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Lynne 31: LA COMPETICIÓN 4ª

en Dominación

Lynne:

CAPÍTULO 31. LA COMPETICIÓN IV.

 El Ama me había introducido en el placer del dolor. Me había dado a probar lo que son el dolor real y el placer real y quería más. ¿Por qué mi marido no había hecho eso por mí?

Me tumbé allí un buen rato pensando; tenía tanto en que pensar. Cualquier pensamiento hacía que mi chocho se humedeciera aún más. Adoraba este mundo suyo. Tenía que convertirme en parte de él. Tenía que ganar esta competición.

"Levántate sucia puta." Había estado tan perdida en mis pensamientos que no había oído a Kelly entrar en la habitación ni me había dado cuenta de que estaba frente a mi jaula. La miré. Estaba desnuda a excepción del grueso cinturón de castidad de cuero que todavía llevaba cerrado con llave y ceñido a su cuerpo. Al hablar me escupía las palabras. Tenía la expresión de una mujer llena de rabia y frustración. Llevaba la desesperación escrita en la cara. Me pregunté durante cuanto tiempo la torturaría el Ama. Cuánto tiempo pasaría antes de que el Ama le dejara a Kelly tener el orgasmo que tan obvia y desesperadamente necesitaba.

Kelly me llevó a uno de los baños. Me miré en el espejo antes de deslizarme en el agua cálida y espumosa del baño. Tenía el aspecto de una mujer que había sido azotada, pero las marcas de mi cuerpo ya estaban empezando a desvanecerse. El Ama me había flagelado salvajemente, pero no me había provocado ningún daño.

Me bañé y preparé como me había dicho. Un poco de maquillaje y la misma joyería corporal que había llevado cuando me azotaron. Me planteé si el Ama iba a azotarme otra vez. Mi chocho respondió a la idea. Ya estaba húmeda otra vez cuando Mónica entró en la sala para recogerme.

Mónica abrió la puerta de una sala con docenas de velas perfumadas. Había espejos en las paredes y techos, y un mural sobre el suelo de mármol con mujeres desnudas entrelazadas en abrazos apasionados; las expresiones de sus rostros eran de estar disfrutando del placer más extremo.

En el centro de la sala había una gran mesa negra de masaje y Mónica nos llevó a Kristy y a mí hasta ella y nos hizo ponernos a cuatro patas en los lados opuestos de la mesa. Podía ver el cuerpo desnudo de Kristy en los espejos, de la misma forma que estoy segura de que ella podía ver el mío. No quería que ella me pillara admirándola de esa manera, pero me resultaba difícil no mirarla.

Se abrió la puerta y entró la asiática de Zaheer llevando un quimono rojo brillante. Detrás de ella entró el Ama con un quimono negro. La asiática se quitó la bata y la dejó sobre mi espalda, estaba desnuda. Luego soltó lentamente el cordón del quimono del Ama y suavemente lo deslizó por su cuerpo, y lo dejó también sobre mi espalda. El solo hecho de ver al Ama desnuda me proporcionaba un placer físico. Podía sentir una sensación de palpitación entre las piernas, mientras los labios y el clítoris se me hinchaban. Los pezones se me pusieron tiesos inmediatamente y el ano me palpitó en sintonía con mis otras zonas sexuales.

No había visto al Ama desnuda con mucha frecuencia, pero cada vez que ocurría afectaba a mi cuerpo y a mi mente de la misma manera. El suyo era un cuerpo que merecía ser adorado, y anhelaba tener la oportunidad de adorarlo, de estar con ella. Pero sentía como un honor solo tener la oportunidad de verla desnuda.

El Ama usó a Kristy como escalón para subir a la mesa de masaje, y a continuación sentí el peso de la asiática cuando puso el pie en mi espalda y me utilizó como escalón para subir a la mesa.

Vi en los espejos como la asiática se aplicaba aceite en el cuerpo y luego en la espalda del Ama mientras se tumbaba sobre la mesa. Estaba tan húmeda, tan increíblemente excitada mientras veía a la asiática deslizarse arriba y abajo sobre el cuerpo del Ama. Mi chocho goteaba literalmente cuando el Ama se dio la vuelta y la asiática le masajeó los pechos con los suyos. Había un pequeño charco debajo de mi entrepierna del néctar que emanaba.

Ver a la asiática proporcionar placer al Ama de esa manera es el acto más erótico que haya visto nunca. No me toqué ni estimulé de ninguna manera, pero me corrí cuando el Ama se corrió con la lengua de la asiática dentro de ella. No fue un orgasmo intenso el que explotó en mi interior, fue distinto a cualquier orgasmo que hubiera tenido. Es difícil de describir, pero era como si todo mi cuerpo llegara al clímax. El placer no estaba centrado y enfocado entre mis piernas, era como si una oleada de placer consumiera cada parte de mi mente y mi cuerpo.

Después entré en lo que solo puedo describir como un trance eufórico. La siguiente cosa que recuerdo es estar de rodillas en el suelo a los pies del Ama en la sala de estar. Ver al Ama así me había colocado en aquella neblina embriagadora, y tuvo que ser verla de nuevo lo que me devolviera a la realidad. Kristy estaba de rodillas cerca de mí; las dos estábamos todavía desnudas.

"Tendréis tres oportunidades más para demostrarme cual de vosotras puede producirme mayores beneficios; para demostrarme cual de vosotras es la mejor fulana. Cada una vale un punto en la competición que decidirá cual de vosotras se convertirá en mi esclava." La voz del Ama era suave y sensual. Me encantaba el sonido de su voz.

Kelly me llevó al dormitorio donde me vestí con la ropa que dejaron para mí: bragas y sostén rojos, vaqueros azules, una blusa roja corta y ceñida y gruesos zapatos rojos de tacón alto. Me dieron una tarjeta de crédito y otra de taxi. Tenía que comprar ropa apropiada para las siguientes tres noches y guardar los recibos. Cualquier intento de sacar ventaja de obtener dinero de alguna forma de la tarjeta de crédito o de la de taxi provocaría que se me rechazara por falta de honestidad durante mucho tiempo. La primera noche seríamos 'acompañantes' en el burdel más caro y exclusivo de Sydney. La segunda prostitutas en el burdel más barato y cutre de Sydney. La tercera noche seríamos fulanas de la calle. Trabajaríamos las tres noches desde las 6 de la tarde a las 6 de la mañana.

