

"Todas lo hicisteis muy bien." Dijo el Ama mirando alrededor. Había una sensación de excitación entre las esclavas que no entendía. Supuse que estaban contentas o aliviadas de que el Ama estuviera contenta, pero no notaba mucho eso, no podía apartar los ojos de Cherie.

"Todas merecéis un pequeño regalo." Dijo el Ama provocadora mientras se abría la puerta de la sala y la fea figura tatuada de Trevor emergía a la tenue luz amarilla de la sala donde se guardaba a las esclavas.

Kelly y Mónica cayeron de rodillas en la parte delantera de sus jaulas, Cherie dejó de vestirse precipitadamente con su uniforme rojo de esclava y cayó de rodillas junto a las barras de su jaula, igual que las otras; yo hice lo mismo rápidamente; aunque sentí que todos, incluida el Ama, habían notado que había sido yo la última en hacerlo.

Hay cinco jaulas en cada lateral de la sala, la mía era la cuarta por la derecha. Cherie estaba a mi lado por la izquierda y Mónica estaba a mi lado por la derecha; solo nos separaban las barras de metal de nuestras jaulas. Kelly estaba directamente en frente de mí cruzando la sala y Trevor se dirigió hacia ella en primer lugar. "Gracias, Señor." Jadeó mientras le pasaba un vibrador. Todas las esclavas recibieron un vibrador excepto yo. Los vibradores eran todos iguales, de 8 pulgadas (unos 20 cm) de largo, negros con una punta dorada. Exactamente los mismos que el vibrador que usaba en la vida que llevaba antes de conocer a la Mujer Rubia.

"Ata a la otra." Dijo el Ama a Trevor mientras se encaminaba hacia la puerta de la sala de las jaulas. "Es una putilla salida que no entiende lo que es la obediencia."

Trevor abrió la cerradura de mi jaula y me hizo levantarme tirándome del pelo y me tiró sobre mi angosta litera. Rápida y rudamente me encadenó las manos tras la espalda. Las otras esperaron de rodillas sobre el suelo de sus jaulas hasta que Trevor se hubiera ido antes de lanzarse a sus literas con sus juguetitos.

"Cherie..." Me ignoró, como hicieron Mónica y Kelly. Solo podía quedarme allí tumbada y verlas y escucharlas.

La sala se llenó rápidamente con los sonidos de los vibradores ronroneando sonoramente y los de las mujeres gimiendo suavemente. Cherie estaba apoyada en su espalda, solo había tenido tiempo de ponerse la parte de arriba antes de tener que arrodillarse en el suelo de su jaula, y se había enterrado toda la longitud del vibrador dentro de ella; sus caderas se levantaban de la litera mientras se follaba a sí misma lentamente.

Mónica puso el vibrador sobre la litera, se levantó la falda y se tumbó encima de él, y empezó a empujar contra el duro plástico vibrante.

Kelly estaba de rodillas con la falda levantada por encima de la espalda y la punta dorada del vibrador apretando contra su ojete. Miré mientras más y más del vibrador desaparecía en su culo.

Ahora Cherie se había quitado la parte de arriba y se estaba tirando de sus pezones tiesos, mientras se clavaba el vibrador dentro y fuera de ella cada vez más deprisa.

Mónica se había arrancado la falda y su culo suave y redondo se movía arriba y abajo rápidamente mientras se apretaba contra el vibrador. Se agarraba a los laterales de la litera para poder apretarse con más fuerza contra él.

Kelly gruñía sonoramente mientras se deslizaba el vibrador más a fondo y más rápidamente en el culo, se pasó la mano entre las piernas y empezó a acariciarse con una mano mientras la otra llevaba el vibrador cada vez más dentro de ella y más rápido.

Cherie jadeaba ruidosamente, tenía una pierna en el suelo para poder abrirse más, y el vibrador hacía un delicioso sonido de chapoteo húmedo mientras se follaba con él.

La litera de Mónica crujía ruidosamente mientras se metía el consolador cada vez más deprisa, la cara enterrada en el colchón que no conseguía amortiguar los ruidos que hacía.

Todas gemían sonoramente, respirando más deprisa, acercándose cada vez más. No estoy segura de cual se corrió primero pero una vez que empezó una se corrieron todas.

Gruñían y gritaban y gemían y chillaban mientras se corrían y escuchaban como las otras se corrían. Mi chocho estaba empapado, sentía como me humedecía, como mojaba la cama. Me clavaba en el colchón desesperada pero todo lo que conseguía era aumentar mi frustración.

La sala de las jaulas se quedó misteriosamente en silencio durante un momento cuando sus orgasmos se aplacaron, pero yo estaba casi en un delirio, tenía que correrme yo también. Miré alrededor de mi jaula desesperadamente buscando algo con que restregarme. Mientras lo hacía los sonidos de los vibradores inundaron de nuevo la habitación. Las zorras egoístas iban a hacérselo otra vez.

Miré a mi alrededor, a una cada vez. Estaban todas tumbadas sobre la espalda con las piernas muy abiertas acariciándose suavemente los chochos húmedos con los vibradores, poniéndose lentamente a punto de nuevo.

