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En el momento exacto.

en Hetero: Infidelidad

En el momento exacto.

  

Recuerdo aquellos días. Eran nuestros inicios en el sexo.

Justo cuando tocaba ese botoncito. Era en ese preciso instante, en el momento exacto, justo antes de empezar a correrse… Me agarraba las manos y me las apretaba contra su sexo… “no pares… no pares” … me decía, y su cuerpo se convulsionaba. Temblaba. Y yo la masturbaba tal y como ella me pedía sabiendo que la estaba volviendo loca de placer.

Su orgasmo comenzaba a apoderarse de ella. Luego el concierto de jadeos, de gemidos, de ahogos…

Y era justo en ese momento, ni antes ni después, cuando podía hacer con ella lo que quisiera. Sí. Lo que quisiera. Desde arrancarla sus mayores o más íntimas confesiones… hasta proponerla las mayores burradas o arriesgarme a probar juegos cada vez más atrevidos…

En ese instante perdía totalmente su voluntad, era completamente mía. No mandaba su cabeza. Su coño era el que la dominaba. Su coño era su dueño y señor. Y ella cedía, hacía lo que fuera con tal de obedecer a su amo, a su coñito.

Gracias a ese momento me fui lanzando…

Un día, mientras la masturbaba a dos manos, con una jugando con su clítoris y con la otra metiéndola tres dedos por su agujerito, probé a meterla un objeto, una cosita… Estábamos en mi coche, en los asientos de atrás… Veíamos de la biblioteca y fue lo primero que pillé: un voluminoso rotulador. Luego otro más grueso… Los dos juntos, a la vez. Estábamos en un aparcamiento solitario… Nadie podía oírnos… Casi me deja sordo de los gritos que dio. Luego jadeando me dijo que casi la había matado…

¿Quieres repetirlo?, la pregunté… Hubiera sido suficiente una mirada con cara de agotada. Jadeando aun un poco me dijo que sí. Pero que había que hacerlo con algo “más adecuado” …

A partir de ese día, pues supongo que hicimos lo que hemos hecho todos: ir experimentando y cada día yo daba un pasito más.

¿Y ella? Pues también se iba soltando. Era un juego de dos.

Repetimos lo de ir metiendo cositas. Perfeccioné el juego con los roturadores. Después llegó el típico plátano. La zanahoria… El pepino… Y por fin “el juguete”: Una buena polla de plástico, un consolador vamos.

Lo compramos en una tienda con más vergüenza que otra cosa… Entrando a escondidas… Riendo de nerviosos que estábamos. Mirando hacia los lados… La excitación al escogerlo… El ansia por estrenarlo. Deseando pagar para poder probarlo.

Nada más montar en el coche me dijo: mira, y cogiendo mi mano la llevó a la entrepierna: la braga estaba calada. Me mandó meter los dedos en su coño. Un increíble y prolongado gemido. Y un “joder” … creo que podrías meterme hasta el brazo… La primera vez que decía “palabras sucias” … Y creo que era verdad. Estaba mojada no, chorreando y literalmente abierta de par en par. Súper excitada. Súper sensible a la mínima caricia… Y súper cachonda. Lasciva. Guarrona a tope…

Fuimos a toda velocidad a nuestro rinconcito secreto. Por el camino se había quitado las bragas y se había masturbado varias veces. No puedo aguantar repetía mientras se tocaba por el camino. De reojo la miraba. Increíble: se había abierto la blusa y sacado las tetas del sujetador por encima. Ni se lo había desabrochado. Nunca se lo había visto hacer.

Estaba como loca. Con una mano tocándose el coñito, con la otra acariciándose los pechos. Los ojos cerrados, la cara ladeada… la boca semiabierta, jadeando, respirando agitadamente… Parar y a follar como locos. Ni sacarlo de la caja. El juguete lo estrenados al día siguiente.

La cosa iba funcionando a las mil maravillas. Y justo al llegar ese momento, se soltaba cada vez más. Sabía que tarde o tempano se desinhibiría del todo, por completo… Aunque no sabía cuál sería o más bien dónde estaría su límite.

Una tarde en su casa nos lo hicimos en el sofá del comedor. Y lo vi: el puño de la espada tallada en madera… la que trajeron sus padres del viaje a Toledo… esa con la cara del rey barbudo y su corona tallada en el mango… las rugosidades de la empuñadura… Casi era el doble de gruesa que el juguete. No digamos si la comparo con mi polla.