Tenía que comprarme la ropa que quisiera para cada una de las tres noches. No podía gastarme más que 1000 dólares para el atuendo de la primera noche, 100 para la segunda y 50 para la tercera. Tomé un taxi en el centro y me fui de compras.

 Había otras cinco mujeres en la sala donde las 'acompañantes' veían la tele mientras esperaban a los clientes. Se les llamaba clientes no usuarios. Las otras chicas eran todas jóvenes, atractivas y vestidas y adornadas con cosas caras. Había una mezcla de razas: blanca, asiática, una chica de aspecto nativo y una de aspecto hispánico, tal vez filipina.

Había elegido un vestido de noche, largo ceñido y sin espalda, de color rojo con un escote en 'V' y abierto hasta los muslos por los lados. Mis tetas eran mi mejor baza y este vestido las enseñaba realmente de una forma favorecedora. El vestido se ceñía a mi cuerpo en todos los sitios correctos, pero todavía lo encontraba un tanto... elegante. No tenía pinta de fulana. Zapatos rojos de tacón alto, un toque de maquillaje, medias rojas finas y unos aretes brillantes. Realmente resultaba de bastante clase. Nunca antes me había gastado 500 dólares en un vestido, y, aunque pienso que me sentaba bien y me encantaba la sensación del material caro, habría estado más cómoda con el que había comprado para llevar como fulana callejera.

Odio admitirlo pero Kristy tenía un aspecto realmente excitante. Se había puesto un vestido negro, ceñido y corto, toneladas de maquillaje y la zorra se había arreglado el pelo, se había teñido de rubio y se lo había moldeado. Resultaba realmente bien, la muy zorra, y lo sabía. Me miró de arriba abajo y sonrió con suficiencia.

La Madama era una mujer madura pero todavía atractiva con un aura de sofisticación. Iba vestida inmaculadamente y hablaba con voz profunda y refinada. Entró en la sala donde las 'acompañantes' veían la película "Algo pasa con Mary" en el canal de la FOX.

"Chicas." Fue todo lo que dijo y todas nos levantamos y formamos una línea. Los clientes normalmente iban en primer lugar al bar, invitados por la casa a una copa, y luego, cuando estaban preparados, se les llevaba a uno de los salones lujosamente amueblados. Teníamos que entrar de una en una, presentarnos, quizá charlar un instante, y echarnos a un lado para permitir al cliente conocer a la chica siguiente.

"Hola. Soy Lynne. ¿Cómo se encuentra esta noche?" Dije inclinándome ligeramente para ofrecerle una buena vista de mi escote.

"Bien, gracias." No quería hablar, no le interesaba, estaba muy claro. Todas cumplimos el turno de autopresentación y la Madama entró a la sala de la TV. "Kristy. Al caballero le gustaría verte." Kristy me lanzó una sonrisa de suficiencia y salió a entretener a su cliente.

La mayoría de los clientes eran hombres de mediana edad, bien vestidos, con anillos de casado. Pagaban 150 dólares por media hora y 250 por una. La sesión de una hora daba derecho a un baño complementario si el cliente lo quería. Las partes eran de 60/40 a favor de las chicas. Si el cliente de Kristy quería una hora con ella, obtendría 150 dólares.

Me senté allí, preocupada por el aspecto excitante de Kristy y por cuanto tiempo pasaría con ella el cliente. '¿Y si le da propina a la Zorrita? Parecía como si nadara en dinero.' Pensé para mí mientras miraba el reloj del vídeo esperando que solo hubiera pagado media hora. Pero no pude saberlo. Un cliente me eligió después de que todas nos hubiéramos presentado y le tomé de la mano cuando subíamos las escaleras.

La habitación estaba amueblada con muebles caros y tenía baño incorporado, jacuzzi, música ambiental, alumbrado tenue y una cama enorme de cuatro postes, con velas encendidas en las mesillas a cada lado.

Mi cliente andaba por la mitad de la treintena y tenía bastante buena pinta, como la mayoría de los clientes. Cuando llegamos a la habitación se colocó detrás de mí y me besó en el cuello y me mordisqueó suavemente las orejas mientras me bajaba lentamente la cremallera del vestido. Era como si estuviésemos haciendo el amor, no solo follando. La única vez en que me sentí como una fulana y no una amante fue cuando tuve que interrumpir lo que estaba ocurriendo con naturalidad para ponerle un condón. Era un buen amante, gentil, afectuoso y apasionado. Me corrí cuando el se corrió dentro de mí, conmigo encima. Y después seguimos en la cama abrazándonos y charlando como amantes.

Fue igual con la mayoría de mis clientes esa noche. Bebimos champán mientras tomábamos un jacuzzi juntos, hicimos el amor en todo tipo de posiciones, algunos de los hombres incluso se ocuparon de mis bajos.

Una pareja en mitad de la treintena estaba en uno de los salones en un especie de escenario. La Madama explicó que buscaban una chica para la Señora. El marido solo miraría. Pagaría una tasa extra que llamaban tasa 'voyeur', era de 100 dólares repartidos al 50/50.

Salí a presentarme. "Hola. Soy Lynne. ¿Cómo se encuentran esta noche?"

"Bien, gracias Lynne, ¿cómo estás?" Dijo el hombre, la mujer no dijo nada. Era bastante atractiva, con algo de sobrepeso y muy nerviosa. Me pregunté cual sería su idea. Cuando vi la forma en que miraba mi escote supuse cual sería su idea; o si no lo era no parecía hacerle ascos.

Charlamos un momento, la mujer no dijo nada en todo el tiempo y me fui para dejar que se presentara la siguiente chica. Kristy estaba arriba con un cliente, solo estábamos cuatro disponibles en ese momento. La Madama entró en la sala de TV.

"Lynne, les gustaría verte."

Pensé que me elegían por ser mayor que las otras tres. Eran todas de 20 ó 21. No creía que la mujer quisiera ver a su marido comparándola con una de 21 años.

Se llamaban Roger y Libby. Ella era una mujer atractiva con pelo largo rubio y un sonrisa contagiosa. Pero era una mujer enorme; podía estar realmente bien si perdía unas 15 ó 20 libras (7 ó 10 Kg.)