No podía soportarlo más, estaba tumbada en un charco de los propios jugos de mi chocho, con las manos atadas a la espalda y TODAS tenían vibradores. Rodé de mi litera y me tambaleé hasta las barras que me separaban de Cherie. "Cherie..." Me ignoró y cerró los ojos mientras se deslizaba el largo vibrador negro en la abertura entre sus piernas. Intenté restregarme contra las barras de nuestra jaula mientras la miraba.

"¿Qué estás haciendo, jodida guarra?" Trevor estaba delante de la puerta de mi jaula. Estaba tan consumida por la pasión, tan perdida en mi búsqueda de una forma de dar a mi cuerpo lo que necesitaba tan desesperadamente, que no le había oído entrar en la sala de las jaulas.

"Yo... Estoy..." Jadeé mientras buscaba algo que decir, pero seguí restregando mi chocho contra las barras, no podía dejar de hacerlo.

"¡Trae aquí tu culo de puta!" La voz de Trevor me enganchó y pude retirarme de las barras. Fui tambaleándome hacia él mientras abría la cerradura y la puerta. Trevor es un hombre muy feo, sin ningún atractivo pero en ese momento nada me hubiera encantado más que que me tirara al suelo y me follara.

Me sentía mareada y las rodillas me temblaban pero de alguna forma conseguí ponerme en pie mientras él me miraba con una sonrisa lasciva en la cara.

"Prueba con esto." Dijo riéndose mientras ponía el pie sobre la litera y me quitaba la falda, gruñí sonoramente cuando mi falda fue arrancada de donde había estado pegada a la húmeda carne entre mis piernas.

Trevor llevaba grandes botas negras con cordones. Las botas parecían como si nunca las hubieran limpiado pero rápidamente me monté en su pierna y me agaché hasta que mi chocho estuvo rozando con la punta de su bota. Los gruesos cordones agarraban mi clítoris y mis labios, mientras me follaba su bota tan deprisa como podía.

"¿Te gusta eso puta, te gusta restregar tu sucio chochete sobre mis botas?"

"¡Oh, mierda, Sí, Señor! Me voy a correr en sus botas... Me voy a correr..."

"No, nada de eso." Dijo volviendo a reír mientras retiraba la bota lejos de donde la necesitaba. Me derrumbé en la cama gimiendo ruidosamente mientras el orgasmo que casi había paladeado se alejaba de mí.

Las cosas ocurrieron de forma confusa a partir de ahí. Sé que me sacó a rastras de la sala de las jaulas y me bajó a un vestíbulo, pero no recuerdo realmente nada con claridad hasta que sentí el agua fría sobre mi espalda. Eso me devolvió la consciencia.

"Necesitas enfriarte, puta." Me gruñó Trevor. "Arréglala aquí y llévala arriba, Colleen."

"Sí, Señor." Dijo una mujer vestida con uniforme rojo de esclava que no había visto antes.

Colleen me preparó de la forma que había hecho Kelly en el pasado. Un baño perfumado de burbujas, una toalla suave y esponjosa, maquillaje y perfume. Me vistió con un uniforme blanco y limpio de esclava y se ocupó de mi pelo. Pero no habló en todo el tiempo. Ni una palabra. Incluso cuando dejé escapar un leve gruñido mientras me lavaba entre las piernas no dijo nada, ni siquiera me miró.

Colleen es una mujer atractiva, probablemente de unos 30 años, con bonito pelo marrón largo y brillante, buena figura, pechos grandes y firmes y un buen culo. Tenía buen aspecto con su uniforme rojo de esclava. No es especialmente guapa pero tiene una especie de aura que la hace muy atractiva. Habría dado cualquier cosa porque Colleen se hubiera ocupado de mí con esa bonita lengua rosada que tiene.

Cuando estuvo satisfecha de haber conseguido que tuviera un aspecto todo lo bueno que podía, me enganchó una cadena al collar y me llevó por el habitual laberinto de salas y subimos varios tramos de escalera.

Salimos a un porche grande y cerrado. Había del orden de 20 personas arremolinadas alrededor de vasos de vino mientras hablaban. El porche estaba orientado al este, podía ver más allá Bondi (famosa playa de Sydney) y el océano a lo lejos en lo que era una tarde de invierno clara y soleada.

Colleen me llevó a un lateral de la sala donde había una pequeña plataforma redonda a unos 2 pies o 2 y medio de altura (60-80 cm). Subí los tres escalones y me quedé allí mientras ella soltaba la cadena.

"¡Quédate aquí con las manos en los costados y no hagas ni un jodido movimiento salvo que te lo digan!" Fue todo lo que me dijo Colleen antes de irse. Obviamente estaba allí como exhibición para esta gente, y algunos me echaron un vistazo, pero nadie parecía realmente haber notado mi presencia o haberse fijado en mí.

La pequeña reunión era como tantas en las que había estado antes. Todo el mundo con vaqueros y chaquetas y una atmósfera amigable, muy normal, excepto por la puta que estaba subida a la plataforma. Incluso Mónica y Kelly parecían normales con vestidos de tipo camarera en gris normal mientras servían pinchos y bebidas en bandejas plateadas y brillantes.