La calenté a tope. La dilaté todo lo que puede. Y lo hice. No puedo olvidar su brutal orgasmo… Su forma de gemir, de temblar, de retorcerse… Me impresionó cómo se inflaba el pecho, cómo se agitaban sus tetas, sus espasmos tan bestiales, su forma de abrazarse a mí, de aferrarse a mis brazos, arañándome, de respirar como si se ahogara… …

-. Cabrón, me vas a matar dijo… No era la primera vez que decía palabrotas, pero ahora eran mucho más fuertes. Cabrón fóllame… Méteme la polla y fóllame. Y yo… en la gloria… Evidente.

Y sorpresa, al día siguiente la espada estaba al alcance de la mano… Pedir sin pedir, hablar sin hablar… y mi polla durísima esperando ese momento… Y la giré y justo en ese momento, justo en el preciso instante en que empezaba a correrse, mi polla se hundió en su boca.

Por primera vez no la rechazó… La chupó, la mordió, la absorbió… Se agarró a ella con fuerza mientras se retorcía y me decía mil y una pestes…

Gracias a aquella espada, al puño de aquella espada, una tarde la di la vuelta y en el mismo sofá, la coloqué de rodillas con el pecho apoyado en los cojines… Y desde atrás, estilo perrillo, mientras la masturbaba boca abajo, justo en el preciso instante, me subí encima de ella y apunté a su agujero trasero. Costó trabajo. Se resistió algo. Se agarró con fuerza al cojín y lo mordió. Sí, la hice algo de daño, pero gracias a aquella espada esa tarde la desvirgué el culito…

Y ya no solo se hizo habitual el darla por el culo, sino también hacerlo por los dos sitios a la vez: usar el juguete y mi polla en sus dos agujeritos… o la espada y el juguete, y mi polla en su boca o… en fin se podían combinar de mil formas.  

Un día hablando, justo en ese preciso instante, cuando tenía el juguete en el culito, la espada llenándola el coño, mi polla rozándola comisura de sus labios, y mis dedos chorreando, jugando con el botoncito mágico, se lo dije… ¿te dejarías follar por otro? No respondió. Solo gimió como una loca. Creo que incluso más que nunca. De los días que más, fijo.

Y volví una y otra vez a hacerlo mientras la tocaba, siempre en ese momento, siempre en ese justo momento: ¿te dejarías follar por otro? Y ese día respondió abrazándose a mí, pegando su pecho al mío, apretando mi mano contra su coñito y meciendo su cadera… Si… Si…. Y su orgasmo de nuevo fue brutal…

Luego la calma… y sus explicaciones: -. Tal vez haya dicho que sí muy rápido, me dijo… casi lo he dicho sin pensarlo… pero es que en ese preciso instante… yo creo que me daría igual quién fuera o qué fuera. Solo sé que necesito correrme. Tengo que correrme no sé ni lo que hago ni lo que digo…

Pues hazlo, déjate follar por otro, la contesté yo. Ni hablar, dijo muy segura de sí misma. ¿Y si te lo pido yo? Otra vez respondía que no, que ni hablar, y que si se lo mandaba yo y lo hacía…pues sería como su chulo, la convertiría en una puta.

Esa pregunta se repitió durante varios días más… Y sí, siempre era la misma respuesta: “ni hablar”, pero si se lo preguntaba en ese preciso instante…. Su sí resonaba atronador. Sí, sí, sí...repetía mientras se convulsionaba. Aunque algunos días al “sí, sí, sí” ...añadía un “hazlo, venga conviérteme ya en una puta” …

Y un día, supongo que ya harta, (o no, creo que nunca lo sabré) mientras la tocaba ahí, en ese preciso momento, se lo volví a preguntar… Y esta vez respondió que sí. Jadeando, gimiendo, retorciéndose de placer dijo que sí…. Y cuando se lo repetí, volvió a decir que sí, que lo iba a hacer. Y además lo adornó con un “si es lo que quieres, lo vas a tener… tú mismo” …

Luego algo más calmada, ella me preguntó, que si solo eran fantasías o de verdad tenía tantas ganas de verla follar con otro, o simplemente de que me contara como otro se la había cepillado, que si tanto deseaba que ella lo hiciera... que si… y me miró la polla. Estaba morcillona mirando al techo y eso que solo hacía un par de minutos que me había corrido. Obviamente eso solo podía significar una cosa.

-. Ya verás cómo al final lo consigues, dijo dándome la espalda al levantarse para ir a hacer un pis.

No sé si sonó a advertencia o a amenaza… O simplemente fue la típica frase para que la dejara en paz... O…

Según salía me quedé mirando cómo se movía el culito al caminar. Me imaginé la mano de un desconocido en sus nalgas. No pude parar de tocarme hasta que volvió. Me vio. Cogió mi mano y la apartó. Sabía por qué me la estaba tocando. Nos conocíamos muy bien.