Roger se sentó en una silla en las sombras, en una esquina de la sala. Libby estaba todavía muy nerviosa. Le hice que me bajara la cremallera y me ayudara a desnudarme; parecía disfrutar haciéndolo. Luego le hice que me desabrochara el sostén y me di la vuelta y me lo quité lentamente para ella. "¿Te gustaría darte un baño, Libby?" Le pregunté con suavidad, sonriéndole.

"Um... Sí... Eso parece una buena idea..." Tartamudeó.

"Vale, bueno tú vete desnudándote que prepararé el baño para nosotras. Hay un albornoz que puedes ponerte si quieres." Sabía que era consciente de su peso. Así que se desvistió en el excusado y salió llevando el esponjoso albornoz blanco. Me acerqué a ella. Yo todavía llevaba las medias, zapatos y bragas. Y lentamente le solté el cordón del albornoz y lo dejé caer. Las tetas de Libby eran más grandes que las mías y colgaban, me acerqué de manera que nuestras tetas se tocaran mientras le deslizaba suavemente el albornoz por los hombros.

La ayudé a entrar en el baño espumoso y perfumado; se sumergió en el agua caliente y burbujeante. Le pasé dos copas de champán y luego me deshice de los zapatos y puse un pie en la bañera y enrollé una media hacia abajo. Bebió de su champán mientras me miraba. Luego hice lo mismo con la otra pierna enrollando lenta, sensualmente, la fina media roja por la pierna abajo.

"¿Cómo está el agua?" Pregunté sonriente mientras me quitaba las bragas a solo unos palmos de su cara.

"Um... Buena... Agradable..." Dijo nerviosa, mirando mi coño afeitado. Me metí en la bañera con Libby, ella me echó una mano para ayudarme. Enredé mis dedos en los suyos y sonreí.

Me senté detrás de ella e hice que se echara hacia atrás y descansara la cabeza en mi pecho; su cuerpo estaba entre mis piernas. Le di masaje en los hombros mientras hablábamos del tiempo y bebíamos champán.

Libby empezó a relajarse un poco, de modo que pasé las manos por los lados y le masajeé las tetas. Tenía los pezones muy duros. "¿Tenéis muchas mujeres como usuarias?" Preguntó nerviosamente.

"Por lo menos la mitad." Mentí. "A montones de mujeres les gusta probarlo; es divertido; es muy divertido. La mayoría vuelven." Libby se rió tranquila. Salimos juntas y la sequé con una esponjosa toalla blanca, y luego le pedí que me ayudara a secarme. "No quiero hacer nada, solo quiero que tú..." Libby no terminó lo que intentaba decir, estaba demasiado cortada. Pero de todas formas lo entendí.

"¿Por qué no te tumbas en la cama y te daré un masaje en cuanto me seque." Se tumbó en la cama y observó como me pasaba la toalla por el cuerpo. Me sequé entre las piernas unas cinco veces, parecía gustarle eso. Su marido no había dicho nada en todo el tiempo, se limitaba a estar sentado en las sombras observando como su fantasía se hacía realidad: su esposa con otra mujer.

Libby se tumbó sobre el estómago y me senté a horcajadas sobre ella y le di masajes en los hombros y la espalda mientras le restregaba suavemente el coño contra su culo. Tenía una expresión muy diferente en la cara cuando le di la vuelta y me volví a montar a horcajadas. Nuestros coños se estaban tocando casi.

La cara de Libby estaba sonrojada y se lamía los labios nerviosamente unas cuantas veces mientras le masajeaba las tetas. Gimió suavemente cuando me incliné hacia delante y le chupé los pezones. La besé unas cuantas veces, solo besos suaves y empecé a recorrerla hacia abajo por el cuello y los pechos; le volví a chupar los pezones y luego bajé hacia su estómago. Estaba empezando a retorcerse en la cama y su respiración se estaba haciendo más pesada. Me pasó los dedos por el cabello mientras le besaba y lamía el interior de los muslos. Gimió sonoramente cuando le besé los labios de su húmedo coño.

"Oh, dios." Susurró cuando mi lengua le tocó el clítoris. La miré, ahora estaba increíblemente excitada. Tenía la cara sofocada y jadeaba ruidosamente pero fue la expresión de sus ojos la que hizo que se me humedeciera el coño.

Estaba de rodillas entre sus piernas, sobre la cama, y me pasé las manos y empecé a tocarme, asegurándome de que pudiera ver lo que estaba haciendo. Luego le apuñalé el clítoris con la lengua y gritó y volvió a agarrarme del pelo.

Le clavé la lengua en su interior y arqueó la espalda y gritó. Luego me bajé y lamí suavemente sus labios y todo su coño. Lamí ligeramente la punta de su clítoris y dejó escapar un largo y sordo gruñido.

Seguí calentándola un rato, clavándole la lengua en su interior y atacando su clítoris con ella; y luego bajándome y limitándome a lamerla con suavidad. Ahora gemía ruidosamente, revolcándose en la cama.

"Haz lo que hiciste antes." Jadeó.

"¿Qué era Libby? ¿Qué es lo que quieres que haga?" Estaba a punto de correrme cuando lo hizo.

"Clávame la lengua dentro..." Gimió. "Clávamela la lengua..."

La torturé un instante, lamiendo el exterior de sus labios, mostrándole la lengua cuando miraba hacia abajo. "Oh, dios... Oh dios..." Repetía.

Luego le metí la lengua dentro. Libby gruñó en alto y gritó que se iba a correr. Su cuerpo se agitó y se retorció en la cama repitiendo "Oh, dios" mientras se corría con mi lengua dentro.

Quería correrme con ella pero se estaba moviendo demasiado. Necesitaba las dos manos para sujetarla y poder mantener la lengua dentro. Siguió gruñendo y gimiendo y jadeando mientras seguía corriéndose. Me volvió a agarrar del pelo intentando meter mi lengua más dentro de ella.

De repente dejó escapar un largo sonido como de lloriqueo ruidoso y su cuerpo se derrumbó; estaba quieta y tranquila, salvo por el jadeo mientras intentaba recuperar el aliento.

"Oh, dios mío." Dijo, casi riendo mientras lo decía. "Ha sido increíble." Ya no estaba cortada ni nerviosa. Me arrastré y me tumbé en la cama junto a ella. Tenía un preciosa sonrisa en la cara.