El Ama entró, me miró un instante y luego se mezcló con sus huéspedes. Tenía un aspecto increíble. Vaqueros azul claro ceñidos, blusa blanca, chaqueta de cuero negro y zapatos negros de tacón grueso que estaban otra vez de moda. Me encantaba como su largo pelo rubio parecía caer sobre la chaqueta de cuero negra. Me encantaba como se pasaba los dedos por el pelo con tanta frecuencia apartándose suavemente el flequillo.

Me sentía tan fuera de lugar exhibida allí, vestida como una esclava entre toda aquella gente 'ordinaria', aún más porque nadie parecía interesado en mí. Era tan humillante, no porque estuviera allí como una fulana barata sino porque nadie parecía enterarse de mi presencia. Cuanto más llevaba allí más humillada me sentía y más ansiosa estaba.

La gente hablaba y reía y disfrutaba de la comida y el vino. La mayoría eran parejas, sobre todo parejas jóvenes y todos eran los típicos yuppies de las afueras del este. Vaqueros de diseño, joyas caras, y acento esnob. Sabía que todavía no entendía este mundo suyo. Había una bella fuente en el otro extremo de la sala con la estatua de una mujer desnuda con pequeños chorritos de agua alrededor de los pies en su base. Quizás yo era como ella, quizás no era más que otro adorno o decoración. La gente había mirado a la estatua de la misma manera que me habían mirado a mí.

Oí a una pareja que decía adiós al Ama y unos minutos más tarde otra pareja se fue, luego escuché a una mujer de piel oscura y bonito pelo negro largo decir algo al Ama.

"Solo quiero mostrarte algo antes de que te vayas, Celine." Dijo el Ama mientras se encaminaba hacia mí con Celine. "Apreciaré tu opinión."

Se colocaron delante de mí y Celine me miró de arriba abajo, evaluándome. "¿Cuántos años tiene?"

"32, cumplirá 33 en noviembre."

"¿Todavía no la has tasado?"

"No. He hablado con Zaheer. Pronto estará de vuelta en el país. Si la mantengo para entonces le pediré que le eche un vistazo."

"¿Dónde la encontraste?"

"En el suelo de un garaje, follando con una docena de hombres en una fiesta." Las dos mujeres intercambiaron miradas y sonrisas de expertas.

"¿Es obediente?" Preguntó Celine mientras levantaba la parte delantera de mi falda, aparentemente poco impresionada por lo que veía.

"¡No! No lo es." El tono del Ama era brusco.

"Admiro tu paciencia. Tomar viciosillas y convertirlas en esclavas. No podría molestarme en domarlas. Me gusta que mis esclavas estén entrenadas cuando las consigo. Pero no está mal, los pechos un poco grandes para mi gusto, y prefiero las rubias naturales, las morenas son tan..."

"Vulgares..." Dijo una mujer con pelo rubio muy corto mientras me levantaba la falda para ver que tal estaba por allí abajo.

"¿Qué opinas de ella, Monique?" Preguntó el Ama.

Casi podía sentir sus ojos entre mis piernas. "Humm. Este chochete tiene un bonito coño."

"Me gustan sus tetas, me gustan las esclavas con tetas grandes." Dijo un hombre atractivo y fornido mientras caminaba hacia nosotras. De repente era el centro de atención y mi cuerpo respondió muy rápidamente. Pronto todo el mundo se reunió a mi alrededor dando al Ama su opinión sobre mí.

Alguien dijo que tenía el culo gordo, algunos otros dijeron que mi culo era bonito. Un hombre me soltó el nudo de la parte de arriba y cayó al suelo y mis tetas se extendieron delante de mí. A la mayoría de los hombres les encantaban mis tetas, pero algunos pensaban que mis pezones podían ser más grandes. Todos pensaban que llevaba la palabra 'puta' escrita en la cara, pero la mayoría estaban de acuerdo en que era guapa. Hubo una gran variedad de opiniones sobre mi chocho. A algunos les gustaba, otros creían que los labios de mi chocho eran demasiado grandes o mi clítoris demasiado pequeño, y todos comentaban lo húmeda 'que estaba la putilla'

Siguieron hablando de mí en términos cada vez más groseros, mi chocho, que había sido el objeto de tanta discusión estaba embadurnado con mis jugos, y unas cuantas gotas se habían deslizado por el interior de mis muslos, alguien se dio cuenta y lo señaló para diversión de los demás. Sus risas solo hicieron que mi cuerpo goteara más deprisa.

De repente Mónica y Kelly aparecieron con más bandejas de comida. Las gambas y las ostras pronto resultaron más interesantes que yo, y la multitud a mi alrededor se dispersó enseguida. Pero ya habían hecho lo bastante para dejarme desesperada de nuevo por un alivio. El néctar que fluía de mí lo hacía por una razón. Me estaba lubrificando como si quisiera decirlo. Me estaba preparando para ser penetrada, para que me follaran. Pero habiendo conseguido tenerme lista, desesperadamente húmeda y excitada me dejaron otra vez en la plataforma y me ignoraron.