Según me iba a correr, justo en ese preciso instante, me susurró lasciva al oído: “Voy a ser una puta”… Un lametón en la oreja: cornudo… Todo mi cuerpo tembló. La detuve la mano en seco. Contuve a duras penas la respiración.

-. Sigue… Y me atreví a llamárselo… Sigue so puta la dije…

Quería parar y arrancar. Quería prolongar el instante todo lo que fuera posible… Y en ese preciso instante, en el momento exacto, justo antes de empezar a correrse, ya sabes de lo que te hablo, en ese instante en que pueden arrancar de ti tus más íntimas confesiones, tus secretos más inconfesables… Ella había aprendido muy bien mi táctica…

Ella me hablaba…me excitaba... Llegaba al límite y paraba. Como la hacía yo. Y dejaba descansar mi polla unos segundos y volvía a la carga… ¿Y de verdad quieres que se follen a tu novia? Y yo decía que sí…

Y otra vez a la carga… -. Cornudo… ¿y de verdad te gustaría que chupara la polla a otro tío?… ¿En serio te gustaría que me dejara dar por el culo?… ¿Y te gustaría que se corriera dentro de mí?… ¿Y te gustaría que lo hiciera aquí mismo en tu cama?... ¿Y no te da miedo que me guste y luego no pueda parar, que lo haga con cualquiera? Y yo a todo respondía que si… que lo hiciera… que se buscara un tío que la dejara bien follada, que no solo no me importaba, sino que lo estaba deseando…

-. ¿Que estás deseando el qué? Me preguntó picona… ¡¡Que otra polla te reviente el coño!!, respondí casi en voz alta…

Abrí un instante los ojos… Ella también se estaba tocando… Se estaba excitando con lo que me estaba diciendo. Y ya fue demasiado. Terminé por perder el control. Y cuando me lo volvió a preguntar dije lo que quería. Jadeando, gimiendo, casi sin poder hablar dije que quería que mi novia fuera la tía “más puta del mundo”, que quería saber que estaba follada, que quería que ella me lo contara, que quería verla joder con otro, que quería que la pusieran a cuatro patas y se la clavaran como a una perra, que luego quería meter mi polla en su sucio coño lleno con leche de otro, que quería ser un cornudo…

Y se lo pregunté… ¿te estás tocando ahí so zorra? ¡¡¡ Ya sabes que si puto cornudo!!!... Y ya no pude más. La descarga fue espectacular. Me vació del todo. Creo que estuve al borde del infarto. Hasta ella se asustó.

…Este martes pasado no pude abrir la puerta. La llave estaba cruzada. Llamé al timbre. Nada. Alguien había dentro, eso fijo. La música estaba sonando algo más alta de lo normal…

Miré el teléfono: “Cari te espero a partir de las 4 en tu casa”, ponía el mensaje. Y eran las 15.55.

Me encogí de hombros y volví a bajar al cochea por el teléfono. Llamé. Nada. Tuve que esperar un rato.

Vi salir del portal a un tío… Creo que era Marcos. Un compañero de su trabajo. Marcos se la comía con los ojos. Subí como loco las escaleras. Ni ascensor ni nada. El corazón latía a mil por hora.

Llamé, pero no esperé. Introduje la llave. Abrí sin problema. Allí estaba ella. En bata. Despeinada. El maquillaje corrido. Algo sudorosa. Aun algo jadeante, con la respiración agitada.

No hice anda. Ni me moví. Estaba petrificado en el hall. Delante de mí se quitó la bata y la dejó caer en el suelo. Estaba completamente desnuda. Aun tenia los pezones de punta. Un buen chupetón estaba empezando a colorear su pecho derecho. Clavé en ella mi mirada.

Se la levantó con la palma de la mano y la miró. Sonrió. Una suave y lasciva caricia. Me miró indiferente, pero con cierta picardía y dijo ¿no es esto lo que querías?

El corazón me seguía latiendo, pero ahora a dos mil.

Obscena se agachó un poco y se metió los dedos en el coño. Se convulsionó un segundo. Como un espasmo, como un calambre. Sé lo que era. Hacía lo mismo cuando lo tenía muy irritado y se rozaba.

Los sacó brillantes, manchados. Sacudió la mano en mi dirección. Una gotita de “algo” me alcanzó el carrillo, cerca de los labios.

-. Si quieres… ya sabes, dijo señalando hacia su coño con los dedos, aprovecha. Si no, me voy a dar una ducha.

No contesté.

-. En lo que te lo piensas voy preparando el agua. Se giró y se metió en el baño. Tenía las nalgas coloradas, muy coloradas.

Su ropa estaba tirada por la habitación. La cama completamente desecha. El sujetador en un rincón, colgando del pomo del armario. Sus bragas rotas, destrozadas. Oí el ruido del agua caer en la ducha.

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