"Ha sido increíble." Volvió a decir, mirándome a los ojos. Nos acurrucamos juntas durante unos instantes, Libby estaba empapada por la cálida sensación de bienestar.

"Escucha, Libby." Susurré. "No me he corrido todavía. ¿Te importa que lo haga?"

"No." Contestó rápidamente. "No me importa en absoluto."

Estábamos tumbadas una al lado de la otra, las cabezas en la misma almohada, mirándonos mutuamente a los ojos. Bajé la mano y me restregué el clítoris, gimiendo suavemente mientras lo hacía. Entonces sentí la mano de Libby en el estómago, moviéndose lentamente hacia mi coño.

"¿Quieres ayudarme a correrme, Libby?"

"Sí." Tenía un destello apasionado en los ojos. Le rodeé suavemente el cuello con los brazos y esperé la caricia de su mano.

"Eso es." Gruñí suavemente. "En el clítoris. Acaríciame el clítoris."

Sus dedos no habían encontrado mi clítoris pero sus manos buscando a tientas se sentían tan bien.

"Un poco más arriba, Libby." Jadeé. "Sí, eso es, eso es, directamente encima de mi clítoris."

Una vez encontrado mi clítoris no le llevó mucho hacer que me corriera.

"Más deprisa, Libby..." Mi cuerpo se follaba contra su mano; sus dedos estaban ahora sobre mi clítoris, restregando con fuerza. "Eso es Libby. Eso es..."

Nuestros ojos se encontraron, me besó suavemente en los labios y el orgasmo reventó en mi interior. Gruñí sonoramente, enterré la cara en su cuello y me follé contra su mano mientras oleada tras oleada de placer se estrellaban en mi interior y por encima de mí. Siguió restregándome incluso cuando mi orgasmo se había esfumado y estaba acurrucada contra ella disfrutando del olor de su perfume. "Gracias, susurré." Y la besé suavemente en los labios.

Otro cliente con el que me lo pasé realmente bien fue un hombre de unos treinta años:

"Hola. Soy Lynne. ¿Cómo se encuentra esta noche?"

"¿Lynne?" Me miró divertido. Me conocía pero yo no podía situarle hasta que me dijo quien era. Se llamaba Bruce, habíamos ido a la misma escuela superior. Incluso una vez, cuando tenía 16 años, me había llamado para pedirme que saliera con él. Le había dicho que no.

Bruce no tuvo interés en ver a ninguna de las otras. Pero si lo tuvo en pasar una hora conmigo.

Se sentó en la cama y observó como me desvestía, pidiéndome que fuera más despacio unas cuantas veces. Había esperado esto durante mucho tiempo. Pero no me trataba como una fulana. Nos dimos un baño juntos y hablamos de los viejos tiempos en la escuela. Quiso saber por qué no salí con él en aquella ocasión: "Estaba loca por alguien en esa época." Contesté sinceramente. Quiso saber como había acabado trabajando de 'acompañante'.

"Me encanta y se gana mucho dinero." Pareció gustarle mi respuesta. Le pasé las manos por el cuerpo y le acaricié suavemente la polla mientras estábamos sentados en el baño, hablando. Nos secamos mutuamente y nos tumbamos en la cama y charlamos un rato más. Luego la música ambiental de la sala se paró y sonó una campanilla, luego volvió la música ambiental.

"¿Qué significa eso, Lynne?" Preguntó Bruce.

"Significa que hemos hablado demasiado. Solo nos quedan cinco minutos."

"Está bien." Dijo Bruce sin darle importancia. "Me ha gustado mucho verte..." Sonrió cuando lo dijo. No todos los hombres tratan a las fulanas como fulanas.

"Cinco minutos bastan." Dije con voz sensual.

Me deslicé rápidamente de la cama y le chupé la polla; estaba flácido; pero no por mucho tiempo. Avancé la mano y agarré un condón de la mesilla junto a la cama; lo miré y lo volví a soltar en la mesilla. Bruce gimió sonoramente cuando supo que se la iba a chupar sin condón. Gimió aún más sonoramente cuando se corrió en mi boca y me lo tragué.

Me dio su número y me dijo que le llamara fuera de las horas de trabajo si quería. Le di las gracias y le dije que probablemente lo haría. Era un hombre encantador. El tipo de hombre que haría feliz a la mayoría de las mujeres; excluyendo a la zorra de la que se había divorciado recientemente. Estoy segura de que habría podido hacerme feliz en otro tiempo. Tiré su número a la papelera en cuanto se hubo ido.

El otro cliente que permanece en mi memoria de esa noche lo hace por una razón muy distinta. Era joven, de unos veinte años; tenía un cierto aspecto de niño rico, mocoso y mimado.

Fue lo primero que noté cuando me presenté: "Hola. Soy Lynne. ¿Cómo se encuentra esta noche?" Me miró con detenimiento y me dijo que me sentará con él en el sofá. Era suficientemente amigable, pero era arrogante y pagado de sí mismo; pero era un hombre muy atractivo. Dejé descansar mi mano sobre su pierna mientras hablábamos.

"Te follé hace un par de semanas." Dijo de repente. No estaba segura de qué estaba hablando o a dónde quería ir a parar con esto.

"Fue aquí, ¿verdad?" Supuse que me confundía con alguna de las otras chicas. Sabía que era un cliente habitual. Una de las chicas había dicho: "Es Mick," después de haberse presentado. Todas las otras chicas suspiraron. Parecía que Mick no era popular entre las chicas.

"No fue aquí." Dijo con voz de desprecio. "Fue en algún antro en la Cross. Pagué 50 dólares por follarte. Eres una fulana callejera. No utilizan fulanas callejeras aquí. Quizás debería decirles que solo eres una fulana callejera..."

"No." Dije rápidamente. No era cuestión de intentar razonar con él. Y no podía correr el riesgo de que me echaran ahora. Necesitaba el punto de la competición.

"Habrá algo que pueda hacer por ti, Mick." Le dediqué mi mirada 'Fóllame' mientras le acariciaba la pierna, acercándome a su entrepierna.

"¿Va todo bien, Mick?" Preguntó la Madama con su voz distinguida.

"Sí, Margaret, va todo divinamente. Tomaré media hora con ella."

"Por supuesto, Mick." Te lo pondré en la cuenta. Llévala arriba cuando estés listo. ¿Puede quizás servirte otra copa?"