Mi clítoris y mis labios estaban hinchados y palpitantes, los pezones tan duros y tiesos que me dolían. Podía sentir en el coño y el ano una pequeña pulsación y no había nada que pudiera hacer al respecto. Tenía que seguir allí, como elemento decorativo, como adorno, como la estatua de la mujer desnuda de la fuente; solo que ella no estaba al borde de un orgasmo que se le hubiera vuelto a negar.

Tenía los brazos en los costados, los puños apretados juntos mientras luchaba por retener mis manos para que no se metieran bajo la falda y dieran fin a mi tormento.

"Buenos días, Lynne." La voz no me resultaba familiar y la cabeza me daba vueltas así que me llevó un tiempo enfocar su cara. "Hola, Señor."

"Enséñame ese gran chocho tuyo del que habla todo el mundo, Lynne."

Me di cuenta de quien era mientras me levantaba la parte delantera de la falda para enseñarle lo que quería ver, lo que intentó agarrar hacía muchos años. No le había visto antes, parecía mucho más viejo ahora, más gordo y calvo. Habíamos tenido una cita hacía años, intentó meterme la mano por el vestido la primera y única vez que habíamos estado juntos.

Había pasado un mal rato en el asiento delantero de su coche luchando con él, ahora le estaba enseñando lo que había querido ver entonces. Mientras estaba allí mirándole como veía la mancha de humedad entre mis piernas me pregunté por qué estaba aquí él. No parecía posible que tuviera que ver con esta gente, o tal vez sí, todo era posible en este mundo suyo.

Un gemido sonoro se escapó de mis labios cuando me retorció los pezones, otra de las cosas que había intentado hacer hacía todos esos años. Entonces se me ocurrió que el Ama le habría traído por alguna razón. De repente no me parecía tan gordo, su pelo parecía de repente distinguido en lugar de calvo. La idea de que me follara después de todos estos años me produjo un espasmo torturante de placer que me recorrió desde los labios del chocho hasta las profundidades, pero habría follado con cualquiera en aquel momento.

"No he follado con una puta en años, Lynne." Dijo sin quitar los ojos de mi chocho, luego se volvió a perder entre la multitud.

Estaba viéndole mezclarse con los otros huéspedes cuando pegué un respingo y retiré la pierna. Sabía que no debía moverme sin permiso pero fue una acción refleja: la fría nariz del gran Pastor Alemán del Ama sobre mis pies me había sobresaltado. Tenía las dos patas delanteras en el segundo escalón de la pequeña plataforma donde yo estaba pero no le había oído ni notado. "Lárgate." Grité en un susurro sin mover los labios, pero me ignoró y siguió olfateando mis pies.

De repente levantó la cabeza y su nariz desapareció de la vista bajo mi falda. Gemí sin aliento cuando sentí su gran lengua caliente lamerme entre las piernas, le gustó mi sabor y me lamió de nuevo. "Oh, dios, no."

"¿Se te ha dado permiso para hablar?" Dijo el Ama enfadada mientras cruzaba volando la sala en dirección a mí, asegurando que la atención de todo el mundo se centrara en mí.

"No, Ama. Lo siento." Jadeé. "Pero su perro me..."

"Princess es una hembra, Lynne."

"Lo siento, Ama." Gemí mientras Princess lamía de nuevo la húmeda carne entre mis piernas. "Pero ella... ella está..."

"¿Qué hace ella, Lynne? ¿Qué está haciendo Princess?"

"Me está lamiendo el chocho, Ama..." Miré alrededor de la sala que se había quedado en silencio de repente, un mar de ojos y caras. Estaba desesperada por correrme, lo necesitaba, pero no de esa forma, no podía correrme así, no permitiría correrme así. Princess empezó a lamerme el chocho y cerré con fuerza los puños en mis costados e intenté no disfrutar con ello.

"¿Qué partes de tu chocho está lamiendo, Lynne?"

"Todo mi chocho, Ama, me está lamiendo todo el chocho." Miré a los ojos del Ama, necesitaba correrme tan terriblemente, y mirarla a ella, ver la manera en que me estaba mirando, diciendo las cosas que me estaba haciendo decir me hacía necesitar correrme aún más.

"¿Te ha metido ya la lengua dentro, Lynne?"

"No, Ama." Jadeé. "No me ha metido la lengua, se limita a lamerme la parte de fuera del chocho." Cuando hablé ahora mi voz temblaba, no quería correrme así pero sabía que no podría pararme si Princess no se paraba.

"¿Te gusta tener a un perro lamiendo tu sucio chochete como ahora, Lynne?"

"¡Oh, dios!" Gemí sonoramente y mis rodillas casi se doblan debajo de mí. "Sí, Ama. Me encanta." Había estado tan desesperada por correrme, tan cerca, tan a menudo que ya no me importaba como lo hiciera siempre que me corriera. Miré los rostros de la sala fijos en mí, por un instante me pregunté que pensaban cuando veían lo que estaba ocurriendo pero las sensaciones que atravesaban mi cuerpo me habían consumido totalmente y ninguna otra cosa importaba; y la humillación de correrme así delante de toda aquella gente solo me empujaba más deprisa hacia el orgasmo.

