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En Túnez

en No Consentido

En Túnez

Fue durante el viaje de novios. La típica excursión a camello por el desierto. En todos los viajes entra.

Lo del camello fue un aburrimiento total. Lento, incómodo.

Cuando llegamos a lo que nos dijeron que era un oasis, aparecieron tres o cuatro chavales montando unos caballos. Muy bonitos.

Los jinetes se bajaron y empezaron un numerito. Eran altos. Supongo que jóvenes.

Iban vestidos con las túnicas y trajes de los tuaregs. Hasta con cuchillos al cinto. Eso trataban de vendernos vamos, a lo mejor ni eran de allí.

Ofrecían dar paseos a caballo a cambio de dinero.

El guía dijo que no pasaba nada que el que quisiera que se subiera.

Pesadísimos iban ofreciendo sus servicios de uno en uno. Al final mi mujer fue una de la que subió.

No se me olvida. Montó delante de él en la silla.

Al trote. Las tetas de mi mujer dando unos más que sugerentes botes. La camiseta, y mira que se lo dije, demasiado escotada.

Paseaba alrededor de todo el grupo.

Los tíos miraban. Alguno con ojos de salido

-. Se la van a salir las tetas, dijo uno burlón.

El jinete puso el caballo al galope. Veía perfectamente como con una mano sujetaba las riendas y a mi mujer por la cintura y con la otra la sobaba las tetas. Con todo el descaro del mundo.

Mi mujer chillaba. Tenía miedo a caerse. Para, para le decía chillando y gritando.

El tío pasaba de ella.

Como si fuera a cámara lenta, veía como las tetazas de mi mujer subía y la mano del tuareg esperaba tranquilamente a que llegaran a su destino para darlas unos buenos manoseos.

Si, las tocaba, las apretaba, las estrujaba...

Todos lo vimos. Los de detrás lo comentaban en voz alta.

-. Joder te la está metiendo mano. Que cabrón, como se lo está pasando.

Rojo de vergüenza, sin saber qué hacer, solo miraba lo que la hacía.

Mi mujer se agarraba a la silla de montar como podía con las dos manos y chillaba. Justo cuando venía de frente hacia nosotros en uno de los botes, y supongo que con alguna ayudita, las dos tetas de mi mujer salieron disparadas.

Menudo espectáculo. Era impresionante ver los botes que la daban.

No sé si eran sensaciones mías pero yo no oía nada. Todo silencio. Juraría que nadie decía nada, que todos miraban sin pestañear. Me refiero al grupo claro, porque los chillidos de mi mujer si se oían.

Y el muy hijo de puta que no paraba, que el paseíto no terminaba. Y otra vuelta más, y otra vez a tener que ver como la tocaba los pechos.

Hasta que por fin, viniendo de frente hacia el centro del grupo, paró el caballo en seco. Mi mujer casi sale disparada hacia adelante.

Agarrándola por la cintura la bajó.

Y allí se quedó. Inmóvil. Asustada. Colorada. Y con las tetas fuera de la blusa, delante de todos. Sin saber qué hacer. Sin reaccionar durante unos instantes que me parecieron eternos.

Los otros jinetes la miraban supongo que sonriendo. El resto de los tíos, sobre todo los de atrás, comiéndosela con los ojos.

De repente, como si despertara de un sueño, miro hacia su pecho. Su cara cambió. Muerta de vergüenza se metió los pechos dentro de la camiseta. No se los colocó dentro del sujetador, solo se las tapó.

¿Pe, pe, pero no vas a hacer nada? Me dijo balbuceante.

El tiparraco desafiante, se bajó del caballo y se puso frente a mí, provocándome con la mirada. Y yo sin saber qué hacer. Bueno si sabía qué hacer, pero no tenía valor.

Acojonado. Cobarde. Cornudo. Parecía que me decía a la cara con su mirada.

Durante el viaje de regreso estaba enfadada conmigo. No la había defendido.

Si, frente a aquel cerdo. Menudo hijo de puta. Todo era poco.

Y en la habitación descargó. No solo la había tocado las tetas todo lo que le había dado la gana. Había más. Si, las tetas se la salieron, pero no porque la camiseta fuera muy escotada como yo la dije antes de salir, sino porque él la había soltado el sujetador, y como yo sospechaba, la había dado una ayudita.

Sí, dijo, me metió la mano por arriba y me las sacó. Directamente, sin cortarse un pelo. Y además, el muy cerdo sobón, la había estado tocando el coñito.