"Estoy listo ya." Dejó las gafas en la mesa del café y se dirigió a las escaleras. Le seguí rápidamente. La Madama me tomó del brazo mientras pasaba; "Mick es un cliente habitual, Lynne. Asegúrate de cuidarlo." Me eché encima de él tan pronto estuvimos en la habitación y empecé a besarle en el cuello y a mordisquearle la oreja. Me retiró.

"¿Te gustaría que me desnudara para ti, Mick?" Le pregunté mientras me pasaba las manos por el cuerpo.

"No. Ya he visto antes lo que tienes. Y ya no me gustó la primera vez."

"Lo sé, resulto mejor con las luces más flojas." Dije sonriéndole. "Pero tiene que haber algo que pueda hacer por ti, Mick?" Hice un mohín.

"Súbete a la cama y ponte a cuatro patas, levántate el vestido, bájate las bragas y levanta el ojete. Te voy a dar por el culo."

Este establecimiento no incluía el sexo anal entre sus servicios. Pero le daría a Mick cualquier cosa que deseara. "Oh, me gusta como suena. Aunque ¿no me harás daño con esa gran polla tuya, Mick?"

"Cierra el pico y vamos a la jodida cama, puta."

"Mmmm. Será un placer, Mick." Ronroneé. No me preocupé de coger un condón, sabía que no querría usarlo.

Me arrodillé en la cama con el vestido levantado por la espalda y las bragas colgando de un tobillo, esperando a que un extraño me diera por el culo. Me dejó así un ratito, disfrutando del espectáculo.

Cuando por fin empezó a quitarse los vaqueros se me ocurrió que había follado con este hombre hacía pocas semanas y no tenía ni idea de quien era y no podía recordar nada de aquel polvo. Soy una putilla tan sucia. Pensar en ello hizo que me humedeciera.

No necesité ponérsela dura a Mick, y él no empleó ningún tiempo conmigo ni se preocupó de ser delicado. Cuando estuvo listo se limitó a colocarse en la cama detrás de mí, empujar su polla contra el exterior de mi ojete, y metérmela dentro. Al principió dolió, pero un dolor agradable. Mi cuerpo se ajustó pronto para acoplarse a su tamaño. Pero tenía una gran polla y daba de sí mi ojete y me hacía gruñir cada vez que me la metía y me la sacaba.

Me folló de la forma en que los hombres se follan a las fulanas: con dureza, rapidez y ningún interés en si yo disfrutaba o no. Me encantó. Me pasé la mano entre las piernas y me restregué el clítoris. Mi orgasmo se estaba preparando en mi interior; quería correrme con él; cuando su gran polla estuviera bombeando su corrida en mi culo. Me acaricié el clítoris más despacio y disfruté de la sensación de su gran polla arremetiendo hacia dentro y hacia fuera de mí. Cuando supe que le faltaba poco me acaricié con más rapidez, acompasando mi orgasmo con el suyo.

Retiró la polla de mí justo antes de correrse. "Vuelve a clavármela dentro." Jadeé desesperada pero esparció su corrida por mi culo, y me tiró de la cama cuando hubo terminado.

"Justo como en una película porno." Dijo, admirando su corrida pegajosa escurriéndose por mi culo mientras se volvía a subir los pantalones. Ni siquiera miró hacia atrás cuando salió de la sala dejando la puerta abierta tras él.

Estaba tan cerca de correrme cuando se salió de mí; no sabía si tendría la oportunidad de excitarme con mi siguiente cliente; y en todo caso no podría esperar; ya no puedo correrme lo bastante para quedarme satisfecha.

Pensé en dejar la puerta abierta y excitarme así sobre la cama. Me encantaría que la gente que pasara por el recibidor me viera; pero no podía dejar que nadie me viera así; se suponía que teníamos que usar condones.

No quería que su corrida goteara por toda la costosa alfombra o que cayera en mi vestido de 500 dólares, así que me bajé de la cama y fui a cerrar la puerta agachada y sujetando mi vestido en alto; las bragas todavía rodeando mi tobillo. Eché el cerrojo y luego me di la vuelta mirándome en el espejo de cuerpo entero de la parte trasera de la puerta.

Estaba vestida como una 'acompañante' de alto standing, pero ahora parecía una fulana. Recogí toda su corrida de mi culo y me la restregué por la cara. Luego dejé caer en toda su longitud mi costoso vestido rojo y me subí las bragas. Agarré uno de los vibradores de los cajones de la mesilla, lo deslicé por la parte delantera de mis bragas y lo puse en marcha.

Luego me quedé allí y me miré al espejo. La fulana con el vestido de 500 dólares con la corrida de un cliente esparcida por toda la cara. Estaba tan a punto cuando él se salió de mí que sabía que no me llevaría mucho.

Mientras el vibrador ronroneaba dentro de mis bragas me vi como lamía su corrida de los dedos y la restregaba por la piel de mi cara. No me toqué, no lo necesitaba. El vibrador estaba presionando contra mi clítoris.

"Menuda puta soy." Jadeé mientras me observaba en el espejo. "Menuda sucia puta soy..." Observé como me corría; vi las expresiones de mi cara; vi la mirada de mis ojos; y escuché los ruidos que hacía. Fue un orgasmo raro; pero me había convertido en una mujer muy rara.

Me llevó un rato limpiarme y retocarme el maquillaje después de eso. Y el orgasmo que me había proporcionado había sido agradable, pero no especialmente satisfactorio. Todavía estaba caliente cuando regresé a la sala de la TV.

Solo había atendido a 13 clientes en las 12 horas que llevaba allí: 9 habían pasado una hora conmigo, 4 media hora. Había generado 2.950 dólares en tarifas de los cuales 1.760 eran míos. Solo a medida que transcurría la noche descubrí que no se permitían propinas. Uno de mis clientes, un caballero anciano había disfrutado verdaderamente conmigo. Había pasado un buen rato lamiéndole los huevos y la polla antes de ponerle el condón y podía asegurar que se lo había pasado realmente bien. Se corrió follándome estilo perro. Yo no me corrí, pero hice un gran trabajo fingiéndolo. Me dio un billete de 50 dólares antes de que le besara en el carrillo al despedirle en la puerta.

Me dirigía a la sala de la TV, y la Madama vino directa tras de mí.