Cerré los ojos y disfruté de su lengua larga y húmeda. No le llevó mucho tiempo a Princess llevarme hasta el borde. "Va a hacer que me corra, Ama... Oh, dios, por favor ¿puedo correrme, Ama...?"

"Sí, pero no ahora. Princess." No estoy segura de cómo describir los ruidos que hice mientras me era robado de nuevo un orgasmo que era mío. Y entonces me topé con la experiencia más extraordinaria de mi vida. Pude verme a mí misma desplomada sobre la plataforma negra. Pude ver la expresión frenética, desesperada de mi rostro y la completa indefensión en mis ojos. Era como si me estuviera mirando a mí misma, como una de esas 'experiencias de fuera del cuerpo' de las que habla la gente pero en las que uno no cree. Pude ver a Kelly y a Mónica con sus minúsculos uniformes grises de camareras ayudándome a ponerme en pie. Las pude ver hablándome pero no podía oírlas.

De repente estaba otra vez mirándolas con mis ojos. Podía sentir de nuevo la desesperación en mi cuerpo. "Tienes que levantarte, Lynne." "Vamos, Lynne, estarás bien." "Haz solo lo que se te diga."

Tenía que terminar donde Princess me había dejado. Estaba tan cerca, solo unas cuantas caricias con los dedos sobre mi clítoris y mi tormento se habría acabado. Me pasé la mano entre las piernas y gemí anticipando un orgasmo que no se podría parar, un orgasmo que sabía que mandaría temblores de éxtasis hasta el último de mis rincones. "No, Lynne. No puedes hacer eso." Dijo Mónica mientras ella y Kelly retiraban mis manos de donde tenían que estar.

"Por favor..." Les supliqué una y otra vez que me dejaran, pero no me dejaron. Me encadenaron las muñecas a una barra metálica a mi espalda y me obligaron a ponerme en pie. Mis manos quedaban en los costados y luché con las cadenas y la barra que me limitaban. Tocarme con los dedos en el clítoris podía haber sido suficiente, pero no llegaba. Los grilletes se clavaban en mi piel mientras mis dedos estirados encontraban la parte superior de mis muslos, pero no podían ir más allá. "¡Jodidas zorras!" Murmuré entre dientes mientras me desplomaba sometida. Me correría cuando y solo cuando el Ama quisiera.

"Estoy bien." Susurré cuando la niebla empezó a levantarse de mi mente. Al rato ya podía sostenerme sin ayuda y la realidad volvió lentamente. Recuerdo haber pensado que lo que me estaban haciendo era con mucho más cruel que lo que Kylie le había hecho a Cherie.

No sé cuanto tiempo estuve allí de pie mientras la fiesta seguía a mi alrededor, lentamente recuperé la compostura pero la urgencia por liberarme y aliviarme que me había consumido no desaparecía. Algunos de los invitados me miraban de vez en cuando pero suponía poco interés para la mayoría de ellos. Princess se acercó a mí una vez, pero parecía que también ella había perdido interés en mí.

Fuera todavía no estaba muy oscuro pero veía las luces de la calle encenderse mientras miraba más allá de Bondi, hacia las playas. Todos los invitados se habían ido y Mónica y Kelly estaban limpiando cuando el Ama se acercó a mí, con Princess andando a su lado.

"¿Te has corrido alguna vez antes en la lengua de un perro, Lynne?"

"No, Ama."

"¿Te gustaría correrte en la lengua de Princess, Lynne?"

"No, Ama." Hasta el último de mis rincones deseaba correrse, lo necesitaba, pero ya tenía el control de mis pensamientos y no podía soportar la idea de correrme así.

El Ama me sonrió, lo sabía. "Estás desesperada por correrte pero crees que eres demasiado buena para correrte así, ¿verdad Lynne?" No contesté pero tenía razón. "Una esclava no tiene dignidad, Lynne, ni orgullo. Te lo he dicho antes, pero es una lección que tendrás que aprender por la vía difícil. ¿Eres demasiado buena para correrte en la lengua de un perro, Mónica?"

"No, Ama. Soy solo una esclava, será un honor correrme en la lengua de su perro, como haría cualquier esclava." El Ama acarició afectuosamente el pelo de Mónica. No hubo más palabras pero Ama y esclava se entendieron sin necesidad de añadir más. Mónica bajó las manos y se levantó la falda. Estaba desnuda salvo un liguero negro y las medias.

"Princess." Llamó y el gran pastor alemán se dirigió hacia ella. Mónica se estaba acariciando furiosamente humedeciéndose y haciéndose más apetecible para Princess. Unas horas antes se había provocado el orgasmo con un vibrador en su jaula, ahora la expresión de su cara mostraba lo cerca que estaba de volver a correrse. Y mientras me habían dejado sufrir sin liberación todo ese tiempo.