No me mires con esa cara de idiota, me gritaba. ¿Pero bueno, es que no lo veías? Mira me tenía la mano así, como para sujetarme a la silla y el cerdo me sobaba el coño. Por dentro idiota, por dentro, me tocó el coño por dentro de las bragas unas cuantas veces.

Pero lo que más la cabreó, fue que además el muy hijo de puta, se restregaba la polla contra sus nalgas. Si, notaba perfectamente como su polla se le ponía dura y la apretaba contra su culo. Por cierto, y no veas tú qué polla tenía.

En ese momento se me quedó mirando. Vi la cara de mala leche que tenía.

No estaba enfadada solo porque la habían sobado como a una guarra cualquiera no, ni porque todos, y recalcó bien lo de todos,  la hubieran visto las tetas, no si ella hacía top-less, eso no la importaba, lo que la quemaba es que yo no había movido un solo dedo en su defensa.

No sé ni qué dije. Seguramente susurré algo.

¡¡¡Pero será posible!!! ¡¡¡Si cuando le tienes delante de ti no haces nada!!!. No me vengas con que no vistes nada, que solo lo de los pechos, si cuando me bajó del caballo tenía hasta las bragas descolocadas joder, si me las baja, tu ni te inmutas. No… si a lo mejor hasta te gusta ver cómo me la mete. Vamos, que si es por i, no sé ni cómo no me folló allí mismo.

Esa noche en la cena de grupo, sé que fuimos la comidilla de todos. Si. Lo notaba cada vez que volvían la cabeza. Primero mi cobardía, y después supongo que las tetas de mi mujer. Si, sobre todo las tetas de mi mujer serían el comentario general de todos, especialmente de los tíos. Y mi mujer también lo sabía.

Me desperté a mitad de la noche. Excitadísimo. Recordando perfectamente el sueño. Reviviendo cada detalle del sueño. Allí estaba ella, otra vez a acaballo, con las tetas dando botes, pero ahora la veía de cerca, y como si fuera a cámara lenta. Veía subir y bajar sus pechos, con los pezones ya tiesos.

Las manos del jinete sobeteando sus tetas, besando su cuello, dejándoselo lleno de babas. Y deteniendo el caballo. Ella sin moverse mirándome como pidiendo auxilio. Y él desciende lento, prepotente.

Abre su túnica y saca un pene gigantesco. Me mira. Sus ojos me lo dicen. Ya verás lo que voy a hacer a tu mujer. Se pone detrás pegado a su espalda me enseña como la soba las tetas con las dos manos al tiempo. Las agarra, las estruja. Las sube y baja jugando con ellas. Sus ojos no paran de pedirme socorro, pero yo sigo inmóvil, viendo como la soba y se restriega contra sus nalgas.

Le veo como baja las bragas de mi mujer. De un tirón. Todo su cuerpo tiembla. No sé si lleva faldas o pantalones. Pero si veo aparecer el vello de su coño. Oscuro. Negro. Me la hace girar para que vea como se estremecen sus carnes cuando azota sus nalgas.

Un empujón.

Mi mujer está a cuatro patas. Con el culo en pompa. Un azote al culito. Y se arrodilla. Veo como lento coloca su polla a la entrada. No sé si del coño o del culo. Solo que me mira casi llorando. Me va a violar, dice gimoteando.

El agarra sus caderas y tira del cuerpo de mi mujer hacia sí. Su grito. La carita de dolor con los ojos cerrados. Veo como las tetas salen disparadas hacia adelante.  Otra vez. Otro grito y me despierto. Pero me despierto tan excitado que tengo que ir al baño. No quiero hacerla el amor. No quiero poseerla. Tengo que masturbarme recordando cómo se folla a mi mujer delante de mí.

Al día siguiente, cuando bajamos a la piscina, todos los tíos estaban allí, en un corrillo. Los dos lo vimos. Se estaban cambiando unas cámaras. Alguien había sacado fotos o había grabado a mi mujer a caballo y con las tetas al aire.

Nada más verla clavaron sus ojos en el bikini. Sé dónde miraban y lo que decían.

Se puso nerviosa. Colorada de vergüenza. Luego, cuando miró mi entrepierna, roja de ira. Se tapó con la toalla y me dijo que se volvía a la habitación.

Y yo, otra vez sin hacer nada, pero ahora era peor. Seguía metido en la piscina, sin poder salir del agua, con la polla tiesa como un poste, y sin poder explicarme esa nueva e irresistible sensación, esa terrible excitación que se me produce con tan solo imaginar que se follan a mi mujer delante de mí.

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