"No aceptamos propinas aquí, Lynne." Dijo en tono de darse importancia. "Vete enseguida y devuélvele el dinero al caballero. Ya pagó más que suficiente por tus servicios." No estaba contenta conmigo.

"Lo siento... No lo sabía..."

"Ahora ya lo sabes."

Me apresuré en ir al bar donde estaba tomándose un whisky con hielo mientras esperaba un taxi. Había unos cuantos hombres más sentados en la barra bebiendo. La mujer que atendía la barra era la más atractiva de las que trabajaban en aquel lugar esa noche. Demasiado atractiva para tener que ganarse el dinero apoyándose en la espalda, como el resto de nosotras.

"Lo siento de verdad." Dije nerviosa. "Pero no admitimos propinas. Es mi primera noche, no lo sabía."

"Bueno, a ti te deberían permitir propinas." Dijo sonriente. "Te las mereces."

Creo que me sonrojé; sé que era una estupidez por mi parte, pero era un hombre tan agradable. Me hizo sentirme contenta conmigo misma.

Y esa fue mi noche como 'acompañante' de alto standing: apenas vi a Kristy en toda la noche. Las dos estuvimos muy ocupadas; pasamos buena parte de la noche sobre nuestras espaldas. Me enteré más tarde de que algún tío la había alquilado por 3 horas y se la había llevado a casa con él. Me preguntaba cuanto habría sacado por eso. Pero yo había hecho casi 1.800 dólares en las 12 horas. No podía imaginarme como podría haber sacado más ella.

No volví a ver a Kristy hasta que estuvimos de vuelta en nuestras jaulas en la casa del Ama. No hablamos, solo intercambiamos miradas agrias; pero sabía que las dos estábamos preguntándonos cuánto habría ganado la otra como 'acompañante' en el burdel de alto standing.

Nos tumbamos en nuestras literas con nuestros minúsculos uniformes blancos de esclava, dándonos las espaldas. Nos quedamos dormidas mientras la gente 'normal' se estaba levantando.

A la noche siguiente fuimos prostitutas en un cuchitril realmente cutre de Cabramatta.

Por supuesto lo llevaba un tipo vietnamita pequeñito realmente escalofriante que hacía que todas las chicas le llamaran 'jefe'. Tenía el pelo negro descuidado y grasiento y más parecía un gamberro callejero que el propietario de un burdel rentable.

Había otras dos chicas trabajando esa noche; las dos eran asiáticas. Poquita cosa, con cinturitas minúsculas y culitos de lo más mono. Pero eran fulanas, y parecían fulanas vestidas como fulanas. Que fue como decidí vestirme para trabajar allí.

Con mi asignación de 100 dólares para mi noche en este sitio me compré un traje de noche realmente provocativo. Era blanco, el dobladillo casi tocaba el suelo, pero tenía rajas laterales que llegaban hasta la cintura; y la parte de arriba era de encaje transparente. Mis grandes tetas y mis pezones estaban a la vista de los usuarios; y funcionó bien porque todos los usuarios eran asiáticos a los que les encantaban mis grandes tetas.

El traje de noche me había costado 80 dólares en BodyFashions. Así que me compré un par de zapatos blancos viejos de tacón alto y un bolso de mano blanco en una tienda de oportunidades por 10 dólares. Los zapatos eran de una talla demasiado pequeña y el bolso tenía un pestazo muy divertido; pero servirían. Y el tanga blanco me costó 6,99 dólares en Woolworths. Kristy había tenido la misma idea. Llevaba un salto de cama negro cortísimo que dejaba muy poco a la imaginación. A los asiáticos también les encantó ella. Las dos estuvimos muy ocupadas toda la noche.

Había tres habitaciones que utilizábamos para recibir a los clientes. Todas eran similares: pequeñas y vacías excepto un colchón viejo en el suelo contra la pared. Una única bombilla roja colgaba en el medio de la sala.

Esperábamos a los clientes en una salita apestosa con cuatro sofás ajados y asquerosos formando un cuadrado alrededor de una gran mesa de café cubierta con revistas porno y ceniceros medio llenos. No había TV que mirar, ni música que escuchar. Solo estábamos allí sentadas esperando a los clientes.

El 'jefe' se sentaba tras lo que se suponía que era una mesa de recepción, cerca de la entrada y se pasaba toda la noche hablando por teléfono en vietnamita.

Los usuarios pagaban 50 dólares por media hora o 100 por una hora, y el 'jefe' suministraba los condones. Todos los clientes que tuve quisieron solo media hora y muy pocos de ellos se acercaron siquiera a ese tiempo.

El dinero se partía al 70/30 a favor del 'jefe', lo que significaba que me llevaba 15 dólares por cada tío con el que follara esa noche. Los clientes le pagaban al 'jefe'. No vi nada de mi dinero hasta el final del turno. No me fiaba del 'jefe' después de conocerle. No tenía papel ni bolígrafo y no me fiaba de mi misma para llevar la cuenta así que le pedí al 'jefe' un bolígrafo.

"¿Para qué quieres un bolígrafo?" Me chilló, con sus ojos estremecedores mirándome sospechosamente. Luego empezó a despotricar en vietnamita de manera que me rendí.

"Perdone Jefe. No se preocupe por eso." Le dije mientras me dirigía a los sofás y me sentaba frente a Kristy. Seguía farfullando en vietnamita. Yo quería tener control de mi cuenta de alguna forma: así que guardaba los envoltorios vacíos de los condones. Los ponía en mi bolso después de follar con el cliente. "Debería guardar los condones usados." Me dije para mí, un chiste solo a medias.

El primer cliente era indistinguible del último, o de cualquiera de en medio. Entró, se sentó y nos miró. Las asiáticas fueron hacia él de frente; pero yo me limité a sentarme mirándole, cruzando y descruzando las piernas, y pasándome la mano por las tetas. En todo caso era inútil intentar hablarle, no sabía inglés.

Me escogió, pagó al 'jefe' y fuimos a una de las habitaciones. Me desnudé, me tumbé en el colchón y él se tumbó encima de mí. En todos los casos era lo mismo. Una ligera mamada y luego ponerles el condón, luego se ponían encima de mí y jugaban un poco con mis grandes tetas y me follaban.