Princess se acercó a Mónica que gimió ruidosamente cuando la larga lengua rosada la lamió unas cuantas veces. "Sí, Princess, eso es..." Mónica empezó a avanzar las caderas hacia Princess al ritmo de su lengua mientras le lamía la carne húmeda entre sus piernas.

"¿Te gusta eso, Mónica, te gusta su lengua ahí abajo?" Le preguntó el Ama mirándome.

"Oh, dios, sí, Ama... Gracias, Ama."

"Deberías darle las gracias a Princess, Mónica. Ella es la única que tiene la lengua en tu chocho."

"Gracias, Princess." Jadeó Mónica mientras abría más las piernas para que Princess pudiera llegarle mejor. "Su lengua está ahora dentro de mí, Ama. Oh, dios, su lengua da vueltas dentro de mí. ¿Puedo correrme, Ama?" Suplicó Mónica mientras los primeros escalofríos de placer la recorrían. Pero Princess de repente se apartó y Mónica dejó escapar un gruñido lastimero.

"Acaba tú, Lynne." Dijo el Ama y rápidamente bajé los escalones de la plataforma y me puse de rodillas a los pies de Mónica. Me resultaba difícil mantener el equilibrio con los brazos atados a la barra tras la espalda pero Mónica me agarró la cabeza y la enterró entre sus piernas y se corrió rápidamente con mi lengua dentro de ella.

Mónica me retiró la cabeza cuando hubo terminado y caí al suelo.

El mirar lo que Princess le había hecho a Mónica y luego el llevarla al orgasmo yo misma habían puesto a hervir mi propia pasión.

Me volvieron a la jaula donde me ataron a la litera de espaldas. No querían permitirme que me follara al colchón y me dejaron así, cociéndome en mis propios jugos.

Algún tiempo más tarde, no tengo ni idea de cuanto pasó, entró en mi jaula una mujer que no había visto nunca. Me puso algunos cojines debajo de la cabeza para elevarme y me dio de comer un cuenco de una sopa de vegetales densa. Al principio era reacia a hablar, todo lo que dijo es que se llamaba Kirsty.

Era una mujer muy atractiva, al final de la veintena, cerca de treinta años. Era de mi estatura, 5 pies y 2 pulgadas (1,70) y pelo castaño, tetas muy grandes y un culo realmente bonito. Podía ver sus pequeños pezones tiesos presionando el material muy fino de su parte de arriba roja. Su corta faldita de esclava me ofreció una buena vista de su coño afeitado cuando se sentó en la litera para darme de comer. La sopa estaba buena, pero Kirsty estaba mejor, olía mejor y estaba segura de que habría sabido mejor. Sabía que estaba mirando su falda todo el tiempo mientras me daba de comer pero no parecía importarle, si se cambió de posición fue para ofrecerme una vista mejor.

"¿Podrías ayudarme, Kirsty"? Pregunté mirándole a los ojos cuando volvió a levantar la cuchara hacia mi boca.

"El Ama te ofreció placer y declinaste el ofrecimiento, Lynne. Esto no es un juego, Lynne: si quieres ser esclava tienes que tomar cualquier placer que se  ofrezca. No puedes permitirte el lujo de elegir." La conversación se acabó aquí.

Trevor trajo a Mónica a su jaula poco después de que se hubiera ido Kirsty. Todavía tenía el pelo húmedo de la ducha y olía bien. "¿Estás bien, Lynne?"

"No, Mónica, no lo estoy." La vi estirarse en la litera a solo unos pocos pies del otro lado de las barras que nos separaban.

"¿Por qué no lo hiciste, Lynne? Princess es muy buena con la lengua, y le gusta el sabor a coño."

"Es solo que no podía, así no."

"Pero habías estado a punto de correrte en su lengua antes, entonces deseabas la lengua de Princess."

"Lo sé, pero entonces estaba tan cerca, no tenía control de mis actos."

"No me digas que nunca habías pensado en que te lamieran así antes, Lynne, cualquier mujer lo ha hecho. Incluso aunque haya sido solo una idea fugaz cuando un perro salta y te huele."

Pensé en lo que decía. ¿Había tenido ese tipo de pensamientos antes? Supongo que los habría tenido. Pero como Mónica misma había dicho habrían sido pensamientos fugaces, tomados a broma inmediatamente, nunca en serio.

"Una lengua es una lengua, Lynne. Adora la lengua de Princess. No hago mal a nadie y Princess disfruta." Mónica sonrió, me encantaba su sonrisa. "No es enfermizo o malo si sienta tan bien y no hace mal a nadie. A menos que estuviéramos haciendo daño a alguien que quiere que le hagan daño." Volvió a sonreír. "Su lengua sienta bien, ¿verdad Lynne?"

"Sí, sienta increíblemente, es tan grande y cálida y áspera y te toca en tantos sitios a la vez." Cerré los ojos mientras disfrutaba recordando lo bien que me había sentido.