No me corrí con ninguno de ellos. Todos tenían pollas pequeñitas y se corrían muy rápidamente. Era un entorno realmente cutre y me gustaba. Y me gustaba la forma en que me usaban los asiáticos. Nunca me hablaban, ni siquiera me miraban. Era solo un par de tetas grandes y un chocho para ellos. Me gustaba ser tratada así, ninguno duró, ni siquiera se acercó, el tiempo suficiente para situarme en situación próxima a la corrida. Fue una noche frustrante.

Lo único que se salió de lo corriente fue lo que ocurrió cuando salía después de follar con un pequeño vietnamita especialmente apestoso. Kristy llevó a un hombre a la habitación que acababa de dejar en cuanto salimos. Había otro asiático sentado en uno de los sofás. Me senté frente a él y le sonreí. Vaya si era feo. Quería follar conmigo y él y el 'jefe' tuvieron una conversación en voz alta en vietnamita y con mucho movimiento de brazos. Supuse que estaban discutiendo el asunto. No había habitaciones libres. Miraba al reloj de vez en cuando, debía tener prisa, creo que todos los que estaban allí la tenían. Después de un rato el 'jefe' me miró y dijo. "Fóllatelo aquí." Quería que follara con él en el sofá de la zona de espera.

"Por mí no hay problema, Jefe." Dije mientras me levantaba y me deslizaba fuera de mi vestido de noche, me quitaba las bragas y me tumbaba en el sofá. Agarré un condón de la mesa de café mientras él caminaba hacia mí desabrochándose el cinturón. Se puso a mi lado y le chupé la polla un ratito hasta que se le puso dura y luego le puse un condón y saltó encima de mí y me folló. Fue la vez que estuve más cerca de correrme en toda la noche. El 'jefe' nos miraba y yo esperaba que entrara algún cliente más. Pero no vino nadie. Soltó su carga en el condón y se salió de mi interior.

Y eso fue realmente todo lo que ocurrió en las 12 horas que pasé aquí. Había contado 28 usuarios pero cuando fui al baño tenía 29 condones en el bolso. A cincuenta dólares el envite y con mi 30% me salían 435 dólares la noche; y 1015 para el 'jefe'. Nunca pensé en propinas. Los hombres como estos no dan propinas a las fulanas. Cuando el 'jefe' me dio el sobre solo había 305 dólares dentro. El muy bastardo me había chorizado otro 30% de mi parte por su cuenta y riesgo. Intenté discutir con él pero de repente no entendía ni papa de inglés. Cuando vi la expresión de la cara de Kristy después de contar el dinero supe que también le había recortado sus ganancias. Supongo que el mismo 30%. De modo que realmente no afectaría a nuestra competición; siempre que le hubiera quitado el mismo porcentaje a Kristy. Pero no había nada que yo pudiera hacer al respecto.

Otra vez pasamos el día durmiendo en nuestras jaulas, reponiéndonos para nuestra noche en las calles. Estaba tan salida; no me había corrido en toda la noche. Me consolé a mí misma con el pensamiento de que las cosas irían mejor la próxima noche en las calles.

Cincuenta dólares no es mucho para comprar un atuendo, incluso para vestir a una fulana callejera. Tuve que visitar unas cuantas tiendas de oportunidades y los Salvo (N. del T.: organización de tiendas de segunda mano australiana). Encontré un par de botas de tacón con cordones hasta la rodilla. Sé que a los tíos les gustan las mujeres con botas; eran viejas y bastante estropeadas, pero me valían y solo costaban 20 dólares, así que las compré. Una falda corta, corta de verdad, era ideal y era de la talla adecuada, pero costaba 25 dólares. El tío viejo de la tienda no rebajaría el precio, pensé ofrecerle una mamada a cambio, pero me lo pensé mejor. El Ama parecía tener gente vigilando fuera donde fuera. Así que le pagué al viejo bastardo los 25. La falda era tan corta, lo valía. Pero solo me quedaban 5 dólares.

En Woolworth había camisas de oficinista blancas de manga larga de hombre, al precio especial de 4,99. Compré una, le arranqué las mangas por los hombros y quité todos los botones. Al final tenía muy buena pinta. La até con un nudo por debajo de las tetas. Si me inclinaba se me salían las tetas, pero eso resultaría práctico. No quería sostén y no me quedaba dinero para comprar bragas. También era probablemente una buena idea. Me ahorraría tiempo.

Cuando el Ama me había dicho que íbamos a trabajar la tercera noche de fulanas callejeras pensé que se refería a la Cross. Pero Trevor nos llevó a los suburbios del oeste. Teníamos que conseguir los clientes en Parramatta Road. Nunca antes había hecho eso.

Trevor soltó a Kristy en un punto y a mí unos kilómetros más allá en la carretera. Sabía que a este tramo se le conocía como la 'autopista de las fulanas'. Había algo en los programas de cotilleo sobre una mujer conocida como 'Helen la de las Mamadas' que trabajaba en este tramo de carretera.

Eran las 6:00 y ya estaba oscuro cuando Trevor me soltó bajo una señal de MacDonald. Me recogería de nuevo bajo la señal a las 6:00 de la mañana. El resto era cosa mía. Podría cobrar lo que quisiera y hacer lo que quisiera; pero tenía que mantenerme en Parramatta Road. Había un claro al final de una carretera antigua a donde podía llevar a los clientes y follar con ellos en los asientos traseros de su coches. El claro era suficientemente grande para admitir camiones, lo que pensaba que podía ser importante.

Había montones de coches que pasaban, pero la mayoría solo dedicaban una mirada fugaz a la fulana que se vendía en el lateral de la carretera. Seguí mirando hacia los haces de los faros que venían hacia mí y luego me pasaban a 100Km/h.

Me llevó un buen rato conseguir mi primer cliente. Era un tío de aspecto raro con gafas gruesas y mal aliento; pero conducía un Falcon nuevo. Un montón de sitio en el asiento trasero. Le saqué 40 dólares por una mamada sin condón. Abrí la puerta y escupí su corrida en la hierba. No le gustó, pero ya había pagado y no parecía que yo fuera a establecer una base de clientes aquí.

No fue una noche de mucho éxito. Tenía los condones metidos en las botas, no me había quedado dinero para un bolso. Pero los tíos solo pagarían 30 dólares por follarme con condón, y no me permitiría que fuera sin condón; o 40 dólares por una mamada sin condón. Parecía ser la tarifa vigente en la autopista.