"No es malo si no se hace daño a nadie, Lynne." Volvió a decir Mónica. "Esa noche con Rex de la que te hablé, todavía pienso en esa noche cuando me masturbo. No quería hacerlo al principio pero me estoy mojando solo de pensar en ello. La mayoría de la gente piensa que está mal o es enfermizo pero a mí no me importa. No hice daño a nadie, Rex realmente disfrutó lo mismo que sus amos y el Ama; pero al final yo disfruté más que nadie. Si realmente quieres ser esclava, Lynne, entonces tienes que deshacerte de tus viejas ideas sobre el bien y el mal, tienes que entregarte al Ama por completo, confiar en ella totalmente."

La puerta de la sala de las jaulas se abrió y Trevor vino hasta mi jaula y me desató y me arrastró por los vestíbulos y escaleras arriba hasta la sala de estar. El Ama estaba sentada en uno de los sofás de cuero y Trevor me empujó al suelo a sus pies.

"Me has defraudado, Lynne." Su rostro reflejaba el disgusto del que hablaba.

"Lo siento, Ama... pero todo esto es tan nuevo para mí..."

"Me pone enferma oírte decir que lo sientes, Lynne. Hay montones de mujeres que se entregarían como esclavas, Lynne. Te sorprendería saber cuantas. No te necesito, Lynne, pero tú me necesitas. Te sugiero que lo recuerdes."

"Sí, Ama. Lo haré. Lo s..." Me contuve antes de volver a decirlo. "No la volveré a defraudar, Ama."

"Sé lo desesperadamente que necesitas correrte, Lynne, pero te di la oportunidad de hacerlo y la rechazaste. Te sugiero que pienses en eso mientras intentas dormir." Había ira en sus ojos y en su voz, miró a Trevor. "¡Llévatela de aquí!"

Pasé una noche extraña y desasosegada en la jaula intentando dormir. Cherie no estaba en la suya, pero la mayoría de las otras estaban ocupadas. Habían amortiguado las luces, la sala de jaulas estaba casi a oscuras. Cuando me dormí soñé con las cosas más raras; Princess y Rex aparecían de forma destacada en mis sueños.

Me desperté a la mañana siguiente con lo que sentía como la resaca de la depravación sexual a la que había sido sometida el día y la noche anterior. Trevor me llevó a uno de los baños y me duché y bañé y me puse un uniforme limpio blanco de esclava. Todavía necesitaba correrme, pero no me permití tocarme. Estaba orgullosa del control que tenía sobre mí misma.

Me puse algo de maquillaje y perfume y me cepillé el pelo; quería parecer todo lo bien que pudiera; quería maquillarme por ayer. Me pasó por la mente que el Ama podía 'hacerme una prueba' con Princess. Pensé que estaba empezando a comprender alguna de las costumbres de este mundo suyo y pensaba que querría ver si había aprendido de mi experiencia de la noche anterior; si había aprendido a 'tomar cualquier placer que se ofrezca' como había establecido Mónica. Habia aprendido esa lección, y la había aprendido por el camino difícil.

Estaba cepillándome el pelo y mirándome en el espejo otra vez cuando Trevor dijo: "¿Te estás maquillando a tu gusto... corazón?"

"Sí, Señor." Contesté cautamente antes de que me agarrara el brazo y me hiciera girarme hacia él. "De rodillas, puta, ya sabes lo que tienes que hacer."

Me puse de rodillas y le bajé la cremallera y le saqué la polla; ya estaba semierecta. 'Debe gustarle mi aspecto.' Pensé para mí mientras me metía la polla en la boca. Sentí que me estaba humedeciendo mientras su polla crecía en mi boca. Esperaba que me hiciera doblarme sobre el lavabo y me follara pero no lo hizo. Se limitó a agarrarme la cabeza y se corrió en mi boca; y se limpió la polla con mi pelo cuando hubo terminado.

"¡Tienes cosas que hacer, putilla!" La alta figura del Ama Rebecca estaba en la entrada mirándome; su largo pelo negro cayendo hasta la parte de arriba de su culo; su cara despiadada y sus ojos fríos clavados en mí. Solo era una esclava como las otras pero no parecía una esclava con sus botas de cuero negro, su falda corta de látex negro y su sostén de cuero negro con incrustaciones metálicas.

"¿Has terminado con ella?" Preguntó a Trevor cuando le subí la cremallera y le metí la camisa en los vaqueros. "Sí, por ahora."

Me eché un vistazo en el espejo mientras me levantaba. La cara embadurnada de corrida, el maquillaje corrido, el pelo revuelto y manchado. No era este el aspecto que quería para el Ama, pero no se me dio la oportunidad de arreglarme.

El Ama Rebecca me llevó a una sala cercana a la de las jaulas. En el centro había una mesa rectangular. Kelly, Kirsty, Colleen, Mónica, Cherie y una mujer que no había visto antes estaban sentadas alrededor de la mesa, vestidas con uniformes rojos de esclava. Ninguna me miró ni me habló mientras les servía el desayuno; zumo de naranja, fuentes de fruta y píldoras anticonceptivas.

Cuando terminaron el Ama Rebecca se las llevó de la sala en manada y yo tuve que limpiar y recoger. Había una cocinita fuera de la zona de comedor donde les había servido la comida, y allí fregué los platos.

El Ama Rebecca venía de vez en cuando a controlarme mientras limpiaba la mesa, las sillas y el fregadero con un paño húmedo y algo de Spray'N'Wipe. Luego tuve que echarme al suelo con un cubo y un cepillo de raíces y limpiar el suelo de la cocina y de la zona de comedor.

Siempre he odiado las labores domésticas, pero esto era muy diferente. Era una esclava limpiando el sitio donde comían las otras esclavas. No tenía nada que ver con las labores domésticas que había hecho antes; arrastrarme por el suelo con mi minúscula ropa de esclava; la cara todavía manchada con la corrida de Trevor; el Ama Rebecca encima de mí; el golpe ocasional en el culo con su fusta; la forma abusiva y grosera en que me hablaba. Limpiar era un acto de sumisión aquí, una exhibición de obediencia y una oportunidad de agradar al Ama. Solo el arrastrarme por el suelo con un cubo y un cepillo me hacía humedecer de nuevo.

Cuando el Ama Rebecca estuvo finalmente satisfecha de mi trabajo me hizo rellenar el cubo y arrastrarlo algunas escaleras y salir al porche donde había estado expuesta el día anterior. El sol tardío de la mañana era cálido y brillante mientras me arrastraba por el suelo sobre las manos y las rodillas limpiando las grandes baldosas de cerámica.

Escuché pasos y voces desde el otro extremo del porche, y luego el sonido de tacones sobre el suelo de baldosas. "Aquí está." Oí que decía el Ama. "Y haciendo una de las pocas cosas que hemos encontrado en las que sea buena." Podía ver zapatos y piernas delante de mí, quería levantar la vista, pero pude controlarme.

"¿Lynne...?" La voz no me resultaba familiar pero escuchar mi nombre me hizo levantar la vista antes de que pudiera controlarme esta vez.

"Tus amigas estaban preocupadas por ti, Lynne." Dijo el Ama con tono sarcástico. "Querían ver por si mismas que estabas haciendo; asegurarse de que estabas bien." Había tres mujeres con el Ama y ninguna de ellas era amiga mía.

Las tres caras que me miraban mostraban una mezcla de expresiones. Impresión, repugnancia, sorpresa. Sabía el aspecto que tenía cuando me miré al espejo después de que Trevor hubiera terminado conmigo; ahora estaba pegajosa y sudada por el trabajo y solo podía imaginarme el aspecto que tendría para las tres mujeres que me estaban viendo. Una de ellas era Kate, una mujer con la que mi marido había trabajado en el pasado y con la que estaba segura que mi marido había tenido un asunto cuando yo era una pequeña ama de casa celosa. La odiaba entonces y la odiaba aún más ahora.

Junto a Kate estaba Niki, una 'amiga' de mi marido, no mía. Podía tolerarla pero no me gustaba y no me fiaba de ella respecto de mi marido.

Al lado de Niki estaba Samantha, o Sam como siempre la llamaba mi marido para fastidiarme. Era una antigua 'compañera de colegio' de mi marido; se había divorciado y estaba disponible y mi marido rápidamente empezó a verla de forma regular pese a mis objeciones.

No sabía como la Mujer Rubia y mi marido se las habían apañado para conseguir que las tres vinieran aquí juntas, y supongo que no importaba en realidad. Me estaban arrancando otra capa de dignidad, despojándome del poco autorespeto que me hubiera quedado.

"Como les dije a las señoras por teléfono, Lynne es solo una sucia putilla, es por eso por lo que su marido se está divorciando de ella." El Ama estaba disfrutando.

Eran las tres mujeres de las que estaba más celosa; las tres mujeres que menos me hubiera gustado que me vieran así; las tres mujeres por las que en mi vida antes de la Mujer Rubia me había sentido amenazada y a veces inferior a ellas.

Una vez más afrontaba una decisión sin tiempo para pensar en ella o considerarla; todo lo que podía hacer era reaccionar a la situación en que me colocaban. Podía levantarme y reclamar mi dignidad, reclamar mi identidad, o podía someterme a esta nueva y más profunda humillación a la que me estaban sometiendo. Hundí el cepillo de raíces en el cubo y seguí restregando el suelo.

"Una esclava no tiene dignidad." Repetía las palabras del Ama en mi cabeza una y otra vez mientras sentía sobre mí sus ojos vencedores. Era probablemente la cosa más humillante que me habían hecho hasta allí, pero me excitaba de una manera que no puedo describir.

No se me había ocurrido que mi marido se divorciaría de mí, pero era obvio que no querría seguir casado conmigo ahora, no después de las cosas que había hecho yo, y en lo que me había convertido. Pensar en el divorcio no me intranquilizó, pero me encontré preguntándome cuál de las tres mujeres que me miraban sería la primera en ponerle las zarpas encima.

Estaba pillada en un remolino de emociones y pensamientos en conflicto; sentía que estaba hundida todo lo más abajo que podía estar, no pensaba que fuera posible para ellos humillarme más que esto; pero tendría que haberlos conocido mejor.