Un camionero me pagó 50 dólares por follar con condón, pero era un tío viejo y le llevó una eternidad correrse.

En resumen, follé con dos tíos en los asientos traseros de sus coches por 30 dólares; se la chupé sin condón a tres tíos por 40 dólares; y el camionero que me pagó 50 dólares. Seis clientes en 12 horas con un total de 230 dólares. No podía creer que me hubiera lanzado a los coches vestida como iba durante 12 horas y solo hubiera conseguido seis clientes. Estaba segura de que Kristy habría tenido muchos más clientes y habría hecho mucho más dinero. No ocurrió nada que ni tan siquiera me humedeciera, mucho menos excitarme. Estaba salida como una mona pero no había placer ni satisfacción para una mujer que trabajara las autopistas. Era demasiado incómodo y apresurado por la posibilidad de un susto, y no tenía ni idea con quien me podía encontrar en un coche o un camión. No me podía relajar. Y estaba preocupada por la competición, por lo mal que lo estaba haciendo como 'fulana de autopista'.

Lo único excitante de la noche vino con el último cliente. Fue uno de los tíos que pagaron 40 dólares por una mamada sin condón. Pero fue violento conmigo. Parecía uno de los más seguros. Estaba bastante relajada con él mientras conducía hacia el claro de detrás de la señal de MacDonald.

Tenía un coche bonito y vestía camisa y corbata. No tenía mal aspecto y pensé que me acariciaría a mí misma mientras se la chupaba. Estaba bastante ilusionada con chupársela. Pero en cuanto estuvimos en el asiento trasero empezó a ponerse violento. Me agarró del pelo, me empujó e intentó romperme la blusa. Estaba realmente empezando a darme miedo cuando Desmond abrió la puerta y se sentó junto al hombre que me estaba maltratando. De alguna forma estaba sorprendida de verle aparecer de la nada; y por otra parte no lo estaba. Siempre parecía haber alguien por los alrededores para protegerme cuando lo necesitaba.

"Buenas noches, Señor." Dijo Desmond con aquella voz suya profunda, desde detrás de las gafas de sol oscuras. El hombre no dijo nada. Desmond es un tío enorme, de piel oscura y con un aura de 'No Me Jodas'. "Parece que tenemos un problema aquí, Señor." Dijo Desmond sonriendo.

"No... No hay ningún problema." Replicó el hombre, nervioso.

"Sí. Hay un problema." La sonrisa desapareció. "Está dañando la mercancía. Lynne proporciona un flujo de ingresos para la gente a la que pertenece. Su capacidad de generar ingresos disminuye si resulta dañada. Eso pone nerviosa a la gente a la que pertenece. Les pone muy nerviosos."

"Yo no iba a..."

"No recuerdo haberle dicho que pudiera hablar." Le interrumpió Desmond con voz baja y amenazadora. El hombre tragó saliva y se calló.

"Como estaba diciendo..." siguió Desmond, "piense en Lynne como una mercancía. Usted la alquila por un precio acordado para realizar determinadas tareas para usted. Ahora, la mercancía estaba intentando realizar la tarea para la que usted la alquiló y usted decidió intentar conseguir algo de diversión extra por la que no ha pagado. Esto no puede aceptarse. Si quiere hacerle daño no hay problema, pero tiene que pagar correspondientemente. ¿Está conmigo en esto, Señor?"

"Sí."

"Bien." Desmond volvió a sonreír. "Ahora, ¿qué es por lo que pagó el señor?"

"Um... Una mamada sin condón."

"Vale. Hazle al señor el servicio por el que ha pagado."

La polla del tío estaba flácida y casi marchita. Me costó una eternidad volvérsela a poner dura con Desmond sentado a su lado, y aún más conseguir que se corriera. Tuve que recurrir a acariciarme y fingir que me corría para conseguirlo. Pero no hizo ningún ruido y no se movió. No creo que tuviera un orgasmo, solo eyaculó.

"Muéstrale al señor que ha conseguido lo que pagó, Lynne." Abrí la boca y le mostré al tío su corrida; observó nervioso como se deslizaba por mi garganta cuando me la tragué.

El pobre tipo todavía temblaba cuando Desmond y yo salimos de su coche; pero saltó al asiento del conductor con los pantalones todavía por las rodillas y se largó.

"Gracias, Desmond." No me contestó. Todavía le ponía enfermo, pero podía entender por qué sentía por mí, lo que sentía.

Después de eso no tuve más ofertas. Era ya por la mañana temprano, había poco tráfico y la gente ya no buscaba una 'fulana de autopista." Dos tíos más se acercaron a echarme un vistazo, pero eso fue todo.

Trevor me recogió, Kristy ya estaba en la furgoneta. Parecía agotada y de repente también yo me sentí así. Había sido una larga noche.

Las dos caímos en nuestras literas cuando estuvimos de vuelta en nuestras jaulas. Nos habíamos duchado, cambiado a nuestra ropa de esclava y comido arroz con agua. Ahora todo lo que queríamos era dormir. Pensé en masturbarme, todavía estaba caliente como una mona. Pero no quería hacer nada que pudiera estar mal. Tendría que esperar. Creo que las dos nos quedamos dormidas muy rápidamente.

El Ama mandó a Mónica abajo a decirnos que la competición se había terminado. Nos comunicaría quien había ganado cuando estuviera lista. Así que ahora estoy aquí sentada escribiendo en mi diario. Kristy está en su jaula al lado de la mía, escribiendo en el suyo. Pronto sabremos cual de las dos ha ganado.

Lynne releyó las últimas líneas unas cuantas veces, luego cerró el diario y lo abrazó mientras se tumbaba en la litera. Miró a Kristy tumbada en su litera. Nada que decir, nada a que jugar. Pronto el destino de una descansaría en manos de la otra.

La sala de las jaulas se abrió y entró el Ama. Llevaba un vestido rojo corto con un pronunciado escote en 'V' y zapatos rojos de tacón alto. "¿Cómo están mis putillas?" Preguntó sarcásticamente mientras las dos mujeres se arrodillaban a la puerta de sus jaulas. "La competición se acabó, ¿queréis saber quien ganó?"

"Sí, Ama, por favor." Dijeron a la vez Lynne y Kristy, con voces temblorosas.

"Ganaste tú." Dijo, señalando a Lynne. Su cara se iluminó, la cabeza de Kristy se hundió.